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𝑫𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒆́𝒊𝒔

Su madre y su hermana no lo habían dejado tranquilo en todo el día.

Lo llevaron de aquí para allá.

Lo metieron en un parque de diversiones, lo llevaron a múltiples tiendas donde sólo compró un par de cosas necesarias para la casa y otras para SoRa y apenas lo habían dejado hablar con teléfono con su chica para, contarle del proceso del paseo, o sus amigos y compañeros de trabajo, quienes llamaban para felicitarlo.

Ya estaba anocheciendo cuando llegó a su edificio y estaba que moría de hambre pues ni HaRa, ni HeeSul le habían permitido comer más que una pequeña hamburguesa en el almuerzo con la excusa de que habían salido a divertirse y no a comer.

Mas, cuando llegó a su departamento, sonrió y entendió el por qué de tanta insistencia en que él no comiese nada.

Con Paradise de Kenny G de fondo, a un volumen bajo pero agradable, la sala había sido algo remodelada.

Los butacones y el sofá habían sido corridos sutilmente, dejando un mayor espacio a la mesa de centro, donde había un par de cojines y tres velas encendidas, ubicadas dentro de tres pequeños vasos de licor, que le daban un toque romántico y sensual al ambiente, puesto que las luces estaban apagadas y sólo las luces entrantes del ventanal y las de las velas alumbraban ligeramente la estancia.

Además de eso, una gran cazuela de pasta estaba ubicada sobre la mesita, con dos platos y los cubiertos necesarios a su alrededor, al igual que dos copas y una botella de vino.

Apenas él hubo cerrado la puerta con la sonrisa más boba que pudiera llegar a esbozar, SoRa salió desde el pasillo con una bandeja con plato hondo casi tan grande como la cazuela con la pasta, pero este contenía la salsa y unos platos llanos más pequeños que tenían queso y tocino.

¡Ah! Y la botellita de albahaca tampoco podría faltar.

Una vez acomodó todo aquello en la mesita, SoRa se volteó a ver al chico sonriente.

Ella no llevaba más que unos shorts de andar por la casa y una camiseta de JungKook, la cual dejaba a la vista su negro sujetador pues era una camisa de tirantes finos que caían de la misma manera hasta la zona del abdomen y era abierta por los lados.

JungKook solía ocuparla para hacer ejercicio, pero realmente estaba considerando la idea de donársela a la castaña sólo para delitarse con la vista.

-Así que te aliaste con mi madre y HeeSul para matarme de hambre durante el día y hacerme rodar en la noche-fingió ofensa.

La chica sólo rió y esperó que el llegara a su lado para depositar un dulce y duradero beso en sus labios.

-¿Vas a comer o seguirás quejándote?-se burló.

El muchacho, risueño, se sentó de inmediato en uno de los cojines, mas SoRa prefirió ocupar el espacio entre sus piernas, sorprendiéndolo.

-¿Qué...?

-¿Tienes algún problema con que esté aquí?-enarcó una ceja, girando su cabeza hacia la derecha, mirando al chico sobre su hombro.

-Para nada-rió el susodicho, depositando un beso n la mejilla contraria.

SoRa quería mimarlo y fue por eso que le daba de comer de vez en vez pues ella también debía comer.

Había acordado con HeeSul y HaRa preparar aquella cena para JungKook ya que la pasta era algo que le gustaba mucho y apenas llegó del trabajo, se dió una rápida ducha y comenzó con los preparativos.

No era una experta cocinando, pero aceptaba que eso de las pastas se le daba muy bien. No por algo era la comida de su preferencia.

Entre conversaciones, SoRa le confesó su alianza con HeeSul y HaRa y el proceso de la elaboración de la sorpresa y él le comentó acerca de "la tortura" que su madre y hermana le habían hecho pasar sólo por no dejarlo comer. Claro que, también le comentó que había llevado cosas para ella, pero SoRa se negó cuando JungKook quiso ir a buscarlas para mostrárselas.

Bebían de sus copas tal y como aquella noche y se dieron cuenta de ello, regalándose complices risitas.

-¿Sabes?-murmuró la chica, llamando la atención del pelinegro. Él seguía sentado en el suelo estilo indio mientras ella se encontraba con su trasero en el hueco de las piernas contrarias y de lado, recostando su torso al hombro izquierdo del muchacho-. Esta cena tiene un doble objetivo.

JungKook enarcó una ceja y sonrió de lado, afianzando aún más el agarre de su mano a la cintura ajena así como detuvo las caricias que su otra mano repartía por las piernas de SoRa.

Era lógico que el chico esperaba una respuesta y la castaña tomó una bocanada de aire antes de hablar:

-No quiero esperar más, Angel. Te quiero mucho más de lo que crees y no me parece justo para ninguno de los dos que...

-¿Me estás pidiendo ser tu novio?-sorprendido, alzó ambas cejas y abrió ligeramente su boca, mas sus comisuras luchaban por esbozar una sonrisa.

La castaña sonrió ampliamente y acarició su mejilla.

-¿Y que dices?

-Que eso no se pregunta, ma lady. La respuesta la tienes desde esa noche en la que cometiste el mejor error de tu vida.

Y sólo eso hizo falta para que se fundieran en un cálido beso que poco a poco iba subiendo la intensidad.

Escaso tiempo fue el que les tomó llegar a la habitación y tumbarse sobre la cama entre besos y mordidas, además de descarados toqueteos.

La ropa sobró y aún si estaban impacientes, se tomaron su tiempo para adorar el cuerpo del otro.

No querían dejar de besarse ni por un sólo momento, pero JungKook estaba dispuesto a hacer que SoRa disfrutara de la noche como nunca.

Por eso le dió la vuelta, colocándola de frente al colchón.

Ella sonrió encantada cuando los besos del pelinegro se regaron por toda su espalda, dejando una mordida en sus glúteos, pero más le gustó la sensación de tenerlo encima suyo, lamiendo y mordiendo su cuello mientras su erección se rozaba con su masa gluteal y una mano se colaba bajo su abdomen hasta llegar a sus labios veginales, dando placenteras caricias a la zona.

Ese era su momento de amarse y darse la oportunidad que tanto estaban esperando ambos.

Y sí, no parecían cansarse de hacer el amor una y otra vez.

Después de todo, tenían toda la noche para ellos.

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