La Última Oportunidad
La habitación estaba en completo silencio, el suave susurro del viento entrando por la ventana abierta era lo único que rompía la quietud de la noche. Twilight, profundamente dormida, descansaba tranquilamente en la cama, su respiración calmada, su rostro sereno. Flash la miraba, un sentimiento de paz envolviéndolo mientras observaba su expresión tranquila. El amor que sentía por ella se reflejaba en cada mirada que le lanzaba, en cada pequeña caricia que realizaba mientras pensaba en lo que debía hacer.
Con una mano temblorosa, se acercó a su rostro y, con mucha delicadeza, acarició una de sus mejillas. La suavidad de su piel, la calidez de su presencia... cada momento con Twilight había sido más intenso que el anterior, y sin embargo, sabía que el tiempo apremiaba. Aquella misión que había comenzado de manera tan distante, casi impersonal, ahora lo tenía atrapado. Se había enamorado de ella, y en ese mismo instante, se preguntaba si podría vivir con la carga de lo que debía hacer.
"Es por el bien de todos... es por su futuro," pensó Flash, intentando convencerse. Pero la voz en su interior, el amor que sentía por Twilight, lo hacía cuestionar cada decisión, cada paso.
Su casco bajó lentamente por su rostro, deteniéndose en sus labios por un momento, sin atreverse a besarla mientras dormía. Sabía que, en el fondo, cualquier cosa que hiciera sería irreversible. Sin embargo, el deber lo llamaba, y esa noche no podría ser diferente.
Justo cuando la calma parecía envolverlo por completo, un golpe seco y suave en la ventana lo hizo sobresaltarse. Flash se levantó rápidamente, apartándose de la cama con sigilo. Miró hacia la ventana, y vio a Soarin y Spitfire, ambos con expresiones graves pero también algo de urgencia. Había llegado el momento.
Flash respiró hondo, su mente corriendo mientras observaba a Twilight, tan vulnerable y tan cerca de él. "Esto no es solo por mí... es por todos," pensó, pero la duda seguía acechando en su corazón. De manera sigilosa, se acercó a la ventana y abrió lo suficiente para hablar con sus compañeros.
—¿Qué sucede? —preguntó en voz baja, manteniendo el tono de voz bajo para no despertar a Twilight.
—Es ahora o nunca, Flash —respondió Soarin, con el rostro lleno de una urgencia desesperada. —Twilight confió en ti... y nos dejó la puerta abierta. La corona está en su escritorio. Si no tomamos la oportunidad ahora, podríamos perderla.
Spitfire asintió, también con una mirada decidida. —Ya hemos esperado demasiado. No puedes dudar. El tiempo está corriendo.
Flash miró a sus compañeros, y luego volvió a fijarse en Twilight. El amor que sentía por ella chocaba con la realidad de lo que tenía que hacer. Su corazón le latía con fuerza, y sus pensamientos se entrelazaban entre el deseo y el deber. Sabía lo que significaba tomar la corona, lo que eso significaba para su misión, pero también sabía que al hacerlo, estaba traicionando una confianza que Twilight había depositado en él.
Sin embargo, la situación estaba más allá de sus sentimientos personales. La decisión ya había sido tomada, y solo quedaba cumplir con la misión.
Se giró hacia el escritorio de Twilight, donde la corona reposaba, una brillante pieza de oro con gemas que reflejaban la luz de la luna. Con pasos decididos, caminó hacia allí, asegurándose de que no despertara. En su mente, se repetía el mismo mantra: "Es por el bien de todos."
Tomó la corona, sintiendo el peso del objeto. El brillo de las gemas le hacía recordar el precio que estaba pagando por todo esto, pero no había vuelta atrás.
Antes de marcharse, se acercó de nuevo a la cama, miró a Twilight por última vez y, con una sonrisa triste, acarició su cabello. "Te lo prometo... algún día todo esto tendrá sentido." Se dijo a sí mismo, sus palabras casi como un susurro.
Con la corona en su poder, se dirigió hacia la ventana, donde Soarin y Spitfire ya lo esperaban. Estaba a punto de dar el siguiente paso en una misión que no solo cambiaría su vida, sino también la vida de todos los demás. Pero al hacerlo, se sentía más dividido que nunca.
Flash, Soarin y Spitfire abandonaron la habitación, moviéndose rápidamente por los pasillos del castillo, manteniéndose en las sombras, conscientes de que su oportunidad no podía desperdiciarse. De alguna manera, el miedo que sentía Flash por lo que acababa de hacer también lo empujaba a seguir adelante.
Al salir al jardín, avanzaron rápidamente hacia el bosque, el lugar donde su futuro esperaba, pero el futuro de Twilight también estaba ahora en sus manos.
El viento soplaba con fuerza entre los árboles, y Flash no podía evitar mirar hacia el castillo. A pesar de que ahora se encontraba con la misión cumplida, su corazón seguía con ella, con la princesa que confiaba en él, y que no tendría idea de lo que acababa de pasar.
—Vamos. —La voz de Spitfire lo sacó de sus pensamientos. —Ya está hecho.
Y así, con la corona en sus manos, los tres se adentraron más en el bosque, sin saber que la vida de Twilight nunca volvería a ser la misma después de esa noche. Pero Flash, por dentro, ya no estaba tan seguro de qué camino debía tomar.
El bosque estaba oscuro, la única luz provenía de la luna que se filtraba a través de los árboles, creando sombras largas y ominosas. Flash, Soarin y Spitfire caminaban en silencio, el peso de la corona en sus manos, un recordatorio de que lo que acababan de hacer no tenía marcha atrás.
Flash no podía dejar de pensar en Twilight. Su rostro, su confianza, su dulzura. Había confiado en él, y ahora... él se sentía como un traidor. Las palabras que le había dicho antes, cuando le prometió que algún día todo tendría sentido, se sentían vacías ahora. No podía evitar preguntarse si alguna vez podría hacerle entender por qué lo había hecho.
Soarin caminaba a su lado, rompiendo el silencio con una sonrisa que, aunque divertida, no conseguía ocultar la seriedad de la situación.
—Sabes, Flash, si todo esto sale bien, la reina Twilight nunca se enterará de lo que hiciste. —comentó, como si intentara quitarle un poco de peso.
—No es eso lo que me preocupa. —respondió Flash, con voz grave. —Lo que me preocupa es que ella confió en mí, y no sé si algún día podré mirarla a los ojos de nuevo.
Spitfire, siempre pragmática, los miró con una mirada afilada. —Eso no importa ahora. Lo que importa es que tenemos lo que queríamos. Twilight nunca sospechará nada. Y si lo hace, siempre podremos manipular la situación.
Flash no dijo nada más. No le importaba lo que Spitfire dijera, porque en su mente solo rondaba una palabra: traición. Había traicionado a la única persona que había llegado a confiar en él.
De repente, un sonido distante llegó a sus oídos: el crujido de hojas secas bajo el peso de alguien más. Rápidamente, los tres se agazaparon detrás de unos arbustos, atentos a cualquier movimiento. Flash tensó el cuerpo, el alma alerta.
—¿Qué fue eso? —preguntó Soarin, sus ojos analizando la oscuridad.
—Probablemente guardias del castillo. —respondió Spitfire con cautela, con la corona firmemente sujeta a su lado.
Flash no pudo evitar pensar que algo iba mal. Algo no estaba bien, pero no podía poner el dedo en el qué. El bosque estaba tranquilo, casi demasiado tranquilo.
A lo lejos, pudieron ver una sombra moverse, y aunque parecía pequeña, Flash pudo sentir una tensión creciente. Un susurro, como un viento que no venía de la naturaleza, se les acercó.
—Vamos, apurémonos. —dijo Spitfire, dirigiéndose al sendero más cercano, su voz baja pero urgente.
Flash los siguió, pero una parte de él aún no podía despejar la imagen de Twilight de su mente. La forma en que se había acostado a su lado, confiando en él, sin saber lo que él realmente estaba haciendo. La forma en que lo miraba... todo eso ahora parecía tan lejano, casi como un sueño que no podía alcanzar.
Con cada paso, el peso de la corona se sentía más pesado. Pero no podía mirar atrás. No ahora.
La niebla comenzaba a ascender desde el suelo, envolviendo sus piernas y oscureciendo aún más el camino hacia el corazón del bosque. Flash sentía una creciente presión en el pecho, algo que no se debía únicamente al peso físico del objeto que llevaba en sus manos, sino al peso de la decisión que había tomado.
Finalmente, llegaron a un claro en el bosque, donde la oscuridad parecía menos densa. Spitfire y Soarin se detuvieron, pero Flash avanzó un poco más, buscando una señal de que algo estaba mal. Miró la corona que aún tenía en las manos. El oro brillante y las gemas resplandecientes parecían no tener valor frente a lo que había sacrificado.
—¿Qué pasa, Flash? —preguntó Soarin, viéndolo pensativo.
—No lo sé, algo no está bien. —dijo Flash, su voz baja y tensa.
En ese momento, el sonido de pasos resonó en el aire. Algo o alguien se acercaba rápidamente. Flash miró a sus compañeros, y luego, sin pensarlo dos veces, se adentró en la oscuridad del bosque. Los otros lo siguieron de inmediato, pero la sensación de que algo los observaba no hacía más que aumentar.
Unos minutos más tarde, llegaron a una pequeña cueva oculta entre los árboles, el lugar que habían planeado para ocultarse. Al entrar, se dejaron caer al suelo, pero Flash no podía calmarse. Algo en su interior le decía que estaban siendo observados. Que no tenían mucho tiempo.
—¿Qué pasa, Flash? —insistió Soarin, ahora preocupado por su estado.
Flash levantó la mirada hacia ellos, su rostro tenso. —Creo que hemos cometido un grave error. Todo esto, este plan... ya no sé si es lo que quiero.
Spitfire lo miró, pero no dijo nada. Sabía que Flash había cambiado, que las emociones lo estaban superando. Y aunque ella no era la más empática, también entendía que este tipo de situación podía hacer que cualquier persona dudara.
—No podemos dar marcha atrás. Ya lo hemos hecho. La misión está en marcha, y debemos seguir adelante. —dijo Spitfire con firmeza.
Flash miró la corona una última vez, sintiendo que algo estaba a punto de estallar, algo que no podía controlar. Pero a lo lejos, en algún rincón de su mente, sentía la presencia de Twilight. Y todo lo que había hecho, todo lo que estaba dispuesto a hacer, ya no parecía tan claro.
Flash permaneció en silencio, mirando la corona en sus manos como si fuera un peso muerto. Cada vez que sus ojos recorrían las joyas que brillaban tenuemente a la luz del fuego que ellos mismos habían encendido, sentía que su corazón se encogía un poco más.
Soarin y Spitfire lo miraron con expectación, pero ninguno de los dos dijo una palabra. Sabían que Flash estaba en conflicto, pero también sabían que el tiempo no los perdonaba. Estaban a punto de cruzar una línea de no retorno.
De repente, un sonido distante rompió el silencio: pasos suaves y rápidos que se acercaban. Flash levantó la vista, atento, y su instinto le dijo que no estaban solos. En su mente, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. Algo no estaba bien. No podían ser sólo ellos tres.
—¿Qué pasa? —preguntó Soarin, visiblemente inquieto.
Flash levantó la mano, pidiendo silencio. Se levantó con cautela, los ojos escaneando el oscuro claro del bosque. Una figura se asomó a lo lejos, apenas visible a través de la niebla. Sus alas se tensaron alrededor de la corona, su mente corriendo a toda velocidad mientras evaluaba las opciones.
—Alguien viene. —susurró Flash, su tono grave.
En ese momento, Spitfire fue la primera en moverse. Se levantó y comenzó a retirarse hacia las sombras de la cueva. Soarin la siguió, pero Flash no se movió. Su mente estaba completamente centrada en la figura que se acercaba.
La figura se hacía más visible a medida que avanzaba, y Flash pudo distinguirla mejor. Era un guardia del castillo, uno que conocía bien. No podía ser una coincidencia. Habían sido seguidos.
—¡Rápido! —susurró Flash, en voz baja pero urgente. —Tenemos que salir de aquí, ahora.
Pero antes de que pudiera moverse, la figura del guardia se detuvo a unos pocos metros. Flash se quedó inmóvil, la corona apretada en su mano, su respiración agitada pero controlada. No podían ser descubiertos ahora.
—Flash, ¿qué hacemos? —preguntó Soarin, nervioso, mientras se acercaba lentamente, consciente de que el peligro estaba cerca.
Flash los miró, un destello de determinación brillando en sus ojos. —No podemos dejar que nos atrapen. Esto tiene que terminar hoy.
Un plan comenzó a tomar forma en su mente, una salida que podría ser arriesgada, pero que al menos les daría tiempo. Tomó la corona y la guardó en su saco con rapidez.
—Vamos a distraerlo. Tú, Soarin, toma el camino a la izquierda y Spitfire, el de la derecha. Yo me quedaré aquí y lo enfrentaré. —dijo Flash con un tono firme, aunque sabía que todo esto podía salir mal.
Sin esperar una respuesta, Flash se adentró más en las sombras, su mente concentrada. El guardia aún no lo había visto, pero no tenía tiempo que perder. Al dar un paso hacia él, Flash sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que enfrentarse a un guardia no sería lo más difícil, pero si lograban evadirlo, podrían ganar algo de tiempo. El único problema era el inevitable enfrentamiento.
De repente, el guardia se giró, como si hubiera sentido su presencia. Flash apretó el saco con la corona y, con un movimiento rápido, se deslizó hacia el lado opuesto, buscando ocultarse en la niebla.
—¿Quién anda ahí? —preguntó el guardia en voz baja, frunciendo el ceño.
Flash no dudó y se lanzó a una carrera, corriendo con agilidad hacia el otro lado del claro. Sabía que su tiempo estaba a punto de agotarse, y no podía arriesgarse a ser descubierto. Necesitaba alejarse lo más rápido posible.
El sonido de los pasos del guardia resonó detrás de él, pero Flash ya había tomado ventaja. Cuando miró hacia atrás, se dio cuenta de que había dejado a Soarin y Spitfire atrás. Había sido una acción impulsiva, pero no tenía tiempo para arrepentimientos. Tenía que llegar al punto de encuentro.
Corrió con fuerza, atravesando árboles y arbustos, hasta llegar a una pequeña colina donde los tres habían acordado reunirse. Pero cuando llegó allí, algo no estaba bien. Unos extraños ruidos provenientes de las sombras lo hicieron detenerse.
—¿Quién está ahí? —dijo Flash, en voz baja, mientras se preparaba para lo peor.
De la oscuridad, emergieron más figuras: más guardias, esta vez mucho más numerosos. Flash no tuvo más opción que enfrentarlos. Su corazón latía con fuerza mientras se preparaba para lo que podría ser su última batalla.
Pero cuando menos lo esperaba, Spitfire y Soarin aparecieron a su lado, igual de decididos a luchar.
—¡Rápido! —gritó Spitfire, desenvainando su espada.
El enfrentamiento fue rápido y brutal. Flash se movió con destreza, usando su agilidad para esquivar los ataques y desarmar a los guardias. Pero sabía que la situación se estaba volviendo insostenible. No podían seguir así por mucho tiempo.
—¡Tenemos que irnos! —gritó Soarin, mirando hacia el cielo, donde las primeras luces del amanecer comenzaban a asomarse.
Con un último esfuerzo, los tres lograron escapar hacia el bosque. La corona seguía en manos de Flash, y aunque no sabían si lograrían completar su misión, el hecho de que seguían vivos era un pequeño consuelo.
En ese momento, mientras corrían, Flash no podía dejar de pensar en Twilight, su rostro, su confianza. Y en lo que había perdido.
El sonido de los pasos retumbaba a lo lejos, y Flash sabía que el tiempo se estaba agotando. Los guardias del castillo se habían dado cuenta de la presencia de Soarin y Spitfire fuera de los muros, y ahora, al verse comprometidos, no podían hacer nada para evitar ser seguidos. La situación se había vuelto aún más peligrosa.
Flash miró a sus compañeros. Spitfire y Soarin estaban listos para enfrentarse a los guardias que se acercaban rápidamente, pero el plan de escape era claro: él debía continuar solo con la corona.
—¡¡Tienen que irse!! —gritó Flash mientras su corazón latía con fuerza. —¡Yo me encargaré de los que vienen detrás!
Soarin lo miró, ojos llenos de preocupación, pero también de determinación. —¡No nos detengas! ¡Hazlo por ella! —respondió, señalando hacia el bosque en la distancia, donde esperaban la salida segura.
Con un movimiento decidido, Flash se giró y, sin dudarlo, comenzó a correr hacia el lado opuesto, adentrándose aún más en la oscuridad del bosque. Sus piernas se movían con rapidez, mientras la corona, oculta en su saco, le pesaba cada vez más. Sabía que tenía que escapar, pero la mirada de Twilight, su rostro de confianza, lo atormentaba. ¿Qué pasaría cuando ella se enterara de que él había sido parte de este robo? ¿Sería capaz de perdonarlo?
A medida que avanzaba, los ruidos del combate detrás de él se desvanecían, pero el sonido de los pasos de un guardia comenzó a seguirlo, fuerte y constante. Sabía que uno de ellos lo había visto escapar y lo perseguía. Flash se agachó y se movió entre los árboles con agilidad, utilizando la niebla como cobertura.
Pero la persecución se intensificaba. El guardia estaba cerca. Flash giró con rapidez, esquivando entre los árboles, buscando la salida, pero el sonido de los pasos lo alcanzaba rápidamente.
—¡No puedo dejar que me atrapen ahora! —murmuró para sí mismo, sus manos apretando la corona en su saco mientras corría con más fuerza.
En su mente, la estrategia era clara. Necesitaba ganar algo de tiempo, y si bien su corazón estaba acelerado, su mente permanecía fría. Se desvió por un pequeño río que cruzaba su camino, saltando sobre las piedras con destreza. Si el guardia seguía su rastro, tendría que enfrentarse a un terreno más difícil de recorrer.
Pero a pesar de sus esfuerzos, el guardia lo alcanzó finalmente. Flash lo vio salir de entre los árboles, empuñando una espada, con la intención clara de detenerlo. Sin pensarlo, Flash se lanzó a un lado, esquivando el primer golpe del guardia, y con rapidez, levantó un palo que encontró en el suelo para defenderse.
El guardia fue feroz, atacando con precisión, pero Flash se mantenía ágil, deslizándose entre los árboles para evitar el combate directo. Sabía que no tenía tiempo para pelear. Necesitaba seguir adelante.
—¡Rinde tu corona! ¡Rápido! —gritó el guardia, frustrado.
Pero Flash no lo iba a permitir. Corrió hacia un pequeño despeje en el bosque, donde podía ver el claro a lo lejos, la última oportunidad para escapar. La luz del amanecer comenzaba a filtrarse entre los árboles, y en su mente, la imagen de Twilight flotaba, la promesa de que lo que estaba haciendo tenía que ver con ella, con su futuro.
En un último esfuerzo, Flash saltó hacia un arbusto denso, girando hacia el lado opuesto de donde el guardia lo había estado persiguiendo. En un abrir y cerrar de ojos, se adentró en la espesa niebla, tomando un sendero más arriesgado que le permitió perder de vista a su perseguidor.
El viento golpeaba su rostro, y la corona de la princesa Twilight brillaba con fuerza en su saco, mientras Flash corría sin mirar atrás. Sabía que este acto traería consecuencias. No podía evitar preguntarse si todo esto valdría la pena al final.
Sin embargo, no podía dejar que las dudas lo detuvieran. Había hecho su elección. El futuro de todo dependía de ese momento.
Flash corría con todas sus fuerzas, el sonido de sus propios pasos y el latido de su corazón eran lo único que escuchaba mientras la niebla comenzaba a disiparse lentamente. Cada segundo que pasaba, el peso de lo que había hecho lo envolvía más, pero la visión de Twilight y su bondad le daba fuerzas para seguir adelante. Sabía que lo que había hecho no era solo por él o por sus compañeros; estaba buscando una oportunidad para cambiar el curso de las cosas, una oportunidad para poder estar cerca de ella de alguna forma.
Su respiración se hacía más pesada y sus piernas comenzaban a sentirse como plomo, pero la idea de la corona, la meta, le mantenía firme. Los árboles se abrían, y a lo lejos, podía ver una luz tenue que se filtraba entre las ramas. El refugio, el escape, estaba cerca.
Con el último esfuerzo que le quedaba, Flash atravesó el claro y se metió en el bosque más espeso, donde la única compañía era la oscura noche que lo envolvía. El guardia ya no lo perseguía, y la sensación de alivio le permitió tomar una bocanada de aire profundo.
Era libre.
Por un momento, se permitió quedarse quieto, mirando la corona que aún llevaba oculta bajo su capa. Ese objeto, que parecía tan insignificante para otros, representaba un paso decisivo en su vida. Era la pieza que podría cambiar todo: el poder que Sombra deseaba obtener, y el precio que él, Flash Sentry, debía pagar.
Sin embargo, la responsabilidad de su acción le pesaba. ¿Qué pensaría Twilight al descubrir la verdad? ¿Lo odiaría por haberse aprovechado de su confianza? Esas preguntas lo atormentaban mientras se adentraba en la oscuridad.
Flash no había llegado hasta allí solo por la corona. Había llegado porque sentía que había algo más, algo entre él y Twilight, algo que no podía ignorar. Pero también sabía que ahora que había tomado la corona, su relación con ella cambiaría. Ya nada sería igual.
Cuando pensó que había alcanzado una zona más segura, una luz levemente tenue apareció de entre los árboles. Los murmullos de una conversación comenzaron a llegar a sus oídos, y al agacharse detrás de un árbol, vio las siluetas de Soarin y Spitfire, que se acercaban con pasos firmes. Parecían haber esperado mucho tiempo, atentos a su llegada.
—¿Lo tenemos? —preguntó Soarin con una sonrisa.
Flash asintió, sacando la corona con cautela de su saco. La observó por un momento, como si la importancia de lo que había hecho lo golpeara de golpe. El brillo en la corona reflejaba su propia incertidumbre.
—Lo tenemos —respondió, finalmente, con una voz tranquila pero llena de tensión.
Spitfire observó los alrededores antes de dirigirse a Flash. —¿Lo lograste? ¿Hubo problemas?
Flash hizo una pausa. Recordó al guardia, las carreras, el sudor frío que recorrió su frente en cada momento de incertidumbre. Sabía que todo esto era solo el principio de algo mucho más grande, algo que no tenía retorno.
—No... no hubo problemas —respondió, aunque la verdad era que todavía sentía el peso de lo que había hecho.
Soarin intercambió una mirada con Spitfire. Era evidente que estaban esperando algo más, pero ambos sabían que, ahora que la corona estaba en sus manos, el tiempo de planificación había terminado. Solo quedaba cumplir con la misión y ver qué vendría después.
Pero Flash no podía dejar de pensar en Twilight. Sabía que ella había confiado en él, y eso lo torturaba. ¿Sería capaz de mirar sus ojos nuevamente, después de todo lo que había hecho?
—Vamos —dijo Spitfire, rompiendo el silencio con una voz autoritaria—. Ya no hay vuelta atrás.
Los tres avanzaron en silencio, sabiendo que lo peor aún estaba por llegar. Sombra, el mayor enemigo de todos, había dado la orden. Ellos habían robado la corona, y ahora no había forma de deshacerlo. No podían dar marcha atrás, solo seguir adelante y enfrentar lo que vendría.
A medida que se adentraban más en el bosque, Flash sintió la presión sobre sus hombros. La misión estaba casi completa, pero el futuro con Twilight era incierto. Lo que había comenzado como una mentira, una máscara para acercarse a ella, había dejado una marca que no podía borrar. Ahora solo quedaba saber si sería capaz de vivir con las consecuencias de su elección.
-Brightss Sentry.
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