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El Umbral del Destino

El tiempo avanzaba implacable, y con cada día que pasaba, la tensión aumentaba en el castillo y en la mente de Flash. Después de cinco días de planificación frenética con Spitfire y Soarin, había llegado a un consenso: el robo de la corona debía realizarse al mediodía del sexto día, cuando la atención estuviera dispersa y el castillo en pleno caos. Pero Flash no sabía que ese día coincidía con un evento ancestral de gran importancia: el vigésimo cumpleaños de Twilight Sparkle, el cual marcaba su transición oficial a la madurez como gobernante de Equestria.

Primer día:

La noticia del evento ancestral comenzó a recorrer el castillo. Servidores y guardias iban y venían, decorando los pasillos con estandartes celestiales y preparando la sala del trono para la ceremonia que culminaría al mediodía del sexto día. Sin embargo, Twilight, en su estilo característico, parecía desinteresada en los preparativos.

—No entiendo por qué todo esto es necesario —comentó Twilight a Flash mientras revisaban un mapa estelar en la biblioteca.

Flash, fingiendo ignorancia, sonrió. —Porque eres la princesa, y este es un evento importante. Además, ¿no te emociona un poco?

Twilight lo miró con una ceja levantada, su expresión entre divertida y seria. —No.

Flash se rio suavemente, apoyándose en el borde de la mesa. —Bueno, si no estás emocionada, ¿puedo quedarme con tu pastel?

Twilight bufó, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. —Ni lo sueñes.

Aunque la conversación fue ligera, Flash sentía un nudo en el estómago. Sabía que estaba manipulando su relación con ella para el beneficio de su misión, y cada sonrisa que obtenía de Twilight hacía que la culpa pesara más.

Segundo día:

El castillo comenzó a llenarse de visitantes importantes: líderes de otros reinos y delegaciones diplomáticas llegaban con regalos para la princesa. Flash aprovechó el ajetreo para explorar nuevas rutas de escape y memorizar los cambios en la rutina de los guardias.

Spitfire y Soarin, mientras tanto, trabajaban en su propio plan desde el bosque.

—¿Entonces realmente va a hacerlo durante el evento? —preguntó Soarin mientras revisaba un mapa del castillo.

Spitfire asintió. —Sí, parece el momento ideal. Pero no puedo evitar preocuparme. Twilight confía demasiado en él. Si algo sale mal, no solo perderemos la oportunidad, sino que también lo perderemos a él.

Soarin la miró con seriedad. —¿Te preocupa Flash o la misión?

Spitfire no respondió, pero su silencio fue suficiente para que Soarin entendiera.

Tercer día:

La relación entre Flash y Twilight había alcanzado un nivel de confianza que ninguno de los dos esperaba. Esa noche, mientras observaban las estrellas en su habitación favorita, Twilight habló con más sinceridad de lo que Flash había escuchado antes.

—No sé si estoy lista para esto —admitió Twilight, su voz suave mientras miraba al cielo—. Gobernar Equestria como una adulta... No creo que sea algo que pueda hacer bien.

Flash la observó, sorprendido por su vulnerabilidad. —¿Por qué lo dices? Eres más fuerte de lo que crees, Twilight.

Twilight lo miró con una pequeña sonrisa, pero sus ojos reflejaban duda. —Tú siempre dices cosas como esas. A veces me pregunto si realmente me conoces.

Flash sintió que el aire se volvía más pesado. Cambió el tema rápidamente, temiendo que si ella seguía escarbando, podría descubrir lo que realmente estaba haciendo en su vida.

Cuarto día:

Los preparativos estaban casi completos, y el castillo vibraba con anticipación. Flash aprovechó el caos para deslizarse hasta el balcón de la habitación de Twilight y estudiar el ambiente desde las alturas. El mediodía del sexto día sería el momento perfecto: todos estarían reunidos en la ceremonia, y la atención estaría completamente en Twilight.

Esa noche, volvió al bosque para discutir los detalles finales con Spitfire y Soarin.

—¿Todo está listo? —preguntó Spitfire mientras cruzaba los brazos.

Flash asintió, aunque su rostro mostraba preocupación. —Sí. Pero no puedo evitar sentir que algo va a salir mal.

—Es normal —dijo Soarin, encogiéndose de hombros—. Robar una corona no es precisamente una tarea sencilla.

—No se trata solo de la misión —admitió Flash, mirando al suelo—. Se trata de ella.

Spitfire suspiró. —Mira, Flash. Entiendo que te importe, pero esto no es opcional. Sombra nos matará si fallamos.

Flash apretó los puños, asintiendo lentamente. —Lo sé.

Quinto día:

El día antes del gran evento, Twilight parecía más distante de lo habitual, perdida en sus pensamientos mientras repasaba las palabras que diría durante la ceremonia. Flash intentó hacerla reír con sus usuales comentarios ingeniosos, pero esta vez no funcionó.

Al caer la noche, Flash regresó a su habitación y miró su reflejo en el espejo. —¿Qué estoy haciendo? —se preguntó en voz baja.

Afuera, el reloj del castillo marcaba la medianoche. El sexto día había comenzado, y con él, el momento que cambiaría sus vidas para siempre.

(...)

La madrugada del sexto día, el castillo estaba en pleno movimiento. Servidores y guardias corrían por los pasillos, ajustando los últimos detalles para la ceremonia. Flash, con su fachada de guardia leal, observaba todo con una atención más aguda de lo habitual. Necesitaba asegurarse de que el plan funcionara a la perfección. Sin embargo, había algo que aún no lograba descifrar: la ubicación exacta de la corona.

Mientras caminaba por uno de los corredores, escuchó un murmullo proveniente de la sala de estudio de Twilight. Se detuvo, reconociendo las voces de Twilight y Starlight Glimmer al otro lado de la puerta entreabierta.

—¿Estás segura de que esto es necesario, Starlight? —preguntó Twilight, su tono mostrando una mezcla de cansancio y duda.

—Absolutamente —respondió Starlight con firmeza—. Es una tradición ancestral. La corona no es solo un símbolo, Twilight, es parte de tu legado. Hoy no solo eres una princesa; te convertirás oficialmente en la monarca de Equestria.

Flash sintió que su respiración se detenía por un momento. ¿Corona? ¿La corona? Se acercó un poco más, cuidando de no hacer ruido.

—Pero no me siento lista —insistió Twilight, su voz bajando casi a un susurro—. ¿Y si fallo? ¿Y si no soy lo que Equestria necesita?

Starlight suspiró. —Eso es lo que la corona representa, Twilight. No se trata de lo que crees de ti misma, sino de lo que ya eres para los demás. Hoy demostrarás que estás destinada a este rol.

La conversación quedó grabada en la mente de Flash mientras se alejaba rápidamente para no ser descubierto. No sabía exactamente a qué se referían, pero la idea de que la corona pudiera estar involucrada con Twilight durante la ceremonia encendió todas las alarmas en su mente.

(...)

A medida que el mediodía se acercaba, los nobles y líderes de otros reinos llenaron la gran sala del trono, decorada con estandartes celestiales y flores de todos los colores. Flash se encontraba entre los guardias asignados a vigilar los accesos, pero sus ojos no dejaban de buscar a Twilight. Finalmente, apareció, escoltada por Starlight y Shining Armor.

Twilight llevaba un vestido real de tonos morados y dorados, sencillo pero elegante. Su porte era digno de una monarca, aunque su expresión aún mostraba cierta inseguridad. Flash no podía apartar la vista de ella, pero su atención se centró rápidamente en el objeto que llevaba en sus cascos: una corona de oro y gemas incrustadas que parecía irradiar una luz suave y mágica.

—Es ella... —susurró Flash para sí mismo, dándose cuenta de que esa era la corona que había estado buscando todo este tiempo.

La ceremonia comenzó con discursos de los líderes presentes, alabando la sabiduría y el liderazgo de Twilight. Aunque los comentarios eran positivos, Flash notó que algunas palabras parecían más políticamente correctas que sinceras. Twilight mantenía una postura firme, pero Flash podía ver cómo sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía la corona.

Finalmente, llegó el momento culminante. Starlight, quien actuaba como maestra de ceremonias, se adelantó y alzó la voz.

—Hoy, ante los ojos de Equestria y de los reinos aliados, celebramos el vigésimo aniversario de nuestra princesa Twilight Sparkle. Pero más que eso, celebramos su transición de princesa a monarca oficial de nuestra tierra.

La sala estalló en aplausos, pero Twilight permaneció inmóvil. Starlight se acercó y le susurró algo al oído. Con un leve asentimiento, Twilight colocó la corona en su cabeza.

En ese momento, un destello de luz cubrió la sala, y la corona pareció cobrar vida, brillando con un poder mágico que resonaba en todo el lugar. Flash sintió cómo su corazón latía con fuerza. Esa corona no era solo un adorno; era un artefacto mágico de inmenso poder, probablemente protegido por hechizos que nunca había imaginado.

Desde su posición, observó cómo Twilight cerraba los ojos por un momento, como si estuviera conectándose con la magia de la corona. Cuando los abrió, parecía más segura, aunque Flash sabía que aún luchaba con sus dudas internas.

Mientras la ceremonia continuaba, Flash se dio cuenta de que su misión acababa de volverse mucho más complicada. Robar la corona significaba no solo traicionar a Twilight, sino también desafiar un objeto mágico que probablemente estaba ligado a ella de formas que él aún no comprendía.

Cuando terminó la ceremonia, los invitados comenzaron a retirarse para asistir a la gran recepción en los jardines del castillo. Flash se quedó en su puesto, su mente girando con preguntas y dudas.

—Esto cambia todo... —murmuró para sí mismo, sabiendo que debía reunirse con Spitfire y Soarin para informarles de lo que había descubierto.

Mientras veía a Twilight retirarse hacia los jardines, con la corona todavía brillando en su cabeza, Flash sintió un peso en el pecho. ¿Realmente podía seguir adelante con esto? ¿Podía traicionar a alguien que le había dado más de lo que él nunca había tenido?

Las campanas del castillo resonaron, marcando el inicio de una nueva etapa para Twilight... y para Flash, el principio de un dilema que podría cambiarlo todo.

El silencio cómodo entre los dos continuó mientras el cielo se oscurecía, dejando que las estrellas brillaran con intensidad. Twilight aún miraba hacia arriba, su semblante más relajado que de costumbre. Flash la observaba de reojo, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que estaba rompiendo todas las reglas que él mismo se había impuesto al acercarse tanto a ella, pero no podía detenerse.

Después de unos momentos, Flash se inclinó un poco hacia adelante, colocando un brazo en el respaldo del banco.

—¿Sabes algo, Twilight? —dijo en voz baja, rompiendo el silencio.

—¿Qué? —respondió ella sin apartar la mirada del cielo.

—Nunca había visto a alguien tan fascinante como tú bajo las estrellas.

Twilight lo miró, confundida al principio, pero cuando vio la intensidad en sus ojos, su corazón dio un pequeño salto.

—Flash... —empezó a decir, pero su voz quedó atrapada en su garganta.

—Lo digo en serio —continuó él, acercándose un poco más—. Hay algo en ti... algo que me hace querer quedarme aquí para siempre, solo para verte así.

Twilight apartó la mirada, sintiendo el calor subir a sus mejillas. —Deberías dejar de decir cosas como esa...

—¿Por qué? —preguntó con una sonrisa traviesa—. ¿Te pongo nerviosa?

Ella lo miró de nuevo, esta vez con una mezcla de irritación y algo más que no podía identificar. —No... es solo que...

—¿Es solo que qué? —insistió él, su tono más suave ahora.

Twilight no respondió de inmediato. En lugar de eso, bajó la mirada hacia sus manos, entrelazadas en su regazo.

—No estoy acostumbrada a que alguien me hable así —admitió en voz baja.

Flash sintió un pequeño pinchazo en el pecho al escuchar esas palabras. Sabía que Twilight llevaba una vida llena de responsabilidades y expectativas, pero en ese momento se dio cuenta de cuánto debía de haber renunciado para ser quien era.

Sin pensarlo demasiado, levantó una mano y la colocó suavemente sobre las de ella. Twilight lo miró, sorprendida, pero no se apartó.

—Entonces acostúmbrate —dijo él, su voz apenas un susurro—. Porque pienso seguir diciéndotelo.

El tiempo pareció detenerse mientras ambos se miraban. Twilight abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, Flash se inclinó hacia adelante y, con una suavidad que parecía casi imposible para él, la besó.

Fue un beso breve, pero lleno de emoción. Twilight se quedó inmóvil al principio, sorprendida, pero no lo apartó. Cuando Flash se separó, la miró a los ojos, su rostro iluminado por una mezcla de nerviosismo y ternura.

—Feliz cumpleaños, Twilight —susurró, su voz cargada de sinceridad.

Twilight parpadeó, todavía procesando lo que acababa de ocurrir. Sus mejillas estaban teñidas de un rojo intenso, y su corazón latía con fuerza.

—Gracias... Flash —murmuró, su voz más suave de lo habitual.

Flash sonrió,

Twilight volvió a mirar las estrellas, esta vez con una pequeña sonrisa en los labios. 

Mientras la celebración continuaba en el castillo, con la ceremonia por el cumpleaños de Twilight Sparkle atrayendo a la realeza de todos los rincones, Soarin y Spitfire se preparaban para la misión que llevaban semanas planeando. Ocultos entre la espesura del bosque que rodeaba el castillo, los dos ladrones observaban las imponentes murallas iluminadas por antorchas y patrulladas por guardias reales.

—Es una locura, ¿lo sabes, verdad? —murmuró Soarin, ajustando su capucha oscura mientras miraba el castillo.

Spitfire le lanzó una mirada de fastidio. —Siempre dices lo mismo, y aquí estás. No puedes resistirte a la acción, Soarin.

—No es eso. Es solo que... —Soarin hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Flash debería estar con nosotros. Todo esto es mucho más peligroso sin él.

Spitfire chasqueó la lengua y revisó la cuerda que llevaban. —Flash tiene su propio trabajo. Nosotros tenemos el nuestro. No podemos depender de él para todo.

—¿De verdad confías en él? —preguntó Soarin, mirando a Spitfire con seriedad—. No me malinterpretes, sé que es nuestro amigo, pero últimamente... parece diferente.

Spitfire se detuvo un momento, evaluando sus palabras. —Sí, lo he notado. Pero eso no cambia nada. Si Flash está haciendo su parte, nosotros debemos hacer la nuestra.

Soarin suspiró y se encogió de hombros. —Está bien, está bien. Pero si esto sale mal, voy a culparte.

Spitfire rodó los ojos. —Claro, como siempre. Ahora, concéntrate.

Ambos se acercaron con sigilo a las murallas. Habían estudiado los patrones de los guardias durante semanas, y sabían que había un breve intervalo en el que una de las torres quedaba desprotegida. Spitfire lanzó un gancho con destreza, asegurando la cuerda en el borde de la muralla.

—Tú primero —dijo ella, señalando a Soarin.

—Qué caballerosa —murmuró él antes de comenzar a escalar.

Una vez en la cima, Soarin le dio una señal a Spitfire, quien subió detrás de él con movimientos ágiles. Desde la muralla, pudieron ver los jardines del castillo, iluminados por la luz de la luna y decorados con flores y estatuas para la ceremonia.

—Bien, ahora hacia la entrada este —susurró Spitfire, señalando una puerta secundaria que habían identificado como su mejor opción para infiltrarse.

Mientras descendían por el otro lado de la muralla, Soarin no pudo evitar mirar hacia las ventanas iluminadas del castillo. —¿Crees que Flash esté dentro, haciendo lo que debe hacer?

Spitfire lo miró con una sonrisa burlona. —¿O estás pensando en cómo está con Twilight? ¿Celoso, Soarin?

Soarin hizo una mueca y susurró en tono defensivo. —¿Qué? No, claro que no. Solo digo que... bueno, ya sabes. Pasan mucho tiempo juntos.

Spitfire soltó una risa baja mientras aterrizaba en el suelo. —Oh, estás celoso. Admitirlo no te hará daño.

—¡No estoy celoso! —replicó Soarin, con un tono que solo hizo que Spitfire riera más.

—Céntrate, loquito celoso —dijo ella, dándole un leve empujón en el hombro antes de avanzar.

Siguiendo el plan, se deslizaron entre las sombras, evitando a los guardias con movimientos calculados. Llegaron a la entrada este, donde Spitfire utilizó sus herramientas para abrir la puerta sin hacer ruido.

—Demasiado fácil —murmuró ella, empujando la puerta para abrirla.

—No digas eso. Vas a maldecirnos —dijo Soarin mientras la seguía al interior del castillo.

El pasillo estaba oscuro, iluminado solo por unas pocas antorchas. El sonido de la música y las risas provenientes del salón principal les recordó que el resto del castillo estaba distraído con la celebración.

—¿Cuál es el plan ahora? —preguntó Soarin en un susurro.

—Llegamos hasta las habitaciones superiores. Flash nos dijo que ahí podría haber más información sobre la verdadera Cámara de las Estrellas —respondió Spitfire.

Ambos avanzaron con cautela, conscientes de que cualquier paso en falso podría arruinarlo todo. Pero mientras se adentraban más en el castillo, ninguno podía evitar pensar en Flash y su relación con Twilight, y cómo eso podría cambiarlo todo, para bien o para mal.

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El silencio del jardín estaba cargado de algo nuevo, algo eléctrico que ninguno de los dos parecía dispuesto a romper. Twilight miró a Flash con una mezcla de desafío y diversión en sus ojos, como si las barreras que siempre mantenía firmes se estuvieran desmoronando poco a poco.

—¿Sabes? —comenzó ella, cruzando los brazos frente a él—. Eres bastante insoportable a veces.

Flash arqueó una ceja, una sonrisa juguetona curvándose en sus labios. —¿Eso es un cumplido? Porque suena mucho como uno.

Twilight rodó los ojos, aunque había un brillo en ellos que delataba lo contrario. —Eres tan insoportablemente confiado que no sé cómo alguien no te ha puesto en tu lugar todavía.

Flash se llevó una mano al pecho, fingiendo indignación. —¿Ponerme en mi lugar? Princesa, me lastimas.

Twilight dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos. Su tono era más suave, pero sus palabras estaban llenas de intención. —Tal vez sea hora de que alguien lo haga.

Flash parpadeó, sorprendido por el cambio en su actitud. Pero antes de que pudiera responder, Twilight levantó la mano y le dio un pequeño empujón en el hombro, con una sonrisa que no pudo contener.

—Eres increíblemente molesto, ¿lo sabías? —dijo ella, aunque su tono estaba teñido de diversión.

Flash se recuperó rápidamente, inclinándose hacia ella con una sonrisa traviesa. —Y tú eres increíblemente adorable cuando intentas ser intimidante.

Twilight dejó escapar una risa, sacudiendo la cabeza. —¿Adorable? No creo que alguien me haya llamado eso antes.

Flash se acercó un poco más, sus ojos fijándose en los de ella. —Bueno, siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Twilight se quedó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando su próximo movimiento. Luego, para sorpresa de Flash, ella dio un paso más cerca, sus ojos brillando con algo que él no podía identificar del todo.

—Quizás tú necesitas que te sorprendan por una vez —dijo Twilight, su tono firme pero lleno de matices.

Antes de que Flash pudiera responder, Twilight se inclinó hacia él y, para su asombro, tomó la iniciativa. Sus labios rozaron los suyos en un beso breve pero firme, una declaración silenciosa que dejó a Flash sin palabras.

Cuando se apartó, Twilight lo miró con una sonrisa que mezclaba triunfo y timidez. —¿Qué pasa, Flash? ¿Te quedaste sin palabras?

Flash, recuperándose rápidamente, dejó escapar una risa baja. —¿Sabes? Creo que me gusta este lado tuyo, princesa.

Twilight levantó una ceja, cruzando los brazos con una expresión que intentaba ser seria, pero que no podía ocultar su diversión. —No te acostumbres.

Flash sonrió ampliamente, inclinándose un poco hacia ella. —Oh, ya es demasiado tarde para eso.

Twilight dejó escapar una risa suave, algo que Flash sabía que era un raro regalo. Por primera vez en mucho tiempo, parecía que ella se estaba permitiendo ser algo más que la perfecta princesa. Y Flash, en ese momento, supo que estaba viendo un lado de Twilight que pocos tenían el privilegio de conocer.

Mientras la noche continuaba, ambos se quedaron en el jardín, hablando, riendo y disfrutando de una conexión que parecía hacerse más fuerte con cada momento que pasaba.

El aire fresco de la noche envolvía el jardín, pero algo más cálido había comenzado a crecer entre ellos. Twilight, aunque siempre tan reservada, sentía un impulso extraño al mirar a Flash. Algo que la llamaba a dar un paso más allá, algo que la empujaba a derribar las murallas que siempre había mantenido a su alrededor. Y, sin poder evitarlo, se encontró inclinándose hacia él con una suavidad que la sorprendió incluso a ella misma.

—¿Te gustaría venir a mi habitación? —preguntó Twilight, su voz un susurro bajo, como si fuera algo que nunca había dicho a nadie antes, pero que ahora se sentía como la cosa más natural del mundo.

Flash la miró con sorpresa, su corazón acelerando de inmediato, pero no por la razón que esperaba. Había algo en el tono de Twilight, algo en su mirada que lo hizo sentir como si ella no estuviera solo invitándolo físicamente, sino invitándolo a entrar en un lugar mucho más íntimo.

—¿A tu habitación? —preguntó Flash, su voz más baja de lo normal, el tono de coqueteo aún presente pero con un toque de cautela. Sabía que este era un paso más allá de lo que ambos habían vivido hasta ahora.

Twilight, por su parte, se mantuvo firme, pero sus ojos brillaban con una mezcla de nerviosismo y determinación. —Sí. Quiero hablar, Flash. Quiero... compartir algo más contigo.

El corazón de Flash dio un brinco. Esta vez no era solo una invitación a un lugar físico. Era una invitación a conocerla de una manera más profunda, a desvelar las capas de una princesa que siempre había estado detrás de una fachada fría y distante.

—Si eso es lo que quieres... —respondió Flash, su tono suave, con una sonrisa que denotaba tanto el deseo como el respeto que sentía por ella.

Twilight asintió y, sin decir nada más, comenzó a caminar hacia el castillo. Flash la siguió, su mente dando vueltas mientras la observaba caminar al frente, sabiendo que algo iba a cambiar esa noche. Algo profundo. Algo que los conectaría de una manera completamente nueva.

Al llegar a su habitación, Twilight abrió la puerta con su magia mientras que temblaba levemente, una pequeña chispa de duda cruzando por su mente. ¿Y si esto cambiaba todo entre ellos? ¿Y si se arrepentía? Pero la decisión ya estaba tomada, y con una ligera sonrisa, giró para mirar a Flash.

—Entremos —dijo, su voz apenas un murmullo mientras le hacía un gesto para que entrara.

La habitación de Twilight era cálida y tranquila, decorada con tonos suaves y una mezcla de antigüedades familiares y recuerdos personales. En una mesa cerca de la ventana, había una silla de lectura con una lámpara tenue, y los libros apilados a su alrededor mostraban el lado intelectual de la princesa, pero también el lado más personal que a menudo mantenía guardado.

Flash se detuvo unos pasos dentro de la habitación, tomando todo en cuenta, dándose cuenta de cuán diferente era este lugar comparado con el resto del castillo. Aquí no había protocolos, no había expectativas. Solo una princesa que lo había invitado a estar cerca de ella.

—No sé qué esperar... —murmuró Flash, con una sonrisa tímida mientras sus ojos se posaban en ella. Aunque había algo atrevido en su tono, había también un toque de vulnerabilidad, algo que rara vez mostraba.

Twilight se acercó a él, sus pasos ligeros, pero el peso de sus decisiones aún se sentía en el aire. Cuando estuvo cerca, levantó la mirada hacia él, su rostro un poco sonrojado, una expresión que delataba una mezcla de nervios y emoción.

—Lo sé. Pero eso es lo que me gusta de ti, Flash. Nunca sabes lo que vendrá, pero estás dispuesto a seguir adelante.

Flash, sin pensarlo, dio un paso hacia ella, dejándose llevar por la atracción que siempre había sentido. Sin romper el contacto visual, tomó su casco con suavidad. No lo hizo con prisa ni con impaciencia, sino con una delicadeza que jamás había demostrado antes.

—¿Estás segura de esto? —preguntó, en un susurro, como si necesitara escuchar de su boca que estaba bien.

Twilight, sonriendo de forma tímida pero decidida, asintió. —Sí. Creo que es lo que necesito ahora.

Sin más palabras, Flash se acercó un poco más, hasta que sus rostros estaban lo suficientemente cerca como para sentir la calidez de sus respiraciones entrelazadas. Fue un beso suave, primero, apenas un roce de labios, como si ambos estuvieran explorando ese nuevo territorio que se extendía frente a ellos.

Luego, a medida que la intensidad aumentaba, Flash rodeó su cintura con una mano, acercándola más a él. Twilight respondió, colocando sus manos sobre su pecho, sintiendo el latido rápido de su corazón, sintiendo cómo las emociones fluían a través de ella.

El beso se detuvo solo cuando ambos se dieron cuenta de que el mundo exterior ya no importaba. En ese momento, solo existían ellos dos, la princesa y el ladrón, compartiendo algo más allá de las palabras, algo mucho más profundo.

Cuando se apartaron, ambos estaban sin aliento, pero con una sensación de conexión más fuerte que nunca.

Twilight miró a Flash, sus ojos llenos de una nueva comprensión.

—Gracias —murmuró, con una sonrisa que parecía más sincera que nunca.

Flash, sin poder evitarlo, sonrió de vuelta. —No tienes que darme las gracias.

Twilight miró por la ventana, y por primera vez en mucho tiempo, la presión de ser quien era, la princesa de Equestria, pareció desvanecerse. Solo estaba ella misma, y Flash, en ese momento.

—Me siento... diferente. —dijo, casi en un susurro, pero con una sensación de libertad que antes le había sido ajena.

Flash, sin dudarlo, la abrazó. —Y yo, Twilight. Yo también.

Ambos se quedaron allí, en la quietud de la noche, donde no había títulos, ni expectativas, solo dos almas que, por un instante, se permitieron ser vulnerables. Y sin importar lo que el futuro les deparara, sabían que, al menos por esta noche, todo estaba bien. Ambos unieron sus labios en un último beso, Twilight colocósu corona en la mesa de la habitación; la luna fue el único testigo de ello, donde las cortinas se cerraron dejando a imaginación lo que sucedería. 

-Brightss Sentry.

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