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El Plan 3/3

Narradora

El refugio de Flash en el bosque estaba tranquilo, pero la tensión entre los tres crecía con cada minuto que pasaba. Flash, Soarin y Spitfire sabían que el tiempo apremiaba, y que la única forma de cumplir con la orden de Sombra era ganarse la confianza de la Princesa Twilight Sparkle. Pero cómo hacerlo seguía siendo un enigma.

Después de un largo silencio, Spitfire finalmente rompió la quietud, con una idea que había estado considerando durante todo el día.

—Lo primero que necesitamos es un acercamiento legítimo—comenzó, con una expresión pensativa. —No podemos simplemente irrumpir en su vida o pedirle un favor. Necesitamos algo que la haga sentirse cómoda con nosotros, que nos vea como algo más que simples ladrones. Así que... ¿por qué no pedirle un trabajo?

Soarin levantó las cejas, visiblemente escéptico.

—¿Un trabajo? ¿En serio? ¿Con ella? ¿La Princesa Twilight Sparkle?—dijo, escéptico, pero al mismo tiempo intrigado. —No sé, Spitfire. ¿De verdad crees que eso funcionará? Ella no es como cualquier otra princesa. Es... complicada. Difícil de tratar.

Spitfire sonrió de manera confiada, sin perder la compostura.

—Es precisamente por eso que necesitamos algo que se alinee con su naturaleza. La Princesa Twilight está rodeada de responsabilidades, de magia y de libros, pero también es conocida por ser bastante solitaria. Si nos acercamos de forma indirecta, algo que no le cause sospechas, tal vez podamos abrir una puerta. No tiene muchos amigos, y si logramos ofrecerle algo que necesite, sin que se sienta invadida, podemos lograrlo.

Flash pensó por un momento, asintiendo lentamente.

—Es una buena idea—dijo finalmente, con determinación. —Y si realmente la convencemos de que tenemos buenas intenciones, puede que se ablande. Podría ser el primer paso.

Soarin, sin embargo, seguía dudoso.

—¿Y qué tipo de trabajo? No podemos simplemente pedirle empleo sin que se vea raro. ¡Es una princesa, y nosotros somos... ladrones!

Spitfire levantó la mano para calmar la preocupación de Soarin.

—No se trata de pedirle empleo en un sentido convencional. La Princesa Twilight tiene un castillo lleno de cosas por hacer. Tal vez pueda ser algo menos glamoroso, pero más efectivo. Algo que no atraiga demasiada atención.

La sugerencia pasó de ser una simple idea a una verdadera propuesta, y Flash comenzó a imaginar lo que podría ser. Sin embargo, tenía sus dudas.

—Lo que dices tiene sentido—comentó Flash. —Pero tenemos que ser inteligentes al respecto. No podemos parecer demasiado desesperados o ella lo notará. Necesitamos un enfoque cuidadoso.

Después de una larga conversación, se decidió que Flash sería el encargado de acercarse a la princesa para solicitar el trabajo. Aunque le desagradaba la idea, era la única forma de entrar en su círculo y demostrar que no eran una amenaza. Pero el proceso no fue tan sencillo como esperaban.

(...)

Al día siguiente, Flash se presentó en el castillo de la Princesa Twilight, la mente llena de dudas pero también de determinación. Al ingresar a la sala principal, donde Twilight solía pasar tiempo entre libros, ella lo miró con cierto escepticismo. La princesa, como siempre, estaba rodeada de montones de tomos y pergaminos, sumida en su mundo de estudios.

—¿Puedo ayudarte en algo?—preguntó Twilight con un tono distante, casi como si fuera una cortesía obligatoria.

Flash, intentando mantenerse calmado, dio un paso adelante.

—Soy Flash Sentry, y he estado pensando en maneras en las que podría ofrecer mis servicios a alguien tan importante como usted—comenzó, con la mejor sonrisa que pudo reunir. —Sé que está ocupada y que su tiempo es valioso, así que pensé que podría ayudarle con alguna tarea que necesite hacer. Puedo hacer cualquier tipo de trabajo, no me importa el qué, solo quiero poder demostrarle que puedo ser útil.

Twilight lo miró con sospecha, sus ojos evaluándolo cuidadosamente. Flash sintió como su corazón latía con más fuerza, sabiendo que tenía que ser convincente.

—¿Y por qué debería aceptar a alguien como tú para trabajar en el castillo?—preguntó Twilight, manteniendo una postura firme. —El trabajo aquí no es fácil, y no hay espacio para personas que no estén comprometidas con nuestras tareas.

Flash tragó saliva, intentando no perder la compostura.

—Yo... no busco ser una carga—respondió rápidamente. —Solo quiero ser útil. Quizás podría ayudar con la organización de los libros o las tareas menores. No soy muy exigente, solo deseo poder ayudarle en lo que sea necesario.

Twilight lo miró en silencio, sin mostrar señales claras de aceptación o rechazo. Fue entonces cuando entró en la sala Starlight Glimmer, la asistente de la princesa, conocida por su personalidad aún más cerrada que la de Twilight. Starlight observó la conversación desde la puerta, sin intervenir de inmediato.

Twilight, claramente indecisa, miró a su asistente, quien se acercó con una expresión pensativa.

—Quizás... tal vez sea una buena idea—dijo Starlight, su voz neutral pero con un toque de perspicacia. —A lo mejor podría ocuparse de las tareas de aseo del castillo. Los trabajos de limpieza no suelen requerir mucho pensamiento, pero sí son esenciales. Si tiene la intención de demostrar que puede ser útil, esa podría ser una forma de empezar.

Flash, al escuchar esto, sintió una punzada de desagrado, pero no lo mostró en su rostro. No quería rechazar la oferta, no podía permitirse perder esta oportunidad.

—Acepto—respondió con una sonrisa forzada, ocultando su desagrado por la tarea que le asignaban. —Haré todo lo necesario.

Twilight lo observó en silencio un momento más antes de asentir con una ligera sonrisa.

—Muy bien. Si realmente estás dispuesto a trabajar en el castillo, te asignaré la tarea. Pero, recuerda, deberás demostrar que eres competente. No quiero que el castillo se vea descuidado. Si tienes éxito, podríamos pensar en más responsabilidades para ti. De lo contrario, no habrá lugar para ti aquí.

Flash asintió, sabiendo que este era solo el primer paso. Aunque no estaba contento con la tarea que le habían asignado, entendía que tenía que pasar por esto si quería acercarse más a la princesa y ganarse su confianza. Sin embargo, la misión era mucho más grande, y él no podía perder de vista el objetivo final.

A partir de ese momento, Flash comenzó a trabajar en el castillo, limpiando, ordenando y haciendo el trabajo más bajo, todo mientras observaba y esperaba su momento para acercarse más a Twilight. 

(...)

Los días pasaron rápidamente mientras Flash cumplía con su tarea en el castillo. A medida que avanzaba en sus labores de limpieza y organización, la distancia entre él y la princesa Twilight parecía seguir siendo insalvable. Aunque había mostrado su disposición a trabajar en lo más bajo del castillo, y había obedecido cada orden sin dudar, la princesa seguía siendo distante y cerrada. Cada vez que intentaba acercarse, ella lo rechazaba de manera sutil pero firme.

Flash, con el tiempo, empezó a notar las pequeñas interacciones que Twilight tenía con los demás. Ella no parecía confiar en nadie fácilmente, incluso en sus asistentes más cercanos. Starlight Glimmer, su ayudante personal, era probablemente la única a la que Twilight se dirigía con algo cercano a la confianza, aunque siempre mantenía una barrera. Para los demás, incluso los amigos cercanos, la princesa se mantenía fría, distante, como si estuviera atrapada en un mundo de responsabilidades y soledad.

Un día, mientras Flash limpiaba en los pasillos, aprovechó una oportunidad para acercarse a ella. Twilight estaba sentada en una de las bibliotecas, rodeada de montones de libros. Flash había notado que solía perderse en su lectura, y pensó que tal vez ese era un buen momento para iniciar una conversación casual, sin que pareciera forzado. Se acercó con la intención de hablar de algo que no tuviera que ver directamente con su trabajo, solo para intentar conectar.

—Disculpe, Princesa—dijo Flash, haciendo una pausa antes de hablar. —Noté que los libros que está leyendo son bastante interesantes. Algunos de ellos son sobre magia antigua, ¿verdad? Siempre me ha fascinado cómo funciona la magia en Equestria.

Twilight levantó la vista brevemente, pero su expresión seguía siendo impasible.

—Sí, son libros antiguos sobre magia—respondió, con tono profesional. No hubo ni una chispa de emoción en su voz. —La magia antigua es una disciplina muy complicada. Es un área de estudio que requiere mucha dedicación, y no es algo en lo que cualquiera pueda involucrarse.

Flash sonrió ligeramente, tratando de mantener el contacto visual. Quería encontrar una apertura, un punto de conexión, pero algo en la forma en que Twilight hablaba lo hacía sentir como si estuviera hablando a una pared invisible.

—Entiendo—dijo Flash, sin rendirse. —Siempre he querido aprender más sobre eso. Quizás podría ayudarle a organizar esos libros. Tal vez podría aprender un poco de su conocimiento mientras lo hago.

Twilight lo miró un momento, y su mirada se volvió aún más fría. Sus ojos, normalmente cálidos cuando hablaba con amigos cercanos, no mostraban ningún indicio de querer compartir nada.

—No es necesario que te involucres en eso, Flash—respondió secamente. —Mi trabajo con la magia es algo privado. No necesito ayuda, y no es algo que deba compartir con cualquiera.

Flash sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a mantener la calma.

—Lo entiendo, Princesa. Solo pensé que podría aprender de usted. No quiero ser una molestia, solo... intentar ayudar en lo que pueda.

Twilight, sin embargo, volvió a centrarse en sus libros, ignorando por completo el intento de Flash por acercarse. Con un ligero suspiro, Flash dio un paso atrás, dándose cuenta de lo difícil que sería lograr su objetivo si ella seguía actuando de esa manera.

En ese momento, Starlight Glimmer, que había estado observando desde las sombras de la biblioteca, se acercó. Flash no la había notado antes, pero la asistente de la princesa había visto toda la interacción.

—No lo tomes de forma personal—dijo Starlight, hablando con un tono más suave de lo que Flash esperaba. —Twilight es muy... cerrada. No deja que mucha gente se acerque a ella. Ha pasado mucho tiempo en soledad, y aunque lo que estás haciendo podría parecer un gesto amable, ella lo ve como una intrusión.

Flash miró a Starlight, sorprendido por su comentario.

—¿Entonces nunca podrá confiar en mí?—preguntó, algo frustrado. —He hecho todo lo que me pidió, pero parece que cada vez que intento hablar con ella o acercarme, solo me rechaza.

Starlight asintió lentamente, comprendiendo su frustración.

—Es difícil, lo sé. Pero ella tiene sus propios demonios con los que lidiar. No le resulta fácil confiar en nadie, y especialmente no en alguien que acaba de llegar, sin importar cuánto te esfuerces. Lo que podrías intentar es no presionarla tanto. Tal vez hacer más pequeñas muestras de respeto, sin intentar conectarte de inmediato. Deja que ella vea por sí misma que eres confiable, que no eres solo alguien más buscando algo de ella.

Flash, aunque no completamente convencido, decidió seguir el consejo de Starlight. Si bien la idea de esperar más tiempo y no presionar tanto a Twilight le parecía difícil, sabía que debía intentarlo. Solo que necesitaba algo más que simple paciencia. Necesitaba algo que lo hiciera destacar de los demás.

Días más tarde, en una ocasión en la que Twilight volvió a estar sumida en sus estudios, Flash decidió hacer algo diferente. En lugar de hablarle directamente o intentar acercarse a ella, decidió dejar un pequeño gesto en su escritorio: una carta, escrita a mano, que simplemente decía:

"A veces, los libros no son solo fuentes de conocimiento, sino también de compañía. Si algún día decide hablar con alguien sobre lo que lee, estaré aquí para escuchar."

Flash no esperaba una respuesta inmediata. Sabía que, para ganar la confianza de la princesa, tendría que ser paciente. Pero al menos ahora había hecho algo diferente, algo que no la presionaba ni la hacía sentir como una intrusa en su vida. Ahora todo dependía de Twilight. Si ella estaba dispuesta a aceptar su oferta de compañía, o si se mantendría firme en su soledad.

Lo único que Flash podía hacer era esperar, y mientras tanto, seguir cumpliendo con su trabajo. Flash no sabía si su gesto había tenido algún impacto en Twilight, pero las horas que pasaban en el castillo lo dejaban con la sensación de estar atrapado en una rutina interminable. La carta que había dejado sobre su escritorio seguía dando vueltas en su mente. Cada vez que pasaba por allí para hacer sus tareas, su mirada buscaba, casi desesperadamente, algún signo de que Twilight había leído esas simples palabras. Pero nada cambiaba. Ella seguía tan distante como siempre.

Los días se convertían en semanas, y mientras tanto, Flash seguía con su trabajo, siempre dispuesto a cumplir con la labor asignada, aunque cada vez más desilusionado. La princesa parecía estar tan atrapada en su mundo de magia y libros que no le prestaba ninguna atención. Sin embargo, algo comenzó a cambiar a medida que avanzaba el tiempo. Twilight comenzó a mirarlo con algo más de curiosidad, pero nunca hacía un esfuerzo por hablar con él. Su actitud seguía siendo cortante, aunque menos fría que al principio.

Flash decidió que, para ganarse su confianza, debía dar un paso atrás, no forzar la relación, pero mantenerse disponible, mostrando que su interés por ayudar era genuino, sin expectativas. Con esa mentalidad, continuó su labor, siempre respetuoso, siempre callado. Sin embargo, cuando menos lo esperaba, algo sucedió.

Una tarde, mientras organizaba los pergaminos en la sala de estudio, escuchó la puerta abrirse detrás de él. Flash se giró, encontrando a Twilight en el umbral. Su expresión no era tan distante como en otras ocasiones, aunque seguía siendo reservada.

—Flash—dijo con voz baja, pero clara. —He estado pensando sobre lo que escribiste en la carta.

Flash, sorprendido, dejó caer el libro que estaba organizando y se levantó rápidamente, intentado ocultar la ansiedad que sentía.

—Princesa—respondió, con una ligera inclinación de cabeza, manteniendo la calma. —No quise... presionarla. Solo quería ofrecerle algo, si en algún momento sentía la necesidad de hablar.

Twilight dio un paso dentro de la sala, mirando a su alrededor por un momento antes de volver a fijarse en Flash.

—Sé que no lo hiciste para presionarme, Flash—dijo, con un tono que por primera vez sonaba más cálido, aunque todavía con una ligera distancia. —Es solo que... no suelo confiar fácilmente en los demás. He estado sola mucho tiempo, y el trato con otras personas no siempre ha sido... sencillo.

Flash la observó en silencio, comprendiendo que, por fin, estaba empezando a abrirse, aunque de forma muy sutil.

—Lo entiendo—respondió, con sinceridad. —Nunca fue mi intención incomodarla. Solo... pensaba que tal vez no siempre tiene que estar sola. Si en algún momento quiere hablar, estaré aquí.

Twilight lo miró un momento más, como si evaluara sus palabras. Luego, con una expresión pensativa, dijo:

—Gracias. Tal vez algún día te lo pediré. No soy de muchas palabras, pero aprecio el gesto.

Con eso, Twilight se dio la vuelta y salió de la sala. Flash se quedó allí, mirando cómo la princesa se alejaba, pero por primera vez, sentía que había dado un paso en la dirección correcta. Había logrado, si no mucho, al menos algo. Ella no lo rechazó completamente, y eso era un avance.

Al día siguiente, mientras Flash realizaba otra de sus tareas, Starlight se acercó nuevamente a él. Parecía haber notado el cambio, pero no hizo ningún comentario directo. En lugar de eso, simplemente le ofreció una sonrisa ligera.

—¿Cómo va todo con la princesa?—preguntó, como si no fuera a ser una conversación demasiado profunda.

Flash se encogió de hombros, intentando parecer indiferente, pero no podía ocultar el ligero optimismo que sentía.

—Ha mejorado. No mucho, pero algo es algo. Tal vez... tal vez he logrado un pequeño cambio.

Starlight observó su rostro por un momento, con una ligera sonrisa en los labios.

—No es fácil, ¿verdad? Twilight tiene su propio ritmo. Pero si sigues así, sin presionar demasiado, puede que logres que se abra un poco más. Recuerda, el camino con ella no es directo. Solo sé paciente.

Flash asintió, agradecido por las palabras de Starlight. Tenía razón, la paciencia era clave. Aunque su tarea no era solo ganar la confianza de la princesa, este paso era importante para lo que vendría después.

Esa misma tarde, cuando Flash terminaba su trabajo en una de las bibliotecas secundarias del castillo, algo ocurrió. En un rincón apartado, cerca de la gran ventana, encontró a Twilight nuevamente. Esta vez no estaba sumida en sus libros, ni rodeada de magia. Estaba mirando por la ventana, pensativa, con el rostro algo más relajado.

Flash decidió acercarse, sin hacer ruido. Se detuvo a unos pasos de ella y, sin querer interrumpir su momento, decidió hablar en voz baja.

—¿Le gustaría que le sirviera algo más?—preguntó con suavidad. —He terminado mis tareas, pero si hay algo más en lo que pueda ayudar...

Twilight no respondió de inmediato, pero después de unos segundos, sus ojos se volvieron hacia él. Esta vez, en lugar de la fría indiferencia que acostumbraba, había algo que podría interpretarse como una leve apertura.

—Flash—dijo, casi como si estuviera probando sus palabras. —Nunca he tenido muchos amigos. Siempre he estado rodeada de deberes, magia, y libros... pero las personas son más complicadas. No sé si puedo confiar en alguien tan rápido. Pero... aprecio tu paciencia. Tal vez, en el futuro, podamos hablar más.

Flash asintió, una sonrisa tranquila asomando en su rostro.

—Lo que sea que necesite, Princesa. Estoy aquí para ayudar, cuando esté lista.

Twilight lo miró por un momento más antes de dar un ligero asentimiento, como si finalmente aceptara su presencia en su vida, aunque a su manera.

—Gracias, Flash.

A medida que Twilight se giraba y comenzaba a alejarse, Flash no pudo evitar sentirse satisfecho. Había dado el primer paso para ganarse su confianza. Sin prisa, pero con certeza. Ahora, solo quedaba esperar.

(...)

Los días parecían seguir su curso rutinario en el castillo, pero un ambiente tenso se cernía sobre los pasillos, como si algo estuviera a punto de estallar. Flash había comenzado a familiarizarse más con la vida en el castillo y con la princesa Twilight, aunque ella seguía siendo fría y distante. Sin embargo, algo en su actitud había cambiado, al menos hacia él: ya no lo ignoraba completamente, y a veces, sus interacciones eran mínimamente agradables.

Pero esa calma se rompió una tarde cuando Flash, mientras realizaba su habitual trabajo de aseo en los pasillos cercanos al jardín del castillo, notó algo extraño. En la distancia, vio a varios ponis vestidos de manera sospechosa, con ropas oscuras y cubriendo sus rostros con capuchas. Se movían en silencio, como sombras, y la manera en que se deslizaban entre las columnas y los arbustos del castillo le pareció inquietante.

Flash, con su instinto de ladrón entrenado, sabía que algo no estaba bien. Se acercó sigilosamente a un rincón cercano, buscando una forma de observar sin ser visto. Su corazón latía con fuerza al notar que el grupo parecía dirigirse directamente hacia la zona privada del castillo, donde Twilight estaba en ese momento.

De inmediato, un pensamiento recorrió su mente: ¿Qué estaban haciendo esos ponis allí?

No tuvo tiempo de pensarlo más. Flash se deslizó rápidamente entre las sombras, moviéndose con agilidad hacia el área del castillo donde sabía que Twilight pasaría. Cuando llegó, vio a la princesa caminando sola por uno de los pasillos menos transitados, ajena a la amenaza que se acercaba. Su mente comenzó a correr a toda velocidad. ¿Debía advertirla? No podía arriesgarse a que la descubrieran.

En ese momento, uno de los ponis encapuchados apareció a la vista, y Flash pudo ver que estaba armado con una especie de daga mágica, un arma rara pero letal. El poní avanzó rápidamente hacia Twilight, sin que ella se diera cuenta del peligro que la acechaba.

Flash no pensó ni un segundo más. Corrió rápidamente y, con una maniobra arriesgada, derribó al atacante con un golpe certero, desarmándolo antes de que pudiera hacerle daño a la princesa. El poní se desplomó en el suelo, y Flash se giró hacia Twilight, quien se había detenido abruptamente al escuchar el ruido.

—¡Princesa, cuidado!—gritó Flash, tratando de alertarla.

Twilight se giró hacia él, visiblemente sorprendida, pero su rostro seguía siendo imperturbable. La mirada de desconcierto que tuvo en un principio rápidamente se reemplazó por una mezcla de confusión y desdén.

—¿Qué está pasando?—preguntó con una calma que contrastaba con la urgencia del momento.

Flash no tuvo tiempo de explicarlo. En ese preciso instante, más atacantes comenzaron a emerger de los pasillos cercanos, rodeando a la princesa y a Flash. Con rapidez, Flash se interpuso entre los agresores y Twilight, defendiendo con habilidad sus ataques con lo que tenía a mano. Sus años de experiencia en el robo y la evasión le daban una ventaja significativa en situaciones de combate.

—¡Tienes que irte!—le ordenó a Twilight, manteniéndose firme frente a los atacantes.

La princesa, sin embargo, no retrocedió. Aunque su expresión seguía distante, Flash podía ver algo en sus ojos: era el reconocimiento de una amenaza real.

—No... no me iré—respondió Twilight, con voz fría pero decidida. —No dejaré que nadie me proteja. ¡Si alguien va a ser atacado, será por mi cuenta!

Flash, desconcertado por la determinación de la princesa, no tuvo tiempo de discutir. Sabía que debía protegerla a toda costa, pero no esperaba que Twilight misma se opusiera a su intento de mantenerla a salvo. Con una agilidad impresionante, Flash desarmó a otro de los atacantes, enviándolo al suelo con un golpe certero.

Fue entonces cuando escuchó un sonido fuerte y familiar: el sonido de los cascos de los ponis de la Guardia Real. Los soldados comenzaron a aparecer por todos los pasillos, y el capitán de la guardia, Armor Shine, líder del equipo de seguridad del castillo, llegó rápidamente al lugar del ataque.

—¡Retírese, Flash!—gritó Armor Shine, y los guardias comenzaron a tomar posiciones, rodeando a los atacantes y neutralizándolos. Flash observó desde el borde del pasillo cómo el capitán se encargaba de la situación con eficiencia. Sin embargo, su mirada se desvió hacia Twilight, quien, a pesar del peligro, no parecía particularmente agradecida.

Flash se acercó a ella, preocupado por su seguridad, pero Twilight, al ver la situación bajo control, no mostró ninguna expresión de alivio.

—¿Estás bien?—preguntó Flash, buscando su mirada.

Twilight lo miró brevemente, su rostro todavía tan distante como siempre, pero esta vez hubo algo nuevo en su mirada. Un atisbo de reconocimiento y quizás, de gratitud.

—Sí, estoy bien. Gracias... por salvarme—dijo en voz baja, aunque su tono seguía siendo frío.

Justo en ese momento, Armor Shine se acercó a Flash, observando al joven poni con una expresión seria.

—¿Flash, verdad?—dijo, evaluándolo detenidamente. —Tu intervención fue impresionante. ¿Sabes cómo defenderte muy bien, por lo que veo.

Flash asintió, un poco nervioso por la atención que estaba recibiendo, aunque su naturaleza discreta lo mantenía en calma.

—He tenido... algo de experiencia—respondió, sin entrar en detalles.

Armor Shine lo observó unos segundos más, evaluando lo que había visto en el joven poni.

—Te he estado observando. Tienes reflejos rápidos, sabes cómo moverte... y, lo más importante, tomaste la iniciativa en un momento de peligro. Has demostrado que eres más que capaz. Estoy organizando una nueva tanda de reclutamiento en la Guardia Real. Si estás interesado, podrías unirte. Podrías ser un gran miembro para nuestro equipo. La protección del castillo requiere más que magia: necesitamos ponis como tú, con instinto y habilidad. ¿Te gustaría probarte en la academia de la guardia?

Flash se quedó en silencio por un momento, la oferta del capitán resonando en su mente. Sabía lo que significaba entrar a la Guardia Real: disciplina, entrenamiento riguroso, y un futuro mucho más estructurado del que había vivido hasta ahora. Pero también sabía que podría significar una oportunidad para demostrar su valía, para ser más que solo un ladrón con un pasado oscuro.

Miró a Twilight, quien lo observaba en silencio, su rostro impasible, como siempre. Si él tomaba este camino, tal vez conseguiría algo más que la aprobación de la princesa. Tal vez encontraría una forma de pertenecer a algo más grande que él mismo.

Finalmente, Flash miró al capitán Armor Shine, con una expresión decidida.

—Sí—respondió, con voz firme. —Acepto la oferta.

Armor Shine asintió con aprobación.

—Bien. Nos veremos en la academia. Y, Flash... gracias nuevamente por salvar a la princesa.

(...)

El camino al bosque estaba envuelto en una penumbra que parecía reflejar el dilema interno de Flash. Había pasado horas reflexionando sobre cómo contarles a Spitfire y Soarin su decisión de unirse a la Guardia Real. Sabía que no lo aceptarían fácilmente, y que probablemente se opondrían, pero también sabía que no podía ocultarles algo tan importante. La casa del árbol, escondida en lo más profundo del bosque, era el único lugar donde podían reunirse sin temor a ser escuchados.

Cuando llegó, vio que Spitfire estaba apoyada contra el tronco del árbol, con su usual aire de confianza, mientras Soarin revisaba el mapa que habían usado para planear su último movimiento. Ambos levantaron la vista cuando Flash se acercó.

—Por fin apareces—dijo Spitfire con su tono sarcástico habitual. —¿Qué, te enamoraste de la princesa y te olvidaste de nosotros?

Soarin dejó el mapa de lado y se acercó, con una sonrisa mitad burlona y mitad preocupada.

—Vamos, Flash. Ya nos tienes en ascuas. ¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara?

Flash suspiró y se sentó en una de las ramas bajas del árbol. Miró a sus amigos por un momento antes de soltar las palabras que había estado conteniendo.

—Voy a unirme a la Guardia Real—dijo, directo, sin rodeos.

El silencio que siguió fue casi palpable. Spitfire dejó caer los hombros, incrédula, mientras Soarin lo miraba con la boca entreabierta, como si no hubiera escuchado bien.

—¿Qué dijiste?—preguntó Soarin finalmente, con un tono que oscilaba entre la incredulidad y el enfado.

—Voy a unirme a la Guardia Real—repitió Flash, con más firmeza esta vez. —El capitán Armor Shine me ofreció un lugar después de lo que pasó en el castillo. Es una oportunidad que no puedo rechazar.

Spitfire cruzó los brazos y lo miró con una mezcla de enfado y frustración.

—¿Te has vuelto loco? ¿Qué hay de nuestro plan? ¿Qué hay de Sombra? ¡No puedes simplemente cambiar de bando porque te ofrecieron un uniforme brillante y una cama cómoda!

—No estoy cambiando de bando—dijo Flash, con calma pero firme. —Esto podría ser una ventaja para nosotros. Si estoy dentro de la Guardia Real, puedo conseguir información, acceso... todo lo que necesitamos para completar la misión. Es la única manera de acercarnos más a la corona.

Soarin negó con la cabeza, todavía procesando lo que estaba escuchando.

—Flash, esto es demasiado arriesgado. ¿Qué pasa si descubren quién eres? ¿Qué pasa si te conviertes en uno de ellos? Estarías poniéndonos a todos en peligro.

—Lo sé—admitió Flash, bajando la mirada por un momento. —Sé que es arriesgado, pero también sé que no tenemos otra opción. Intentamos entrar al castillo y fracasamos. Ahora toda la seguridad está reforzada. Sombra no nos dará otra oportunidad si no hacemos algo diferente.

Spitfire lo miró fijamente, evaluándolo con sus ojos críticos. Finalmente, dejó escapar un suspiro y se dejó caer en una de las ramas más altas del árbol.

—Está bien—dijo finalmente, aunque su tono era más frío de lo habitual. —Si esto es lo que quieres, lo acepto. Pero no puedes hacerlo solo. Vamos a necesitar un plan, uno bueno. Si vas a infiltrarte en la Guardia Real, necesitamos algo concreto que podamos usar.

Flash asintió, aliviado de que al menos uno de ellos estuviera dispuesta a escuchar.

—¿Qué tienes en mente?—preguntó, mirándola directamente.

Spitfire sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era el tipo de sonrisa que Flash conocía demasiado bien: la de alguien que ya estaba trazando un plan, uno peligroso.

—Primero, necesitas asegurarte de que nadie sospeche de ti—dijo. —Juega el papel del novato obediente. Haz todo lo que te digan, pero mantén los ojos y los oídos abiertos. Necesitamos mapas, horarios de patrullas, cualquier cosa que nos dé ventaja.

Soarin, aunque todavía parecía dudoso, intervino.

—Y tienes que tener cuidado con tus comunicaciones con nosotros. Si te descubren hablando con nosotros, se acabó todo.

Spitfire asintió, mirando a Soarin.

—Exacto. Por eso vamos a establecer un sistema. Flash, cada semana te reunirás con nosotros en un lugar neutral, lejos del castillo. Usaremos señales para comunicarnos si es demasiado peligroso hablar directamente. Si algo sale mal, lo sabremos de inmediato.

Flash escuchó con atención, grabando cada palabra en su mente. Sabía que el plan era arriesgado, pero también sabía que no había otra manera.

—¿Y qué pasa si Sombra no está satisfecho con nuestro progreso?—preguntó, recordando la constante amenaza que pesaba sobre ellos.

Spitfire lo miró con seriedad.

—Nos ocuparemos de eso cuando llegue el momento. Por ahora, lo importante es que entres en la Guardia y empieces a reunir información. Este es nuestro mejor movimiento, Flash. Pero no olvides lo que está en juego. Si fracasamos, no habrá segundas oportunidades.

Soarin suspiró y se cruzó de brazos, todavía algo reticente, pero finalmente asintió.

—Está bien, Flash. Si crees que puedes hacerlo, confío en ti. Pero ten cuidado. No quiero perder a mi mejor amigo por algo como esto.

Flash les sonrió, agradecido por su apoyo, aunque sabía que la verdadera prueba estaba por venir.

—Gracias, chicos. No voy a defraudarlos.

Spitfire lo miró por última vez antes de levantarse de la rama y prepararse para irse.

—Más te vale, Flash. Porque si esto falla, no solo tú estarás en problemas. Todos lo estaremos.

Flash asintió, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que estaba caminando por una cuerda floja, pero también sabía que no podía dar marcha atrás. Ahora, todo dependía de su habilidad para jugar el papel de guardia leal mientras trabajaba en secreto para cumplir con la misión.


-Brightss Sentry

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