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11: I will help her

I will help her.

Pedido: Gurokshinia
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Hace algunos días atrás, Mirio había escuchado una conversación de Aizawa-sensei hablando con una de las enfermeras acerca de una "niña", por un momento pensó que era Eri, pero no fue así.

Por la ventanilla de la puerta del hospital podía ver como aquel profesor hablaba con una niña, que parecía ser de la misma edad que Eri. Ella no lo miraba, estaba concentrada en terminar de armar aquel rompecabezas que reposaba en la mesita que nos traían para comer.

Vio a su profesor suspirar para luego levantarse y ver hacia su dirección, demostró sorpresa de ver al rubio parado, viéndolo todo y volvió a suspirar con pesar. Mirio se hizo a un lado para que su profesor pueda salir de la habitación problemas.

—No vas a dejar de preguntar hasta que te lo diga, ¿verdad? —inquirió cansado.

Mirio asintió varias veces con la cabeza, el azabache volvió a soltar un suspiro.

—Luego de registrar más a fondo el lugar, encontramos a otra niña, (...). Estaba en un cuarto junto con ese rompecabezas. —Movió su cabeza hacia la habitación, señalando el objeto—. De ella sólo sabemos su nombre debido a que lo tenía pegado en su ropa y de ahí nada más, no quiere hablar y por todos los comportamientos que ha mostrado los doctores sugieren que se trata de "autismo", sin embargo aún siguen haciéndole estudios. —Dio su cuarto suspiro del día—. Además de que no ha manifestado rasgos de quirk, es la única manera de saber si no dice nada.

Lo único que permanecía en la mente de Mirio era "¿qué pudieron haberle hecho a esa niña?"

—Aizawa-sensei, ¿puedo intentar hablar con ella? —preguntó firme. El azabache lo miró por un largo tiempo hasta que por fin asintió rendido.

—Sólo ten cuidado con lo que dices, la podría alterar —advirtió, Miro asintió y decidido, entró a la habitación.

Ahí dentro sólo se podía escuchar las piezas del rompecabezas chocar contra la pequeña tabla y los pequeños balbuceos que salían de la boca de la niña. Ni se inmutó al escucharlo entrar.

Mirio se acercó hasta la silla a un lado de ella y vio como buscaba una pieza que lograra encajar en aquel espacio. Él observó las piezas restantes y le llamó la atención una que estaba muy lejos de las demás piezas y la tomó.

—Es- —Pero justo cuando la iba a poner en aquel espacio ella lo cortó.

—¡No...! No, no, no —dijo mientras quitaba su mano de ahí y tomaba la pieza como si fuera algo preciado para ella—. No, no, no —repitió. Él la miró confundido—. Esa no, no, no —balbuceó dejando la pieza en el lugar donde anteriormente estaba y volver a intentar con otras piezas.

Él la miró confundido por su actuar, sin embargo no se dio por vencido con intentar que dijera una que otra frase completa.

Quería ayudarla.

—¡Mi nombre es Mirio Togata! y tú ¿como te llamas, pequeña? —preguntó aún sabiendo la respuesta y con aquella sonrisa cálida que deslumbraba a cualquiera que la vea, pero ella no la estaba viendo en ese momento.

Para su mala suerte, la niña siguió con los pequeños balbuceos y tratando de armar el rompecabezas sin importarle lo que él le estuviera diciendo.

—¿Sabes? Conozco a una niña que es de tu edad y estuvo contigo mucho tiempo, su nombre es Eri ¿la conoces, verdad?

Y con aquella pregunta, todo movimiento por parte de la niña cesó. Y por primera vez lo miró a los ojos, sus ojos temblorosos que se escondían entre sus cabellos.

—Eri... —susurró acercándose a él. Su mirada no lo miraba pero lo traspasaba. Aquello lo puso tenso.

—¡Sí! ¡Sí quieres podemos ir a verla! Está a unos cuantos cuartos de aquí —propuso animado y feliz de haber llamado su atención.

Ella frunció el ceño confundida—. ¿V-verla...? —Su voz se quebró y cuando se hubo acercado lo suficiente a él como para rozar su mano, gritó.

Aquello aturdió, pues comenzó a tomar su cabeza entre sus manos y comenzar a gritar mientras forcejeaba con la misma.

—¡No, verla no! ¡Ella no! —chilló desesperada mientras el rubio seguía petrificado.

Al instante entraron unos médicos con una jeringa, que parecía ser un tranquilizante.

—¡Tómala por los hombros, apresúrate! —ordenó firme a su compañero que no se hizo esperar y acató la orden. Todo sucedía mientras los gritos de la niña seguían.

Pero finalmente estos cesaron cuando la médico aplastó la jeringa contra el cuello de la niña, poniéndola a dormir de inmediato.

¿Qué acaba de pasar?

—¿Estás bien muchacho? —preguntó su profesor con una mano en su hombro.

—Y-yo... —tartamudeó, aún no acababa de digerir lo que había sucedido.

El rubio sacudió su cabeza y se dirigió firme hacia Aizawa.

—¡Déjeme volver a intentar habla con ella, Eraser Head! ¡Seré mucho más cuidadoso, lo prometo! —rogó impaciente, esa niña necesitaba su ayuda.

El azabache suspiró, aquel muchacho tenía mucha energía.

—Será mañana, tú también tienes que descansar. Sigues en recuperación, no lo olvides. —Le regañó. El rubio sólo hizo una mueca—. Cuento contigo, Togata.

Él asintió con decisión. Haría lo que fuera para ayudar a esas niñas.


Con una gran bocanada de aire, tomó la perilla de la puerta y la abrió.

—¡Hey (...)-chan! ¡Buenos días! —saludó efusivamente—. ¡Te traje un regalo!

Y de su espalda sacó un pequeño peluche con forma de un conejo blanco con manchas rosadas. Ella miró con puntualidad el objeto que aquel muchacho rubio tenía en una de sus manos.

—¡Tómalo! Es para ti. —Rió alegremente mientras pasaba su dedo índice debajo de su nariz.

—Mío —musitó la pequeña niña de cabellos (color de cabello) mientras alcanzaba su regalo y comenzaba a tocarlo por las orejas—. Suave, muy suave. Me gusta —dijo aún sin parar en la presencia el aquel rubio.

Él se sentó en la la misma silla de ayer mientras admiraba como jugaba con su regalo, no le importaba que no le prestara atención.

De pronto sacó otro peluche, sólo que este era un oso de color café claro y con manchas moradas.

—¡Hola, conejita! ¡¿Quieres ser mi amiga?! —exclamó emocionado fingiendo ser aquel oso.

Ella miró al peluche y una gran sonrisa cruzó por su rostro—. ¡Sí! ¡Sí! —Sus manos arrebataron al oso de peluche del rubio, para comenzar ahora a jugar exclusivamente con él. Olvidándose de su antiguo peluche y aún sin parar en el animado muchacho que tenía a lado.

Mirio estaba sin palabras, sólo era capaz de ver como aquella niña con cicatrices en sus brazos jugaba con fervor con aquel regalo que él le hizo.

Ella sonrió.

Sus ojos se aguaron sin dejar de mirarla—. No dejaré que te dañen nunca más —susurró decidido mientras aquella carismatica sonrisa se posaba en sus labios.

"—Un héroe no sólo salva las vidas de las personas, también su espíritu. Recuerdalo, Mirio.

—¡Sí papá!"

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He aquí mi comeback, después de mucho tiempo jsjd

Realmente no sé muy bien como era la actitud de un niño con autismo, indagué mucho pero al final creo que no me salió.
Debo dejar en claro que con este escenario no busco ofender a quien padezca de esto y peor burlarme. Me disculpo si eso llega a pasar.

Espero que haya sido de tu agradogracias por esperame jsjd.

Nos leemos en el próximo!!

Bye bye~

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