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NUEVE.

Aquel recuerdo del pasado vino a su mente más veces de lo que podía imaginar en los últimos días. Lo que lo llevó a no pisar la editorial, el simple hecho de encontrarse con las dos mujeres más conflictivas de su vida lo estaba haciendo colapsar mentalmente. En su lugar, había decidido mantenerse ocupado con la universidad y trabajando en la empresa cosmetica de su padre.

Por las noches asistía a Dyonisus, su lugar seguro. Ese que llevaba parte de los bonitos recuerdos, si en su momento le hubieran dicho que estaría bailando de forma atrevida en un escenario para un montón de mujeres desconocidas recibiendo dinero a montones, lo más seguro era que se les hubiera reído en la cara, sin embargo, ahora agradecía estar allí. Amaba estar ahí, amaba todo lo que era y lo que había sacado.

Había cambiado, ya no era el mismo chico tímido y escuálido de hace cuatro años, su seguridad y personalidad lo hacían tan cautivador como su cuerpo y rostro lo hacían ver atractivo. No era perfecto, claro que no, tenía cientos de defectos, era un humano que al igual que la mayoría se equivocaba e intentaba aprender de sus errores para mejorar. Ser una mejor persona.

Se sentía turbado ante sus extraños sentimientos, la balanza dónde los había colocado no se estabilizaba para ningún lado, era algo imparable e indescifrable. Y su frustración llegaba a mayores, inclusive teniendo pequeñas y tontas discusiones con sus compañeros de trabajo. Aunque él sabía muy bien, que sin Yoongi, NamJoon y JiMin no funcionaría. Eran sus amigos y parte de su refugio.

—¿Qué te pasa? Estás muy raro últimamente.

Habló Yoongi cruzado de brazos llamando la atención del menor que se quitaba el maquillaje del rostro, recién había terminado de dar su show. Ya casi estaban en el final de la noche.

—No sé, te acuerdas que te comenté sobre la nueva asistente de omma —el pálido asintió— tal vez… creo que… ¿crees en el amor a primera vista? Porque eso es lo que creo me pasa.

Escuchó las risas de Yoongi y JiMin. Frunció el ceño algo frustrado ante la reacción de sus hyung.

—Vamos, JungKook, no me digas que te enamoraste de alguien a quien recién conoces.

—¿Y la viejita qué?

—Es que esa es otra cuestión —dijo llamando la atención de los mayores, se rascó la cabeza y prosiguió no tan seguro— cuando quise estar con ella… no pude… no se… no se me paró. Y sin darme cuenta, me encontraba pensando en la chica.

—Pensaste en ella y si se te paró.

—No, hyung, quiero decir, sentí algo extraño. Como si fuera culpa, como si pensar en ella me estremeciera entero.

—¿Quién es? debe ser una bomba si eso te está pasando.

—Es… —sonrió embobado, cabeceo a un costado con los recuerdos de ella— es preciosa, rubia, elegante, muy seria y profesional, huele tan dulce, me encanta toda ella. La única que no se me ha lanzado con dobles intenciones.

—Si, estás enamorado.

Frunció el ceño al ver los rostros divertidos de ambos con sus miradas dirigiéndose alternadamente de su rostro hacia abajo. Siguió la dirección a su entrepierna con un ligerísimo problema en ascenso.

—Se te paró con tan solo mencionarla.

—Me refiero a esto. Si en realidad lo que siento es verdad, tendré serios problemas. Yo no sé si ella acepte lo de Dyonisus y lo peor… a Shiho no le gustará si se entera.

—Debes saber que estás tomando un camino del cual no hay salida —habló NamJoon, con semblante serio— lo que estás haciendo está muy mal, es un pecado aberrante. Estás con la mujer de un hombre, están casados, estás siendo blasfemo y pretendes llevar a la chica por ese camino. JungKook arrepiéntete de tus pecados antes de que sea tarde.

El pelinegro abrió sus ojos grande, no supo cómo tomar eso, pero sintió terror, pánico y terror, muy diferente a como Yoongi los miraba, con diversión. Mientras JiMin estaba de acuerdo con las palabras del moreno.

—Si sabes que estás enamorado de otra mujer, ¿por qué sigues con Shiho?

—Tal vez porque también siento algo por ella —afirmó, con duda en su tono de voz.

—Lo que sientes no es más que deseo sexual, JungKook, te lo digo yo que te conozco desde el primer día en que entraste aquí. En cambio, con la chica está, tu cara se ilumina, no es tan difícil.

Pero las palabras de Yoongi no lo dejaban satisfecho cuando aún pensaba en Shiho constantemente a la par que Maelie.

Suspiró, estaba cansado y seguía confundido, había pensado mucho no podía entender sus sentimientos, pero era claro que sentía cosas fuertes por ambas mujeres. Aunque lo que su mente más le advertía era sobre lo dicho anteriormente por su amigo el pálido. Deseo sexual, esa era la razón de sentirse tan atraído por Shiho. Y obviamente no lo negaba, ella había sido su primera vez, casi, su primer todo.

Pero, ¿Maelie? Por ella sentía tantas cosas también, amor, se dejó atormentar por esa palabra, porque lo que les había dicho a sus compañeros era algo que tenía atorado en la garganta sin querer decirlo. Ahora que lo soltó, estaba seguro que se había enamorado de Yeon Maelie y no sabía cuáles serían las consecuencias de todo ello cuando lo estaba empezando a asimilar.

Miró al cielo nublado de la noche corría viento y estaba pronosticado lluvia, odiaba mojarse, aceleró el paso en busca de su auto a una calles donde lo había dejado. Se detuvo en seco al ver a través de los ventanales de una tienda de conveniencia un rostro conocido. Sonrió al verla con ropa de entrecasa, jeans, una sudadera varios talles más grande y esas horribles botas con peluche que se le hacían tierno en ella.

Por un momento se asustó pensando que lo descubriría, así que se escondió en un callejón unos metros más atrás con cierta obvia intención. Esperó, sacando la cabeza un par de veces para vigilar la salida y fue tras ella. En realidad, venía en su dirección y él no hizo más que seguir su camino como si todo fuera obra del destino. En su interior, creía que encontrarla era obra del destino.

—Lo siento, no quise… —chocaron hombro con hombro y él se disculpó— oh Maelie, que coincidencia encontrarte por aquí.

—Lo mismo digo —murmuró cabizbaja, JungKook pudo notar que no llevaba maquillaje dándole así, un toque más aniñado a su rostro, pareciendole mucho más bonita de lo que ya era.

—¿De compras? —que inteligente, genio.

—Si, se me antojo algo dulce —dijo mirando la bolsa en sus manos— así que compré mi buena dosis, ¿y tú?

Ella se arrepintió de preguntar eso y él por un segundo se puso nervioso.

—Ahm, vine a tomar algo con amigos, pero la hora se me fue y ya no conseguí a alcanzar el último metro.

—¿Por qué no llamas a alguien que venga a buscarte? Debes tener chófer y esas cosas.

—Aunque no lo creas —soltó una risita nasal— no tenemos ese tipo de lujos ni guardaespaldas, a menos que debamos ir a algún lugar como eventos lleno de gente.

Maelie asintió, menos mal se había puesto la capucha sobre la cabeza, su cabello estaba horrible y no quería saber sobre su rostro. Ella iba a despedirse, él a buscar una excusa para retenerla más tiempo. La cual llegó en forma de lluvia torrencial, tan de repente que no les dió tiempo a cobijarse del agua.

—¡Mierda!

JungKook viendo su oportunidad tomó la mano libre de Maelie y corrió calle abajo, esquivando a la gente que venía caminando con sus paraguas. Iba cruzar la calle, pero el jalón que ella le dió le hizo voltear indicándole que la siguiera, así lo hizo y en minutos se encontraban en la puerta de un edificio de no más de tres pisos. Al estar en el Hall ambos tiritaron de frío.

—¿Estás bien? —preguntó él, acomodando su cabello mojado hacia atrás, un movimiento peligroso.

Lo observó, sus dientes castañeteaban, estaba tiritando del frío, se podía notar por sus hombros tensos y encogidos, su resistencia por hacer algo indebido la estaba sobrepasando, al diablo, confiaría en qué nada malo pasaría.

—Ven, sígueme —se detuvo un momento frente a la puerta de servicio que daba a las escaleras de emergencia quitando sus botas quedando solo en calcetines, no sentía los dedos de sus pies por el frío. Subieron en silencio trotando los escalones, al llegar, Maelie colocó el código de seguridad de la puerta dándoles acceso al interior del departamento.

JungKook observó el lugar, la entrada con un mueble para los zapatos y un perchero, a su izquierda un pequeño living conectado a la cocina separados por una isla dónde se usaba como mesa para comer, a la derecha y seguidas la una de la otra, dos puertas que suponía la habitación y el baño.

—Espérame, traeré toallas —entró por una de las puertas, su habitación —contenía un balcón techado donde dejaría secando sus botas— comenzó a quitarse la sudadera quedando en una blusa de tirantes; siguió por los pantalones, también se habían empapado; volteó, al escuchar un ruido, pero al ver que no era nada siguió desvistiéndose.

JungKook suspiró recobrando el aliento, recostándose de la pared que daba a la cocina, verla en ropa interior había encendido su interior. Mordió su labio cerrando los ojos fuertemente. De repente, su garganta se había secado. Tomó un vaso vacío e intentó abrir el grifo para llenarla, pero no se dio cuenta que la canilla estaba en modo lluvia y se terminó mojando el suéter, chasqueó la lengua no teniendo más opción que quitarse la prenda para estrujarla, justo en el momento en que Maelie se acercaba ya cambiada.

Con la toalla en mano obtuvo la vista más fascinante que sus ojos habían visto y que hicieron a sus mejillas encenderse en segundos. JungKook se giró, dejándole ver su torso marcado y musculoso, al igual que sus fuertes brazos con unos tatuajes que no pensó tendría. Estaba de más decir lo avergonzada que se sentía.

—¿Dónde puedo poner a secar esto? —preguntó en un tono inocente, por dentro sonreía triunfante de ver las mejillas sonrosadas de la rubia y el ligero nerviosismo en sus manos empuñando la toalla que suponía era para él. Se le acercó a pasó lento con ganas de jugar, sus ojos pardos en una mirada penetrante, rió por dentro al verla tensarse en su lugar empuñando con más fuerza en sus manos la toalla— gracias —susurró, adueñándose de la tela para secándose un poco.

Maelie asintió, dirigiéndose a la cocina para meter la ropa mojada dentro de la secadora, colocó agua en la tetera para preparar algo calentito que le ayude a disipar el frío que aún sentía.

—Pondré tu ropa a secar mientras el aguacero cesa, prepararé té por si... —Volteó con la intención de tomar los dulces de la bolsa encontrándolo sentado en una de las banquetas con sus manos entrelazadas y sus brazos descansando sobre el mármol acentuando todavía más sus músculos. Su cabello mojado cayendo sobre su frente lo hacía ver… salvaje. Otra imagen muy peligrosa.

—¿No tienes algo más fuerte?

—¿Algo más fuerte?

—Si, alcohol, un trago no vendría mal, el té no es lo mío —mintió.

Ella lo pensó, la última vez que había bebido fue la salida con YangMi dónde conoció al simpático amigo de esta, Min Yoongi. Había sido una noche divertida, pero la verdad era que no recordaba ni la mitad de lo que había ocurrido, ni siquiera como habían llegado a su casa junto a la pelirroja. Ambas concluyeron en qué el pálido las había ayudado. Suspiró, tenía algo guardado, podría cederle mientras ella bebía un rico té, total, ¿qué malo podría pasar?


No sabía cuántos shot de Soju habían bebido, pero la más perjudicada era ella. Él tenía muy buena resistencia al alcohol, había aprendido junto a Shiho, evitó tener cualquier pensamiento sobre esa mujer mientras estuviera con Maelie, no quería que nada lo distrajera y menos de aquella situación donde sus risas eran lo que más se escuchaba.

—Debo ver si tu ropa está seca —arrastró las palabras intentando levantarse del suelo frente al sillón donde se habían sentado, pero su estado solo hizo que trastabillara casi de cara al piso de no ser por la agilidad del pelinegro quien la sostuvo entre sus brazos quedando sentada sobre su regazo a horcajadas.

—¿Estás bien? —preguntó en un susurro bajo, ella asintió con sus ojos entrecerrados, dándose cuenta de la cercanía de ambos teniendo la oportunidad de detallarlo mejor.

—Tienes unos brazos muy fuertes —no se contuvo en apretujarle los bíceps y hombros deslizando sus manos hasta sus pectorales dónde las dejó descansar— siempre me han gustado las personas con tatuajes —acarició con su índice el de una flor naranja con sus pétalos abiertos, ese simple toque lo estremeció.

Su fuerza de voluntad se iría al demonio si la dejaba seguir. Estaba lo suficientemente cuerdo para poner un alto, pero lo poco que le afectó el alcohol podía ser suficiente para dejarse llevar y que sus impulsos tomen el control de su cuerpo. Tenerla entre sus brazos, tan cerca sintiendo su cálido cuerpo, su aliento tibio sobre su rostro, esos labios rosados a escasos centímetros de los suyos o lo que lo enloqueció, al saber que ella no llevaba brasier.

—Sera mejor ir a dormir —se levantó rápidamente, ayudándola.

—Pero no tengo sueño —chilló, rodeándole el cuello con los brazos chocando sus pechos, él aún llevaba su torso descubierto.

Gimió por lo bajo sintiendo una ligera punzada en su entrepierna. Con toda la fuerza de voluntad se deshizo de los brazos volteándola haciendo que le diera la espalda y a pasos torpes la condujo a la habitación. Aunque no sabía si había sido buena idea cuando tenía las caderas femeninas casi rozando las suyas o que el aroma a fresas del cabello rubio chocará contra su nariz.

Mientras deshacía la cama, intentaba que Maelie no se cayera ya que se balanceaba de lado a lado. La dejó caer sobre el colchón, se aseguró se abrigarla con el edredón, no quería que sintiera frío en la madrugada o que enfermará.

—No te vayas —murmuró entre sueños aferrándose del antebrazo del pelinegro. Este suspiró, no tenía corazón para dejarla así, además, aún podía sentirla muy fría y él comenzaba también a tener frío.

Se recostó a su lado envolviendo a ambos con las cobijas y su corazón palpitó como loco cuando ella se acurrucó en su pecho. Con cuidado levantó la cabeza de Maelie para pasar uno de sus brazos bajo su cuello y con el otro le rodeo la cintura hasta acercarla más a su cuerpo. Se sentía tan bien, tan cómodo y cálido, como algo por lo cual se acostumbraría muy rápido, con Shiho no solía ser así, no se sentía nada así. Le besó la coronilla colocando su barbilla sobre esta y cerró sus ojos conciliando el sueño más rápido de lo usual.


Se removió entre las sábanas con pereza, estaba muy a gusto y calentita, demasiado calentita, abrió sus párpados quedándose completamente helada, gritó sorprendida, cayendo de la cama golpeándose la espalda en el suelo, alertando de inmediato al pelinegro.

—¿Qué haces en mi cama? —chilló histérica, sin dejar de mirar el torso desnudo del chico, de la cintura para abajo lo cubría el edredón. JungKook frunció el ceño arqueando una ceja.

—¿Acaso no lo recuerdas? —se colocó de costado, su cabeza reposo sobre su mano hecha puño mientras la miraba desde su posición en la cama. Maelie entró en crisis.

—¿Qué cosa?

—No sé si decirlo —se dejó caer boca arriba sobre la almohada— me siento ligeramente decepcionado que no lo recuerdes —volvió a su postura anterior— digo, anoche no dejabas de gritar mientras saltabas cómo loca, supongo que no logré las expectativas y me has agotado en verdad…

—¿Qué mierda estás hablando? ¡¿NOS ACOSTAMOS?!

Un minuto pasó dónde el rostro de JungKook se volvió a uno de consternación.

—Oye, oye quien dijo que nos acostamos —no duro mucho la seriedad, se carcajeó con su risa histérica— debiste ver tu cara.

Maelie se levantó del suelo sobando su espalda y trasero, se miró a ella misma, llevaba su pijama puesto, un remeron y pantalones anchos, su ropa interior en su lugar y observándole a él se dio cuenta que llevaba puesto sus jeans con, incluso el cinturón puesto.

—¡Vete de mi casa! —chilló con su voz rompiéndose. Eso lo alertó, no quería hacerle sentir mal, saltó de la cama para consolarla, pero Maelie fue más rápida evitando esos fuertes brazos dónde se dejaría caer si la tocaban, salió de la habitación y se encerró en el baño rompiendo a llorar.

—Maelie, solo fue una broma, jamás te tocaría de esa manera —se mordió la lengua porque eso era la peor mentira que se había inventado jamás— quiero decir, jamás osaría faltarte el respeto, jamás pensaría en hacerlo, no cuando eres muy valiosa —silencio, eso lo desesperó un poco— ¿Maelie? —escuchó un sollozo bajo que hizo a su corazón estrujarse— princesa, no quise hacerte daño, por favor, perdóname, no te molestaré lo juro, pero sal por favor, quiero saber si estás bien.

Habló tan rápido que no se dio cuenta de sus palabras.

—Estoy bien, JungKook, anda, vete a tu casa, tu ropa debe estar seca. No te preocupes por mí, estoy bien.

JungKook suspiró dejando caer su frente sobre la madera de la puerta cerrando los ojos, tenía un ligero dolor de cabeza, seguramente producto de la resaca. No debió ser un idiota, menos cuando se había acercado a ella. No debió hacerlo, pero de hecho, todo eso había servido para que cayera en cuenta de algo importante. Algo muy importante.

Amonos pero que capítulo 🤭 a poco pensaron que iba haber beso??? Jajajajaja me gusta crear tension. No me odien.

A ver, ¿qué será lo tan importante que Kook se dió cuenta? 🤔

Gracias por estar aquí, no olviden pasarse por las otras historias en colaboración.

Cuidense mucho.

💜💜💜

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