ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 21
Michonne observaba con molestia y sin bajar su katana a las dos niñas delante de ella; una sostenía en alto su arma mientras que la otra a su lado permanecía inmóvil.
―Te hemos estado siguiendo desde que saliste de Woodbury ―pronunció la mayor con calma, su flequillo se movía con la suave brisa del bosque ―. Queremos ir contigo, te ayudaremos y tú a nosotras. Mi nombre es Billie y ella es Natalia y al igual que tú odiamos al gobernador.
―Yo viajo sola.
―No llegaste sola ―Natalia la contradijo―. Llegaste con la rubia que te terminó abandonando.
―Bueno. Ahora viajo sola. Ustedes deberían volver.
―No lo haremos. Hemos esperado el momento para largarnos y ese momento es ahora, Merle viene tras de ti. Nos necesitas ―bajando su arma Billie giró su cuerpo en dirección al sonido lejano de hojas secas siendo pisadas para luego mirarla―. ¿Qué dices?
Michonne las miró, procesando qué hacer con ambas, podría matarlas sin más, sin embargo, ambas no habían demostrado ser un peligro aún, ellas solo querían lo mismo que ella; largarse de Woodbury. ¿Nuevas compañeras de viaje? No sonaba tan descabellada la idea, ya había ayudado a Andrea que la terminó dejando sola, esta vez podía ser diferente.
Bajando su katana, asintió sin relajar la dura expresión sobre su rostro.
―Si van a viajar conmigo vamos a dejar algo en claro; harán lo que yo les diga. ¿Entendido?
Billie y Natalia asintieron, Michonne hizo una seña con su cabeza y las tres empezaron a correr. Debían idear un plan para deshacerse de Merle o el mismo las asesinaría. Con el corazón latiendo desbocado llegaron hasta una zona despejada en medio del bosque ideal para lo que habían planeado.
―Creo que será divertido dejarles una advertencia ―soltó Natalia ganándose las miradas inquisitivas de las demás―. Puede ser con aquel caminante.
Billie y Michonne miraron al frente, no parecía una mala idea, enfermiza tal vez, pero las personas del gobernador lo eran. Michonne se acercó a acabar con lo que alguna vez fue un ser humano para luego encargarse de desmembrarlo en varias partes mientras Billie y Natalia acomodaban las extremidades dejando una interesante advertencia.
―Yo me encargaré, necesito que se alejen hasta la carretera en donde nos veremos.
― ¿De qué hablas? ―limpiando sus manos en su viejo pantalón de mezclilla Natalia se acercó―. Podemos ayudarte.
―Y ya lo hicieron.
―Podemos hacer más ―reprocho Billie frunciendo su ceño y cruzando sus brazos.
―Dijeron que harían todo lo que les ordenaría, bueno, esto es una orden. Terminaré esto e iré por ustedes.
Mordiendo su lengua para no decir nada, Billie tomó de la mano a Natalia para empezar a caminar dejando atrás a la mujer. Odiaba admitir que tal vez estarían solas de nuevo, pero deseaba poder confiar en ella.
― ¿Crees que en verdad cumpla su palabra? ―luego de un largo camino Nat preguntó.
―No lo sé, tal vez muera antes. Esperaremos un rato y sino nos vamos. Ya hemos estado solas antes, esta vez será mejor.
Cuando todo empezó, Billie podía recordar cómo su madre junto a la de Nat fueron por ellas a su instituto, la gente se volvía loca y todo se puso peor cuando salieron a la carretera. Los gritos, el llanto y la confusión estuvieron presentes esa noche que la ciudad había sido bombardeada. Luego de semanas a la deriva por un pequeño descuido sus madres murieron y ellas empezaron su trayectoria hasta que encontraron Woodbury y descubrieron sus secretos sin querer.
Cada paso era más pesado que el otro, Nat diviso inmensa roca que la hizo suspirar, necesitaba descansar un poco. Sus estómagos rugieron siento algún tipo de timbre que les avisaba que podían descansar.
―Muero de hambre ―sacando unas barritas de la mochila que colgaba de su espalda, se acercó a Nat―. Ten.
―Gracias.
Billie no dijo nada, tomó asiento a un lado de Nat en la roca y ambas en silenció se dispusieron a comer.
― ¿Recuerdas a tu padre? ―Billie negó.
―Mi padre nunca iba a verme, las veces que nos vimos fueron pocas por no decir nulas. Mamá me dijo que ser profesor de física era complicado, sin embargo, no descartaba lo imbécil que era.
―No sabía eso.
―No éramos amigas antes de todo, Nat. Jamás podrías saber de mí.
―Pero éramos vecinas.
―No es lo mismo que ser amigas.
―Tienes razón.
Ambas rieron hasta que el sonido de las hojas las puso alerta, Billie soltó su barrita para tomar el arma y apuntar en dirección al ruido. Cualquier cosa o persona que se atreviera a acercarse terminaría muerto.
Retiro el seguro del arma y se preparó para disparar hasta que la reconoció.
―Mierda, ¿qué te pasó? ―exclamó Nat a su costado con el rostro lleno de preocupación.
Lili miró la inmensa tienda frente a ella. Bajó del auto corriendo a tomar la mano de su madre que le había dejado acompañarla con la única condición de no alejarse demasiado. Esta era la primera vez que veía un lugar sin tener el deseo de refugiarse en él. Ya tenían un hogar al que volver luego de la granja. Un lugar al cual llamar hogar.
―Nada por aquí ―aviso su madre a Glenn que a petición de Leah las había acompañado.
―Ni por allá ―concluyó ella.
―Bien, echemos un vistazo.
El polvo que se elevó al entrar en el lugar la hizo estornudar. Su nariz pico por algunos minutos que le parecieron eternos. Le hubiera gustado quedarse en la prisión, aunque se encontraba tratando de evitar a Sophia y su mal humor.
Tal vez para algunos era una niña tonta que no entendía lo que ocurría, pero lo hacía.
Comprendía el dolor que Sophia podía estar atravesando, su molestia, pero no era su culpa. Ella no tenía por qué recibir tratos horribles cuando lo único que deseaba era ayudarla a mitigar un poco su dolor al igual que con Carl, pero él no la trataba mal.
En silencio recorrió un viejo pasillo y dobló a la izquierda entrando en el pasillo de revistas, su mirada recorrió cada estante hasta que aterrizó en uno que atrajo su atención.
Leyó en voz baja cada título hasta que encontró dos que llamaron aclamaron su interes, con una sonrisa adornando su rostro los tomó para guardarlos en su mochila.
Carl le había hablado de esos cómics la noche anterior.
Giró para volver con su madre chocando sin querer con Glenn que deprisa la sostuvo para evitar que cayera, ambos se miraron por unos segundos antes de romper a reír.
―Casi me matas de un susto.
―Susto me di yo al pensar la paliza que me daría Maggie si te hubiera botado.
―También Leah, mi tito, la tía Beth y Carl...
― ¿Carl?
―Sí, somos amigos, recuerdas...
―Tan amigos que tu abuelo se infarta cada que lo ve cerca de ti.
Lili bufó y Glenn negó divertido.
― ¿Te gustaba la pizza? ―cambió de tema tan abruptamente que Glenn tuvo que esforzarse por no soltar una carcajada.
―Era repartidor de pizza, claro que me gustaba.
―Eso no tiene nada que ver.
―Claro que sí.
―Que no.
―Que sí.
― ¿Por qué no?
―Es como que me digas que te gustaban los perros y por ello yo asuma que te los comías ―soltó la pequeña pasando a su lado para volver con su madre―. No es lo mismo.
La niña tenía un punto. Uno muy tramposo, pero a fin de cuentas había ganado contra él.
Terminaron de conseguir todo lo que necesitaban y salieron del lugar. Aún el sol seguía en su punto más alto lo cual significaba que llegarían temprano a casa, ayudaría a Carl con sus obligaciones y lo convencería de ir a leer un poco. No era fácil para él tener que abordar todo lo que estaba sucediendo; una madre muerta y un padre ausente.
―Bueno creo que llegamos al paraíso de la leche materna y los cómics ―pronunció Glenn cerrando la puerta.
―Gracias a Dios.
―También hay porotos, baterías, salchichas, mostaza. Desde aquí el camino es directo a la prisión, espero que lleguemos antes de la cena.
―Este lugar se ha vuelto mi favorito ―dio pequeños saltos la menor.
―Me gusta la calma de la prisión, allí en casa siempre los escuchas fuera de la reja no importa donde estés.
Los tres se miraron con una sonrisa estando de acuerdo en que el lugar se estaba convirtiendo en un hogar. Ambos estaban felices, pero como siempre la felicidad no es algo que dure mucho para ellos.
― ¿Y dónde queda lo que ustedes llaman casa? ―con prisa Maggie jaló a Lili para cubrirla con su cuerpo, el sonido del seguro del arma siendo quitado le helo la sangre a la menor de los Greene.
Maggie y Glenn desenfundaron sus armas dando varios pasos al frente, Lili solo observó con temor al hombre desconocido.
― ¿Merle? ―pronunció Glenn atrayendo la mirada de ambas.
¿Lo conocía?
El hombre rio poniendo abajo el arma, pero eso no le dio calma a Lili que con cuidado dirigió su mirada al cuchillo que llevaba por mano. Un extraño presentimiento se coló en su pecho cuando lo vio acercarse.
― ¡Retrocede! ¡Demonios! ―pidió su madre con desespero.
―Bueno, bueno, cariño. Dios...
Lili dio un paso a un lado para mirar mejor al hombre sin que su madre lo notara.
―Te salvaste.
Maggie lo miró sin entender.
―Me dirías, ¿si mi hermano está vivo?
―Sí.
¿Quién era su hermano?
―Hey, si me llevan con él, olvidaremos todo lo que sucedió en Atlanta. Sin resentimientos ―Glenn dirigió su mirada al arma en lo que alguna vez fue la mano de Merle ―. ¿Les gusta? Si, encontré un depósito de suministros médicos. Me cure yo mismo. Bastante bien, ¿no?
―Le diremos a Daryl que estas aquí y él vendrá a verte.
¿Su hermano era Daryl?
―Oh, espera, espera...
―Oye...
―Espera, espera... Hey, el hecho de que nos encontremos es un milagro. Vamos chicos, pueden confiar en mí. ¿Tú lo haces, verdad, pequeña?
―Yo a usted no lo conozco, señor ―frunció el ceño deseosa de marcharse para jamás volver.
―No ―interrumpió Glenn ―. Tú confía en nosotros. Tú te quedarás aquí.
Merle como escuchó se llamaba, sonrió y sin que ninguno lo viera venir sacó un arma de la parte trasera de su pantalón y disparo. Su madre la empujó en el desesperado intento de ponerla a salvo, gateo queriendo alejarse en busca de un refugio cuando sintió el filo del cuchillo alrededor de su cuello.
―Mami ―llamó asustada sin saber qué hacer.
Cuando Glenn y Maggie llegaron a su rescate ya era tarde, Merle la tenía sujeta con el filo del cuchillo cerca de su pequeño cuerpo y el arma apuntándole en la cabeza.
― ¡No! ¡Suéltala! ―gritó Maggie desesperada queriendo acercarse.
―Espera, espera...
―Suéltala, es solo una niña, Merle. ¡Suéltala!
―Pongan las armas en el auto, ya. Pónganlas en el auto, hijos.
Lili sollozó rompiendo el corazón de Maggie y aumentando su desesperación por tenerla de nuevo entre sus brazos. No lo dudaron, solo obedecieron a lo que Merle decía.
―Así es. Ahora vamos a dar un paseo.
―No vamos a ir al campamento ―afirmó Glenn.
―No, vamos a otro lugar.
―Ya hicimos lo que pediste, suelta a mi hija.
―No. ¡Suban al auto los dos! ¡Tú conduces y tú linda vas a su lado! Muévanse o degollaré a esta pequeña, ustedes deciden.
―No ―Glenn dio dos pasos atrás―. Bien―susurró.
En cuanto ambos subieron al auto, Merle se puso de pie obligándola a hacer lo mismo. Su madre la miró con temor por el espejito del auto y Lili lo único que pudo hacer fue susurrar un "te quiero" en silencio. Todo iba a estar bien, se repetía en su cabeza con temor mientras el auto se alejaba.
El tiempo que tardaron llegando a donde sea que Merle los llevaba se hizo eterno, Lili podía jurar que su madre en cualquier momento enloquecería. Aún podía recordar sus gritos cuando las separaron y eso sería algo que jamás olvidaría.
Secó sus lágrimas con el dorso de su mano y miro el horrible lugar donde se encontraba cautiva, podía escuchar los gritos de Glenn siendo torturado.
Sollozo cubriendo con sus manos sus oídos. No quería estar ahí, quería que todos estuvieran a salvo, estar con Carl leyendo junto a su hermana, abrazar a Sophia aunque ella no lo deseara. Quería volver con ellos.
―Basta, basta ―lloriqueo―. ¡Dejen a Glenn! ―imploró en gritos―. Él es bueno.
Más la tortura a su amigo nunca terminó.
Leah sostuvo a la bebé en sus brazos sin despegar la mirada de su padre a la lejanía, necesitaba saber que él estaba bien y no había enloquecido de nuevo. Ya habían perdido a Lori, no podían perderlo a él también.
Tal vez Hershel con su visita lo había hecho entrar en razón, esperaba que sí. No quería perderlo, no quería que Carl se quedará sin su padre ni la pequeña bebé que ya había tenido la primera pérdida en su vida.
―Hay que ayudarlas ―susurró Carl antes de empezar a correr hacia su padre.
Miró como padre e hijo corrieron hacia el portón para ayudar a la mujer junto con las niñas de edades similares a Carl. Las tres luchaban una al lado de la otra hasta que la mayor cayó al suelo fue en ese momento en el que su padre abrió el portón para ayudar disparando a los caminantes que se acercaban.
― ¿La mordieron? ―escuchó decir a Hershel que se encontraba algunos metros delante suyo.
―No, no ―exclamó la que parecía ser la mayor de las chicas.
―Fue un tipo el que la hirió ―concluyó la otra.
―No la toques tanto ―Billie dio dos pasos al frente molesta.
―Le dispararon ―confirmó Rick.
―Descubriste América ―soltó Nat divertida.
Rick las observó antes de hacer una seña con su cabeza invitándolas a entrar en la prisión, tomó a Michonne con cuidado y corrió junto con ellas para refugiarse.
Todos siguieron a Rick dentro de la prisión, Beth corrió por lo pedido por Rick mientras Leah con desconfianza se acercaba a la mujer sosteniendo de forma protectora a su hermana.
―No la llevaremos a las celdas.
―Beth tráele agua a las niñas también, por favor ―pidió mirando con atención a ambas, su mirada se posó en la mayor; su mirada le recordaba a su padre.
―Está bien, oye, oye, mírame ―desvió la mirada para observar de nuevo a su padre que acababa de despertar a la mujer―. ¿Quiénes son ustedes?
En cuanto noto las intenciones de la mujer por querer atraer la katana, Leah la pateó alejándola de ella para luego lanzarles una mirada de advertencia a las niñas a su lado. No iba a permitir que alguien pusiera en peligro a su familia.
―No vamos a lastimarte a menos que intenten alguno estúpido primero. ¿De acuerdo?
Sin darle tiempo a responder, la voz de Daryl atrajo la atención de todos.
― ¿Quién demonios son?
― ¿Quieren decirnos sus nombres? ―Rick miró a todas en busca de una respuesta.
Ninguna dijo nada y Daryl parecía no tener tiempo. Con su mirada la invitó a ella también a seguirlo, cualquier cosa que lo mantuviera tan ansioso era digna de ver para Leah.
Ninguna se movía mientras abandonaban la estancia con sus cosas, una vez que el portón de metal se cerró Leah pudo observar cómo ellas corrieron al lado de la mujer con preocupación.
Al llegar al destino que Daryl guiaba las hormonas o la esperanza se transformó en lágrimas para Leah al ver a la mujer frente a ella. Ahí estaba Carol con una aferrada Sophia entre sus brazos. Quizá la vida se compadecido un poco de ellos al final.
La mujer les sonrió separando con cuidado a su hija de sus brazos para ponerse con dificultad de pie y abrazar a su padre, Beth y ella sonrieron mirando la escena, contentas de tener a la mayor aun con ellas.
― ¿Cómo?
―La encontramos lejos en una celda ―Daryl contó con una pizca de felicidad en su mirada―. Desmayada y deshidratada.
Cuando la mirada de Carol recayó en ella y en la bebé en sus brazos, sonrió enternecida. Claro estaba que no sabía lo que había ocurrido con la madre, aunque no tardó en darse cuenta al ver la mirada de los tres. Lo que había sido felicidad fue rápidamente suplantado por lágrimas de tristeza y de nuevo su padre se derrumbó.
Tal vez era la culpa de no estar cerca de Lori o haberla ignorado meses atrás, tal vez pensaba que podía haber hecho algo más cuando el destino ya había decidido que no. No lo sabía, solo era claro el dolor que oprimía su pecho con cada respiración.
Leah extendió su mano sobre el hombro de Carl atrayéndolo más cerca de ella con cariño. Expresándole sin necesidad de palabras que ella estaba ahí y cuidaría de él. Su hermano, su niño.
Cuando regresaron con las desconocidas, las menores se pusieron de pie cada una al lado de la otra en alerta. Su padre se acercó sin temor con su mirada enfocada en la mayor.
―Podemos tratar su herida, les daremos agua y comida y dejaremos que se marchen, pero tendrán que decirnos, ¿cómo nos encontraron?, ¿y por qué traían leche para bebé?
Billie y Nat se miraron esperando que Michonne decida hablar o ellas lo harían.
―La dejó un joven asiático con una bella chica y su hija ―Leah y Hershel se acercaron al escuchar aquello.
― ¿Qué pasó con ellos? ―quiso saber Leah.
― ¿Los atacaron? ―preguntó Hershel.
―Los secuestraron ―soltó Nat bajando la mirada.
― ¿Secuestrados?, ¿por quién?
―Por el hijo de perra que le disparó ―cruzando sus brazos Billie pronunció.
Leah se llevó las manos a la boca sintiéndose mareada, Hershel le tendió una mano para ayudarla a sentarse en la banca a su lado.
―Son nuestros amigos, dinos, ¿qué les pasó? Ahora ―Rick intentó tocar la herida de Michonne en un desesperado intento de hacerla hablar, Billie y Natalia se interpusieron entre ambos molestas.
― ¡No intentes tocarla!
―Será mejor que hablen o tendrán problemas ―sintieron como eran apuntadas con la ballesta del hombre, aunque aquello poco les importo, ellos no les harían daño si deseaban encontrar a sus amigos―. Hay cosas peores que una herida de bala.
―Encuéntrelos ustedes ―bramo con enojo Michonne.
―Daryl baja el arma ―poniéndose de pie Leah se acercó a ellos, no iba a dejar que una maldita discusión la hiciera perder a Glenn y a su amiga e hija ―. Lamento todo esto, mi nombre es Leah y ese hombre asiático que dices es mi novio y el padre de mi bebé, la chica y la niña son su hija y nieta ―señaló a Hershel ―, y mis amigas. Todos hemos pasado por mucho, hace poco perdí a mi segunda madre y a un gran amigo. Te pido que por favor nos digas, ¿dónde podemos encontrarlos? Vinieron aquí por un motivo.
La mujer pareció meditarlo.
―Hay un pueblo ―pronunció―. Woodbury en donde hay cerca de setenta y cinco supervivientes.
― ¿Un pueblo entero?
―Lo dirige un tipo que se hace llamar "gobernador". Un chico lindo, encantador.
― ¿Tiene defensa? ―preguntó Daryl.
―Aspirantes a militares. Hay centinelas armados hasta los hombros.
― ¿Sabes cómo entrar? ―su padre se acercó.
―El lugar está protegido contra caminantes, pero podríamos escabullirnos.
― ¿Cómo supieron llegar hasta aquí? ―la pregunta de su padre iba dirigida a cualquiera de las tres, ya no importaba quien respondiera.
―Mencionaron la prisión ―Nat habló―. En qué dirección estaba y que era fácil llegar.
―Hershel las va a cuidar.
Rick se giró para desaparecer, Leah no se movió de su sitio, aunque sabía la estaban esperando en la entrada. Le dolía el pecho de solo pensar en perderlos, cerró los ojos y respiro.
―Gracias por la ayuda ―soltó en cuanto abrió los ojos―. Nadie les hará daño aquí, permanezcan tranquilas.
No obtuvo respuesta, aunque no le importo, solo quería correr hacia Woodbury y mandar a todos al infierno por atreverse a meterse con su chico.
― ¿Cómo saben que podemos confiar en ella?
― ¡Hablamos de Maggie, Lili y Glenn! ¿Hace falta discutirlo? ―soltó molesta Beth.
―No lo hacemos ―Daryl dio dos pasos al frente―. Yo iré tras ellos.
―Ese lugar parece muy protegido, no puedes ir tú solo.
―Yo iré ―levantándose de su sitio Leah se acercó decidida.
―Yo también ―pronunciaron Beth y uno de los presos, ambos mirando al otro que terminó aceptando.
―Solo tú irás ―pronunció Rick mirando al grandote ―. Beth y Leah necesito me ayuden aquí con la bebé, además no voy a exponerlas, especialmente a ti hija.
―Puedo ir ―insistió.
―Lo sé, pero Glenn me mataría si ve que te pongo en peligro hasta yo mismo me mataría. No necesito que lo entiendas, pero sí que lo aceptes, ya una bebé perdió a su madre, yo perdí a tu madre y Carl, no necesitamos perderte a ti también.
Aunque no lo deseara terminó aceptando. No por ella, sino por sus seres amados, no les causaría una nueva herida, no cuando las otras permanecían frescas.
Maggie observaba la mesa frente a ella con dolor, sus mejillas se encontraban húmedas por el rastro de lágrimas que derramó. Cuando la puerta delante de ella fue abierta no levantó la mirada, solo quería salir de ahí y correr por su hija.
Conforme los pasos se acercaban decidió elevar el rostro, mirando aquel nuevo rostro desconocido. Contuvo el aliento cuando lo observó sacar de su cinturón una navaja, él se acercó tan lento a ella que no pudo evitar sentirse abrumada aun después de que cortó la cinta que mantenía presa sus manos.
Llevó sus manos al frente para deshacerse del rastro de cinta mientras él volvía al frente para querer tomar asiento en la silla delantera.
― ¿Te importa?
No dijo nada cruzándose de brazos.
―Gracias ―soltó tomando asiento―. Te llevaremos con tu gente, les diremos que fue un malentendido. Dinos donde están y te llevaremos allí.
―Quiero ver a mi hija.
La expresión en su rostro solo hizo que ella deseará golpearlo.
―No puedo hacer eso. Tú gente es peligrosa. Esposaron a mi hombre aun techo y lo forzaron a amputarse la mano.
―No sé nada sobre eso.
―Solo dinos donde están y los traeremos. Estarán a salvo, lo prometo.
No le diría nada. Podía irse al infierno, pensó desviando la mirada.
― ¿No? De acuerdo, probemos otra cosa... por favor ponte de pie.
La paciencia no parecía ser una virtud en el hombre.
―Ponte de pie ―repitió.
Pensó en las miles de cosas malas que podrían hacerle a Lili así que obedeció.
―Quítate la camiseta.
―No.
―Quítate la camiseta o iré a donde tienen a tu pequeña y le obligare a hacerlo.
No, no, no.
En contra de su voluntad, obedeció. Lanzó la camiseta contra el piso deseosa de que fuera la cabeza del hombre frente a ella. Nunca se había sentido tan vulnerable como en ese momento.
―Continua.
Temió lo que pasaría, pero en su mente no podía dejar de pensar en su pequeña. Cuando eres madre te das cuenta de que eres capaz de hacer cualquier cosa por el bienestar de tu pequeño y ella claro estaba que, aunque la traumará haría lo que fuera por mantener a salvo a su hija.
Con las manos temblorosas se deshizo de su sujetador dejándolo caer a sus pies, cubrió sus senos con sus manos y deseo que todo acabara ya. Tembló involuntariamente cuando lo vio ponerse de pie para deshacerse de su cinturón, con cada paso que daba acercándose se sintió desesperada.
Él se posiciono a su lado, acarició su cabello unos instantes antes de tomarla bruscamente por el cuello y doblegarla sobre la mesa con fuerza. Gritó asustada más no iba a demostrarle más temor.
― ¿Vas a hablar? ―preguntó entre dientes.
―Haz lo que tengas que hacer ―soltó sin miedo―. Púdrete.
Él le acarició el rostro y se mantuvo unos instantes pegado al cuerpo de ella de manera enfermiza que la hizo querer vomitar y luego se alejó.
Suspiró aliviada.
―Hola, pequeña ―asustada Lili elevó el rostro para mirar al hombre en la puerta. Se puso de pie tan rápido que se sintió mareada unos segundos―. No tengas miedo.
― ¿Quién es usted?, ¿Dónde está mi mamá?
―Mi nombre es Philip, tú mamá está bien ―conforme él se acercaba, ella se alejaba.
―Quiero ver a mi mamá.
―Y lo harás, solo necesito me digas algo.
―No le diré nada, quiero ver a mi mamá.
Philip sonrió con falsedad ocultando la molestia que empezara a cernirse sobre él. La niña le había resultado extremadamente parecida a su pequeña, sin embargo, eso no haría que no desistiera de su idea de saber dónde estaba su campamento.
―Necesito me ayudes, hay más niños aquí y tu gente puede vivir aquí.
Mentiroso, mentiroso.
Luego de lo que había vivido no le creía nada. Ellos eran malos, habían dañado a Glenn.
―Pudrase ―nunca decía malas palabras y su madre se enojaría si la escuchara, no importaba.
Philip sonrió para en un movimiento brusco acercarla a él, ejerciendo fuerza sobre su delgado brazo. Maldita niña insolente.
― ¿Quieres que mate a tu madre y a tu padre?
―Él no es mi padre, pero estoy segura de que mi mamá te pateara el trasero junto con Glenn cuando sepas que me estás lastimando.
La cachetada que Philip le propinó la hizo soltar un alarido de dolor, sintió la sangre brotar de su nariz y el sabor metálico le inundo la boca. El hombre la soltó y ella cayó al suelo.
Lo vio alejarse y murmurar algo al hombre que custodiaba su puerta, este asintió desapareciendo para volver minutos después con un caminante. Sus ojos se ensancharon y con horror miró como lo soltaron dentro de la habitación.
Con miedo se puso de pie buscando algo con lo que defenderse. El caminante se abalanzó contra ella, pero ella fue más rápida escabulléndose por su costado, por un instante creyó que la atraparía al tropezarse.
Gritó al caer y sentir a aquella maldita cosa sujetarle del pie, gritó llamando a su madre o pidiendo una ayuda que sabía no llegaría.
Pensó en Carl y en que no volverían a leer juntos.
En Sophia y ella charlando de música.
Pensó en su tito y en su tía Beth, en sus abrazos.
Pensó en cada persona que extrañaría.
Pero también pensó en que no quería morir. Aún no.
Miró al caminante, gritó y le lanzó una patada que le regaló la ventaja de poder alejarse. Giro el rostro recayendo su mirada en un viejo palo de escoba. Corrió hasta él sujetándolo con fuerza en el momento justo que el caminante volvía a por ella.
Pero para su mala suerte, el palo se incrustó en el pecho de ser que aún intentaba causarle daño, sollozo cansada y asustada de saber que moriría a pesar de todo.
No volvería a ver a su mamá.
La sangre salpicó su rostro y antes de que el peso del caminante la llevara con él contra el suelo, el cuerpo ahora inerte fue alejado de ella.
Abrió los ojos sorprendida al ver al hombre frente a ella, no lo reconocía, pero algo en su interior le decía que él no le haría daño.
―Soy el teniente Connor Johnson, ¿cuál es tu nombre, pequeña?
Holii, lamento la tardanza pero espero haberla recompensado con este capítulo.
¿Qué les pareció?
Ya van apareciendo los chiquis nuevos, los cuales espero sean de su total agrado.
Pd: ¿Les gusta la nueva portada?
Pd2: en mi perfil tengo una historia con Rick Grimes por si gustan leerla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro