ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 11
Glenn abrió los ojos con sorpresa al sentir los labios de Maggie sobre los suyos. Fueron tan solo segundos los que tardó en reaccionar apartándose de la mujer.
― ¡¿Qué haces?! ―soltó al alejarse.
―Yo... yo creí...
― ¿Qué... qué creíste? ―preguntó sin entender el motivo de aquel beso.
―Pensé que yo te gustaba, que tal vez había algo ―susurró Maggie bajando la mirada con miles de sentimientos revoloteando en su interior.
―Yo... yo no sé porque creíste eso, Maggie ―susurró Glenn dando un par de pasos hacia atrás.
―Me has hablado estos días, en la farmacia me salvaste del caminante y me abrazaste. No lo entiendo.
Glenn se sintió mal al verla bajar la cabeza avergonzada, pero no podía hacer nada ante la confusión de alguien más.
―Confundiste las cosas, Mags ―pronunció con cautela ―. Sí hemos hablado; pero como amigos, te salve como lo hubiese hecho por cualquiera y te abrace porque estabas asustada. Nada más.
―Es ¿por qué tengo una hija? ―susurró con voz rota sintiendo sus ojos arder debido a las lágrimas.
Glenn negó de inmediato. Ella era una mujer maravillosa y no dudaba de la gran madre que era, sin embargo, no era cierta chica que rondaba su cabeza al ir a dormir y lo acompañaba en su día al despertar. Ella no era Leah.
―Eres hermosa y una madre maravillosa, pero mi corazón ya le pertenece a alguien más ―por primera vez decidió sincerarse con respecto a su sentir.
Por primera vez aceptó en voz alta que se encontraba perdidamente enamorado de Leah.
Maggie sorbió su nariz y asintió con algunas lágrimas deslizándose por sus mejillas.
― ¿Podemos seguir siendo amigos? ―pronunció sin animarse a mirarlo.
Glenn la miró, suspiró con pesar y se acercó a ella. Posó su mano sobre su hombro de forma amistosa.
―Claro que sí ―aceptó ―. Nada ha pasado aquí, Maggie. Gracias por entender.
Ella se llenó de valor para mirarlo, al hacerlo sonrió y sin decir ni una sola palabra se alejó bajó la mirada apenada de él.
Glenn soltó un suspiró deshaciéndose de su gorra.
¿Qué rayos había sido eso?, se preguntó.
Miró una última vez el camino por el que Maggie se había ido antes de él retomar su camino. Mientras caminaba de regreso a la tienda de Lori, busco con la mirada a Leah sin encontrarla por ningún lado.
―Su camiseta tenía sangre ―pronunció Lori apenas lo vio acercarse.
El paquete de pastillas que había sacado del bolsillo de su pantalón sonó.
―La atacaron ―contó.
Lori lo observó preocupada.
― ¿Está bien? ¿Qué tan grave fue?
Sin decir ni una palabra, entró en la tienda.
―Bastante grave.
―Lo siento tanto ―susurró negando con su cabeza y la culpabilidad recorriendo sus venas ―. No debí pedirte que fueras.
―Yo me ofrecí.
―No... no creí que fuera inseguro, pero si no hubieran vuelto...
―Pero volvimos ―la interrumpió―, siempre lo hago.
Lori llevó las manos a su rostro con tristeza a la vez que su mirada se posaba sobre el sobre en las manos del chico; Glenn lo noto.
―Estas píldoras, ¿funcionarán?
Le costó decirlo y no es porque él creyera que abortar fuera un pecado; para él era una decisión que cada mujer tenía derecho a tomar, pero no podía evitar preocuparse con que algo pudiera salir mal.
―No lo sé ―murmuró Lori desviando la mirada ―. Y no sé si quiero tomarlas ―confesó sin saber qué decisión tomar.
―Entonces... ―llevó su mano al bolsillo trasero de su pantalón para tomar una pequeña bolsa y colocarla sobre la mesa ―, también te traje estas, por si acaso.
Sin decir ni una sola palabra Lori las sacó de la bolsa y las sostuvo con ambas manos. La mujer estaba a punto de llorar tal vez a causa de las hormonas o bien el no saber que hacer la estaba sobrepasando.
―Vitaminas prenatales ―pronunció con un nudo en la garganta y una pequeña sonrisa en los labios ―. Difícil decisión.
―Por suerte no es mía ―contestó bajando la mirada.
¿Él siendo padre?
Lo veía imposible o algo muy lejano.
El solo hecho de pensar en Leah embarazada le producía extrañas emociones en el cuerpo. Posiblemente Rick lo mataría, luego Dale, por último, T-Dog y tal vez Daryl.
Lori no dijo nada y él quiso atreverse a intentar ayudarla.
―Lori, nosotros somos amigos, ¿verdad? ―preguntó queriendo estar seguro.
―Luego de lo que vivimos, sí.
―No puedo decirte que hacer, yo nunca podría decirte algo así ―pronunció bajó la mirada de ella ―. Pero... tú decisión tal vez no debas tomarla sola.
Sin esperar una respuesta, Glenn se marchó.
Decidió caminar un poco por la granja en busca de Leah sin éxito alguno y cuando estuvo dispuesto a rendirse a la lejanía, cerca del granero, la observó sentada de espaldas bajó la luz de la luna. Sonrió antes de correr hacía ella.
―Hey, bonita ―saludó al llegar a ella.
No obtuvo una respuesta.
― ¿Leah?
La nombrada elevó el rostro para observarlo, sus mejillas se encontraban rojas al igual que sus ojos. Ella frunció el ceño y él parpadeó confundido.
― ¿Puedes irte a la mierda Glenn Rhee? ―soltó con brusquedad poniéndose de pie dispuesta a marcharse.
― ¿Por qué estás molesta conmigo? ¿Qué te hice? ―pronunció él bloqueándole el paso―. Te prometo que sea lo que sea lo arreglaré.
Los ojos de Leah se llenaron de lágrimas, desconcertándolo, ella pareció tambalearse por un segundo antes de retomar las fuerzas que habían abandonado su cuerpo y, entonces, le lanzó un puñetazo en el rostro que lo hizo retroceder un par de pasos.
― ¡Eso es por ser un maldito perro mentiroso! ―exclamó con enojo.
Las lágrimas mojaban sus pestañas y le dificultaban la visión, aunque eso no importaba en ese momento. Ella solo quería sacar el dolor que llevaba dentro.
― ¡¿Qué hice?! ―preguntó Glenn exaltado llevando su mano a la boca; el sabor metálico se coló en su paladar.
― ¡¿Qué hiciste?! ¿En serio? Eres un maldito, infeliz, chino apestoso y mentiroso.
―Soy coreano ―susurró sin entender aún lo que sucedía.
―Me vale un pepino que rayos seas ―susurró antes de romper a llorar.
Glenn quiso acercarse a abrazarla, pero ella lo empujó.
― ¡No me toques! ―sollozo ―. ¡No quiero que me toques! ―pronunció quebrándose.
―Leah... bonita, dime ¿qué hice? ―susurró con pesar y un dolor instalándose en su pecho.
― ¿En serio creíste que nunca me daría cuenta? ―sin poderlo evitar de nuevo el dolor que había sentido horas atrás se instaló en su pecho―. No sé porque me fije en ti.
―No... no lo entiendo.
―Los vi... ―confeso.
Los ojos de Glenn se abrieron de golpe al igual que su boca. Lo entendió. Pero ella estaba equivocada. Él jamás la traicionaría, aunque aún no fueran nada.
―Leah...
―No es tú culpa que yo arruine todo ―lo cortó―. Ella es alguien y... yo no soy nadie. Yo no soy lo que necesitas y claramente nunca podré serlo.
Una solitaria lágrima descendió por la mejilla de Glenn.
¿Eso era una despedida?
― ¿Estás terminando conmigo? ¿No vas a escuchar lo que tengo que decir?
―No puedes terminar con alguien con quien nunca saliste al igual que yo no debía de haberte reclamado.
Leah hizo a marcharse, pero él la tomó del brazo.
―Dicen que la miseria ama la compañía, por eso me sentía tan feliz a tu lado; con tu compañía ―murmuró ella con voz rota ―. Ya no quiero volver a llorar y definitivamente ya no quiero este amor o lo que sea que haya creído que era, Glenn.
―Leah...
―Basta ―sollozó―, por favor.
Los ojos de Glenn brillaron por las lágrimas que se encontraba reteniendo, no deseaba lastimarla más así que asintió, soltándola, la miró una última vez y se marchó dejándola en soledad.
Leah se abrazó a sí misma, dejándose caer en el suelo con el dolor de un corazón roto.
A la mañana siguiente Leah se levantó más temprano de lo habitual e incluso más temprano que todos. El sol apenas iluminaba el horizonte cuando ella ya estaba yendo al bosque.
Quería encontrar a Sophia, Daryl tardaría días en volver a ir al bosque y ella sabía defenderse. Además, quería alejarse lo suficiente para poder pensar con claridad. Sabía que podía marcharse, pero su corazón no deseaba hacerlo. No deseaba abandonar la idea de la familia que Lori, Rick y Carl le ofrecían.
No quería volver a sentirse sola.
Miró al cielo en busca de ayuda y, aunque, no era buena rezando, lo hizo. Bajó el rostro de nuevo hacia el espeso bosque delante suyo y, siguió, su camino.
No sabe cuántas horas pasaron hasta que llegó de nuevo a la carretera, sonrió al ver el letrero junto a algunas cosas que los demás dejaron por sí Sophia regresaba.
Escuchó un ruido detrás del auto, tomó el cuchillo de su pantalón y con cautela se acercó dispuesta a darle fin a cualquier caminante. El alma le abandonó el cuerpo al reconocerla.
La niña le sonrió antes de correr a sus brazos.
Sophia.
Sophia estaba viva.
La sonrisa de Leah se desvaneció al salir del bosque y visualizar a la distancia a todos alrededor del granero, múltiples disparos resonaron haciéndole saber que todo estaba mal.
― ¿Qué sucede? ―preguntó desconcertada Sophia mirando en la misma dirección.
Sin responder, Leah mantuvo el agarre sobre la mano de la niña y así ambas empezaron a correr.
Lili por otro lado, observaba con horror como todos les disparaban a esas pobres personas enfermas, sus sollozos se perdían bajó el sonido de los disparos. Su madre se encontraba sosteniendo a su abuelo; que se encontraba en estado de shock. Se abrazó a sí misma con temor y cerró sus ojos con miedo. Los abrió solo cuando sintió los pequeños brazos de Carl rodearla junto con Lori que los sujetó a ambos.
La pequeña gritó con horror al ver a su abuela y tío salir del granero, quiso correr hacía ellos, pero Lori ni Carl la soltaron. Sus pequeños ojos ardieron y más lágrimas se deslizaron por su rostro sin piedad.
―Abu... abuela ―balbuceó entre lágrimas ― ¡No! ¡No le hagan daño!
―Shhh, cariño ―murmuraba Lori acunándola entre sus brazos junto a Carl.
Lili cerró de nuevo los ojos con fuerza y no los abrió hasta que todo acabo. Escuchó el grito de Carol junto con las exclamaciones de asombro de todos. Miró en la misma dirección y, ahí, en el centro se encontraba Leah junto a una niña.
― ¡Sophia!
Primero que nada, aquí les dejo un pañuelito.
Segundo quiero agradecerles por este 1k y por todos sus comentarios los cuales leo con mucha felicidad, gracias ♡
Y por último si les gusta It los invito a pasarse por mis otros fanfics.
✧*。Nos leemos pronto ✧*。
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