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4 | Lost and found

Parte II
Capítulo IV
Lost and found
[Perdido y encontrado]

La semana antes de regresar a clases había sido una suave brisa con molestas basuritas en los ojos, al menos, así lo vio Lucy. Pero el lunes por la mañana se preparó muy bien; alistó su mochila, el dinero para el almuerzo, y cepilló su cabello rubio, esperando no tener que escuchar a algún cretino hablar mal sobre su cambio de imagen.

Resopló y se armó de coraje para salir del auto, a su lado, Eddie sonrió en grande, mirándola.

—Tranquila, hermanita. 

—Lo intentaré, calvito —respondió al mismo tiempo que movía el gorro de lana sobre la cabeza de Eddie, dejándolo sobre el lado izquierdo de su rostro.

Eddie la miró con ojos de fuego ante el apodo y el gesto poco amigable. Lucy apretó los labios con fuerza para no reírse. La rutina de los hermanos Munson nunca era aburrida.

Bajó del auto y no le sorprendió que ni siquiera la mitad de sus compañeros posaran la vista en ella, no supo si era un buen o mal indicio, pero al ver que nadie hacía un comentario ofensivo, atravesó la entrada de la preparatoria con una pequeña sonrisa de triunfo. 

Un día a la vez. 

Más tarde, durante la cuarta clase de la mañana, Lucy decidió que debía enfrentar a Bernard cuando lo vio entrando a la biblioteca, lugar al que, por azares del destino, la rubia se dirigía también. 

En cuanto entró, movió los ojos de un lugar a otro, buscando en todos las mesas visibles a un rubio de cabellera corta, espalda encorvada, y lentes gruesos que ocultaban sus ojos azules, pero no lo encontró. 

Soltó un suspiro y decidió navegar entre las estanterías de la biblioteca, aunque no perdió el tiempo, fue directo a la sección de archivos del pueblo (después de haber solicitado el respectivo permiso a la bibliotecaria). Esa mañana, la profesora de literatura les ordenó organizarse en equipos y realizar una investigación para dentro de un mes, y como había muchos temas por abarcar, les habían dividido en equipos de tres personas.

Convenientemente, Bernie, Ronald y Lucy conformaban uno de los equipos. No fue por la magia del destino, más bien fue culpa de la terquedad de Ronald (quería trabajar solo, sin equipo), y la distracción de Lucy al elegir uno de los temas a investigar, sumándole el retardo de Bernard a la clase. La profesora simplemente había negado con la cabeza, fastidiada, y les había unido en un equipo.

El silencio reinaba la sección de archivos del pueblo, lo que no era una sorpresa –la mayoría de sus compañeros harían el trabajo unos días antes de su entrega–, hasta que unas pisadas cerca de los estantes a la izquierda le informaron de la presencia de alguien más en la habitación. Caminó hasta el lugar y encontró a Bernard con la cabeza metida hasta el fondo de uno de los estantes.

Se acercó a él con pasos de bailarina, delicados, silenciosos, y se le quedó viendo por un segundo antes de tocar su hombro y preguntarle:

—¿Se te atascó la cabeza allí o qué?

—¡Lucy! —gritó el rubio sorprendido, sacando la cabeza de la estantería—. ¿A ti te gusta asustar a la gente o que? 

—No lo sé —titubeó, encogiéndose de hombros con una sonrisa—. Supongo que sí, a veces.

Bernard resopló y se rio, un poco ansioso.

—¿Y qué haces aquí?

—Quería adelantar el trabajo de literatura. —Entrecerró los ojos y caminó lentamente hacia el rubio. —Y quería investigar un poco sobre Atlantis. 

—¿En los archivos de Hawkins? —Señaló los archiveros a sus espaldas mientras acomodaba sus lentes sobre el puente de la nariz—. Buena suerte.

—Como si no supieras de qué hablo, Bernie. 

—La verdad es que no, me confundes, Lucy —dijo elevando las cejas—. Pensé que estabas aquí para investigar sobre el viejo auto cine de Hawkins, ya sabes, por el trabajo de literatura.

—No hay nada qué investigar sobre eso, es prácticamente de conocimiento público. —Sonrió un poco, aparentando indiferencia—. Leí la carpeta anaranjada, ahora sé quién es o fue Jess Carter. 

Bernard frunció las cejas, una mueca de confusión apareciendo en su rostro mientras la veía.

—Hum, okey. 

—Bernie, me estás haciendo quedar como la loca en esta conversación. 

—Ah, lo siento, Lucy, en serio no sé de quién me estás hablando —murmuró intentando escabullirse, pero el brazo izquierdo de Lucy lo detuvo al momento que lo colocó en la orilla de la estantería.

—¿Qué es lo que te pasa? —preguntó confundida—. Querías que leyera los documentos, tú me diste la carpeta, Bernard, ¡incluso dijiste que no confiara en nadie! 

—Odio admitir esto, pero me estás asustando un poco —susurró el rubio, alejándose cuanto podía de Lucy. Ella se echó unos centímetros hacia atrás para no intimidarlo.

—No tengo intenciones de asustarte, solo que me impaciento fácilmente —intentó explicarse, alzando las manos para hacer énfasis en su falta de motivos para pelear.

—Está bien. Sé cómo lidiar con personas explosivas. —Tragó saliva y la vio con ojos calculadores. —¿Quieres ir a la enfermería, o a caminar un poco? Tal vez te ayude a tranquilizarte. 

—Bernard, la verdad es lo único que me tranquilizaría —reveló en tono suave—. No hay nadie aquí, solo nosotros, así que puedes decirme la verdad.

—Te repito de nuevo, no sé quién es Jess Carter. 

—¿Es en serio? —inquirió retóricamente—. Primero me insistes demasiado para que lea los malditos documentos, y ahora no sabes de lo que hablo.

—Porque no sé de lo que hablas —insistió Bernard, blanqueando los ojos con fastidio.

—Pero, Bernie —musitó en voz baja—, por favor, solo dime la verdad. No me diste la carpeta anaranjada solo porque te pegó la gana, tenías tus razones. Dijiste que me lo debías. 

—Lucy...

—De seguro leíste los informes de los científicos, le hicieron cosas terribles a esa niña —habló aún en voz baja, y tragó saliva al pensar en lo que leyó en algunas hojas sueltas y maltratadas que había en la carpeta. Eran informes cuyas letras apenas eran legibles.

"...después de someter a la paciente 00 del Proyecto Atlantis a una serie de pruebas experimentales por las que se le debió inducir a coma para su pronta recuperación, se comprobó que la sujeto aún es capaz de comprender, relatar e incluso sentir en carne propia las emociones de aquellos a quienes toque...".

"Prueba #8, día 13
La sujeto 00 se desmayó a la mitad de la prueba, esto después de que le sangraran ambas fosas nasales".

"Día 1625
La madre de la sujeto, quien estaba cuidándola en ese momento, aseguró que la niña, de cinco años de edad, sufría de pesadillas a consecuencia del estrés que le generó la última prueba, la prueba #19".

—Había escuchado de personas que entran en sectas y les lavan el cerebro con conspiraciones y esas cosas, nunca pensé que alguien tan joven se les uniría —admitió el rubio con la mano en la barbilla, pensativo.

Lucy resopló, la paciencia drenándose de su sistema ante las palabras de Bernard.

—Ellos son los verdaderos locos, no yo, Bernie. Los que le hicieron eso a la niñita de cinco años, seguían ordenes de Carter y Harrington, los encargados. Ellos tienen que pagar por lo que le hicieron. 

—Lucy, espera un momento, por favor —pidió mientras se llevaba una mano a la frente. 

—¿Lo estás recordando? —insistió—. ¿Es eso?

—Ya no me hables de conspiraciones raras —susurró con poco aliento—. Dios, siento que me explota la cabeza. 

Lucy sentía el corazón latiendo con fuerza, estaba emocionada. Tuvo que abstenerse de emitir un solo ruido mientras esperaba, impaciente, a que el rubio le dijera algo que le ayudase a no pensar que era una loca por creer en documentos viejos con poca evidencia, pero que aún así, apuntaban a su dirección.

—Lamento interrumpirlos, pero no pude evitar oír que hablaban de conspiraciones. 

De un estante muy al fondo, en la parte donde hacía falta iluminación, emergió un chico castaño y de ojos cafés claros, siendo su colorida sudadera roja lo que resaltaba en la oscuridad y en su pálido rostro con lunares esparcidos casi artísticamente en sus mejillas. Era Ronny, sonriendo a ambos con interés mientras se acercaba con lentitud casi intrigante.

Lucy no hizo más que maldecir el momento en que no se cercioró que no hubiera nadie más en ese lugar, además de Bernard y ella. Para su infortunio, Ronald Montgomery siempre encuentra la forma de meterse en problemas, en la preparatoria es conocido por esa razón, además de que maneja las solicitudes de las peticiones de nuevos clubes, y es hijastro del actual alcalde del pueblo.

—Nadie habla de nada importante aquí, Ron —explicó Lucy de inmediato.

—¡Hace un momento hablaban de conspiraciones! —reclamó señalando a ambos con el índice—. No me engañan.

—Ron, no te metas en esto. 

—Pero es que adoro hablar de cosas extrañas —murmuró cual niño pequeño haciendo berrinche.

—Ronny, no quieres hablar con Lucy sobre esto, créeme. —Bernard aún mantenía la mano sus sienes, masajeando la zona, tenía un mueca de dolor en el rostro como si le doliera la cabeza de verdad—. Solo son cosas raras en su mente. Conspiraciones de laboratorios, tipos raros que merecen un castigo, y niñas en experimentos. Sí, cómo no.

—¿Conspiraciones? ¿Es una broma? —preguntó en dirección al rubio, que lo veía con el ceño fruncido, la petición de que bajara el volumen de su voz implícita en aquel gesto—. ¡Las amo! —Su mirada suplicante recayó en Lucy—. Vamos, les ayudo a derrocar a esos imbéciles. 

Lucy cerró los ojos mientras pensaba en cómo quitarse a Ronald de encima. No quería que más personas se vieran involucradas en esta frustrante dinámica de tirar y aflojar en la que Bernard la había metido cuando le dio la carpeta anaranjada, porque si Hargrove no le decía nada a ella sola, mucho menos lo haría en presencia de alguien ajeno a la situación.

—No sabes de lo que habla, Ronny. Ni siquiera yo sé de lo que habla.

—No, la verdad no sé. —El castaño sonrió mientras cruzaba los brazos frente al pecho y la veía con determinación en sus ojos cafés—. Pero me lo podrías explicar. 

—¿Por qué debería hacerlo? —preguntó Lucy con expresión inmutable—. Es un tema privado entre Bernard y yo.

—¡Ay, por favor, es que tengo curiosidad!

—Ronny, solo déjalo...

Lucy guardó silencio mientras meditaba su respuesta, haciendo un análisis de consecuencias a varias opciones que cruzaban su mente. No podría actuar como loca para convencer a Ronald de abandonar su insistencia para saber más sobre el tema "conspirativo", pero la sola idea de integrarlo al equipo le causó escalofríos, no quería que saliera lastimado de ninguna forma, ya que él –a diferencia de Bernard– no tuvo ningún papel principal en arrojarle los documentos de posible descubrimiento de su pasado a la fuerza. Lucy comenzaba a quedarse sin opciones que le agradaran, enviándola de esta forma a un rincón donde debía escoger a ciegas.

—Ronny, lo que ella dice suena muy interesante, lo sé —dijo colocando una mano sobre el hombro del castaño—. Pero no me vas a negar que no tiene sentido.

—Solo un poco. —Ronald se encogió de hombros, indiferente al intento de persuasión que Bernard aplicaba sobre él.

Por otro lado, Lucy también consideraba a fondo lo que Billy le contó el sábado anterior afuera del cine, sobre todo, el tema del padecimiento de Bernie (el que Lucy desconocía, y del que claramente sospechaba). 

No estaba al tanto de temas conspirativos, a diferencia de su hermano, y al parecer, Ronald, pero sí que era consciente, había abierto la caja de pandora, lo que significaba que podría encontrarse con cosas poco creíbles, lo había comprobado por su cuenta, pues había pasado cerca de una semana en una dimensión paralela que era la réplica exacta de Hawkins, pero oscuro, tenebroso, y sin vida humana. 

Sin olvidar a la niña con poderes que ayudó a Dustin, Lucas, Mike y Joyce, y todos los demás, a recuperar a Will de vuelta.

El mundo bajo sus pies se movió por unos instantes al darse cuenta del hallazgo, de inmediato, Ronald la tomó de un brazo y Bernard del otro, evitando que cayera al suelo en un golpe seco. 

—¿Qué fue eso? 

—Sí. ¿Acaso no comiste tus espinacas como el buen Popeye, Lucy? —preguntó Ronald con ironía.

Ella sacudió la cabeza, sin atreverse a alzar la vista para ver a ninguno de los dos. 

Lo había descubierto muy, muy tarde. Por primera vez, Lucy se sintió traicionada por su instinto natural de estar uno o dos pasos por delante de los demás. La niña que les ayudó a los Byers a recuperar a Will era la misma niña que vio en diciembre con el vestido sucio, a la que le dio su abrigo preferido... ¡Y además, Hopper la tenía bajo su custodia!

—Lucy, ¿estás mejor? —Bernard pasó una mano enfrente de su rostro, la veía con las cejas fruncidas por preocupación.

—Podemos llevarte a la enfermería, si quieres. 

—Estoy bien —aclaró con voz firme, a pesar de saber que estaba lejos de estarlo. Miró a ambos con seriedad, dejando descansar la vista en el de ojos cafés. —Estás en clase de psicología, ¿no?

Ronald asintió con la cabeza, confundido, su peinado estilizado perdiendo volumen ante el gesto.

—¿Te han enseñado alguna técnica para hipnotizar personas? 

—Es una materia de introducción a la psicología general, ¡por su puesto que no me van a enseñar a hipnotizar personas! 

Lucy mordisqueó su labio inferior interno mientras pensaba, tenía en mente la teoría de que, como le dijo Billy la otra noche, Bernard no recordaba nada de lo que ella intentaba aclarar porque esos extraños tratamientos tenían aquel objetivo, que olvidara esas cosas que no debería de saber, o que por seguridad de los demás, no debería revelar. Así que había una posibilidad de que al acceder a su mente en un estado de inconsciencia, pudieran traer esos recuerdos de regreso, y Lucy obtendría sus tan anheladas respuestas. 

—Bueno, supongo que lo averiguaré después. 

—¿A quien planeas hipnotizar? Si puedo saber —preguntó el rubio con curiosidad.

—Dices que no me crees sobre Jess Carter, que no sabes nada de esos documentos que me diste, así que pensé que, con tu autorización, podemos comprobarlo si te hipnotizamos.

—De verdad estás locas —murmuró Bernard, y se alejó unos pasos de ella. Lucy lo resintió de inmediato por la falta de apoyo en su brazo, el mismo que Ronald sostuvo para evitar que cayera—. ¿No te vas a detener con eso? 

Lucy resopló sin apartar la vista de Bernard. La forma en que la veía la hizo sentir como una verdadera desquiciada, quizá lo fuera, pero no sería la primera vez que el causante la señalara como la única culpable, haciéndose pasar a sí mismo como la víctima. 

—Tú te metiste conmigo primero —le reclamó, entrecerrando los ojos—. Te insistí que me dejaras en paz, y no lo hiciste, ¡prácticamente me rogaste para que leyera los malditos papeles! 

—Pero... no lo recuerdo.

Lucy se alejó con pasos apresurados hasta el extremo del pasillo, y se quedó allí mientras reacomodaba sus pensamientos. Tenía muchas cosas por hacer, pero necesitaba estar tranquila para conseguir llegar al final del día primero. 

Esto de intentar ser paciente con las personas de su edad era muy estresante. Comenzaba a comprender porque razón su hermano fumaba un porro, solo algunas veces, después de las asambleas de estudiantes (obligatorias). Desarrollar la paciencia sería su mayor reto.





༻༺





—Oye, Bernie —lo llamó Ronald en voz baja mientras lo veía con seriedad—. Has vivido aquí muy poco tiempo, pero si fuera tú, al menos la escucharía.

—¿Estás seguro de que vimos a la misma persona? Está prácticamente amenazándome, Ronny —susurró abriendo los ojos en grande.

—Lo sé, es un poco intensa, y a veces dramática —le explicó haciendo una mueca—. Pero no inventa cosas, y tiene muchos defectos pero ser mentirosa no es uno de ellos. 

—Lo dices como si la conocieras de mucho tiempo. 

Ronald dejó escapar una risa divertida, Bernard ladeó el rostro con interés ante aquel gesto.

—Amigo, todos conocen a Lucy, aunque la conocen más por ser problemática y desconfiada. 

—¿Cuál es tu punto, Ronny?

—Lucy es terca, así que no te libraras fácilmente de ella, por eso te sugiero que la dejes comprobar lo que sea que haya en tu cabeza sobre ella, y yo estaré supervisando cada mínimo detalle para asegurarme de que no te haga daño.

Bernard se le quedó viendo fijo por un buen rato, luego su vista pasó a la rubia de la mochila roja en el final del pasillo. Suspiró. Se podría decir que estaba acorralado entre un par de tercos.

—Y se supone que debó confiar en ti.

—Por supuesto, seré tus ojos y tus oídos, —Bernie le aclaró sonriendo—. Te cuidaré, pero primero ella debe dejarme entrar a la investigación de la niñita del laboratorio.

—Lo haré. Pero aún no tengo idea de lo que está hablando. 

Ronald se encogió de hombros mientras sacaba una libreta de su mochila junto a un lápiz.

—Yo tampoco lo sé, pero estoy seguro de una cosa, y esa es que Lucy no armaría un escándalo como este por algo que es falso. —Le dirigió una mirada seria—. Ella tiene sus motivos.

Bernard torció la boca, no muy convencido de aceptar porque cada vez que Lucy mencionó algo respecto a documentos de la carpeta anaranjada, o Jess Carter, lo invadía un espantoso dolor de cabeza que lo dejaba mareado. Por un lado, no comprendía de quién o qué le estaba hablando Lucy, pero por otro, sentía muchísima familiaridad con el tema. Ciertamente, nada malo pasaría por hacer una investigación, ¿verdad?

—¿Crees que puedas evitar dañar mi cabeza cuando me hipnotices?

—Puedo intentarlo —aclaró el castaño, asintiendo—. ¿No es ilegal hipnotizar a alguien sin la licencia adecuada?

—Billy dice que mientras no te atrapen, no hay problema. —Bernard se encogió de hombros. 

—Trataré de convencerla para que no te hipnoticemos —le aseguró Ronald sonriendo—. Oye, pero no iremos a la cárcel por meternos en asuntos del gobierno, ¿cierto?

Bernard resopló, negando con la cabeza mientras posaba la vista en el techo blanquecino de la biblioteca.

—Honestamente, no tengo ni idea.

Todo lo que podía esperar de esto era que no le trajera consecuencias, no estaba seguro de porqué, pero aunque se sentía como algo inofensivo, parecía de mayor gravedad si lo pensaba a fondo.






༻༺








—Lo pensé mejor, no hipnotizarás a Bernie, sino a mí —dijo Lucy en cuanto regresó al rincón del pasillo donde estaban sus compañeros de clase. 

Dos pares de ojos confundidos la miraron con las cejas arrugadas, en el caso de Ronald, también con la boca semi abierta, esperando que aclara el cambio de decisión.

—A ver, antes que nada —habló Bernie con voz firme—. Acepto ayudarte con esto de Atlantis y la investigación de la niña del laboratorio, Jezabel o como se llame, si Ronny entra también. 

—¿Por qué él? 

—Es mi hombre de confianza aclaró encogiéndose de hombros. Ronald asintió con una sonrisa fastidiosa. 

Lucy miró intermitentemente entre el castaño y el rubio, pero le sorprendió no encontrar algún indicio de que se sintieran intimidados, como pensó que estarían después de escucharla hablar sobre "conspiraciones sin evidencias"; tampoco se burlaban, por el contrario, había expresiones muy serias en sus rostros. Lucy no estaba acostumbrada a ser escuchada con atención sin burlas de por medio (desde luego que en la lista no se incluye a sus amigos o conocidos amigables). La sensación de seguridad se acopló en su pecho ante el gesto, era extraño, pero podría acostumbrarse a ello.

—No puedes decir nada sobre la investigación, ¿entiendes eso? —inquirió en un tono que no daba la mano a torcer.

—Lo que diga y mande la Sargento —respondió Ronny alegre mientras se llevaba una mano a la frente en un saludo militar. 

—No me digas así —murmuró, riéndose un poco ansiosa mientras la frente se le arrugaba ante la preocupación.

Lucy consideraba la respuesta con seriedad, porque involucrar a otra persona en la investigación podría ser peligroso, había una razón por la que no le contó sobre esto a Nancy, Steve, o Robin, incluso a su mismo hermano. Lo que menos deseaba era meterlos en problemas. Podría tolerar hundirse sola, pero no arrastrar a otras personas inocentes y ajenas a la particular situación y sus posibles peligros.

—Está bien, estás dentro, pero bajo tu propia responsabilidad, no seré tu niñera.

—Ni quien quisiera que fueras mi niñera —respondió Ronny en tono indignado.

—Y dinos, ¿por qué quieres que te hipnoticen a ti y no a mí? —preguntó Bernard, cambiando de tema.

Lucy mordió su labio inferior interno y observó al rubio, tenía los brazos cruzados frente al pecho, las cejas hacia abajo en un claro signo de desconfianza.

—Bueno, quería extraer las respuestas de tu cabeza, pero me importa más saber si es verdad o no, y pensé que mis recuerdos deben tener las respuestas mejor que los tuyos —se explicó, viendo a ambos con la convicción suficiente en la mirada para que no desconfiaran de ella.

—Ya me perdí —habló Ronald, confundido—. Pensé que íbamos a investigar a la niña del laboratorio, ¿qué tienes que ver tú en todo esto?

—Ay, Ronny. —El rubio suspiró, llevándose una mano a la sien—. Lucy piensa que ella es la niña del laboratorio, ¿o me equivoco?

—¿De verdad? —preguntó el castaño abriendo los ojos en grande, sorprendido—. Pero...¿no dijiste que la niña había muerto? 

—Sí, los expedientes decían que Jess Carter murió, pero las fotos apuntaban a una niña que luce exactamente igual a mí —agitó las manos en el aire para señalarse, desesperada porque alguien más comprendiera su punto y la preocupación que le causaba.

Ronald la miró con las cejas arrugadas, procesaba toda la información que Lucy le acababa de contar.

—Okey —alargó la vocal mientras alzaba las cejas, sin dejar de mirarla—. ¿Y nunca se te ocurrió que Jess Carter pudo ser tu hermana gemela?

Esa pregunta dejó muda a Lucy. Le hubiera gustado contestar con un rápido y rotundo «No», pero se sorprendió al darse cuenta que no sabía qué era real y qué no. Se tuvo que morder la lengua para no hablar, no tan pronto.

—No sé a qué cosa o cosas nos estamos enfrentando, Ronny —habló con honestidad—, pero podemos averiguarlo.

El castaño de ojos claros asintió con la cabeza, y la vio con una sonrisa pícara. El tipo de gesto que por lo general, en Ronald, significa problemas a bordo. Todo lo que Lucy podía pedir a los dioses paganos era que el barco que estaban a punto de abordar para investigar fuera lo suficientemente resistente, porque llevaría tres personalidades muy distintas.

—Entonces, ¿cuándo comenzamos, Sargento Munson? —preguntó Bernie alzando una ceja de forma cómica.

Un par de horas después, cuando habían finalizado las clases y en las instalaciones de la preparatoria únicamente quedaban aquellos alumnos con actividades extracurriculares, se pusieron manos a la obra en el tema de la hipnosis. Estaban en uno de los salones cercanos a la biblioteca, por lo que era de esperar que no hubiera un solo ruido o estudiantes merodeando el pasillo. Silencio, justo lo que necesitaban. 

Ronald Montgomery se peinaba el cabello hacia atrás con sus delgados dedos mientras agitaba un reloj de bolsillo (a modo de juego) frente a Lucy, que tenía los ojos cerrados con fuerza, sin poder relajarse pese al esfuerzo que hacía por liberar su mente de pensamientos intrusivos. Era más fácil decirlo que ejecutarlo, además, no podía detener el tren de recuerdos de los buenos comentarios que recibió durante el descanso para comer de parte de sus compañeros. Había sido emocionante (no, para nada) pensar que tendría que cerrar algunas bocas de forma educada. La buena noticia es que no tuvo que hacerlo.

Habían ambientado el salón para que fuese cómodo al punto de vista de Lucy, y de Bernard, que estaba en desacuerdo con esta práctica, ya que ninguno de los tres contaba con certificado de hipnoterapia que avalara la locura que hacían, por segunda ocasión. En la primera vez que Ronald trató de hipnotizar a Lucy simplemente no funcionó, pero ella aprendió que una voz suave mezclada de palabras de afirmaciones positivas funcionan para que relaje los músculos un poco.

Bernard blanqueó los ojos, con los brazos cruzados frente al pecho expresando supuesta molestia, y vio a Ronald con interés, esperando con la mirada irónica a que la dichosa hipnosis funcionara. Lucy alcanzó a percibir aquello por el rabillo del ojo cuando lo abrió, sin que ninguno se diera cuenta. En cuanto el nuevo miembro de "los investigadores de casos extraños" dirigió sus ojos cafés hacia ella, Lucy cerró los ojos con fuerza nuevamente.

—Muy bien, Lucy. Respira profundo. Recuerda que este lugar es seguro, puedes relajarte —le dijo con voz suave—. Permite que tus párpados se hagan pesados, y suelta los músculos de tu cuerpo, igual que si estuvieras flotando en el agua.

—Esto no va a funcionar —canturreó con voz graciosa Bernard, levantando la vista del montón de papeles de investigación que Lucy había dejado sobre la mesa para que revisaran entre todos—. ¿Por qué mejor no investigamos estos casos parecidos a los hechos de los expedientes que viste? —señaló las copias en sus manos—. ¿Y si revisamos los registros dentales para buscar a tu posible hermana perdida?

Lucy lo vio unos segundos antes de soltar un sonoro suspiro, no era de derrota, sino de aceptación. Nunca le gustó darle la razón a alguien que apenas y conoce (como fue con Robin y su impresionante boca de sabelotodo cuando recién se convirtieron en amigas), pero debía aceptarlo, la balanza de ganancia se inclinaba cada vez más hacia la idea de Bernard que a la suya.

—Lo intentaremos una vez más, si no funciona, pasamos al plan B. Tu plan.

—Bien. 

Lucy cerró los ojos, por lo que sintió la milésima vez, al momento que soltaba una exhalación. El punto clave de la hipnosis era la respiración, igual que cuando buscaba calmar su mente todas esas ocasiones en que se metía en problemas y debía pensar frío, no con la cabeza caliente. Así que todo dependía de cuán desarrollada tenía la habilidad de contar del uno al diez –o veinte– en bucle, hasta que conseguía calmarse. 

Uno, dos, tres. Respiró el aire con lentitud.

—Un peso ligero se posa sobre tu cuerpo, igual que una manta. Puedes relajar los pies y los tobillos —habló Ronny con voz tranquila—. Siente cómo poco a poco todos tus músculos se hacen ligeros, tus pies igual. Es como si no necesitaran hacer esfuerzo para mantenerse.

Cuatro, cinco, seis. Había llenado sus pulmones, estaban al límite. La sensación era igual de relajante que cuando inspiraba el humo de un cigarrillo y atravesaba su garganta lentamente. Pronto, la irritante quemazón que rasgaba el frente de las paredes de la garganta se hizo presente, clamando ser liberada.

—Ahora puedes sentir una sensación pesada y relajante cayendo sobre ti. Cada palabra que pronuncio te sumerge lentamente en un estado de relajación, de calma.

Siete, ocho, nueve. Comenzó a liberar de poco a poco el oxígeno de sus pulmones, alejando la urgencia de hacerlo rápido, porque podría arruinar el mínimo avance que habían hecho sobre ella y su mente.

—Y conforme sigo hablando, esa sensación se hace cada vez más fuerte, hasta que te hace caer en un estado de relajación profundo y pacífico.

Diez, once, doce. Todo el aire había escapado con éxito de su sistema. La tranquilidad era perceptible a su alrededor, en cada fibra de su cuerpo.

—Sumérgete en la profundidad de tu mente calmada.

Trece, catorce, quince. Respiró lentamente, a este punto, era inconsciente.

—Mientras más profundo nades, mayor será tu conocimiento, y más divertida será la experiencia.

Dieciséis, diecisiete, dieciocho. Su sistema estaba abastecido por completo de aire, y los pies y manos las sentía levitando en el aire a su alrededor, era igual a que si estuvieran adormecidos, pero sin la sensación de calambre, todo lo contrario, estaba en paz.

—Concéntrate, estás en la habitación del laboratorio, ¿lo recuerdas? —preguntó en voz baja—. Las paredes están pintadas de blanco, y hay un arcoíris en la sala de recreación.

Aquellos detalles los había visto en las fotos, pero no los recordaba, desde luego que si no recordaba mucho acerca de su infancia antes de los seis años, menos lo haría sobre arcoíris pintados en las paredes, pero haría el intento. Tenía la imagen en mente de cómo lucían por las fotografías extintas en el incendio.

Sin embargo, no importaba lo que Ronald dijera, no conseguía visualizar nada más que la desalentadora oscuridad, rodeando su cuerpo y haciendo eco en cada uno de sus pasos.

—¡Lucy!

La melodiosa voz de Ronny, cuyas palabras recitó en tono suave y en el timbre adecuado, se desperdiciaron desde el momento en que la mente de Lucy navegó en una voz agitada que la nombraba con demasiada alegría para tratarse de alguno de los chicos que se encontraban junto a ella en ese momento. De repente, el llamado cesó, pero se vio interrumpido por una respiración agitada. Lucy abrió los ojos a tiempo para vislumbrar a Steve Harrington en su uniforme de basquetbol, respiraba con demasiada fuerza, y cuando consiguió regular su respiración la vio un momento antes de apartar la mirada en dirección al suelo.

El corazón de Lucy bombeó con más fuerza de la necesaria en su pecho al verlo. A estas alturas, era obvio que no conseguiría relajarse para nada. Lo odiaba, pero Steve con una sola mirada tenía el poder de desconcentrarla por completo. Era injusto, nunca había aceptado el cederle tal poder.

Steve se aclaró la garganta mientras veía con las cejas fruncidas, y lo que podía describir como una mirada de superioridad, a los chicos que le hacían compañía. Lucy apretó los labios, no muy segura de querer confrontarlo, tenía la sensación de que la voz le saldría en un hilo.

—¿Podemos hablar? —le preguntó el de ojos caramelizados. Se quitó la pequeña toalla verde militar del hombro y con esta se limpió el sudor que escurría de su cabello en dirección a su frente.

Lucy tragó saliva, nerviosa y un tanto desconcertada ante la imagen que se le presentaba, pero consiguió asentir con la cabeza. El ver a Steve con el rostro mojado le generó una sensación de deja vú, de nostalgia, pudo recordar el día exacto en el que Steve fue nombrado como co-capitán del equipo de natación de la preparatoria. Su sonrisa de triunfo junto al orgullo en su mirada no le importó en aquella época, pero ahora, habiendo conocido al auténtico Steve, la golpeó diferente. 

—¿A solas?

La rubia giró en dirección a sus compañeros de investigación con una expresión de pocos amigos. Ronald alzó las cejas, un gesto de diversión dibujándose en sus labios, mientras que Bernard tenía la vista perdida en los lápices de colores con los que momentos atrás había pintado la portada para el trabajo de literatura.

En el transcurso de aquel extraño día, era como la tercera vez que Bernard se perdía por completo en su mente, igual que si estuviera en algún tipo de trance. Pero ante los ojos de Lucy no era tan raro, a ella suele pasarle cuando recuerda atisbos tristes de su infancia, o eso dice Eddie, quien la conoce mejor que nadie.

—Volveré en un minuto. ¿Puedes hacer que Bernie reaccione?

—Cuenta con ello. —Ronny le guiñó un ojo y se alejó en dirección a Bernard. —¡Oye, rubiecito, la investigación no se hará sola!

Lucy tomó nota mental de no permitir que Ronald despertara a Bernie de los trances, nunca mas. Finalmente se permitió ver a Steve de nuevo, sin apartar la vista de sus ojos para evitar distraerse en otros detalles de su atlético cuerpo.

—Hablemos afuera.

Steve agitó la cabeza asintiendo, cruzó la puerta primero, después Lucy. En cuanto salió, se percató de la desnudez del torso de Harrington, que la observó con la diversión bailando en sus ojos y una mueca de total inocencia en los labios.

—¿Y tu camiseta?

—Ah, es que hace muchísimo calor.

Lucy suspiró, exasperada con la irreverente escena, pero hizo todo en la medida de lo posible –maldita curiosidad por el pecho velludo de Steve– por permanecer con la vista fija en los ojos color caramelo de su amigo.

Amigo. !Ja! Ni siquiera estaba segura de que lo fueran aún.

—Como sea. —Cruzó los brazos frente al pecho, lo que solo resaltó los músculos de sus bíceps, y una prominente vena en uno de sus antebrazos. Lucy se sintió como una tonta cuando Steve agitó una mano frente a su rostro, intentando hacer que reaccionara—. ¿Todo bien, pequeña demonio?

Ella entrecerró los ojos, apretó la mandíbula y los brazos con más fuerza frente a su pecho. No se rendiría fácilmente, no cedería ante el incalculable anhelo que le instaba a extender las manos y tocar los músculos de Steve. No lo haría. Nunca.

—Tengo algunas cosas que hacer, Steve, ¿podemos ir al punto? 

—Okey. Ahh —balbuceó unos segundos, rascando detrás de su oreja.

Lucy pensó que no debería creer que un chico con la boca semi-abierta, los ojos café caramelo con la pupila dilatada y el sudor aún brillando en su rostro se veía tierno, pero lo hizo con la tan nombrada sensación de las mariposas revoloteando en su estómago. ¡Dios, iba a tomar tanta agua como fuera necesario para ahogar esa emoción!

—Ah, ya lo recordé. Tu nombre es Lucía, ¿cierto?

Lucy asintió mientras fruncía el ceño, estaba segura que su nombre no era de importancia, nunca lo había sido para ella, mucho menos debería serlo para Steve o cualquier otra persona. Le causó curiosidad, ¿por qué Steve preguntaba por algo tan banal y aburrido como su nombre?

—Ohh, bueno, la profesora Jackie nos dio la tarea de investigar el significado de los nombres de nuestros amigos, o familiares —mencionó barriendo el suelo con la mirada. 

Lucy prestó más atención a sus expresiones, evitando apartar la mirada de los atractivos rasgos de Steve, en especial, de sus labios, los que no dejaba descansar al permanecer lamiéndolos o mordiéndolos cada cierto tiempo. Y como si hubiera adivinado que sus pensamientos sobre él no era completamente serios, Steve sonrió en grande antes de decir:

—¿Sabías que tu nombre tiene una variación que lo hace sonar elegante, incluso futurista? 

Lucy parpadeó un par de veces, sin apartar la incredulidad de sus ojos al hacerlo.

—Es Lux —aclaró con una sonrisa menos abierta pero igual de dulce—. ¿Lo sabías? 

Ella sacudió la cabeza un poco para negar, la mirada confusa aún gobernada en su expresión.

—No, no. ¿Tú... investigaste mi nombre primero y no quieres olvidarlo para tu tarea o por qué me dices esto? 

—Sí, y supuse que querrías saberlo —asintió, una mueca de inseguridad abriéndose paso a su expresión antes alegre y llena de vida—. O no —torció los labios mientras acariciaba su cuello sudoroso. 

Lucy aclaró su garganta antes de disponerse a hablar, intentando que su corazón no bombeara tan rápido en su pecho, pero el esfuerzo fue igual de inútil que cuando Ronny trato de hipnotizarla. Sonrió un poco, aligerando el ambiente para ambos.

—¿Y supiste cuál era el significado de mi nombre? —Batió sus pestañas, coqueteando a forma de broma.

La sonrisa deslumbrante volvió al rostro de Steve, pero se borró tan rápido como apareció cuando señaló a espaldas de Lucy.

—Claro que lo sé. Pero ¿quieres que te lo diga enfrente de nuestros más fieles espías?

Lucy exhaló con fuerza por la nariz antes de girarse en dirección a la ventana en la puerta detrás de ella, lo único que alcanzó a ver fue una mata de pelo rubio descendiendo muy rápido, al mirar más lejos vio a Ronny con la cara roja, recostado boca abajo mientras inspeccionaba la salubridad de los azulejos del suelo. Bernard se encontraba con la espalda recargada en la puerta de madera, por lo que Lucy abrió la puerta con fuerza, provocando que el rubio cayera a sus pies, encima de sus botas oscuras. Él la vio con una sonrisa nerviosa, a lo que Lucy frunció los labios.

—¡Fue su idea!

—¡No es verdad! —aclaró Ronny con los ojos abiertos en sorpresa—. ¡No se si lo sepas, Bernie, pero a la gente no les gustan los acusones!

Lucy resopló mientras se llevaba a mano a la frente, de repente, la perspectiva de trabajar con este par no parecía la mejor de sus ideas.

—Par de tontos —murmuró, viéndolos con una mirada de irritación. Tomó el antebrazo de Steve y lo llevó hasta el área de casilleros frente al salón aún bajo la atenta mirada de ambos—. ¿Podría el par de entrometidos tontos darnos algo de privacidad esta vez?

—Lo que diga la Sargento Munson —aceptó Ronny con un gesto militar en su dirección que la hizo blanquear los ojos con diversión, cerró la puerta y bajó la cortinilla de papel que permitía ver al pasillo.

—¿Segura que sobrevivirás con ellos al trabajo de literatura? —preguntó Steve sonriendo de lado.

—No tengo idea —admitió con sinceridad. Le devolvió la sonrisa—. Pero haré mi mayor esfuerzo.

—Suerte. —Steve alzó una mano y apretó su hombro, solo que en lugar de alejarse de inmediato (como cualquier interacción normal entre un par de amigos), descansó la mano ahí, y poco a poco, descendió hasta que tomó su mano. En cada lugar que sus dedos acariciaron hasta que lo consiguió, permaneció la sensación de hormigueo y quemazón intensa—. ¿Alguien te había dicho que en verdad opacas a los demás con tu luz?

—Steve, ¿qué estás-

—Y no lo digo como broma, en verdad pienso eso.

—Lo sacaste de un libro. Es para la investigación, ¿cierto?

—Lo saqué de un libro para saber la variación de tu nombre, que es Lux

Lucy tragó saliva con esfuerzo, no creyendo que en realidad se le estuviera secando la garganta ante la perspectiva de Steve con un montón de libros en una mesa de la biblioteca investigando sobre su nombre. Sentía el corazón prácticamente latiendo en sus manos, pidiéndole que lo ofreciera ante él como muestra de todo lo que tenía para dar en aquel instante.

Pero la desmedida emoción tenía que esperar, sus sentimientos debían hacerlo a su vez, porque de pronto supo cómo voltear la situación a su favor. Sería aprovecharse de la vulnerabilidad de Steve, y de la encantadora atmósfera que se creaba cada segundo que transcurría entre ellos. Bajó la cabeza con una sonrisa tímida en los labios. De nada serviría maldecirse en aquel instante, porque lo sabía, una de las cosas más importantes para una investigación es no desaprovechar las oportunidades, y mucho menos permitir que las emociones dominen sobre la astucia que entrenó por años. Lo sentía por Steve, pero era necesario, después podría recompensarlo. 

—Era parte de la tarea, pero tenía un poco de curiosidad, Lux —admitió Steve sonriendo galante, apretando el agarre sobre su mano—. Puedo llamarte Lux, ¿no?

—Cuando quieras, Bambi, es mejor que demonio. —Encogió los hombros. Bien, esto no era tan malo, ¿verdad? Había dicho la verdad, incluso si al mismo tiempo permitía que el novio de su amiga le sostuviera la mano y coqueteara con ella para conseguir información. Aunque eso significara –implícitamente– saber que Steve no la veía más que como posible material para engañar a su novia, como la segunda opción. Apartó las lágrimas que querían salir de sus ojos, no serían útiles en este momento—. ¿Vas a investigar el nombre de tus padres?

—El de mi madre sí, el de papá aún no lo sé. No es mi persona favorita —mencionó en tono amargo.

—¿Por qué no me lo dices? Quizás pueda ayudarte.

Steve la miró alzando ambas cejas pero asintió en acuerdo, restándole importancia al bajar los labios disgustado.

—Mi madre se llama Grace, y mi padre es Thomas Joseph.

Lucy sintió que el cuerpo se la paralizaba por completo. Steve, quien era seguro que vio el cambio instantáneo en su rostro resopló divertido.

—Sé lo que piensas, mis abuelos paternos no supieron combinar nombres —se rio. Lucy no dijo nada, como naturalmente lo habría hecho en una situación normal—. ¿Te pasa algo? Estás más callada de lo normal.

—Nada, solo —suspiró con fuerza y soltó su mano de la de Steve—, tengo que regresar con ese par de tontos a terminar la investigación.

—Fue divertido hablar contigo de nuevo, Lux —le dijo con una sonrisa ladina—. ¿Pudiste resolver ese problema?

—Ahh, sí, o no —vaciló en su respuesta, sin atreverse a mirarlo—. No lo sé, Steve. Pero ahora tengo algo más qué resolver.

—Si necesitas ayuda en eso, cuentas conmigo —ofreció solemnemente.

Lucy se sintió como la peor amiga del mundo. La borrosa línea entre su lealtad con Steve era prácticamente inexistente para ese momento. La necesidad de contarle sobre la investigación la invadió con muchísima fuerza, quería decirle que, tal vez, su padre estuviera envuelto en extraños y escalofriantes proyectos que involucran la experimentación en humanos, en niños. Pero no podía anticipar su reacción a una positiva, porque no lo sabía. Entonces, no podía abrir la boca de más.

—Lo tendré en cuenta, Bambi.

Estaba a punto de girar el pomo de la puerta y entrar al salón, cuando Steve la haló de la muñeca, acercándola a su pecho para estrecharla en un abrazo que la tomó por sorpresa. El bello en pecho de Steve le hizo cosquillas en la nariz, provocando que frunciera las cejas, divertida y sin saber qué más hacer que envolver sus brazos alrededor de la cintura del muchacho.

—No te vuelvas a ir así, Lux. No supe nada de ti en cuatro meses —susurró al momento que recargaba la barbilla sobre la coronilla de Lucy.

—No lo haré, Bambi —prometió a ciegas, dejándose llevar por la tranquilidad que envolvió una cobija alrededor de su corazón, instándole a hacer algo más que corresponder el abrazo de Steve.

—¿Ahora si podemos ir por ese pastel de frutos rojos que te ofrecí la última vez? —El tono de su voz había cambiado a uno animado. Lucy sonrió sin poder evitarlo. Las cosquillas en su estómago se hicieron presentes con mayor fuerza.

—Seguro, Steve.

Lucy creyó que no podía ser más desdichada en aquel momento. Una parte de ella, la que se fue a Texas con la idea en mente de que ahí con ayuda de sus amigos de infancia olvidaría a un maravilloso muchacho que comenzó a conocer hace poco, quería aceptar la inminente derrota para entregarse a la tarea de amarlo. La otra, gritaba y arañaba la superficie de su enamoramiento para hacerla retroceder sobre esta locura que la invadió. Una locura que fácilmente la haría perder la valiosa confianza y amistad de Nancy.

Todo era una mierda.

Lo único que sabía perfectamente y sin miedo a equivocarse, es que los brazos de Steve rodeando su cuerpo se sentían como un hogar, una fortaleza impenetrable. Nadie le haría daño ahí, y si lo hacían, tendría a un gracioso chico que la acompañaría en la aventura de decidir hacer algo al respecto o no, incluso que la cuidaría (aunque pudiera hacerlo sola, le cedería el permiso con  los ojos cerrados). Steve Harrington parecía un complemento más en su vida. De repente, los tristísimos cuatro meses lejos de su lado se desvanecieron en el aire. Y encontró la verdadera paz a su lado.

 

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hey, ¿cómo están? <3

Este capítulo se lo dedico a aroaynala1 por haber comentado en su respectivo apartado. Si lees esto, eres lectora fundamental de esta historia, adoro leer tus comentarios <3

Iba a publicar este capítulo a las 10:30 p.m (hora de México) pero el muchacho que me gusta me llamó y ahhh, ya saben, el amor hace cosas raras... Como ya lo verán más adelante con Steve y Lucy en los siguientes capítulos, los que espero que disfruten. Me emociona saber que estamos a poco de entrar a los hechos de la temporada dos de la serie 🙃

¿Les gusta cómo han avanzado las cosas hasta ahora? ¿Algún personaje preferido? En lo personal, además de los protagonistas, adoro el dúo que hacen Bernard y Ronny, son como esos amigos completamente opuestos que ni siquiera sabes porqué son amigos aún xD

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