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C A T O R C E

Estoy en clase de baile con el profesor Abraham. El mismo que se encuentra mostrándonos un video de una coreografía que le gustaría enseñarnos. La verdad los movimientos que se muestran en la grabación parecen complicados, es una extraña fusión entre diversos estilos de baile y, una que parece difícil de ejecutar.

En aquel momento tocan la puerta, así que el profesor pausa el video.

— Adelante —indica.

La puerta se abre de a poco, dejando ver consigo a una baja castaña con una tímida sonrisa en su rostro; Jennie.

— Señorita Kim, que sorpresa verla por mi clase —confiesa el profesor Abraham— ¿En qué puedo ayudarle?

— Le tengo una noticia que probablemente le agrade.

El profesor hace un movimiento de cabeza y presiona sus labios, pareciendo retener una sonrisa.

— Dime.

— He sido cambiada a su clase —murmuró la más baja sujetando su bolsa dejabo de las rodillas y con ambas manos. Una escena que me pareció tierna.

— La mejor noticia que he recibido en el día.

— Soy consciente de que le encanta tenerme en su clase.

El profesor rió. Parecían conocerse.

— Sientese Kim —indica el profesor, y Jennie obedece sin titubear.

La castaña se sienta en una de las mesas de hasta el frente, ya que solo hay dos puestos libres y ambos se encuentran ahí. En cuanto deja sus cosas sobre la mesa, su cabeza se gira en mi dirección. Me da una sonrisa y de nuevo su mirada es puesta en el frente.

La clase continúa como cualquier clase, aunque he de decir que estas las disfruto más que cuando iba a la preparatoria, donde me enseñaban cosas que, en realidad, no era mi agrado.

Cuando todas mis clases terminan, me dirigo hacia el aula donde se encuentra el piano. Quedé de verme con Jennie ahí a la misma hora que la vez pasada. Debo de practicar la pieza para clase, ya que debo presentarla mañana mismo.

En casa estuve intentando memorizar la partitura, al igual que viendo algunos cuantos videos por YouTube donde enseñan como tocarla. Quizá no sea la persona que más rápido aprende, sin embargo, estoy haciendo mi mayor esfuerzo para esto.

Al llegar al aula. Jennie se encuentra sentada en el taburete del piano, leyendo unas partitura que se encuentran sujetadas en un soporte. Ella parece oír mis pisadas, ya que se gira hacia mi.

— ¿Lista para practicar, Manoban?

— Siendo sincera, no —confieso—. Pero necesito hacer bien esto, así que digamos que si.

va, verás que para mañana podrás tocar la pieza, quizá no a la perfección pero podrás tocarla.

— Eso espero.

La castaña hace ademán de que me siente a su lado, cosa que sin duda hago. Cuando ambas estamos en el taburete, Jennie pasa hoja hasta llegar a la partitura de la pieza que debo tocar. Me dice que comience a tocar el piano, y lo hago. Mis dedos, dudoso se mueven en cada tecla, mirando una que otra vez la partitura y recordando el video que había visto. Al terminar, me quedo unos momentos con la mirada fija en la hoja.

— ¿Qué tal lo hice? — pregunté dirigiendo mi mirada hasta Jennie, la cual tenía una mueca muy notoria en su cara.

— Eh, ¿Quieres la verdad?

Por un momento dudé. Pero finalmente respondí.

Oui

— Estuvo horrible —contestó.

— Oh, bueno, que directa —murmuré. Solté un suspiro y dejé caer mi cabeza—. Esto nunca me saldra bien.

— Tranquila, solo debes relajarte. Siendo sincera te noto tensa —confesó mientras que se ponía de pie y colocaba sus manos sobre mis hombros —. Debes  centrarte, pero sobre todo estar relajada y para nada nerviosa —hice a un lado mi cabeza. Sin duda eso era algo complicado. Pero en estos momentos no podía pensar claramente cuando las manos de la más baja se paseaban por mis hombros— ¿Más relajada con esto?

— Digamos que un poco.

— Bien, un avance —dijo sentándose a mi lado—. Mi abuela suele hacerme masajes de ese tipo cuando estoy nerviosa y tengo una presentación importante. Así que quise intentar...espero no te haya molestado.

— Para nada —respondí intentando fingir que no había sucedido nada— ¿Qué haremos ahora?

— Hazlo de nuevo. Yo iré corrigiendo los errores conforme lo vayas haciendo

Comienzo a tocar de nuevo. Intentento centrarme lo más que puedo, pero no parece ser suficiente. De reojo me doy cuenta de la mirada extraña de Jennie fija en mis manos que tocan las teclas. La castaña, en algún momento y sin que pudiera darme cuenta, depara sus manos sobre las mías. Me toma por sorpresa, así que de manera abrupta las alejo, dejando de tocar. Jennie me mira por unos momentos, y luego a mi mano, y así de manera sucesiva durante unos minutos.

— Tranquila, no muerdo —vociferó después—. Bueno, solo si es necesario.

— ¿Qué has dicho? —pregunté algo sorprendida.

Ella ha sonreído.

— Solo bromeo. Sigamos.

Sujetó de nuevo mis manos para colocarlas sobre las teclas del piano. Entrelaza mis dedos con los suyos para comenzar a ayudarme a tocar.  No me había dado cuenta de que su cuerpo estaba muy cerca del mio, y que su aliento chocaba contra mi hombro. Intenté ser lo más atenta posible a las indicaciones y correcciones que me iba haciendo conforme el tiempo pasaba.

— ¿Comprendiste mejor? —cuestiona al terminar, cuando de igual manera aleja sus manos de las mías.

— Un poco...

— Ahora intenta tu sola.

Hago lo que me pide y comienzo a tocar la pieza. Todavía me hace falta mirar la partitura y los dibujos que están hechos en la misma para hacerlo, sin embargo, siento que soy capaz de hacerlo mejor. Y es algo que confirmo cuando al terminar, Jennie da pequeños aplausos a mi lado.

— Si tocas así mañana, quedarás bien ante todos.

Merci beaucoup, Kim —murmuro, e instintivamente le doy un abrazo. Puedo notar bajo mi tacto, como se pone rígida, pero después de un momento corresponde.

— Eres bastante afectiva —confiesa—. No tienes que agradecerme, lo disfruto.

Ambas guardamos nuestras cosas en nuestras bolsas (mochila) y nos fuimos a sentar en un pequeño taburete que estaba pegado a la pared.

— ¿Sueles ayudar a la gente con el piano?

— En realidad, es la primera vez que lo hago.

— ¿En serio? —asiente— ¿Y por qué has decidido ayudarme?

— No lo sé, simplemente te he visto en clase, algo perdida y pensé que sería bueno ofrecerte mi ayuda. Siendo sincera fue divertido ser tu profesora.

Sonrío.

— ¿Cuál es tu materia principal?

— Instrumentos.

— Oh —que tonta—. Debí imaginarlo por...

Me detuve.

— ¿Por qué?

— Porque me ayudaste a practicar —casi confieso haber sido yo quien la observó tocar el piano durante una semana. Al parecer ella todavía no se da cuenta de que yo soy esa chica rubia con quien se tomó la mano. Aunque me sorprende, cuando sujetó mi mano, yo la solté porque temía que se diera cuenta, pero al parecer no lo hizo.

— ¿Cuál es la tuya?

—Baile.

— Seguramente Bailas muy bien.

Recordé entonces cuando hablamos en la gala "Bailas hermoso, Manoban" esas habían sido sus palabras. Quise preguntar al respecto, sin embargo, no me vi capaz de hacerlo.

— Diría que sí.

Ella me dedica una sonrisa.

— ¿Qué te hizo querer estudiar aquí? — me pregunta Jennie.

— Desde pequeña me ha gustado bailar. Un día vi  un documental donde se hablaba de esta academia, y por alguna razón, desde entonces desee estudiar aquí. Me esforcé demasiado, estudié francés desde los diez años para poder venir aquí y saber el idioma con fluidez.

— Entonces, me alegra que hayas ganado la beca.

— ¿Cómo sabes que estudio aquí con una beca? —pregunté.

— Eh...digamos que mi madre, cuando habló sobre los becados de este año, mencionó tu nombre

— ¿Tu mamá?

— Así es.

— ¿Trabaja aquí? No tenía idea —confieso— ¿Ella fue una de las profesoras que me evaluó?

Ella suelta una sonrisa nerviosa.

— Manoban, mi madre es la directora y...dueña de la académia.

Abro mi boca en sorpresa.

— No tenía idea.

— Me voy dando cuenta.

De alguna manera mi mirada fue a parar en un reloj que se encontraba pegado a la pared. Al darme cuenta de la hora, me levanté de golpe del taburete. Llevabamos cuatro horas ahí. Debía irme, era muy tarde y seguramente Rosé estaría preocupada por mi.

— Es tarde —dije sorprendida—. Debo irme.

— Bien, ve con cuidado, Manoban.

Al día siguiente me levanto más temprano de lo normal. Quería estar preparada para tocar en la clase, de por si sería difícil, así que debía ir con la mente fresca.

Tomé una ducha por unos largos quince minutos, me vestí, y después fui a la cocina a prepararme un buen bagget. Salí sola del departamento después de una media hora. Rosé dijo que ella iría más tarde hoy, puesto que no tendría la primera clase del día.

Entro a la academia y con rapidez me adentro a mi aula. Jennie se encontraba sentada en una mesa de las orillas, alejada de los demás. Inteno atraer su atención, y cuando se percata de mi presencia sonrie débilmente.

— Manoban ¿Estás lista para deslumbrarlos a todos? —suelto una risa nerviosa.

Sé que intenta animarme, pero solo hace sentirme más presionada.

— Digamos.

— Lo harás bien —dice en un intento de calmarme.

La profesora entra al aula. Y comienza a llamarnos a todos.

— Hey, iremos al aula donde se encuentra el piano blanco.

Todos la seguimos hasta el aula donde indica. Como no hay demasiados taburetes para todos, la mayoría se queda de pie, me incluyo, junto a Jennie que se queda a mi lado.

— A quienes les haya tocado piano ¿Quién quiere empezar?

Nadie levanta la mano. La profesora parece molestarse ante aquello. Jennie a mi lado me da una mirada, a lo que entendí quería que levantara la mano, pero me negué. De alguna manera la castaña sujetó mi brazo e hizo que levantara la mano. Yo la bajé al instante.

— Perfecto, Lalisa, pase.

Miré algo —bastante— molesta en dirección de la castaña que se encontraba a mi lado.

— Aun así ibas a pasar, mejor de una vez. Así que no te quejes —regañó Jennie.

Suelto un suspiro antes de dirigirme hacia el piano que está en medio del aula. Me siento en el mismo taburete donde me senté con Jennie los últimos días. Dejé la partitura en el soporte. Suelto un áspero suspiro antes de proceder a tocar. Mientras que mis dedos se juntan con las teclas blancas y negras del piano, intento pensar en que solo estoy yo y Jennie en el aula, tal y como las veces pasadas. Porque ahí me sentía más segura. Termino la pieza, y sé que no ha sido lo mejor, no suena tal cual en los videos ni a como Jennie lo hacía, pero algo he podido hacer. Poso mi mirada en la profesora, que me mira con curiosidad.

— Nada mal para ser su primera vez, Lalisa —murmura la profesora detrás de mi—. He de decir que no esperaba algo bastante bueno en tan solo cinco días de preparación pero me ha demostrado una buena faceta suya, espero que continúe así, creame que si logró esto en estos días, no me imagino lo que pueda hacer en un año.

Merci —dije dando una pequeña reverencia cuando ya me encontraba de pie.

— ¿Lo ves, Manoban? —dice Jennie cuando me pongo a su lado—. Lo has hecho bien. En realidad es asombroso teniendo en cuenta el tiempo.

— No se compara en absoluto a lo bien que tu lo haces, pero si, he podido apañarmelas —sonreí mientras que veía a otra persona sentarse y comenzar a tocar— ¿Te debo algo?

— ¿Algo?

— Por haberme ayudado.

— Nada, Manoban. Lo he hecho con gusto —ha dudado por unos momentos—. Aunque bueno, si en algún momento quiero un favor de tu parte ¿Podrías otorgarmelo?

Asenti.

— Has sido una buena profesora ¿Podré gozar de nuevo de tus clases?

— ¿Por qué no? No puedo permitir que padezcas sin mis clases —dijo Jennie con una sonrisa que sentí juguetona.

Después de que unos cuantos compañeros tocaran el piano, la profesora trajo otros instrumentos como guitarras, flautas, y violín. Estos fueron tocados conforme los mencioné. Así que el último instrumento fue el violín. Cuando llegó el turno de Jennie, esta fue a por uno de los tres que estaban guardados en sus respectivas cajas.

La castaña sacó el instrumento de su caja, y colocó el mismo en posición. Puso la parte baja y ancha pegada a su mentón, y sujetó la parte delgada donde había más cuerda con una de sus manos, mientras que con la otra comenzaba a tocarlo con un extraño palo...había escuchado el nombre de aquel artefacto ¿Arco? Creo que ese era su nombre. La facilidad con la que Jennie tocaba aquel artefacto me dejó maravillada, cerraba sus ojos al unísono de la música, realmente parecía disfrutar el tocarlo. A lo que veía Jennie no solo era buena en el piano, si no que también el violín se le daba bien, y quien sabe que otros instrumentos también...

Cuando la castaña termina, puedo darme cuenta de lo encantada que dejó a la profesora, esta no deja de halagarla ante la pieza que tocó, diciendo que es asombrosa y que es un honor tener a alguien tan talentosa como a ella en su clase.

va; vamos.

Merci: Gracias.

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