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TREINTAIDOS.

Parpadeó un par de veces tecleando en el ordenador. Acomodó los lentes de lectura sobre el puente de su nariz. Una ligera jaqueca comenzaba queriendo ponerla de mal humor. Revisó la hora en la parte inferior de la pantalla, las cinco y media de la tarde. Suspiró, aún le quedaban tres horas de trabajo antes de volver a su hogar para descansar.

Tomó su celular revisando los chat en Kakao, hacia unos días que la comunicación con el pelinegro era nula. Él le decía estar muy ocupado estudiando y no quería ir a su casa porque sabía que no podría concentrarse teniéndole a ella cerca. ¿Por qué en el fondo le sonaba a excusa? ¿Acaso no quería verla?

Ni siquiera se había presentado en la editorial. Su jefa tampoco se había presentado al igual que la señora Shiho, lo único que sabía, por parte de la asistente de esta última, es que trabajaría desde la casa por un tema personal a tratar. La curiosidad por saber le picaba y quería preguntarle a su novio, pero su prudencia hablaba primero y simplemente ignoraba dedicándose a lo suyo.

Resopló, enviándole un mensaje a JungKook. Ese día tampoco le había contestado los buenos días. ¿Era motivo de preocupación?

—Maelie —levantó la cabeza hacia Chaeyoung quien se plantó frente a su escritorio con una sonrisa amable— ¿Todavía no te vas?

—No, tengo que terminar un informe y enviárselo a sunbae YooSun, ¿por qué? ¿quieren salir a beber algo?

—No, solo pensaba que hoy te viniste muy bonita. Me hiciste caso en ponerte ese vestido.

Maelie se observó, había visto la prenda en una salida junto a sus compañeras de trabajo. La azabache le había indicado que se lo comprara por si llegaba algún evento especial y la rubia encantada lo hizo. Lo extraño fue que, Chaeyoung le había insistido, que ese día en particular se lo pusiera y Maelie no sé había negado. Era un simple vestido primaveral en color rosa pastel con delicados detalles de flores bordados.

—Gracias. —le sonrió, queriéndole preguntar algo más, pero deteniéndose al ver llegar al mensajero con una bolsa entre sus manos.

—¿Yeon Maelie?

—Soy yo.

—Firme aquí, por favor —le tendió la tableta, ella firmó y el chico amable le entregó aquel paquete.

Una vez estuvieron solas, revisó el contenido. Un pequeño estuche rectangular de terciopelo azul oscuro con detalles plateados. Lo abrió, encontrando una hermosa cadena de plata con un dije de oro rosa en forma de corazón. No podía salir de su asombro, esa joya se notaba costosa y fina, no sabía cómo reaccionar ante ese regalo que supuso de parte de su novio.

Chaeyoung le entregó un pequeño sobrecito color marfil con su nombre en el reverso del papel. Lo abrió, encontrando unas simples, pero significativas palabras. "Te amo, JJK" Suspiró, en su interior chillaba de la emoción, por fuera refunfuñaba porque si esa era su forma de pedir disculpas luego de tantos días ausente. Puede que lo perdone. Tal vez.

—Deberías agradecerle luego —bromeó la azabache guiñándole un ojo antes de irse.

Tiró su cabello rubio rizado hacia atrás, se detuvo colocando el código de entrada justo en el momento en que una pareja de ancianos llegaba detrás.

—Oh, querida, ¿cómo estás?

—Muy bien, ajumma, ¿cómo están ustedes?

—Admirando la vida pasar —contestó el señor con sorna, Maelie rio por lo bajo al ver a la mujer de este golpearle suavemente el brazo. Subieron al ascensor juntos.

—Te ves muy bonita, ¿te encontrarás con tu lindo novio?

—Ahm no, él tiene que estudiar para dar su último examen en la universidad. Está por recibirse —comentó con orgullo en su voz.

—Oh, que alegría escuchar eso. Que alegría verlos tan unidos —chasqueó la lengua, prosiguiendo— hicimos bien en dejarle pasar esa vez, ¿no, Wooji?

El hombre asintió concentrado en los números en aumento. Maelie frunció el ceño extrañada.

—Una vez lo encontramos en la entrada, se veía desesperado y triste, nos comentó que habían peleado y no querías verlo, así que pensamos dejarlo pasar para que arreglaran sus cosas, ¿esperó hayamos hecho lo correcto?

Lo recordó, fue la noche posterior al cumpleaños de JungKook, en el que fingió estar borracho para decirle lo que sentía y pelearon. Donde ella había confirmado sus sentimientos. No pudo evitar sonreír como tonta.

—Mándale saludos al churro de tu novio.

Maelie sonrió ante el halagó de la mujer. El hombre volteó deteniendo por un momento las puertas del ascensor.

—El encargado dijo que subieras a la azotea, hay algo allí para ti, no sé de qué se trate, pero será mejor que subas rápido, muchacha.

Les agradeció, un tanto intrigada. Cambió el rumbo tocando el botón hacia la azotea del edificio, quedando este en un décimo piso. Solo debía caminar un pasillo hasta la puerta que la llevaba al lugar. La abrió sin pensarlo tanto, la brisa fría por la noche golpeó su piel haciendo que tirite del frío.

Se quedó helada al ver aquel lugar abierto donde nadie solía subir. Una de las esquinas iluminadas por pequeños faroles, se encontraba una mini sala improvisada. Sobre una colchoneta yacía un pesado edredón blanco junto a varios almohadones del mismo color, unas mantas de lana también.

Había una canasta de mimbre con lo que supuso comida dentro. A los pies de la improvisada cama, un mini proyector y su laptop sobre una pequeña mesita de madera. Todo se veía de ensueño. Al igual que el pelinegro que se encontraba recostado mirando hacia el cielo.

—¿JungKook?

Volteó al escuchar su nombre, sonrió en grande levantándose de un salto, llegó hasta ella en un par de zancadas adhiriéndose a su cuerpo y labios. Sintiendo el sabor del chapstick sabor fresa que su novia usaba.

—Hola.

—Hola —respondió ella con su voz en un hilo.

JungKook entrelazó sus manos y la llevó hasta aquel reconfortable rincón. La obligó a dejar su bolso a un costado, la ayudó a quitarse las sandalias y tomar asiento sobre la enorme tela.

—¿Qué es todo esto?

—¡Feliz aniversario, mi amor! Son cien días de felicidad a tu lado.

Maelie se cubrió la boca con las manos evitando soltar un sollozó, JungKook rio atrayendo su cuerpo al suyo para abrazarla. Todo había salido muy bien. Y sólo esperaba que siguiera saliendo mejor con lo que tenía pensado durante la noche.

—Princesa, no llores —acarició su cabello rubio y besó su frente— ¿No te gustó?

—Si —se separó para mirarle— me encanta todo esto, muchas gracias, pumpkin —le besó la nariz.

Él totalmente satisfecho comenzó a sacar algunas pequeñas bandejas con diferentes frutas, una botella de vino y dos copas dejando para lo último el plato principal.

—Tadaa.

Maelie rio secando con cuidado su rostro, al ver una pila de seis hotteok uno encima del otro. Tomó uno dándole un mordisco, cerró los ojos disfrutando del sabor al té verde en el relleno. Su favorito.

—¿Tú los hiciste? —su novio arrugó la nariz mientras servía las copas de vino.

—No, los compré de ese puesto frente a la editorial. El hombre los hizo especialmente para ti, ya te conoce.

—Lindo.

Observó a su alrededor, la fría brisa de la noche calaba su piel, aunque era lo suficientemente pasable. Sus ojos fueron dónde se encontraba su laptop y luego a su novio quien comía en tranquilidad algunas fresas, se miraron y él le sonrió.

—¿Cómo sabes la contraseña de mi computadora?

—No la sé, solo la traje —sacudió sus manos— Sonja me dio la idea de que podíamos ver una película o simplemente tener música alrededor mientras vemos las estrellas.

Maelie frunció el ceño, eso era algo imposible en la ciudad de Seoul, puesto que la contaminación lumínica mezclado con el denso smog hacia que fuera casi una utopía poder ver aquellos astros sobre el manto nocturno, a menos que estuvieran en la lejanía del campo o las afueras de la ciudad.

JungKook sonrió intuyendo lo que podría pasar por esa cabecita. La distrajo besando sus labios y pasándole la máquina para que pudiera encenderla. Colocó algo de música, él, mientras tanto, se encargó de conectar el proyector de modo que la lente diera a la pared color blanco donde se encontraba la puerta de acceso. 

Luego se recostó con su novia entre sus brazos, ambos cubriéndose con la enorme cobija de lana. Fue donde Maelie cayó en cuenta de la ropa que tenía puesta su novio. Unos jeans azul claro y un suéter color rosa haciendo juego con su vestido. Era algo muy extraño verlo con otros colores que no fueran el negro o el gris, pero tampoco negaba que los claros se le veían bien, todo le quedaba bien.

—Lo tenías todo planeado, ¿no es así?

Él sonrió juguetón ladeando su rostro, picoteo sus labios sintiendo la mano de su novia acariciar su pecho, cerca donde bombeaba su corazón.

—Si, solo un poco de ayuda —bajo su mirada hacia el cuello femenino percatándose que está no llevaba el collar que le había obsequiado— princesa, ¿y el regalo que te mandé?

—Ah, lo tengo en el bolso —contestó, evadiendo esos ojos— es que, me ha parecido demasiado. Es muy costoso, Kook, yo no suelo usar esas cosas.

Lo escuchó removerse, la soltó poniéndose de pie y tomando su bolso, se lo acercó y con una mueca en su rostro le reclamó que lo sacara. Maelie así lo hizo extendiendo la cajita de terciopelo rectangular. JungKook quedó detrás de ella, removido el cabello, le coloco la gargantilla que hacía juego con toda ella, dejándole al final un beso sobre la nuca, beso que la estremeció.

Le rodeó la cintura, su fuerte pecho siendo de soporte, escondió su rostro en la cuenca del cuello femenino. Cubriéndose a ambos con las mantas para que el frío no les molestará. El silencio en tranquila y hermosa compañía, mimándose el uno al otro.

De repente, la tranquilidad en él fue sosegada por el recuerdo de que podía perderlo todo sino era sincero. Enterró su nariz en el cabello rubio, coco y miel, sus brazos se tensaron alrededor de la cintura de su novia apretándola más a su pecho. La tenía ahí, cuerpo con cuerpo, casi que el espacio no existía, no obstante, la extrañaba.

—Tengo que decirte algo —murmuró cerca de su oído.

—¿Qué? —ella se encontraba ida en aquellas caricias y extrema calidez.

—Es algo importante.

—¿Arruinara esto si me lo dices?

Lo pensó por un momento, claro que arruinaría todo. Había trabajado con ayuda de algunos cómplices para que esa cita saliera perfecta. Incluso siendo algo cortante con la excusa de estudiar para el examen final. Pero quería festejar cuánto la amaba, quería darle un momento romántico, un momento donde estuvieran ellos dos solos.

—Tal vez.

Se tensó al no obtener respuesta alguna por parte de su novia. Maelie lo sintió y se volteó para mirarle, ella sonreía siendo ignorante de la situación, bastante lejos de siquiera imaginarlo. Acunó la mejillas de su novio besando sus labios por unos segundos. Se sentía en el paraíso.

—Entonces no me lo digas.

—Maelie, necesito contarte esto, es necesario que lo sepas… —rodeó las muñecas de su novia, mitad para que no se aleje, la otra para que le prestará atención y captará la seriedad en sus palabras.

—Hagamos esto —lo interrumpió— mírame, mañana luego del trabajo me traes a casa, cocinamos juntos y me cuentas lo que quieras, ¿si?

JungKook sacó el aire contenido de sus pulmones, cómo negarse ante la sonrisa de su rubia, cómo negarse a las caricias de ella, a sus besos. Cómo negarse a que ella solo quisiera un hermoso momento a su lado. Él sería capaz de darle el mundo entero si así lo quisiera.

Se volvió a recostar con ella en su pecho, besando su rostro y escuchándola hablar. Perdiéndose en su voz, en cómo cada vez más caía en cuenta de que tenían gustos similares, o que los planes personales a futuro coincidan con el del otro. Que si tenían algún desacuerdo, intentaban buscarle una solución para llegar a una misma conclusión.

Ella era su todo.

⚠️+18.

Entraron al apartamento agradeciendo el calor del interior. El pelinegro no había contado con que la noche se volvería más fría. No pensaba que se quedarían a dormir, si que disfrutarían hasta más entrada la madrugada. A su novia se le había congelado el cuerpo a pesar de estar entre sus brazos compartiendo calor.

Maelie fue hasta su habitación dejando sus pertenencias sobre una silla. Se pondría unas medias. No contó con que el pelinegro la seguiría y se anclaría a su espalda. Estaba muy cariñoso y extraño. Lo adjudicó al vino que habían bebido, sobre todo porque las mejillas y nariz del chico estaban rojas.

JungKook se meció junto al cuerpo de Maelie, en un vaivén lento como si bailará una lenta canción imaginaria. Sonrió al escuchar la risita de su rubia. Estaba cansado, pero no como para dormirse. Había un antojo que quería cumplir antes que la noche termine. Se distanció de ella advirtiéndole que lo esperara mientras salía hacia el living, al volver tenía el celular en sus manos buscando algo.

—¿Qué haces? —lo miró, dubitativa.

Una suave y dulce voz comenzó a sonar junto a una armoniosa melodía. Dejó el aparato sobre la mesa de luz reproduciéndose la canción de nombre "My You". Caminó hasta ella sin poder dejar de admirarla. Le rodeó la cintura con uno de sus brazos atrayéndola a su cuerpo, su otra mano se entrelazó con la femenina, bailando lento, sonriendose el uno al otro. Disfrutando al ritmo de la hermosa canción.

Picoteó sus labios escuchándola reírse cuando le hizo dar una vuelta para volver a rodearle la cintura y besarla en los labios otra vez. Había visto esa escena en sus padres en algún recuerdo de su infancia. Y a él le parecía algo sumamente romántico el compartir un baile con su chica de esa manera, de verla sonreír, besarla en los labios y sentir su cuerpo junto al suyo.

¿Puede ser para siempre? De estos sentimientos que surgen en mi corazón angustiado. Busco consolarme. Y hundirme en la noche, hasta que mis ojos se cierren.

Susurró, cantando sobre los labios de su novia. La besó fugazmente viendo sus verdosos irises aguarse. Peino detrás de su oreja un mechón de cabello siguiendo la letra.

Todas estas luces fueron coloreadas por ti. Todos mis momentos se vuelven perfectos —sus ojos también comenzaban aguarse, su pecho apretándose por un sentimiento raro, no quería terminar jamás ese momento— Todas las razones por las que sonrío. Todas las razones por las que soy capaz de cantar esta canción. Estoy agradecido por estar a tu lado ahora. Intentaré brillar más intensamente.

Escondió su rostro en el cuello de su novia, llevándose consigo su aroma, aferrándose a su cuerpo y calor. A ella, solamente a ella necesitaba para estar bien.

Cuando la canción termino aún seguían moviéndose. Maelie no pudo evitar sonreír con un pensamiento inoportuno en su mente mientras acariciaba los cabellos en la nuca de su novio. Este salió de su escondite mirándola, frunciendo el ceño por la curiosidad.

—¿En qué tanto piensas, princesa?

Ella se mordió el labio inferior evitando mirarle, sentía sus mejillas arder ante la sola mención en voz alta, aunque no perdía nada con comentarle.

—En que… te he visto bailar en Dyonisus —fue inevitable para él no interesarse en eso— pero, no pude disfrutarlo del todo por el shock de descubrir que eras un stripper —susurró bajito.

JungKook sonrió de lado lascivamente. Soltó una risita moviendo su cabeza en una afirmación. Le daría mucho más que un baile. La condujo hasta sentarla a orillas de la cama dejándola allí. Siguió hasta tomar su celular, buscando una canción acordé a lo que quería hacer. Jugó con su mejilla interna entre sus dientes colocando la seleccionada melodía haciendo que se escuche fuerte.

“Dance for You” de Beyoncé.

Estaba decidido a demostrarle todo lo que la letra de esa canción significaba con ayuda de su cuerpo. Los primeros movimientos lentos hicieron que Maelie se tapara los ojos. La risa del pelinegro resonó sin dejar de moverse cerca de ella.

—¿Por qué te tapas, gatita? Ya me has visto completamente desnudo —ronroneó cerca de su oído, satisfecho por ver qué sus palabras le erizaron la piel a su novia.

Se movió otra vez hacia atrás cuando obtuvo la completa atención de su rubia. Haría una coreografía improvisada, una que intentará demostrar lo que ella le hacía sentir.

Contoneo sus caderas de un lado a otro, sus manos se movían a través de su torso y cuello acompañado de lujuriosas expresiones en su rostro. Meneó tomando con lentitud el extremo inferior de su suéter, el cual fue quitando tan lentamente que a Maelie le daría un infarto viendo el torso atlético desnudo de su novio. Ella rio al recibir la prenda bruscamente en su rostro, se contuvo al verlo mover su pelvis sugestivamente en su dirección.

Cómo esas manos venosas con finos dedos se deslizaban por el pantalón, más específicamente hacia el bulto que tocaba con descaro. Abrió el botón junto a la cremallera dejando a la vista sus boxer blancos Calvin Klein. En ningún momento apartó sus ojos de ella quien le rehuía por la vergüenza que la atacaba. JungKook podía ver lo acalorada que se encontraba. Y agradecía a Dios haberse enamorado de ese vestido que se abotonaba adelante.

Caminó hasta ella con sigilo, le tomó la barbilla con su índice y pulgar haciendo que levante un poco su cabeza hacia él. Recorrió los rosados labios de su novia con la punta de la lengua escuchando salir de aquella boca un bajo gemido. Sonrió divertido por dentro, por fuera debía mantener la postura de seriedad que solía tener arriba del escenario. Quería verla derritiéndose por él.

Se sentó sobre la falda de esta, moviendo lento y tortuoso su pelvis en círculos, haciendo que las manos femeninas toquen con fervor su abdomen y pecho, que una de las extremidades sintiera el bulto en sus pantalones. Para ese momento tenía a Maelie recostada sobre el colchón con él encima simulando embestidas. Sus manos inquietas levantaron aquel vestido sin dejar de tocarla, quitando botón por botón, viendo la desesperación en esos orbes verdosos.

Lo que no contaba es que descubriera aquel sugestivo juego de lencería color negro que ella llevaba puesto. Era nuevo, sumamente provocador para sus sentidos, sobre todo por la sonrisita inocente en el rostro femenino. Él no se contendría más, su límite había llegado.

—Yeon Maelie, tenemos un problema en estos momento —su voz grave y gutural hizo tragar saliva a la rubia— tengo un terrible problema dentro de los pantalones y la única manera de arreglarlo será que tú me ayudes.

—¿Ah sí? ¿cómo puedo ayudarte?

—Te voy hacer mía —suspiró, como si sintiera dolor mientras ella contuvo el aliento— estoy desesperado por hacerte mía, princesa.

Hipnotizada por aquellas palabras se abalanzó a la boca de su novio. Un beso demasiado sucio y apasionado. Lo necesitaba como nunca pensó necesitarlo. Deshaciéndose en suspiros por los besos húmedos que su novio repartía en su cuerpo, de esas expertas manos tocándole sin pudor, haciéndole gemir por la intromisión de sus dígitos en su sexo.

De igual forma, no se quedó atrás, lo ayudó a él a quitarse lo poco que tenía puesto y sin pensar lo comenzó a masturbar. Sintiéndose feliz de escuchar los jadeos de su novio, de cómo parecía desesperado por tocarla, por sentirla.

JungKook regó besos junto con mordidas a los pechos de su novia. Sus manos apretaban las caderas y muslos sabiendo que luego quedarían marcas. Marcas de su inextinguible deseo por ella. Su miembro más que erecto y sensible dolía al sentir la humedad de la intimidad femenina al estar rozándose en lo que devoraba su boca y sus lenguas enroscandose se encontraban.

Le abrió más las piernas acomodándose mejor entre ellas, su pene fue adentrándose con mucha facilidad percibiendo la calidez de su interior, lo estrecha y mojada que se encontraba. Los gemidos agudos de su novia en su oído le provocaban mover sus caderas sin consideración, entrando y saliendo. Sintiéndola intensamente.

Por un momento se miraron a los ojos, ambos teniendo el mismo brillo de lujuria, anhelo y deseo. Los movimientos del pelinegro se volvieron más lentos, las manos de la rubia surcando la piel sudorosa de la ancha espalda. Acariciándose mutuamente disfrutando de hacer el amor. Se besaron despacio, con dulzura, no importándoles nada más a su alrededor. Disfrutando el cuerpo del otro. 

Maelie gimió dejando caer su cabeza hacia atrás al sentir el tirón en su vientre bajo. JungKook aumento de nuevo las embestidas yendo más profundo. Junto su frente con la de su novia obligándola a qué lo mire. Quería verla llegar, quería ser participe de ese momento por su causa.
La habitación en penumbras, ella gimiendo en la boca el nombre de su novio al explotar en un orgasmo enloquecedor. Él le siguió con su cuerpo vibrando sobre el de su novia, sintiendo su mente en blanco cuando también sintió estallar en mil pedazos.

Casi final de otro día laboral. La editorial y sus trabajadores lo hacían arduamente. 

Maelie se dirigió hacia uno de los despachos del que había recibido una llamada. Quería terminar de una vez para encontrarse con su novio. Desde la mañana sentía su estómago revuelto. Tal vez porque los nervios y el miedo la atacó al darse cuenta que no habían usado protección la noche anterior. Por suerte, se había tomado una pastilla de emergencia de inmediato y se encargaría de sacar turno con la ginecóloga para un simple monitoreo.

Tocó la puerta suavemente, entrando luego que le dieran el permiso. Tenía una sonrisa en su rostro.

—Sunbae, me mandó a llamar.

—Oh, Maelie, cariño, si, siéntate por favor, necesito hablar contigo.

Por los pasillos de la empresa se rumoreaba que Kim Shiho había tenido un accidente, sin embargo, Maelie supo por boca del pelinegro que había sido golpeada por su esposo. Se había sorprendido tanto, más no quiso seguir preguntando por simple respeto. Y pondría de su empatía y sororidad para apoyar a la mujer.

—La escucho.

Shiho la miró sonriéndole. Yeon Maelie realmente es muy bonita, entendía porque JungKook se había enamorado de ella. No solo tenía una dulce belleza sino también ingenio y destreza. Era eficiente y rápida para conseguir lo que se propusiera, YooSun había escogido a una muy buena asistente.

Entrelazó sus manos apoyando su mentón en ellas.

—Es algo muy serio, quiero advertirte sobre algo importante —la expresión neutra de la chica le hizo seguir— eres una gran persona a la que le he tomado mucho cariño, tienes un futuro brillante que no merece detenerse por nadie —suspiró, cabizbaja— mereces ser muy feliz, por eso debes saber toda la verdad.

Dejaré esto aquí y me iré lentamente antes de que me linchen.
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Dato curioso: en Corea no se festeja el aniversario de novios por mes, se festeja al llegar a 100 días, 200 días, 300. Tiene una historia de trasfondo, pero la cuestión es que, se considera señal de buena salud y prosperidad, algo así como, las parejas de la actualidad logran vencer las altas y bajas de una relación.

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