ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 5
Mirar la carretera le había resultado la cosa más interesante del mundo a Leah, así evitaba pensar en el fiasco que habían vivido hace tan solo dos días atrás, Fort Benning resultaba ser ahora la mejor opción y, bueno, ella no tenía queja alguna; cualquier lugar resultaba mejor que dormir bajo las ruinas de lo que alguna vez fue el CDC.
Leah observó a Andrea fruncir su ceño sin despegar la vista de la carretera. Se preguntó, por unos instantes, que estaría cruzando por la mente de la abogada.
― ¿Todo bien? ―se atrevió a preguntar.
La mirada que recibió por parte de Andrea la hizo arrepentirse.
― ¿En serio crees que todo está bien?
―Yo solo...
―Ahórratelo, Leah ―escupió con molestia Andrea―. No necesito que te compadezcas de mí.
Leah abrió la boca sorprendida, incapaz de entender qué rayos había sucedido. Solo intentaba entablar una conversación, no más.
―En serio que estás loca ―exclamó levantándose de su asiento ―. Sé que estás molesta, pero eso no te da el derecho de ser una bruja conmigo, todos hemos perdido gente que amamos...
La risa de Andrea la desconcertó, la mujer se puso de pie disminuyendo más el pequeño espacio de la caravana.
―Tú mamá se iba a morir de todas formas, Leah ―soltó sin piedad ―, Amy en cambio tenía toda una vida por delante. ¡Ella estaba sana!
―En verdad eres una perra ―con cada palabra que lograba pronunciar sentía su garganta quemar al igual que las lágrimas que se acumularon sin piedad en sus ojos.
No escuchó los pasos de Glenn, hasta que lo sintió detrás suyo.
― ¿Qué sucede?
Andrea lo miró sin decir nada para luego volver a tomar asiento.
― ¿Leah? ―insistió él.
―Nada ―se giró a mirarlo unos instantes―. Solo que Andrea es una perra que cree que es la única que ha perdido a alguien ―murmuró al pasar por su lado.
Lo que resto de camino ninguno dijo nada, Glenn quiso saber qué había sucedido sin éxito alguno. No quería recordarlo porque si lo hacía estaba segura de que en el momento en que Andrea ocupará ayuda, ella la dejaría morir.
Las horas siguieron pasando y, ahora, para desgracia de Leah; Shane viajaba con ellos en la caravana. No sabía que le revolvía más el estómago; escuchar a Shane hablar, Andrea o a ambos juntos. Era una tortura.
Frunció el entrecejo y levantó su cabeza de la almohada de la cama de Dale al sentir a la caravana detenerse junto con un horrible sonido, suspiró.
―Esto es un cementerio ―la voz de Lori fue lo primero que escuchó al bajar ―. No me gusta mucho esto.
Por instinto, se acercó a Glenn, el cual, sin pensarlo dos veces, entrelazo su mano con la suya, como amigos.
―Vamos a buscar cosas que nos sean útiles ―le informó el chico.
―Será como ir de comprar ―contestó ella mirando la inmensa fila de autos.
―Algo así, no te alejes tanto ¿sí?
― ¿Tanta falta te hago? ―bromeo Leah soltando su mano para alejarse, Glenn solo sonrió sin dar respuesta alguna.
Leah no sabía con exactitud cuánto tiempo había transcurrido en su búsqueda de objetos funcionales, suponía el suficiente para que sus mejillas y nariz se pusieran rojas bajo el inmenso sol. Lo odiaba.
Giró el rostro en dirección a los niños cerciorándose estuvieran bien, no quería perderlos de vista. Tomó una mochila de uno de los autos, la colocó sobre el suelo y la abrió, sonrió al ver el contenido; comics y un bonito collar de princesa. No era algo útil para sobrevivir, pero sin duda les gustaría a los niños.
―Carl, Sophia ―los llamó―. No se alejen de sus madres, ya vuelvo iré a dejar esto al auto.
Les hizo una mueca graciosa haciéndolos reír, y empezó a caminar de vuelta a la caravana.
―Leah ―el murmullo de Rick la congeló por unos instantes―. Abajo de un auto.
En otras circunstancias ella habría preguntado el por qué, pero el rostro preocupado del sheriff fue más que suficiente para saber que estaban metidos en problemas, sin pestañear obedeció.
Retuvo el aliento al ver a muchos caminantes pasar alrededor del auto, cerró los ojos rogando al cielo que los niños estuvieran bien al igual que Glenn. Eran demasiados para tan siquiera pensar en luchar con ellos. Perderían.
Cuando Leah por fin creyó que todo había pasado, los gritos de Sophia la hicieron caer en la dura realidad que la nueva pesadilla apenas comenzaba.
Rick había vuelto sin la niña media hora después para llevarse consigo a Daryl, Glenn y Shane, ella había querido ir con ellos, sin embargo, Lori y un muy asustado Carl no se lo permitieron.
La frustración de no saber nada de Sophia empezaba a crecer en su interior, revolviendo su estómago sin piedad y los llantos de una madre desesperada por saber de su pequeña no le ayudaban mucho. Leah se culpó por no haberse quedado con ellos unos minutos más, tal vez de ser así nada habría ocurrido.
Otra hora después, Glenn y Shane volvieron con la única noticia de que Rick y Daryl seguirían rastreando. Nada más.
―No iremos a ningún lado hasta que vuelva mi hija ―escuchó a Carol decir.
Antes de que Leah contestará, Lori se adelantó.
―No dudes de eso.
―Rick y Daryl la encontrarán. ¿Ok? ―informó Shane―. Es cuestión de tiempo.
―Espero que sea rápido ―se metió Andrea a la conversación―. Aún sigo asustada de la manada que pasó recién o como quieran llamarle.
Leah rodó los ojos, dio media vuelta para volver con Lori. No tenía ánimos en ese momento de pelear con Andrea.
― ¿Cómo estás? ―preguntó Lori apenas la vio.
―Preocupada ―confesó―. Sophia es muy pequeña al igual que Carl, debe de estar asustada.
Lori asintió.
―La van a encontrar.
―Eso espero, Carol no merece sufrir.
―Lo sé, cariño.
Al escuchar a Lori llamarla cariño algo dentro del interior de Leah se removió junto a miles de recuerdos golpeando su mente una y otra vez, su corazón de forma inesperada empezó a latir más deprisa.
Ese sentimiento lo conocía a la perfección, aunque lo había olvidado. Era el mismo sentimiento que tenía al escuchar a su madre llamarle así.
Un sentimiento agridulce, pero que al escucharlo de Lori se sentía bien.
Leah estuvo a punto de decir algo, cuando escucharon a Carl gritar el nombre de Shane.
―Carl, ¿qué pasó? ―gritó Lori yendo al encuentro de su pequeño con Leah a su lado.
―Carl, ¿estás bien?
El niño las miro con entusiasmo, una bolsa de cuero negra abrazaba a su cuerpo.
―Mamá, Leah, encontré algo fabuloso ―corrió delante de Shane para mostrar su maravilloso descubrimiento―. Shane, mira.
Ambas mujeres se miraron con asombro al ver lo que el niño había encontrado.
―Es un arsenal ―informó Carl esperando la aprobación de Shane.
―Que bien amigo, ve a dárselo a Dale ―contestó el hombre sin mirarlo.
―Mira esto ―Carl sacó del estuche una pequeña hacha ―. Es un hacha.
―Cuidado con eso, no juegues con ello.
―Es muy filosa.
― ¿Qué te acabo de decir? ―Lori se acercó a Carl, su mano reposó sobre el hombro de su hijo.
― ¿Puedo quedarmela?
― ¿Estás loco?
―Claro que no.
Carl la miró en busca de una ayuda que Leah no estaba dispuesta a darle, la chica se encogió de hombros con una sonrisa de disculpas sobre sus labios.
―Shane ―lo llamó ―. Shane, dile que me deje tenerla.
Por primera vez, Shane los miro.
―Amigo ―soltó las herramientas ―. Ve a dárselas a Dale. Vamos. Ahora.
Lori le entregó la bolsa a Carl, la miró y Leah asintió entendiendo lo que deseaba la mayor. Le lanzó una mirada de rotundo odio a Shane para posteriormente correr detrás del niño.
En definitiva, Shane era un hijo de puta.
El atardecer llegó más rápido de lo que cualquiera de ellos hubiera deseado, no había noticias de Rick, Daryl o Sophia. No había nada.
¿Cómo podría haberse alejado tan rápido? Leah no lo entendía.
Se encontraba sentada en las graditas que poseía la caravana, miró a Andrea alejarse de Carol para acercarse esta vez a Dale.
― ¿Dónde está mi arma? No tienes derecho a tomarla.
Otra vez está perra, pensó.
―No la necesitas ahora ¿o sí? ―respondió tranquilo Dale.
―Me la dio mi padre. Es mía.
Dale suspiró.
―Yo puedo cuidártela.
―O puedes devolvérmela.
Y para agregarle más sazón al asunto, Shane apareció.
― ¿Todo está bien? ―preguntó don oficial.
― ¡No, yo quiero mi arma!
―No creo que sea una buena idea.
― ¿Por qué no? ―Leah rodó los ojos, a veces se cuestionaba como Shane con ese intelectual había logrado convertirse en oficial.
Dale por primera vez giró su cuerpo en dirección a ambos para mirarlos.
―Por qué no me parece bien.
Andrea rio al escucharlo, miró a Shane en busca ayuda.
―A decir verdad, cuantas menos armas en el campamento, mejor.
― ¿Tú entregarás tu arma? ―del intelectual de Andrea también dudaba.
―No ―sonrió―, pero yo sé cómo usarla ―por primera vez Shane dijo algo que era verdad ―. Lo que necesitan ustedes es entrenamiento, pero hasta entonces creo que es mejor que Dale las tenga todas.
La mujer se marchó indignada, Leah rio para sus adentros.
Pobre ilusa, pensó.
El pequeño instante de entretenimiento para Leah desapareció con el regreso de Daryl y Rick, su esperanza de encontrar a la niña se desvanecía cada vez más. Sintió la mirada de Glenn sobre ella, él sabía cuán importante eran ambos niños, le sonrió con desgano antes de ponerse de pie y entrar en la caravana.
Por la mañana tal y como lo había prometido Rick, todos se prepararon para ir al bosque en busca de Sophia. Glenn le pasó un machete que no dudo en aceptar, ajustó una de las gorras de Glenn en su cabeza y se preparó.
Nada podría salir mal.
―La vamos a encontrar, todo saldrá bien ―susurró Glenn a su lado como si pudiera leer sus pensamientos.
Leah lo miró.
―Eso espero, temo que no pueda sobrevivir otra noche sola.
Glenn sonrió preparándose para hablar, pero la nueva discusión de Andrea con Dale atrajo su atención.
― ¿Qué crees que es lo que haré? ―la escucharon decir―. ¿Qué me la pondré en la boca y me dispararé apenas tú me la des?
O matarás a alguno de nosotros con tu mala puntería, pensó, pero se abstuvo de decirlo.
―Sé que estás enojada conmigo, me doy cuenta ―la calma era percibidle en la voz de Dale―, pero si no hubiera hecho lo que hice, estarías muerta ahora.
―Jenner nos dio a elegir: elegí quedarme.
―Elegiste el suicidio.
― ¿Y a ti que te importa? Apenas me conoces ―Andrea elevó la voz.
― ¡Hey! ―le gritó Leah―. No le grites a Dale, baja tu tono.
― ¿O sino qué?
Dale las miró, se adelantó a hablar en un intento de poner fin a la situación.
―Sé que la muerte de Amy...
―No la metas en esto. No se trata de Amy, se trata de nosotros y si decidí que no tengo nada más porque vivir, ¿quién rayos eres tú para contradecirme? ¿para impedírmelo de este modo?
―Te salvé la vida.
―No, Dale. Yo te salvé a ti ―exclamó ―. Tú me obligaste. No quería tu sangre en mis manos y solo por eso me fui del edificio. ¿Qué esperabas? ¿Qué tuviera una especie de epifanía, que me renaciera el amor por la vida?
Leah apretó con fuerza el mango del machete en su mano, si Andrea no se callaba pronto, ella misma la ayudaría a irse al otro lado con su hermana.
―Quizás un poco de gratitud.
― ¿Gratitud? Quería morirme a mi manera, no despedazaba por unos monstruos. Era mi elección y tú me quitaste eso, Dale.
Incapaz de seguirla oyendo y temiendo mandarla al más allá, Leah dio media vuelta y se alejó. Andrea no era su persona favorita y, aunque, intentó comprenderla, después de lo que le dijo el día anterior, todo el poco aprecio que le tenía se había esfumado.
La búsqueda había resultado en nada. No había nada, ni un solo rastro de Sophia.
Una estúpida tienda de campaña con un cadáver.
Y luego las campanas de la iglesia.
No había nada.
Ni una señal. Nada.
Solo unos caminantes los cuales no dudaron en terminar.
Glenn se acercó a ella, agachándose a su altura.
― ¿Te sientes bien?
―Sí, es solo que ―suspiró―, estamos lejos y nada que aparece. Es una niña, no pudo haber ido tan lejos, Glenn.
El coreano bajó la mirada, a esa altura los pésimos desenlaces iban y venían por su mente sin poder evitarlo.
―Es una niña, es rápida ―acarició su mejilla―. Pronto la encontraremos, bonita.
Leah asintió. Miró el suelo unos segundos, elevó la mirada, sorprendiendole ver a Shane mirándolos fijamente, estuvo a punto de comentarle a Glenn de no ser porque Rick y el resto salió de la iglesia. Ambos se separaron, poniéndose de pie.
―Tenemos que irnos de aquí ―Shane se acercó a Rick―. Esta gente está agotada, no quedan muchas horas de luz y nos queda un largo camino de vuelta.
―Todavía no me detendré ―le informó Rick.
Leah se acercó a ellos.
―Aún tenemos mucho que cubrir, todo el otro lado del arroyo. La buscaremos de regreso.
―Seguro escuchó las campanas, podría estar cerca.
―Todo puede ser, Rick.
―No puedo regresar, ella se perdió por mi culpa.
―Fabuloso ―Shane sonrió―. Lograron que dudes de ti mismo.
Rick lo miró fijamente.
― ¿Qué hay de ti? ¿Dudas de mí?
―Ey, podemos echarnos todo tipo de culpas...
―Es muy importante encontrarla.
―Cielos...
Leah ―aunque ya lo sabía― no podía dejar de creer en lo hijo de puta que Shane era. ¡Era de no creer!
―Sería el milagro que necesitamos, continuemos...
Shane le dio una palmada en el hombro a Rick y se alejó para informar a los demás de la decisión, momento que Leah aprovechó para acercarse.
―Iré contigo.
―Leah, no quiero que...
―No me interesa lo que creas, Rick ―sonrió―. Necesitarán ayuda, puedo hacerlo, además confió en ti.
La sonrisa de Rick fue suficiente respuesta, ella sonrió de vuelta al verlo pasar a su lado.
―Quiero quedarme ―escuchó a Carl decir al llegar al lado de Rick ―. Soy su amigo.
Rick observó a Lori en busca una aprobación o negación.
―Solo ten cuidado ¿sí? ―pidió la mujer yendo a despedirse de su pequeño.
―Sí, mamá.
―Tranquila, Lori, yo cuidaré de él ―informó ella ganándose una sonrisa por parte de la mujer.
―Gracias.
Mientras Rick se despedía de su familia, Glenn se acercó a despedirse de ella dejando un beso en su mejilla. No la intentaría convencer de volver al campamento, él sabía que ella no haría caso.
―Te veo al rato, bonita. Cuídate.
―Tú igual, cuídate ―susurró en respuesta con cariño.
Rick se tomó unos minutos dentro de la iglesia. Ahora, las hojas secas crujían bajo sus pies, los sonidos del bosque le resultaban relajantes a Leah, observó a los mayores ir delante.
― ¿Puedo hacerte una pregunta?
―Las que quieras, Carl ―lo miró con una sonrisa.
― ¿Te molesta que te vea como mi hermana mayor?
Leah detuvo su andar en seco.
― ¿Qué? ―apenas pudo formular.
―Es que... tú me quieres y yo a ti, siento que eres como mi hermana mayor. No lo sé, es lindo ―habló sin dudar―, pero si te molesta...
―Claro que no, no me molesta ―lo interrumpió―. Me hace muy feliz de hecho.
Leah no mentía, le hacía muy feliz saber que de cierta forma tenía una familia de nuevo. Se sentía demasiado contenta e ilusionada.
Carl sonrió.
― ¿Hermanos?
―Hermanos ―confirmó la mayor.
El niño no dudo en tomar su mano por el resto del camino, hasta que se toparon con un hermoso venado. Una sonrisa se formó en sus labios al ver tan hermosa majestuosidad.
Shane casi le disparaba de no ser por Rick que lo detuvo, Carl se abrió paso entre ellos, embelesado por la hermosa criatura.
Ojalá, Leah, hubiera sabido lo que pasaría a continuación. Jamás hubiese soltado su mano.
El sonido de un disparo la congelo en su sitio, con horror miró como el pequeño cuerpo de Carl cayó al suelo abatido por el impacto.
Una sensación de dolor recorrió su cuerpo, con las manos temblorosas soltó el machete y saliendo del trance que la había atrapado corrió hacía Carl.
― ¡Carl! ―gritó su nombre dejándose caer a su lado en el suelo―. No, no, no, no ―sollozó.
Y, de nuevo, el mundo se detuvo para Leah.
Lamento la tardanza con los capítulos, la universidad me ha tenido full, sin embargo, espero este capítulo les guste <3
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