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7 | Lights, camera, and are we just friends?

Parte I. Capítulo VII

Lights, camera, and are we just friends? [Luces, cámara, ¿y solo somos amigos?]



El silencio reinaba en la biblioteca, no había el mínimo indicio de que alguien además de ella estuviera allí, era el momento perfecto para acercarse por detrás y sorprenderla.

Saludó a la amigable mujer detrás del mostrador en forma de semi círculo, se registró y, con una extraña calma que nacía en su pecho, camino hacia Lucy. Ella estaba sentada de espaldas a él dibujando en un bloc de hojas blancas. Notó que había teñido su cabello de nuevo al color ébano con el que Steve la había conocido aquella noche de octubre en el bosque. Se le veía bien, el color oscuro resaltaba sus ojos castaños claros.

Conforme la distancia se acortaba lo invadió una agobiante necesidad de saber cómo reaccionaría Lucy, quizás, no fuera tan malo como pensaba que sería.

Habían transcurrido dos meses desde que el "Escuadrón de la Venganza" le había hecho justicia a Lucy, en dicho mes vio que Jason dejó de asistir a la preparatoria, así como a Carol y Tommy siendo rechazados por gran parte de la población estudiantil. ¿Era feliz por eso? No necesariamente. 

Sin embargo, como le había dicho el friki Munson: «Si el balance universal se tarda demasiado en hacer justicia, me parece que podríamos ser quienes la ejerzan». Pero, eso no fue lo único que le dijo y que le desconcertó, pues era una realidad; Eddie intentó persuadirlo para que le hablase de los términos en los que les ayudaba, y cuando Steve respondió que era por amistad, Eddie se carcajeó.

Steve había descubierto mucho de los hermanos Munson aquel martes que el diluvio se anunciaba sobre sus cabezas. Una de las más sorprendentes fue la simpatía con la que ambos se desenvolvían alrededor de los fastidiosos niños, otra, no menos importante, era la abismal diferencia en su manera de actuar: Eddie buscaba huir de no ser necesario dar pelea, mientras que Lucy buscaba enfrentarse a los demás hasta las últimas consecuencias. ¿De dónde provenía el instinto de lucha en ella? ¿Y qué sobre su aberración por la iglesia?

Lo único de lo que era consciente era su falta de responsabilidad para con su amistad, y es que no había conseguido hacer un hueco en su agenda -lejos de los analíticos ojos de Nancy- para dedicarle siquiera cinco minutos a la que consideraba una amiga con los pies bien puestos en la tierra. No debería sorprenderle que Lucy lo rechace o lo mande al carajo porque tendría razón; las amistades no se nutren de incómodos saludos con miradas entre clases.

El día anterior le habían dicho en el hospital que hoy mismo le retirarían el yeso del pie, fue la mejor noticia que recibió en semanas desde que se fracturó el tobillo. Odiaba con su vida el maldito yeso, pero no se arrepentía de las circunstancias que lo llevaron a terminar atado con él, pues, aunque nadie además de él mismo lo supiera, esa fue de las experiencias más extrañas que haya tenido nunca. E incluso cuando no ganó nada material, obtuvo un gran aprendizaje de la crueldad e ignorancia humana.

Durante un largo tiempo creyó que los rumores en los vestidores eran falsos, pensó que eran como esas incoherentes historias urbanas que se inventan en los pueblos pequeños porque no hay nada mejor qué hacer, pero luego de presenciarlo a las fuerzas, en definitiva cambió su perspectiva de las cosas que creía saber. 

Lucy era más que las cicatrices con forma de figurillas de animales que habían dispersas por una parte de su espalda alta, y era más que las acusaciones falsas de los ingenuos que se dejaban llevar por el criterio ajeno: sencillamente, era tan distinta de lo que algunos hablaban que lo descolocó. Le dejó considerando a fondo sus sentimientos por ella, y al finalizar su estadía en el hospital, no encontró la respuesta que le habría gustado, es más, le generó más preguntas sin respuestas.

—¿Cómo está mi demonio favorita? —cuestionó al momento que llegaba a su lado y le ponía las manos encima de los hombros para sostenerla, sin embargo, cuando ella se giró hacia él y estampó su rostro contra la mesa de madera, quedó claro que a Lucy no le gustaba que la sorprendieran—. Auch. ¿Qué crees que haces?

—¡Bambi! —exclamó ella, pero no lo soltó.

Uno de los brazos de Steve se encontraba doblado hacia atrás en su espalda de forma dolorosa, el otro lo tenía recto en dirección a su espalda baja, pero en ese el dolor era más, pues pareciera que estaba a punto de quebrar el hueso en dos. Lucy lo soltó. Steve se dejó caer con pesadez en la misma silla donde segundos atrás Lucy estaba sentada. A lo lejos escuchó que la bibliotecaria les pedía guardar silencio. Steve refunfuñó con algo de frustración invadiendo su cuerpo.

—Lo lamento, Stevie, pero tú tuviste la culpa —dijo ella tomando asiento frente a él. Steve enarcó las cejas y frunció los labios—. No me veas con ese gesto, tonto. Pensé que era obvio que no te le puedes acercar a una persona por la espalda y esperar que te reciba bien. —Blanqueó los ojos y luego retomó su bloc de dibujo, restándole importancia a su presencia.

—Disculpa —se aclaró la garganta, pero ella no lo miró—. Hum. Lucy —la llamó de nuevo, sin recibir otra respuesta que un gesto de cejas. La impaciencia se apoderó de él con tantas fuerzas que le arrebató el bloc de dibujo, recibiendo un profundo ceño fruncido y una mirada asesina—. Con que solo debía hacer eso para que me prestaras atención.

—Devuélveme el bloc, Harrington.

Tragó saliva, confundido. Lucy no lo había vuelto a llamar así desde octubre del año anterior.

—Perdón. —Le regresó el bloc de dibujo a Lucy, quien lo miraba con ojos furiosos, tuvo la impresión de que, si pudiera, abría vertido aquella lava del enojo sobre él.

—Idiota —murmuró ella, comenzando a guardar sus lápices de colores en el estuche.

Steve mordisqueó su labio mientras la veía, luego vio su reloj de muñeca, pronto sonaría la campana que anunciaba el inicio del fin de semana y Steve de ninguna manera permitiría que esta oportunidad se le escapara de las manos, no de nuevo.

—Oye, solo quería disculparme, sé que he estado ausente por un largo tiempo y me prometí que no sería así, no contigo, porque de verdad quiero que seamos amigos y... —Lucy levantó uno de sus finos dedos frente a su rostro mientras se ponía de pie—. Quiero pedirte un enorme favor.

Ella enarcó las cejas con tanta sorpresa que incluso en su frente se formaron arrugas.

—Prácticamente me ignoras por dos meses, y solo me buscas para que te haga un maldito favor —dijo en tono burlón.

Sintió sus cejas arrugarse, pero no dijo nada al respecto porque sabía que lo merecía. Resopló mientras pensaba en sus siguientes palabras. Se tomó un momento para ver a la chica frente a él: bajo la menguante luz natural que entraba por los ventanales en lo alto de las paredes pudo ver que el color de sus ojos era más claro de lo que pensaba, y sus labios eran delgados pero lucían suaves, las oscuras bolsas debajo de sus ojos combinaban de una extraña forma con el suéter que vestía. Sí, era perfecta para el papel.

—Mamá es directora de casting —dijo para comenzar. La expresión de Lucy se transformó en una de confusión—. Hace un mes y medio estaba buscando extras para un video musical de un artista en ascendencia.

—¿Y cómo me afecta eso?

—Es que mi novia y yo nos comprometimos a ir a la grabación, ya sabes, como extras —explicó moviendo las manos en el aire—. Pero ella me canceló y ahora no sé qué hacer. Le prometí a mamá que llevaría a alguien más conmigo. —Ella hizo ademán de hablar por lo que se apresuró a levantar una mano en el aire para detenerla—. Una chica, quería a una chica.

Lucy blanqueó los ojos, parecía fastidiada.

—Y te pregunto de nuevo: ¿qué tiene que ver esto conmigo? —inquirió en tono serio—. Si lo que quieres es que te acompañe no lo conseguirás.

Ella se levantó, le palmeó la mejilla y tomó sus cosas de la mesa, abriéndose camino en el suave silencio que envolvía la biblioteca, el cual rompió Lucy con el sonido que producían sus botas de tacón negras. 

Steve maldijo por lo bajo, afianzó sus manos a las muletas que se había visto obligado a usar, y la siguió hasta la salida de la biblioteca. Le faltaba el aliento cuando consiguió colocarse frente a la puerta. Ella torció la boca y entrecerró los ojos, su molestia era clara.

—Quítate.

—No —mencionó con voz amortiguada debido a su acelerada respiración—. Sé que fui un imbécil porque te pedí ser amigos y luego de solo vernos un par de veces me desaparecí de tu vida, y lo siento, ¿bien? —Miró al suelo, no tenía orgullo suficiente para admitir la derrota—. Y tenías razón, mi novia se molestó.

—Así que era nuestra amistad o ella. —Steve negó con rapidez, eso no era del todo cierto—. Te lo dije, tonto.

—¡Que no fue así! —gritó, recibiendo una mirada como reprimenda por parte de la bibliotecaria. Por dios, como si hubiese más personas en el lugar además de ellos, casi eran las dos de la tarde, a este punto la mayoría de sus compañeros se habían escabullido de la última clase con la tonta excusa de ir al baño o la enfermería—. ¿Podemos hablar en otro lugar, Demonio? —En cuanto la llamó por aquel apodo nada creativo, la señora de tercera edad lo vio con ojos de profunda ofensa, se preguntó porqué, hasta que escuchó la agradable risa de su acompañante.

Lucy le sonrió a la bibliotecaria y abrió la puerta, haciendo un gesto para que él pasara primero, Steve lo agradecía, las últimas cuatro semanas fueron una horrible experiencia entre no poder abrir las puertas sin que una de las muletas se cayera, o que, cada que asistía a un evento deportivo de la preparatoria, se burlaran de él por tener que quedarse en la banca cuando era el maldito capitán.

—¿Dónde filmarán el video? —preguntó Lucy cuando ya estaban caminando por el solitario pasillo que dirigía a la salida de la escuela—. No es que esté aceptando, solo tengo curiosidad.

—Pues, las escenas de los extras en las que me comprometí serían filmadas en las afueras de Hawkins, no recuerdo el nombre del condado pero no es lejos.

Al cruzar las puertas principales lo invadió una extraña sensación de escalofrío que le recorrió la columna, cuando giró hacia la penetrante mirada que lo atosigaba notó a Billy fumándose un cigarro mientras los veía con los ojos entrecerrados. Por mero instinto quiso colocar su mano en la espalda de Lucy para guiarla a su auto y hacerle saber a Billy que hoy no sería el día en que le pusiera un dedo encima, pero lo retuvo, para empezar porque no podía moverse por su cuenta sino hasta dentro de una hora.

—Okey. A los extras les pagan, ¿no? —preguntó Lucy sacándolo de sus pensamientos. Él asintió con la cabeza—. Hum. ¿Qué tal si me invitas un capuchino como disculpa y hablamos de todo eso?

—Sí. Lo que quieras —dijo, aún viendo a Billy, que le mostró el dedo corazón mientras escupía en el suelo—. Pero en una hora debo ir al hospital. 

Notó que Lucy también veía al rubio, por lo que se apresuró a llegar al lado del conductor, abrió la puerta y luego se subieron. Mientras Steve arrojaba las muletas a los asientos traseros observó a Lucy: ella portaba esa mirada de consternación que había visto pocas veces en sus ojos.

—¿Aún te molesta?

—No, ya no. —Miró por la ventana, evitando hacer contacto visual. —Solo me invitó a salir —soltó a la mitad de una risa ansiosa—. Le dije que no, y aunque parezca muy raro, no volvió a hablarme desde ese día.

Ese fue el momento en que Steve se enteró que Billy había hecho un movimiento más rápido de lo que esperaba. El otro día, en práctica de baloncesto cuando una vez más tuvo que permanecer en la banca, Billy se había acercado a él con esa sonrisa socarrona en sus labios, y luego de aguantar que le contase un centenar de cosas que no le importaban, lo único que logró sacarlo de sus envolventes pensamientos fue su frase final, cuando ya se encontraba de pie de frente a él, presumiendo de sus fuertes tobillos.

«—Más te vale alejarte de ella, a menos que quieras problemas, ¿no? —Steve ni siquiera tuvo que preguntar por qué o de quién hablaba—. Ya tienes a una chica lista contigo, Harrington, déjala en paz. Y por si no fui lo suficientemente claro, hablo de Lucy.»

Pero no se alejaría de ella por una amenaza sin fundamentos, sin contar que, dada la nueva información que le dio a conocer ella, Billy había sido rechazado.

—¿Hace cuánto fue eso? —preguntó por curiosidad mientras arrancaba el auto con mucho cuidado, otra de las cosas que más había detestado de la fractura era eso, tener que manejar con un solo pie y la ayuda de un bastón de madera—. Vamos al hospital primero, me van a quitar el yeso.

—Pero después vamos por mi capuchino —replicó Lucy cruzando los brazos.

—Sí, sí —revoloteó una mano en el aire restándole importancia—. ¿Sobre Billy?

—Ah, sí. —Levantó las cejas huyendo de su mirada, pero Steve aún podía verla de reojo—. Estábamos en la última clase de este martes y aprovechó que solo éramos pocos en el aula, entonces se acercó y me dijo: ¿Cuándo aceptarás salir conmigo?

—¿Qué? —Steve frenó el auto de improviso aunque no habían llegado a su objetivo aún—. Es un idiota. Esa es la peor forma de pedirle a una chica que salga contigo.

—Dímelo a mí —dijo con burla y blanqueó los ojos—. Como sea. No me gustan los rubios.

—¿Entonces cuál es tu tipo? —Encendió el auto y cambió de carril para dirigirse al hospital, que estaba casi a las afueras del pueblo. 

Notó que Lucy torcía la boca mientras miraba el cielo nublado a través de la ventanilla, se preguntó qué pensamientos rondaban su cabeza, o si siquiera había escuchado la pregunta que le acababa de hacer.

— Me estás ignorando, de nuevo.

—El amor es destructivo, Steve —reveló girando la cabeza a su dirección, parecía muy convencida de sus palabras—. No me malentiendas. Mis padres me demostraron que el amor es una de las cosas más bonitas en el mundo, y creo que lo es, pero... ¿Qué pasa cuando se acaba? ¿Y cuándo el lazo no es lo suficientemente fuerte?

—Creo que lo que tienes es miedo.

—¿Disculpa?

—Como oíste, Lucy. —Tragó saliva considerando lo que iba a decir a continuación—. Mira, no puedes evitar al amor toda la vida solo por el daño que te han hecho.

Ella abrió la boca sorprendida pero no dijo nada, hizo un ademán para que continuara hablando.

—Hum. Supongo que aprecias a esos niños, los ruidosos de-

—Sí, pero no entiendo cómo eso tendría algo qué ver con todo esto -lo interrumpió sin apartar la vista de sus ojos, provocando que Steve se pusiera nervioso.

—Bien. Pues me parece muy extraño que los aprecies pero no te des la oportunidad de querer a alguien de forma romántica —soltó finalmente lo que le rondaba la cabeza.

—Ah, porque si alguien sabe de romance aquí, ese eres tú —señaló con ironía, dejándose caer en el respaldo del asiento—. Si supieras.

—¿Qué cosa? —preguntó al momento que giraba el auto a la izquierda para entrar en el estacionamiento del hospital. 

Ella no respondió. 

—Steve —lo llamó antes de que bajara del auto, por lo que ingresó de nuevo al vehículo pero sin cerrar la puerta. 

Vio que Lucy se retorcía las manos con nerviosismo por encima del regazo, había un indicio de llanto en su mirada que quizá se desbordaría y provocaría un diluvio, pero ella apartó la vista hacia enfrente y se limpió muy bruscamente el rostro, luego volvió sus ojos a él.

—¿Qué tan enamorado estás de Nancy? —Sacudió la cabeza mientras cerraba los ojos—. Es decir, ¿desde qué porcentaje del amor que sientes por ella, me estás hablando?

Steve frunció las cejas, no muy seguro de cómo contestar a eso.

—¿Qué tanto la amas?

—Ah, no tengo idea. No creo que el amor sea algo que puedas medir o pesar —dijo, pensando que así se libraría de la pregunta, pero no, pues Lucy seguía atenta a sus movimientos con las cejas enarcadas, los ojos se le rozaron de lágrimas—. ¿Vas a llorar? —Ella negó con la cabeza y apartó los ojos de él—. Pero si no te hice nada.

La escena que presenciaban sus ojos era impresionante, no por un lado positivo, pero ver llorando a Lucy Munson era algo de lo que pocos hablaban, Steve no sería uno de ellos porque no comprende el valor de las lágrimas como excusa de humillación, no para una chica.

—Oye, ¿qué pasa? —preguntó colocando una mano en su espalda como tanteo del terreno, cuando vio que Lucy no lo apartó con brusquedad, sino que se recargó en el toque, permitió que ambas manos le cruzaran por la espalda y la atrajo hacia su pecho—. Está bien. 

Ella no dijo nada, su cuerpo estaba tenso por lo que Steve intuyó que no quería hablar de eso.

—Ey, ¿qué le pasó a la chica ruda que conozco, uh? —Hizo el amago de apartarla para ver su rostro, pero justo en ese instante Lucy se aferró a él con fuerzas, notó que su cuerpo ya no estaba rígido, todo lo contrario.

El tiempo pasaba lento mientras Steve pensaba a fondo las posibles causas de aquella misteriosa tristeza en Lucy. No era común verla así, es más, se atrevería a decir que era la segunda vez desde el día que cocinaron en su casa y se emborracharon. Un día memorable, sensible. Steve descubrió que le agradaba la sensibilidad con la que se podía expresar estando en presencia de alguien que le abría su corazón, a él, que todos le tachaban de ser un frívolo.

—Lo lamento, Steve —se disculpó, separándose de él y volviendo a su asiento—. No debí hacerlo.

—Está lloviendo —mencionó, a pesar de que era mentira, mientras le extendía una caja de pañuelos que halló en la guantera. Lucy los tomó aún sin verlo. 

Steve suspiró, no entendía qué significado tendría para ella la frase «está lloviendo» pero seguro que era algo profundo si lo utilizaba como referencia a sus lágrimas.

—Aunque la tormenta se marchará por un rato, ¿verdad, Demonio? —cuestionó una vez que le vio mejor semblante.

Lucy asintió, tenía la vista fija en los pañuelos con los que había secado sus lágrimas.

—Voy a quedarme aquí mientras te quitan el yeso, si no te molesta. —Otra lágrima silenciosa descendió por su aterciopelada mejilla, Steve retuvo el impulso de limpiarla él mismo—. Supongo que tu cita es con el doctor Harris, deberías llegar a tiempo, su humor empeora cuando sus pacientes son impuntuales.

Esa era su señal de salida. Lucy lo estaba echando de su propio auto, pero no se sintió mal, pues era probable que ella necesitara unos minutos para recomponerse. Así que murmuró una corta despedida, tomó las llaves del auto y salió cerrando la puerta con delicadeza.

Cuando estaba subiendo al segundo piso, encerrado en la caja del elevador con la tétrica música de fondo, se preguntó qué había provocado tal tristeza en una de las chicas más rudas de la preparatoria. Y fue entonces que sintió la necesidad de mandar por la borda su cita con el médico para bajar hasta el estacionamiento y preguntárselo, y aunque no le contestara estaría dispuesto a oírla, no importaba que se lo revelara hasta en la noche o dentro de una semana. Pero la idea no era solo desconcertante, sino imprudente y estúpida. ¡Por dios, él tiene una novia a la que ama!

Sin embargo, al pestañear todo lo que vio era ella, ojos castaños claros, cabello color ébano, pestañas largas y caídas, así como inteligencia, valentía, astucia y un gran corazón protegido por el miedo a confiar... 

Lucy era hermosa. Tal vez tenía un problema con la ira y la impulsividad, pero, una vez que la piedra preciosa ha sido pulida es difícil no verse tentado con su brillo. Le pareció injusto que un par de ojos tristes lograran alterarlo con tanta facilidad.


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Los árboles que circundaban la carretera se mecían con las fuertes ráfagas de viento que la tarde les estaba brindando. El sol apenas visible comenzaba a ocultarse tras las oscuras nubes cuando partieron de Hawkins, y media hora más tarde, estas desaparecían con el manto de la noche cubierto de estrellas. Lucy se preguntó cómo se sentirían ellas, cómo se sentiría formar parte de los seres etéreos sin responsabilidades o preocupaciones. Ellas eran libres dentro de una jaula, pues aunque tuvieran una vista preciosa y diferente todos los días, la rotación de la tierra las arrastra a la región que se necesite, y las estrellas nunca decidirían por sí mismas, no controlarían nunca su ubicación, pero aun podían saborear la libertad en sus límites.

—Quiero ser una estrella —le dijo a Steve, apartando la vista del cielo nocturno para verlo. 

Debía admitir que tenía un perfil hermoso, la nariz recta y los labios llenos la daban el porte de chico de sociedad, sumando las cejas pobladas y el cabello del que presume con regularidad que le aportaban un toque elegante a su rostro. Era lindo. Comprendía porqué las chicas de la preparatoria lo alababan antes de la llegada de los gemelos Hargrove.

—Te dije que mamá es directora de casting, no manager. —Negó con la cabeza y despegó los ojos de la carretera para verla. También debía admitir que tenía ojos bonitos, Lucy los veía de un peculiar tono caramelo; y en ese momento la veían con benevolencia—. Así que te recomiendo no comentarle sobre tu sueño de ser actriz.

Lucy lo vio arrepentida de haberle dicho ese pensamiento que cruzaba su mente en la mayoría de noches difíciles, como en la que murió su madre, o la noche que desapareció Will y se obligó a sí misma a entrar al Mundo del Revés para rescatarlo, o cuando la humillaron en la vivienda Cunningham, bien, había un montón de noches malas. Para su sorpresa, el otro día durante su meditación diaria descubrió que Steve había pasado algunas noches malas a su lado.

—No hablaba de una estrella como actriz o cantante, Stevie —aclaró, atrayendo la atención del castaño—. Sino de el cuerpo celeste, las estrellas —apuntó con el índice al cielo a través del parabrisas—. Son hermosas, y aunque no son del todo libres, visitan gran parte del mundo.

A él se le formó una extraña mueca que después se convirtió en sonrisa, luego volvió la vista a la carretera al mismo tiempo que murmuraba algo que sonó como «no termino de comprender la poesía» y «creo que por eso reprobé literatura». Ella sintió que las comisuras de sus labios tiraban hacia arriba mientras lo veía, le gustaba ver sonreír a las personas.

Apartó la vista para ver las montañas al momento que pensaba en las extrañas circunstancias que los llevaron hasta ese lugar, y sí, lo consideraba extraño porque no es normal, para ella, que un día te pidan ir como extra a grabar un video musical de un artista en ascenso. Tal vez, para Steve lo fuera, aunque nunca le oyó alardear de sus logros en la industria artística. Lucy pensó que si él lo quisiera, fácilmente habría conseguido un par de papeles por su buena voluntad y tenacidad, obviando el hecho de su atractivo físico.

La carretera por la que conducía Steve estaba en su mayoría solitaria, lo que era un gran alivio para su inexplicable miedo a los accidentes automovilísticos. Lucy no tenía la mínima idea de la causa del miedo, un día fastidió a su familia con tantas preguntas sobre eso que incluso ella se agobió, pero era natural sentir curiosidad por algo que no tenía explicación. Como fuera, sabía que tenía miedo de los choques entre dos o más autos, pero no a quedar varada en medio de la nada, o a los conductores imbéciles, una suerte genuina.

Acompañar a Steve no había sido una elección que tomara en los cuarenta minutos que estuvo esperándolo en su auto, aunque se vio tentada, pues por poco le rompe el corazón allí mismo. Le faltó un minuto de su compañía para revelar el aparente secreto de Jonathan y Nancy, pero no pudo, no cuando vio esos ojos de cachorro preocupados por ella. Sin embargo, eso no alteraba los hechos, aún tenía plasmada la imagen de esos dos besándose detrás de las viejas gradas exteriores, como era de esperarse de un par de almas gemelas que se han encontrado después de lo que pudo ser una eternidad si en su anterior vida no pudieron estar juntos. La imagen era tan nítida que tuvo que dibujarla para sacarla de su cabeza.

Entonces, acompañar a Steve era más una tortura que una aventura, pues corría el riesgo de hablar de un secreto ajeno, pero a la vez, era ser cómplice de engaño. La hizo sentir como una pésima amiga, y al mismo tiempo se preguntó qué habría hecho en caso de ser amiga de Nancy también, ¿a qué bando se habría ido? Mas no importaba, lo había decidido en el momento que no le contó a Steve.

Había ciertas razones de su presencia en el auto de Steve, la primera contaba con la inusual participación de su hermano, pues Eddie había decidido que ese fin de semana la casa le pertenecía solo a él para una reunión friki, el segundo motivo era que Robin no estaba en Hawkins para que pudiera quedarse en su casa como una pijamada de tres días, y finalmente, el tercero era el sentimiento que se expandía por su pecho cada vez que pasaba el rato con Steve, o que pensaba en él.

No le gustaba, y si alguien le dijera que había una manera para ahogarlo (el sentimiento), quizá la habría tomado en cuenta. Aun cuando se encontraba analizando la sensación a fondo averiguó que no había explicación lógica, aunque era solo ella, no le había preguntado a nadie más porque garantizaba que se burlarían de ella. Al principio pensó que era normal, que era la misma alegría que la invadía cuando pasaba tiempo con sus niños del club audiovisual, pero después, cuando Steve no se acercó a ella en ocho semanas, comprendió que era algo más.

Había accedido acompañar a Steve a la filmación del video musical bajo los términos que se auto impuso, que eran, básicamente, ordenar sus sentimientos para probar que todo lo que sentía era lástima, además, conseguiría más dinero en esa horas trabajando para un desconocido que cuidando niños. 

Steve no le había hablado aún de lo que harían, pero supuso que nada de esfuerzo, sino habrían contratado actores profesionales y no estudiantes de preparatoria... lo que, pensándolo bien, era extraño, pero seguro que era plan de la madre de Steve para que comenzara a interesarse por el mundo en el que ella se desenvuelve.



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La primera señal que se le presentó, y por la cual debió renunciar en cuanto puso un pie en el "set de grabación", fue cuando un grupo de personas algo excéntricas la arrastraron con ellos a uno de los camerinos principales para vestirla y maquillarla, eso debió asustarla. Sin embargo, decidió resistirse mientras le pedían que se pusiera una falda blanca con cuadros en colores pasteles, junto a una blusa de cuello de tortuga blanca, y encima una chaqueta de mezclilla en tono claro; había accedido a esto, había firmado un contrato.

La segunda señal tocó la puerta de su razonamiento cuando salió del camerino, luego de que le habían alisado el cabello y puesto algunas extensiones para que le llegara a la cintura, porque ante ella se presentaba la señora Harrington sonriendo en grande, y atacándola con un fuerte abrazo.

—Sabía que mi hijo y tú terminarían juntos —le dijo con emoción al separarse de ella—. Espero que no te moleste, van a filmar una escena íntima —le guiñó mientras le sonreía, cosa que asustó a Lucy—, pero nada muy grave, solo un besito. Te lo digo porque él se molestó conmigo. La verdad tengo un poquito de culpa, los traje hasta aquí con engaños.

—Nosotros no-

—¡Grace, tu hijo no me deja tocar su cabello! —gritó alguien desde el otro lado del set, que era una calle falsa ocupada en su mayoría por cámaras, camionetas con equipo de grabación y un montón de personas corriendo de un lado al otro—. ¡Steven! —exclamó el mismo hombre cuando Steve salió prácticamente corriendo del camerino y se dirigió hacia ella.

—Nos vamos, ahora mismo —le informó mientras le tomaba la muñeca con su mano y caminaban con velocidad al estacionamiento donde había aparcado su auto, Lucy le siguió el paso a duras penas, pues el calzado que le habían pedido usar no era de su comodidad—. Mi madre es una inconsciente. Nunca me respeta.

—Steve, detente —le pidió soltándose del agarre en su muñeca. 

Los malditos tacones la estaban matando, y es que la verdad sea dicha, nunca había usado tacones abiertos. Steve la vio enarcando las cejas, parecía muy estresado. El impulso de acercar una mano a su rostro para reconfortarlo invadió su mente, maldijo por dentro, pero dejó que su corazón dominara por encima de su lógica.

—¿Qué le pasa a tu madre? —preguntó al momento que le pasaba las yemas de los dedos por el pómulo—. Me dijo que te enojaste porque habría una escena de beso entre nosotros, pero es mentira, ¿no?

—Mamá nunca bromea, no sabe bromear —respondió apartándose de ella, comenzando a caminar en línea recta entre la distancia que había en el auto y ella. 

Notó que lo habían vestido diferente, usaba pantalones de mezclilla claros y una camiseta blanca con estampado debajo de la chaqueta de piel negra, junto a unas gafas del mismo color en sus ojos

—¿Firmaste el contrato? —preguntó deteniendo sus pasos para verla—. ¿Tu padre firmó el contrato?

Lucy apartó la vista un poco avergonzada, lo que fue respuesta suficiente para Steve.

—¿Y no lo leíste antes de firmarlo? —Se acercó a ella mientras se peinaba el cabello con los dedos. Lucy negó aún sin verlo—. ¿Por qué no? ¡De los dos tú eres la más inteligente! —profesó su queja en un tono que la hizo sentirse una tonta.

—¡¿Ahora yo tengo la culpa?! —preguntó cruzándose de brazos—. ¿Entonces no puedo ir una sola vez despreocupada por la vida, porque confíe en ti y en que solo íbamos a ser extras? 

Era su turno de reclamar, y lo haría bien.

—Tú no me dijiste que sería eso, y yo pensé "bueno, serán un par de escenas bailando o fingiendo que hablamos" pero míranos —apuntó con el índice el cambio de apariencia en ambos—, nos vistieron así porque tu madre quiere que grabemos una escena principal.

—En realidad, es una escena muy corta —explicó Steve cruzando los brazos, imitando la misma postura a la defensiva que tenía Lucy—. Serían menos de quince minutos, se supone que te sentarías sobre mis... piernas, y te besaría, es todo.

—Es todo —repitió las últimas palabras de Steve en tono irónico—. No puedo hacerlo, Steve.

—¿Por qué no, aún piensas que soy repulsivo? —cuestionó con sarcasmo y blanqueó los ojos. Lucy entrecerró los suyos mientras resoplaba, incrédula—. Era lo único que me decías siempre que me cruzaba en tu camino —le recordó.

—Te lo decía porque le metías la lengua hasta la garganta a las chicas con las que salías, a un lado de mi casillero, siempre —explicó sacudiendo las manos en el aire, acercándose a Steve más de lo necesario—. Y no pienso que seas repulsivo, ya no, al menos.

—¿Lo decías en serio todos esos años? —susurró la pregunta, su aliento cálido le acarició el rostro, Lucy se encontró a sí misma acortando la distancia para sentirlo más cerca. La forma en que había lanzado la pregunta le hizo sentirse incómoda, y de nuevo, ahí estaba, haciendo una introspección a los sentimientos que tiene por Steve. Maldita sea—. Pensé que era juego.

—Tú me llamabas "sabelotodo" —le recriminó, poniendo tanta distancia como podía entre ambos al caminar al otro lado de su auto, junto la puerta del copiloto—. Oye, pero como dijiste la última vez que hablamos: estamos a mano, ¿no? —cuestionó con sarcasmo.

Steve parecía indignado, pues abrió la boca un par de veces buscando qué palabras decirle, al final se quedó en silencio reflexivo con los dedos de su mano izquierda enganchados a su barbilla. 

Lucy le dio una mirada fugaz, pero la apartó tan rápido como pudo cuando sintió un revoloteo en su estómago. Esto no podía estarle pasando.

—Bien. Ya no tengo nada qué decir sobre eso —murmuró llamando su atención. Lucy apretó la mandíbula y se permitió verlo, no quería verse como grosera por no dirigirle la mirada cuando hablaba con ella—. Bien. ¿Por qué no quieres hacer esto? Mira entiendo que quizá no sea tu tipo, aunque soy el tipo de todas, es decir, mírame.

Blanqueó los ojos mientras lo veía, entonces se dio la vuelta y le dio la espalda. No quería hacer esto por muy buenas razones, entre ellas estaba su falta de experiencia, además, sentía que de alguna forma estaba traicionando a Nancy, aun si no eran amigas.

—Steve, cállate un minuto —pidió, girando el cuerpo a su dirección, pero sin atreverse a alzar la vista del asfalto—. No he besado a nadie, ¿bien? Por eso no quiero filmar la escena. —Una vez que lo dijo sintió que un calor se apoderaba de sus mejillas, no hubo necesidad de que se viera en un espejo, sabía que se había sonrojado—. Y no es así como imaginé que sería, en verdad, sé que no luzco como alguien romántica, pero en el fondo lo soy.

Steve no respondió, en su lugar, acortó la distancia entre los dos y le apretó los hombros con ambas manos. Ella se mordió la lengua para evitar hablar.

—Le puedo decir a mamá que consiga otras personas, y nosotros iremos a casa.

—No. Debemos cumplir con nuestros compromisos, Steve —dijo al momento que caminaba lejos de él, mientras se tomaba el puente de la nariz con el dedo índice y pulgar, una clara señal de estrés—. No podemos evitar toda la vida las responsabilidades, ¿o no?

Él sacudió la cabeza, y estaba a poco de hablar cuando llegó junto a ellos el mismo hombre que se había encargado de vestir a Steve con un estilo similar al de su hermano. Una de sus manos estaba en el pecho y con la otra se echaba aire.

—Grace los busca a ambos, tortolitos —mencionó un poco agitado, luego se puso las manos en la cintura y los vio con una sonrisa condescendiente—. ¿Saben algo? No pudo elegir mejor, son una pareja muy linda.

—Somos amigos —le informó Steve al hombre, esto, por una razón que después analizaría a fondo, le hizo sentir un apretujón en el pecho, era una tontería—. Pero gracias por el cumplido, Jared.

—Sí, gracias, pero no, gracias —dijo Lucy con sarcasmo, metiéndose en la conversación y obteniendo la atención de Jared—. Él tiene novia, y la ama, ¿no es así, Stevie?

—Claro que amo a Nancy —confirmó sonriendo, Lucy notó que el gesto no llegaba a sus ojos, pero saberlo directamente de él fue reconfortante, porque así debían ser las cosas. 

Eran Steve y Nancy, no Steve y... ¿qué tonterías pensaba? Solo eso, eran Bambi y su ex mejor amiga de la infancia, la mejor pareja de la escuela. Tragó un nudo en su garganta que no tenía razón lógica para estar ahí.

[...]

Jared la llevó al camerino donde horas atrás había preparado a Steve, esto con la excusa de arreglar su maquillaje y peinado. La verdad es que Lucy no le creyó ni por un segundo que fuera necesario retocar el maquillaje o peinado, pero no dijo nada porque no era profesional, a diferencia de él.

—Y, listo, ya acabamos, bonita —dijo mientras soltaba con delicadeza la brocha para difuminar los ojos en la mesa donde había un montón de materiales por los que no se atrevió a preguntar—. Pero dime, ¿puedo darte un consejo?

Lucy asintió, tal vez le dijera el secreto de cómo controlar los nervios frente a los camarógrafos.

—No dejes que un chico que te mira como él lo hace, se escape de tus manos.

Lucy dejó de dar vueltas en la silla giratoria para aclarar su mente y responderle con coherencia al hombre, pero ya había partido a otro sitio. ¿Qué querría decir con aquello?

Sacudió el pensamiento de su mente, necesitaba enfocarse en el presente. 

Salió del camerino con el corazón bombeando a un ritmo normal, pero en cuanto vio a Steve sonriéndole a su madre -de esa forma tan encantadora con la que fingía inocencia- los latidos se aceleraron tanto que, por un momento, tuvo la sensación de que el corazón le saldría del pecho.

Esto en definitiva había sido mala idea. Pero nunca faltaría con su palabra, además, no había hecho que su padre firmara el contrato en vano, iba a cumplir porque le enseñaron que así debía ser. Entonces tragó saliva con la incómoda sensación aún en su pecho, y avanzó hasta Grace y Steve.

—...es por eso que necesito que guardes esta carpeta con papeles del trabajo de tu padre en su despacho, ¿entendido, pastelito? —preguntó con seriedad, a lo que Steve asintió con la vista perdida en el suelo, tomando la carpeta de plástico que la mujer le extendía. 

Lucy aclaró la garganta para hacerse notar, no creía que escuchar una conversación de asuntos que no le incumben le daría buena impresión a la madre de Steve

—Te ves muy bien con esa falda, Lucy —dijo en cuanto la vio, ella sonrió por el cumplido—. Bien. Vayan a sus lugares.

Lucy podía con esto. Ella controlaría la situación, no al revés.

El primero en aparecer en la escena sería Steve. Se encontraba sentado en la orilla de lo que figuraba como un pórtico, había un cigarrillo entre sus dedos del que daba una calada cada pocos segundos, era de apreciar la manera en que la punta del filtro desaparecía tras sus voluminosos labios y después, de estos mismos, exhalaba el humo blanquecino. En sus ojos había una buena actuación de mirada melancólica.

Lucy sacudió las manos en el aire, disipando los nervios que sentía, era su momento de acercarse. Caminó con pasos inseguros hasta quedar frente a Steve, quien la miró desde abajo con ojos tristes y una mueca en sus labios.

—Lo lamento. Sé que no debía juzgarte por ir tras él —dijo sin verla, dándole otra calada al cigarro—. Quería que te quedaras conmigo, incluso si no soy tu destinado.

Lucy asintió con la cabeza mientras pasaba un mechón por detrás de su oreja, luego se inclinó y dejó un beso en su mejilla, a lo que Steve sonrió con más tristeza, una lágrima resbaló por su mejilla, pero ella la limpió delicadamente con el pulgar.

Por un momento, se preguntó si estaba ejecutando la escena bien, pues no había un solo sonido en el estudio además de sus voces.

—Te perdono —dijo, mordiéndose el labio superior por dentro. 

Dios, estaba muy nerviosa. Se sentó en el regazo de Steve, quien -como señalaba en el corto libreto- puso las manos alrededor de su cintura y la acercó más a él, sonriendo en grande.

—Pero no seas tonto, tú eres mi destino, siempre seré tuya, y tú mío —finalizó su diálogo al momento que envolvía un brazo detrás del cuello del chico y el otro lo dejaba descansar en su pecho, al nivel del corazón.

Steve sonrió aún más si se podía. Era el momento, ¡la besaría! 

El tiempo corría despacio, tanto que fue consciente de algunas cosas como los pequeños lunares dispersos en sus mejillas, la lentitud con la que se aproximaba a su rostro, y la manera en que acunó su mejilla y cerró los ojos. 

Lucy sentía el cuerpo tensó, pero en cuanto cerró los ojos y se dejó llevar por el marcado ritmo de los aterciopelados labios del chico, todo cambió. El corazón le latía tan rápido que incluso lo escuchó en sus oídos, el cosquilleo en su estómago no hizo más que aumentar, pero los ignoró.

Lo que importaba en ese instante era que Steve no falló a su palabra, pues minutos antes de que Jared la arrastrara al camerino le prometió ser lo más delicado posible ahora que sabía que esto no sería un beso cualquiera para ella, sino el primero. Maldita sea. Había sido un poco humillante. Cumpliría dieciocho años en junio y aún no había besado a nadie hasta ese momento.

No había intentado algo más, y Lucy no podría estar más contenta cuando el beso finalizó y Steve junto la frente con la suya, ambos aún con los ojos cerrados. Lucy se sintió tan envuelta en la magia del momento que le costó un par de segundos reaccionar cuando la directora del video musical exclamó: «¡Corte! Se queda, salió perfecto».

Aún estaba en las piernas de Steve cuando abrió un ojo a tientas, nerviosa, no sabía cómo actuar después de esto. Pero él no estaba molesto o fastidiado porque, evidentemente, ese debió ser el peor beso que alguien le hubiera dado en su vida, sino que sonreía con los labios apretados.

—Ya ves que no fue difícil de grabar, Demonio —le susurró al oído, lo que le recordó que aún estaban muy cerca, por lo que se bajó rápidamente de sus piernas y desvió la vista a cualquier lugar menos él—. Le pediré a mamá que nos dé la paga. ¿Aún quieres ese capuchino?

Lucy asintió con la cabeza. No sentía que estuviera emocionalmente estable para dirigirle la palabra. Se abrazó a sí misma en un intento de recuperar el calor que segundos atrás tenía gracias a Steve, pero no lo consiguió. Tragó saliva de nuevo.

Estaba en un horrible aprieto. Era evidente que la culpa no se marcharía lejos por el momento. Había sido mala idea de principio a fin, no únicamente aceptar el papel de "extra", sino hacerse amiga de Steve... Era una traidora.

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¿Alguna duda o pregunta?

Sé que esta cap se salió mucho del margen de la serie, peeeero, créanme, tendrá su relevancia en el acto cuatro.
Pero diganme ¿les gustó?

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