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¡ᴠᴀɴᴇꜱꜱᴀ... ɴᴇᴇꜱᴀɴ!

— Ahhh...dámela, dámela toda... —suplicaba una hermosa mujer, con los ojos cerrados, sometida al intenso y lujurioso placer que el último hombre le proporcionaba en la vastedad de su cama— dame tu semen... vamos... lo necesito dentro de mí... ¡ahh!... llename.

Asta, con una sonrisa de satisfacción, se inclinó para tomar posesión de sus labios. Se deleitó en la suavidad de estos, saboreó la dulce humedad de su lengua y se perdió en la embriagante esencia que ella exhalaba. Paralelamente, sus manos recorrían el enigmático lienzo que es el cuerpo femenino. Acarició sus modestos senos antes de pellizcar sus pezones erizados, cada movimiento provocaba un gemido de placer de la chica, su cuerpo entero se estremecía bajo la manipulación meticulosa del joven.

— Como desees —respondió Asta con una voz ronca cargada de deseo, su pene palpitaba deliciosamente dentro de ella, sintiendo cómo sus bolas se contraían, era una señal inequívoca de la inminente avalancha de placer –el semen que la mujer ansiaba tanto–. La chica se imaginó en las nubes gimiendo cada vez más fuerte mientras sentía cómo el pene de Asta se hundía una y otra vez en su vagina.

El cenizo, embriagado con su propio deseo, incrementó el ritmo. Como un salvaje corcel domado, embistió con la urgencia y la fuerza de un animal en celo, cada golpe arrancaba un sonoro gemido de su compañera sexual quien tenía sus manos aferradas a las sábanas de seda, ahora arañaban ahora la espalda de Asta. El torrente de sensaciones la invadió por completo, llenó cada centímetro de su cuerpo el cual vibraba al compás de las penetradas masculinas.

Con un estruendoso rugido de placer, el apogeo del acto carnal se hizo presente. Asta se hundió con la totalidad de su miembro dentro de ella, llegando al orgasmo, eyaculando copiosamente en pulsaciones de placer.

Cada pulsación desencadenaba oleadas de espeso semen que inundaba el útero de la hembra. La intensidad derribó a la mujer en un abismo de frenético placer, cada chorro de crema caliente que le llenaba la marcaba como suya en el más básico y primordial de los sentidos.

La mujer sintió cómo el semen de Asta llenaba su vagina en su totalidad, y no pudo evitar gemir de placer mientras notaba cómo el líquido caliente se derramaba dentro de ella hasta llenarla como un vaso. Asta se mantuvo dentro de la mujer durante unos segundos más, disfrutando de la sensación de su pene dentro de la canal vaginal, disfrutando la sensación de la carne de sus paredes. Posteriormente, se retiró lentamente, contemplando con una sonrisa satisfecha cómo su esencia escapaba de la vulva de la chica

El líquido seminal de Asta goteaba de la feminidad de la mujer, mientras ella se relamía los labios y sonreía satisfecha tocándose su vientre con una sonrisa. Asta se tumbó a su lado, jadeante y sudoroso, mientras la mujer se acurrucaba a su lado y le acariciaba el pecho.

— Eres increíble —susurró la mujer, mientras Asta le sonreía en respuesta.

— Bueno, ahora sí me llevarás a la base de los Toros Negros, ¿verdad? —preguntó Asta, volviéndose hacia ella con una sonrisa.

La habitación era modesta, con paredes pintadas de un suave color durazno y cortinas de gasa blanca que dejaban entrar la luz del sol. Una alfombra tejida a mano cubría el suelo de madera desgastada, y un pequeño escritorio de roble se apoyaba contra la pared opuesta, con algunos libros y papeles esparcidos sobre su superficie.

La mujer, de unos veinticinco años, tenía el cabello castaño oscuro que caía en suaves ondas hasta la mitad de su espalda. Sus ojos, de un profundo marrón chocolate, miraban a Asta con una mezcla de asombro y adoración. Su piel, ligeramente bronceada por el sol, contrastaba con las sábanas blancas arrugadas que los envolvían.

Asta se incorporó, estirando los brazos por encima de su cabeza. Sus músculos se flexionaron bajo la luz que se filtraba por la ventana, arrancando un suspiro de apreciación de la boca de la mujer, quien se mordió el labio, al tiempo que sus ojos recorrían el cuerpo tonificado de Asta con deseo mal disimulado.

— Sí, no hay problema... —murmuró, extendiendo una mano para acariciar el rostro del joven—. Aún no puedo creer que un hombre esté vivo. ¿Sabías que corres peligro si vas por las calles?

Asta asintió, recordando la muchedumbre de mujeres que lo había perseguido apenas unas horas antes.

— Sí, ya lo viví en carne propia —confirmó con un suspiro—. Fue una locura.

La mujer lo miró con sorpresa.

— Ya veo. Creí que los rumores de que se había visto a un hombre eran falsos —confesó, inclinándose para depositar un beso en el pectoral de Asta y lamer un poco su pezón—. Gracias por esto... por tu semilla...

Asta le dedicó una sonrisa tranquilizadora mientras le acariciaba el cabello.

— No es nada, en serio. No tienes que agradecerme.

La mujer ladeó la cabeza, curiosa.

— ¿Y por qué quieres que te lleve a la base de los Toros Negros? —preguntó besándole tímidamente en los labios—. Que yo sepa, tú puedes volar con tus espadas. Antes de la catástrofe eras muy famoso por eso y más.

Asta se rascó la nuca, algo avergonzado.

— Bueno, en este momento no tengo mi grimorio conmigo —admitió recordando los eventos pasados—. Lo dejé en el castillo. Y vi tu letrero ofreciendo servicios de taxi escoba, así que pensé en pedirte ayuda.

La mujer rio, levantándose de la cama y comenzando a vestirse.

— De acuerdo, entonces... tu paga ya fue realizada —la mujer miro con lujuria el miembro viril del chico, que hace unos pocos minutos tenia dentro de ella—. Ponte tu ropa y vámonos.

Mientras se vestían, Asta decidió aprovechar la oportunidad para obtener más información sobre la situación actual del reino.

— Oye, ¿qué sabes de Noelle? —preguntó casualmente, mientras se colocaba la camisa.

La mujer lo miró confundida.

— ¿Noelle? ¿Qué Noelle?

— La reina Noelle —aclaró Asta—. ¿Cómo es ella de gobernante?

La expresión de la mujer se ensombreció.

— Ah, la reina Noelle... Bueno, para ser honesta, ella no muestra emociones. Es como una piedra —respondió con un suspiro—. Tiene una base de admiradoras muy fuerte que la idolatran como si fuera una diosa, pero para el resto de nosotras es difícil conectar con ella.

Asta frunció el ceño, pensativo. «Tendré que investigar más sobre eso —se dijo a sí mismo—. Después de ver a las chicas, regresaré al castillo para hablar con Noelle».

Decidió cambiar de tema, interesado en saber más sobre el estado general del reino.

— ¿Y cómo es el mundo ahora? —preguntó mientras se ataba las botas—. Me refiero a las órdenes mágicas, el sistema de gobierno, ese tipo de cosas.

La mujer terminó de vestirse y se sentó en el borde de la cama, su expresión se tornó algo melancólica.

— Ha sido un gran cambio desde la desaparición de los hombres —comenzó, con un deje de tristeza—. Ya no hay un Rey Mago, o en este caso, una Reina Maga. La reina Noelle ocupa ambos cargos, lo que ha generado cierta inestabilidad. Nos ha costado mucho acostumbrarnos a esta nueva realidad.

De pronto, los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas. Asta se acercó a ella, preocupado, y le puso una mano en el hombro para reconfortarla.

— ¿Qué sucede? —preguntó con suavidad.

La mujer sollozó, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

— Es solo que... recordé a mi hermano —confesó con voz entrecortada—. Él también murió... durante la catástrofe. Ha sido muy duro para todas nosotras, ¿sabes? Perder a nuestros seres queridos de esa manera...

Asta la abrazó, permitiendo que llorara en su hombro. Su corazón se encogió al pensar en todo el sufrimiento que la gente del reino había tenido que soportar en su ausencia.

— Lo siento mucho —murmuró, acariciando la espalda de la mujer en un gesto reconfortante—. Te prometo que haré todo lo posible por averiguar qué fue lo que pasó. Llegaré al fondo de este misterio y encontraré una manera de arreglarlo.

La mujer se separó de él, mirándolo con ojos enrojecidos pero llenos de esperanza.

— ¿De verdad? ¿Harías eso por nosotras?

Asta asintió con determinación.

— Por supuesto. Es mi deber como Caballero Mágico proteger al reino y a su gente —declaró con convicción—. No descansaré hasta que hayamos resuelto este enigma y devuelto la paz a nuestro mundo. No me rendiré hasta lograrlo.

Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de la mujer.

— Gracias, Asta. Eres un verdadero héroe —dijo con sinceridad—. Ven, será mejor que nos pongamos en marcha. No queremos hacer esperar a tus amigas, ¿verdad?

Asta le devolvió la sonrisa y se levantó, ofreciéndole una mano para ayudarla a incorporarse. Juntos, salieron de la casa y se dirigieron hacia el patio trasero, donde la escoba mágica de la mujer los esperaba.

Una vez montados en la escoba, Asta rodeó la cintura de la mujer con sus brazos, sujetándose firmemente.

Asta se encontraba parado frente a la base de los Toros Negros –su antiguo hogar–, el lugar donde había forjado los lazos más fuertes de su vida. A pesar de la emoción que sentía por reencontrarse con sus compañeras, no pudo evitar que un nerviosismo le recorriera el cuerpo. Habían pasado cinco años desde la última vez que estuvo allí –aunque para él solo hayan sido unas pocas horas–, y no sabía qué esperar.

Tomando una profunda respiración, Asta se acercó a la puerta y tocó con suavidad. Esperó unos segundos, pero nadie respondió. Intrigado, decidió entrar por su cuenta, empujando la puerta que se abrió con un suave crujido.

Al poner un pie dentro de la base, Asta se quedó boquiabierto. El lugar había sido completamente remodelado y pintado, luciendo mucho más acogedor y ordenado que en sus recuerdos. Las paredes, antes descascaradas y llenas de grietas, ahora estaban cubiertas por un suave color crema. Los muebles habían sido reemplazados por otros más modernos y funcionales, y el suelo de madera brillaba con el reflejo de las lámparas mágicas recién instaladas.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del chico mientras recorría la estancia con la mirada, deteniéndose en cada detalle. Se acercó al muro donde colgaba el cuadro de estrellas de la orden –un registro del desempeño de cada escuadrón mágico del reino–. Con orgullo, notó que los Toros Negros seguían ocupando el primer lugar, con las Águilas Plateadas pisándoles los talones en el segundo puesto.

«Lo lograron, chicas —pensó Asta, sintiendo cómo el orgullo lo invadía—. Mantuvieron a la orden en lo más alto, a pesar de todo».

¡Crash!

Estaba a punto de darse la vuelta para seguir explorando cuando un sonido repentino lo sobresaltó. El inconfundible tintineo de una botella al romperse contra el suelo resonó en la habitación, seguido por el ruido de los fragmentos de vidrio esparciéndose por doquier.

Asta se giró bruscamente, encontrándose con una visión que lo dejó sin aliento. Allí, a unos metros de él, se encontraba Vanessa, con los ojos abiertos como platos y una expresión de absoluta sorpresa en su rostro. Vestía su característica lencería roja, que realzaba sus curvas voluptuosas, sus senos y su piel cremosa.

— Vanessa-neesan... —murmuró Asta, sin poder contener la emoción en su voz.

Al escuchar su nombre, Vanessa pareció salir de su estupor. Con un grito ahogado, se lanzó hacia Asta, envolviéndolo en un abrazo tan fuerte que casi lo hace perder el equilibrio. El joven le devolvió el abrazo con la misma intensidad, hundiendo su rostro en la suave cascada de rizos rosados que caían por el pecho de la bruja.

— Asta... —sollozó Vanessa, aferrándose a él como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento—. ¿Cómo es posible? ¿Realmente eres tú?

— Soy yo, Vanessa-neesan —confirmó Asta, acariciando su espalda en un gesto reconfortante—. Estoy aquí, estoy vivo.

Se quedaron así por largos minutos, simplemente abrazados, permitiendo que la calidez del otro los envolviera y disipara la incredulidad inicial. Cuando finalmente se separaron, ambos tenían los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

Vanessa tomó el rostro de Asta entre sus manos, estudiándolo con detenimiento, como si quisiera grabar cada detalle en su memoria.

— ¿Cómo es que estás vivo? —preguntó con voz temblorosa—. Todos los hombres del reino murieron hace cinco años, Asta. Fue una tragedia que nos marcó a todas.

Asta suspiró, pasándose una mano por el cabello en un gesto de cansancio.

— Honestamente, Vanessa-neesan, no estoy seguro —admitió con sinceridad—. Desperté hoy en un laboratorio, sin recordar nada de lo que pasó. Lo único que sé es que, al parecer, una enfermedad misteriosa mató a todos los hombres con magia. Pero yo, al no tener magia, de alguna manera sobreviví.

Vanessa asintió lentamente, sus ojos se tiñeron de tristeza al recordar aquellos días oscuros...

— Es verdad, Asta. Fue un virus letal que se propagó rápidamente entre los hombres con poder mágico —confirmó con voz apagada—. Los perdimos a todos en cuestión de un momento a otro: al capitán Yami, a Magna, Luck, Gauche, Gordon, Finral... fue devastador.

Al escuchar los nombres de sus antiguos compañeros, Asta sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. Las lágrimas se desbordaron, rodando por sus mejillas en un llanto silencioso. Vanessa, conmovida, lo atrajo nuevamente hacia ella, abrazándolo con fuerza mientras le acariciaba el cabello en un gesto maternal.

— Lo siento tanto, Asta —murmuró con suavidad—. Sé lo mucho que los querías, lo unidos que eran todos ustedes. Fue un golpe terrible para la orden y para el reino entero.

Permanecieron abrazados por un tiempo, compartiendo el dolor de aquella pérdida irreparable. Cuando Asta logró calmarse, se separó lentamente de Vanessa, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

— Gracias, Vanessa-neesan —le agradeció con una sonrisa temblorosa—. Han sido demasiadas emociones en tan poco tiempo.

Vanessa le devolvió la sonrisa, al tiempo que acariciaba su mejilla con ternura.

— No tienes que agradecerme, Asta. Sabes que siempre estaré aquí para ti —le aseguró con cariño—. Y no todo ha sido malo en estos años, ¿sabes? La orden ha seguido adelante, hemos progresado y acogido a jóvenes promesas que seguramente te encantará conocer.

Los ojos de Asta brillaron con interés, ansioso por escuchar más.

— Cuéntame, Vanessa-neesan. ¿Cómo están las chicas? ¿Qué ha sido de ellas en todo este tiempo?

Una sonrisa orgullosa se dibujó en los labios de Vanessa mientras se acomodaba en uno de los sillones, invitando a Asta a sentarse a su lado con un par de palmaditas.

— Bueno, para empezar, Marie se ha convertido en una de nuestras reclutas más destacadas —comenzó, sus ojos se iluminaron al hablar de la pequeña Adlai—. Ha crecido mucho, no solo en edad sino también en habilidad. Su magia de ojos es realmente impresionante, estoy segura de que Gauche estaría orgulloso de ella.

Asta sonrió al pensar en la dulce niña que había conocido años atrás, imaginándola ahora como una joven decidida y talentosa.

— Me alegra mucho escuchar eso —dijo con sinceridad—. Marie siempre tuvo un gran potencial, estoy seguro de que se ha convertido en una increíble maga.

— Y no solo ella —continuó Vanessa—. Grey también ha tenido un enorme progreso en este tiempo. ¿Puedes creer que ahora es la vicecapitana de la orden?

Asta abrió los ojos con sorpresa y admiración.

— ¿En serio? ¡Eso es genial! —exclamó emocionado—. Grey siempre fue muy tímida y reservada, me alegra saber que ha superado esas inseguridades y ha asumido un papel tan importante.

Vanessa asintió, su sonrisa se amplió al recordar a su querida amiga en el pasado.

— Ha sido un cambio notable, Asta. Grey ha ganado mucha confianza en sí misma y en sus habilidades. Ahora es una líder nata, respetada y admirada por todas las miembros de la orden.

— ¿Y qué hay de Charmy? —preguntó Asta, pensando en la pequeña y glotona maga que tanto quiere—. ¿Cómo está ella?

La expresión de Vanessa se tornó divertida ante la mención de Charmy.

— Nuestra querida Charmy apenas pasa tiempo en la base estos días —reveló—. ¿Adivina qué? Abrió su propio restaurante en la capital y se ha convertido en toda una celebridad culinaria.

Asta soltó una carcajada, imaginando a Charmy rodeada de montañas de deliciosos platillos y comensales encantados.

— ¡Eso suena perfecto para ella! —rio, sacudiendo la cabeza con cariño—. Charmy siempre fue una maestra en la cocina, estoy seguro de que su restaurante debe ser el mejor del reino.

Vanessa se unió a sus risas, contagiada por la alegría de Asta.

— Lo es, sin duda alguna. Su comida es famosa en toda la capital y más allá. Charmy ha sido fundamental para mantener la moral alta en estos tiempos difíciles, brindando consuelo y calidez a través de sus deliciosos platillos.

Se quedaron en silencio por un momento, cada uno perdido en sus propios pensamientos y recuerdos. A pesar de las pérdidas y los desafíos que habían enfrentado, era reconfortante saber que las Blackbulls seguían adelante, adaptándose y creciendo en medio de la adversidad.

— Gracias por ponerme al día, Vanessa-neesan —articuló Asta finalmente, tomando la mano de la bruja entre las suyas—. Significa mucho para mí saber que todas ustedes han estado bien y han logrado tanto.

Vanessa le dedicó una mirada cargada de afecto, entrelazando sus dedos con los de él.

— No tienes nada que agradecer, Asta. Tú siempre fuiste nuestra inspiración, nuestra fuerza. Aun cuando pensábamos que te habíamos perdido, tu recuerdo nos impulsó a seguir adelante, a luchar por el sueño que compartíamos —su voz se suavizó un poco, esta se cargó de emoción—. Y ahora que estás aquí, de vuelta con nosotras... es como un milagro hecho realidad.

Asta sonrió, sintiendo cómo su corazón se henchía de amor y gratitud hacia aquella mujer que era como una hermana mayor para él.

— Prometo que no volveré a dejarlas, Vanessa-neesan. Ahora que he regresado, lucharé a tu lado para proteger al reino y descubrir la verdad detrás de esta tragedia —declaró con determinación.

Vanessa asintió, en sus ojos se apreciaba un brillo de renovada fe y fortaleza.

— Sé que lo haremos, Asta. Contigo a nuestro lado, no hay nada que no podamos lograr.

Con esas palabras sellando su promesa, Asta y Vanessa se fundieron en un nuevo abrazo, unidos por el inquebrantable vínculo de amistad y lealtad que los había mantenido firmes a través de los años y las adversidades.

Pero...

Durante el abrazo...

Asta comenzó a percibir el aroma de Vanessa, un olor dulce y embriagador como el vino añejo. Era una fragancia que parecía envolverlo –guardando su aroma en su repertorio–, nublando su mente y despertando sensaciones que él ya conocía muy bien....

Sin darse cuenta, se encontró acercándose más a ella, como atraído por un imán invisible.

Vanessa, por su parte, tampoco era inmune a la creciente tensión entre ellos. El suero del Follador 3000 que corría por las venas de Asta parecía estar haciendo efecto en ambos, creando una atracción sexual irrefrenable.

Con un gesto sutil, Vanessa palmeó el espacio vacío a su lado en el sofá, invitando a Asta a sentarse más cerca. Él obedeció de inmediato, sintiendo cómo su pulso se aceleraba ante la proximidad de la hermosa bruja.

— Oye, Vanessa-neesan... —comenzó Asta, tratando de mantener la conversación a pesar de la creciente distracción— ¿Has sabido algo de Noelle en estos días? ¿Cómo está ella?

La expresión de Vanessa se ensombreció levemente ante la pregunta, un destello de tristeza cruzó por sus ojos.

— La verdad es que Noelle casi no viene a visitarnos —respondió con un suspiro apesadumbrado—. Desde que se convirtió en reina, ha estado muy ocupada con sus deberes y responsabilidades. Sé que nos extraña, pero le resulta difícil hacer tiempo para venir a la base.

Asta asintió comprensivo, de todos modos Noelle se había desahogado con él.

— Pero sabes... —continuó Vanessa, su voz adquirió un tono más animado— para las chicas de la orden, Noelle es una verdadera celebridad. La admiran muchísimo y sueñan con seguir sus pasos algún día.

Asta no pudo evitar soltar una carcajada ante esa información, sacudiendo la cabeza con diversión.

— Puedo imaginarlo. Noelle es genial... —sonrió con cariño, recordando a la reina.

— Oh, genial —repitió Vanessa—. Veo entonces que algo pasó entre ustedes...

Asta sonrió.

— Bueno, ella me extraño mucho —confesó—. Creo que mantiene esa fachada distante por las apariencias, Noelle tiene mucho trabajo diario que realizar.

Vanessa sonrió.

— Incluso maduraste ya...

Pero Asta no tuvo tiempo de responder, porque en ese momento Vanessa extendió su mano y comenzó a acariciar su rostro con suavidad. Sus dedos trazaron la línea de su mandíbula, demorándose en la curva de sus labios, enviando escalofríos por la columna vertebral del muchacho.

— Has cambiado tanto desde la última vez que te vi —murmuró Vanessa, su voz se tornó más baja y seductora—. Te has convertido en todo un hombre, Asta. Y debo decir... que eres bastante guapo.

Asta tragó saliva, su corazón latía fuertemente ante las palabras y el toque de Vanessa. Podía sentir cómo el deseo se arremolinaba en su interior, nublando su juicio y despertando los anhelos primitivos, el deseo sexual.

El útero de Vanessa segregó óvulos, y su libido crecía a niveles inauditos. Su cuerpo comenzó a clamar la reproducción, el coito a toda costa.

El pelicenizo, casi sin pensarlo, se inclinó hacia adelante y capturó los labios de Vanessa en un suave beso. Ella emitió un pequeño jadeo de sorpresa, pero rápidamente correspondió el gesto, entreabriendo su boca para permitirle un acceso más profundo.

Se besaron lentamente al principio, saboreando la dulzura del momento. Pero pronto la pasión se encendió como una llama voraz, y el beso se volvió más urgente y demandante.

Cuando se separaron para tomar aire, ambos tenían las respiraciones agitadas y los ojos oscurecidos por el deseo. Vanessa esbozó una sonrisa traviesa, inclinándose para susurrar en el oído de Asta.

— ¿Te acuerdas de tu primer día en la orden? —ronroneó, al tiempo que su aliento dulce envió escalofríos por la piel del joven—. ¿Cuándo te dije que te daría una recompensa por hacer un buen trabajo?

Asta asintió.

— Claro que me acuerdo... su mente se llenó de recuerdos de aquel momento. La promesa implícita en las palabras de Vanessa, la forma en que lo había mirado... todo cobraba un nuevo significado ahora— ...Vannesa-neesan.

Sin decir nada más, Vanessa se inclinó y volvió a besarlo, esta vez con una intensidad abrasadora que lo dejó sin aliento. Sus manos se enredaron en el cabello cenizo de Asta, atrayéndolo más cerca, mientras las de él exploraban la suave piel de su espalda desnuda.

En ese instante, todo lo demás desapareció. El mundo exterior, las preocupaciones, los misterios sin resolver... Todo se desvaneció hasta quedar solo ellos dos, perdidos en la pasión y el deseo creciente que los consumía, sus cuerpos se presionaban cada vez más cerca en el sofá. Las manos de Asta recorrían la espalda desnuda de la bruja, deleitándose con la suavidad de su piel, mientras las de ella se enredaban en su cabello cenizo, tirando suavemente de los mechones.

Entre besos y caricias, Vanessa se separó un poco para mirar a Asta a los ojos. Una sonrisa traviesa bailaba en sus labios hinchados por los besos.

— Sabes, Asta... —ronroneó, con la voz cargada de deseo— siempre me pregunté cómo sería tenerte así, entre mis brazos. Desde el primer día que te vi, supe que eras... especial.

Asta le devolvió la sonrisa, acariciando su mejilla con ternura.

— Vanessa-neesan... —susurró, excitándose—. Yo...

— ¿Sí? —rio Vanessa.

— Nunca imagine estar así contigo...

— Ahora las cosas son diferentes, ¿no lo crees?

Asta asintió, inclinándose para depositar un suave beso en el cuello de la bruja, arrancándole un gemido de placer.

— Muy diferentes —murmuró Asta contra su piel, trazando un camino de besos hasta el borde de su escote—. Eres preciosa...

Vanessa soltó otro gemido, ante las palabras y las acciones del chico.

— Ahhh...—la pelirosa, gimió al sentir los dientes del joven hundirse en su piel— Asta...

— Vanessa-neessan —murmuró, capturando sus labios en un nuevo beso, más profundo y hambriento que los anteriores.

Las manos de Vanessa se deslizaron por el pecho de Asta, explorando los firmes músculos que se ocultaban bajo su ropa. Con dedos hábiles, comenzó a quitarle su camisa, revelando poco a poco la piel suave y tonificada.

— Mmm... Definitivamente has crecido en todos los sentidos —comentó apreciativamente, recorriendo con la mirada el torso desnudo de Asta.

Él se estremeció bajo su toque, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba con creciente urgencia ante las caricias de Vanessa. Deseoso de sentir más de su piel contra la suya, Asta deslizó los tirantes del sostén de la bruja por sus hombros, exponiendo sus generosos pechos a su mirada hambrienta.

— Eres hermosa, Vanessa-neesan —susurró con reverencia, inclinándose para besar la suave piel entre sus senos—. Siempre lo he pensado, desde el primer momento en que te vi.

Vanessa jadeó ante el contacto de sus labios, arqueándose hacia él en una silenciosa invitación a continuar. El cenizo no se hizo de rogar, y trazó un camino de besos húmedos por la curva de sus pechos, hasta capturar uno de sus pezones endurecidos entre sus dientes.

— ¡Asta! —gimió Vanessa, hundiendo sus dedos en el cabello del joven mientras él la atormentaba con su boca deseosa y hambrienta.

La pasión crecía entre ellos como una marea imparable, consumiendo todo a su paso. Las ropas fueron desapareciendo una a una, esparcidas descuidadamente por el suelo, hasta que ambos quedaron desnudos sobre el sofá, piel contra piel.

Asta recorrió con manos reverentes cada curva del cuerpo de Vanessa, memorizando cada detalle –tanteo sus senos, apretó sus pezones, acaricio su abdomen y frotó sus nalgas–, cada reacción que arrancaba de ella con sus caricias. La bruja se retorcía bajo su toque, jadeando y gimiendo, repitiendo su nombre como una plegaria a la lujuria.

Cuando los dedos de Asta encontraron el calor húmedo entre sus piernas, Vanessa pensó que podría morir de placer allí mismo. Él la acarició con destreza, trazando círculos en su clítoris hinchado, arrancándole gemidos cada vez más fuertes.

— Por favor, Asta... —suplicó sin aliento, alzando sus caderas para encontrar sus caricias— te necesito... te necesito dentro de mi... métemela...

En respuesta, el joven capturó sus labios en un beso abrasador, bebiendo de sus gemidos mientras sus dedos seguían explorando su vagina. La pelirosa se aferró a sus hombros, clavando sus uñas en la piel de su espalda, ahogada en el mar del placer.

Cuando sintió que estaba al borde del clímax, Asta retiró sus dedos, ganándose un gemido de protesta por parte de la bruja. Pero rápidamente se posicionó entre sus piernas, rozando su dura erección contra su entrada empapada.

Se miraron a los ojos por un instante, verde esmeralda fundiéndose con rosa oscuro, ambos nublados por el deseo y la anticipación. En ese momento, no existía nada más en el mundo que ellos dos y la pasión que los consumía.

— ¿Estas lista? —susurró Asta con voz ronca, acariciando su mejilla con ternura al tiempo que si glande era abrazado por los labios menores de Vanessa.

— Nací lista —murmuró con voz entrecortada—. Mucho más de lo que te imaginas...

Y con esas palabras sellando su unión, Asta se hundió en ella de una sola embestida, arrancando gritos de placer de ambas gargantas.

Sus respiraciones se cortaron por momentos, la primera penetración da lugar a un placer indescriptible que los arrastra a ambos al gozo.

Conforme Asta mantiene su cadencia, cada penetración se hace más profunda, forzando la respiración de Vanessa a medida que se eriza su piel bajo su boca sedienta de amor. Sus gemidos y suspiros sincronizan perfectamente con los movimientos y jadeos del chico, creando una melodía solo entendible para los dos amantes.

— Si, dame más duro —musita la pelirosa, presionando sus manos firmemente en los costados de Asta, guiándolo, atrayéndolo más cerca, incitándolo a avivar la brasa que ya está brillando entre ellos.

Su petición no cae en saco vacío, pues el aludido responde fielmente a su llamado, incrementando la velocidad y la intensidad, acompañando cada golpe de su pene en el fondo de su vagina con un gemido gutural que habla de la naturaleza de su encuentro.

— ¿Te gusta, Vanessa-neesan? —pregunta Asta, pausando brevemente antes de volver a dar un empuje profundo, provocando una onda de placer que le hace temblar por completo.

La respuesta de Vanessa viene de manera incansable, el tempo se intensifica junto al ritmo de sus latidos cardíacos, y al hipnotizante mete-saca.

Vanessa, incapaz de articular palabras completas, balbucea: "Sí..." mientras asiente vigorosamente con la cabeza, sujetando aún más fuerte a Asta, guiándolo ahora para profundizar la penetración.

La respiración espesa y pesada del hombre, rasga ligeramente el aire, perdido en los ojos violáceos de su compañera sexual.

La vagina comienza a contraerse alrededor del intruso que entra y sale repetidamente, esos cambios corporales ambos lo sienten y ese hecho, lejos de disminuir el impulso, lo enardece. Es entonces cuando la voz de Vanessa se quiebra, un último susurro: "¡Ah!", salió de su garganta, lo que envolvió a Asta en un mar de sensaciones que le llevan a un punto de inflexión.

Al llegar al clímax, el pene de Asta pulsaba repetidamente dentro de la cavidad vaginal de Vanessa, cada contracción indicaba inequívocamente su punto álgido. La temperatura de la zona se incrementaba progresivamente, lo que hizo notar a ambos la proximidad del momento final.

— ¡¡Vanessa-neesan!! —grita Asta, con voz agónica de placer.

Debido a la gran estimulación previa y el alto nivel de excitación, el orgasmo del chico fue particularmente intenso. Como resultado, su erección se disparó en longitud y rigidez –aumentó considerablemente debido a la acumulación de sangre–, presionando firmemente contra las paredes internas de Vanessa. Poco después, con los movimientos involuntarios característicos del orgasmo masculino, comenzó a eyacular, llenándole la vagina de leche caliente.

Como una reacción a la presión ejercida por el orgasmo del pelicenizo, la vagina de Vanessa se contraía también, aumentando en intensidad. Esta respuesta natural provocó que las contracciones vaginales masajearan el pene de Asta, intensificando aún más su orgasmo y causando una eyaculación muy abundante, al tiempo que Vanessa, completamente absorbida en su placer, emitió potentes gritos de gratificación:

— ¡Ahhh! ¡Asta!, hhmmm, ¡sí! —fue precisamente el sonido de sus gemidos lo que alertó a Asta sobre el hecho de que Vanessa estaba por alcanzar su propio orgasmo.

Y Finalmente, el orgasmo del hombre terminó, seguido por el de la mujer, resultando en los movimientos musculares de la vagina y el útero, los cuales se repitieron varias veces, lo que provocó que las paredes del canal vaginal masajearan, apretaran y aplastaran el pene en su interior, intensificando en gran medida su orgasmo, haciendo que su vagina se contrallera violentamente, expulsando un chorro de flujo vaginal que impactó contra el abdomen de Asta. 

La pelirosa gimió y se retorció cual gusano, empapando su piel con un líquido tibio y dulce.

Tras alcanzar juntos el clímax del placer, Asta y Vanessa permanecieron abrazados en el sofá, con ambos cuerpos entrelazados y cubiertos por una fina capa de sudor. Sus respiraciones agitadas eran el único sonido que rompía el silencio de la sala común, mientras intentaban recuperar el aliento después de su apasionado encuentro.

Vanessa fue la primera en hablar, con la voz entrecortada por la intensidad del encuentro sexual reciente:

— Eso fue... —murmuró, acurrucándose más cerca del joven y trazando patrones invisibles sobre su pecho con sus dedos— maravilloso, Asta .

Asta sonrió, besando la frente de la bruja con ternura.

— Lo fue —concordó, estrechándola entre sus brazos.

Vanessa suspiró, bajando una mano para acariciar su vientre –en ese momento su ovulo fue fertilizado–. Una sensación de calidez se extendía por su interior, como si un pequeño sol se hubiera encendido justo debajo de su ombligo. Era una sensación extraña pero reconfortante, que la hacía sentir completa den todo sentido.

— Sabes... —comentó con una sonrisa traviesa, alzando la mirada para encontrarse con los ojos verdes de Asta—. Esto de ser el último hombre en el mundo puede tener sus ventajas.

Asta rio suavemente, acariciando la espalda desnuda de Vanessa con movimientos sensuales.

— Supongo que sí —admitió, con un brillo pícaro en sus ojos—. Eres única... Vanessa-neesan.

— ¿Única? —Vanessa le dio un suave golpe en el pecho, fingiendo indignación—. ¿Me estás diciendo vieja? —bromeó, mordisqueando juguetonamente el lóbulo de su oreja.

— ¡N-no, claro que no! —se apresuró a aclarar Asta, estremeciéndose ante el contacto de los dientes de la bruja—. Sabes que eres la mujer más sensual que he conocido, Vanessa-neesan.

La sonrisa de Vanessa se suavizó, sus ojos se llenaron de un brillo cálido que hizo que Asta la besara suavemente.

— Asta... —murmuró, acariciando su mejilla con ternura—. Si resulto embarazada después de esto, tendrás que hacerte responsable, ¿de acuerdo?

El joven parpadeó sorprendido por un momento, pero luego una sonrisa amplia y sincera se dibujó en sus labios.

— Por supuesto, Vanessa-neesan —aseguró, estrechándola más cerca de sí—. Te lo prometo.

Los ojos de Vanessa se humedecieron ante la sinceridad de sus palabras. Con un suspiro tembloroso, escondió su rostro en el cuello de Asta, aspirando su aroma masculino y reconfortante.

— Eres un verdadero hombre...—susurró contra su piel, depositando un suave beso en su pulso— más de lo que las palabras pueden expresar.

— Y tú Vanessa-neesan —respondió él, acunando su rostro entre sus manos para mirarla a los ojos—. Eres una mujer maravillosa

Se besaron una vez más, lenta y dulcemente, saboreando el momento de intimidad. Cuando se separaron, Asta se puso de pie, levantando a Vanessa cual princesa en sus brazos con facilidad.

— Vamos a mi habitación —sugirió la bruja—. No queremos despertar a las demás con nuestro... alboroto.

El cenizo rio suavemente, acto seguido la pelirosa rodeo el cuello de Asta con sus brazos mientras él se encaminaba hacia las escaleras.

— Mmm... apúrate... quiero que me la metas, otra vez —ronroneó, mordisqueando su mandíbula juguetonamente—. Pero más te vale estar listo para otra ronda, mi querido Asta. Queda poco para que salga el sol.

Con un beso en respuesta, Asta abrió la puerta de la habitación de Vanessa con el pie y se adentró en ella, cerrándola tras de sí con un suave 'clic'.

Bajo la luz tenue de la luna, la noche se convierte en el observador en primera fila del inminente acto.

Vanessa se encontraba a cuatro patas, en la posición del perrito, el último hombre, se acercó a la fortaleza oculta de la pelirosa, cuya garra protectora escondía la seductora senda del éxtasis. El preámbulo era claro: la vagina ya se hallaba saciada, bañada en la crema de la pasión y la vida, pero su recto estaba intacto, listo para guiar su miembro en la travesía por tierras incógnitas.

Su dedo, empapado en el semen que aun brotaba de la vagina dilatada de Vanessa, se posó en el anillo duro de su culo, que se ablandó al contacto de la yema del dedo, la pelirosa jadeó, anticipando la penetración que se le venía encima.

Asta, desnudo y erecto, emprendió la conquista de aquel inexplorado territorio. Comenzó a masajear el orificio suavemente, estimulándolo, bailando suavemente al compás de la respiración jadeante de la chica. Sus nalgas, blancas y suaves, se erizaban con cada toque.

El primero de los dedos penetró el recto de la bruja, haciéndola estremecer. Movía su dedo en lentos y coreografiados círculos, ampliando la entrada, disfrutando de la sensibilidad que allí habitaba. Vanessa, con la cara enterrada en la almohada, apretaba los dientes, intentando contener los sonidos que se le escapaban.

Cuando la muchacha ya se movía al ritmo del dedo, Asta decidió que era hora de la invasión total. Introdujo un dedo más, ensanchando la brecha en su recto. Vanessa gemía y gimoteaba, las sábanas las enrollaba entre sus dedos, y mordía su lengua intentando no despertar a las demás chicas.

Con la punta del pene, bañada en la saliva que brillaba en su glande, Asta presionó el agujero, abriendo la puerta a un placer salvaje. Vanessa soltó un grito sofocado, sus nalgas cremosas y temblorosas, apretaban instintivamente al miembro palpitante de deseo. El tallo del falo empezó a deslizarse en su interior, despertando sensaciones que jamás había experimentado, tomando su virginidad anal.

La cama crujió en armonía con el ritmo que el chico imprimía a su primer embestida. Cada palpitar del corazón de la joven se sincronizaba con la penetración profunda del miembro masculino en su ano. Su recto se adaptaba a la intrusión, cada pulso que emitía el pene contra la retaguardia de la pelirosa eran como varios latigazos de puro placer.

Asta, impulsado por la lujuria, no paró de empujar, notando la tensión de la musculatura anal que se aflojaba lentamente. Su glande, cada vez más húmedo, chocó contra el final del trayecto, lo que provocó que el esfínter se resistiera a la invasión.

Con un gesto que parecía un conjuro, la muchacha relajó su esfínter, permitiendo que el miembro de su pareja sexual se introdujera por completo. Un grito se escapó de sus labios, un sonido que se confundió con el silencio de la noche. El calor del interior la abrazó, la llenó y la poseyó.

Comenzaron las embestidas, el movimiento se volvió rítmico, cada penetración hacía que sus caderas temblaran, cada retiro quejumbroso, era puro quejido de la carne que pedía más. La habitación se llenó del olor a sexo, a sal y a sudor.

Vanessa, en el mero auge de la lujuria, no podía creer lo que sentía, la invasión la excitaba, la llenaba de un fuego que la consumía.

Con la certeza de la experiencia, Asta aceleró el ritmo, hundiéndose cada vez más profundo en el recto de Vanessa. Ella, ahora acostumbrada, respondía con un movimiento de cadera que enloquecía al muchacho, moviendo sus nalgas al compás de la cópula, cada contracción de su retaguardia era un abrazo al pene que la invadía. El cenizo, desbordando de placer, notó que su cuerpo se espasmeaba, el calo se acumulaba en sus gónadas, siendo indicio a la eyaculación que se acercaba.

— ¡¡Vanessa-neesan!! —jadeó apretando las nalgas de la bruja, hasta que sus manos quedaron marcadas en la piel cremosa de ella.

— ¡¡Asta!! —chilló Vanessa, sacando la lengua de lo excitada que estaba.

Con un último empellón, el chico se derramó en el interior de la bruja, inundando su recto con su semilla. Vanessa, estremeciéndose, apretó el culo, intentando aumentar el flujo de vida que la llenaba, como queriendo exprimirlo al máximo, hasta la última gota.

Jadeando, se detuvieron, la respiración agitada y el corazón a mil por hora, eran los sonidos que inundaban la habitación.

El pene, aun erecto, se deslizó de su cavidad anal, dibujando un camino húmedo por sus nalgas. Vanessa, sin dejar de sonreír, le acarició el glande, aun caliente y palpitante, bañando sus dedos en la savia del varón.

— Estas listo para otra ronda... —propuso Vanessa, girándose y lamiéndole el pezón a Asta.

— Vanessa-neesan ~gimió ante el contacto.

Asta y Vanessa despertaron lentamente, acurrucados en la cama de la habitación de la bruja. Los cálidos rayos del sol se filtraban por la ventana, bañándolos con su suave luz dorada. Asta bostezó, estirando sus músculos con pereza, sintiendo el agradable peso del cuerpo desnudo de Vanessa contra el suyo.

— Mmm... Me siento genial —murmuró adormilado, frotándose los ojos con el dorso de la mano.

Vanessa rio suavemente, acariciando el pecho del joven con sus dedos.

— No me sorprende, después de la noche que tuvimos ayer —ronroneó pícaramente—. Fuiste insaciable, Asta.

El joven se sonrojó, pero una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios al recordar los múltiples encuentros apasionados que habían compartido.

Acurrucándose más cerca de Vanessa, Asta suspiró, su expresión se tornó pensativa.

— Vanessa-neesan... Espero poder atrapar al culpable de todo esto —murmuró, determinado—. No descansaré hasta que hayamos resuelto este misterio y traído justicia a nuestro reino.

Vanessa lo miró con ternura, acariciando su rostro con suavidad.

— Lo sé, Asta. Estoy segura de que lo lograrás —afirmó con convicción—. Tu determinación es inquebrantable, es una de las cosas que más admiro de ti.

Sellando sus palabras con un dulce beso, Vanessa se acurrucó contra el pecho de Asta, sintiéndose segura en sus brazos. Por un momento, todo parecía perfecto, como si el mundo exterior y sus problemas no existieran.

Pero su burbuja de felicidad se vio interrumpida por el suave aleteo de una paloma mensajera que entró por la ventana entreabierta. El ave se posó en el alféizar, extendiendo su pata donde un pequeño pergamino estaba atado.

Intrigada, Vanessa se levantó de la cama, sus piernas temblaron mientras se acercaba a la paloma. Con cuidado, desató el mensaje y lo desenrolló, sus ojos se movieron rápidamente por las líneas escritas con elegante caligrafía.

— Es de Noelle —informó a Asta, su ceño se frunció levemente mientras leía—. Un comunicado oficial para todas las capitanas de las órdenes mágicas.

Asta se incorporó, apoyándose en un codo, y la miró con curiosidad.

— ¿Qué dice?

Vanessa aclaró su garganta y comenzó a leer en voz alta:

_________________________________________________________

"Estimadas Capitanas de las Órdenes Mágicas del Reino del Trébol,

Por medio de la presente misiva, se les informa que Su Majestad, la Reina Noelle Silva, dirigirá un discurso de suma importancia a la nación el día de hoy a las 12:00 horas en punto. Se les solicita encarecidamente que reúnan a todas las integrantes de sus respectivas órdenes y se presenten puntualmente en la Plaza Central de la Capital.

Su Majestad ha enfatizado que el comunicado que se entregará reviste la mayor trascendencia para el futuro de nuestro amado reino, siendo el más significativo de los últimos cinco años. Por lo tanto, la asistencia es de carácter obligatorio para toda ciudadana, sin excepción alguna.

Contamos con su puntualidad y cooperación para asegurar que este trascendental evento se desarrolle con la solemnidad y eficiencia que amerita.

Atentamente,

Secretaría Real del Reino del Trébol"

_________________________________________________________

Noelle se encontraba recostada en el sofá de sus aposentos, su cuerpo desnudo apenas lo cubría una fina sábana de seda. El sol de la mañana se filtraba por las ventanas, iluminando la habitación con su suave resplandor dorado. Pero para la joven reina, la luz solo intensificaba el dolor de cabeza que martilleaba en su cráneo.

Con un gemido, Noelle intentó incorporarse, pero sus piernas temblaron y piquetes de dolor recorrieron su culo, haciéndola caer de nuevo sobre los cojines. Los recuerdos de la noche anterior, de su intenso encuentro con Asta, inundaron su mente, provocando que un sonrojo furioso tiñera sus mejillas.

«Asta... —pensó, masajeando sus adoloridas caderas—. Me dejó hecha un desastre».

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y una de sus asistentes entró con paso apresurado. La joven, de cabello castaño recogido en un moño pulcro, se detuvo en seco al ver el estado en que se encontraba su reina.

— ¡Mi señora! —exclamó alarmada, sus ojos se abrieron como platos al recorrer la escena frente a ella.

La habitación estaba en completo desorden, con muebles volcados y cortinas rasgadas. La ropa de Noelle yacía esparcida por el suelo, junto con plumas de almohadas destrozadas. Y en medio de todo ese caos, la reina misma, desnuda y despeinada, con el rímel corrido y el pintalabios manchando su piel de manera irregular.

— ¿Q-qué sucedió aquí? —preguntó la asistente, tratando de mantener la compostura a pesar de su evidente shock.

Noelle gruñó, cubriéndose el rostro con una mano en un intento por ocultar su vergüenza.

— N-nada... No es nada —murmuró, con voz ronca por el cansancio de haber gemido demasiado.

La asistente carraspeó, recordando el motivo de su visita.

— Mi señora, debe prepararse. El aviso de su discurso ya fue enviado a todas las capitanas y ciudadanas del reino —informó con urgencia—. La están esperando en la plaza central en una hora.

Noelle maldijo por lo bajo, había olvidado por completo el dichoso discurso. Con un esfuerzo titánico, logró sentarse en el sofá, ignorando el dolor que sentía en el trasero, siendo irradiado a todo su cuerpo.

— Está bien, está bien... diles que estaré allí a tiempo —aseguró, haciendo un gesto dismissivo con la mano—. Ahora, por favor, ayúdame a llegar al baño. Necesito una ducha urgente —vio que aun goteaba liquido reproductivo de su sexo y se abochornó.

La asistente asintió, acercándose para ofrecerle su brazo como apoyo. Noelle se puso de pie con dificultad, sus piernas temblaban como gelatina y cada paso era una tortura para sus músculos sobrecargados.

Logro llegar a la ducha, cojeando y apoyada en su asistente.

Mientras el agua caliente la limpiaba, Noelle no pudo evitar rememorar los apasionados momentos que había compartido con Asta. La forma en que él la había besado, tocado, poseído... Había sido la noche más intensa y placentera de su vida, pero también la había dejado en un estado lamentable.

Tanto que, al salir de la ducha, sus piernas fallaron y cayó al suelo.

Con un suspiro de frustración, Noelle alzó el rostro hacia el techo y gritó con todas sus fuerzas:

— ¡¡¡BAKASTA!!!

Lo siento ;(

Mi plan era publicar esto hace dos dias, pero el trabajo, no me dejó.

Espero hayan disfrutado del capítulo, y para los que vieron el aviso, ya saben lo que se viene 😏

Intentare actualizar hoy o mañana (el trabajo esta algo pesado). Que tengan un muy bonito día.

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