Sombras y Alianzas
El tiempo seguía avanzando en el castillo, y Flash Sentry había logrado algo que nunca imaginó al comienzo de su misión: ganarse la confianza de Twilight, aunque fuera en pequeñas dosis. Sin embargo, no podía olvidarse de su verdadero objetivo. La corona seguía fuera de su alcance, y Sombra no era conocido por su paciencia.
Una noche, mientras Flash descansaba en su pequeña habitación en el ala de los guardias, una sombra oscura se deslizó por la ventana. El aire se volvió más frío, y Flash abrió los ojos, alertado por una presencia familiar.
—Has estado cómodo demasiado tiempo, Flash. —La voz profunda de Sombra resonó en la habitación—. Espero que no hayas olvidado quién te dio esta oportunidad.
Flash se levantó de inmediato, su corazón acelerado.
—No lo he olvidado —respondió con firmeza, aunque internamente sabía que estaba caminando por una cuerda floja—. Estoy ganándome su confianza.
—No es suficiente. —La figura oscura de Sombra avanzó, sus ojos rojos brillando en la penumbra—. La alarma que activaste antes complicó las cosas, pero te di tiempo. Ahora, quiero resultados.
Flash apretó los puños.
—Necesito más tiempo. Ella no confía en nadie fácilmente, pero estoy cerca.
Sombra lo observó con una expresión calculadora antes de retroceder.
—Te doy un mes, Flash. Si no veo progresos... tú y tus amigos no vivirán para lamentarlo.
Y con eso, Sombra desapareció en la oscuridad, dejando a Flash con una sensación de asfixia. Sabía que debía actuar pronto, pero cada vez era más difícil separar su misión de lo que comenzaba a sentir por Twilight.
Días después, el castillo se vio sacudido por un evento inesperado. Un grupo de embajadores provenientes de los Gryphons del Este llegó al castillo para negociar nuevas alianzas comerciales con Equestria. Aunque la reunión comenzó de manera pacífica, pronto quedó claro que había tensiones subyacentes.
Durante una de las reuniones en la sala del trono, un gryphon exaltado levantó la voz.
—¡Equestria siempre toma más de lo que da! ¿Cuántos recursos más esperan que entreguemos sin nada a cambio?
Twilight, sentada en su trono, intentó calmar los ánimos.
—La intención de esta alianza es beneficiar a ambas partes. Entiendo sus preocupaciones, pero estoy segura de que podemos encontrar un punto medio.
Sin embargo, las palabras de Twilight solo parecieron enfurecer al gryphon aún más. Con un movimiento rápido, derribó la mesa de negociaciones, y otros gryphons se levantaron, mostrando intenciones hostiles.
Flash, que estaba en la sala como parte de la guardia, reaccionó de inmediato. Junto con otros guardias, logró controlar la situación antes de que escalara. Sin embargo, el evento dejó a Twilight visiblemente afectada.
Más tarde esa noche, Flash encontró a Twilight nuevamente en el balcón, observando las estrellas.
—¿Estás bien? —preguntó, acercándose con cautela.
Twilight no lo miró, pero su voz sonó más baja de lo habitual.
—A veces me pregunto si realmente estoy hecha para esto. Ser princesa... mantener la paz... todo parece tan frágil.
Flash se sentó junto a la barandilla, manteniendo su distancia.
—No creo que nadie pueda hacerlo mejor que tú. Vi cómo manejaste la situación hoy. Intentaste negociar hasta el último momento. Eso dice mucho.
Twilight finalmente lo miró, su expresión menos distante de lo habitual.
—Gracias, Flash. Aunque dudo que los gryphons piensen lo mismo.
—Bueno, tal vez necesitan un mejor sentido del humor. —Flash sonrió—. Si quieres, puedo contarles algunos de mis terribles chistes la próxima vez.
Twilight dejó escapar una risa breve, pero genuina.
—Tal vez lo haga.
Poco después del incidente con los gryphons, se celebró un baile en el castillo en honor a una antigua tradición de Equestria. Twilight, aunque no era fanática de tales eventos, asistió como era esperado de ella. Flash, como parte de la guardia, fue asignado a patrullar el salón.
Mientras caminaba por el perímetro, vio a Twilight sola en una esquina, observando cómo los demás bailaban. Se armó de valor y se acercó.
—¿No estás disfrutando de la fiesta, princesa?
Twilight lo miró con una leve sonrisa.
—No soy muy buena en estas cosas.
Flash le ofreció su casco con un gesto dramático.
—¿Entonces, me harías el honor de un baile?
Twilight lo miró con sorpresa, luego negó con la cabeza.
—Sabes que no puedo hacer eso. Eres un guardia.
—Y tú eres una princesa. Pero aquí estoy, rompiendo las reglas. —Flash sonrió, extendiendo su casco—. Vamos, solo uno.
Twilight vaciló por un momento antes de finalmente aceptar.
—Uno.
Mientras bailaban, Flash notó cómo Twilight parecía más relajada, aunque todavía mantenía cierta reserva. La mirada de algunos nobles era evidente, sus vistas de desagrado y desaprobación juto con el murmullo de cada uno de ellos, era una melodía en el salón.
Sin embargo, por primera vez, Twilight no escuchó esas palabras.
—¿Ves? No fue tan malo. —Flash le guiñó un ojo al final de la canción.
—Supongo que no. —Twilight dejó escapar una pequeña risa antes de regresar a su lugar habitual.
(...)
Esa misma noche, Flash volvió a encontrarse con Soarin y Spitfire en su escondite habitual, la casa del árbol en el bosque. Ambos lo miraron con expresiones serias.
—Sombra nos ha enviado un mensaje —dijo Spitfire, entregándole un pequeño pergamino.
Flash lo leyó rápidamente, su rostro endureciéndose.
—¿Qué significa esto?
—Significa que no estamos tan lejos como crees —respondió Soarin—. Pero necesitamos algo más grande. Algo que nos dé ventaja antes de que Sombra pierda la paciencia.
—Ya estoy trabajando en algo —dijo Flash, su voz llena de determinación—. Confíen en mí.
Mientras los tres discutían su próximo movimiento, Flash no podía evitar pensar en Twilight. Sabía que estaba atrapado entre dos mundos, y que el tiempo se estaba agotando.
Pero una cosa era segura: no iba a fallar, ni a Twilight ni a su misión.
...O eso creía él...
(...)
Una noche oscura y sin estrellas, el trío regresó a su refugio en la casa del árbol, exhaustos tras otra infructuosa búsqueda de información sobre la Cámara de las Estrellas. Spitfire repasaba los bocetos de los planos del castillo, Soarin lanzaba piedras al suelo con frustración, y Flash se mantenía en silencio, perdido en sus pensamientos.
De repente, un frío helado llenó el ambiente, apagando las linternas que iluminaban el lugar. Una oscura figura emergió de entre las sombras, con ojos rojos que brillaban como brasas.
—¿Cuánto tiempo más planean hacerme esperar? —la voz de Sombra resonó como un trueno, profunda y amenazante.
Los tres se levantaron de golpe, sus corazones latiendo con fuerza. Flash dio un paso adelante, intentando mantener la compostura.
—Estamos trabajando en ello —respondió, su voz firme—. La seguridad del castillo es más compleja de lo que imaginamos.
Sombra soltó una carcajada baja, un sonido que parecía resonar en el interior de sus cráneos.
—Excusas, siempre excusas. ¿Creen que no sé lo que hacen? ¿Que no veo cómo desperdician mi tiempo? —El tono de su voz bajó, volviéndose aún más amenazante—. Esto no es un simple capricho. Lo que quiero es algo que he anhelado durante siglos.
Spitfire intentó intervenir.
—Sombra, si queremos hacerlo bien, necesitamos más tiempo. Un paso en falso podría costarnos todo.
Sombra giró hacia ella, sus ojos brillando aún más intensamente.
—Les estoy dando todo lo que necesitan. Los recursos, la oportunidad, y, hasta ahora, mi paciencia. Pero mi paciencia no es infinita.
Soarin apretó los puños, incapaz de contenerse más.
—Entonces hazlo tú mismo si es tan importante.
El aire se congeló en un instante. Sombra extendió una garra oscura hacia Soarin, levantándolo del suelo sin siquiera tocarlo.
—¿Crees que no lo haría, pequeño insolente? —gruñó Sombra, mientras Soarin se retorcía en el aire—. Pero no puedo caminar entre ellos sin despertar sospechas. Esa es la única razón por la que los necesito.
Flash dio un paso al frente, levantando las manos.
—¡Suficiente! —gritó, su voz más fuerte de lo que esperaba.
Sombra lo miró, bajando a Soarin con un gesto brusco.
—¿Qué te hace creer que tienes derecho a alzarme la voz, Flash Hoof? —preguntó con un tono gélido.
Flash apretó los dientes, pero mantuvo su postura.
—Necesitamos tiempo. Te prometemos que cumpliremos con la misión, pero apresurarnos solo nos llevará al fracaso.
Por un momento, Sombra permaneció en silencio, evaluando al trío con una intensidad que los hizo estremecerse. Finalmente, habló:
—Muy bien. Les daré un año. Ni un día más. Si para entonces no tienen la corona, no solo pagarán ustedes tres, sino también cualquiera que se haya cruzado en su camino.
El corazón de Flash se hundió. Sabía lo que esas palabras significaban: Twilight estaba en peligro.
Sombra desapareció en una nube de sombras, dejando tras de sí un frío mortal y una advertencia que resonaba en sus mentes.
Esa noche, ninguno de los tres pudo dormir. Flash se quedó en un rincón, mirando el cielo nocturno a través de las hojas de los árboles.
—Un año... —murmuró Spitfire, rompiendo el silencio—. Es mejor que nada, pero sigue siendo una sentencia.
—Esto es una locura —dijo Soarin, frotándose el cuello donde la garra invisible de Sombra lo había sujetado—. Estamos en un juego en el que no podemos ganar.
Flash cerró los ojos, respirando profundamente.
—Lo lograremos. No hay otra opción.
Spitfire lo miró con escepticismo.
—¿Estás seguro de eso, Flash? Porque parece que estás más preocupado por ella que por nosotros.
Flash no respondió. Sabía que Spitfire tenía razón. Twilight era ahora una parte fundamental de todo, y no podía sacarla de su mente.
Al día siguiente, Flash retomó su trabajo en el castillo. Twilight estaba más tranquila desde el baile, aunque seguía siendo la misma persona reservada de siempre. Mientras limpiaba cerca de la biblioteca, la vio pasar con Starlight.
—Princesa, ¿qué opinas de estas cifras? —preguntó Starlight, mostrándole un pergamino.
—Son preocupantes, pero no insalvables —respondió Twilight, ajustándose su diadema—. Necesitamos redirigir los recursos al ala norte antes del invierno.
Flash la observó de reojo, admirando cómo manejaba todo con una calma que sabía era una fachada. Mientras ella y Starlight desaparecían por el pasillo, no pudo evitar pensar en cómo se las arreglaría para cumplir con la misión sin traicionarla completamente.
Un año. Un año para planear, para actuar, y, tal vez, para decidir de una vez por todas de qué lado estaba realmente.
-Brightss Sentry
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