
T R E I N T A Y S E I S
Habíamos ganado.
Estaba tan sorprendida que no podia hablar ni moverme, pero intente recuperarme lo más rápido que pude. Ya que todos los presentes nos miraban y la presentadora se acercaba hacia nosotras con el enorme trofeo en sus manos.
Jennie comenzó a acercarse a la señora y yo le seguí. Nos entrega el trofeo y juntas lo sostenemos. La directora y el profesor Abrahm suben al escenario y ellos también saludan.
Cuando la mamá de Jennie se encuentra frente a nosotras, le damos el trofeo y ella lo sostiene con mucho orgullo.
La otra pareja que se encontraba a una pequeña distancia de nosotras , no recuerdo bien el nombre de esa academia pero se acercan a nosotras y nos felicitan. Nos dan la mano y después de eso se marchan del escenario.
Después de que la directora da un corto discurso, nos toman fotos a los cuatro junto al trofeo. Estuvimos una media hora de pie y yo no aguantaba las piernas, estaba demasiado agotada. Jennie pareció notarlo, ya que insistió a su madre que ya nos marcharnos.
— Jennie por favor. Es un momento importante, no te estés quejando —le murmuró sin que los demás escucharan.
— Estamos cansadas, queremos ir a sentarnos al menos.
La directora estuvo a punto de rechistar, sin embargo, el profesor Abraham la interrumpió.
— Tiene razón, deben estar agotadas. Hay que permitirles que vayan a camerinos a vestirse y descansar un poco. Usted y yo podemos quedarnos aquí, Alice.
— Esta bien, tienes razón, Abraham —dijo, aunque no parecía tan convencida—. Vayan.
Las dos bajamos del escenario y vamos directo al camerino. En cuanto ingresamos a dicha habitación, puedo ver a la abuela de Jennie sentada, y con dos ramos de flores en sus manos. Nada más vernos entrar, se pone de pie y abraza a Jennie.
— Mi niña, felicidades —dice ella—. Lo han hecho excelente, se lo merecen.
— Merci abuela —cuando se separan, su abuela le da un beso en la frente y le entrega el ramo con flores azules. Jennie parece muy feliz.
La abuela Kim se dirigi a mi y me entrega el ramo de flores amarillas.
— Este es para ti Lisa —dice sonriendo—. También te felicito, lo hiciste muy bien.
— Gracias — Digo cuando me abraza. Me sentía tan agradecida por lo generosa que ella era conmigo, y por lo bien que siempre trata a Jennie.
Después de una corta charla sobre la competencia, Jennie y yo nos cambiamos de ropa por las sudaderas de la academia y pantalones. Recogemos todas las cosas con ayuda de la abuela Kim y salimos del camerino que hemos dejado ya limpio.
Quedamos de vernos con el profesor Abraham y la directora en la puerta principal, donde un auto nos recogería. Sin embargo, nada más llegar vemos que la entrada se encuentra albergada de demasiadas personas murmurando y quejándose.
Jennie y yo, confundidas, nos acercamos a donde se encuentran la directora y el profesor.
— ¿Que sucede? — Pregunta Jennie.
— No nos dejan salir porque hay una gran nevada afuera. Todas las calles están bloqueadas así que es imposible conseguir un vehículo que nos lleve y además de ser peligroso salir.
— ¿Entonces nos quedaremos encerrados aquí? — pregunto, algo preocupada.
— No será así, se puede, ya que el teatro ha dado esa opción, pero también han dicho que a un lado de aquí hay un hotel y podemos hospedarnos ahí por esta noche al menos —Asiento—. Ya hemos reservado tres habitaciones, solo las estábamos esperando para irnos.
Lo más rápido que pudimos, salimos del teatro y entramos a la recepción del hotel. Nada más entrar me relajé. El frío afuera era de locos, había nieve por todas partes bloqueando las calles y no dejaba de caer nieve. El hotel parecía tener calefacción, puesto que la recepción estaba calentita, aunque llena de personas pidiendo habitaciones.
— Iremos por las llaves de las habitaciones, ya venimos.
Jennie y yo vamos a sentarnos al único sofá que se encuentra vacío, que justo se encuentra a un lado de los chicos de la academia Star.
—¿Así que pasaremos la noche aquí? — Nos dice el chico, del cual desconozco el nombre. Pero parecía amigable.
— Eso parece —le respondo, ya que Jennie no parecía querer responderle y yo no quería que se sintiera mal.
— Supongo que será divertido.
— No creo que tenga nada de divertido cuando, literalmente estaremos encerrados en las habitaciones por la nevada —dice la alta chica que se encuentra a su lado.
— Pero ya encontraremos algo con lo que entretenernos ¿No es así lisa? — Me dice Jennie con una sonrisa en su rostro. No entiendo que quiere decir pero asiento con la cabeza dándole la razón.
— Bueno creo que ya nos tenemos que ir —nos señala a dos personas que les están hablando. Se ponen de pie, dispuestos a marcharse, pero antes, el chico se dirige a nosotras—. Oh, lo siento, he sido desconsiderado, no nos hemos presentado. Mi nombre es Se-hun, y la chica de allá —señaló a su compañera que ya estaba algo lejos— es Tzuyu. Que pasen una buena tarde.
En cuanto ellos se han ido la directora, el profesor y la abuela Kim, se han dirigido hacia nosotras.
— Aquí tienen su llave —nos dice la directora. Jennie la agarra. — Ustedes dos compartiran habitación, es de dos camas. Yo dormire con tu abuela y el profesor Abraham reservo una habitación para el solo.
— De acuerdo.
— No salgan del hotel, por ahora. Pueden ir al restaurante que esta aquí y comer algo, todo lo pagará la academia así que no hay de que preocuparse.
Recogimos nuestras cosas y nos despedimos de los tres antes de ir a el pasillo en busqueda de nuestra habitación, ya que se encontraba en el primer piso. Mientras que caminamos, me tomo el tiempo de observar las paredes y el decorado del hotel. En realidad es un edificio común, pero que se siente muy acogedor, hay plantas en cada esquina y cuadros con paisajes preciosos.
— Que linda es la habitación —digo sorprendida. Es un lugar que se ve pequeño y no muy sorprende. Pero en realidad es bastante bonito.
— Si es bastante acogedora. Me gusta —dice Jennie con una sonrisa—. Dejamos las cosas y ¿vamos a comer?
— Oui, tengo hambre.
(...)
Realmente fue bastante rápido encontrar el restaurante. Había unas escaleras hasta el fondo del pasillo donde nuestra habitación se encontraba, y daban para el lugar con algunas mesas. El restaurante del hotel era algo pequeño, pero seguía siendo bonito. Jennie y yo nos sentamos en una mesa y rápidamente ordenamos nuestra comida.
Durante el transcurso de espera y mientras comíamos, no hablamos mucho. Solo conversaciones triviales y cortas sobre cosas de la comida o el hotel. No nos habíamos peleado ni nada, pero se sentía una cierta tensión entre las dos. Y yo me sentía un tanto triste. Quería que me contara las cosas, que me dijera por qué no quería hacer pública nuestra relación. Ella me dijo que no le avergonzaba pero, a veces esa idea pasaba por mi cabeza.
Cuando terminamos de comer, nos dirigimos nuevamente a la habitación.
— Estoy agotada —murmuro mientras me quito los zapatos y me tiro a la cama.
— moi aussi —corresponde. Se sienta a un lado de mi—. Yo leeré un poco.
— ¿Trajiste un libro?
— Siempre llevo un libro en mi mochila, Manobal, nunca sabes cuando lo vas a necesitar —dice mientras que saca un libro de su mochila, y deja esta misma en el suelo. Posteriormente se recarga en la base de la cama, y yo, dudando un poco, me acerco y me acurruco contra ella.
—¿Puedo estar así contigo mientras tú lees?
— ¿Todavía lo preguntas?
Con mi brazo rodeo su cintura y me recargo sobre su abdomen. Ella acaricia mi cabello con una mano, mientas que con la otra sujeta su libro.
Estaba tan cómoda, que simplemente dejé de lado todos los malos pensamientos que habían pasado por mi cabeza este día. Me relajé tanto, que sin darme cuenta me quedé dormida.
(...)
Fui abriendo mis ojos lentamente, acostumbrándome a la poca luz que había en la habitación. Lo primero que vi frente a mi, fue el rostro de Jennie. Ella me estaba mirando fijamente y se encontraba demasiado cerca.
— ¿Te gusta verme dormir? —le pregunto.
— No tengo mucho tiempo haciéndolo,—sus ojos recorren mi rostro—, pero te ves muy tierna durmiendo. Deberia hacerlo con más frecuencia.
No puedo evitar sonreír. Asi que con mis manos le sujeto el rostro y la acerco, uniendo nuestros labios en un beso.
Un beso y dulce y lento que disfruto como si fuera el primero.
Nos separamos, y Jennie me da un corto beso en la mejilla, de ahí en el mentón, y da un recorrido de besos desde ahí, hasta mi cuello.
Me sentía tan bien. Pero no podía no pensar en que eso, sentirme así, solo ocurría cuando nadie mas se encontraba cerca.
Al final, simplemente dejó un beso en mi frente y me estrechó entre sus brazos. Después ha puesto su barbilla sobre mi cabeza y sus brazos me han rodeado la cintura.
— Jennie —digo después de estar unos minutos en esa misma posición.
— ¿Oui? —pregunta ella.
— Ya terminó la competencia, Kim, ¿Me lo dirás? —bajo mi cuerpo, puedo notar como se pone tensa. No hace falta que diga más, ella misma sabe de lo que estoy hablando.
— No quiero arruinar esto.
— No lo vas a arruinar. Y yo—suspiro—...de verdad necesito saberlo.
Ella me suelta, y yo me levanto, alejándome hasta ponerme al otro lado de la cama. Es entonces que me lo cuenta. Sus palabras me duelen, no lo puedo negar, pero entiendo que no depende ella y que...son cosas que se dan en los demás.
«Mi madre no te va a aceptar, ella te va a odiar» «Se que te lo estoy diciendo de una manera que suena horrible pero es así, lo siento Manobal».
Ella continua hablando, diciéndome más cosas pero hace tiempo que dejé de escucharla. No era consciente de lo mucho que me afectaría escuchar esto. No es su culpa, pero igualmente me duele. ¿Por qué su madre tenía que pensar así?
Me da miedo que al final sus sentimientos hacia mi cambien por su madre.
— Manobal — Me dice Jennie. Ella toma mi menton con su dedo y hace que la mire — No me importa lo que mi madre dice, eso no va a cambiar nunca lo que yo siento hacia ti. ¿De acuerdo?
Parecia que me habia leído la mente. Aunque, supongo que mi rostro delataba lo mal que me sentía.
— Esta bien, yo entiendo —ella me da un pequeño beso.
— Yo era consciente de sus ideas antes de que tu y yo hiciéramos nuestra relación formal. Aun así continúe con todo eso y es porque no me interesa lo que ella piense —confesé—. Puede echarme de casa, de la academia, puede hacer lo que quiera, pero no me importa, yo...
Por un momento, se ha quedado en silencio.
— Te quiero manoban —dijo de repente—, eso nadie lo va a cambiar.
Nunca me habían dicho eso. Nunca creí que experimentaría esto.
Nunca nadie se había preocupado o tratado como ella lo hace. Tampoco pensé que yo sentiria lo mismo.
— Yo también te quiero.
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