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"¿Haz oído hablar de Dazai-san?
Era un jóven chico que murió tras suicidarse en la azotea de esta misma escuela. Se dice que el tiempo en que vivía siempre anhelo cometer suicidio doble con una bella dama, y es por eso que; si vas al baño de chicas en el piso clausurado, tocando tres veces la puerta y diciendo: "Dazai-san, ¿estás ahí?"; tendrás una oportunidad de invocarlo depende de qué tan atractiva seas para él."
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Ir y venir. Parecía que jamás se terminaría, pero al tener mayor conciencia lo hacía ver cómo todo pasaba demasiado rápido. Ahora estaba en cuarto grado de colegio.
No quería dejar la escuela aún. Tenía tantos lindos recuerdos, buenas amistades; y era conciente que la mayoría de esos "amigos" no eran más que compañeros, los cuales solo le hablaban por beneficio o porque estaban en el mismo salón casi todos los días unas 8 horas al día.
También sabía que sus únicos amigos reales eran Ranpo, Atsushi y Tachihara. Los demás le daba igual.
Ranpo cursaba último grado, lo curioso es que era menor: 15 años tenía.
Lo habían adelantado desde pequeño, y a lo que Ranpo había contado; sus años se resumían en no hacer nada y pasar. Así de inteligente era ese chico.
Todos en la escuela lo conocían, era popular por su inteligencia y todos lo buscaban: alumnos, maestros, gente de afuera y su padre: el director del colegio.
Tachihara tenía 16 años, igual que Chuuya. Fue su mejor amigo desde que eran bebés, sus madres eran mejores amigas desde el kinder y a día de hoy lo seguían siendo.
Ambos tenían una linda relación con suficiente confianza. Se apoyaban y nunca dejaban a uno atrás, era amistad pura y sana.
Aunque a los ojos de Chuuya, Tachihara era un idiota completo.
Así se querían.
Atsushi tenía 15 años, al igual que Ranpo. Aunque él sí estaba en el grado que le pertenecía según su edad. Tercer grado de colegio.
Todos tenían un bello grupo, en donde nadie era exluido, la confianza sobraba y se querían. Aunque a veces Ranpo y Chuuya pelearan, Atsushi fuera muy "pequeño", y Tachihara un tonto de primera.
Su amistad era verdadera.
Y era por eso que Chuuya no podía llegar tarde hoy.
Estaba corriendo, esquivando todos los autos que querían chocarle, y las personas que caminaban por aquella mañana fría.
Aunque Nakahara estuviera totalmente abrigado, el aire que le pegaba y respiraba mientras corría era demasiado, sentía sus manos congelarse y sus pies temblar.
Hoy, él y Tachihara tenían una exposición. Tachihara lo mataría si no llegaba a tiempo y le tocaba hacer todo él solo, ¡Y solo se había aprendido la parte que le tocaba!
La nota valía mucho como para improvisar y decir lo que viniera a su mente.
Así que, se encontraba rezando mientras la maestra pasaba lista.
—¿Nakahara Chuuya-san?— Nadie contestó, la maestra solo movió su lápiz para ponerle ausente, y continúo.
Solo Chuuya había faltado ese día. Al terminar de pasar la lista la maestra inició clase, diciendo unas cosas sobre la clase y cosas típicas de las exposiciones: "no interrumpan a sus compañeros", y cosas así. Tachihara se encontraba rezando, podía ver la cara de enojo de sus familiares al llevar una mala nota.
Una voz ronca y profunda habló por los parlantes, toda la clase se quedó en silencio prestando atención a aquel llamado.
—Louisa-san, dirigirse a la dirección por favor.— La voz se calló con un sonido. La maestra suspiró y miró a toda la clase.
Podía ver pequeños destellos volando a través de todos los estudiantes al saber que tendrían libre unos minutos.
—Ya vuelvo. Por favor pórtense bien.
Todos habían asentido, y al salir la maestra siguieron con sus cosas.
Algunos pocos se levantaron para ir con sus amigos a hablar en voz baja y con moderación, otros dormían y algunos estaban en su mundo.
Todos exepto Tachihara que se puso a gritar.
—¡Chuuya, maldito! ¡Contesta el celular!
Ya todos lo conocían, no tenía caso decirle que bajara la voz.
Había llamado unas cuantas veces, nadie contestaba y eso le irritaba más.
Murmullaba -no lo suficientemente bien- insultos al no tener contacto con nadie. Estaba por rendirse y llorarle a la profesora para que lo hicieran en la próxima clase.
—Ella es buena, seguro dice que sí..— Estaba convencido. Ahora tocaba practicar y pensar una excusa tonta para ese caso.
Pero, una voz agitada respondió de la nada.
—¡Ya llego!— Tan rápido como dijo eso, colgó la llamada, y unos segundo luego, pasos apresurados se escucharon afuera del salón. Hasta que cierto chico abrió la puerta agitado.
—¡Estoy!— Hizo una corta reverencia para los demás, notando como no estaba la profesora se permitió relajarse unos segundos e ir a su asiento más cómodo.
Su pecho subía de forma apresurada, una fina capa de sudor adornaba su frente y posiblemente el resto del cuerpo. Sus manos y pies seguían fríos; de igual manera tenía calor.
Su garganta estaba seca, necesitaba algo para beber.
"Al parecer un día de suerte". Pensó al agarrar la botella de su amigo y beberla toda en menos de un minuto.
Cuando se sentó, con la mirada de Tachihara en su persona, pudo suspirar tranquilo. Casi morir había valido la pena.
Por supuesto, su amigo no tardó en molestarlo. Le reclamó, luego fingió llorar y lo abrazo, para luego insultar y gritar, ganándose malas miradas de los demás que solo querían paz.
El chico solo estaba muy energético, y Chuuya hubiera querido faltar.
Casi lo hace, pero al recordar la exposición se levantó y se puso en marcha para llegar bien, lo cual cumplió y estaba tranquilo por ese lado.
Su otro lado estaba inquieto, por el dolor que sentía.
Un carro había logrado golpearlo. Su cuerpo salió volando igual que una pequeña hoja, cayendo en el suelo raspando su piel. Había quedado un poco de sangre, y mientras el conductor se bajó preocupado, Chuuya solo se disculpó y siguió su camino, sin importarle mucho el ardor en sus rodillas, espalda, cabeza y manos.
Ahora sufría. Sentía sangre bajar de sus piernas, sus manos arder y la carne viva podía verse a simple vista.
También tenía su uniforme manchado de un poco de sangre, pero se había puesto el abrigo para no ser notado tan fácil.
No sabía cómo había podido vivir, tenía el golpe del choque, más las vueltas que dió por la calle. Unas cuatro vueltas según recordó, y aún así se logró levantar sin ningún dolor y correr.
Tachihara se había rendido al ver que no tenía atención, se centro en leer su parte de la exposición por si las dudas. Se había puesto nervioso, y siempre salía algo mal de los nervios.
El salón dejó de tener ruido, los demás salones también. Todo estaba en completo silencio, cosa que relajó a Chuuya.
Mientras cerró sus ojos para intentar descansar y no llorar del dolor, unas voces empezaron a tener control de su mente sin si quiera saberlo.
Tampoco era como si se pudiera evitar.
"¿Haz oído hablar de Dazai-san?
Era un jóven chico que murió tras suicidarse en la azotea de esta misma escuela. Se dice que el tiempo en que vivía siempre anhelo cometer suicidio doble con una bella dama, y es por eso que; si vas al baño de chicas en el piso clausurado, tocando tres veces la puerta y diciendo: "Dazai-san, ¿estás ahí?"; tendrás una oportunidad de invocarlo depende de qué tan atractiva seas para él."
Las voces eran suaves, parecían ser chicas teniendo una plática normal, pero lo que decían te hacía pensar lo contrario.
Su conversación siguió. Logró entender que ese fantasma podía cumplir deseos con solo invocarlo.
Lo cual era ridículo. ¿Acaso era el genio de Aladín? Esas cosas no existían, no eran más que rumores falsos para asustar a las personas y tener momentos de diversión. Sea como sea, sonaba falso y estúpido. Pero sin querer su mente se concentró hasta el final de la conversación.
Si deseaban iniciar un rumor bueno y que dé miedo, debían mejorar esas charlas.
<―――――>
Él era tonto.
Se encontraba justo en el último piso. Sus manos descansaban en sus bolsillos y su rostro permanecía sin expresión, pero su cabeza estaba hecha un lío.
Podía ver la escalera desaparecer cada paso que daba, alejándose de la entrada y yendo en busca de su objetivo.
Según le había dicho Ranpo. Ese piso había sido clausurado hace más de 60 años por un director de esa época. Lo que sabia su padre era que esa persona deseaba remodelar la escuela, en especial ese último piso.
El lado negativo de todo eso es que jamás había sido tocado por alguien. Fue totalmente cerrado y cada estudiante, o persona, tenía prohibido entrar ahí. El paso del tiempo hizo que todos se olvidarán de ese piso, dejándolo solo durante años.
Podía imaginar la cantidad de animales que vivían ahí hoy en día.
Se fijó más en su al rededor. Los pasillos estaban solos totalmente, solo los acompañaba la luz que entraba por las ventanas completamente sucias y con manchas.
Los salones estaban vacíos, no tenían puertas y la suciedad se podía ver desde lejos.
Los que estaban en mejor estado estaban cerrados, con madera vieja y rota esparcida por la habitación.
Todo estaba sucio; con polvo, manchas, objetos rotos. Misteriosamente, no había ni un animal o algún inicio de que hubiera antes. Solo se resumían en suciedad y deterioro por los años.
El piso crujía con cada paso dado, haciendo que la sensación fuera peor al escuchar eso.
Mientras más caminaba, más se arrepentía.
¿Por qué estaba ahí? Ni siquiera el propio Chuuya lo sabía.
El tema había estado rondando su mente toda la clase.
Escenarios ficticios llegaban a su mente, haciendo que perdiera concentración. La duda también estaba ahí, golpeaba y tomaba las rienda de su cabeza.
La exposición no había ido mal realmente, se sacaron la nota máxima y la profe le quitó la falta. El único fallo es que su mente no se concentró bien por estar pensando en esa conversación.
El tema de seres de otro mundo le hacía quedar loco. La avaricia llegaba y deseaba más; eso le estuvo pasando toda la clase, y ni atención logró poner.
Cansado de sus pensamientos buscó ese lugar, tal vez su mente dejaría el tema y pudiera continuar. Y, cuando se arrepentía y quería volver, algo lo impedía, sus pies se movían solos, y cuando se dió cuenta estaba en las escaleras sin nadie cerca para regañarlo o decirle que no hacer.
Solo pudo suspirar y subió aquella escalera. Ahora se encontraba buscando algo que ni siquiera sabía si aún existía.
Él había caminado hasta ese punto, sabiendo bien que su clase de música se aproximaba más rápido de lo que deseaba. Faltaban solo minutos para entrar y ni siquiera había encontrado su objetivo.
De igual manera, ni hacía falta perderse un poco de su clase por un día, ¿no?
Algo que si notó extraño fue; que su cuerpo había dejado de dolerle apenas piso el primer escalón.
En clase estaba haciendo su mayor esfuerzo para que las manchas de sangre no se notarán, que sus manos se cerrarán por completo.
Ahora había un rastro sutil en sus manos de la sangre seca, había ido dos veces al baño a limpiarse y ver si encontraba algo para vendarse, pero no encontró nada y le daba pena decirle a la profesora lo que pasó. Mayormente porque podía escuchar el lloriqueo de su amigo al saber que pudo haber muerto. No quería hacer un escándalo por unos cuantos raspones.
Había una ventana no tan sucia, pudiendo ver un poco de los edificios de afuera.
Se asomó un momento por la ventana hacia abajo. Todo estaba más alto, podía ver a las personas viniendo de acá para allá, caminando y charlando anemamente, esperando a entrar a clase y seguir con su día a día.
¿Qué demonios hacia él en ese lugar? Tenía sus razones para hacerlo. Pero mientras más pensaba, menos le lograba entrar en la cabeza el por qué.
De pronto, su cabeza pensó en lo más obvio.
No conocía ese lugar para nada, nunca había estado ahí y ni siquiera sabía si en verdad aún existían esos baños o cuántos y cuál podría ser el correcto.
Podía quedarse atrapado en ese lugar, sin saber la salida y solo teniendo las ventanas como opción para salvarse de morir ahí por tonto.
El miedo de quedarse ahí por no encontrar la salida llegó.
—¡En qué me metí!
¿Cómo no había sido consiente de eso? ¡Podría simplemente no salir de ese lugar!
No le había dicho a nadie en dónde estaba, y su celular lo tenía Tachihara. Ahora debía alimentarse de ratas, ¡que no habían!, o quebrar una ventana y pedir ayuda a base de gritos.
Habían formas, pero no quería intentar ninguna de ellas.
Se puso en marcha nuevamente, está vez retrocediendo, intentando recordar las vueltas que había dado para llegar a las escaleras y salir de ahí.
Se supone que estaba cerrado ese piso, pero solo tenía una cinta amarrilla de policía, ni siquiera habían salones o personas cerca de ahí; lo cual, era fácil colarse ahí.
Era fácil que alguien más haya entrado ahí, se quedará atrapado y muriera. Ahora Chuuya tendría ese destino.
En base al destino. Una luz salía de una habitación. Las demás habitaciones estaban sin ninguna fuente de luz, y las ventanas al estar tan sucias había disminuido la luz natural que podía entrar, dejando el espacio con una luz suficiente para caminar y ver algunas cosas cercanas; lo positivo es que, las ventanas eran grandes, así la fuente entraba un poco mejor.
Pero ver una luz tan fuerte y natural le sorprendió un poco.
Chuuya no recordaba algo parecido al lado de las escaleras, pero era cierto que habían más entradas, no tenía nada que perder con figarse un momento.
La puerta estaba abierta, y la luz entraba por una ventana en lo alto de la pared.
Desde afuera se podía ver el letrero de chicas desgastado, por eso Chuuya no lo había visto bien haya acercarse.
—¡Los baños.!— Esa fue la razón de por qué había ido ahí en primer lugar.
Una llama creció en su pecho. La tentación de 'invocarlo' era mucha. La manos le empezaron a sudar frío, una sensación extraña por la sangre.
Chuuya sentía una gran fuerza empujarlo hacia adentro, la llama crecía más y más. Y aquella voz en su cabeza volvió a aparecer.
Él realmente no quería estar ahí, pero su pie se movió solo y piso aquel piso de blanco.
De las veces que había oído una invocación, siempre tenían rituales complicados, venía también protegerse y muchísimas más cosas. Venir acá y hacer dos cosas comunes no parecía la gran cosa, así que realmente no estaba preocupado por eso.
Un largo escalofrío recorrió su cuerpo al momento de entrar por completo a la habitación.
Pudo ver los lavamanos con una fina capa de polvo, pero después de ahí no había nada más. Lo cual era demasiado extraño sabinedo que ese lugar tenía sus años sin mantenimiento.
Dio pasos lentos hasta quedar en frente de la puerta que era. Su respiración bajo un poco y la angustia creció. Se sentía sumamente idiota al estar ahí en ese momento.
Y más por lo que iba a hacer.
Su cabeza daba vueltas. Una sensación de inquietud envolvía sus dedos, los cuales picaban por golpear esa puerta de metal. La voz en su cabeza le decía que lo hiciera.
Su lado racional había casi desaparecido, él solo quería que esa punzada en su cabeza desapareciera.
Llevo su mano hasta lo alto, tragó saliva y con cuidado tocó.
Uno. Dos. Y tres golpes.
—Dazai-san..¿e-estas ah-í?— Su misma voz tibuteo. Pero el dolor de cabeza disminuyó al mismo tiempo, eso hizo que se sintiera un poco mejor.
Espero unos minutos, pero nada sucedió en aquel baño. La única diferencia notoria fue un viento frío que entró de algún lugar.
Chuuya tembló un poco por el cambio de temperatura, pero nada pasó, nada sonó y nada cambió.
Soltó el aire que no sabía que había guardado hasta ese momento. Ni siquiera notó que se estaba quedando sin aire en sus pulmones.
Estuvo por moverse para seguir buscando la salida. Ese viaje a final de cuentas fue una basura, tal y como Chuuya creía que sería.
Al menos había visto algo que no conocía, y había encontrado los baños.
Antes de salir por completo de aquel lugar, un fuerte chirrido sonó por el lugar. Gracias al nulo sonido en ese piso, la puerta hizo eco en el lugar.
Chuuya blanquecio al escuchar eso. El metal dejó de sonar, y aunque no hubiera algún otro sonido, el pelirrojo se encontraba corriendo lejos de ese lugar.
Sus pies temblaron un poco, la sangre bajo hasta sus pies y manos para moverse más rápido, y todos sus sentidos estaban al máximo.
Casi tropieza al doblar la esquina de ahí.
De manera maquinal cerró los ojos, privandose de la vista; pero el miedo que le recorría era mayor. No quería ver nada y nadie por si acaso.
Se miró obligado a abrirlos en le momento que su pie choco con algo y su cuerpo se balanceó hasta ir hacia adelante.
Lo último que recordó ver, fue su cuerpo malherido en unas escaleras.
En el suelo de esas escaleras, sintiendo una presencia atrás suyo, y con un gran cansancio, decidió cerrar los ojos.
Su cuerpo había llegado al límite por hoy, así tuviera un fantasma atrás suyo y la muerte estuviera rodeando la esquina.
La corrida anterior, los golpes de carro, sumando la de ahora fue suficiente para su pequeño cuerpo cayera sin energías en esas frías escaleras.
El piso nuevamente quedo en silencio, y aquella figura miraba la escena desde lejos sonriendo de par en par.
La dulce chica que lo invocó había caído desmayada por un simple golpe, gracias al miedo que sintió en ese momento.
Adorable. Lleva a años esperando ese momento, y por fin estaba ahí.
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Tal y como lo dije. Acá está el primer cap re-escrito.
¡Flau vuelve con esta historia! Tenía muchas ganas de sacarla ya, es una de mis favs JAJS
Perdonen faltas ortográficas, me da hueva editar TT
~terminada: 1/7/33~
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