Una lucha interna
Narradora:
Los días pasaban lentamente para Flash. A simple vista, todo parecía normal. Continuaba con su trabajo como guardia, seguía acompañando a Twilight en sus recorridos por el castillo e incluso mantenía su actitud despreocupada y juguetona. Sin embargo, dentro de él, una tormenta de emociones lo consumía.
Había noches en las que apenas dormía, recordando cada detalle de lo ocurrido con Sombra, la traición a Twilight, y el momento en que eligió guardar silencio para protegerse. Aunque sabía que sus intenciones habían cambiado y que ahora deseaba protegerla a toda costa, no podía evitar sentirse un impostor.
Esa tarde, como tantas otras, Twilight lo había llamado para que la acompañara a la biblioteca. Había un evento en el castillo al que debía asistir más tarde, pero insistió en dedicar unas horas a sus estudios. Flash, como siempre, la siguió, manteniendo una sonrisa tranquila mientras ella hablaba de los libros que necesitaba.
—Bien, Flash, necesito que busques en aquella sección mientras yo reviso aquí —dijo Twilight, señalando una estantería en el otro extremo de la sala.
—¿Y si me pierdo entre tantos libros? —bromeó él, apoyándose ligeramente en el respaldo de una silla y sonriendo.
Twilight le lanzó una mirada de advertencia, pero su tono era más cálido que severo.
—Dudo que alguien tan audaz como tú pueda perderse en una simple biblioteca. Ahora, ve.
Flash asintió, fingiendo resignación, y caminó hacia la sección indicada. Mientras buscaba el libro que ella le había pedido, no pudo evitar perderse en sus pensamientos. Había algo en su forma de mirarla, de escucharla hablar con pasión sobre temas que apenas entendía, que lo hacía sentir que estaba exactamente donde debía estar. Y, al mismo tiempo, esa sensación lo llenaba de culpa.
Cuando regresó con el libro, Twilight estaba sentada en una mesa, escribiendo notas en un pergamino. Al verlo, levantó la vista y sonrió levemente.
—¿Lo encontraste?
—Por supuesto —respondió Flash, colocando el libro frente a ella con una exagerada reverencia—. Para usted, princesa.
Twilight negó con la cabeza, divertida, y volvió a centrarse en sus notas.
—Sabes, podrías ser un poco más serio de vez en cuando.
Flash se sentó en la silla frente a ella, apoyando la barbilla en su mano y observándola con una sonrisa ladeada.
—¿Y arruinar mi encanto? Nunca.
Twilight intentó mantenerse seria, pero no pudo evitar que una risa suave escapara de sus labios.
—A veces me pregunto cómo puedes ser tan despreocupado.
La pregunta, aunque aparentemente inocente, golpeó a Flash como un dardo. Su sonrisa vaciló por un instante, pero rápidamente recuperó su máscara.
—Es un talento natural —respondió, encogiéndose de hombros.
Twilight lo miró por un momento, como si intentara leer más allá de sus palabras.
—Bueno, supongo que alguien tiene que equilibrar mi seriedad —dijo finalmente, volviendo a sus notas.
El resto de la tarde transcurrió de manera tranquila, pero Flash no podía sacudirse la sensación de vacío que lo perseguía. Incluso cuando coqueteaba con Twilight, cuando la hacía reír o cuando disfrutaba de esos momentos juntos, había una parte de él que se sentía desconectada, incapaz de aceptar su propia felicidad.
Esa noche, después de escoltar a Twilight a su habitación y desearle buenas noches, Flash regresó a su cuarto. Se sentó en el borde de la cama, mirando el suelo mientras su mente volvía a la misma pregunta que lo atormentaba desde el enfrentamiento con Sombra:
¿Qué diría Twilight si supiera la verdad?
El peso de esa duda lo mantenía despierto, y aunque deseaba con todas sus fuerzas encontrar la manera de redimirse, no sabía cómo hacerlo sin destruir lo que había construido con ella.
Suspiró profundamente, apoyando los codos en sus rodillas y enterrando el rostro en sus manos. No importaba cuánto intentara seguir adelante; la culpa siempre encontraba la manera de alcanzarlo.
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Los días continuaron con la misma rutina. Flash, aunque cargaba con el peso de sus secretos, se esforzaba por mantener su actitud despreocupada y alegre al lado de Twilight. Sin embargo, algo comenzó a cambiar en ella.
Una mañana, mientras caminaban hacia el salón principal para revisar unos documentos importantes, Twilight se detuvo repentinamente en medio del pasillo. Flash, que iba unos pasos detrás, notó cómo llevaba una pezuña a su frente, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Estás bien? —preguntó Flash, acercándose rápidamente.
Twilight asintió débilmente, aunque su rostro estaba pálido.
—Sí... solo un pequeño dolor de cabeza. Nada grave.
Flash la observó con detenimiento, claramente preocupado.
—Quizá deberías descansar un poco. No tienes que cargar con todo tú sola, Twilight.
Ella negó con la cabeza, sonriendo levemente.
—Estoy bien, Flash. Hay demasiado trabajo por hacer.
Pero no era la primera vez que sucedía. Durante los días siguientes, Twilight comenzó a mostrar otros síntomas que no pasaron desapercibidos para Flash. A menudo se llevaba una pezuña al estómago como si intentara calmar una incomodidad, y más de una vez tuvo que salir apresurada de una reunión, excusándose con alguna razón vaga.
El momento que más preocupó a Flash ocurrió durante el almuerzo en el comedor real. Twilight, quien usualmente comía de manera ordenada y moderada, había comenzado a devorar su comida con un apetito inusual, mezclando sabores que no parecían tener sentido. Sin embargo, apenas unos minutos después, dejó caer su tenedor y salió corriendo del comedor.
Flash se levantó inmediatamente, ignorando las miradas curiosas de los otros guardias, y la siguió hasta un pequeño baño cercano. Allí, la encontró inclinada sobre el lavabo, tratando de estabilizar su respiración.
—Twilight —dijo con voz firme pero suave, acercándose a ella—, esto no es normal. Tienes que decirme qué está pasando.
Twilight levantó la mirada, y por un momento pareció que iba a negar todo una vez más, pero el cansancio en su rostro era evidente.
—No lo sé —admitió finalmente, su voz apenas un susurro—. He estado sintiéndome... extraña. Dolores de cabeza, mareos, hambre constante... pero no sé qué lo está causando.
Flash frunció el ceño, su preocupación creciendo.
—Entonces necesitamos que alguien lo averigüe. Tienes que hablar con un médico o con alguien de confianza. No puedes ignorar esto, Twilight.
Ella suspiró, apoyándose contra la pared.
—Tal vez tengas razón... pero no quiero preocupar a los demás. Ya tienen suficiente con lo que pasó con Sombra y el castillo.
Flash dio un paso adelante, colocándose frente a ella y mirándola directamente a los ojos.
—Twilight, tú eres lo más importante aquí. Si algo te pasa, todo lo demás no tiene sentido. Déjame ayudarte.
El tono sincero en su voz hizo que Twilight vacilara. Después de unos segundos, asintió lentamente.
—Hablaré con Starlight esta tarde. Ella sabrá qué hacer.
Flash exhaló aliviado, pero la preocupación no desapareció de su rostro. Mientras Twilight se recomponía y ambos volvían a sus actividades, él no podía evitar sentirse inquieto. Había algo en esos síntomas que no encajaba, y aunque confiaba en que Starlight podría ayudar, sabía que no descansaría hasta asegurarse de que Twilight estuviera completamente bien.
Esa noche, mientras Twilight descansaba, Flash permaneció despierto en su cuarto, repasando mentalmente todo lo que había sucedido. No importaba qué tan cerca estuviera de ella o cuánto intentara protegerla; había fuerzas en juego que no podía controlar, y eso lo aterraba más que cualquier enfrentamiento físico.
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Flash estaba solo en su habitación, mirando por la ventana hacia el horizonte oscuro. La noche era tranquila, pero su mente era un torbellino de pensamientos que no le dejaban descansar. Twilight estaba enferma, y por más que intentara convencerse de que era algo externo, una parte de él no podía evitar pensar que todo era su culpa.
Cerró los ojos con fuerza, intentando ahogar la culpa que lo sofocaba. Había algo profundamente injusto en todo aquello. Ella era todo lo que él no era: noble, bondadosa, pura. Y él... él era un mentiroso, un impostor que había jugado con su confianza desde el principio.
Apretó los puños, sintiendo un nudo formarse en su garganta. "Esto nunca debió llegar tan lejos", pensó. Había empezado como una misión, una tarea que debía cumplir sin involucrarse. Pero ahora, cada sonrisa de Twilight, cada mirada, cada palabra, solo lo hundía más en su propia traición.
"Twilight está enferma... y soy yo quien la está envenenando."
Se apartó de la ventana y se dejó caer sobre la cama, enterrando el rostro en sus manos. Había intentado justificarse antes. Había tratado de pensar que lo que estaba haciendo era por una causa mayor, por sobrevivir, incluso por protegerla de Sombra. Pero en realidad, solo había estado prolongando lo inevitable.
"Debo irme."
El pensamiento era claro, firme, pero también doloroso. Sabía que quedarse solo prolongaría su agonía... y la de ella. Twilight confiaba en él, y esa confianza era un peso que no podía seguir cargando.
"Si sigo aquí, seguiré mintiéndole", pensó, levantando la cabeza y mirando hacia la puerta. "Y cada mentira la lastimará más. Esto no es justo para ella... ni para mí."
El recuerdo de sus momentos juntos inundó su mente: las risas, las conversaciones profundas, los pequeños momentos de cercanía. Todo había sido real, al menos para ella. Pero para él, cada uno de esos momentos estaba teñido de culpa.
"No merezco quedarme a su lado", se dijo, poniéndose de pie. La decisión estaba tomada. No podía seguir fingiendo. No podía seguir siendo parte de su vida sabiendo que la estaba destruyendo desde dentro.
Miró una última vez hacia la ventana, como si el paisaje pudiera ofrecerle algún consuelo. Pero la culpa seguía allí, aplastante. "Es mejor que se quede con el recuerdo de alguien que creyó que era un héroe... y no descubrir que era un traidor."
Con un suspiro pesado, comenzó a empacar sus pocas pertenencias. No sabía cómo ni cuándo se iría, pero debía hacerlo pronto, antes de que fuera demasiado tarde. Twilight merecía la verdad... pero, por ahora, lo único que podía ofrecerle era distancia.
La idea lo rompía por dentro, pero sabía que era lo correcto. Aunque significara perderla para siempre, aunque significara cargar con ese peso el resto de su vida. Porque, al final del día, Flash sabía que había cruzado una línea de la que nunca podría volver.
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Twilight estaba sentada en el sillón de su habitación, con la mirada fija en el suelo. Frente a ella, Starlight sostenía un pergamino lleno de anotaciones y resultados, tratando de encontrar las palabras adecuadas. La princesa respiraba entrecortadamente, sin atreverse a mirar a su amiga.
—Twilight... —Starlight comenzó, con una mezcla de cautela y preocupación—. He revisado todos los análisis varias veces, y no hay duda. Estás embarazada.
La palabra resonó en la habitación como un trueno. Twilight levantó la mirada de golpe, sus ojos abiertos de par en par, casi incrédulos.
—¿Qué? —su voz salió temblorosa, como si no hubiera escuchado bien.
Starlight asintió con tristeza.
—Lo entiendo, Twilight. Esto no era algo que esperabas, y probablemente es abrumador, pero los síntomas no mienten. Los dolores de cabeza, los vómitos, el hambre constante... todo encaja.
—No puede ser... —murmuró Twilight, llevándose una mano al pecho. Se levantó del sillón y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, sus pensamientos atropellándose unos con otros—. Esto... esto no puede estar pasando. Yo no puedo...
—Twilight, por favor, cálmate —dijo Starlight, poniéndose de pie para tratar de tranquilizarla—. Sé que esto es difícil, pero...
—¡Difícil no es la palabra, Starlight! —Twilight la interrumpió, su voz quebrándose mientras la angustia llenaba cada palabra—. ¡Soy una princesa! Apenas estoy ganándome la confianza de los nobles y de Equestria... ¡y ahora esto!
Starlight guardó silencio, respetando el momento de su amiga. Twilight se dejó caer de rodillas en el suelo, cubriéndose el rostro con las manos.
—Ellos ya me ven como una decepción, como la más incompetente de todas las princesas. ¿Cómo voy a enfrentar esto? —murmuró entre lágrimas—. Esto solo les dará más razones para despreciarme.
Starlight se arrodilló a su lado y le puso una mano en el hombro.
—Twilight, eres mucho más fuerte de lo que ellos creen. Y lo sabes. Esto no cambia quién eres ni lo que vales.
Pero Twilight no podía escucharlo. El peso de la responsabilidad y el temor al juicio de los nobles eran demasiado para ella.
Mientras tanto, en otra parte del castillo, Flash estaba en su habitación, mirando su pequeña maleta medio empacada. No podía dejar de pensar en Twilight. Su palidez, sus constantes malestares... el solo imaginar que él era la causa lo estaba destruyendo.
—Soy un desastre. ¿Cómo llegué a esto? —murmuró, llevándose una mano al cabello mientras caminaba de un lado a otro.
Cada vez que la veía, cada vez que intentaba actuar con normalidad, sentía como si una daga se clavara más profundo en su pecho. Había llegado al límite de lo que podía soportar.
Con un suspiro pesado, cerró la maleta y la colocó al pie de la cama.
—Esto es lo mejor para ella —se dijo en voz baja, tratando de convencerse—. Si me quedo, solo la seguiré lastimando.
Tomó su capa y se la colocó, asegurándose de que cubriera su rostro. No podía arriesgarse a que alguien lo detuviera. Si había un lugar donde empezar de nuevo, era Vanhoover, lejos de las miradas de los guardias, lejos de los recuerdos de sus errores, lejos de Twilight.
Antes de salir, echó un último vistazo a la habitación. Su mirada se detuvo en el pequeño retrato que había dibujado de ella durante una de sus noches juntos. Su mano tembló mientras lo tomaba y lo guardaba en su bolsillo.
—Adiós, Twilight. —Las palabras salieron en un susurro mientras cerraba la puerta detrás de él, desapareciendo en la oscuridad del pasillo.
Twilight permanecía en su habitación, sumida en el caos de sus pensamientos. No sabía cómo iba a afrontar esta nueva realidad, pero una cosa era segura: su vida había cambiado para siempre.
-Brightss Sentry.
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