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Capítulo Único.

Haruka siempre trabajó para la casa Kocho...

Cuando era muy pequeña su familia fue atacada y devorada por un demonio. La escena a veces la atormentaba.

Los acontecimientos ocurrieron hace muchos años, por lo que ella solo podía recordar las paredes llenas de sangre, todo teñido de un rojo que la desgarraba; los cuerpos de sus parientes inertes en el suelo, rogando por ayuda, pero nadie llegaba. Su madre, cuyo rostro olvidó y ahora solo se trata de una sombra, levantaba su mano, tratando de llegar a la bebé, a Haruka, pero le era imposible, porque segundos después la ira y sed de aquel maldito intruso se volcaba sobre ella, arrancando sus entrañas.

Afortunadamente alguien la rescató, Kanae Kocho, su heroína, llegó en el momento exacto para salvar por lo menos una vida esa oscura noche. Desde entonces la pilar vivía culpándose por no poder llegar a tiempo, así que decidió proteger con sus propias manos lo único que había quedado... aquella bebé que lloraba y gritaba, esa pobre criatura que no tenía culpa de nada.

Por lo tanto, la pequeña se crío en la finca Kocho, tratando de pagar su deuda con la pilar, intentando devolverle un poco de todo lo que le había dado. Creció para servir, haciéndose fuerte e independiente.

Ahí fue donde la conoció...

La pequeña hermana de Kanae, Shinobu Kocho, era un poco extrovertida, pero el brillo en sus ojos hacía que Haruka la siguiera con la vista sin tan siquiera percatarse. Ese destello lila en las pupilas de la menor de las hermanas la llamaba, le decía que si no tenía a Shinobu habría perdido el más grande tesoro. Era curioso, como solo una mirada bastó para desatar una ola de emociones en el interior de la protagonista, como en solo un momento le entregó su vida a alguien.

Así que desde pequeña, Haruka la anheló, sin saber que podría causar aquel sentimieto, no, sin ser capaz de ponerle nombre al sentimiento en sí. La perseguía a veces, la observaba entrenar, conversar, discutir, era casi que una acosadora porque simplemente no tenía las agallas para hablarle. Sabiendo de su deuda con la familia sería una falta de respeto y una pérdida de tiempo intentar algo. Sólo le quedó conformarse con observarla a la distancia.

Pero aquellos pacíficos días terminarían cuando Kanae fue asesinada por un demonio. La tristeza invadió la finca Koccho y los colores del aire se fueron apagando lentamente, al igual que el brillo en los ojos de Shinobu...

Desde entonces Haruka solo ha podido observarla, guardando en su corazón aquel profundo deseo de ver brillar esos ojos con fuerza.

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Tanjiro y compañía fueron capaces de traer la alegría a la finca después de mucho tiempo. Por primera vez en años habían ruidos y sonrisas. Los agetreados pasos de un lado a otro indicaban jolgorio y no peligro.

Haruka era la encargada de la seguridad, bienestar y salud tanto física como mental de los invitados. Había trabajado como enfermera toda su vida y tenía la importante misión de curar a los recién llegados, por ende, debía pasar mucho tiempo con ellos. Zenitsu y Tanjiro eran como dos hermanos, el rubio sería el problemático hermano menor que los mete en líos y el orbes borgoña el mayor capaz de sacarlos de ellos. Inousuke era otra historia, parecía el perro de la familia, salvaje, jocoso e hiperactivo.

Conversar con aquel trío de locos se hacía cada vez más fácil, más ameno, más divertido. Tomaron confianza cuando ella curó sus heridas y se abrieron cuando ella les confesó que aceptaba a Nezuco. Un poco de compañía para la solitaria Haruka no hacía mal de vez en cuando.

Todo cambió la noche en que observó al joven Kamado sobre el tejado, parecía charlar con Shinobu tranquilamente, se veían bien, inclusive el chico la hizo reír con algo que la castaña no fue capaz de escuchar. No era audible para ella lo que hablaban, pero si se podía comprender que estaban pasando un buen rato. Haruka no entendió por qué aquello le provocaba una ridícula opresión en su pecho. Le daban ganas de apartar la vista, mas no podía hacerlo porque la inminente curiosidad se lo impedía. Comenzaba a doler ridículamente, esa escena le dolió y no comprendía. Siempre deseó ver el brillo en los ojos de la Kocho, siempre pidió a gritos en su interior que alguien la hiciera reír, que alguien la salvara, pero ahora, que lo presenciaba en primera fila, era realmente frustrante.

Tal vez no quería que alguien salvara a Shinobu, tan vez quería hacerlo ella misma.

Entonces decidió armarse de valor y pedirle la opinión a su nuevo hermano mayor y, ya de paso, preguntarle de qué hablaban.

—Tanjiro —llamó, mientras exprimía algunas toallas pequeñas, las mismas que utilizaría segundos más tarde para colocarlas sobre la frente del nombrado -
—. Tengo una pregunta, ¿podrías responderla sin juzgarme?

—Claro, Haru-chan —contestó el muchacho, tornándose serio. Hasta hacía dos segundos el ambiente estaba divertido, entre las bromas de Zenitsu, los ataques de furia de Inousuke y las represiones de Tanjiro, la castaña no había hecho más que reir como una niña pequeña, pero ahora estaba bastante lejano ese rostro despreocupado.

—¿Qué me pasa? —inquirió, desconcertándolo.

—¿Q-qué? —balbuceó el joven, mirándola.

Ella tenía una expresión triste, trataba de ocultar su hermosa mirada café bajo aquel flequillo salvaje, mantenía la cabeza gacha, avergonzada de sí misma y de su actitud.

—Durante casi veinte años de mi vida he conocido a Shinobu Kocho, durante quince largos años la he espiado y durante otros trece más la he admirado —relató, encogiéndose de hombros. Estaba aflijida y necesitaba a alguien que la ayudara —. Ella es una mujer triste, llena de heridas de la vida, pero valiente, capaz de levantarse en todo momento, de sonreír aunque sea falsamente para no preocupar a quienes le rodean. Sé todo sobre ella y a la vez no sé nada porque nunca me he tenido coraje suficiente para dirigirle una palabra —suspiró, después de tanto hablar se la había secado la garganta y necesitaba un respiro —. Y entonces llegas tú y en poco tiempo te haces amigo de todos y consigues estar a solas con ella y tener una bonita conversación y por un momento quise ser tú.

Confesó apenada y ligeramente sonrojada, estaba siendo sincera y de algún modo debía ser recompensada.

—No puedo decirte que te pasa porque no lo sé —le dijo simple, con una sonrisa amable —. No puedo ponerle nombres a tus sentimientos porque no soy tú, así que deberás descubrirlo por ti misma.

—Ya veo —susurró, agachando nuevamente la mirada.

—Pero si te sirve de algo —añadió Zenitsu, quien se había mantenido al margen, completamente callado —, tu voz, cuando hablas de ella, es un bonita mezcla entre tristeza y amor. Me trae mucha ternura y paz.

—Háblale si eso es lo que quieres, Shinobu-san es muy amable —tranqulizó Tanjiro.

Ese no era el problema, Haruka sabía aquello. Ella conocía a Shinobu mejor que nadie, sabía todo lo que fue, todo lo que es y quería ver todo en lo que se convertiría; sabía que jamás le dirigiría una palabra ofensiva o grosera. El problema no era Shinobu, el problema era ella, la estúpida y cobarde Haruka, la misma que no podía decir nada frente a la hermana menor de las Kocho.

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Haruka nunca había conocido a unas sábanas tan salvajes o rebeldes como esas, las telas se empeñaban en empeorar su día, si es que eso era posible, tenía unos pacientes que eran bastantes exigentes. El viento feroz mecía con mucha constancia las susodichas y los cabellos de la protagonista. Era un hermoso cielo azul el de aquel día, el sol alumbraba con mucha fuerza y potencia la joven figura de la muchacha, por supuesto, provocando un calor y sofocación inhumanos. Estaba decesperada por terminar con ese trabajo que le había encomendado Aoi para poder tomarse un baño y quitarse aquel salado sudor que descendía por su piel.

Ya casi, por poco lo consigue, hasta que la brisa hizo de las suyas llevándose una funda lejos. Haruka trató de detenerla pero le fue imposible, no tenía ocho brazos como un pulpo ni podía moverse ágilmente como los cazadores. Cuando se giró para ver dónde había caído, encontró a Shinobu sosteniendo el objeto. La pelivioleta le dedicaba una sonrisa amable mostrándole que no había nada por lo que preocuparse, que ella la había atrapado.

La castaña se quedó estática, sin siquiera gesticular. Solo observó como la mujer que siempre admiró caminaba con pasos lentos hacia ella. En veinte años en esa finca, jamás habían estado tan cerca como ahora.

Frente a frente, la una con la otra, se miraron. Las blancas telas ondeban alrededor de ambas, le daban un toque angelical a Shinobu; esa ventolera mal nacida que solo había estorbado hasta ahora, mecía aquellos hermosos cabellos violetas; y aquel molesto sol alumbraba con fuerza la hermosa figura de la dueña de la finca. La trágica escena se había convertido en todo un espectáculo para Haruka, quien actualmente parecía una boba, sin poder actuar o hablar.

Todo lo que implicara conección directa con su cerebro había desaparecido, como si este se hubiera descontando, ahora mismo su corazón bombeaba la sangre mil veces más rápido por su cuerpo y debía calmar su acelerado pulso o seguramente Shinobu la escucharía.

—¿Estás bien? —interrogó la caza demonios, moviendo ligeramente la mano libre que poseía delante de la cara de la otra.

—¿¡Eh!? —se espabiló, moviendo bruscamente su cabeza —. ¡Hámster rojo!

¿Qué había dicho? Las primeras palabras que le había dedicado a la chica con la que siempre quiso relacionarse eran una cosa tan estúpida.

Avergonzada y humillada, quiso que la tierra se la tragara ahí mismo, mas todo cambió cuando la baja y leve risa de Shinobu adornó aún más aquel jardín. Ella la había hecho reír, con una idiotez pero lo que cuenta es que estaba riendo.

—¿Dónde viste uno así?—-logró decir entre risas, pasando por su lado para ayudarla a tender la funda que transportaba —. Quiero uno.

—No existen pero la esperanza es lo último que se pierde —prosiguió Haruka, viéndola colocar las telas en el cordel —Si encuentro uno te lo regalaré por tu cumpleaños.

—Te lo agradecería mucho.

Y ahí murió la conversación, fueron solo cuatro frases cruzadas, mas la felicidad en el pecho de Haruka no se desvanecía con nada.

Shinobu culminó su acción para encarar a la chica y sonreírle nuevamente.

«Habla cualquier tontería, Haruka, no dejes que se vaya» se aconsejaba a sí misma, es más fácil decirlo que hacerlo. Su lengua se trataba cada vez que quería comentar algo, haciéndola abrir y cerrar su boca consecutivas veces. La vista era graciosa, por lo que inevitablemente Shinobu volvió reír, soltó pequeñas carcajadas un poco más sonoras que las de antes, parecía que aquella muchacha intentaba vomitar pero los reciduos se negaban a salir.

—¿Qué haces? —manifestó con duda.

—Estoy intentado convocar el hamster con un ritual —prosiguió la otra, tomando ambas manos detrás de su espalda y tratando de poner una sonrisa angelical.


—Buen intento. ¿Te cuento un secreto? —Shinobu adoptó la misma posición que se receptora —. No está funcionando.

—Ya cambiarás de opinión cuando del cielo empiecen a llover hámsters rojos —siseó, fingiendo una risa malévola. No comprendía por qué su lado torpe salía a la luz ahora, en el momento en que más necesitaba esconderlo, pero a la Kocho no parecía desagradarle, al menos no había salido corriendo de ahí pidiendo ayuda —. No te voy a dar ni uno.

—¿Por qué? —saltó entre risas —. Antes me dijiste que si.

—Porque no crees en ellos ni en mi magia —contestó de lo más normal.

—Ver para creer —sitó, sonriendo, ya más calmada.

—A veces hay que creer para ver —corrigió Haruka, mirándola fijamente, buscando aquellos orbes púrpuras que la volvían loca —. Si crees en algo con mucha fuerza acabará haciéndose realidad, por ejemplo, yo creo en el amor porque quiero encontrarlo.

Yo creo en el brillo de tus ojos porque algún día espero volver a verlo.

Shinobu ahogó su sonrisa al oírla decir aquello. Sabias palabras llenas de un profundo peso, tan verdaderas y amargas que hasta dolieron. La simpleza y sinceridad con la que aquella joven había alegado semejante opinión la asombraron.

—¿Cómo te llamas? —cuestionó al fin, sin apartar la vista de ella, provocando un choque de miradas.

—Haruka, solo Haruka —respondió embelesada con aquel momento.

¿Ya habíamos mencionado lo bien que le hace el aire, las flores, el blanco y el sol a Shinobu? ¿Habíamos hablado de lo hermosa que se veía, de lo ridículamente bella que era?

—Bueno Haruka, solo Haruka, encantada de conocerte —sonrió, lo hizo de la forma más real que aquella castaña recordaba desde que murió Kanae.

La pelivioleta le dedicaba las más espectacular de las sonrisas, auténtica, alegre. Aquellos ojos apagados cobraron vida por primera vez en años, deslumbrandola, no estaba preparada y casi la cegó. Lo que siempre anheló y deseó estaba hecho realidad, todo por un estúpido comentario. Ella no era digna de ser la razón del brillo en sus ojos, pero decir que no lo disfrutó sería una horrible mentira. Estaba en el cielo, en la mejor de las nubes.


La chica de mirada café lo degustó dedicándole la más amplia de sus sonrisas.

Tal vez a Shinobu le ocurrió lo mismo que a Haruka, no le fue necesario un sin fin de años o momentos juntas porque tenía ese solo, el cual fue más que suficiente; no le hizo falta conocerla a fondo o tener millones de conversaciones, sus ojos ya lo decían todo por ella, puros y amables; no importó que no se hayan conocido antes, porque lo hicieron ahí y jamás la olvidaría, jamás olvidaría la hermosa sonrisa que Haruka le dedicó entre las blancas sábanas, jamás olvidaría sus peculiares orbes castaños, jamás olvidaría ese segundo, solo de ellas, únicamente para ellas.

Decidió que no sería la última vez que hablaría con aquella muchacha, definitivamente tenía que hacerlo más seguido.

Con sumo cuidado y movida meramente por sus instintos y emociones, Shinobu se acercó hasta depositar un grácil y suave beso en los labios de Haruka. Las sábanas ocultaron aquello de cualquier curioso ojo que intentara observarlo, la sutil brisa las envolvió, haciendo que sus melenas danzaran juntas el más travieso de los bailes y, el sol sería testigo de aquella descabellada pero preciosa escena, de la cual, solo ellas sabrían.

—Shinobu-san —llamó alguien, acercándose al lugar.

Haruka maldecía a quien fuera por entrometerse y hacer que aquel precioso momento viera su final.

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Y la noticia que trajo el viento aquel día volvería a marcar un punto en la historia y lo cambiaría todo nuevamente.

"Shinobu Kocho ha muerto, fue asesinada por una de las doce lunas"

Aquel cuervo gritaba aquello para que toda la finca se enterara con tal normalidad que la tomó por sorpresa.

Haruka paseaba con una taza de café para uno de los cazadores heridos, y en un solo instante el corazón que se había mantenido acelerado a partir de ese día se quebró en mil pedazos, al igual que la taza que impactó contra el suelo. El mundo se detuvo ahí, sus oídos no escuchaban los preocupados gritos de las personas que la apreciaban cuando cayó de rodillas contra el cristal roto, provocando heridas graves en su cuerpo, pero el momento no le permitió sentir dolor.

Las lágrimas se mezclaron con la sangre en un fogoso carnaval que ella no disfrutaba. No podía detenerlas, eran agobiantes y hacían que su respiración se cortara completamente, se ahogaría, la garganta se le cerró por completo y un profundo dolor en su estómago la desconcertó, era increíble como si podía sentir aquello y no sus piernas desangrándose a más no poder. Estaba destruida.

En un estúpido intento por detener su llanto llevó ambas manos a sus ojos, si no paraban de complicarlo todo se los arrancaría.

Pronto llegaron corriendo personas a ayudarla, a brindarle su apoyo, intentaban hablarle, pero ella solo escuchaba un desgarrador pitillo. Su cuerpo comenzó a temblar ligeramente y tuvo que desplomarse en el pecho de sabe dios quién.

Recordó aquel beso y todo lo que revolvió dentro de ella, recordó el brillo en los ojos de Shinobu, pero más que nada, recordó sus últimas, crueles y falsas palabras: No será la última vez.

Le dijo aquello, la engañó de la forma más inhumana posible, le prometió algo que no le daría, algo que Haruka esperaría con ansias cuando regresara de aquella misión. Pero no lo hizo, Shinobu no volvió, no retornó a besarla con la misma dulzura con la que lo había hecho antes.

Haruka, en medio de la decesperación y oscuridad comprendió que le sucedía, en medio del pesar y el sufrimiento de su alma desgarrándose, ella entendió que la amaba, que amaba tanto a Shinobu Kocho que, cuando se fue, una parte ella lo hizo igual.

Lo que la protagonista nunca supo es que Shinobu si sabía de su existencia, si había notado como la seguía, como la observaba, y lo había hecho igual. Había encontrado todo el valor necesario para acercarse ese día a Haruka porque sabía que tal vez sería su última oportunidad, y, por sobre todo, no quería irse de ese mundo sin besarla, sin compartir unas palabras; porque a diferencia de la castaña, Shinobu si era completamente consciente de sus sentimientos, pero el terror de ser rechazada y los estereotipos de la época le impidieron hacerlo antes. Ese último día, la pelivioleta puso todo el sentimieto que estuvo guardando durante diez años en el roce de sus labios y murió pensando en ello.

A Haruka al menos le quedaba el recuerdo de esos hermosos orbes violetas brillar con fuerza y, el amargo pero dulce sabor de los carnosos labios de Shinobu sobre los de ella, le quedaba la plática de aquel día, le quedaban las sonrisas sinceras. Aún le quedaba, como souvenir de la pasajera interacción de la Kocho por su vida, la alegría de haberla conocido y ser la razón del brillo en sus ojos. La esperaría, lo haría hasta el fin de sus días, cuesta toda una una vida encontrar a una mujer como Shinobu, y cuando lo hubo hecho, se la arrebataron.

Tal vez en esta vida no, Haru, pero quizás en otra...

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Palabras del autor:

Bueno, que decir, me costó, no voy a mentirles. Este shot lleva en borradores un mes aproximadamente esperando a que le dé luz verde. La verdad es que el Yuri no es de mis pasiones, de hecho, prefiero el Yaoi, y no me gusta el Yaoi, solo Jean y Eren, pero porque ellos son especiales. El caso es que este proyecto inició como una petición de una persona muy importante para mí, ella me da demasiadas cosas y me pareció injusto negarme. Afortunadamente el personaje era Shinobu, no les voy a mentir, ella y Kurosawa Día son las únicas mujeres de las que podría escribir algo homosexual. La idea nació cuando está personita me mostró uno de sus hermosos dibujos, el que ven de multimedia, entonces se me ocurrió lo del brillo en los ojos.

Con todo y eso me costó trabajo desarrollarlo, porque siempre lo dejaba para después, simplemente no tenía inspiración, pero aquí está.

Me gustó bastante el resultado. La idea era que Haruka y Shinobu se observaran mutuamente y solo tuvieran una simple conversación, en la cual, Shinobu se armara de valor y la besara, porque sabía que iría a luchar a la batalla final y que tenía posibilidades de no volver viva.

Estoy orgullosa de este shot y yo no soy de estar orgullosa de mis escritos ಥ‿ಥ

Si te gustó la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Portada por la magnífica: YukikoRenDragneel

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora

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