El Juego de la Información
El castillo de Canterlot siempre había sido un laberinto de pasillos interminables, puertas escondidas y habitaciones misteriosas. Flash lo sabía, lo había recorrido muchas veces en su tiempo como parte de la Guardia Real, pero ahora, algo en él se había transformado. Ya no era solo un soldado de la guardia; ahora tenía un propósito más grande: obtener información sobre la Cámara de las Estrellas.
La Cámara, un lugar de gran poder mágico y secreto, era la clave para conseguir lo que Sombra quería. Flash había oído rumores, susurros entre los sirvientes y guardias, pero nunca había sido lo suficientemente cercano a nadie para obtener detalles claros. Ahora, con la confianza de Twilight, su misión era obtener lo que necesitaba sin levantar sospechas.
Esa tarde, mientras la mayoría de los residentes del castillo estaban ocupados en las ceremonias y reuniones, Flash aprovechó para actuar. Afortunadamente, había aprendido cómo moverse por el castillo sin llamar la atención. Su uniforme de la Guardia Real, el cual seguía siendo parte de su fachada, le otorgaba acceso a casi cualquier lugar.
Se dirigió primero a la biblioteca, un vasto salón lleno de libros antiguos y pergaminos. Los estantes llegaban hasta el techo, y el aire estaba impregnado de polvo. Flash había pasado horas aquí antes, hojeando libros sobre historia, magia y política, pero nunca sobre la Cámara de las Estrellas. Estaba claro que la información sobre el lugar debía ser protegida celosamente.
Con una expresión determinada, comenzó a buscar entre los estantes, sus ojos recorriendo los títulos de los libros. Buscó en los volúmenes que trataban sobre historia mágica, luego en los registros de la realeza. Si había algo sobre la cámara, estaba seguro de que sería en estos libros.
Al encontrar un volumen titulado "Magia Antigua y los Secretos de Equestria", Flash lo abrió con cautela. A medida que hojeaba las páginas, encontró algo que le llamó la atención: una mención vaga a una "cámara oculta" dentro del castillo, protegida por magia ancestral. La descripción era imprecisa, pero la referencia le confirmó lo que había sospechado: la cámara existía, y era aún más secreta de lo que había imaginado.
Sin embargo, no había detalles específicos sobre cómo entrar o dónde se encontraba exactamente. Eso era lo que más necesitaba saber.
Flash dejó el libro en la mesa y caminó por la biblioteca, su mente corriendo con ideas. Sabía que no podía simplemente seguir buscando de esta manera, especialmente porque la biblioteca era un lugar donde los sirvientes y miembros de la corte se pasaban de vez en cuando. Necesitaba algo más directo, algo que le diera acceso a información más confiable.
Se dirigió al ala de oficinas administrativas, donde los informes y registros de la realeza se almacenaban. Había un grupo de empleados que trabajaban allí, pero Flash había sido entrenado en mantener un perfil bajo. Usó su uniforme para mezclarse con ellos y empezó a husmear entre los papeles, revisando los informes sobre las construcciones del castillo, las reformas que se habían hecho a lo largo de los años y cualquier documento que pudiera contener pistas.
Después de un rato, encontró lo que estaba buscando. Un antiguo plano del castillo que mostraba la estructura subterránea. Entre los detalles, se encontraba una sección marcada como "Área Restringida". Flash frunció el ceño al ver esa marca. Había una posibilidad de que esa área estuviera relacionada con la Cámara de las Estrellas.
Antes de que pudiera estudiar más a fondo el mapa, la puerta se abrió de repente y uno de los sirvientes entró, saludando a Flash con una reverencia.
—Sr. Flash, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó, con una mirada curiosa.
Flash se enderezó rápidamente, asegurándose de que su rostro no mostrara ninguna expresión extraña. No podía arriesgarse a ser descubierto.
—Nada, solo estoy revisando algunos documentos antiguos —respondió con una sonrisa, dejando el mapa rápidamente en el escritorio. —El castillo tiene tanta historia, ¿verdad?
El sirviente asintió, aparentemente sin sospechar nada. Flash aprovechó la oportunidad para retirarse con calma, dejando atrás el mapa y los documentos, pero su mente ya había dado un paso más cerca de lo que necesitaba. La zona subterránea... era un punto de interés al que tendría que regresar.
Esa noche, cuando todos estaban reunidos en los banquetes, Flash decidió actuar nuevamente. Caminó hacia los pasillos inferiores, donde se encontraba la entrada a los niveles subterráneos del castillo. Sabía que solo tendría una oportunidad para investigar sin ser visto, y aprovechó el momento justo cuando la mayoría de los guardias estaban fuera de servicio.
Con un gesto hábil, Flash se desvió por un pasillo oscuro y encontró una puerta secreta que nunca antes había notado. El candado estaba cubierto por años de polvo, y no parecía que alguien lo hubiera tocado en mucho tiempo. Sin embargo, la curiosidad de Flash lo impulsó a intentar abrirla.
Usó una ganzúa, una herramienta pequeña que había aprendido a manejar con destreza, y poco después la puerta cedió. Adentro, las paredes estaban cubiertas por inscripciones antiguas que brillaban tenuemente con una luz mágica. El aire estaba impregnado de misterio.
Al fondo, vio lo que parecía un pedestal. Y sobre él, una pequeña caja que destilaba una energía tan potente que sentía como si la habitación misma respirara con ella.
Era claro que esa caja, o lo que estuviera dentro, era algo importante. Y al fin, Flash se encontraba más cerca que nunca de la Cámara de las Estrellas. Pero algo le decía que las piezas del rompecabezas estaban más complicadas de lo que había anticipado.
A pesar de la emoción por el progreso, una sensación extraña se instaló en su pecho. Si quería continuar con este juego, tendría que jugar con más cautela, o podría perder algo mucho más grande que solo un objetivo.
Flash retrocedió lentamente, sus ojos nunca apartándose de la caja en el pedestal. El aire alrededor de la habitación estaba impregnado de una energía mágica palpable, y algo en su interior le decía que lo que había encontrado no era simplemente una reliquia. Era más, mucho más. Si de verdad estaba cerca de la Cámara de las Estrellas, sabía que tendría que actuar con extrema precaución.
La puerta secreta se cerró tras él con un suave crujido, y Flash se quedó un momento en el pasillo oscuro, dejando que su respiración se calmara. Estaba solo, pero el peso de lo que había descubierto comenzaba a sentirse más pesado que cualquier misión que hubiera tenido hasta ahora. La caja podría ser la clave para todo, pero ahora, lo que más necesitaba era encontrar la manera de desactivar las barreras mágicas que protegían la cámara, o arriesgarse a quedar atrapado en una trampa mortal.
Decidió regresar al ala norte del castillo, donde sabía que nadie sospecharía de él, y sentarse a reflexionar sobre los próximos pasos. A medida que se dirigía hacia su habitación, algo en su mente comenzó a dar vueltas: Twilight. Desde que había comenzado a pasar más tiempo con ella, su relación se había vuelto cada vez más compleja. Había logrado ganarse su confianza, pero a medida que se acercaba más, su lealtad se dividía entre su deber con Sombra y su creciente afecto por la princesa. Si quería seguir adelante con su misión y no perderse en sus propios sentimientos, tendría que mantener su enfoque.
Al llegar a su habitación, Flash dejó que su mente vagara un momento mientras se quitaba la armadura. Un suave golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—¿Flash? —la voz de Twilight llegó suave, aunque con una claridad inconfundible.
Flash levantó la vista rápidamente, sorprendido por su presencia. ¿Qué hacía ella aquí? No esperaba verla fuera del palacio tan tarde.
—¿Twilight? —respondió, poniéndose de pie. —¿Pasa algo?
Ella parecía un poco nerviosa, y Flash notó que sus ojos brillaban de una forma distinta a la habitual, como si estuviera buscando algo más allá de lo evidente.
—Solo... quería saber si te encuentras bien —dijo Twilight, dudando al principio pero finalmente dando un paso hacia él. —Te vi un poco distraído durante la reunión de hoy. No te he visto tan concentrado en los últimos días.
Flash intentó sonreírle con calma, pero algo dentro de él se estremeció al ver la preocupación en su rostro. Ella siempre parecía tan distante, tan segura de sí misma, pero en ese momento estaba abierta, vulnerable.
—Estoy bien, solo... descansando —respondió Flash, sin querer revelarle lo que realmente estaba pasando. No podía involucrarla en sus propios problemas. —Solo... ha sido un día largo.
Twilight no pareció convencida, pero decidió no insistir. En su lugar, observó con atención a Flash por un largo momento, como si estuviera tratando de leerlo. Él, que solía ser tan hábil en las mentiras y en la manipulación, ahora se sentía incómodo bajo su mirada.
—¿Sabes? —dijo Twilight, rompiendo el silencio. —Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo. No... no me gusta verte preocupado.
Flash no pudo evitar sonreír, aunque algo en su pecho le dolió al escuchar esas palabras. No me gusta verte preocupado. Había algo en ellas que lo tocó profundamente.
—Gracias, Twilight. —dijo, acercándose un paso más hacia ella. —De verdad aprecio todo lo que has hecho por mí. A veces, siento que... te debo algo.
Twilight levantó una ceja, claramente confundida.
—¿Te debo algo? ¿De qué hablas, Flash?
Él, en ese momento, sintió una oleada de sinceridad. No podía seguir guardando todo lo que sentía por dentro. No podía seguir actuando como si nada hubiera cambiado entre ellos.
—Es solo que... nunca me he sentido tan... entendido como cuando estoy contigo. —Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas. —A veces siento que tú... me ves más allá de lo que soy.
Twilight se quedó en silencio, y por un momento, Flash pensó que había dicho demasiado. Sus ojos no se apartaban de él, pero no parecía molesta. En realidad, algo en su mirada había suavizado.
—Yo... —comenzó Twilight, sus palabras un poco vacilantes. —Nunca he sido muy buena para relacionarme con los demás, Flash. Pero contigo... siento que es diferente.
Flash dio un paso más cerca, tan cerca que podía escuchar la respiración de Twilight, su fragancia suave mezclándose con la frescura de la noche que se colaba por la ventana.
—¿Es diferente? —repitió él, sus labios curvándose en una sonrisa. —¿Por qué?
Twilight lo miró de nuevo, y por un segundo, todo pareció en suspenso. Ella se inclinó ligeramente hacia él, como si fuera a decir algo más, pero sus palabras se desvanecieron en el aire.
Fue entonces cuando, sin previo aviso, Flash dio un paso adelante y rozó suavemente su rostro con la mano, casi de manera instintiva. Twilight se congeló por un instante, sin saber cómo reaccionar. Pero, en lugar de apartarse, dejó que su mirada se suavizara.
—Flash... —susurró Twilight, su voz baja y cargada de una emoción difícil de describir.
Flash se inclinó hacia ella, sus ojos buscando los de ella con una intensidad que nunca había sentido antes. Por un momento, todo parecía desaparecer, solo quedando la conexión que compartían.
Y entonces, lo hizo. Con una suavidad que sorprendió incluso a él mismo, rozó sus labios contra los de ella, robándole un beso breve, casi furtivo. Cuando se separaron, ambos respiraban entrecortados, como si el mundo entero hubiera estado esperando ese instante.
Twilight lo miró fijamente, como si no pudiera creer lo que acababa de suceder. Flash, en cambio, la observaba con una mezcla de satisfacción y nerviosismo.
—Eso... —dijo, sonriendo de manera tranquila pero con una chispa de picardía en sus ojos— fue un buen comienzo.
Twilight, con la cara sonrojada, finalmente rompió el silencio.
—Flash... —su voz era suave, pero había algo en ella que le dijo a Flash que todo estaba cambiando entre ellos.
La habitación estaba impregnada de una quietud palpable, el aire que antes se había sentido fresco ahora parecía cargado de algo más. Flash y Twilight se miraban con intensidad, ambos respirando un poco más rápido que de costumbre, como si el simple contacto de sus labios hubiera alterado algo en su interior. La luz tenue de la luna que entraba por la ventana iluminaba sus rostros, creando una atmósfera aún más íntima.
Twilight estaba en silencio, los ojos un poco más grandes de lo normal, como si estuviera tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. Flash, por su parte, sentía una mezcla de nerviosismo y satisfacción. Había sido impulsivo, pero al mismo tiempo, en lo más profundo de su ser, sentía que no había sido un error.
—¿Estás bien? —preguntó Flash, su voz más suave que nunca, intentando romper el silencio que los envolvía.
Twilight lo miró por un momento antes de dejar escapar una ligera risa nerviosa, algo que no era común en ella. Era una risa suave, un poco asombrada, pero también algo relajada. La tensión que había notado en ella durante todos esos días parecía disiparse, aunque solo fuera por un momento.
—Sí, supongo que... eso fue inesperado —respondió Twilight, con una ligera sonrisa en sus labios, casi como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas. Su rostro seguía ligeramente sonrojado, pero algo en su expresión indicaba que no estaba molesta. Era como si estuviera comenzando a ver a Flash de una manera completamente nueva.
Flash, al notar la suavidad en su respuesta, se sintió aún más atraído por ella. No podía negar lo que sentía, y por un instante, todo lo demás se desvaneció. La misión, el peso de sus secretos, todo quedó en segundo plano mientras se acercaba un poco más a Twilight.
—Nunca pensé que dirías eso —dijo Flash con una sonrisa pícara, pero esta vez, había una ternura detrás de su tono, algo más genuino.
Twilight, al ver la forma en que lo miraba, se sintió un poco más relajada. La cercanía entre ellos había cambiado, algo dentro de ella había comenzado a abrirse de manera que no esperaba.
—¿Por qué no? —respondió ella, su voz casi un susurro, mientras sus ojos se encontraban con los de Flash. Había una chispa de curiosidad en ella, algo que le daba una sensación de vulnerabilidad, pero no estaba dispuesta a alejarse.
Flash dio un paso más cerca, sus dedos tocando suavemente la palma de su mano, sin prisa pero con una firmeza que transmitía una confianza en sí mismo que no siempre mostraba. Twilight lo miraba, buscando algo en su expresión que no podía identificar.
—Porque pensé que tú... —comenzó Flash, su respiración un poco entrecortada, pero con el corazón latiendo fuerte. —Pensé que tú no permitirías algo así.
Twilight levantó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de incertidumbre y una extraña emoción que no sabía cómo procesar.
—No permití... —susurró, y por un momento, Flash pensó que podría no haber escuchado bien. Pero entonces, ella continuó—. No lo permití, pero no lo rechacé, ¿verdad?
Flash sonrió ante esas palabras, su mirada profundamente fija en la de ella. Era una respuesta tan inesperada que casi no podía creerlo.
—No, no lo rechazaste —dijo, esta vez acercándose más, sus rostros tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. —Y eso me hace pensar que tal vez... solo tal vez, tú y yo... podríamos estar comenzando algo mucho más grande de lo que imaginábamos.
Twilight no dijo nada, pero en sus ojos brillaba algo más que curiosidad. Era una mezcla de algo más profundo, una emoción que no se permitía sentir con frecuencia. Flash, al verla así, ya no tenía miedo. El temor de perderse en sus propios sentimientos había desaparecido, y en su lugar, había un deseo de saber más, de estar más cerca de ella.
—Flash... —su voz era baja, pero contenía una vulnerabilidad que rara vez dejaba salir. —Hay muchas cosas que aún no sé... de mí misma, de ti... de todo esto.
Flash asintió, pero en lugar de hablar, simplemente la miró, entendiendo lo que no decía. No necesitaba apurarla ni presionarla. No ahora, no cuando sabía que había algo más en juego, algo que los dos compartían y que no se podía forzar.
Se inclinó lentamente, como si la atracción entre ellos los hubiera llevado a este momento. Twilight, por su parte, no retrocedió. En lugar de eso, cerró los ojos lentamente, permitiendo que sus labios se encontraran nuevamente en un beso suave, lleno de todo lo que aún no se había dicho, pero que estaba ahí, sin palabras.
El beso fue un susurro de promesas, de una conexión que ninguno de los dos entendía por completo, pero que sentían con una claridad absoluta. Fue lento y lleno de una intensidad que no requería prisa. Era el comienzo de algo nuevo, algo que ninguno de los dos podría prever, pero que de alguna manera sabían que ya no podían ignorar.
Cuando se separaron, sus respiraciones entrecortadas se mezclaron con el silencio de la habitación. Twilight lo miró una vez más, esta vez con una suavidad en sus ojos que Flash nunca había visto antes.
—Flash... no sé qué hacer con esto —dijo, pero su voz era suave, sincera.
Flash sonrió, su mirada llena de comprensión.
—No tienes que hacer nada ahora. —respondió él con una sonrisa tranquila. —Solo tienes que saber que estoy aquí. Y que, por alguna razón que no entiendo, quiero estar cerca de ti, aunque todo esto sea complicado.
Twilight asintió, sin palabras, pero en su rostro se reflejaba una mezcla de emociones que aún no había procesado completamente. Pero había algo en ella que ya no podía negar. Algo en su corazón que comenzaba a latir de una manera diferente cuando estaba cerca de él.
—Yo también... quiero estar cerca de ti. —dijo al final, sus palabras tan suaves como el susurro del viento en la noche.
Y, por un instante, todo lo demás desapareció. Solo quedaba el uno al otro, en ese momento suspendido, con el mundo en silencio a su alrededor.
El silencio en la habitación parecía envolverlos, como una manta que los mantenía a salvo del mundo exterior. Flash y Twilight estaban más cerca que nunca, los corazones de ambos latiendo con un ritmo sincronizado, aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a reconocerlo abiertamente. La atmósfera estaba impregnada de algo inquebrantable, algo que los conectaba de una manera que ni siquiera ellos podían comprender.
Flash se quedó mirando a Twilight por un momento, la luz suave de la luna resaltaba sus ojos, dándoles un brillo especial. Se acercó más a ella, su aliento acariciando su rostro, y sin decir palabra alguna, tocó suavemente su mejilla. Twilight cerró los ojos por un segundo, como si quisiera sentir el momento sin dejar que las palabras lo interrumpieran.
—Twilight... —dijo Flash, su voz baja, pero llena de una intensidad que no había mostrado antes—. No puedo dejar de pensar en ti. Cada vez que te miro, me doy cuenta de que hay algo en ti que no puedo explicar. Algo que me atrae, algo que me hace querer estar aquí, cerca de ti, sin importar lo que pase después.
Twilight abrió los ojos lentamente, sintiendo la sinceridad en sus palabras. Su mirada encontró la de Flash, profunda y directa, como si estuviera buscando la verdad en su alma.
—Flash, tú... —ella empezó, pero su voz se desvaneció, incapaz de continuar mientras sentía la cercanía de él. Sus corazones parecían hablar en un lenguaje que ninguno de los dos entendía por completo, pero que ambos sentían profundamente.
Sin pensar, Flash se inclinó hacia ella, sus labios acercándose a los de Twilight con una lentitud calculada, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Twilight no se apartó. En cambio, cerró los ojos y, con una leve sonrisa, dejó que sus labios se encontraran, primero suavemente, como un suspiro compartido, y luego con más urgencia, como si el mundo entero hubiera desaparecido.
El beso creció en intensidad, y Flash, incapaz de controlar el deseo que lo invadía, la sostuvo por la cintura, atrayéndola más cerca de él. Twilight se dejó llevar, su respiración acelerándose mientras sentía el calor de su cuerpo contra el suyo. Su mente estaba en caos, pero en ese caos, había algo que la hacía sentir viva, algo que la hacía querer seguir, querer explorar más de lo que comenzaba a brotar entre ellos.
—No sé qué estás haciendo conmigo, Flash... —dijo Twilight entre susurros cuando sus labios se separaron, su voz temblorosa, pero no por miedo. Era una mezcla de asombro y algo más profundo, algo que no estaba dispuesta a admitir aún, pero que lo sentía en su interior.
Flash la miró intensamente, acariciando su rostro con una mano, como si quisiera que sus palabras llegaran hasta su alma.
—Lo que estoy haciendo es lo que siempre quise... —dijo en un tono suave, casi como una confesión—. Estoy queriendo ser parte de ti. No solo por lo que eres como princesa, sino por lo que eres como persona. Cada vez que te miro, me doy cuenta de que hay algo en ti que me completa, que me hace querer más, siempre más.
Twilight, aunque no lo admitiera en voz alta, sentía una oleada de emociones que la sobrecogían. Nunca había estado tan cerca de alguien de esa manera, nunca había sentido un deseo tan intenso de entregarse sin reservas. Pero en su mente, había una parte de ella que trataba de mantenerse alejada, tratando de no perderse en algo que, a su juicio, era un lujo que no podía permitirse.
—Flash... —dijo ella, su voz apenas un susurro—. Yo... yo también siento algo. Pero... esto es complicado. No puedo dejar que las cosas entre nosotros sean solo un juego. No puedo dejar que me arrastre la corriente sin pensar en lo que estoy haciendo.
Flash suspiró suavemente, entendiendo las dudas que atravesaban su mente, pero no podía dejar que eso lo detuviera. No ahora, no cuando estaba tan cerca de lo que había estado buscando toda su vida.
—No estoy jugando, Twilight. —respondió con firmeza, tocando suavemente su cuello, donde su piel aún vibraba con el calor de su cercanía—. Si algo he aprendido de todo esto, es que cuando encuentras algo que realmente importa, no puedes dejarlo ir. Y tú eres eso para mí.
Twilight miró su rostro, sus ojos tan intensos que parecía que podía leerle el alma. No era solo la cercanía física lo que la conmovía, sino la sinceridad detrás de sus palabras. Era un sentimiento que comenzaba a brotar en su propio corazón, aunque no quería aceptarlo.
—Flash... —susurró ella, y antes de que pudiera continuar, sus labios se encontraron nuevamente, esta vez con más pasión, con más necesidad. Como si ambos supieran que ya no había marcha atrás, que sus corazones ya se habían entregado el uno al otro, sin reservas.
El beso fue más profundo, más largo, como si el mundo entero hubiera desaparecido y solo quedaran ellos dos, atrapados en ese momento eterno. Twilight, por fin, se entregó por completo, sintiendo la conexión que había estado resistiendo, pero que ya no podía ignorar.
Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando pesadamente, sus frentes tocándose suavemente, compartiendo la misma energía, la misma emoción que había fluido entre ellos. Flash sonrió, sus ojos brillando con una satisfacción que nunca había sentido antes.
—No tienes que decir nada más, Twilight. —dijo suavemente, acariciando su rostro con ternura—. Sé lo que sientes. Y, sea lo que sea lo que pase después, solo quiero que sepas que estaré aquí para ti. Siempre.
Twilight, mirando a Flash con una mezcla de emociones que aún no podía entender completamente, asintió lentamente. En ese momento, supo que no podía negar lo que estaba pasando entre ellos. Algo real, algo profundo.
—Yo también... quiero estar aquí contigo, Flash. —respondió, con una sonrisa que no había mostrado en mucho tiempo, una sonrisa que hablaba de todo lo que había estado guardando en su corazón.
Y en ese instante, bajo la luz suave de la luna, todo lo demás parecía irrelevante. Lo único que importaba era que, por fin, se habían encontrado el uno al otro, sin importar lo que el futuro pudiera traer.
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El castillo de Canterlot estaba tranquilo esa noche, la luna llena iluminaba las torres, arrojando sombras alargadas en los pasillos. Dentro de una de las habitaciones, Flash y Twilight se encontraban sentados cerca de una ventana, observando el cielo estrellado. Habían pasado muchas horas juntos, pero algo en el aire había cambiado. Twilight, por un lado, estaba cómoda, disfrutando de la compañía de Flash, pero la curiosidad sobre su misión seguía ardiendo en el fondo de su mente.
Flash no podía dejar de observarla, cómo sus ojos brillaban al reflejar la luz de las estrellas, cómo su voz sonaba suave pero segura cada vez que hablaba. Aunque su misión estaba clara, había algo en él que no podía negar: cada vez que estaba cerca de Twilight, sentía que había algo más entre ellos que solo una simple conexión. Pero no podía permitirse distraerse de lo que realmente debía hacer.
—¿Sabes, Twilight? —comenzó Flash con una sonrisa traviesa, pero sutil, como si buscara abrir un tema ligero—. Las estrellas siempre me han fascinado. Quiero decir, ¿quién no se ha sentido pequeño al mirarlas? Como si todo lo que estamos haciendo aquí fuera solo un suspiro en la vastedad del universo.
Twilight miró a Flash, intrigada por su tono, pero sin dar demasiada importancia a sus palabras. Sin embargo, no pudo evitar sonreír ante la forma en que Flash siempre lograba hacerla pensar en cosas más profundas de lo que estaba acostumbrada.
—Es cierto —respondió Twilight, mirando hacia el cielo—. Cada estrella parece contar una historia diferente, como si estuvieran allí para guiarnos de alguna forma. Algunas de ellas ni siquiera existen ya, pero la luz de su existencia sigue viajando hasta nuestros ojos. Es algo hermoso, ¿no?
Flash asintió lentamente, dejando que la conversación se desarrollara mientras observaba las estrellas. Esta era su oportunidad, su forma de acercarse al tema sin levantar sospechas. Tenía que ser cuidadoso.
—Eso me hace pensar —dijo él, girando hacia ella, su tono aún suave y casual—. Si existiera un lugar, un sitio donde las estrellas se sienten más cerca, más... accesibles, ¿crees que cambiaría nuestra perspectiva sobre todo lo que conocemos? Como si pudieras tocar esas historias, descubrir secretos olvidados.
Twilight frunció ligeramente el ceño, sin darse cuenta de que Flash estaba, en realidad, tratando de sondear más sobre un tema mucho más específico. No era la primera vez que hablaban de temas abstractos, pero había algo en su voz que le parecía un tanto... diferente.
—Supongo que si existiera un lugar así —dijo Twilight pensativa—, sería un lugar muy especial. Tal vez solo unos pocos lo conocerían, o tal vez ni siquiera estaría en este mundo, sino en algo más allá. Como... un lugar guardado en algún rincón secreto, reservado para aquellos que están destinados a encontrarlo.
Flash observó su reacción, su mente trabajando rápidamente. Esa era la respuesta que esperaba. Un rincón secreto. Ese rincón era justamente lo que buscaba. La Cámara de las Estrellas.
—Es curioso —comentó Flash, su voz aún suave, casi como un susurro—. A veces, cuando algo es tan valioso, no se guarda en un lugar común. Se esconde, se pone bajo llave, como si el universo estuviera esperando que alguien digno lo descubra. Tal vez incluso entre las sombras del castillo, o en algún lugar que solo unos pocos saben cómo llegar.
Twilight lo miró con una mezcla de interés y confusión. Estaba claro que Flash hablaba de algo en específico, pero ella no podía ver el objetivo de su conversación. Sin embargo, algo en su tono la hacía sentir que había algo más.
—Tal vez —respondió Twilight, sin querer profundizar demasiado en el tema, sin saber si realmente quería saber más—. Pero, ¿qué te hace pensar que ese tipo de lugares existen aquí, en el castillo? ¿No es más bien una historia de cuentos, algo que solo encontrarías en libros antiguos?
Flash sonrió con suavidad, levantándose de su asiento para acercarse a la ventana. Observó las estrellas nuevamente, buscando una forma de sembrar una duda más en su mente.
—Quién sabe —dijo con una ligera risa—. Las leyendas siempre tienen algo de verdad, ¿no? Quizás esas historias nos sirven para prepararnos para lo que está por venir. Y quién sabe, tal vez... algunos de nosotros tengamos una historia que contar en algún lugar escondido entre las estrellas.
Twilight se quedó en silencio, sin saber si debía seguir indagando o si simplemente dejarlo pasar. Pero había algo en su mirada, algo en la forma en que habló, que la hizo sentir que Flash no estaba hablando solo de leyendas. Había algo más profundo, algo que él intentaba comunicar sin ser directo.
—Lo cierto es que las estrellas siempre han tenido algo que ver con nuestra historia, ¿verdad? —dijo ella, como si tratara de cambiar el enfoque de la conversación. Pero en su interior, algo había despertado, algo que la impulsaba a preguntarse más.
Flash la miró con una sonrisa enigmática, sabiendo que había plantado una semilla, aunque no sabía si la princesita curiosa se atrevería a seguir el rastro de esas palabras.
—Tal vez, un día, descubras algo que te sorprenda, Twilight. Algo que te haga ver las estrellas de una manera completamente nueva. —dijo, y dejó que el aire entre ellos se llenara de esa tensión apenas visible, como una promesa no dicha.
Twilight lo observó por un momento, sintiendo que algo cambiaba en su interior, aunque no podía precisar qué era. Flash había hablado de la Cámara de las Estrellas de una manera tan natural, tan convincente, que no podía evitar preguntarse si había más en esa conversación de lo que él había dejado ver.
Pero, por ahora, dejó la pregunta sin respuesta, aunque en su mente la duda seguía creciendo. ¿Qué sabía Flash de verdad sobre las estrellas y esos secretos guardados?
La noche continuó su curso mientras Flash y Twilight se quedaban en silencio, ambos mirando las estrellas, pero con pensamientos diferentes. La conversación había dejado una sensación extraña en el aire, como si las palabras no dichas flotaran entre ellos, esperando a ser descubiertas. Twilight, como siempre, se sentía incómoda con la incertidumbre, pero al mismo tiempo había algo en Flash que la atraía, algo que la hacía querer conocer más, aunque su mente seguía resistiéndose a ello.
Flash sabía que había dado un paso más hacia su objetivo, pero también sentía la tensión de estar jugando con fuego. No podía dejar de lado lo que su misión requería, aunque cada vez le costaba más mantener su fachada. Había algo en Twilight que lo mantenía atado, algo que, a pesar de todo, le importaba. Y eso lo ponía en conflicto.
—Las estrellas... —dijo Twilight, interrumpiendo el silencio con un tono pensativo—. A veces siento que me muestran algo más, algo que no puedo ver. Es extraño, pero desde que era pequeña, siempre he creído que hay algo en ellas, algo que conecta todo lo que somos.
Flash la miró de reojo, sin decir una palabra, solo asintiendo levemente. Sus palabras eran más que una simple reflexión sobre el cielo, era como si estuviera compartiendo una parte de sí misma que rara vez dejaba ver.
—Es como si... —continuó Twilight, mirando las estrellas con una leve sonrisa—. Como si cada una de ellas tuviera un propósito, y nosotros fuéramos solo un pequeño fragmento de algo mucho más grande. Tal vez por eso me esfuerzo tanto por ser la mejor. Tal vez las estrellas esperan algo de mí, o eso me gusta pensar.
Flash sintió una punzada en el pecho. Sabía que estaba hablando de algo más profundo que lo que decía. Twilight se esforzaba no solo por su reino, sino por ella misma. Había sufrido mucho para llegar hasta donde estaba, y aunque sus palabras eran de esperanza, también llevaban el peso de la responsabilidad que cargaba. Era una joven fuerte, pero a la vez tan vulnerable en su interior.
—Nunca se sabe —dijo Flash, su tono más suave de lo habitual—. Tal vez no sea la mejor forma de verlo, pero creo que las estrellas, de alguna manera, eligen a quienes deben guiar. No tienes que ser perfecta, Twilight. Quizá lo que realmente necesitas es ser tú misma.
Twilight se giró lentamente hacia él, sorprendida por la sinceridad en su voz. Había algo en Flash que la hacía sentirse más ligera, menos preocupada por la carga que siempre llevaba. Como si en ese momento, por primera vez, pudiera soltarse un poco.
—Gracias —respondió en un susurro, sonriendo levemente.
El ambiente entre ellos había cambiado, se había vuelto más cálido, más cercano. Flash aprovechó ese momento para acercarse un poco más, su mirada fija en ella, y sin pensarlo mucho, le lanzó una sonrisa encantadora.
—Sabes, Twilight, con esas estrellas brillando, lo que me viene a la mente es que tal vez el destino ya nos ha hecho conectarnos. Al fin y al cabo, no todos tienen el privilegio de hablar sobre las estrellas con la princesa más inteligente y hermosa de Equestria.
Twilight lo miró con una mezcla de sorpresa y leve rubor. Por un instante, su barrera emocional parecía desmoronarse. Había algo en Flash que la hacía reír, que la hacía sentirse menos preocupada por todo lo que estaba en juego.
—Eres un... —comenzó a decir, pero su tono era más suave que de costumbre—. Muy atrevido, Flash.
Flash sonrió, acercándose un poco más y dejando que el aire entre ellos se cargara de esa energía juguetona que ambos compartían, a pesar de las circunstancias. Sabía que sus palabras no eran solo halagos vacíos, sino una forma de hacer que se relajara, de mostrarle que incluso en medio de los problemas, podía haber momentos ligeros.
—Solo lo suficientemente atrevido para robar un par de sonrisas de la princesa más brillante de todas.
Twilight no pudo evitar soltar una pequeña risa, una risa genuina que rara vez se veía en ella. Flash la estaba haciendo sentir más tranquila, más cercana a lo que alguna vez fue antes de todo el peso de su responsabilidad.
—No te hagas ilusiones, Flash. No soy tan fácil de convencer —respondió ella, aunque su tono ya no tenía la firmeza de antes.
Flash la miró a los ojos, viendo una mezcla de emoción y desafío en su mirada. Era un juego, uno que le encantaba jugar, pero también sabía que estaba tocando algo más profundo. No era solo una broma o un coqueteo. Había algo verdadero en la conexión que estaban construyendo, algo que ambos sabían que no podían ignorar.
—¿Quién dijo que lo estaba intentando? —respondió él con una sonrisa traviesa, pero sus ojos reflejaban algo más serio, algo que no había dicho en voz alta: la verdadera atracción que sentía por ella.
Twilight lo observó un momento más, el silencio entre ellos fue solo el preludio de lo que venía. No estaba segura de lo que realmente significaba todo esto, pero sabía que Flash había dejado una huella en ella, una huella que no podía ignorar.
Mientras las estrellas brillaban en el cielo, Flash y Twilight compartieron ese instante, una sensación de cercanía, de conexión que ninguno de los dos podría explicar por completo. Pero sabían que había algo más en juego entre ellos, algo que, con el tiempo, tal vez cambiaría todo lo que conocían.
-Brightss Sentry.
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