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El olor a medicina recorre todo el espacio, dando vueltas por doquier y siendo inhalado por las personas que yacían ahí por alguna enfermedad.

Chuuya también estaba ahí, en una de las seis camillas con los ojos cerrados. Sus pestañas revoloteaban y su respiración se mantenía establecida, hasta que poco a poco empezó a recobrar su consciencia y sus ojos azules hicieron presencia bajo las pestañas naranjas.

Su vista aún se mantenía algo desenfocada, era muy costoso ver; pero las manchas de sus amigos jamás las podría pasar por alto. Le tomó varios segundos abrir los ojos por completo y mirar a todos, ellos lo miraban preocupados, como si realmente tuviera algo grave. Pero Chuuya no recordaba.

Atsushi fue el primero en reaccionar. Casi se tira encima suyo a abrazarlo, lo terminó abrazando, pero más cuidadoso. lloró en su hombro, murmurando palabras que aún no lograba entender.
El segundo fue Tachihara, el cual se unió al abrazo mientras sus ojos se tornaban de un color rojo y las lágrimas amenazaron con salir de sus ojos.

Ranpo se quedó en el mismo lugar, soltando un gran suspiro y esbozando una sonrisa amarga, casi parecía falsa. Él sabía que algo no andaba bien, pero ni siquiera Chuuya podía recordar.

Luego de unos minutos más con sus amigos, y palabras de la enfermera: recordó todo. Sus vellos se erizaron y tembló bajo la manta que lo cubría, sintiendo el mismo frío de aquel momento.

Podía ver sus heridas tratadas y cubiertas con vendas, aunque le dolían, era mejor que tenerlas al aire manipulando todo con riesgo a infección.
Y él realmente no quería algo así, pero simplemente no encontraba el momento para comentar lo sucedido.

La doctora se preocupó mucho, al igual que Tachihara. Todo habría podido salir peor, y tal vez nunca hubiera llegado, solo eso lo hizo temblar de los nervios.

—Pero, gracias a Dios estás aquí. Fuiste muy afortunado por vivir y solo recibir unos cuantos golpes, nada grave.— La enfermera sonrió. Pronto se retiró del lugar, dejando a los chicos solos. Las demás camillas tenían pacientes que no les parecía importar la presencia de tantas personas; en realidad, ellos habían dado el consentimiento para que todos los amigos del pequeño estudiante pudieran entrar.

Atsushi volvió a pegarse a él preocupado, Tachihara tenía una mirada de cachorro abandonado, mientras Ranpo solo lo miraba afligido con esos rasgados ojos verdes.

—¡Pero estoy bien! Solo fueron unos golpes y ahora todo está bien, pueden dejar de preocuparse por algo que no pasó.— Comentó a sus amigos, más ninguno hizo caso a sus palabras y seguían igual.

La enfermera pronto ingresó a la habitación. Le avisó que podría irse al final del día, cuando su madre viniera por él. Ella estaba abusada de todo, y quién había sido el adulto que lo acompañó, fue el propio director de la escuela y padre de su amigo Ranpo.

Chuuya le agradecería más tarde al señor Fukuzawa.

El día había continuado. La enfermera había vuelto una sola vez con comida para el estudiante. Sus raspones seguían ardiendo ante cualquier movimiento, pero parecía inmune al dolor con la facilidad que hacía todo.

Ninguno de sus amigos le creía. Todos sabían que estaba fingiendo y que, sus raspones eran peligrosos y dolorosos.

Le siguieron haciendo compañía a su amigo, interrogando por completo al chico.

Unas horas después llegó su madre. Entró a la sala histérica. Se veía preocupada, su cabello estaba desordenado, su piel se veía con una fina capa de sudor, y su expresión era casi de terror; la cuál se tranquilizó al verlo reír con sus amigos. Casi de inmediato caminó hasta la camilla de su hijo para abrazarlo con cuidado e interrogarlo.

Chuuya solo respondió lo mismo. Y luego entró una enfermera.

Él estaba libre.

Su madre los llevó a todos a la casa, lista para preparar algo de comer y cuidar a su pequeño hasta que éste la abandonara de mayor por una mujer.

En el viaje, Tachihara contaba toda la escena que habían vivido buscando al pelirrojo.

—¡Chuuya no llegaba! Entonces nos preocupamos y fuimos a buscarlo por todo el colegio. Cada uno se dividió los pisos, hasta que Ranpo nos llamó: ¡Lo había encontrado! ¡¡Yo casi me pongo a llorar!!

Mientras toda una novela Turca se originaba en el auto, el protagonista de aquella novela estaba metido en su mente. Aún sentía el frío, el ardor. Todo lo que vivió.

El miedo lo estaba inundando por dentro.

—Cuando encontré a Chuu. Estaba en una escuela sentado, bueno, estaba más apachurrado contra él mismo en ese momento.— Soltó una melodiosa risa, abriendo sus ojos para mirar a Chuuya, intentando meterse en su mente y saber qué le sucedía.

Claro que era un prodigio, pero tampoco tenía poderes sobre humanos para saber qué pasaba. Su única respuesta fue que alguien lo manipuló.

Volvió a cerrar sus ojos, llevó una paleta a su boca (nadie sabía de dónde la sacó), y su característica sonrisa flotó en su rostro.

—Estaba desmayado, ví un poco de sangre en su ropa y llamé a todos. Luego el director se ofreció para hacerse cargo de todo lo que le pasará a Chuuya por mientras.

Todos asentían para sí mismos. Algunos volviendo a revivir el momento, otro aún en su mente, su mirada clavada en cualquier lugar mientras escalofríos le recorrían entero.

La voz.
Los ojos.
Esa mirada...
Su mirada era la peor parte.

Chuuya ni siquiera recuerda concentrarse tanto en los ojos marrones que lo perseguían por todo el piso. De hecho, ni siquiera se fijó en el ser realmente, si acaso lo más básico de él y listo. ¿Pero recordar los ojos marrones oscuros sin vida alguna? Dudaba.

—Chuuya, cariño.— Escuchó a su madre llamarlo, fue por fin que salió de su mente, y con su cuerpo tembloroso, prestó atención.— ¿Quisieras decirnos cómo terminaste así?

Sabía que la pregunta llegaría, sus amigos también se la preguntaron.

—Y-yo.— Tragó, tomando más aire para dejar de tartamudear como niño pequeño.—Cuando salí de casa iba tarde, entonces corrí y...un auto me golpeó— Pudo ver a su madre brincar en su asiento al escuchar eso. Rápidamente volvió a hablar para intentar tranquilizarla. —¡P-pero todo está bien! El auto solo me golpeó muy leve, solo caí en el cemento y me raspé un poco la piel, nada grave. ¡Estoy vivo!—Sonrió nervioso.

Atsushi quería volver a llorar. Tachihara se lamentaba una y otra vez mentalmente.

Y Ranpo... él, él estaba en su propio mundo.

—¡Cariño, pudo haber salido mal! ¡Debes fijarte y tener más cuidado a la hora de cruzar..!

Aquí iban. Su madre le daría una charla, esto sería largo.

<—————>

Habían llegado a su hogar, su madre apenas había terminado la charla. Al bajarse del auto, ella le dio un beso en la mejilla y lo abrazó con mucho cuidado.

—Me alegro de que estés bien, hijo mío.

Chuuya correspondió al abrazo.

—Siempre lo estaré, mamá.

Todo estaba en orden.

Casi todo.

Ranpo lo seguía mirando extraño, leyendo cada movimiento.
Podía sentir una presencia extraña con él, algo que no eran sus amigos.
Y su ardor intensificaba cuando aquella presencia extraña se acercaba, y lo hacía cada ciertos minutos, sin tener ningún patrón.

Era extraño, le daba miedo y quería llorar.

Pero no ahí. No enfrente de su madre y amigos, no acá.

¿Y Ranpo? Bueno, él acaba de decidir averiguar qué pasaba realmente con su amigo con un extraño gusto por los sombreros.

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¿Alguien me dice si Chuuya tenía una hermana? JAJAKKA siento que sí....pero no sé, y me leí el anterior cap por encima y no ví nada raro (me da pereza leerlo bien para acordarme de todo).

Ya ando saliendo del bloqueo. Poco a poco sacaré caps de esta bella historia.

¿Ustedes qué creen que pueda pasar con Ranpo?

Algo corto (muy corto) y aburrido, pero prometo que desde acá vendrá lo bueno (el ship empezará a desarollarse)  (posiblemente Chuuya quiera volver a matar a Dazai)

~terminada: 18/3/24~

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