
T R E I N T A Y U N O
De Tailandia hasta París fueron horas horribles en las que no podía mantenerme quieta. Pero es que solo quería gritar, ¿Por qué no podía dejar de pensar en lo que me esperaba nada más llegar? ¿Por qué no podía dejar de pensar en Jennie?
Quería llegar, claro que si, porque quería verla, pero tenía miedo de saber su respuesta.
Todavía no estaba segura de mis sentimientos hacia ella, solo sabía que me gustaba y que nunca me había sentido así, o más bien que nunca nadie me había gustado como ella. Aún así...aún no estando tan clara de lo que siento, en verdad quiero arriesgarme, arriesgarme intentando algo con ella. Y eso es lo único que estoy segura debido a que no he podido dejar de pensar en el beso que nos dimos en la azotea desde que ocurrió.
Nada más llegar al aeropuerto Rosé y yo hemos bajado del avión en búsqueda de nuestras maletas, que para nuestra buena suerte fueron de las primeras en salir.
—¿Pediremos un taxi? —le pregunto al llegar a la salida.
—En realidad no —arrugo mis cejas—. De hecho, Jisoo y Jennie vendrán por nosotras.
Oh, oh.
Bien, en estos momentos deseo mucho desaparecer.
—¿J-Jennie y Jisoo? ¿En serio? ¿No es una broma?
— ¿Por qué sería una broma? —me dice sonriendo. Entonces señala detrás de mi con emoción—¡Es más! ¡Ya llegaron!
Mi rubia amiga comienza a caminar al lado opuesto al que yo me encuentro. Y yo debo agarrar fuerzas para lograr dar la vuelta, aunque no me quedaba mucho por lo que me conformo con un simple suspiro.
Ahí estaba ella. Jennie. Con ese lindo cabello y sus expresiones que no mostraban nada hacia mi, quien tanto miedo tenía de ser rechazada.
Al acercarme Jisoo me saludó, pero la castaña solo se limitó a mirarme con una apenas notable sonrisa. Estaba bien. Me ayudaron a subir mi maleta en la cajuela del coche de la pelinegra y luego nos adentramos al auto. Jisoo y Jennie en los asientos de adelante, y Rosé y yo en los de atrás.
En el transcurso a los departamentos Rosé y Jisoo no hicieron más que hablar sobre nuestra estancia en Tailandia y lo buena que esta había sido. En cambio, Jennie y yo nos manteníamos en silencio, ella mirándome una que otra vez por el espejo retrovisor y yo haciendo lo mismo.
Llegamos a los departamentos y nuevamente nos ayudan a bajar nuestras cosas. Mientras que yo estoy dejando mi maleta a un lado del elevador puedo sentir otro cuerpo detrás de mi, y una mano que comienza a recorrer mi brazo desde los hombros hasta llegar a mi palma y tocarla contra la de ella. Era Jennie. Su palma sostenía un trozo de papel que dejó abrazado por mi puño. Después se alejó de mi con una sonrisa y se fue de vuelta al vehículo.
Sin poder evitar que la curiosidad se alejara, he abierto el papel que me había entregado y lo he leído:
"Te veo dentro de diez minutos afuera del edificio"
Hago bola el papel y lo meto dentro de la bolsa de mi suéter. No podía estar más nerviosa.
(...)
Fue cosa de meter mi maleta al departamento para después salir apresurada de el, dejando sola y confundida a Rosé, pero en un momento como ese ni siquiera le tomé la debida importancia.
En cuanto llegué a donde Jennie me había citado pude visualizarla dentro de su auto, el mismo que nos había recogido en el aeropuerto. De nuevo los nervios me ganaban, pero estaría bien, o eso creía.
Me acerco a su vehículo y abro la puerta del copiloto. Donde me siento rápidamente.
—¿Por qué no simplemente me enviaste un mensaje? —pregunté, porque en realidad si me daba curiosidad saberlo.
Jennie no se giró a verme. Mantuvo su mirada fija en el frente, pero pude verla sonreír.
—Porque —de repente esa seguridad con la que había hablado se detuvo, cambiando por completo a un tono más tímido—...simplemente porque me quedé sin batería en mi celular.
— ¿A dónde vamos? —pregunto.
— A mi casa.
Ella no dijo nada más, y yo preferí tampoco hacerlo. Pero para mi buena suerte llegamos rápido hasta su departamento.
Mientras que atravesamos la puerta principal que nos llevaba a la sala de estar, no pude evitar inspeccionar el lugar en lo que la castaña dejaba su abrigo sobre el perchero. Si es que planeábamos hablar ahí sobre lo que ocurría entre nosotras en verdad teníamos que hacerlo a solas.
— ¿No está tu mamá?
— No. Salió, por lo que no hay nadie en casa.
— Oh, está bien.
Nos quedamos en silencio en la sala. Sin decir nada al respecto. Simplemente observándonos la una a la otra.
— Dijiste que querías hablar — entonces ella me mira—, que tenías una respuesta.
— Así es.
— Quiero saber cuál es tu respuesta.
Ella se acerca a mi, y puedo darme cuenta claramente de cuales son sus intenciones. Así que decido alejarla.
— Jennie, una respuesta clara. Ahora mismo no quiero que me beses, quiero que me digas que es lo que sientes.
— ¿Cómo sabías que te iba a besar?
— ¿Cómo no iba a saberlo? —ella se aleja de mi y baja su cabeza.
— Está bien, seré sincera contigo, Manoban.
Espero inquieta su respuesta. Quiero que sienta lo mismo que yo, pero de no hacerlo no puedo obligarla a que lo haga.
— No siento lo mismo que tu.
Lo que más me temía era real...pero al mismo tiempo me sorprende.
— En cambio, siento algo mucho más fuerte que eso. Yo más que sentir que me gustas, puedo decirte que estoy enamorada de ti. Completamente enamorada, Manobal, y créeme que no juego con esa palabra ni la digo como si significara cualquier cosa.
No tengo palabras para describir la manera en que me siento en estos momentos.
— Tu llegas a una habitación y la iluminas, así eres tú. Cada que te veo llegar te robas por completo mi atención, no puedo mirar a nada que no seas tú. Al principio no lo entendía, quizá porque nunca me había enamorado realmente, pero ahora, ahora puedo asegurarte que estoy segura de lo que siento —ella se ha acercado a mi—. Y aunque al principio tenía miedo, miedo de que me volvieran a lastimar y miedo a lo que...a muchas cosas, me he dado cuenta de que de simplemente no puedo dejar de pensar en ti, y que quiero lo que sea que signifique confesarte mis sentimientos.
— Yo...Jennie, de verdad no se que decirte.
— No tienes que decirme nada, tu aclaraste tus sentimientos antes, era mi turno.
Sin siquiera darme cuenta, esta vez he sido yo la que se ha comenzado a acercar a ella. Coloco una de mis manos sobre su mejilla y la miro a los ojos por unos breves instantes.
Sé que dije no estar enamorada, pero ¿Es normal que mi corazón lata así de fuerte y que me emocione el hecho de pensar que ella lo está de mi?
Quizá siento más de lo que pensé.
No me di tiempo a más preguntas, pues esta vez he sido yo la que la ha besado. Enrosqué mi mano a su cintura, y nos perdimos en los labios de la otra. Diría que este beso era diferente, pero aquello no era así. Este beso transmitía lo mismo que los demás, porque siempre lo habíamos tenido claro y nuestras acciones decían más que las palabras.
— Eres preciosa, Manoban, sumamente preciosa —susurra contra mi oreja nada más terminar el beso— Nunca nadie me había cautivado tanto como tú.
Después de separaron del abrazo nos sentamos en el sillón y me recargo en ella.
— ¿Esto qué quiere decir?—me mira confundida.
— ¿A qué te refieres?
— A que, bueno, ambas sentimos lo mismo pero ¿Qué significa eso? Respecto a la relación que tenemos, quiero decir.
— ¿Tu que crees que signifique?
— Bueno, supongo que sabes lo que creo que significa.
— Entonces supongo que somos eso que tu crees.
—Pídemelo bien, Jennie —digo indignada.
— ¿Por qué no me lo pides tu entonces?
— Te toca a ti.
Ella hace una mueca.
—Sabes que este tipo de cosas no me van.
—Mmh, entonces si no le pides formalmente no seremos nada —digo recargándome sobre el respaldo del sofá y cruzándome de brazos.
— Bien, lo haré.
Ella se acerca a donde mi y toma una de mis manos. Yo no puedo hacer más que sonreír.
— ¿Quieres ser mi novia Lalisa Manoban?
Tenía una sonrisa tan boba que ni yo me lo creía.
— Sería un honor ser su novia, Jennie Kim.
Ella se ríe y le da un beso a mi mano. Después se vuelve a recargar sobre el sofá a mi lado.
— Esto es nuevo para mi, Jen. Digo, me ayudaste a descubrir que me gustan las chicas o bueno, de momento solo me has gustado tú pero creo que me doy a entender...—ella asiente—, solo digo que si llego a hacer algo mal, me lo digas porque no quiero arruinar esto.
— Todo lo haces bien. Así que no te preocupes tanto por eso.
— Pero si hay algo de mi que no te guste en serio puedes decírmelo, no tendré problemas.
— No deberías pedirme eso, si estoy contigo puedo asegurarte que nunca te pediría que cambies absolutamente nada de ti.
Perfecto, me había sonrojado.
— ¿Sabes? Tu también me ayudaste a descubrir que me gustan las chicas, o que podía gustarme una, porque bueno eres la primera que me gusta.
— ¿De verdad? Pensé que la primera habría sido Momo.
— ¿Momo? ¿Por qué ella?
— Es que tu pareces gustarle y, bueno no lo sé.
— Mira Manoban, Momo es una larga historia que ahora mismo no deseo contar. Pero aunque lo parezca ella y yo nunca fuimos nada. Y no sé si le guste la verdad.
— Está bien —sonreí— Pero entonces ¿tú y yo nos descubrimos juntas? ¿Lo que sentimos?
— Así es, estuvimos descubriéndonos estos meses.
[•••]
El día siguiente era nuestro primer día en la academia después de las vacaciones de invierno, y Jennie se había ofrecido a llevarme, o más bien a que fuéramos juntas.
— Bonjour Manoban —me saludó al subirme al auto— ¿Quieres ir a comprar donas antes de ir a clase?
— Claro, me encantan.
Después de comprar donas en una pastelería cercana a las dos nos volvemos a subir al auto de la castaña, quien conduce en dirección a la academia.
— Ahora que lo pienso en unos días es tu cumpleaños —digo de repente, porque era así, pero no veía a Jennie comentar nada al respecto.
— Ah, tienes razón, no falta mucho.
— ¿Cuántos años cumples?
— Cumpliré veinte, Manoban.
— ¿Vas a hacer una fiesta o algo? —pregunto mientras le doy un mordisco a la dona.
— No tengo nada planeado.
— Bueno, eso tendremos que arreglarlo.
Cuando llegamos a la academia ambas fuimos directas al aula de la clase del profesor Abraham. Hoy nos tocaba clase con él y además de eso hoy dirían los resultados sobre quienes irían a representar a la academia en aquel concurso tan prestigioso.
Entramos al aula y decidimos sentarnos en los asientos del frente. Yo estaba tan nerviosa que no he podido evitar comenzar a mover mi pierna con inquietud. Jennie pareció notar mi nerviosismo, pues entrelazó su mano con la mía debajo de la mesa. Al instante en que sentí su contacto me sentí tranquila. Ella me transmitía eso.
Entonces el profesor Abraham entra y se sienta sobre la silla de su escritorio.
— Sé más que nadie lo mucho que anhelan saber los resultados, así que no daré más vueltas al asunto. Sin embargo, no seré yo quien les de dicho resultado, si no alguien más importante —el señala la puerta y la directora entra por la misma, tomándome por sorpresa.
Puedo sentir entonces como Jennie suelta precipitadamente mi mano. Por un momento me quedó atónita debido a su repentino movimiento, pero prefiero no decir nada al respecto y seguir prestando atención a lo que dicen.
— Bonjour —todos responden a su saludo, incluída yo—. Bien, antes que nada déjenme decirles que no fue una decisión nada sencilla. Todos ustedes son realmente talentosos, pero lastimosamente solo una pareja de las que participó podrá representarnos en este concurso. Así que...
Deseo tanto que diga mi nombre...
— Las personas que irán a concursar son jennie Kim y Lalisa Manoban.
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