𝑪𝒂𝒕𝒐𝒓𝒄𝒆
El tiempo, como siempre, hacía de las suyas y avanzaba con la rapidez suficiente como para que transcurrieran unas dos semanas desde que SoRa y JungKook vivían juntos.
Al tener unos tres meses de vacaciones, JungKook la acompañaba todos los días al trabajo, sólo para mirarla trabajar y de vez en vez la ayudaba en lo que podía.
Muy por el contrario de lo dicho por HonSeok, SoRa seguía esperando su divorcio y cada vez que intentaba contactar con él, le resultaba una misión imposible.
Simplemente desapareció.
Pero SoRa sabía que debía estar en casa de sus padres llorando cual magdalena porque su esposa lo había engañado.
Claro, su ego estaba más que herido y lo que ella sintió cuando descubrió sus infidelidades no era válido. Ni siquiera importaba.
Al menos en lo que a HonSeok respecta, porque JungKook seguía echando humo por las orejas cada vez que recordaba lo sucedido con su lady y lo jodido que había y estaba siendo HonSeok.
Era fin de semana y SoRa podía al fin tomarse un descanso de tanto trabajo, por lo que ambos estaban en el departamento; ella porque estaba lo suficientemente cansada como para no querer salir y él porque no quería dejarla sola y porque afirmaba que no tenía sentido que él saliese sin ella pues era SoRa quien le daba valor a la salida.
Mientras JungKook traqueteaba en la cocina, SoRa tomaba una ducha en el baño de JungKook (por insistencia del mismo ya que estaba cansado de verla usar el baño de visitas sólo por vergüenza) y pensaba en muchas cosas.
La primera de ellas, era que su mente, casi que inconscientemente había creado un apodo para JungKook y desde hacía un tiempo que, en vez de desear llamarlo por su nombre o cualquier otro apodo temporal, casi se le escapaba frente al muchacho su apodo tan recelosamente guardado para sí misma.
Y es que le daba vergüenza pero ya le resultaba imposible no asociar a JungKook con aquel sobrenombre.
Fue por eso que, en cuanto hubo salido envuelta en su toalla, se decidió a decirle al chico.
Claro que, antes, se detuvo a husmear en las ropas del chico para sacar una camiseta con su olor (sobre todo eso) para ponérsela sobre sus bragas.
Estaba descalza y sólo la camiseta usaría pues ella y JungKook estaban solos.
Corrió hacia la sala una vez hubo acomodado la toalla y ropa interior recién lavada en la tendedera del cuarto de limpieza así como también ubicó su ropa sucia en el cesto que le correspondía.
JungKook la vió velozmente y rió bajito pues SoRa, cuando se lo proponía, actuaba muy infantilmente.
Él no se quejaba. Eran iguales en ese aspecto.
El pelinegro siguió en lo suyo y la castaña tomó de entre sus cosas de trabajo regadas en la mesita de centro de la sala (cosas que sabía debía recoger) un papel en blanco y un bolígrafo.
Teniendo cuidado de que los nervios no arruinaran su caligrafía, y tomando aquella gota de valor que la invadió de repente, tomó la hoja con el mote y se dirigió a la cocina.
JungKook seguía allí, cortando unos ajíes y enseguida que notó su presencia dejó su labor de lado y le sonrió mientras iba a lavarse las manos.
Era muy común en él abrazarla casi siempre y aquella vez no fue la ocasión, aún si sus manos seguían mojadas.
Sus brazos rodearon sus hombros y sus labios depositaron un beso sobre los abultados belfos femeninos.
-Yo...-balbuceó ella, no pudiendo evitar colocarse aún más nerviosa cuando el chico frunció su ceño-. Tehecolocadounapodo.
Habló muy rápido y JungKook creyó haber confundido lo que entendió de su rápida frase.
Su ceño se frunció aún más cuando la chica se separó de él, dejando en su mano un papel para luego salir corriendo cual conejita asustada.
Se decidió a leer el papel y sólo ahí cayó en cuenta de que lo que había logrado identificar de las palabras de SoRa era cierto.
Angel.
Ese era el apodo que estaba sobre el papel, escrito con una excelente caligrafía.
Le fue imposible no sonreír enternecido y embobecido.
Esa mujer lo tenía más que loco.
Aún con su sonrisa y el papel en manos, salió de la cocina en busca de la castaña, encontrándola hecha un ovillo en el sofá.
Hasta donde estaba se podían notar los nervios de la muchacha y lo mucho que le había costado transmitirle aquel mensaje.
Con suavidad, se sentó a su lado y dejó el papel sobre la desorendanda mesa, posando una de sus manos sobre la rodilla ajena.
La muchacha apenas dejó que sus grisáceos ojos se asomaran por el espacio entre sus piernas y pecho.
-Así que Angel-le sonrió y ella, sonrojada hasta las orejas, ocultó nuevamente su cabeza y se abrazó aún más a sí misma, cosa que le causó muchísima gracia al muchacho.
-No te rías-su voz sonaba algo distorsionada producto a la ubicación de su boca.
-Es que te ves tierna así-hizo puchero.
Aún sin saber exactamente cómo, el chico logró que SoRa se relajara y así logró colarse entre sus piernas, ubicando sus brazos a cada lado de ella.
Se acercó tanto al punto de dejar caer su cabeza sobre los abultados pechos ajenos y rodear la cintura contraria con sus brazos.
-¿Por qué Angel?-quiso saber.
La muchacha acomodó mejor la espalda en el posabrazos del sofá y rodeó con un brazo la espalda del chico, acariciando con su mano libre su cabello.
-Porque desde que llegaste a mi vida, eso has sido...un ángel-confesó en un suspiro, aún sintiéndose algo apenada con el tema.
El chico sonrió y apoyó la barbilla en su pecho para verla y ella tuvo que apartar la mirada, algo más que sonrojada.
El pelinegro soltó una risilla y se estiró para posar sus labios sobre la mejilla ajena.
No los separó mucho de la zona recién basada y esperó a que fuera ella misma quien girara el rostro.
Y cuando lo hizo, no dudó ni un segundo en hacer que ambos pares de belfos danzaran dulcemente.
Eran momentos como aquellos los que hacían que sus corazones quisieran salírseles disparados de sus pechos y los dedos picaran por tocarse y acariciarse, así como que sus labios no tuvieran la mínima intención de separarse.
Justo como en aquel momento.
Se besaban con parsimonia, acariciando sus rostros o brazos, hasta el punto de quedar cómodamente recostados en el sofá.
Pero no todo podía ser perfecto.
El timbre de la casa sonó y JungKook no pudo eludir el gruñir pues el que estaba tras la puerta estaba insistiendo mucho, señal de que no se iría hasta ser atendido y que debía dejar de besar a su chica.
SoRa rió y depositó un último y casto beso en los labios ajenos, acariciando con dulzura la mejilla del chico.
-Si quieres, yo ab...
-¡No!-se negó de inmediato, levantándose con rapidez del sofá para ir a la puerta, escuchando las risitas de SoRa de fondo.
Muy bien sabía ella que JungKook no quería que ella se levantara por su vestimenta, previendo que quien estuviese tras la puerta fuese un chico.
-¡Hasta que al fin, cabrón!¡Pensé que tendría que echar abajo la maldita puerta!
-¡HeeSul!¡El vocabulario!
SoRa se sentó correctamente sobre el sofá y miró a la puerta.
JungKook sonreía ampliamente a la par que las dos mujeres frente a él.
Una de ellas se notaba algo mayor, quizás unos cinuenta y tantos años, y la otra se veía joven. Tal vez unos dieciocho años.
Y no se equivocaba del todo.
Jeon HaRa y Jeon HeeSul, de cinuenta y cinco y diecinueve años respectivamente, eran la madre y hermana de JungKook, claro que, no lo supo hasta que el chico la llamó para presentarla.
-Mamá, Sulie, ella es Kang SoRa.
-¡Tu novia!-exclamaron ambas mujeres al unísono, notablemente emocionadas, y cuando estaban a punto de lanzársele encima a SoRa, JungKook se interpuso.
-No exactamente-sonrió de lado-. Estamos en ello, pero SoRa se está quedando aquí por problemas personales. No la asalten con preguntas-advirtió.
A sus espaldas, SoRa rió bajito y extendió su mano derecha, primero a HaRa y luego a HeeSul.
Pero ninguna de aquellas dos féminas quedarían complacidas con ello, por lo que no tardaron mucho en abrazarla.
El momento, independientemente de lo incómodo que fue en un principio, se tornó divertido con las ocurrencias de las recién llegadas.
Se sentaron a almorzar en la cocina y cuando terminaron, HaRa prácticamente hechó a JungKook del lugar apenas este le comentó que debía tomar una ducha porque desde la noche anterior no lo hacía.
El pelinegro se fue no sin antes besar las mejillas de las tres mujeres que lo acompañaban, sabiendo que dejaba a SoRa en buenas manos.
Pero aquella fue la oportunidad perfecta de la castaña para averiguar de qué manera podría proceder con el plan que desde que se bañaba había estado elaborando.
-Oigan, sé que apenas nos conocemos y eso, pero...
-Habla con confianza, muchacha-sonrió HaRa-. Llámanos por nuestros nosmbres. A fin de cuentas, si no es ahora, pronto seremos familia.
SoRa se sonrojó, pero sonrió y procedió a hablar.
-JungKook me comentó que ustedes suelen visitarlo con frecuencia pero sé que esta ocasión es con motivo de su cumpleaños. Es pasado mañana.
-Así es-asintió HeeSul-. Solemos venir a quedarnos en un hotel cercano y pasamos un par de días con él.
-Yo...eh...tengo un plan. Un regalo que le quiero hacer y necesito de su ayuda. Creo que ustedes conocen a JungKook mucho más a fondo que yo.
HaRa y HeeSul fueron todo oídos y dieron su opinión cuando fue requerido.
SoRa estaba segura de lo que haría y en lo absoluto se estaba arrepintiendo.
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