El Plan 2/3
Narradora
La caminata hacia su próxima etapa de la misión fue aún más difícil de lo que habían anticipado. A pesar de que habían escapado de la fortaleza con el Codex Arcano en sus manos, el aire estaba pesado, cargado de tensión entre ellos. El viaje estaba lejos de terminar, y mientras la noche envolvía el paisaje desolado, la quietud solo acentuaba la creciente desconfianza entre Flash, Soarin y Spitfire.
Al principio, el silencio era casi cómodo. Después de la intensa pelea en la fortaleza, todos parecían estar procesando lo sucedido, sumidos en sus propios pensamientos. Pero no tardó mucho en que las pequeñas fricciones resurgieran, como si el malestar de los últimos días estuviera a punto de estallar nuevamente.
Spitfire caminaba por delante, sin mirar atrás, su mirada fija en el horizonte. Aunque su figura siempre había proyectado seguridad, Flash notaba la tensión en sus movimientos. No solo luchaba contra la incertidumbre de la misión, sino que también lidiaba con las palabras que le había dirigido Soarin en su discusión.
Soarin, por su parte, se mantenía callado, como si el silencio fuera su refugio, pero la irritación seguía ardiendo en su interior. La forma en que Spitfire siempre se ponía al mando, sin dar espacio a sus opiniones o sugerencias, lo hacía sentirse invisible, y eso lo carcomía por dentro.
Flash trató de centrarse en el objetivo, en el Codex Arcano, pero la atmósfera cada vez más tensa lo distraía. Sabía que, al final, su misión no solo dependía de su habilidad para robar la corona, sino también de la capacidad de su equipo para mantenerse unido. Sin embargo, el panorama se volvía cada vez más incierto.
—¿Qué hacemos ahora?—preguntó Soarin, rompiendo el silencio abruptamente. Estaba mirando a Spitfire, su voz teñida de molestia contenida. —¿A dónde vamos después de esto? ¿A entregarle el libro a Sombra? ¿Sin siquiera discutirlo?
Spitfire lo miró, su rostro tenso y serio.
—¿Qué quieres decir con "discutirlo"?—respondió, la impaciencia evidente en su tono. —¿Acaso no entiendes que esto no es negociable? Sombra nos dio la misión, y ahora debemos cumplirla. Si quieres vivir, deberías dejar de cuestionar todo lo que hago.
Soarin, irritado por la actitud de Spitfire, no pudo evitar responder con dureza.
—Lo que no entiendo es por qué siempre debes tener la última palabra. No soy un tonto, Spitfire. También sé lo que está en juego, pero eso no significa que tenga que tragarme todo sin decir nada.
Flash frunció el ceño, sabiendo que otra discusión podría ser fatal. Se adelantó un par de pasos, colocándose entre ellos antes de que las palabras volvieran a volar.
—¡Basta ya!—exclamó Flash, mirando de uno a otro—. ¿Nos importa o no nuestra misión? ¿O simplemente queremos desgastarnos peleando?
Ambos se quedaron en silencio, la tensión palpable, pero Flash notó que ninguno estaba dispuesto a ceder del todo. Spitfire respiró profundamente y volvió la vista hacia adelante, evitando mirar a Soarin.
—Esto no es fácil para ninguno de nosotros—dijo Spitfire, con una voz más controlada, pero con algo de frío—. Sombra no es un tipo con quien se pueda negociar. Lo sabes tan bien como yo. Si seguimos peleando, no solo arruinamos la misión, también arruinamos nuestras vidas.
Soarin asintió, aunque aún con una chispa de frustración en sus ojos.
—¿Y qué, entonces? ¿Hacemos todo lo que nos dice sin cuestionarlo?—respondió, su tono más bajo, pero aún cargado de resentimiento. —No somos máquinas, Spitfire.
Flash observó a ambos, sabiendo que la misión estaba tomando un rumbo peligroso. La desconfianza entre ellos podía ser tan destructiva como cualquier enemigo, pero también entendía que, en sus propios caminos, tanto Spitfire como Soarin luchaban con sus propios demonios. La lealtad y la supervivencia parecían depender de algo más que simplemente seguir órdenes. Necesitaban encontrar una forma de trabajar juntos, aunque sus diferencias fueran profundas.
Finalmente, Spitfire habló de nuevo, esta vez con menos arrogancia y más cautela.
—Lo que quiero decir es que no hay espacio para indecisiones, Soarin—dijo, mirando por encima de su hombro. —Pero tampoco tengo intención de ignorar lo que piensas. Si crees que hay otro camino, dilo. Estoy dispuesta a escucharlo.
Soarin pareció sorprenderse por el tono más calmado, y por un momento, un atisbo de entendimiento cruzó su rostro.
—Lo que quiero es saber qué está pasando realmente—dijo, su voz más suave. —No quiero que solo sigamos las órdenes de Sombra como si no tuviéramos opción. Todos tenemos algo que perder aquí, y tal vez no solo se trate de cumplir una misión. Tal vez haya una forma de hacer las cosas a nuestra manera.
Flash, al ver que la discusión comenzaba a calmarse, se permitió un respiro. Al menos ahora estaban hablando, aunque de una manera más tensa de lo que él preferiría.
—No tenemos que seguir ciegamente a nadie—intervino Flash, su tono firme pero conciliador—. Pero debemos recordar por qué estamos aquí. Si conseguimos el Codex Arcano y cumplimos nuestra parte, la corona será nuestra, y entonces podremos hacer nuestras propias reglas. Pero si seguimos peleando... la misión fallará, y todos pagaremos las consecuencias.
Spitfire y Soarin se quedaron en silencio por un momento, ambos pensativos. Finalmente, fue Spitfire quien rompió el silencio.
—Supongo que tienes razón. A veces la arrogancia me nubla la vista. Pero no olvides que no somos amigos, Flash—dijo, volviendo su mirada hacia él. —Estamos aquí porque necesitamos los unos de los otros, y nada más. La lealtad... es algo que se gana.
Soarin la miró, claramente consciente de la implicación en sus palabras, pero no dijo nada. Flash, por su parte, simplemente asintió. Había mucho en juego y mucho que discutir, pero en ese momento, el más importante era que habían sobrevivido, y aún quedaba un largo camino por recorrer.
La noche seguía su curso, y mientras avanzaban hacia su siguiente destino, sabían que, aunque la desconfianza seguía entre ellos, la misión estaba lejos de terminar. La verdadera batalla aún no había comenzado, y más allá del Codex Arcano, existían fuerzas mucho más oscuras que ellos mismos, fuerzas que los pondrían a prueba de maneras que ni siquiera podían imaginar.
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La oscuridad de la noche envolvía el paisaje mientras Flash, Soarin y Spitfire se acercaban al castillo de la Princesa Twilight Sparkle. A lo lejos, las torres del castillo se alzaban imponentes, bañadas por la luz tenue de la luna. Sabían que la misión no iba a ser fácil. La corona que debían robar estaba protegida por magia poderosa, y el castillo, además de sus hechizos, estaba vigilado por soldados leales a la princesa. Si querían tener éxito, tendrían que ser más astutos que nunca.
El trío avanzaba por un sendero forestal, ocultos entre los árboles, a la espera de encontrar un modo de infiltrarse sin ser detectados. Aunque la misión era clara, la tensión seguía siendo palpable entre ellos. Las discusiones del pasado reciente aún flotaban en el aire, pero por ahora, sus diferencias se mantenían a raya, por necesidad. Flash sabía que si querían cumplir con la orden de Sombra y sobrevivir, tendrían que trabajar juntos, aunque fuera en la superficie.
—No tenemos mucho tiempo—dijo Flash en voz baja, mirando hacia el castillo. —Sombra quiere que hagamos esto rápido. Si no encontramos una forma de entrar antes del amanecer, nuestros problemas se multiplicarán.
Spitfire, que hasta ese momento había estado silenciosa, se adelantó, observando el castillo con una mirada calculadora.
—Podemos entrar, pero necesitamos pensar en cómo hacerlo sin alertar a las patrullas. Si nos metemos por la puerta principal, estaremos muertos en minutos. Lo que necesitamos es una distracción, algo que haga que los guardias bajen la guardia.
Soarin, que había estado absorto en sus pensamientos, intervino con una sonrisa torcida.
—¿Y qué tal un pequeño "accidente" en la entrada principal? Podríamos hacer que el puente levadizo se caiga, por ejemplo. Sería un buen comienzo para una distracción.
Spitfire lo miró con escepticismo.
—¿Y qué haríamos después? El castillo está lleno de defensas mágicas, además de los guardias. No puedes simplemente destruir todo sin pensar en cómo escapar después.
Flash, que había estado analizando la situación desde un ángulo diferente, propuso una alternativa.
—¿Qué tal si usamos el túnel secreto bajo el castillo? He oído que existe uno, pero nadie sabe cómo acceder a él. Si logramos encontrarlo, podremos entrar sin que nadie nos vea.
Spitfire frunció el ceño, claramente interesada pero aún cautelosa.
—¿Un túnel secreto? ¿Dónde lo encontraste? No parece muy confiable, Flash.
Flash hizo una mueca, recordando las historias que había escuchado en los pasillos de la fortaleza. Muchos de los criminales con los que había tratado hablaban de antiguas rutas ocultas que conectaban el castillo con las alcantarillas y los bosques cercanos. Era un riesgo, sí, pero una opción mejor que intentar entrar a lo grande por la puerta principal.
—Lo he oído de fuentes confiables. Si nos acercamos por el lado este del castillo, deberíamos encontrar la entrada. Sólo necesitamos ser rápidos y discretos.
Soarin, quien había estado menos convencido por las opciones anteriores, asintió con la cabeza, sintiendo que era la mejor oportunidad.
—Está bien, probemos eso. Pero necesitamos un plan para el interior. No tenemos ni idea de qué tan bien protegida está la corona.
Flash pensó por un momento, luego una idea comenzó a formarse en su mente. Sabía que la magia que protegía la corona era un problema importante, pero si tenían acceso a los pasillos secretos, podían intentar rodear las defensas mágicas.
—Dentro del castillo, necesitamos encontrar el archivo de hechizos y contraseñas—dijo Flash con determinación. —Sombra nos dijo que solo los más cercanos a la princesa saben cómo desactivar los hechizos. Si encontramos ese archivo, podremos aprender la forma de desactivar la magia.
Spitfire frunció el ceño.
—¿Y cómo se supone que vamos a encontrar ese archivo sin ser detectados? No es como si fuera a estar marcado con un letrero.
Soarin, que hasta ahora había estado más relajado, lanzó una propuesta.
—Si encontramos a alguien que trabaje en los pasillos, podemos obligarlo a que nos dé la información. Sé que no suena ideal, pero a veces las respuestas no vienen gratis.
Flash lo miró, sabiendo que no podía evitar la violencia si era necesario, pero también sintió que no querían que la misión terminara en un baño de sangre. Era un camino peligroso, pero no tenía otra opción.
—Es una opción, aunque preferiría evitarlo. Si podemos hacer las cosas sin causar demasiados problemas, será mejor.
Soarin resopló, desilusionado por el enfoque de Flash.
—Siempre tan moralista—murmuró, pero no insistió. Estaba dispuesto a seguir cualquier plan si eso significaba terminar con la misión.
Finalmente, después de varios minutos de deliberación, llegaron a un consenso.
—Nos acercamos al túnel—dijo Spitfire, tomando las riendas de la situación. —Cuando estemos dentro, buscaremos el archivo de hechizos. Soarin, tú estarás a cargo de neutralizar cualquier guardia que se cruce en nuestro camino, pero si podemos evitar pelear, mejor.
Flash asintió, aunque sabía que Soarin podría tener dificultades para seguir esa regla.
—De acuerdo, pero tenemos que ser rápidos. No podemos permitirnos dudar ahora.
El trío avanzó en silencio, moviéndose a través de la oscuridad mientras se acercaban al castillo. Cada paso que daban los acercaba más a lo que sabía sería una de las pruebas más difíciles de su vida. A medida que llegaron al costado este del castillo, Flash pudo ver la entrada al túnel. Un pequeño pasaje oculto entre las rocas, aparentemente desechado por años.
Spitfire fue la primera en deslizarse por la abertura, seguida de cerca por Flash y Soarin. Mientras avanzaban por el túnel estrecho y oscuro, sabían que estaban a punto de entrar en el territorio más peligroso que jamás hubieran pisado. El castillo no solo albergaba a la Princesa Twilight Sparkle, sino que también estaba lleno de secretos, y ellos eran los intrusos.
Pero la misión no había terminado. Aún quedaba mucho por hacer. Y aunque no sabían cómo terminaría todo esto, una cosa era clara: si fallaban, las consecuencias serían mucho peores que cualquier amenaza que pudieran enfrentar.
Sin embargo, por ahora, el plan era simple: entrar, robar la corona, y salir sin ser detectados. Lo que sucediera después, ni ellos mismos lo sabían.
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El túnel era más largo de lo que esperaban. A medida que avanzaban, el aire se volvía más denso y húmedo, y el silencio solo era interrumpido por el crujido ocasional de la piedra bajo sus patas. Flash sentía la presión aumentar en su pecho. Sabía que esta era la parte más arriesgada de la misión, y cualquier error podría significar su final. La corona de la Princesa Twilight Sparkle estaba cerca, y con ella, su destino.
El pasaje secreto finalmente los condujo a una sala subterránea, una amplia cámara con paredes cubiertas de inscripciones antiguas. Al fondo, en una plataforma de piedra iluminada por una luz mística, descansaba la corona. Era imponente, rodeada de un brillo dorado que reflejaba la luz tenue del lugar, como si tuviera vida propia.
Flash, Soarin y Spitfire se detuvieron al instante, observando el objeto de su misión. Pero la corona no estaba sola. En torno a ella, había una serie de runas mágicas flotando en el aire, formando una barrera invisible que protegía el objeto real. La magia era fuerte y palpable, y Flash pudo sentir cómo su corazón latía con más fuerza al comprender la magnitud del desafío.
—Esto no va a ser fácil—murmuró Spitfire, mirando las runas flotantes. —Si tocamos esas runas, nos detectarán al instante.
Flash sacó el Codex Arcano de su mochila con manos temblorosas. El libro, aparentemente tan simple, contenía los secretos que necesitaban para desactivar la magia. La promesa de Sombra era clara: si lograban descifrar los símbolos, podrían tomar la corona sin activar la alarma. Pero, ¿serían capaces de hacerlo a tiempo?
—Necesitamos tener cuidado—dijo Flash mientras hojeaba las páginas del libro, buscando la clave para desactivar las runas. —Sombra no mencionó un tiempo límite, pero no podemos arriesgarnos a que los guardias lleguen aquí.
Soarin se acercó a la plataforma, mirando la corona con determinación. No estaba dispuesto a abandonar la misión, pero su rostro reflejaba una mezcla de ansiedad y deseo.
—Yo me encargaré de cualquier guardia que se acerque—dijo con voz baja, mirando a Flash. —Tú haz lo tuyo, no quiero que falles.
Flash asintió y comenzó a leer en voz baja los símbolos del Codex Arcano, buscando las instrucciones para desactivar la barrera mágica. Las palabras parecían mezcladas, crípticas, pero a medida que avanzaba, entendió lo suficiente para intentarlo.
Con un suspiro profundo, levantó la pata hacia el aire, apuntando a las primeras runas. Recitó las palabras que había descifrado, intentando moldearlas en un hechizo de desactivación. La luz dorada de las runas parpadeó, y por un instante, Flash pensó que lo había logrado. Pero justo cuando la barrera pareció desvanecerse, una explosión de energía mágica los envolvió.
—¡Rápido!—gritó Spitfire, empujando a Flash hacia atrás mientras las runas volvían a encenderse, esta vez más intensas y rápidas. El hechizo no había tenido el efecto que esperaban, y las defensas mágicas ahora estaban más alertas que nunca.
Soarin reaccionó de inmediato, empujando a Flash hacia el lado opuesto de la sala mientras un rugido resonaba en el pasillo cercano. Los guardias no tardarían en llegar, y la situación se estaba volviendo rápidamente insostenible.
—¡¿Qué ha pasado?!—exclamó Soarin, mirando a Flash, quien se encontraba desconcertado. La magia del Codex Arcano había fallado, y la corona seguía protegida.
—No lo sé—respondió Flash con frustración, dándose cuenta de que el hechizo no había funcionado como esperaba. La magia de la princesa era más compleja de lo que había anticipado.
La presión aumentó rápidamente. Los pasos de los guardias comenzaron a resonar en los pasillos cercanos, y una alarmante luz roja iluminó el techo de la sala. La misión estaba en peligro de fracasar, y todos sabían que la única salida era huir.
—¡Tenemos que salir de aquí ahora!—gritó Spitfire, señalando una salida en la pared opuesta. Sin pensarlo dos veces, el trío corrió hacia el túnel de escape, el sonido de los pasos de los guardias cada vez más cerca.
Flash miró por última vez la corona, tan cerca y aún fuera de su alcance. Pero no podía permitirse seguir. La situación había pasado de ser peligrosa a mortal.
La salida del castillo no fue fácil. El pasaje estaba más oscuro y estrecho que nunca, y cada uno de sus pasos parecía resonar en los muros del castillo. Flash sentía cómo el miedo se apoderaba de su mente. Sabían que si eran atrapados, no solo fracasaban en su misión, sino que también sus vidas estarían en peligro.
Corrieron sin mirar atrás, atravesando el túnel a toda velocidad. Al final del pasaje, llegaron a la entrada secreta, donde habían comenzado su viaje. Pero la entrada también estaba protegida. El sonido de los guardias acercándose los empujó a tomar decisiones rápidas.
—¡Ahora!—gritó Soarin, saltando hacia el pasaje con rapidez.
Flash y Spitfire lo siguieron sin dudar, pero justo cuando la salida estaba a la vista, escucharon el sonido de un golpe seco detrás de ellos. Alguien había activado una alarma mágica, y la puerta del túnel comenzó a cerrarse lentamente.
No podían perder más tiempo.
Con un esfuerzo final, lograron escapar del castillo, apenas unos segundos antes de que la puerta se cerrara por completo. La fría noche los envolvió en cuanto pusieron un pie fuera, y la ciudad del castillo parecía ajena a lo que había sucedido dentro. Nadie había visto nada. Nadie sabía que los tres ladrones habían estado allí.
El castillo seguía en pie, con su corona a salvo, y los tres ladrones se alejaban sin que su presencia se hubiera registrado. Pero dentro de ellos, la misión estaba lejos de ser un fracaso. Sabían que aún quedaba mucho que hacer y que el plan de Sombra no había terminado. La historia de su robo tal vez no estuviera completa, pero lo que seguía era lo que realmente definiría su futuro.
Flash, Soarin y Spitfire apenas habían tenido tiempo de recuperar el aliento después de escapar del castillo. Mientras se alejaban a través de los bosques oscuros, una sensación incómoda se apoderaba de ellos, como si estuvieran siendo observados. La ansiedad de la misión fallida pesaba sobre sus hombros, pero lo peor aún estaba por venir.
De repente, un sonido bajo, casi como un susurro, emergió de las sombras que rodeaban el camino. La temperatura descendió drásticamente y un escalofrío recorrió sus cuerpos. Un vórtice oscuro se abrió frente a ellos, y del abismo emergió la figura de Sombra. Su presencia era imponente, casi tangible, como si la oscuridad misma se hubiera materializado en su forma.
Flash se detuvo en seco, su corazón acelerado, y Soarin y Spitfire inmediatamente se pusieron en guardia. El aire se volvió pesado y tenso, y la silueta de Sombra se acercó con una calma aterradora. El líder criminal parecía haberlo previsto todo: su misión fallida, su escape apresurado, y ahora estaba allí, esperando respuestas.
—Sombra...—dijo Flash, tomando la iniciativa pero sin poder ocultar la ansiedad en su voz. —Lo sentimos, no sabíamos que la protección sería tan fuerte... La corona sigue protegida.
Sombra los miró en silencio durante un largo momento. Su mirada era penetrante, fría, y llena de desdén. Los tres ladrones se sintieron pequeños bajo su presencia.
—No quiero excusas—dijo con voz grave, su tono tan bajo que parecía resonar en sus mentes. —Sé que fallaron, y no me importa lo que haya sucedido dentro del castillo. Lo que me importa es que no cumplieron con lo que se les pidió.
Flash tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. La presión aumentaba cada vez más.
—No fue nuestro plan—respondió, intentando mantenerse firme. —Pero tenemos otra idea. Si nos das tiempo, podemos hacer que la princesa confíe en nosotros.
Sombra levantó una de sus cejas, como si hubiera esperado una respuesta diferente. Luego se cruzó de brazos, y una risa baja y burlona escapó de sus labios.
—¿Confianza?—repitió con sarcasmo. —¿Pretenden ganar la confianza de la princesa Twilight Sparkle? Es una tarea imposible. Pero debo decir que si lograran hacerlo, quizás valga la pena... Solo que, lo que me propondrán ahora debe ser rápido. Tienen exactamente tres meses. Si en ese tiempo no logran lo que se les pidió, no habrá más oportunidades.
Los tres ladrones se miraron entre sí, sorprendidos pero aliviados de que Sombra les otorgara algo de tiempo. Sin embargo, sabían que tres meses no era mucho. Era el lapso más corto que podrían haber esperado. Si no lograban ganarse la confianza de la princesa en ese tiempo, serían eliminados sin piedad.
—Tres meses—murmuró Spitfire, mirando a Sombra, su voz llena de desafío. —Lo haremos. Pero no nos falles, Sombra. No esperes que se nos escape otra vez.
Sombra sonrió de manera cruel, y sin decir una palabra más, desapareció en las sombras, dejándolos con la sensación de que ya no había vuelta atrás. La amenaza estaba clara: o lograban ganar la confianza de la princesa, o su futuro se desvanecería junto con la oportunidad.
El camino de regreso a la ciudad fue largo y silencioso. Aunque lograron escapar sin ser detectados, las palabras de Sombra seguían rondando en sus mentes. Tres meses no eran nada. Y ganar la confianza de la princesa Twilight Sparkle... parecía casi imposible.
Una vez que llegaron a un refugio seguro, donde podían hablar sin miedo a ser escuchados, comenzaron a discutir el nuevo plan.
—Necesitamos estudiar a la princesa—dijo Flash, con tono decidido. —Sabemos que es fría y distante, y que pocos se le acercan. Será difícil, pero si logramos que baje la guardia, podemos obtener lo que queremos. La confianza de una persona tan reservada no se gana fácilmente.
Soarin frunció el ceño.
—No podemos hacer esto a la fuerza. Necesitamos algo más, algo que realmente la haga confiar en nosotros. ¿Pero qué? Si ella se rodea de tan pocas personas, ¿cómo podemos siquiera empezar?
Spitfire se apoyó contra la pared, pensativa.
—Quizás podemos empezar con algo pequeño. Algo que no le cause desconfianza inmediata. He oído que le gustan las criaturas mágicas, o al menos eso parece. Tal vez podamos acercarnos a ella de esa forma.
Flash asintió lentamente, considerando la sugerencia. Sabían que la princesa Twilight Sparkle no confiaba fácilmente, pero si había una forma de ganarse su confianza, sería mostrándole que no eran una amenaza. Tenían que encontrar algo que la conectara con ellos, algo que le demostrara que no todos los que se acercaban a ella tenían malas intenciones.
—Podemos usar lo que sabemos sobre su amor por los libros, y las criaturas mágicas—dijo Flash, tomando un aire de determinación. —Si logramos impresionarla con algo que realmente le interese, podríamos empezar a forjar esa conexión. Pero tenemos que hacerlo bien, no podemos apresurarnos. Si demostramos que somos de fiar, incluso un poco, tal vez la puerta se abrirá.
Soarin levantó una ceja.
—¿Y cómo planeas hacer eso? Sabemos que la magia de la princesa está más allá de nuestras habilidades. No podemos entrar y hacerle un favor sin arruinarlo todo.
Spitfire suspiró.
—No se trata solo de magia. Se trata de observarla, entender lo que la hace única, y mostrarle que no somos como los demás. Es un proceso lento. Si comenzamos con una pequeña muestra de lealtad y entendimiento, quizás podamos ganarnos su confianza. Pero tenemos que ser muy cuidadosos.
Flash, aunque preocupado, sabía que Spitfire tenía razón. No podían apresurarse. La princesa Twilight Sparkle no era alguien fácil de leer ni de confiar, pero si querían sobrevivir a las órdenes de Sombra, tendrían que ser más astutos que nunca. Cada paso que dieran debía estar calculado, pues cualquier error podría ser fatal.
—Entonces empecemos—dijo Flash, finalmente. —Tenemos tres meses, y aunque no lo parezca, el tiempo está de nuestro lado. Necesitamos planear cada encuentro, cada conversación. No hay margen para el error.
El trío se preparó para lo que vendría. A partir de ese momento, todo dependería de cómo lograran acercarse a la princesa. La misión no había terminado. Solo había cambiado de forma. Y, con el peso de Sombra aún sobre sus hombros, no había vuelta atrás.
-Brightss Sentry
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