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3 | Eyes on fire

Parte II. Capítulo III.
𝐄𝐲𝐞𝐬 𝐨𝐧 𝐟𝐢𝐫𝐞
[Ojos en fuego]

"La forma de amar cualquier cosa es darse cuenta de que podría perderse". 

- G K. Chesterton.


—¿Ya está? —preguntó Lucy con emoción—. ¿Cómo me veo?

—Si dejaras de moverte, sería más fácil secarte el cabello, ¿sabes?

—Perdón, es que estoy emocionada.

Lucy movió su pierna con frenesí contra el suelo, apenas podía contener la emoción en su pecho ante su cambio de imagen.

El sonido de la secadora de cabello cesó, por lo que sintiendo el corazón latiendo muy rápido, se permitió abrir el ojo izquierdo para verse en el espejo, pero en cuanto vio un poco su cabello en tono dorado, se cubrió los ojos con las manos.

—Puedes abrir los ojos, Lucy.

—No quiero. ¿Y si me veo mal?

Oyó un carraspeo de garganta a su espalda, aún con los ojos cerrados, se giró hacia el sonido.

—Te ves increíble.

—Julie tiene razón, Lu.

Abrió los ojos, con miedo de girarse al espejo y ver algo terrible. Pero no fue así, tanto Robin como Jules decían la verdad. Lucy no pudo estar más en lo correcto cuando eligió rubio como su nuevo tono de cabello, no era vanidosa, pero le sentaba bien, notó que le daba cierta alegría a su rostro que el castaño y azabache que usó toda la vida nunca pudieron.

—Guau, ¿quién es esa chica tan guapa? —preguntó Jordan con una cámara en mano.

Lucy al verlo instintivamente se cubrió el pecho, y tuvo que recordar que Jordan no le haría daño. Las cámaras no le harían daño.

—Voy a tomar prestado esto —mencionó Robin, quitándole la cámara al pelirrojo. Vio con una sonrisita a Lucy, de seguro sabía lo que pasaba por la mente de su amiga—. ¿Lista para le sesión de fotos?

—¿La qué?

—Robin y yo queremos sacar tantas fotos como sea posible, ya sabes, por las otras que perdiste en el incendio —explicó Jules.

Lucy asintió con una sonrisa. No lo dudaba ni por un segundo, tenía a dos muy buenas amigas, pacientes y preocupadas siempre por su bienestar.

—No me voy a probar todo lo que hay en tu armario —advirtió con el índice en alto.

—Ah, ¿de verdad? —preguntó Jules con las cejas alzadas.

—Uy, si fuera tú le haría caso —dijo Jordan, metiéndose a la conversación—. La última vez que la reté, escondió mi Walkman, no pude oír música en tres semanas.

Lucy es fiel amante de la música, al final de un día bueno o malo, es todo con lo que puedes contar, así que tomó la prudente decisión de permitir que tanto Jules como Robin enloquecieran y le probaran los mil y un atuendos que la pelirroja guardaba en su armario. Fue exhaustivo, pero logró que la dejaran quedarse con su estética oscura añadiéndole un poco de color en detalles como los pendientes, o collares.

El reloj en la pared de la habitación de Jules les indicó que había transcurrido al menos una hora y media desde que comenzaron aquel improvisado desfile de "cambie el estilo de Lucy a su gusto", por lo que acomodó su cabello y les dijo a sus amigas que debían irse al cine.

Jordan fue el encargado de conducir hasta el cine, y debido a que se habían demorado mucho tiempo arreglándose, Jules y Robin le cedieron el derecho a elegir la película que verían. La sorpresa la embargó cuando el pelirrojo en lugar de aprovechar la oportunidad, dejó que Lucy escogiera por él.

Fue sorpresivo, pero a la vez, no lo fue, porque Jordan gastaba la mayor parte de su tiempo con ella intentando impresionarla. Entendía por qué Eddie decía eso de "Red es lo que mereces, pero si no lo ves, es tu problema". Ugh. Con lo mucho que Lucy detesta ser presionada para tomar decisiones, tal vez, por eso no había salido en una cita con Jordan nunca.

Era lamentable pensarlo, pero mientras veía su perfil, sus ojos azules y piel pálida, su cabello pelirrojo, Lucy supo que, aunque fuera atractivo, existía la posibilidad de que nunca lo viera con ojos de enamorada.

Lamentablemente, era consciente de dos cosas: la primera, era que nunca se enamoraría de Jordan porque en su mente solo había un chico de pasos torpes y cabello bien peinado, y la segunda, era que le habría encantado que en esta salida estuviera él.

—Hay funciones para Terminator y Los Cazafantasmas, ¿cuál eliges?

—Hum. —Lucy lo pensó un momento mientras veía los pósteres detrás de las vitrinas de vidrio adheridos a la pared—. No lo sé.

—Decídete, suertuda.

Robin la miró sonriendo, un segundo después, sus ojos azules se fijaron con atención en alguien a sus espaldas. Lucy volteó hacia la misma dirección, y no le sorprendió ver a Billy Hargrove con una chica bonita a su lado, ella reía suavemente mientras el rubio le decía algo al oído, hasta que se detuvieron frente a ellos y la enamorada de Billy entró al cine, aún sonriéndole.

—Lucy. Robin. —Saludó con un asentimiento y una sonrisa traviesa, un gesto típico de él—. Billy Hargrove —se presentó ante Jules.

Lucy blanqueó los ojos con fastidio, preguntándose si podrían librarse de Billy por el resto de la noche.

—Tu nueva conquista se fue, ¿no deberías ir con ella? —preguntó Lucy, sonriendo falsamente.

—No. —Se acercó a ella hasta que sus hombros chocaron—. ¿Y tú, Lucy? —Extrajo un encendedor junto a su cajetilla de cigarros y encendió uno, viéndola con atención—. ¿Ya dejaste al idiota de Steve por este pelirrojo?

La rubia cerró las manos con fuerza, no le gustaba que la gente hablara de Steve como si fuera un idiota, puede que lo fuera en el pasado, pero había cambiado. Suspiró internamente. Estaba hablando con Billy, por supuesto que no adoraba a Steve, supuso que Jordan no sería de su agrado tampoco.

—El pelirrojo tiene nombre —dijo Jordan en tono seco.

—Ah, mira, y este se defiende. Felicidades, Lucy. —Sonrió como el cínico que era.

—Por dios, Billy, lárgate y déjanos en paz —le pidió Lucy.

La sonrisa burlona abandono el rostro de Billy, y fue reemplazado por una mueca de seriedad. Ella apretó los puños con más fuerza.

—Ahh, de hecho, planeaba marcharme, pero antes necesito hablar contigo. —Vio detrás de Lucy, donde estaban sus amigas y Jordan—. A solas.

Jordan le apretó el hombro al momento que Robin y Jules se alejaban con miradas de recelo en dirección a Billy. Prácticamente pudo oír a Robin en su mente gritando un sinfín de blasfemias porque el rubio había arrebatado a Lucy de su lado, aunque no peores que las que usualmente le dirige a Steve desde que supo sobre el particular gusto de Lucy por él. La forma en que se enteró fue la mas tranquila, no por ello menos dramático.

—Compraremos algunas golosinas, ¿quieres algo?

—Sí, eh, palomitas de caramelo.

—A tus ordenes, señorita arcoíris —murmuró Jordan, alejándose del par mientras veía a Billy con los ojos entrecerrados.

El rubio sonrió de lado. Lucy blanqueó los ojos y se cruzó de brazos, fastidiada con su presencia.

—¿Vas a hablar o qué?

—Así que, señorita arcoíris.

Lucy se limitó a mirarlo con seriedad.

—Como sea, no sé qué cosa te haya dicho la tonta de Max, pero Bernard y yo nos fuimos de Hawkins porque su condición empeoró.

—¿Cuál condición? —preguntó Lucy confundida—. ¿Está bien?

—Sí, sí, está mucho mejor ahora. Resolvimos el problema. —Tiró el cigarrillo a un charco con agua a mitad de la calle, y la vio fijamente—. El problema con mi hermanito es que es muy imprudente, por eso, siempre tengo la vista en él. Sé lo que hace y lo que no, así nos evito problemas a ambos.

La rubia frunció las cejas, sin atreverse a articular una sola palabra porque no estaba segura de lo que esta conversación significaba, con Billy, no estaba segura sobre nada.

—Bernie es poco cauteloso. De hecho, tenemos un protocolo para cuando habla de cosas de las que no debería hablar, lo llevo a un hospital especial en California. 

Billy avanzó hacia ella despacio, con un aura de tranquilidad imposible de ignorar, y ladeó el rostro cuando la vio, otorgando un aspecto de villano de cine a su rostro, lo único que le faltaba era la sombra cubriendo la mitad de su cara, entonces la maldad sería creíble, por el momento, no. Lucy había conocido la verdadera maldad en el pasado. Billy no era una amenaza directa, pero sí difícil de controlar dado su trauma por violencia familiar.  

—¿Sabes? No siempre lo tratan bien allí, pero es eso o... —soltó un suspiro—. Los doctores del hospital se encargan de colocar esos tornillos sueltos de nuevo a su lugar.

—¿Por qué me estás diciendo esto, Billy?

—Y, el procedimiento que usan es muy, muy doloroso.

—Billy.

—No lo usan solo con él, también con esas personas que no debieron oír o leer las cosas que salen de su cabeza —prosiguió él, ignorando a Lucy—. Recuerdo una ocasión en que fue inducido a coma para recuperarse.

Lucy tragó saliva, no muy segura de cómo responder. En cambio, Billy sonrió de lado, sin ningún tipo de diversión en su rostro.

—No necesitas que te lo repita, porque lo sabes, pero hay personas muy malas allá afuera, Lucy, y como el hermano mayor, debo encargarme de cuidar a mi familia.

—Billy, ¿estás hablando de lo que creo que estás hablando?

El rubio simplemente asintió, igual de serio que unos segundos atrás.

El suelo bajo sus pies comenzó a moverse, estaba un poquito mareada. 

Las palabras de Billy eran una amenaza diseñada con la intención de hacerla retroceder en su búsqueda de la verdad sobre esos documentos falsificados que Bernard le dio hace un tiempo, pero en ese momento, con las manos hechas puños, dudó un poco sobre su opinión.

Tal vez, todo el tiempo los documentos no habían sido falsificados, o quizá, Bernard Hargrove fuera víctima de alguna enfermedad o padecimiento psicológico que justificara su forma paranoica de actuar. 

Lucy pensó que lo mejor sería que dejara de darle vueltas a este asunto, por su propia paz, pero había una duda que no conseguía sacar de su mente: ¿cuál era la verdad?

Hasta el momento, había más a favor de que el infame Proyecto Atlantis fuera cierto... Agh, esa curiosidad la perseguiría toda la vida, y Lucy estaba segura de que también sería su condena.

—Creo que Bernie te entregó cierta carpeta anaranjada en la que había algunos documentos un poco —buscó la palabra mientras veía el cielo con una mueca de incomodidad en los labios—, ah, particulares.

Lucy no iba a responder a eso, sería como enredar sus propias manos alrededor de su cuello, en su lugar, enraizó los pies al suelo y mantuvo su mirada atenta a los ojos del rubio. Trago saliva, un poco nerviosa, pero no retrocedió.

—¿Los leíste?

—Ehh, me parece que no. No —negó con una mueca—. De hecho, los perdí en el incendio, los tenía sobre el escritorio y se quemaron, eso y mis libros.

Billy asintió con la cabeza, en sus labios se esbozó una sonrisa a medias.

—Entonces, con todo lo que sabes hasta ahora, ¿le buscarás la tercera pata al gato? —Extrajo otro cigarrillo, llevándolo a sus labios tan pronto como lo prendió—. ¿O lo dejaras por la paz?

El rubio le ofreció el cigarrillo a Lucy, ella lo vio dubitativa, pues sabía que no estaban hablando de la conversación que habían dejado a medias aquel día que su casa se incendió (cuando discutían el motivo del incendio), sino de otra cosa, y si ella aceptaba el cigarro, sería como rendirse. No le gustaba la derrota, podía aceptarla si provenía de algo que estuviera fuera de su control, pero nunca así, ella daría pelea porque es lo que mejor sabe hacer.

Lucy miró a Billy con el ceño fruncido, Billy le devolvió el gesto con una sonrisita molesta, y el cigarrillo entre sus dedos que le ofreció segundos atrás, regresó a sus labios rosados. La respuesta había sido clara, Lucy no se daría por vencida con el tema.

—¿Sabías que el apellido Harrington es muy común en esta país?

—¿Cuál es tu punto?

—Que, aunque Harrington sea un apellido muy común, nunca está de más ser cautelosos, ¿no crees?

—Por dios, Billy, dime lo que quieres decir, no le des tantas vueltas —dijo con poca paciencia.

—Sé que leíste el expediente de "Jessica Carter". Tú misma se lo dijiste a Bernie, eres muy curiosa...

—Te dije que los perdí en el incendio —le interrumpió.

—Sí, por supuesto, ¿cómo olvidarlo? —preguntó en tono sarcástico.

El corazón le dio un vuelco en el pecho, sintió la adrenalina recorriendo sus venas mientras tallaba la punta del pie contra el suelo, ansiosa, pues, aunque se esforzó por ocultarlo, Billy estaba al tanto de sus mentiras. Él sabia que Lucy le había echado una hojeada a los documentos y fotografías antes de que se perdieran en el incendio.

Por primera vez en su vida, había llegado un chico con el nivel suficiente de inteligencia (y traumas por igual) para leer las letras pequeñas de su cartilla de vida, y no le agradaba. Billy Hargrove comprendía la forma en que funciona su mente porque ambos se parecen demasiado.

—Dime, señorita arcoíris —dijo en tono burlón—, ¿aún quieres confiar en Steve? ¿Qué me dices de sus padres?

—No es tu problema en quien confío y en quien no, Billy —respondió entrecerrando los ojos, aparentando no estar un poco asustada ante la verdad implícita en las palabras de Billy.

—Sé que no es asunto mío.

—Entonces, no metas la nariz en donde no te llaman, ¿quieres?

Billy dejó escapar una risa, luego le dirigió una mirada con los ojos brillosos.

—Te recomiendo lo mismo, Lucía, pero sé que no lo cumplirás. No te sorprendas si lo que encuentras no es bonito.

Lucy cerró los puños con más fuerza.

—Pero intenta no acercarte a mi hermano.

—No me darás órdenes, Billy.

—Esto no es solo por mí, lo hago por todos —aclaró en tono frío—. Protegeré a mi familia hasta que el mundo sea seguro para él, para nosotros.

El rubio arrojó la colilla del cigarro al suelo y lo apagó con la suela de su bota.

—Tengo que irme, pero antes, una última cosa.

Lucy exhaló el aire que contenían sus pulmones con fuerza, buscando la paciencia para continuar hablando con Billy.

—Ese pelirrojo, ¿es tu novio, amigo?

—No te importa —contestó a secas.

—¡Claro que me importa!

—Pues no debería hacerlo. Te he dejado en claro que no saldré contigo.

—No lo digo por eso. —Dejó escapar un suspiro largo, y la vio con la frente arrugada en lo que percibió como angustia. Algo rarísimo—. Lucy, cualquier chico con el que quieras salir está bien, pero que no sea Steve.

La rubia se cruzó de brazos, conteniendo las ganas de zarandear a Billy para hacerle comprender que nada le haría seguir sus palabras. 

—Sí, lo que diga el jefe —aceptó con sarcasmo, haciendo el ademán de obediencia de los soldados para con sus sargentos.

—Lucía, esto es serio. —Cualquier expresión burlesca o irónica se borró del rostro de Billy—. ¿No escuchaste lo que te dije hace un momento? Cuanto más cerca estés de él, mayores serán las posibilidades de que tu vida sea más difícil, ¿entiendes?

—Tranquilízate, Billy. La mayor parte de mi vida ha sido un infierno, sé cómo lidiar con eso.

—¡Exacto! —exclamó con una sonrisa nerviosa—. Eres una desastrosa, Lucy, así que cuanto menos sepas, mejor para ti.

—Sí, soy un desastre, Billy. Pero solo me defiendo, no dejaré que me pisoteen nunca más —le aseguró con voz seria—. Puedo cuidarme sola.

Billy resopló, pero agitó la cabeza, asintiendo, no parecía convencido.

—No estoy preocupado por ti, si es lo que piensas. —La vio con una mueca de angustia, rodando los ojos al cielo con aparente fastidio—. No te sientas importante.

Lucy blanqueó los ojos también, pero asintió. Estaba fastidiada de toda esta situación.

—Como si me importara.

Billy exhaló con fuerza, rezagos del humo de su último cigarrillo salieron por su boca igual que si fuera vaho.

—Tengo que irme —dijo mientras fruncía el ceño—. Intenta no arrancarle el cabello a nadie mientras no estoy.

—Aquí el que hace tonterías eres tú —le respondió.

Billy se alejó, y le guiñó un ojo como despedida cuando estaba a punto de entrar al cine.

Lucy se quedó ahí, casi congelada de la impresión, procesando lo que acababa de pasar. No entendía lo que sentía, pero reinaba la confusión. Billy había sido ambiguo con sus palabras, por una parte, Lucy creía que –lamentablemente– los documentos del proyecto Atlantis eran verídicos, pero por otra, no podría probar si era así o no, pues los había perdido en el incendio.

Deseó que hubiera una forma de saberlo, pero las únicas personas que podrían conocer algo sobre "Atlantis" eran Billy, Bernie, y el padre de Steve, si llegase a ser Thomas J. Harrington. Esperaba que no fuera así, pero el esfuerzo que Billy invertía en querer alejarla de Steve era demasiado para tratarse de una broma muy pesada y sin gracia, era como si de verdad la advirtiera de algo malo que se aproximaba.

Tenía sentido, si el padre de Steve fuera el causante del daño que sufrió Jessica Carter (Lucy bajo otra identidad), y Billy estaba al tanto de ello, solo estaba intentando ayudarla.

Por el momento, su mejor opción era acudir a Bernard de nuevo, ya que no tenía a los abuelos o la tía Meredith cerca para hacerles un cuestionario, pero ellos tampoco saldrían ilesos, tarde o temprano hablaría con su familia. No había más excusas, debía afrontar la verdad tan pronto como fuera posible.




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Steve supo desde el día que le pidió ser amigos a Lucy, que no serían como cualquier dupla de amigos, y si tuviera que enumerar los puntos del porqué, lo haría, o lo intentaría, ya que no recordaba todos:

1. – Steve es el popular (o lo fue en su mejor momento), mientras que Lucy es algo similar a una marginada social.

2. – Lucy es la clase de chica que si ve una injusticia, especialmente si es en contra de mujeres, o niños incapaces de protegerse por su cuenta, no se queda callada; mientras que Steve es más del tipo que observa y solo interviene de ser necesario.

3. – Lucy es más de actuar después de pensar a fondo en cómo hacerlo y sus posibles consecuencias, y él es más del tipo impulsivo.

El punto que más le causaba confusión:

4. – Al lado de ella, siempre sentía paz y tranquilidad reinando en su mente, incluso si estaban en la peor de las situaciones.

Y, para rematar, el último punto, por el que sentía nervios:

5. – A pesar de que fue un beso casi superficial, Steve no ha dejado de pensar en ella de una forma distinta a como se debe pensar en los amigos. (¡Carajo!)

Más de una vez por día en sus pensamientos está Lucy, a veces, vistiendo esa falda de cuadros de colores, sentada sobre sus piernas mientras lo abraza del cuello, sonriendo con nerviosismo porque sería la primera vez que alguien la besaba... Y cuando navegaba en ese recuerdo, sentía que flotaba en nubes, que la respiración se le atoraba en la garganta. 

El simple hecho de recordar a Lucy con las mejillas sonrosadas, riéndose porque Steve dijo alguna tontería que a ella le pareció graciosa, vaya, eso sí que conseguía hacerle sentir que estaba a metros del suelo. 

Por ello, Steve debía recordarse constantemente que Lucy era solo su amiga, una de las chicas más auténticas que haya conocido, pero solo eso, porque se supone que no debería tener ese tipo de pensamientos sobre Lucy, para nada.

Tuvo que cambiar su objeto de atención cuando en su campo de visión apareció su novia, ella le sonrió un poco antes de sentarse a la mesa del restaurante, por inercia, Steve hizo lo propio.

—¿Todo bien? —le preguntó al momento que tomaba un trago de su capuchino. No terminaba de gustarle el sabor, pero sabía que pronto se acostumbraría, así como había hecho con otras cosas en su vida.

—Sí, Steve, tranquilo. Estoy bien.

No llevaban ni siquiera quince minutos en el restaurante cuando Nancy dijo que necesitaba retocarse el maquillaje –cosa que Steve no comprendió, ya que Nancy se veía igual que cuando la recogió esa tarde en su casa–, y huyó al baño de mujeres.

—Okey. Me pedí un capuchino, pero decidí esperar a ver qué querías tú para hacer la orden completa.

Nancy arrugó las cejas mientras le lanzaba una mirada bañada en curiosidad.

—¿Te gusta el café amargo? —señaló la taza de la cual bebía Steve. Él asintió—. Ahh. ¿Desde cuándo?

—No lo sé. —Encogió los hombros—. Desde hace tiempo.

—Mmm.

Nancy no articuló otra palabra, se limitó a alzar el menú y leerlo con atención. Hasta que lo dejó caer sobre la mesa con pesadez. Steve alzó las cejas, dudando en preguntar qué le pasaba. Las últimas semanas, Nancy había estado distante y fría.

—¿Quieres venir después? —preguntó mirando su delicado reloj de muñeca—. La función casi está por comenzar.

—Pero aún no termino mi capuchino.

—Steve, regresaremos después de la función, ¿bien?

Steve suspiró con resignación, se levantó y dejó lo suficiente para cubrir la cuenta y algo más como propina, luego emprendió su camino para seguir a Nancy a las afueras del restaurante.

Recapitulando su anterior pensamiento sobre Lucy Munson; él siempre lo supo. Lucy y Steve son muy diferentes. Ella es como el fuego, y él como las brasas que quedan después del fuego, especialmente ahora que ya no es popular.

Aún así, Steve se mantiene positivo, pues como le había dicho su abuela cuando era un niño "con un poco de aire, las cenizas se avivan, y de ellas podrían surgir llamas increíbles y fuertes, más que las que hubo en un comienzo".

—¿Me recuerdas qué película íbamos a ver?

—Terminator, Steve.

Dieron vuelta y se frenaron un momento en la acera, esperando que los autos se detuvieran con el semáforo en rojo y pudieran cruzar la calle para ir al pequeño cine de Hawkins.

Steve tuvo que meter ambas manos en las bolsas de su chaqueta cuando una ráfaga de viento fría los azotó, y por inercia, cerró los ojos un momento para evitar que el escalofrío recorriera todo su cuerpo. Al abrirlos, ante él se presentaba un grupo de cuatro adolescentes, tres chicas, una pelirroja y dos rubias; y un chico, un pelirrojo.

—¿Ya viste? —preguntó Nancy, halando su brazo.

—Sí. Casi no hay pelirrojos en Hawkins, tendrán la atención de todos.

—No, eso no —dijo viéndolo con una sonrisa de lado—. Son Robin y Lucy, y los otros dos son los hermanos Harris.

—No es verdad, Lucy no se teñiría el cabello a rubio —dijo Steve, muy convencido.

—Pues, no lo sé —Nancy encogió los hombros, aún sonriendo—. Me siento feliz por ella.

—¿De verdad crees que se haya teñido de rubio? —cuestionó arrugando las cejas—. Ella dijo que odia a los rubios...

—Tal vez, el hecho de que haya teñido su cabello de ese color significa que ha dejado atrás esa etapa traumática de su vida de una vez por todas.

—Puede ser.

Steve asintió, sin apartar la vista del particular grupo que estaba hablando animadamente afuera del cine. La iluminación exterior del cine hacía la ilusión de que el cabello de Lucy destellaba en tono casi dorado, como el oro.

El castaño miró a Nancy, y luego volvió la vista hacia Lucy, sintiendo que el corazón le daba un vuelco y la culpa se hacía presente como un malestar constante de los últimos meses. Las manos le sudaban de los nervios.

Y tuvo que aceptarlo, de nuevo, no podía ignorar el brillo natural que irradiaba la piedra preciosa que descubrió el año anterior, no podía ignorar cómo le hacía sentir ella, incluso si la culpa era mayor porque no era honesto con Nancy.

—Vamos. —Nancy lo estiró por el brazo para que cruzaran la calle—. Quiero saludarles, ¿tú no?

—Sí, por supuesto —respondió un poco distraído.

Conforme se acercaban a ellos le fue más difícil procesar aquella información, aquel cambio drástico pero indudablemente encantador que reflejaba Lucy en sus mechones rubios. Siendo honesto, le tomó por sorpresa, más aún si el tono era rubio... Steve creía que un castaño rojizo reflejaría su verdadera identidad.

—¡Sí, a mi también me sorprendió mucho su reacción! —exclamó la amiga rubia de Lucy, Robin, si no recordaba mal su nombre.

Nancy se robó la atención de todos cuando les sonrió de forma dulce y exclamó un alegre:

—¡Hola!

—Oh, pero miren quién nos honra con su presencia —dijo Robin, pretendiendo sorpresa—. Esta señorita, Jules y Jordan, es la princesa de la preparatoria.

—Robin —advirtió Nancy, entrecerrando los ojos.

—Agh. Está bien. Esta bella señorita de aquí se llama Nancy, para ti que no la conocías Jordan —señaló al chico pelirrojo, quien le sonrió a Nancy con cortesía—. Y para nosotros, es Nance.

Steve se aclaró la garganta, esperando que su novia lo introdujera ante los hermanos Harris, o como fuera que se apellidaran. Sus ojos instintivamente buscaron a la chica en quien más confiaba, pero ella ni siquiera lo veía, su atención se centraba en la cartelera del cine.

—Bueno, él es mi novio, Steve —dijo Nancy antes de que Steve siguiera estudiando los movimientos de Lucy.

—Un gusto conocerlos. —Le sonrió a los hermanos pelirrojos, pero con Robin ni siquiera lo intentó, pues ella había blanqueado los ojos ante su mera presencia, optando por hacerle compañía a Lucy en lugar de verlo—. ¿Qué película verán?

El pelirrojo sonrió un poco antes de girarse hacia Lucy, señalándola con la barbilla y musitar un simple:

—No lo sabemos. Hoy le toca a la señorita arcoíris decidir la película.

Esas –no– tan simples palabras fueron suficiente para conseguir que sus neuronas hicieran sinapsis y le enviaran un recuerdo de la última conversación que había tenido con Lucy, algunos meses atrás.

—¿Tú eres "el chico zanahoria"? —preguntó sonriendo un poco—. Ya sabes, el que hizo el mixtape para Lucy y se lo regaló en Navidad.

El pelirrojo frunció un poco las cejas pero asintió, una pequeña sonrisa abriéndose paso a su rostro mientras se inclinaba hacia él.

—Sí, yo le regalé el mixtape. ¿Me llamaste chico zanahoria?

Jordan arrugó las cejas con diversión cuando Steve asintió.

—Lucy te llamó así cuando me contó sobre el mixtape —aclaró. Por el rabillo del ojo vio a Nancy frunciendo las cejas—. Fue hace tiempo, en realidad.

—Sí, lo creo. Pero así es ella, ¿no? —Posó la atención en Lucy nuevamente, ella le sonreía a Robin mientras señalaba la cartelera con las funciones disponibles—. Lu tiene la manía de ponerle apodos a todos.

Un incómodo silencio los envolvió mientras Steve pensaba a fondo en las palabras de Jordan, por segunda ocasión en menos de quince minutos. Por su parte, Nancy no perdió el tiempo y comenzó a hablar con Jules, pues al parecer, sería alumna nueva en la preparatoria; a lo que Steve aprovechó para observar a Jordan.

El pelirrojo era de su misma estatura, pero se notaba más su musculatura, además, contaba con ojos azules... Y miraba a Lucy igual que un idiota, como si ella fuera la última estrella visible en el cielo oscuro. Steve sintió un cosquilleo de incomodidad en el estómago al ver esa escena.

—Entonces, Jordan, ¿cierto?

—Jordan Harris.

—¿Por qué le dices "señorita arcoíris" a Lucy? —preguntó al momento que recargó su peso en la misma pared en la que estaba recargado el pelirrojo.

—¿Has oído "She's a rainbow" de The Rollings Stones?

Steve asintió, aún frunciendo las cejas.

—La define esa canción —dijo sonriendo—. Ella es como un arcoíris, no deja que nadie apague su luz a pesar de todo lo que ha vivido.

—Es cierto —asintió en acuerdo—. ¿La conoces desde hace mucho tiempo?

Para ser honesto, Steve sabía que esto se veía como un interrogatorio más que como una plática trivial, pero no le importó, no si podía saber algo más sobre ese pelirrojo que veía a Lucy con ojos de luna.

—Desde los seis años; mi hermana y yo éramos muy cercanos a ella hasta que se mudó aquí. —Se encogió de hombros, viéndolo con la cabeza ladeada—. ¿Y tú, desde hace cuánto la conoces?

—Creo que desde los catorce, o trece, no lo recuerdo bien. —Sonrió un poco al momento que sus ojos viajaban a la ahora rubia Lucy Munson—. Pero somos amigos desde hace un año, más o menos.

—¿Steve Harrington, cierto?

—Ajá.

—Y esa chica bonita es tu novia, ¿no?

Steve notó que la actitud del pelirrojo era extraña, como si fingiera amabilidad, pero asintió.

—Entonces, ve con tu chica y deja de ponerle ojitos tiernos a Lucy —murmuró con una sonrisa condescendiente.

Steve se apresuró a negar con la cabeza mientras se cruzaba de brazos.

—No sé de qué me estás hablando.

—Mira, si no empiezas a disimular mejor, tu novia se dará cuenta.

—No debo disimular nada porque Lucy es solo mi amiga —aclaró en voz baja—. Y si la estoy mirando mucho es porque se tiñó el cabello, nada más.

—Ah, ¿de verdad? —preguntó alzando las cejas, incrédulo.

—Por supuesto. Y no debo darte explicaciones —murmuró molesto.

Jordan se encogió de hombros mientras se llevaba un caramelo a la boca. El empaque de celofán sonó en sus dedos hasta que lo guardó en el bolsillo de su chaqueta negra.

—¿Estás interesado en ella? —Le preguntó mientras fruncía las cejas—. Porque es bonita, por supuesto, y fuerte, pero es un poco...

—¿Un poco qué? —Jordan entrecerró los ojos—. Continúa, termina tu oración, Harrington.

Steve se lamió los labios antes de asegurarse que ninguna de las chicas les estuvieran prestando atención. El imbécil pelirrojo planeaba hacerlo quedar mal enfrente de su amiga más sincera, Steve lo reconoce, es un poco despistado pero no a ese nivel.

—No iba a decir algo malo de Lucy, no soy idiota.

—¿En serio? —Ladeó la cabeza, parecía divertido.

Steve exhaló con fuerza, aún sosteniendo la mirada azul del pelirrojo.

—¿Cuál es tu problema conmigo?

—Sé lo que haces, galancito —murmuró Jordan—. Así que no pretendas no saber porqué intento protegerla.

Steve apartó la vista con una mueca de fastidio. A lo lejos vio que Nancy hablaba animadamente con Lucy mientras le tomaba mechones del cabello, y sin esforzarse en evitarlo, sus ojos recorrieron a Lucy: estaba radiante a la luz de la luna, sonreía con verdadera felicidad, lo que hacía que sus encantadores ojos del color del sol brillaran. Era la clase de vista que nunca podría comprar.

El latido de su corazón se aceleró, en acuerdo a sus pensamientos, cuando ella le dio una mirada fugaz, y pese a que Lucy apartó la vista de él inmediatamente, su corazón no se frenó, los latidos siguieron hasta que una ráfaga de aire lo regresó a la realidad.

Eran nervios, no habían hablado en más de tres meses. Steve estaba ansioso por contarle que su marca del alma gemela comenzaba a tomar forma, y lo mejor –y más extraño–, era que no le había salido en la espalda alta como es la norma general, sino que tomaba lugar en su cadera, del lado izquierdo. Era una marca especial, el problema es que Steve no recordaba una vida diferente a la que vivía en la actualidad.

—Los tipos como tú abundan en el mundo —mencionó Jordan, atrayendo su atención.

—¿Y cómo son los tipos como yo, según tú? —cuestionó en tono indiferente.

—Quieres la atención de todas las chicas, Lucy incluida.

Steve se rio mientras alzaba la mano en el aire para aclarar un punto.

—Para empezar, eso fue en el pasado. Ya no soy el mismo.

—Sí, cómo no.

—Y Lucy no necesita que la protejas —sonrió burlesco—. Puede que la conozcas desde que eran niños, pero tal parece que yo sé más cosas de ella que tú.

Steve no estaba seguro de adónde los llevaría esta conversación que iba en bucle, pero sabía que si no la frenaba alguien exterior a ellos, podrían continuar toda la noche.

—Ahora yo te doy una recomendación, chico zanahoria —dijo rompiendo el silencio—, Lucy es una chica con carácter, no la hagas enojar.

—¿Por qué se enojaría? Solo intento protegerla, lo ha hecho bien, pero quiero ayudarla.

Steve resopló por lo bajo, una mueca de molestia surgiendo en su rostro mientras veía al de ojos azules fijamente.

—Te lo advertí, hombre. —Le palmeó el hombro con más fuerza de la necesaria, a lo que Jordan se puso tenso y lo miró con desagrado—. Supongo que te tocará aprenderlo de la mala forma.

Jordan se sacudió la mano de Steve bruscamente, y estaba a punto de decir algo cuando Lucy llegó a su lado y tocó el hombro del pelirrojo, la confusión adueñada de su rostro.

—Red, ¿y las palomitas?

Fue inexplicable cómo todo cobró sentido para Steve en ese momento, porque Jordan le sonrió a Lucy de la misma forma que él le sonreía a las chicas cuando buscaba conquistarlas. Pero ¿qué era ese vacío en su pecho? A los segundos, se convirtió en un tornado que devoraba su alma desde adentro de su pecho al ver que Lucy le prestó su completa atención al pelirrojo, no a él. 

—Hola, Steve —lo saludó Lucy con una sonrisa tímida.

Los ojos de Steve inmediatamente viajaron al agarre que Lucy mantenía sobre el hombro de Jordan, y pestañeó con lentitud. Lucy lo había llamado por su nombre, a secas, no más "Bambi" o "Stevie".

—Demonio —le sonrió un poco.

No pudo evitar apartar la vista cuando ella se dirigió hacia Jordan y le preguntó con entusiasmo, y una de esas sonrisas que antes le dirigió a él:

—¿Y mis palomitas de caramelo, Red? —preguntó ella de nuevo, con voz juguetona.

—No encontré de caramelo, Lu —respondió, para decepción de Lucy—. Pero aún puedo intentar hacer algunas en casa.

—Mientras no me intoxiques —rio—, está bien.

Steve se metió las manos a los bolsillos de su chaqueta y se alejó en dirección a Nancy, quien le dio una miradita por encima del hombro con curiosidad. Ella se despidió de Jules y Robin, se giró hacia él y tomó su mano mientras se adentraban al cine.

—Por dios, Steve, ya dime lo que te molesta.

Estaban formados en la fila para comprar palomitas de maíz y algunas golosinas, cuando Nancy le dijo eso y lo observó atentamente, buscando una respuesta en sus expresiones, una que no diría con palabras.

—Estoy bien, no me pasa nada.

—Sí, por supuesto —murmuró molesta. A Steve no pudo importarle menos porque estaba ciegamente convencido –o lo intentaba–, de su respuesta. Nada malo pasaba.

Sin embargo, mientras proyectaban la película, no pudo concentrar su atención en otra cosa que no fuera Lucy y Jordan, y ambos comiendo palomitas de maíz, lanzándolas entre ellos y riendo por la travesura de que algunas les cayeron en la cabeza a las personas de la fila de abajo.

Lucy sonriéndole de esa forma encantadora a Jordan.

Jordan devolviéndole la sonrisa.

Entonces, Lucy tomaría la iniciativa, lo halaría del hombro y lo acercaría a ella.

El estómago se le revolvió un poco. Steve no quería que Lucy le regalara sonrisas a otro chico, o que llamase por apodos cariñosos a algún tipo que la miraba como Jordan lo hacía. ¡Por dios, no quería que las manos de Lucy tocaran a ningún sujeto! A menos que...

La revelación se convirtió en un nudo en su estómago cuando vio a Nancy, no quería seguir con esta mentira deshonesta, no sabía cuánto más podría soportarlo. La tensión comenzaba a acumularse en su relación, y este descubrimiento solo empeoraría las cosas.





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¡𝑮𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒆𝒆𝒓! 

T𝒐𝒎𝒆𝒏 𝒂𝒈𝒖̈𝒊𝒕𝒂 (𝒂𝒒𝒖𝒊́ 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 𝒗𝒊𝒗𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒐 𝒄𝒂𝒍𝒐𝒓, 𝒂𝒔𝒊́ 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒋𝒂́...)

𝑨 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒊𝒕𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒅𝒆𝒋𝒆𝒏 𝒔𝒖 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓𝒊𝒕𝒂 𝒂𝒒𝒖𝒊́, 𝒍𝒆𝒔 𝒅𝒆𝒅𝒊𝒄𝒐 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒐𝒙. 𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 <𝟑

𝑪𝒂𝒅𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒆𝒔𝒕𝒂́ 𝒎𝒂́𝒔 𝒄𝒆𝒓𝒄𝒂 𝒍𝒂 𝒗𝒆𝒓𝒅𝒂𝒅 𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆 𝑨𝒕𝒍𝒂𝒏𝒕𝒊𝒔... ¿𝑸𝒖𝒊𝒆́𝒏 𝒄𝒓𝒆𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒆 𝒂 𝑳𝒖𝒄𝒚 𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒃𝒓𝒊𝒓𝒍𝒂?
(𝑷𝒊𝒔𝒕𝒂: 𝑴)

*𝒈𝒓𝒊𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒆𝒎𝒐𝒄𝒊𝒐́𝒏*

¡𝑺𝒕𝒆𝒗𝒆 𝒚𝒂 𝒔𝒆 𝒅𝒊𝒐 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒔𝒖𝒔 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝑳𝒖𝒄𝒚!


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