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C U A R E N T A Y C I N C O

— Señorita kim, preste atencion a la clase —me ha dicho la profesora por décima vez en lo que va de la hora.

No importaba realmente, el dia de hoy tenia otras prioridades además de estar atenta a clase. Después de la academia Lisa y yo tendríamos una salida que era muy especial para mi. La llevaría a un lugar especial.

La casa de mi abuelo.

Ansiaba poder mostrarle aquel lugar. La vez pasada solo se la había mostrado por fuera, sin embargo, esta vez anhelaba enseñarle toda la casa por dentro. Darle un tour por aquel lugar que significaba tanto para mi, hablarle sobre los momentos que viví juntos a mis abuelos...tenía muchas anécdotas que contarle. Quería enseñarle todo lo que pudiera.

El tiempo pasó muy lento para mi gusto. Pero dieron las tres de la tarde, y fue entonces cuando mi última clase dio por terminado. Rápidamente salí de la academia y me subí a mi coche. Lisa salió temprano hoy, así que iría a buscarla a su departamento.

Nada más llegar, me estacione frente al edificio y le mande un mensaje a Lisa. Quien no tardó en salir por la puerta principal, sonriendo.

Tan linda...

Se subió al auto y de inmediato deposití un dulce beso sobre mis labios.

— Entonces...¿Nos vamos? —asentí. Parecia entusiasmada como yo, cosa que simplemente me hizo feliz.

Encendí el auto, y lo puse en marcha. Tardamos unos veinte minutos en llegar a la casa de mi abuelo, no es que quedara tan lejos de donde estábamos (aunque tampoco quedaba muy cerca) pero el trafico aquella tarde era mucho. No hubo problema en realidad, Lisa pareciera que disfrutó el camino.

— Te voy a llevar al lugar secreto —dije en cuanto llegamos y estacioné donde mismo.

—Ya decía yo que el camino me parecía conocido. Y lo recuerdo, asi lo llamaste la primera vez —sonrió— ¿Estas segura de querer entrar? La vez pasada dijiste...

La interrumpí.

— Prometí traerte algun día, y estoy completamente segura de que hoy es ese día.

Ambas nos bajamos y por un momento me quedé observando la casa, en completo silencio. Sentí una mano deslizarse con la mía, al girarme noté que se trataba de Lisa, quien sostenía mi mano mientras me sonreía. Intentantaba animarme, esto era lo que necesitaba.

Asi que nos acercamos a la reja. Esta era de un color negro y la pequeña puerta de esta mostraba un corto camino que daba a la puerta principal de la casa que era de madera, aunque algo desgastada. En general la casa estaba un tanto descuidada, pero ya haría algunos arreglos después. Aun así las plantas que la rodeaban se conservaban muy bien, ya que mi abuela le pagaba a alguien para que las regara, a ella le gustaban mucho las plantas. Y entonces todavía podría recordar las palabras que me había dicho:

”Vivi una vida plena y hermosa con el. En esa casa se encuentran los mejores recuerdos que tengo con el y yo al pensar en ese lugar nos imagino a ambos. No quiero volver a ese lugar en el cual el ya no estará, su escencia quedó pero el ya no y yo no quiero estar en ese lugar si no es con el”

Entendia por completo sus palabras. Pero al mismo tiempo pensaba que erraba.

Entramos y el lugar era el mismo que abandoné hace algun tiempo después de la muerte de mi abuelo. Giré a mi derecha y visualicé un perchero que tenía un abrigo colgado.

El día en que mi abuelo murió llevaba aquel abrigo puesto.

Me acerqué y con la yema de mis dedos acaricié dicho abrigo. La tela era gruesa, y suave. Todavia podía percibir su aroma en él.

— La casa es hermosa —dijo Lisa a mi lado, logrando captar mi atención.

— Y eso que no has visto lo mejor — Sujete su mano —. Te mostraré el resto.

Cómo había querido le enseñé a Lisa cada rincón de aquel lugar donde pasé mi infancia. En cada habitación sentía que podía verlo, cuando estábamos en la sala todavía podía imaginarlo ahí leyendo el periódico, en la mesa de la cocina cuando jugábamos ajedrez mientras la abuela nos preparaba el desayuno...

A donde sea que voltease lo veía y yo sentía que estaba ahi todavía, que no se había marchado.

Pero claro estaba que no era así. El ya no estaba en ese lugar, pero toda su escenia y lo que el fue, permanecerían por siempre ahi y en la academia, por ser el fundador de la misma.

Ya había mostrado a Lisa casi toda la casa, solamente faltaba uno, el que más apreciaba y donde más tiempo había pasado.

La cual era la pequeña biblioteca del lugar.

Entramos y todo estaba como lo recordaba. Claro, añadiendole un poco de polvo. Más que nada los libros, desde lejos se notaba que necesitaba una pequeña sacudida.

La llamada biblioteca, presumía de una pizarra en medio donde tenía calcomanias y notas pegadas de cosas que yo escribí hacia algunos años. Probablemente de frases de libros que me gustaban. Debajo de esta se encuentra un pequeño sofá que no tiene la parte para recargar la espalda, es simplemente lo de abajo y con una cobija encima.  Recuerdo pasar mucho tiempo acostada ahí mientras leía. A su lado una escalera que recuerdo mis abuelos me compraron, pues era un tanto bajita de pequeña (bueno, no digo que ya no lo sea) así que no alcanzaba hasta las estanterías de arriba, y eso que no es especialmente alto.

— Realmente es un lugar en el que se nota vivió una niña —confesó Lisa—. Con esa pizarra tan solo.

Reí.

— Digamos que disfrutaba mucho leer y escribir sobre lo que más me gustaba —suspiré—. Bueno, esta  es la última habitación de la casa que quería mostrarle, pero no el último lugar. Falta al que llame lugar secreto.

— Pensé que la casa era el lugar secreto.

— No, teníamos que pasar a través de la casa para llegar —ella asiente—. Es el lugar más importante, así que acompáñame.

Llevé a Lisa hasta la puerta transparente de la cocina que daba al patio, donde había mucho cesped y más plantas. Mi abuela si que se había encargado de cuidar todo esto, las plantas y el cesped se encontraban resplandecientes. Mejor que nunca, diría yo.

— Sígueme, Manobal.

Caminamos derecho por un pequeño camino de rocas que nos llevó hacia una ”casa” si es que podía ser llamada así. Aunque en realidad era un lugar circular transparente que tenía una puerta que era igual transparente un pequeño lugar simplemente en el que lo único que había dentro era una mesa y unas cuantas sillas que la rodeaban.

Me adentre a ese pequeño lugar y observé con detenimiento la mesa que estaba en el centro. Blanca y con detalles color salmón. Igual que como la recordaba. 

— Este lugar era donde pasaba el tiempo con mis abuelos. Mi abuelo siempre decía que era nuestro lugar seguro y secreto, y que todo lo que ocurriera o se dijera ahí se quedaría ahí. Recuerdo cuando ambos nos poniamos a leer un libro aquí mientras la abuela preparaba galletas —suelto una risa—. Ella nos traía las galletas y comíamos los tres juntos mientras que el abuelo y yo recitabamos las frases favoritas de lo que habíamos leído.

— Este lugar parece ser muy importante para ti, Jennie, digo, la casa en general —dijo Lisa mientras se acercaba— ¿Por qué me lo enseñas a mi?

— Te lo enseño porque tú también eres muy importante en mi vida y sentía que valía la pena mostrarte este lugar donde pasé mi infancia. Sentía que era una manera de desnudarme ante ti al mostrarte esto, al mostraré mi niñez —hice una pausa—. Además, si no estuvieras a mi lado no hubiera tenido la valentía de venir aqui. Así que gracias por estar conmigo a pesar de que quizá no es nada tan emocionante o común que hagan las parejas como salir al cine o algo parecido.

— Esto es muchísimo mejor que una cita, Kim. El hecho de que te abras frente a mi siempre será mejor que una salida al cine.

Me senté en una de las sillas y le hice un gesto a Lisa para que hiciera lo mismo. Cuando estuvo sentada, hablé:

— Mis abuelos fueron como mis padres, principalmente por el divorcio tan temprano de mis padres, ellos no fueron muy cariñosos ni atentos conmigo. Por un lado, mi madre simplemente nunca me ha demostrado amor con un abrazo o un beso, o alguna palabra de cariño, y mi padre, bueno, después de la separación mi madre no me permitía verlo —Lisa me observa con tristeza—. Siempre miraba a los demás niños hablando sobre que sus padres los habían llevado de paseo, o simplemente el gesto de ir a recogerlos a la escuela ya me parecía increíble, porque era algo que mis padres ni siquiera podían hacer por mi.

Me removi un poco en mi silla.

— Mis abuelos me dieron todo el amor que no sabía que necesitaba.

— Ellos han sido muy importantes en tu vida...—afirmó.

— Asi es, me educaron y han estado conmigo cuando más lo hizo. Por eso me afectó tanto su muerte, no estaba preparada para eso, y espero que en algún momento deje de doler.

— Nadie está preparado para perder a alguien — Negué con la cabeza.

— Nadie lo está y jamás lo llegara a estar. Creo que es lo más difícil —suspiré— ¿Y tú, Lisa? Creo que hablo demasiado de mi, ¿Qué me dices de tu infancia?

Ella rió.

— Me apena decirlo, pero yo siempre tuve a mis padres.

— ¿Por qué te apenarse por decirlo?

— Porque fue algo que tu no tuviste.

— Manobal, pero me hace feliz saber que tu si, y recuerda que tuve algo mejor, a mis abuelos —ella sonrió.

— La verdad es que viví toda mi vida en Tailandia junto a mis padres. Hija única, mi madre no pudo embarazarse después de tenerme por  problemas durante el parto, pero siempre hemos sido unidos y felices —su rostro se iluminó—. Conozco a Rosé desde el Jardín de niños, y hemos sido amigas desde entonces. Mi familia no tiene demasiado dinero pero nunca nos ha faltado nada y puedo darme la libertad de decir que hasta tengo más de lo justo. Asi que, ¿qué puedo decirte? No hay mucho que contar, lo que resta de historia al momento en que llegué aquí diría que te la sabes.

— Aunque no haya mucho que contar me alegra haberte escuchado—Me puse de pie.

— ¿A dónde vas? —pregunta.

— ¿Te gustaría probar el Té que nos preparaba mi abuela? —ella ha asentido— Entonces espera aquí mientras lo preparo.

Fui a la cocina y me encargué de preparar el Té, por más raro que suene, no había absolutamente nada de comida en el refrigerador y alacena, pero lo que si había eran sobres de Té. Eran unos sobres si, pero no unos comunes, no tenía idea de donde mi abuela los compraba porque nunca había podido encontrarlos, pero eran especiales y con un sabor delicioso.

Terminé ambas tazas de té y las dejé en la encimera mientras que fui a la biblioteca por un libro, el primero de romance que leí. Regresé por ambas tazas y fui de nuevo con Lisa.

Dejé todo sobre la mesa y la rubia me dio las gracias cuando puse si taza frente a ella, le dio un sorbo e hizo un gesto de sorpresa.

— Realmente es muy rico.

— Lo es.

Entonces Lisa detuvo su mirada sobre el libro que había traído y sonrió.

— Orgullo y prejuicio —dijo ella.

— La primer historia romántica que leí, le tengo cariño, ¿Te gustaría leerla conmigo?

— Por supuesto, pero antes ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Claro.

— ¿Por qué tú abuela no vino?, Creí que le habría gustado venir también después de mucho tiempo.

— Todavía dice no estar lista por lo cual no quiso venir pero estoy segura de que muy pronto lo hará y disfrutara todos los recuerdos que tenemos aquí — Me he detenido — Además quería dejarnos solas.

— Eso suena muy tu abuela.

He reido mientras abría el libro y comenzaba a leer.

No sabría decirte exactamente cuántas horas nos quedamos ahí leyendo, no tuve noción del tiempo, pero cuando quise darme cuenta ya era de noche, y llevábamos menos de la mitad. Asi que leí la última la página del capitulo en el que estábamos y cerré el libro.

— Lees muy lindo jennie, de una manera muy delicada y relajante.

— ¿Lo crees?

— Podria pasar horas solo escuchándote, y ni siquiera me importaria la historia que estés leyendo.

Debia admitirlo, me puse nerviosa y probablemente me sonrojé, pero intenté disimularlo. Carraspe la garganta.

— Merci —agradecí—. Es tarde, Lisa, ¿Nos vamos?

Ella asintió y juntas salimos de la casa. Nos subimos al coche y la llevé a su departamento. Rosé esperaba afuera meneando sus manos a Lisa, quien me explicó que irían a comprar algunas cosas que les hacia falta. Me ofrecí a llevarlas pero dijo que no hacía falta que el lugar estaba cerca, insisti pero fue en vano porque simplemente no accedió y se limitó a despedirse.

— Linda noche, Kim —dejó un beso en mis labios.

— Linda noche también, Manobal —ella salio del coche y se despidió con la mano, respondí a su despedida y después me fui en dirección al penthouse.

(...)

Mientras el elevador subía, en mi mente repabasa cada uno de los momentos que había vivido junto a Lisa aquella tarde. Sobre todo mientras yo leia. Pequeños roces de nuestras manos, besos robados por parte de Lisa solo por molestarme e interrumpirte mientras leía. Lo perfecto que aquel día fue. No podía sentirme más feliz.

Entonces las puertas se abrieron, dejándome ver la sala de estar con mi madre sentada en un sillón mientras que miraba detenidamente la pared en completo silencio. Pareciéndome extraño pero sin decir nada, colgué mi abrigo en el perchero.

— ¿Dónde estabas, Jennie? —preguntó mi madre, sorprendiéndome. Ella nunca me preguntaba ese tipo de cosas, realmente no le interesaba. 

— Fui a casa de mi abuelo, después de mucho tiempo me atreví a ir.

— ¿Estabas sola?

¿Por qué me preguntaría algo como eso? Lo vi muy extraño, pero aun así respondí con tranquilidad. 

— Si, estaba sola.

— ¿Segura?

— Completamente segura, madre, no tengo razones para dudarlo ¿Por qué preguntas? —me he acercado más a ella, hasta cruzarme de brazos e intentando descifrar en su mirada algún indicio que me explicara a que se debía su interrogatorio.

— Curiosidad, cariño —por alguna razón había recalcado la última palabra —. Solo estaba esperando a que llegases, ya que tengo una pregunta para ti.

— Dígame.

— ¿Que significa está fotografía Jennie Kim? —ella ha alzado su celular frente a mi. La fotografía que aquel dispositivo mostraba, provocó que abriera completamente mis ojos y que sintiera mi pecho apretarse.

No podía ser cierto...

En aquella fotografía salíamos lisa y yo besandonos.

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