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ꜰᴀᴍɪʟɪᴀ ꜱɪʟᴠᴀ - ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ (1/2)

Ya lo sé... 

Esto debería funcionar. Solo necesito un poco de maná de la Zona Muerta; el de aquí es inútil, no está tan concentrado como debería. Detesto esta situación: tanto esfuerzo para nada. Espero que por fin lo consiga.

Maldita sea... No puedo fallar de nuevo. Cada intento fallido me acerca más al abismo. El tiempo se agota y la presión es insoportable. Si tan solo pudiera... No. No debo pensar así. Tengo que mantener la calma, concentrarme.

El maná de la Zona Muerta es mi última esperanza. Dicen que es peligroso, que corrompe el alma. Pero, ¿qué opción me queda? He llegado demasiado lejos para rendirme ahora.

¿Y si no funciona? 

¿Y si funciona, pero el precio es demasiado alto?

La matrona, ágil cual felina, se deslizó con una gracia innata hacia el regazo del muchacho, posándose en él con una naturalidad que desafiaba la lógica. Sus movimientos eran fluidos, casi hipnóticos, como si cada paso estuviera coreografiado por una fuerza invisible.

    — ¿Y... bien? —susurró al oído del joven, su cálido aliento envió múltiples ondas eléctricas a lo largo de su columna vertebral, lo que provoco que su corazón latiera con una intensidad abrumadora.

    — Acier... —murmuró él, de manera casi inaudible, perdido en la profundidad de los ojos de la mujer que lo hechizaba.

    — ¿Sí? —respondió Acier, con una voz que era pura seducción. Comenzó a balancear sus senos de un lado a otro, como si fueran dos péndulos que marcaban el ritmo de un reloj invisible—. ¿Quieres estas? —preguntó, con una sonrisa que prometía placeres inexplorados.

El chico, incapaz de resistirse ante la visión de aquellas montañas blancas, se dejó llevar por sus instintos más primitivos. Con una mezcla de deseo y adoración, pegó su boca al erecto pezón de la mujer, sintiendo el calor y la suavidad de su piel contra sus labios, lengua y dientes.

La pasión se respiraba, la tensión se segregaba. Asta comenzó a chupar aquel pezón que lo llamaba, Acier sentía su corazón latir de pura emoción, cada chupada del muchacho era una delicia para ambos.

Los largos y níveos brazos de Acier rodearon la fuerte espalda del muchacho, aferrándose a él con una mezcla de ternura y deseo, mientras este ultimo chupaba y chupaba, lo hacia con tal voracidad, que parecía que eso era lo último que haría en su vida. De la garganta de la mimada fémina emergían pequeños gemidos, que se hacían cada vez más fuertes, gemidos que acariciaban suavemente las orejas del chico.

Ambos estaban disfrutando del inicio de su encuentro carnal.

Pronto, los labios del chico se separaron, dejando los pechos de Acier brillosos, cubiertos por las babas que los recubrían, concentrando la mayoría de saliva fresca en el pezón erecto. Pero aquella separación no era un fin, sino un preludio a lo que estaba por venir.

¡Muac!

El sonido del beso que Acier le dio a Asta resonó en la habitación. Cuando se separaron, la matriarca de los Silva le dedicó una sonrisa seductora que hizo que el corazón del joven héroe se acelerara.

Sin prisa, Acier comenzó a revelarle el plan para salvar a la humanidad, intercalando sus palabras con suaves besos en sus labios, que dejaban a Asta sin aliento.

    — A partir de ahora -muac-, vivirás en el castillo —susurró la mujer contra sus labios—. Tendrás todas las comodidades -muac- y atenciones que mereces como -muac- el último hombre sobre la Tierra.

Asta asintió, perdido en la belleza que tenía frente a él. La piel de porcelana de Acier, sus ojos violetas oscuros y su cabello plateado que caía en cascada sobre sus hombros lo tenían completamente a su merced.

    — Cada día, mujeres de todo el reino vendrán al castillo —explicó mientras trazaba el contorno de los labios de Asta con un dedo—. Tendrás la oportunidad de escoger a las que más te gusten para procrear y asegurar el futuro de nuestra especie.

Asta tragó saliva, abrumado por la perspectiva de tener a tantas mujeres a su disposición. Y entonces asintió nuevamente, incapaz de formular palabras coherentes. Aunque en el fondo esa perspectiva le parecía lo mejor que le pudo haber pasado en la vida.

Acier se rió ante su reacción, sus risitas cristalinas llenaron la habitación.

    — Deberías haber visto a Noelle cuando discutíamos el plan —comentó entre risitas—. Casi lo cancela por completo. Estaba tan celosa y enfurruñada...

El cenizo no pudo evitar sonreír al imaginar a Noelle con su característico puchero, cruzada de brazos y lanzando miradas fulminantes a su alrededor. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por el suave toque de Acier en su mejilla.

Y entonces el chico, vislumbró a la mujer a detalle:

    — Realmente eres idéntica a ella —murmuró Asta, maravillado por el parecido entre madre e hija—. Es como si fueras su reflejo en un espejo.

La matriarca le acarició el rostro con ternura, conmovida por sus palabras. En un gesto juguetón, se soltó el cabello y lo dividió en dos coletas y usando su magia de Acero para crear ligas improvisadas, se las colocó.

    — ¿Y ahora qué tal? —preguntó con un guiño coqueto, meneando su cabeza, haciendo danzar brevemente su cabello.

Asta se quedó sin aliento ante la visión. Si no supiera que se trataba de Acier, habría jurado que era Noelle quien estaba frente a él.

    — B.a.k.a.s.t.a —articuló la mujer con un tono burlón, imitando a la perfección la voz de su hija.

Asta se sobresaltó, sorprendido por la exactitud de la imitación.

    — ¿Cómo...? —balbuceó, parpadeando confundido.

Acier se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.

    — Noelle te llama así todo el tiempo —le explicó—. Supongo que es su apodo cariñoso para ti.

    — ¿Y cómo lo sabe...? hmmmm —Asta preguntó, pero la plateada no lo dejo terminar, pues esta atacó su boca. 

¡Muac!

Asta sintió cómo sus mejillas se teñían de rojo ante ese beso inesperado, cuando se quedaron sin aire, Acier retomo la explicación del plan, separándose de su boca, dejando hilillos de saliva que aun conectaban sus bocas.

    — Es importante que recuerdes que tu bienestar es nuestra prioridad —enfatizó, mientras de manera coqueta lamia coquetamente las comisuras de los labios del chico—. Se te realizarán chequeos médicos diarios para asegurarnos de que estés en óptimas condiciones. Si en algún momento sientes dolor en los testículos, fatiga extrema o debilidad debido al exceso de actividad sexual, debes detenerte de inmediato...

Antes de que el joven pudiera articular una respuesta, la mujer se acercó y nuevamente capturó los labios de Asta en un beso apasionado, robándole el aliento. Cuando se separaron, jadeantes y con los ojos nublados por el deseo, Acier continuó hablando.

    — Sally mencionó que existe la posibilidad de que el suero del Follador 3000 falle en algún punto —advirtió, mordiendo suavemente su barbilla—. Todo el cansancio acumulado podría caer sobre ti de golpe, así que es crucial que te detengas y acudas de inmediato a revisión con ella y Nero si eso sucede. Aunque Sally afirma que el suero es infalible, siempre debemos considerar todas las posibilidades, por mínimas que sean...

Asta asintió, pero las palabras apenas lograban penetrar en su mente. Estaba completamente hechizado por la belleza y la sensualidad de Acier, perdido en el dulce aroma que emanaba de su piel y en las curvas de su voluptuoso cuerpo.

    — Entonces, ¿estás de acuerdo con el plan para salvar a la humanidad? —preguntó la matriarca, mirándolo expectantemente.

El joven héroe esbozó una sonrisa atontada, su expresión reflejaba la afirmación que no podía formular con palabras. Acier le devolvió la sonrisa y, sin más preámbulos, se inclinó para besarlo nuevamente, sellando así su acuerdo.

Después del beso, Acier usó su magia de Acero para inmovilizar las manos de Asta, mirándolo de una manera que hizo que el joven sintiera una fuerte oleada de excitación al ser dominado por la mujer. Su corazón latía con intensidad, acompañando a esa sensación, una sonrisa se dibujó en su rostro, reflejando en los ojos violáceos oscuros de la matriarca, su latente deseo.

    — Asta, no tienes que preocuparte —susurró Acier mientras se dejaba caer encima de él.

Su voz, parecida a un susurro suave y seductor, provoco que el chico se mordisqueara levemente el labio inferior, para luego sentir el peso del voluptuoso cuerpo de Acier sobre él, la sensación era asombrosamente tentadora. Antes de que pudiera decir una palabra, su boca fue atrapada por la de ella en un beso lascivo. Sus lenguas se convirtieron en dos serpientes que bailaban al son de un encantador, explorándose mutuamente, danzando entre si.

Cuando el beso se rompió, Asta con la respiración entrecortada, observó cómo Acier se levantaba con gracia y se dirigía hacia un mueble cercano. La repentina separación lo dejó desconcertado, su mente giraba con preguntas mientras la veía buscar algo entre sus cosas...

Entonces la matriarca regresó con una botella de alcohol, la cual dejó descansar al lado de Asta, quien la miraba con expectación, y con su respiración aún agitada por el beso anterior. Esbozando una sonrisa enigmática, Acier hizo gala de su gran fuerza y rompió la tela de la camisa de Asta, revelando su torso hercúleo, cual Adonis. La matriarca se quedó maravillada, sus ojos violáceos recorrieron cada centímetro de los bien definidos abdominales y pectorales del joven.

    — Eres impresionante —murmuró Acier, dejando que sus dedos delinearan los músculos de Asta a un ritmo lento y metódico, disfrutando de la suavidad y calidez de su piel a su tacto—. Realmente voy a disfrutar esto...

Asta jadeó suavemente ante las atenciones de la mujer. Las suaves líneas imaginarias que Acier trazaba sobre la piel, era un nuevo fuego que se encendía sobre él. Cuando los dedos de Acier pellizcaron suavemente sus pezones, los jadeos masculinos aumentaron la intensidad.

    — Acier... —murmuró, apenas capaz de formar palabras mientras el placer lo recorría y envolvía.

La matriarca continuó frotando los pezones masculinos, notando cómo estos se endurecían bajo su toque. Los ojos de Asta se cerraron por la intensidad del momento, su cuerpo respondía a cada estímulo con un fervor creciente.

La plateada notó un bulto crecer en el pantalón de Asta, que palpitaba visiblemente, pues su pene se llenaba de sangre ante los estímulos recibidos. Un gesto hambriento se formó en los labios de Acier al ver lo que sus mimos provocaban.

    — ¿Te gusta verdad?... —ronroneó coquetamente, prometiendo aún más placer venidero— porque veo que lo estás disfrutando, mi amor.

Asta, aún atado de manos y completamente a merced de Acier, solo pudo responder con una sonrisa extasiada y un gemido. En ese momento, las palabras eran innecesarias.

El deseo entre ambos continuaba aumentando y entonces Acier agarró la botella de alcohol, disfrutando de la anticipación del cuerpo del hombre. Se deslizó hasta él y comenzó a verter el líquido en los abdominales y torso del joven.

    — Por favor, suéltame... —pidió Asta, en un susurro urgente y lleno de deseo, pues estaba desesperado por poseerla, por probarla de una vez por todas.

Pero su tortura seria alargada un poco mas, pues Acier negó con un movimiento seductor de su cabeza.

    — Después de beber —respondió, acercándose a su cuerpo.

Acier comenzó a lamer el torso de Asta, recolectando el líquido con su lengua de manera lenta y sensual. Cada lamida era lenta y meticulosa, disfrutando de cada gota que su boca encontraba. Su lengua bajó hasta su ombligo, lamiendo los contornos con una precisión milimétrica, antes de subir nuevamente y succionar los pezones masculinos, chupándolos suavemente hasta que no quedó rastro del líquido.

    — Te quiero ver... te necesito ver... —clamó Asta, mirándola intensamente directo a sus caderas, deseando ver lo que se ocultaba debajo de sus prendas.

Acier sonrió y se bajó unos pocos centímetros el vestido –bajándolo justo hasta el ombligo–, revelando una vista muy sensual de su cuerpo. Provocando en Asta un suspiro insatisfecho y excitado al mismo tiempo.

La matriarca se sentó a horcajadas en el regazo del joven héroe, sintiendo el bulto de sus pantalones palpitar contra sus nalgas. Con un gesto coqueto, Acier dejó caer más alcohol en sus grandes senos y los acercó a la boca de Asta.

    — Bebe —ordenó suavemente—. Bebe, mi amor.

Asta, sin pensarlo dos veces, comenzó a pasar su lengua por todo el globo blanco de Acier, recogiendo el líquido. Su lengua se encontró con las grandes areolas rosadas y empezó a chuparlas intensamente.

Acier gimió extasiada, agarrando los cabellos cenizos de Asta y acercándolo más a ella. El cenizo se centró en sus pezones, mordisqueándolos suavemente para agregar más estímulo.

La mujer agarró la cabeza del joven, pegándola a ella lo máximo posible, profundizando las chupadas y succiones. De derecha a izquierda y de izquierda a derecha, ese era el movimiento del eufórico Asta, pues Acier iba vertiendo alcohol sobre su seno derecho, y luego sobre zurdo. 

Los dos estaban perdidos en un mar de deseo y sensaciones intensas, Acier vertía y vertía alcohol sobre sus tetas, que eran chupadas y succionadas por un hambriento Asta.

    — Más fuerte... sigue... —sollozó Acier, disfrutando de cada chupada y cada lametón— ¡Si!, ¡ASÍ! Ahhhhhmmm...

Asta, incentivado por sus suplicas, aumentó la presión, mordiendo los pezones mientras sus manos luchaban por liberarse contra las ataduras que las retenían.

Acier tomó la cabeza del joven y la pegó aún más a ella tanto como le fue posible, sus pezones respondían a cada succión y mordida. El placer era casi insoportable, pero la necesidad del chico la mantenía en el borde del abismo.

Asta levantó los ojos y la miró con deseo ardiente. Su cuerpo estaba listo para más, y ella lo sabía.

    — Acier... —susurró, con una voz llena de anhelo—. No puedo esperar más... suéltame...

Acier sonrió y lo miró con una mezcla de ternura y deseo.

    — Paciencia, mi amor... —susurró en un tono suave, pero dominante—. Quiero que disfrutes cada momento.

El control que ella ejercía sobre él, la manera en que lo mantenía al borde del placer sin permitirle más, creaba una tensión casi asfixiante. Sin embargo, esa era exactamente la exquisita tortura que hacía que el momento fuera tan intensamente satisfactorio.

El muchacho apenas podía formular una petición:

    — Por favor, Acier... —murmuró— necesito más...

Acier se inclinó, sus labios estaban tan cerca de su oído que podía sentir el calor de su aliento.

    — Más vendrá luego, Asta. Pero ahora, bebe todo de mí. Cada gota de placer está destinada para ti.

Asta cerró los ojos, saboreando las palabras. Sus labios se encontraron nuevamente con las tetas de Acier, bebiendo cada gota de alcohol y placer que ella le ofrecía.

La fémina, satisfecha con su respuesta, acarició suavemente los puntiagudos mechones cenizos del chico.

    — Buen chico —susurró suavemente, sus palabras fueron música para los oídos del joven héroe—. Disfruta cada momento, porque todavía queda mucho más por venir.

Con una mirada coqueta, la mujer se inclinó hacia el bulto en los pantalones del joven.

    — Déjame mostrarte cuánto te deseo, Asta.

La matriarca desabrochó lentamente el cinturón del cenizo, provocando un sonido suave: "¡clac!" disfrutando de cada segundo. Una vez que sus pantalones estuvieron abiertos, liberó su miembro erecto, que palpitaba ante la anticipación del momento.

Acier sonrió mientras tomaba el pene del joven firmemente. Con una lentitud provocadora, pasó su lengua por la punta, recogiendo el exceso de líquido preseminal –fruto de su extrema excitación.

    — Por favor... —gemía Asta, cargado de deseo— hazlo...

La plateada no necesitó más incentivos. Empezó a lamer el pene de Asta de arriba abajo, con movimientos meticulosos y suaves. El joven apenas podía contenerse, sus jadeos inundaron los tímpanos de la matrona, mientras esta, encantada de aquellos sonidos chupeteaba y lameteaba gustosamente su trofeo de carne.

Los labios de Acier envolvieron el miembro de Asta, llevándolo lentamente dentro de su boca. La sensación era abrumadora, cada movimiento de su lengua y labios lo llevaba directo a las nubes.

    — Dios, Acier, eres increíble —murmuró el chico entre suspiros y gemidos.

La matriarca se movió con maestría, aumentando la velocidad y presión, provocando que los gemidos de Asta se hicieran más fuertes y desesperados.

Su mente se nublaba, su cuerpo se tensaba, el placer que Acier le proporcionaba era excesivamente delicioso, al punto de estar cerca del orgasmo. Sus dedos se enredaron en la tela del sofá, mientras sentía que estaba cerca del borde...

   — Acier... voy a....

Cuando sintió que estaba a punto de alcanzar el clímax, Acier se detuvo abruptamente, dejándolo anhelante y desesperado por más.

   — Aún no, mi amor —susurró con una voz sedosa, trazando un camino de besos húmedos por el abdomen de Asta—. Quiero sentirte dentro de mí cuando te corras...

Finalmente, Acier levantó la cabeza y lo miró directamente a los ojos.

    — ¿Estás listo para más? —preguntó con una sonrisa maliciosa y al mismo tiempo seductora.

Asta asintió frenéticamente, el cuerpo le temblaba mucho, fruto del orgasmo arrebatado.

    — Más... por favor...

La mujer se levantó lentamente, dejando que su vestido cayera completamente, revelando su goteante vulva. Se subió nuevamente al regazo del joven héroe, con una postura que permitió que los dos se alinearan perfectamente.

    — Quiero que sientas todo de mí —murmuró la matrona, con un tono cargado de deseo, mientras sus caderas comenzaban a descender lentamente, tomando cada centímetro de la envergadura de Asta dentro de ella.

Como dos engranajes perfectamente sincronizados, sus cuerpos se unieron en un movimiento rítmico y armonioso. Un par de gemidos profundos y entrecortados escaparon de sus gargantas al unísono. Acier, con la pasión de una fiera en celo, clavó sus uñas en los pectorales firmes de Asta, dejando marcas rojas mientras se movía con una intensidad frenética, disfrutando cada segundo de tenerlo profundamente dentro de ella.

Asta, por su parte, estaba al borde del abismo –la felación anterior le pasaba factura–, sintiendo cómo cada embestida lo llevaba más cerca del clímax. El hambre insaciable de Acier lo tenía atrapado en una espiral de placer incontrolable. Su pene comenzó a palpitar con fuerza, preparándose para lo inevitable. La calidez húmeda y la apretada estrechez vaginal de Acier lo engulleron por completo, aumentando su excitación a niveles insospechados.

Cada movimiento de Acier era un deleite de placer, su cuerpo se arqueaba y sus caderas se movían con una precisión casi sobrenatural. La oleada de sensaciones era tan abrumadora que Asta apenas podía contenerse. Sus manos luchaban por liberarse de las caderas de acero, mientras su respiración se volvía cada vez más errática.

Y entonces, en un instante de placer absoluto, un gemido gutural escapó de la garganta de Asta. Su cuerpo se tensó y una oleada de placer lo recorrió de pies a cabeza. El clímax llegó con una intensidad arrolladora. Se derramó en el interior de Acier, liberando chorros de su espesa y caliente semilla. 

Acier estaba siendo llenada de semen, como si fuera un pastel siendo generosamente rellenado con crema. 

La matrona dejó escapar un jadeo de sorpresa al sentir las pulsaciones intensas del miembro del muchacho dentro de ella, un gemido sonoro brotó de sus labios ante la abrumadora sensación de ser rellenada. Ese estímulo fue el detonante que la llevó también al borde del orgasmo.

Y como una exquisita tortura, el momento llegó. Su vagina se contrajo con fuerza, apretujando al invasor en plena eyaculación. La sensación fue tan aplastantemente deliciosa, que el pene no lo soportó y liberó aún más chorros de leche caliente, dejando a Acier tan llena, que comenzó a desbordar semen y eso que el varón aun no terminaba de eyacular.

Asta, incapaz de soportar más la intensidad del momento, invocó su antimagia para liberarse de las cadenas de acero que lo mantenían prisionero. Con un movimiento decidido, tomó firmemente la cintura de la voluptuosa mujer, sus dedos se clavaron en su piel, marcando su posesión. Ambos cuerpos se movían al unísono, gritando de placer mientras el orgasmo estaba en pleno auge...

¡Toc – toc!

    — Con permiso —resonó una voz melodiosa en el salón principal de los Blackbulls. El sonido hizo eco en las paredes.

    — Vaya, vaya —dijo la capitana de la orden, con la voz teñida de sorpresa y calidez—. Noelle, ¿qué trae a nuestra reina por estos humildes aposentos?

La aludida dedicó una sonrisa radiante a su interlocutora. Sus pasos resonaron suavemente en el suelo mientras avanzaba hacia ella. Sin mediar palabra, estrechó a Vanessa en un abrazo.

    — Vanessa, ha pasado una eternidad —murmuró Noelle, mientras su voz se amortiguaba contra el hombro de su amiga.

La bruja correspondió el gesto con fervor. Sus dedos se entrelazaron delicadamente en los sedosos cabellos plateados de la reina.

    — Lo sé, cariño. Has estado moviendo montañas, ¿eh? —Vanessa se separó con suavidad y guiñó un ojo mientras hacía un gesto hacia el acogedor bar. Se giró con gracia felina hacia una mesa cercana, donde una botella de vino tinto reposaba junto a dos copas de cristal tallado, reliquias de alguna misión pasada.

La reina se acomodó en un taburete. El banquillo crujió bajo su peso. Sus ojos rosados recorrieron la estancia, deteniéndose en cada rincón, cada marca en la pared, cada objeto fuera de lugar. Cada detalle despertó una avalancha de recuerdos, y una sonrisa nostálgica, casi agridulce, se dibujó en sus labios perfectamente delineados.

Vanessa regresó con las copas llenas de un líquido rubí que brillaba a la luz del atardecer que se colaba por las ventanas. Al encontrarse sus miradas, un destello de sorpresa iluminó los ojos de ambas.

    — ¿Estás embarazada? / ¿Estás embarazada? —exclamaron al unísono. La incredulidad tiñó ambas voces.

Sus ojos, violetas como el crepúsculo y rosas como amatistas, se fijaron por un momento en el vientre de la otra. El de Vanessa apenas se notaba, solo un ligero abultamiento, pues esta estaba en ropa interior. El de Noelle, aunque en condiciones similares, parecía un poco más pronunciado. La tela de su vestido real se adaptaba suavemente a la nueva curva de su abdomen.

    — Veo que te has estado divirtiendo —dijo Noelle con un tono que intentó sonar juguetón, al tiempo que sus dedos acariciaban el borde de la copa antes de llevarla a sus labios.

Vanessa dejó escapar una risa cristalina. El sonido llenó la habitación cuales campanillas.

    — Veo que todas nos hemos divertido, su Majestad —replicó con cierta picardía.

La mujer de blanco rodó los ojos. Sus labios se curvaron en una sonrisa que intentaba ocultar. Por fuera, manteniendo su fachada serena y regia, pero por dentro, era otra historia.

    — ¿Sabes dónde está? —indagó. Su voz apenas fue un susurro mientras tomaba otro sorbo de vino.

    — Bueno, nuestro querido toro impaciente fue al castillo a buscarte —reveló Vanessa, mientras se acomodaba en su asiento—. No hace mucho que se fue, pisando fuerte como siempre.

Noelle suspiró. El peso de la corona era invisible pero presente en sus hombros.

    — Bueno, me tengo que ir. Ya sabes lo impulsivo que es...

Antes de poder terminar sus palabras, tres chillidos agudos resonaron en toda la base, ahogando su voz.

    — ¡Miren chicas! —gritó una voz.

    — ¡Es la reina! —exclamó otra, llena de asombro.

    — ¡Ven que les dije! —presumió una tercera.

Marie y sus amiguitas irrumpieron en la sala. Sus ojos brillaron de emoción al ver a su ídola sentada casualmente en el sofá de su orden.

Acier se arrodilló, exhibiendo su exuberante culo en una pose que invitaba al pecado. Con un movimiento sensual, meneó sus caderas, dejando al descubierto su deseo. El chico, con la mano izquierda, aferraba su pene erecto, mientras que con la diestra exploraba el ano de la mujer, abriéndolo lentamente como si descubriera un tesoro oculto. La mirada de la matrona irradiaba lujuria, consciente del poder de su cuerpo sobre el chico.

Él, con una sonrisa pícara, humedeció sus dedos con saliva y comenzó a masajear su glande, preparándolo para la inminente penetración. Lentamente, introdujo su dedo en el pequeño orificio, dilatándolo poco a poco mientras Acier emitía gemidos. Sus pechos, grandes y redondos como dos frutas maduras, rebotaban con cada movimiento, tentándolo a acariciarlos.

    — Ahh, sí... —susurró Acier, sintiendo cómo su cuerpo se rendía al placer—. ¡Quiero sentir tu pija, toda dentro de mí!

Él obedeció a su deseo, empujando su miembro con fuerza dentro de su ano. La sensación de plenitud la hizo estremecer, sintiendo cómo cada centímetro de su pene la llenaba por completo.

    — ¡Ahhmmg! ¡Oh, sí, coge mi culo! —gimió Acier, sintiendo cómo su cuerpo era poseído con intensidad—. ¡Tu pene me quema, me hace perder el control!

Asta comenzó un vaivén frenético, embistiendo su miembro dentro de ella con fuerza y pasión. Con su mano libre, acariciaba las posaderas de Acier, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. Cada embestida hacía que sus pechos rebotaran salvajemente, creando un espectáculo visual irresistible.

    — ¡Oh, Asta, sí! —gimió Acier, sintiendo cómo el placer la consumía—. ¡No pares, sigue así! ¡Quiero sentir tu pene explotar dentro de mi culo!

Asta obedeció a su demanda, aumentando la velocidad y la intensidad de sus movimientos. En enorme trasero de la Silva mayor, se contraía con cada embestida, atrapando el miembro invasor en un abrazo placentero. El cenizo, con su mano libre, comenzó a nalguearla, dejando marcas de su pasión en su piel, enrojeciéndola en el proceso.

— ¡Ahh, sí, así! —gritó Acier, sintiendo cómo el placer la llevaba al borde del orgasmo—. ¡No puedo más, me corro, me corro!

Noelle empujó la pesada puerta de roble y entró en la oficina de su hermana. El aroma a pergamino y tinta impregnaba el aire. Nebra, sentada tras un imponente escritorio de caoba, alzó la vista de los documentos que revisaba.

    — Vaya, la reina nos honra con su presencia —dijo Nebra con una sonrisa ladeada—. ¿Qué te trae por aquí, hermanita?

Noelle se acercó al escritorio, amortiguando sus pasos gracias a la gruesa alfombra.

    — Busco a Asta ¿Lo has visto?

Nebra arqueó una ceja ante tal interrogante.

    — ¿Problemas en el paraíso? —preguntó con un tono burlón—. ¿O acaso vienes a preguntarme si estoy de acuerdo con tu brillante plan de convertir al último hombre sobre la tierra en una máquina de reproducción?

Noelle sintió que sus mejillas se encendían, pero mantuvo la compostura.

    — No es así, Nebra. Simplemente necesito hablar con él sobre... asuntos de Estado.

    — Oh, claro. "Asuntos de Estado" —Nebra hizo comillas con los dedos—. Porque confinar a Asta en una habitación para que engendre a la próxima generación es claramente una estrategia política y no tiene nada que ver con tus sentimientos personales, ¿verdad?

Noelle apretó un poco puños, pero supo mantener su compostura.

    — Es más complicado que eso y lo sabes.

Nebra suspiró y se reclinó en su silla.

    — Lo sé, lo sé. Pero dime, ¿has considerado cómo afectará esto a Asta? ¿O a las mujeres involucradas?

    — Por supuesto que sí —respondió Noelle con un tono cortante— ¿Crees que tomo estas decisiones a la ligera?

Un silencio tenso se instaló entre las hermanas. Nebra observó a la albina con atención, notando las ojeras bajo sus ojos y la tensión en sus hombros. Así que decidió aligerar un poco el ambiente.

    — Las chicas de la orden se han vuelto locas desde que supieron que había un hombre vivo —dijo Nebra finalmente, suavizando su tono—. Y que sea Asta... bueno, digamos que ha causado bastante revuelo.

Noelle dejó escapar una risa baja.

    — Ni que lo digas.

Nebra se levantó y rodeó el escritorio, acercándose a su hermana.

    — Noelle, ¿has logrado averiguar algo sobre la responsable de la extinción de los hombres?

La pregunta cayó como un peso sobre los hombros de Noelle. Su rostro se endureció, y respondió con una voz extrañamente firme:

    — No. No sabemos nada aún. Pero tenemos unas pistas.

Nebra entrecerró los ojos, estudiando el rostro de su hermana.

    — Cuéntame.

Nebra se levantó, encaminándose a dos copas, que estaban junto a una botella de vino blanco. La sirvió cuidadosamente, mientras Noelle comenzaba a hablar.

    — Recientemente he descubierto que el o la responsable —Noelle hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas para explicar el enigma que habían enfrentado—, es de este reino, el reino del Trébol.

Los ojos de Nebra se abrieron en sorpresa, con su atención ahora completamente captada.

    — ¿Cómo llegaste a esa conclusión? —inquirió, con suma curiosidad al tiempo que se acercaba a su hermana con una mirada expectante.

Noelle se tomó un momento para respirar, luego continuó con una precisión meticulosa:

    — Fue más sencillo de lo que pensaba. Cuando comenzaron las muertes, todo empezó aquí, en el Trébol. Después de unas horas, el contagio se extendió al Corazón, luego al Diamante y, por último, a la Pica. Cada región cayó en ese orden exacto. La propagación fue tan metódica que casi parecía un plan estratégico.

Nebra asintió lentamente, intentando procesar la información.

    — Y sobre el Sol... —comenzó Nebra, cargada de incertidumbre— ¿sabemos algo de ellos?

Noelle sacudió la cabeza de un lado al otro, transmitiéndole su negativa a su hermana.

    — No, no hemos podido comunicarnos con ellos. La falta de magas espaciales ha hecho que nuestras conexiones sean casi imposibles. Nos quedamos sin una forma de saber si el Sol también ha sido afectado o si, de alguna manera, han logrado evitar la tragedia. Pero lo más probable es que los hombres ahí también hayan muerto...

    — Ahora, sujétate del sofá —instruyó Asta, con una voz rasposa lamiéndole los pezones fugazmente, para luego subir a su cuello y besarlo sensualmente—. Usa tus brazos para balancearte hacia atrás mientras yo te sostengo.

Acier agarró el sofá con fuerza, sintiendo cómo su cuerpo se inclinaba hacia atrás en un ángulo provocativo. A cada segundo que pasaba, la anticipación se respiraba en el aire. Y entonces, Asta, con una mano firme en su cintura y la otra guiando su pene hacia la entrada de la humectada vulva de la matrona. Se movió hacia adelante, penetrándola lentamente en la posición del columpio.

    — ¡Oh, sí, Asta, así! —gimió Acier, sintiendo la penetración en un ángulo que encendía cada fibra de su ser— ¡Esta posición es increíble!

Asta comenzó a moverse, balanceándose adelante y atrás, entrando y saliendo a un ritmo que iba en aumento. Chocando frenéticamente con el clítoris de Acier, la sensación de estar suspendida en el aire, con su cuerpo inclinado hacia atrás, era hipnotizante. Cada movimiento de Asta enviaba oleadas de excitación por todo su cuerpo.

    — Me encanta cómo tu cuerpo se siente desde esta perspectiva —jadeó Asta, admirando las curvas voluptuosas de Acier mientras se movía con gracia y deseo—. Eres tan hermosa...

La aludida cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones. La sangre que fluía a su cabeza intensificaba el placer que sentía, mientras su cuerpo columpiaba en armonía con los movimientos de Asta.

    — ¡Oh, Asta, no pares! —gimió Acier, sintiendo cómo su vagina ardía— ¡Esta posición me lleva al límite!

Asta aumentó la velocidad de sus embates, sus cuerpos en choque sonaban como si fueran aplausos, cada vez más fuertes. El pene del hombre entraba y salía de la libidinosa mujer a un ritmo frenético. Los gemidos de ambos comenzaban a resonaban por todo el castillo...

    — Hermana Nebra, ¿escuchas eso? —preguntó Noelle, con una mezcla de sorpresa y confusión mientras su mirada buscaba la fuente del sonido, sin éxito alguno.

    — Sí, parece... como si fueran aplausos. —Nebra frunció el ceño, intentando identificar el sonido que resonaba a través de la oficina, el cual era extraño y fuera de lugar.

De repente, un potente gemido lleno de desesperación y placer se filtró por la puerta de la oficina de Nebra, llenando el ambiente con una intensidad inesperada:

— ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

    — ¡Esa voz! —exclamó Noelle, el pánico se hizo evidente en su tono. Sus ojos se agrandaron al reconocer el timbre familiar que provenía de quien sabe dónde.

Ambas hermanas se miraron en un instante de comprensión abrumadora, sus expresiones cambiaron de sorpresa a alarma en un parpadeo.

    — ¿Qué... qué está pasando? —preguntó Nebra, llena de incredulidad mientras el sonido continuaba, cada vez más intenso.

— ¡Que rico! ¡Ahhhhhhhhhhhhhmhmmh!

Sin perder un segundo, Noelle se levantó abruptamente de su asiento, aferrándose a su copa de vino blanco.

    — ¡Noelle, espera! —gritó Nebra, pero su hermana ya había cruzado el umbral y se estaba dirigiendo apresuradamente hacia el origen del inquietante sonido...

    — ¡Ahhhhhhh, sí, Asta, así, más fuerte! —gritó Acier, sintiendo cómo el orgasmo se acercaba inexorablemente— ¡No puedo aguantar más, me corro!

Asta, con una sonrisa de satisfacción en sus labios, continuó su embestida. Sus cuerpos se movían en un frenético compás, chocando con un sonido rítmico y húmedo. Sabía que estaban a punto de alcanzar el clímax juntos una vez más, y la anticipación lo hacía embestir con más fuerza y urgencia.

    — ¡Ahh, sí, Asta, ahí, justo ahí! —gimió Acier, su voz se quebró por la intensidad del momento. Cada embestida hacía que su clítoris fuera estimulado en sobremanera— ¡No puedo controlarlo, me voy a correr!

En ese instante, Acier alcanzó el clímax con una explosión de placer abrumadora. Su cuerpo se sacudió violentamente, sus músculos se tensaron mientras un chorro de sus jugos vaginales salía disparado. El líquido cálido y espeso bañó a Asta, sorprendiendo a ambos con la fuerza y la intensidad de su liberación.

    — ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh, sí! —gimió Acier, sintiendo cómo su vagina expulsaba sus jugos con una potencia inesperada, en un potente squirt— ¡Nunca había experimentado un orgasmo tan intenso, me estoy derritiendo!

La oleada de placer la envolvía, y la sensación de su cuerpo liberándose maravilló y excitó al joven héroe, quien continuó embistiéndola. La matrona, sintió cómo su vagina se contraía alrededor del pene, atrapándolo en un abrazo apretado y húmedo que intensificaba cada movimiento.

    — ¡Eres increíble, Acier! —gimió Asta, disfrutando la calidez de sus jugos vaginales que lo rodeaban, haciéndolo sentir aún más conectado a ella.

La matrona, con los ojos cerrados y su cuerpo aún tembloroso de la intensa liberación, se entregó completamente a las sensaciones. Su vagina seguía expulsando sus jugos, creando un ambiente húmedo y sensual que rodeaba a ambos, creando un ambiente de sexo puro.

    — ¡Oh, Asta, sigue así, no pares! —suplicó Acier, sintiendo cómo su orgasmo se extendía en oleadas cada vez más y más intensas— ¡Quiero sentirte dentro de mí mientras me derrito una y otra vez!

El joven obedeció su súplica, moviéndose con una fuerza renovada y pasión desbordante. Su pene, ahora cubierto por los jugos de Acier, se deslizaba dentro y fuera de su vagina con una facilidad casi sobrenatural, creando una sensación única y excitante que parecía no tener fin.

    — ¡Ahh, sí, Asta, así, más profundo! —gimió Acier, su cuerpo se rindió al placer una vez más—. ¡Llévame al cielo una vez más!

    — ¡Ahh, Acier, estoy cerca! —anunció Asta, sintiendo cómo su pene estallaba en una explosión de placer. Cada embestida se volvía más intensa, el calor y la fricción dentro de ella lo llevaban al borde de la locura.

Asta, con su miembro aún latiendo dentro de la vagina de la fémina, sintió cómo su orgasmo se acercaba. La intensidad de su pasión lo había llevado al límite, y su cuerpo estaba listo para liberar su semilla una vez más. Sus músculos se tensaron, su respiración se hizo más errática.

    — ¡Acier, me corro! —gritó Asta, sintiendo cómo su semen subía por su pene, junto a una ola de calor que paso recorriéndole todo el cuerpo— ¡Tu vagina apretada me está haciendo explotar!

La sensación de estar dentro de Acier, la forma en que aquella vagina lo abrazaba y lo apretaba, lo llevaba al absoluto deleite. Cada contracción del canal vaginal sobre su masculinidad no hacia mas que aumentar más el placer y la lujuria.

Mientras tanto, Acier, con los ojos cerrados y su cuerpo temblando de placer, se dejo llevar por la sensación tan arrolladora. Cada ola de placer que la recorría la hacía desear sentir cada gota de su esencia dentro de ella, como si necesitara exprimir al muchacho, hasta la ultima gota.

    — ¡Lléname, Asta! —gimió Acier, con la voz entrecortada por la intensidad del momento—. ¡Quiero sentir tu semen dentro de mí, lo necesito!, ¡Lléname otra vez!

Asta, con el deseo ardiendo en sus ojos, obedeció su súplica. Aumentó el ritmo y la fuerza de sus embestidas, cada empuje se sentía como una embestida eléctrica que cargaba la atmósfera de energía y deseo. Su miembro, empapado de sudor y deseo, estalló en una poderosa eyaculación. El semen fluyó con abundancia, penetrando profundamente en el canal vaginal de Acier, llenándola hasta el útero.

    — ¡Ahh, sí, así, lléname por completo! —gimió Acier, sintiendo cómo su vagina se inundaba de nuevo con cada nueva oleada de calor— ¡Tu semen me quema, me hace sentir viva!

Cada gota que el joven héroe depositaba dentro de ella parecía intensificar la lujuria, como si cada pulso de su semen encendiera un fuego en su interior. La matrona sentía una oleada de satisfacción y plenitud, su cuerpo temblaba de tantos orgasmos consecutivos.

    — ¡Oh, Asta, eres increíble! —continuó Acier, abriendo los ojos para mirarlo con adoración y asombro— ¡Nunca nadie me había cogido así en mi vida!

Asta, exhausto pero profundamente satisfecho, se recostó a un lado. Sintió cómo su miembro se deslizaba lentamente fuera de su vulva, dejando un rastro de calor y deseo compartido. Su cuerpo, cubierto de sudor, brillaba bajo la luz tenue, reflejo de la intensa conexión y el trabajo bien hecho.

    — Tú también eres increíble, Acier —respondió Asta, acariciando suavemente su plateado cabello con ternura y admiración—. Haces que me corra mucho.

Acier se acercó a él, envolviéndolo en un abrazo fuerte y cálido, con el cuerpo aún palpitándole y las piernas temblándole, no de cansancio, sino de deseo. De más apetito sexual.

    — ¿Listo para otra ronda, mi amor? —preguntó, con una sonrisa traviesa y un brillo en sus ojos que prometía más aventuras por venir...

¡Crahs!

El sonido de una taza quebrándose resonó en la habitación, pero Asta y Acier no le prestaron atención, pues estos estaban completamente absortos en su propio mundo.

    — ¡Sí, así! —gritó la lívida Acier, mientras la respiración de la mujer expectante se aceleraba— ¡Que rico ser llenada tantas veces!

    — ¡Más! —ante el gemido, los dedos de la chica que había entrado comenzaron a temblar, enredándose en su blanco vestido. Sus ojos se abrieron lentamente, y su rostro empezó a transfigurarse de incredulidad a horror. Cada segundo que pasaba, la escena frente a ella se volvía más clara, más perturbadora.

La habitación estaba llena de una atmósfera cargada de deseo y pasión, los cuerpos entrelazados de Asta y Acier se movían en un ritmo frenético. La chica, que aún no había sido reconocida por los amantes, dio un paso adelante, con la respiración cada vez más errática.

El vestido blanco que llevaba comenzó a arrugarse bajo la presión de sus manos, las cuales eran presas de múltiples espasmos. Sus labios se separaron ligeramente, dejando escapar un pequeño jadeo de incredulidad. Sus ojos, abiertos de par en par, eran semejantes a dos círculos perfectos de asombro y confusión.

    — ¡Más! —replicó Acier, llena de deseo, sin darse cuenta de la presencia en la puerta.

La chica dio otro paso adelante, luchando por procesar lo que estaba viendo.

Finalmente, Asta sintió una presencia y giró la cabeza. Sus ojos se encontraron con los de la chica.

    — ¿Noelle? —habló Asta, terminando de eyacular.

Acier se dejó caer sobre Asta, aun inconsciente de la presencia detrás suya.

¡Plop!

Noelle, incapaz de soportar más, sintió cómo el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse. Sus rodillas se doblaron, y antes de que alguien pudiera reaccionar, se desmayó, cayendo al suelo con un golpe sordo.

Bueno, de antemano mil disculpas por mi demora 😣

El trabajo está más intenso que antes y apenas tengo tiempo para actualizar, pero sigo escribiendo un poco cada día. Así que en los próximos días actualizaré un par de historias.

En cuanto a este capítulo, espero que lo hayan disfrutado, varie un tanto la escritura en este cap. Si te gustó, no olvides dejar tu estrellita. Sin más, te deseo una muy buena noche. Nos vemos en la próxima actualización.

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