9 | Unconscious break up
Parte I. Capítulo IX
Unconscious break up [Ruptura inconsciente]
Dedicado a CKPJoe
N.A: Tomé inspiración de la canción "Dreams" de Fleetwood Mac para este capítulo.
Una cosa era segura, no se quedaría con la duda de saber más sobre aquella falacia que Bernard Hargrove le había presentado en bandeja de plata. Lo primero que se le vino a la mente luego de leer sobre "Jess Carter" fue el libro de poemas de su madre, que tenía el mismo nombre en la portada, pero tendría que revisarlo más tarde, con tiempo, pues abarcaba cerca de doscientas hojas. Por el momento, su mejor opción era acudir con Steve para corroborar que el nombre su padre era solamente Thomas Harrington, sin la "J" en el medio.
El plan inicial era acudir a Nancy, pues si alguien podía desenmascarar una mentira era ella, pero desechó la idea cuando analizó la situación a profundidad. Si Nancy lograba poner en evidencia que Bernard estaba en lo correcto con los documentos del Proyecto Atlantis, no guardaría silencio -tampoco Lucy-, y eso no podría sino traerles consecuencias legales. Ya era suficiente con estar en la mira del director, el cual esperaba que cometiera el mínimo error académico para echarla de la escuela, incluso si formaba parte de los alumnos con mejor expediente (en concursos estudiantiles, claro).
Sus calificaciones habían disminuido luego de su regreso del Otro Lado, la única clase en la que le iba a la perfección era artes, solo porque ahí podía plasmar los oscuros escenarios que habitaban en su mente, el demogorgon, el grito de ayuda de Will, la diabólica risa de Jason con la sangre escurriendo de su barbilla quebrada... En fin, era muy joven, ambas, para preocuparse de que el director Higgins hablara a todas las universidades de buen prestigio, delimitando su posible ingreso a una de estas. Además, el futuro era incierto, la posibilidad de que entrase a la universidad de sus sueños era lejana, aunque estuviese a un año de graduarse.
Guardó los documentos en la carpeta anaranjada, cerró la misma y la envolvió en una vieja camiseta, después la colocó debajo de un tablón suelto del suelo que se encontraba debajo de su cama. Estaba lista para enfrentar la situación como una ignorante, como si no estuviera al tanto de la posibilidad de su participación en aterradores proyectos inhumanos del gobierno; estaba lista para ir con Steve.
—¿A dónde vas, con el galán? —preguntó Eddie al verla salir de su habitación.
Lucy solo asintió mientras se hacía una coleta alta y desordenada, el clima afuera era un desastre inminente para su apariencia.
—Ohh, así que por eso estás maquillando tus ojeras.
Ella lo miró por el rabillo del ojo, guardó su polvo compacto en la mochila que colgaba de su espalda por una sola correa, y le mostró el dedo corazón, a lo que Eddie rio con fuerza.
—No estás, hum, ya sabes —hizo un ademán con la mano, demostrando su timidez para hablar de algo posiblemente serio.
—¿Qué cosa, hermanito? —cuestionó llamándolo por el diminutivo para generar confianza, era la clave con Eddie.
-No estás enamorándote de Harrington, ¿verdad? -Sus cejas se alzaron con verdadera duda. Lucy le lanzó una mirada disgustada. Eddie agitó las manos en el aire con una sonrisa tensa—. Lulú, te he estado observando. Esperabas con anhelo todos los días a que Steve te dirigiera la palabra en la escuela, o fuera de la escuela, y cuando no lo hacía pateabas cualquier cosa que estuviera a tu alcance. ¡Estabas todo el tiempo enojada!
—No es verdad —negó con inseguridad mientras blanqueaba los ojos—. Bien. Estaba enojada, pero no era porque Steve no me hablara. El mundo gira alrededor de más personas que Steve.
—Tu mundo no, al parecer —balbuceó con tenacidad.
Ella cerró el puño alrededor de la única correa de su mochila. Eddie se enderezó del sillón entre un montón de ruido de envases de refresco y algunas envolturas de frituras, estiró sus extremidades y le devolvió la mirada con ambivalencia.
—Lo único que digo, hermanita, es que no deberías relacionarte en el ámbito amoroso con el galán, te diré porqué. —Lucy tuvo la intención de hablar, pero él la detuvo con una simple mirada inexpresiva. No tenía nada qué argumentar, así que se limitó a observarlo con atención—. Steve y tú son muy diferentes: él es superficial, y tú, bueno, eres tú. ¿Qué más debo decir?
—Estás diciendo que no soy el tipo de Steve -confirmó en tono apático. Esta conversación era un insulto a su escasa vanidad. Blanqueó los ojos mientras sentía un apretujón en el pecho, pero no iba a llorar porque, como siempre, había temas de mayor relevancia sobre la mesa—. No importa, Eds. Él tiene novia.
—Lo siento, Lulú —susurró antes de ponerse de pie y abrazarla con fuerza. Lucy le devolvió el gesto, y si unas cuantas lágrimas por la revelación se hicieron presentes, ninguno dijo nada, Eddie simplemente las limpió con delicadeza y la miró con preocupación—. Es una lástima que los chicos que te gustan estén enamorados de la misma persona.
—Guau. Tus palabras de consuelo me ayudan bastante —comentó con ironía, separándose del abrazo y viéndolo con ojos llorosos—. No estoy enamorada.
—Lo que tú digas —soltó con sarcasmo mientras blanqueaba los ojos. Lucy le mostró el dedo corazón de nuevo, pero esta vez él no se rio, sino que la miró con seriedad—. Oye, pero es mejor si no están juntos, son polos opuestos; tú eres explosiva, él es... Bambi.
—Sí. Bambi —repitió el apodo, con los ojos cerrados. Debía resignarse sobre esto. Negar lo innegable dolía más—. Adiós, tarado. No me esperes para cenar, pasaré la noche en casa de Robin.
—No pierdas el ánimo, Lulú. ¡En Texas hay un chico que mataría por ti!
Negó con una sonrisa de lado mientras salía de la casa. Su hermano hablaba de Jordan Harris, el chico zanahoria, a quien Lucy había ignorado por lo que parecía toda una vida desde el dramático punto de vista del pelirrojo.
En el camino a casa de Steve un sinfín de preguntas azotaron su mente, a ninguna le dio respuesta porque el final era claro, nunca le diría sobre sus sentimientos al castaño. Quiso gritar y romper algo, o, mejor dicho, quería dibujar cómo se sentía y después quemar el dibujo, así sentiría un poco de control sobre la situación. Había pasado meses negando el inminente enamoramiento que tenía sobre él, y al final, no consiguió nada; la sensación de vacío cada vez que no estaba al lado de Steve habitaba sus huesos, retumbaba en su desolado corazón que tenía la necesidad de verlo todo el tiempo, sino, parecía desfallecer de tristeza.
Lucy tenía la teoría de que había comenzado a caer por Steve el día que tomó su venganza contra el trío de tontos, por su valentía, generosidad, su insistencia de permanecer a su lado a pesar de saber que podría salir lastimado (que si sucedió). No era por su espectacular apariencia, aunque no le restaba importancia a eso, porque Steve era muy guapo. Fue otro golpe a su orgullo, pues durante años lo llamó desagradable, y no era mentira, en esa época lo consideraba así.
Pero sabía que Steve nunca posaría la vista en ella, no era pesimista, solo realista, para llamar la atención del castaño tendría que destacar, o al menos tener una de las cualidades que tenían sus anteriores conquistas. Lucy no era valiente como Nancy, ni particularmente bonita como las otras chicas de la escuela.
Era una tontería pensar en eso, después de todo, Steve es un chico ocupado. El código de chicas prohibía totalmente posar los ojos en el chico de tu amiga, sin cláusulas. Soltó un resoplido. Le estaba dando muchas vueltas a este asunto.
Detuvo su auto en la acera y soltó un suspiro antes de atreverse a salir. Había aparcado en el lateral de la casa de Steve, por lo que tuvo que caminar hasta rodear la misma y lograr llegar a la puerta, cuando lo hizo, la recibió una imagen desconcertante. Un hombre le gritaba a Steve mientras le señalaba un papel con prontitud. Lucy no supo si acercarse o no, hasta que su mirada chocó con la del castaño de ojos caramelizados y pudo ver la clara petición de ayuda en su mirada.
—...¡Es por eso que debes mejorar tus notas, son un maldito desastre! —exclamó el hombre, aún señalando el papel. Lucy notó que su rostro se había tornado rojizo, igual que el de Steve en situaciones de presión o enojo, por lo que intuyó que era su padre.
Intentó ser silenciosa para que el hombre no se percatara de su presencia, y lo consiguió, pues había aparecido a un costado del señor Harrington con una sonrisa demasiado amable para ser real. Era la sonrisa de la hipocresía, de la incomodidad.
—¿Quién eres y de dónde saliste? —cuestionó el hombre en tono serio. Acomodó sus gafas de pasta gruesa. Las arrugas en sus ojos, sumando las ojeras violáceas bajo los mismos, le indicaron que era un hombre que rara vez dormía, estaba en sus cuarentas, y por el profundo ceño fruncido que le dirigía, supo que era alguien que debía tratar con cuidado, seguro era muy enojón—. Te hice una pregunta. ¿No piensas responder?
—¡Oh, Thomas, no seas un idiota con ella! —La melodiosa voz de Grace Harrington se hizo presente. Lucy nunca estuvo más agradecida con ella que en ese momento. La rubia la estiró de la mano, estrechándola en un gran abrazo que le transmitió su buena energía—. Ella es Lucy Munson, la novia de Steve.
En cuanto Grace la presentó ante al padre de Steve con aquellas palabras, un revoloteo de mariposas alborotó su estómago. Malditos insectos. Ya vería qué hacer después para eliminarlas, no debían estar ahí, Lucy se encargaría de extinguirlas. Además, era una tontería sentirse alegre por ser presentada como la pareja de Steve cuando no era así. Grace lo decía por la falta de conocimiento sobre la vida de Steve. No era una sorpresa, si no estaba al tanto de que su hijo había nacido en mayo y no en noviembre, ¿cómo podría acertar sobre temas menos relevantes?
—Eres muy bonita para ser novia de mi hijo. —Aquel halago la tomó por sorpresa. El padre de Steve la vio con una sonrisa sincera, Lucy notó que era sin segundas intenciones, por lo que le devolvió el gesto—. ¿No pudiste conseguir algo mejor? Steven es un desastre.
—¡Thomas, déjalo en paz! —exclamó Grace con molestia.
Lucy dirigió su mirada a Steve, él miraba al suelo con las mejillas rojas del enojo. Le posó la mano en la espalda, separándose del costado de Grace para consolarlo, aunque no estaba segura de que fuera lo que él quería, pero ella sí que sentía la necesidad de estrecharlo entre sus brazos porque había pasado de lucir como un niño haciendo berrinche, a uno triste.
—Steve, estás muy grandecito para que una mujer te consuele, ¿no crees? —Ante la fastidiosa pregunta, el castaño se apartó de Lucy con enojo, había una expresión muy triste decorando sus ojos—. La abuela te consintió y malcrió. La vida allá afuera es muy dura para que pienses en llorar por cada maldita piedra en tu zapato, hijo. —La miró a ella—. Y usted, señorita Munson, debería conseguir un novio más fuerte. Mi hijo no tiene mucho para ofrecerle.
—¡Es suficiente, Thomas! —exclamó Grace con una mirada de enojo, posicionándose delante su esposo—. Bebiste demasiado vino.
Lucy tomó la mano de Steve con fuerza, pese a los intentos del castaño por zafarse del agarre ella no lo soltó.
—Definitivamente, el placer de conocerlo no fue mío, señor Harrington.
El hombre la miró desconcertado antes de retirarse las gafas, fue entonces que Lucy notó cierto tinte rojizo en uno de sus ojos, un posible derrame ocular provocado por estrés, o eso decía la abuela.
—Lucy, no hagas esto, detente —murmuró Steve solo para que la castaña lo oyera.
—No me sorprende de una Munson, son todos unos problemáticos, eh —comentó con burla Thomas—. Excepto Wayne, él es un buen hombre.
—Lo es —confirmó Lucy, al momento que dirigía su analítica mirada hacia Steve, que apresaba su mano con fuerza suficiente para dejarle un moretón. Prácticamente podía sentir el miedo fluyendo en su dirección—. Ahora, si nos disculpa, mi novio y yo tenemos una importantísimo proyecto por hacer.
Desde luego que se había aprovechado de la situación para saber cómo se sentía la palabra «mi novio» brotando de sus labios, pensando en Steve. Era lindo.
—Por supuesto, son libres de retirarse. Seguro que Steve tiene mucho por aportar al proyecto —mencionó en una tonalidad tan irónica que Lucy quiso tomarlo personal, en su lugar tragó saliva con fuerza y haló de la mano a su amigo. Le dirigió una corta sonrisa tensa a Grace y ella se la devolvió mientras gesticulaba con los labios un: «Lo siento. Cuídalo».
Lucy gruñó pero no soltó la mano de Steve en el corto camino hasta su auto, y cuando llegaron a este, Steve separó sus manos sin siquiera mirarla. Parecía avergonzado, y pensativo. Lucy se hizo tronar los dedos para calmar el impulso de coraje que osaba con querer controlarla para regresar con Thomas Harrington y reclamarle por ser un pésimo padre, cuando soltó un sonoro resoplido lo consiguió.
Un día a la vez, una situación a la vez, eso había dicho la doctora Harris durante una sesión terapéutica de emergencia en las vacaciones navideñas, y Lucy había tomado la frase como su mantra.
Arrancó el auto y aceleró sin prisa. No sabía a dónde ir, su plan se había estropeado a base de la improvisación para dejar bien parado a Steve frente a su progenitor, aun si no funcionó. Se supone que pasaría la noche en casa de Robin para una "noche de chicas", que básicamente era hacerse compañía mientras comían porciones desorbitantes de palomitas de maíz y malteadas de dudoso sabor. Aunque claro, dependía de las circunstancias, esta noche Lucy estaba dispuesta a expresarle su preocupación sobre Steve a Robin. Todo lo que podía esperar es que ella no se burlara o lo tomara a mal, pues pese a que la rubia era de su total confianza, Lucy tenía la sensación de que tarde o temprano se hartaría de ella y la echaría de su vida.
—¿Adónde nos llevas? —preguntó sin mirarla, su atención estaba en el hermoso atardecer detrás de las esponjosas nubes en el cielo.
—No tengo la mínima idea.
Steve resopló una risa. Lucy lo miró por el rabillo del ojo, y como no había otro conductor en la calle, lo observó en el envolvente silencio que habitaba el auto, Steve la vio sin expresiones reveladoras.
—Sé que intentaste hacerme quedar bien frente a papá, pero es un hombre difícil. No lo tomes personal, Demonio.
—Lo iba a tomar personal, pero no pude. —Se aclaró la garganta y posó la vista en el camino de nuevo. No estaba lista para ser tan abierta con él mientras le miraba a los ojos, no ahora que sabía lo peligroso que podría convertirse un simple apretón de manos para ella—. Hum, a veces los adultos son hirientes, y malos —comenzó sin saber muy bien por dónde continuar, porque en realidad quería decir "los padres"—. Sabes, cuando mi madre murió, papá me dejó a cargo del tío Wallace, un completo imbécil. Solo fueron unas cuantas semanas, pero se sintió como el infierno. En ese entonces comprendí porqué a Eddie le gustaba pasar las vacaciones con mis padres y conmigo.
—¿Eddie y tú no son hermanos? —cuestionó Steve desconcertado.
—No, biológicamente no. Pero siempre nos hemos tratado como tal.
—Todo el tiempo pensé que eran hermanos. Incluso recuerdo que cuando fui a decirle de tu extraña aparición en el bosque, cuando estabas en el hospital el año pasado, te llamó «compañera de vida».
—Eso lo tomó de los libros de mi madre —soltó en medio de una risa, mientras aparcaba el auto a la orilla de la carretera que anunciaba la próxima salida de Hawkins—. Es muy cursi a mi parecer —reveló, arrugando la nariz—, pero no es incorrecto. Supongo que Eddie lo dice por nuestros traumas compartidos.
—Aún así, parece que no te gusta el término —dijo Steve mientras manipulaba el cinturón de seguridad para poder estar de frente a ella, recargó el brazo en el respaldo del asiento y después dejó caer su barbilla en la palma abierta de su mano izquierda—. Ahora que lo pienso, no sé qué te gusta y qué no.
«—Tú, idiota, me gustas tú», el pensamiento había invadido su mente antes de que pudiera rechazarlo. El gusto culposo por Steve se hacía cada vez más difícil de controlar ahora que era consciente de él.
—Hum, ya sabes, cosas normales, Bambi. —Steve alzó las cejas, sin creerle ni por un segundo. Lucy se llevó una mano a la cabeza para alborotar su cabello, imitando inconscientemente la misma posición del castaño—. Maquillaje, justicia social ,Luke Skywalker.
—No me vengas con esa tontería. No eres así.
—¡Oye, puedo ser como las demás! —replicó un poco ofendida. Steve se rio con ganas.
—Por supuesto que no —negó él, en tono rotundo.
—¿Por qué no? —Cruzó los brazos sobre el pecho en un intento de no acortar la cercanía entre ambos.
—Mencionaste a Luke Skywalker, es un personaje de Star Wars. Eres una friki —afirmó con una molesta sonrisa de lado, misma que le fue imposible no copiar a Lucy—. Friki.
—¿Te molesta que sea friki?
—No, supongo que no. Es tu vida, no mía.
Por un momento, Lucy se preguntó si en verdad sería un impedimento sus gustos poco habituales para Steve.
—¿Recuerdas que así nos conocimos?
—¿De qué hablas? —Steve frunció las cejas confundido.
Lucy tragó saliva con fuerza. Esto era muy embarazoso. No debió sacar el tema, sabía que no debía hacerlo.
—Ah, no, no es nada. Solo olvídalo —mencionó con nerviosismo apartando la vista de los ojos color caramelo de Steve, pero él emitió un «¿Mmm?», que indicaba su inminente curiosidad. La castaña se pasó la lengua por los labios antes de atreverse a hablar, solo para avergonzarse—. El día que nos conocimos fue en Halloween, pero tú no lo recuerdas. —Él no dijo nada, por lo que Lucy siguió hablando como si no fuera a él a quien le estaba contando aquel gracioso recuerdo—. Era día de escuela, y todos íbamos disfrazados. Tú imitabas a Elvis Presley, y yo vestía una capa oscura junto a un vestido medieval, porque era una hechicera —soltó riendo.
Le gustó ese día, había conocido a Nance y Robin. Fue su primer día en la escuela de Hawkins.
—No, no estoy seguro de que hablas —titubeó rascando el lateral de su cabeza. Lucy alzó las cejas en su dirección—. Bueno, claro que lo recuerdo, fue la única ocasión en que me vestí de Elvis.
—Pero no me recuerdas a mí —completó por él, a lo que Steve asintió con pesar en la mirada.—Lo sabía. Fue una tontería hablar de eso. En realidad, sé que fui invisible para ti hasta el año pasado.
Atrajo las rodillas a su pecho para recargar la barbilla sobre estas, y lo observó con atención.
—¡Claro que no! Por supuesto que te notaba —dijo con nerviosismo. Solo bastó una mirada sin expresión por parte de Lucy para hacerlo blanquear los ojos con fastidio—. Está bien, diré la verdad, pero no me mires con esos ojos.
—¿Y con cuáles ojos debo verte entonces? —cuestionó riéndose. Todo era tan absurdo. Steve la miró como si estuviera enojado, pero no lo estaba—. Dime la verdad, Steve, sino te condenaré a verme a los ojos por el resto de tus días —imitó una voz tenebrosa, la misma que usaba durante las campañas de C&D con los chicos cuando era ella quien dirigía la jugada. Steve hizo un mohín con los labios antes de sonreír, resignado.
—Teníamos doce años, ¿no? —Lucy asintió, prestándole atención y pretendiendo que lo que fuera a decir no le haría sentir vergüenza de sí misma—. Recuerdo una cosa.
—A ver, dime —dijo, alzando las cejas con intriga.
—Te sentabas delante de mi en clase de ciencias, lo recuerdo porque quería copiar las respuestas de tu examen y nunca podía, siempre llevabas el cabello tan desordenado que me era imposible ver más allá de tus hombros.
Lucy frunció las cejas, confundida. De todas las cosas que Steve pudo haberle confesado, esta era muy inesperada.
—Tramposo. Entonces, no soy invisible para ti.
—Ahh, en ese entonces, un poco, sí.
Okey, ya lo esperaba.
—Luego crecimos y tú solo te metías en un montón de problemas, tu nombre se decía en los pasillos como si fueras una persona detestable.
—¿Qué puedo decir? —Levantó los hombros con indiferencia—. Solo defendía causas justas, me defendía a mí misma —refutó en tono fuerte. Steve alzó las manos declarando paz, a lo que Lucy sacudió la cabeza dando a conocer su falta de agresividad.
—Algunos decían que eras una chica mala, que a cualquiera que te molestara lo golpearías, no importaba si era hombre o mujer.
—Y a pesar de eso, tú me molestabas, ¿por qué? —cuestionó viéndolo con atención—. ¿Nunca pensaste que podría golpearte como a los idiotas que me llamaban "bruja"?
—Solo pasó. —Encogió los hombros—. Un día nos tropezamos en el pasillo y los libros que llevabas en los brazos se cayeron al suelo, te ayudé a levantarlos y en lugar de recibir un «gracias», me dijiste: «hazte a un lado, idiota». —Hizo una mueca de falsa tristeza—. Solo quería ayudarte, pero me trataste mal.
Así había comenzando su enemistad, después de ese día se insultaban con comentarios superficiales y sin relevancia, tales como el "sabelotodo" y "¡si vas a besarte con una chica, hazlo en otro lado, es desagradable verlos!".
No obstante, ambos tenían diferentes puntos de vista: Steve quería ayudarla, y ella necesitaba ayuda, pero no de él, no en ese momento, pues fue cuando la terapia con la doctora Harris inició. Pero debía admitirlo, esos días de insultos -especialmente cuando la tristeza no la abandonaba-, eran un cómodo rincón oscuro en el que esconderse por un rato.
Era una extraña forma de verlo desde el punto de vista de su psicóloga, pero ella había dicho que el hecho de que la gran mayoría tuviera una preferencia por el sol en lugar de la noche, la oscuridad, y Lucy no, no la volvía candidata a la rareza. Lucy había leído en un viejo libro de estudios sin corroboración científica, que había personas que preferían la noche porque era el momento de mayor tranquilidad en sus casas, y ella podía confirmar eso, las noches eran mejor.
Como fuera, Steve oscurecía sus días -de buena forma- en esos meses difíciles, con el tiempo se volvió una costumbre, un hábito. «Si me presionas, te presionaré más fuerte», era lo que se repetía antes de conocerlo.
—Tenía muchos problemas en ese entonces, y no sabía cómo lidiar con ellos —se explicó, encogiendo los hombros, luego suspiró con pesadez—. Pero supongo que la mala fama me seguirá hasta que me largue de Hawkins.
—No todos piensan mal de ti, ¿sabes?
Steve se lamió los labios cuando Lucy posó los ojos en él, desvió la mirada y se pasó una mano por el sedoso cabello, movimiento que fue seguido con mucha atención por la castaña.
—Es contradictorio, pero nunca dejé que me guiarán las opiniones ajenas sobre ti. Mamá y la abuela me enseñaron a no juzgar, a menos que me pusiera en los zapatos de la otra persona.
—Hum, pues lo hubieras aplicado cuando juzgaste a Nancy el año pasado —murmuró con los ojos entrecerrados.
—¡Me cegó el enojo y los celos! Además, permití que Tommy y Carol me influenciaran con sus comentarios ignorantes —se justificó mientras blanqueaba los ojos.
—Oye, tranquilo, solo decía. —Alzó las manos para expresar su tranquilidad.
Steve resopló. Se quedaron en silencio.
Le gustaba el silencio, era pacífico, envolvente y revelador. Cuando su madre murió, durante la primera semana, eran ella, su mente, el silencio y un sinfín de libretas en donde plasmar los mundos mágicos e inocentes de los que su madre le hablaba cada noche antes de dormir. Y cuando se mudó una época con el imbécil de Wallace, su primera vez pisando las calles de Hawkins, eran ella, el silencio durante las noches, canciones aleatorias de la radio y Eddie. No fueron los mejores días, pero de alguna forma, el que tuviera compañía lo hizo todo más llevadero, más fácil. Desde ese entonces, Lucy fue consciente de que no podría vivir sin él, incluso cuando era un inmaduro la mayor parte del tiempo.
—¿No tienes música en esta cosa o qué? —cuestionó Steve, buscando en la guantera algunos casetes, una vez que los halló se les quedó viendo, impresionado—. ¿Qué es esto?
En sus manos había un casete cuyo contenido era un mixtape que le había regalado el chico zanahoria en navidad, Lucy no se sintió particularmente orgullosa de ser transparente con él, que supo cuales canciones colocar.
—Es música —contestó, haciendo una mueca—. No tiene portada porque es un regalo.
—¿Quién te lo regaló, tu novio? —preguntó Steve, leyendo la etiqueta del casete. Lucy negó con una risita, y solo guardó silencio cuando el de ojos caramelizados la vio alzando las cejas, dudoso—. ¿Qué es tan gracioso?
—Lo siento, solo —dejó la oración a la mitad para soltar un suspiro, en ese lapso limpió las lágrimas de las comisuras de sus ojos—, mira, Jordan no es mi novio, solo un amigo. Es el chico zanahoria —explicó revoloteando las manos en el aire.
—Si no es tu novio, explícame porqué te puso esta romántica dedicatoria en la contraportada del casete —pidió moviendo las cejas, insinuando algo que no era verdad. A Lucy no le gustaba el chico zanahoria, pero el simple hecho de mencionarlo provocó que las mejillas se le tiñeran de rojo. Le arrebató el objeto de las manos y lo leyó mientras él se reía a su costado.
«ᴘᴀʀᴀ ᴍɪss ʀᴀɪɴʙᴏᴡ
ʟᴀ ᴜ́ɴɪᴄᴀ ǫᴜᴇ ɪʟᴜᴍɪɴᴀ ᴍɪs ᴅɪ́ᴀs»
—No es romántica. Y de cualquier forma, ¿qué haces revisando mis pertenencias?
—Solo quiero oír un poco de música —se explicó, con una mueca que pretendía inocencia. Lucy le lanzó una mirada de incredulidad—. En fin, ¿es tu novio o no?
—No.
Steve revolvió los objetos en la guantera hasta que localizó la vieja cartera que le perteneció a su padre, la había dejado olvidada allí cuando fueron a Texas a celebrar navidad, pues había recibido una mejor por parte del abuelo.
—Oh, no veas eso. Ahora solo tiene fotos de nosotros cuando éramos niños.
—¡Mejor aún! —dijo sonriendo mientras abría la cartera de cuero para revisar el contenido, pero antes de que pudiera hacerlo, Lucy se encaramó sobre su asiento, estirando el brazo tanto como podía para quitarle de las manos la cartera de su padre—. Ah, ah. No tan rápido. No es así de sencillo, Demonio.
—Steve, no quieres hacer esto —gruñó con una mirada amenazadora.
—¡Pero claro que quiero!, de seguro eras una niña de esas que usaban vestido y una coleta a cada lado de la cabeza, quiero ver eso —declaró, sonriendo con picardía.
«Un, dos, tres. ¡A la carga!»
—Te lo advertí —murmuró antes de acaparar la mitad del espacio del asiento del copiloto, todo un intento de arrebatarle la cartera con sus más vergonzosas fotografías cuando era una niña, pero Steve se mostró reacio a devolvérsela—. ¡Bambi, no lo hagas!
—Te regresaré la cartera solo si me das la contraseña correcta —mencionó antes de guardarse el objeto de cuero gris detrás de la chamarra que portaba, en la espalda baja—. ¿Contraseña?
—Steve, el tonto —dijo con burla. De la garganta de Steve brotó un sonido muy similar al del timbre de la escuela, negando que estuviera en lo correcto—. Hum. Steve tiene la mejor cabellera de la preparatoria —intentó, esta vez sin burlarse, con algo que en verdad tocara las fibras de vanidad del castaño.
—Oh, acertaste —reveló en tono impresionado, haciendo una mueca—. Eso fue extraño. Me leíste el pensamiento.
—No. Solo eres predecible... y vanidoso.
Recibió la cartera y se la guardó en la bolsa del pantalón, donde Steve no podría alcanzarla de nuevo.
—En verdad, pareces única en tu tipo —dijo resoplando una sonrisa tímida.
Lucy aclaró su garganta antes de hablar, luego picó su costado con el índice, provocando que la atención del castaño se vertiera sobre ella.
—Oye, me vas a decir ¿qué le pasaba a tu padre? —inquirió en voz baja.
Steve se enderezó en el asiento con una mueca seria. Lucy notó que los músculos de su rostro se tensaron al mismo tiempo que cerró las manos en puños.
—O puedes no decirme, no es obligatorio.
Claramente, era doble moralista pedir algo que ella quizá no estaría dispuesta a relatar, pero la curiosidad la mataba. Además, puede que esa fuera su única oportunidad en los próximos meses de conseguir un acercamiento al señor Harrington -a quien buscaba sacarle información sobre posibles documentos científicos falsificados que se vieran como reales- para develar la verdad de los inventos de Bernard Hargrove, y sí, lo había arruinado pero con un excelente propósito: Steve y su expresión de cachorro bajo la lluvia.
—El día que fuimos a filmar la escena para el video musical, mamá me dio una carpeta con documentos muy importantes del trabajo de mi padre —comenzó él con voz furiosa, pasándose una mano por el cabello para liberar estrés—. Los guardé en el auto, pero cuando volvimos a Hawkins no los tenía conmigo, y tampoco mamá. Él dijo que era mi culpa por ser tan irresponsable, y se enojó más cuando se enteró de mis pésimas calificaciones en anatomía, matemáticas avanzadas y otras materias que odio.
—Si tanto las odias, ¿por qué las tomaste?
—Papá quiere que siga su ejemplo, quiere que sea notable en el mundo de los científicos —reveló soltando un suspiro al final—. Pero yo no estoy seguro de querer ser científico, es decir, muy apenas consigo hacer sumas de mis gastos mensuales, ¿cómo podría alguien poner bajo mi cuidado algún tipo de sustancia tóxica? —Abrió los ojos de manera cómica mientras colocaba las manos a cada lado de la cabeza—. ¿Qué tal que intoxico a mis compañeros de laboratorio en mi primer día?
Le preocupaban las oleadas de desesperación que emitía Steve, pero lo que verdaderamente la atrapó fue la mención de «científicos», «laboratorios», y lo implícito, que Thomas Harrington era más que un empresario dueño de una confiable compañía de farmacéuticos. El padre de Steve, a como lo pintaba él mismo, era tan importante que le causaba presión a su hijo para que siguiera su ejemplo.
—Es por eso que tomaste las clases —confirmó—. Porque tu padre es científico y quieres ser como él.
—No diría que quiero ser como él, más bien, él quiere que yo quiera ser como él. —Aquel trabalenguas al parecer lo confundió unos segundos, en los que reflexionó en silencio sus palabras, pero Lucy lo había entendido a la perfección—. Aunque sí, tomé las clases porque me ayudarían a no lucir como un estúpido en la universidad. Puede que mis otros compañeros sean todos unos prodigios, como tú, o como Nancy.
—Estás dejándote llevar por la presión de tu padre, eh. Es una mierda todo eso. —Suspiró viendo al suelo, luego alzó la vista hacia él—. Yo iré a la universidad en Texas, para estar cerca de mis abuelos, de mi tía.
—De tu novio —completó Steve, sonriendo burlesco. Parecía que esta charla de corazón a corazón no le gustaba demasiado, o quizá, solo quisiera molestarla.
—No es mi novio.
—Entonces, ¿por qué te dio un regalo tan personal como lo es un mixtape? —cuestionó, arqueando las cejas—. Esto se regala solo entre los que más quieres.
—Pues, porque él dice que «mataría por tener mi atención», pero nunca será así porque vive en Texas, ¿entiendes? No me gustan las relaciones a distancia.
—Estás admitiendo que si él misterioso chico zanahoria viviera aquí, saldrías con él.
—No, no precisamente. —Se encogió de hombros.
Esto iba de mal en peor, pues al ver la cercanía con la que hablaban, su corazón había decidido bombear más sangre a todo su sistema, provocando que incluso pudiera escuchar sus latidos en los oídos.
—Creo que nos desviamos de la conversación principal.
—Pero es más interesante verte con las mejillas sonrosadas —replicó Steve haciendo un puchero en su labio inferior.
—No, Bambi —negó, luchando contra una sonrisa genuina que nacía de su corazón.
—Sí, Demonio —insistió en tono juguetón.
—Como sea. —Blanqueó los ojos—. Tu padre es un tonto. Aunque saques pésimas notas, no debía tratarte así. —Steve no mencionó nada, por lo que Lucy, intuyendo su incomodidad habló de nuevo—. Pudiste darme las gracias, ¿sabes? —La pregunta no era para fastidiarlo, no del todo, pero sabía que Steve era altivo, es decir, reaccionaría ante una ofensa como esa—. Digo, no es como si no hubiera pensando en abandonarte para ir por el capuchino que nunca me compraste.
—De verdad, a veces no entiendo cómo podemos ser amigos —mencionó, cruzándose de brazos.
«Amigos». ¡Auch! Se oía peor si salía de su boca, dolía un poco también. Sin embargo, era la realidad, y debía acoplarse a ella cuanto antes. No rompería el código de chicas para con Nancy, no cuando su amistad podría pender de un hilo con esta situación compleja.
—...Así que, ¿si o no? —La pregunta la tomó por sorpresa.
—Sí.
—Genial. Cambiemos de lugar entonces —dijo simplemente, saliendo del auto. Lucy agitó la cabeza, había accedido a que Steve manejara y la llevara a un lugar que desconocía, posiblemente. Resopló y salió del auto también.
Se encontró al castaño recargado en el capó admirando el cielo en tonalidades naranjas y rosadas, estaba a punto de ocultarse el sol. La vista era hermosa, pero Lucy supo -luego de echarle una que otra miradita a Steve- que el sol para ella no iba a desaparecer, acababa de aceptar que, quizá, estos meses fueran los más soleados, al menos hasta que su corazón entendiera lo que su lado racional le solicitaba: que se olvidara de Steve.
—Oye, Lucy —murmuró poniéndose delante de ella, cubriéndole el sol que le caía en los ojos, trayendo la oscuridad que tanto le gustaba.
Ella alzó las cejas, preguntando silenciosamente «¿Qué pasa». Fue cuando él tomó su mano entre las suyas y la giró hasta que los nudillos al descubierto, Lucy no sabía qué sentir en ese preciso momento además de nervios.
—Gracias, por intentar defenderme de mi padre.
Entonces besó los nudillos de su mano con tal delicadeza que la conmovió.
Lucy se lamió los labios y sacudió la cabeza, negando.
—No es nada. No lo decía de verdad. Pero, debo hablarte de algo serio. —Suspiró, hacer esto era más difícil de lo que pensó—. No podemos hacer esto, Steve, ya no.
—¿A qué te refieres? —preguntó, arrugando las cejas—. ¿Ya no quieres ir por el capuchino? Conozco un sitio donde venden las mejores rebanadas de pastel de chocolate, y también de frutos rojos.
—Steve, somos amigos, pero creo que sería mejor que tomemos cierta distancia —admitió, sosteniendo su mirada caramelizada—. Creo que yo necesito tomar distancia de ti —aclaró, cuando él no había dicho nada aún después de unos minutos.
—¿Es por mi padre? —cuestionó confundido.
—Es por mí. —"Me estoy protegiendo", quiso decir—. Necesito espacio, tengo algunas cosas qué pensar, y quiero hacerlo sin distracciones de mis amigos.
—Esta bien. Okey. Hum, supongo que te llevaré a casa entonces —se aclaró la garganta, mostrando una mueca de incredulidad—. ¿Puedo ayudarte con algo?
—No. Cualquier cosa que digas podría confundirme. —Revoloteó la mano en el aire, tratando de restarle importancia—. Solo necesito observar la situación que me atormenta a solas.
—¿Estás segura? —insistió, colocando una mano en su hombro.
—Que sí, Steve —declaró al momento que se sacudía la mano de su hombro, pues el simple toque de Steve parecía quemarle sobre la ropa—. ¿Por qué insistes tanto? Solo somos amigos, déjame en paz.
—Es que me preocupa, tú me preocupas.
—Es solo mi problema, Steve —objetó con la voz un poco débil.
Steve asintió con una mueca de inconformidad, pero no discutió más. Era lo mejor.
—De acuerdo. Te llevaré a tu casa.
En el camino de regreso a Hawkins no hubo música, ni conversaciones absurdas, solo el silencio, y era tenso e incómodo. Fue la primera vez en toda su vida que odio el maldito silencio, no lo disfrutó para nada, a pesar de que era uno de sus sonidos favoritos.
—¿Nos vemos en clase de O'Donell? —cuestionó él, bajándose del auto después de dejarla en la entrada de su casa.
—Lo siento. Adelanté algunas clases y saldré de vacaciones primero, estaré en Texas.
Posiblemente, era la peor excusa que le había dado a alguien en su vida, aunque no era mentira.
—Entiendo. Te veré en otoño —mencionó, cerrando los labios en una fina línea. Le palmeó el hombro y sonrió, un poco forzado—. Espero que puedas resolver ese problema, Lucy.
El maldito problema era él. Su misión era olvidarse de uno de los chicos más increíbles que había conocido en Hawkins. Resopló con cansancio. Tendría mucho trabajo por hacer cuando arribara la casa de los abuelos.
Sus prioridades estaban muy mal acomodadas en la lista de temas importantes, pero no podía hacer nada. Primero resolvería el tema de Steve, después desenmascararía la mentira de Bernard. Por el momento necesitaba paz, un cigarrillo seguro se la brindaría.
—Adiós, Bambi —recitó con una sonrisa triste.
—Adiós, Demonio —se despidió, frunciendo las cejas con confusión.
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Agridulce final, sin embargo, me gusta como va hasta ahora, ¿a ustedes?
Revelación en caso de que no haya quedado claro: Lucy tiene una imagen mala de sí misma porque le han hecho creer que es poca cosa, la minimizaron. Además, no puede ver sus buenas cualidades más allá de logros escolares.
¿Tuvieron parte favorita? Yo odié al papá de Steve jsjs.
Les quierooo. Tomen agüita 💛
-Lola
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