El Plan 1/3
El Plan: El Codex Arcano
El aire en las Montañas Sombrías era gélido, cortante, y las nubes oscuras flotaban como presagios ominosos sobre el paisaje rocoso. Flash, Soarin y Spitfire caminaban en silencio a través de las laderas, con el viento soplando ferozmente a su alrededor, mientras avanzaban hacia la fortaleza donde se encontraba el Codex Arcano. Cada uno cargaba su propio equipo de herramientas y suministros, y aunque la tensión se sentía en el aire, también había una resolución palpable. La misión que tenían por delante no solo era peligrosa, sino también esencial para el éxito de su plan.
—La fortaleza no está lejos—dijo Spitfire, mirando hacia las alturas. A pesar de la dureza del entorno, su actitud era tranquila, como si estuviera completamente acostumbrada a esos desafíos. —Pero el lugar está lleno de trampas. No será fácil entrar.
Flash asintió. La idea de infiltrarse en un lugar custodiado por magia oscura no era para nada atractiva, pero no tenían otra opción. Necesitaban el Codex Arcano, y las posibilidades de obtenerlo de otra manera eran mínimas.
Soarin, que caminaba unos pasos atrás, observó el terreno con cautela.
—¿Cómo llegamos hasta él?—preguntó, manteniendo la voz baja. —¿Hay alguna entrada oculta?
—Hay una puerta trasera—respondió Spitfire, como si estuviera hablando de un simple paseo—. Pero no será fácil. No solo hay guardias, también hay encantamientos que desorientan a los intrusos. Tenemos que ser rápidos y sigilosos.
A medida que se acercaban a la fortaleza, los tres comenzaron a moverse con mayor cautela, esquivando las patrullas de guardias y manteniendo los ojos bien abiertos. La fortaleza, construida en la cima de una montaña escarpada, parecía casi un castillo fantasmal, con paredes de piedra negra y torres que se alzaban como garras hacia el cielo.
Finalmente, llegaron a la puerta trasera: una entrada de piedra oculta parcialmente por la niebla. Spitfire, con destreza, encontró el mecanismo que la abría y, tras un par de movimientos rápidos, la puerta se deslizó hacia un costado, dejando al trío pasar al interior.
—Estamos dentro—susurró Soarin, con la respiración entrecortada.
La sala en la que entraron era amplia y oscura, iluminada solo por pequeñas antorchas que chisporroteaban a lo largo de las paredes. Flash se adelantó y, con un gesto de la pata, indicó a los demás que se mantuvieran alerta. Sabía que la presencia de un libro tan poderoso como el Codex Arcano no pasaría desapercibida.
—El libro está en una cámara secreta, más allá de este pasillo—dijo Spitfire, señalando hacia un corredor más oscuro aún—. Solo aquellos que tienen la clave pueden acceder. Y yo, desgraciadamente, no tengo esa clave. Pero hay algo que sí tengo: la información que Sombra me dio.
Flash la miró, confundido.
—¿Qué quieres decir con eso?—preguntó.
—El libro está protegido por una serie de puertas encantadas, pero cada puerta tiene una clave que debe ser pronunciada en el momento exacto—explicó Spitfire, mientras avanzaba con paso firme. —Si sabemos la combinación, podemos entrar sin problemas. De lo contrario... habrá consecuencias.
Soarin frunció el ceño. Las palabras de Spitfire resonaban en su mente, pero también sabía que el tiempo estaba en su contra.
—¿Y cuál es la combinación?—preguntó, inquieto.
Spitfire miró a ambos con una mirada seria.
—La clave es el nombre de quien selló la cámara: La Voz del Olvido. Solo aquel que sepa cómo pronunciarla de forma correcta puede pasar. Y el único que puede decirla... es alguien con un vínculo profundo con el arte de la magia oscura.
Flash asintió, sabiendo que no tenían tiempo para discutir. El objetivo estaba claro, y no podían fallar. Debían llegar al Codex Arcano y salir de allí antes de que los guardias los descubrieran.
A lo largo del pasillo, encontraron las puertas protegidas por el mismo hechizo, y Spitfire, con una rapidez sorprendente, comenzó a susurrar una serie de palabras en un idioma que Flash no entendía. Las puertas parecían vibrar, y con cada palabra, un resplandor rojo se encendía en las runas que adornaban los marcos. Finalmente, con un último susurro, las puertas se abrieron con un crujido sordo.
—Lo logramos—dijo Spitfire, mirando atrás a Flash y Soarin. —Ahora, dentro.
El trío avanzó por un pasillo angosto que se adentraba en la oscuridad, hasta llegar a una enorme cámara subterránea. En el centro de la sala, sobre un pedestal de piedra, descansaba el Codex Arcano. El libro, de cubiertas negras y adornos dorados, parecía brillar con una energía propia, irradiando poder y misterio.
Flash sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que ese libro era la clave para desactivar el hechizo de la corona, pero también entendía que robarlo significaba adentrarse aún más en un mundo que podría consumirlos.
—Ahí está—dijo Flash en voz baja, señalando el pedestal.
Spitfire, con su confianza habitual, se acercó rápidamente al pedestal, pero cuando extendió una pata para tomar el libro, algo sucedió. La cámara comenzó a temblar, y una voz resonó en el aire, profunda y cavernosa.
—Intrusos...—dijo la voz, que parecía provenir de las mismas paredes. —¿Quién osa tocar el Codex Arcano?
Flash y Soarin se pusieron alerta de inmediato, listos para lo que pudiera venir. La cámara se iluminó con una luz rojiza, y el aire se volvió espeso y pesado, como si el mismo suelo estuviera retumbando bajo sus patas.
—Rápido, ¡tómalos!—gritó Spitfire, extendiendo su pata hacia el libro.
En un instante, la sala se iluminó con magia oscura, y figuras espectrales comenzaron a materializarse desde las paredes, atacando a los tres con velocidad sobrenatural. Flash, con un rápido movimiento, desvió un hechizo que casi lo golpea, mientras Soarin se lanzó hacia uno de los espectros, pateándolo con fuerza.
Pero era claro que no podrían luchar con esas entidades por mucho tiempo. El tiempo apremiaba.
—¡Ya!—gritó Flash, mientras Spitfire, con un rápido giro, logró tomar el Codex Arcano en sus patas.
Con el libro en su poder, el grupo se lanzó hacia la salida, pero el eco de la magia oscura los perseguía. La misión apenas comenzaba, y sabían que lo más difícil estaba por venir.
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La huida de la fortaleza no fue tan limpia como esperaban. Aunque habían logrado tomar el Codex Arcano, el peso de la misión no les permitía relajarse ni un solo segundo. Cada paso que daban hacia la salida parecía más pesado que el anterior, y los ecos de las fuerzas oscuras que habían desatado comenzaban a retumbar en sus oídos, como si las mismas paredes quisieran devorarlos.
Mientras corrían a través de los pasillos, Spitfire tomaba la delantera, su agilidad y rapidez evidentes en cada movimiento. Flash y Soarin la seguían de cerca, pero las tensiones que se habían ido acumulando durante el viaje ya comenzaban a aflorar.
—¡Apúrense!—gritó Spitfire sin mirar atrás. Su tono era tajante, impaciente. —Si no nos damos prisa, no saldremos vivos de aquí.
Soarin resopló, molesto por la forma en que Spitfire los trataba, como si fuera la única que sabía cómo hacer las cosas bien.
—No es necesario que grites, ¿sabías?—dijo, alzando la voz un poco más de lo necesario. —Estamos corriendo tan rápido como podemos.
Flash los observó, sabiendo que las fricciones entre sus compañeros no solo estaban por debajo de la superficie, sino que comenzaban a salir a la luz. Spitfire, con su actitud desafiante y dominante, y Soarin, con su temperamento impetuoso, chocaban constantemente.
—¡No es momento para peleas!—intervino Flash, intentando calmar los ánimos. —Tenemos que centrarnos en salir de aquí antes de que Sombra nos envíe más problemas. Luego nos peleamos.
Pero Spitfire no parecía dispuesta a ceder. Miró de reojo a Soarin, su mirada afilada.
—No estoy gritando, simplemente estoy siendo realista. No puedo perder tiempo con incompetentes. Si no sabes cómo hacer tu parte, mejor apártate—respondió con un tono ácido.
Soarin apretó los dientes, sintiendo cómo su paciencia se desbordaba.
—¿Incompetente?—repitió, entrecerrando los ojos. —Tal vez si dejaras de hacer todo por tu cuenta, podríamos trabajar mejor como equipo. Pero claro, es más fácil señalar a los demás, ¿verdad?
Flash sintió la tensión aumentar entre los dos. Sabía que no podían permitirse pelear, pero también entendía que ambos tenían sus egos y una historia difícil. Sin embargo, en ese momento, una pelea era lo último que necesitaban.
—¡Basta!—gritó Flash, deteniéndose bruscamente en medio del pasillo. —¿De qué sirve discutir ahora? ¡Estamos en medio de una misión peligrosa! Si seguimos peleando, ni siquiera llegaremos a la salida. ¿Lo entienden?
Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirándose entre sí con resentimiento latente, pero el peso de la situación los hizo callar. Spitfire se pasó una pata por la frente, como si se estuviera controlando.
—Tienes razón—dijo finalmente, aunque con un tono que denotaba que no le agradaba admitirlo—. Pero no me pidas que confíe en alguien que no sabe lo que hace.
Soarin la fulminó con la mirada.
—¿Sabes qué? Tal vez debería irme y dejar que tú lo hagas todo, como siempre. Pero te voy a recordar algo: si no fuera por mí, este robo nunca habría sucedido. No olvides que te ayudé a entrar en la fortaleza.
Spitfire se giró bruscamente, con los ojos brillando de furia.
—¡Tú!—comenzó, su voz bajando de tono pero cargada de ira—. ¿Me estás diciendo que si no fuera por ti? ¡Yo te metí en esto! No me hagas creer que todo ha sido gracias a ti. Tú solo estás aquí porque Sombra me lo ordenó, y yo soy la que ha sacado las castañas del fuego en cada paso de este plan.
Flash respiró profundamente, sintiendo cómo el ambiente se volvía aún más denso. No podía dejar que se destruyeran entre sí. Si no se calmaran, el éxito de su misión estaría en juego.
—¡Basta!—dijo Flash nuevamente, su voz llena de autoridad. —Aquí no se trata de quién hizo qué. Todos tenemos algo que aportar. Si no dejamos de pelear, nos matarán antes de llegar a la salida.
Ambos se quedaron en silencio, las palabras de Flash calando profundamente en su consciencia. Spitfire desvió la mirada, claramente molesta, pero no respondió. Soarin también calló, cruzando los brazos con frustración.
El ambiente se llenó de un silencio tenso mientras continuaban avanzando, esta vez sin intercambiar palabras. Flash sabía que las tensiones seguían presentes, pero esperaba que, al menos por el momento, pudieran enfocarse en su escape. El Codex Arcano pesaba en su mochila, y con él, la posibilidad de cambiar el curso de la misión, pero también la amenaza de que, si fallaban, sus vidas estarían en peligro.
Finalmente, llegaron a la salida de la fortaleza, pero el camino hacia la seguridad aún estaba lejos. Habían tenido suerte de evitar las patrullas que ahora rondaban la zona, pero sabían que el verdadero peligro no estaba detrás de ellos, sino por delante.
—Nos queda un largo camino—dijo Spitfire, su tono más frío y controlado ahora. Aunque la tensión entre ellos seguía latente, era evidente que se daba cuenta de que no podían continuar con los conflictos.
Soarin no respondió, pero el hecho de que al menos dejara de provocar a Spitfire le dio un respiro.
Flash, al ver que la situación se calmaba, se permitió un suspiro de alivio. Sabía que la misión no solo sería peligrosa por las fuerzas que perseguían su objetivo, sino también por las diferencias dentro de su propio equipo. Pero, al menos por ahora, tenían un objetivo común.
La travesía estaba lejos de terminar, y la relación entre los tres seguiría siendo un campo minado. Pero la supervivencia y el robo de la corona de la Princesa Twilight Sparkle dependían de algo más que solo sus habilidades: dependían de su capacidad para trabajar juntos, a pesar de sus diferencias.
Mientras caminaban a través de la noche, Flash no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más podrían mantener la tensión bajo control. Sabía que cualquier grieta en su equipo podría significar el fin de todo. Y lo peor de todo era que, al final, ni siquiera podía estar seguro de en quién confiar por completo.
-Brightss Sentry
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