
𝟏𝟎;; «𝐊𝐢𝐦 𝐉𝐞𝐧𝐧𝐢𝐞, 𝐃𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢𝐝𝐚»
Al salir del baño, vestido con una remera gris oscura y unos pantalones negros bastante holgados, con los hombros algo mojados por lo húmedo de sus cabellos, Jennie fue hacia la cocina, viendo que Roseanne no estaba en el dormitorio.
— ¿Unnie? — preguntó, viendo a la rubia, de espaldas a ella, sosteniéndose con fuerza de la encimera de la cocina.
— No tomaste los supresores— dijo.
Jennie no contestó, no sabía qué le estaba pasando a Roseanne.
La rubia giró un poco el rostro para verla de reojo.
— Jennie, ¿Sabes que acabas de entrar en celo?
La castaña se sorprendió un poco, se le había olvidado completamente el tema de su celo, al punto de ignorar el por ahora leve dolor en la parte baja de su abdomen, había estado muy ocupada sintiendose mal emocionalmente como para pensar en eso.
— Tu olor me está volviendo loca, Jennie, vé a tomartelos— se notaba que Roseanne estaba apretado sus dientes.
La castaña reaccionó y fue hasta al cuarto, donde, sobre el escritorio, descansaba la cajita con los supresores.
Decidió no volver a la cocina por agua, y en cambio fue al baño, haciendo un cuenco con la manos para tragar la pastilla.
Luego, con precaución, se asomó de nuevo en la cocina, entra vez, para ver a Roseanne preparar algo de comida.
Park sintió el olor de Jennie de nuevo, volteando a verlo.
— Ya los tomé— dijo la omega, antes de que la otra lo preguntara.
— Supongo que tardará un rato en hacer efecto —dijo la mayor con un suspiro—. Siéntate, que aún debes comer.
Rosé le sirvió una generosa ración de arroz, y Jennie sabía que no lo dejaría irse hasta terminarlo todo.
Un poco alejada, Roseanne intentaba distraerse del olor de la omega.
Antes, en el baño, cuando Jennie había salido de bañera, Roseanne había visto demasiado bien su cuerpo, sumado a que su aroma dulce, de manzanas y caramelo, se había hecho más fuerte, aunque quizás era maximizando por el hecho de que el olor a tristeza de antes se había ido, dejando el dulzón.
Pero Roseanne no podía olvidar de unas ganas enormes que tuvo de besar a la omega, y algo más.
Se preguntó si quizás, cuando decidió hacerle caso a su loba, se había dejado llevar bastante, doblegandose al punto de hasta llegar a bañar a Jennie, todo porque en su pecho, sentía la necesidad de mimarla, y cuidarla como no lo había hecho antes.
Y ahora, a pesar que estaba un poco más calmada, y que el olor de Jennie también, sentía la necesidad de salir corriendo de aquel lugar.
Pero no podía hacerle eso a Jennie ya bastante la había afectado al irse la noche anterior.
Recordando cómo había paseado toda la noche soportando el frío de principio de invierno hasta llegar a una estación de servicio, que abría las veinticuatro horas, dónde tomó café hasta terminar de liquidar toda chance de dormirse; pero no tenía ganas de hacerlo de nuevo.
Cuando Jennie terminó su comida, se volteó un poco para verla, Roseanne sólo tomó el plato, diciéndole que vaya a la cama y que él iría luego de lavar.
Dicho y hecho, Park entró al dormitorio para encontrar que la castaña había acomodado las sábanas, haciendo la cama de forma prolija, para luego abrir las sábanas, aunque no se metió en estas.
— Rosé unnie, ¿Podría entrar usted primero?
Roseanne frunció el ceño.
— Así no podrá irse— explicó Jennie, sonrió un poco—, estará entre mí y la pared.
Roseanne pensó en objetar, pero suspiró de nuevo para callarse, repitiéndose que debía ser buena con Jennie, siguiendo el consejo que tanto un libro como la bibliotecaria le habían dado.
Entró a la cama, dándole la espalda a la pared, viendo a Jennie apagar las luces y luego caminando en la semioscuridad hasta llegar a la cama.
La omega se acomodó pegando su cuerpo contra el de la rubia, hundiendo su rostro en el pecho de la mayor, automáticamente, ella envolvió a Jennie con sus brazos.
La castaña sonrió al escuchar el latido, algo acelerado de Roseanne.
Por su parte, Roseanne olía el shampoo del pelo de Jennie mezclado con el olor propio de la omega, un poco menos embriagante que antes, pero fuerte.
Lejos de estar exitada, estaba sumamente cómoda, con la calidez del cuerpo entre sus brazos y aquel aroma que comenzaba a gustarle bastante, guiándola al mundo onírico pacíficamente.
Hacía mucho tiempo que no dormía tan tranquila.
Con el amanecer del sábado, Roseanne se alegró de no tener que ir a la universidad, pero debía cumplir horario en el supermercado.
Al despertarse, sintiendo el olor de Jennie, y la calidez del cuerpo de la omega sobre su pecho, la mayor sonrió un poco.
Sentía algo de pena por ella, debía despertarla para poder salir de la cama y luego ir a trabajar, interrumpiendo lo linda y tranquila que se veía al dormir.
Roseanne llevó una mano al rostro de Jennie, acariciando su mejilla con gentileza.
— Eh, Kim, déjame salir.
Jennie murmuró palabras inentendibles, negando la cabeza, hundida en el pecho de Roseanne.
La rubia rió un poco por lo adorable que parecía la omega somnolienta.
— Jennie, tengo que ir a trabajar, déjame.
— ¿Volverá? — la voz cansada de la chica sonaba algo preocupada.
— Claro que volveré, ¿Cuándo no he vuelto?
Jennie se sintió un poco avergonzada por una pregunta tan tonta.
Roseanne pensó que la omega en celo la necesitaría, para calmar sus dolores con mimos o sólo para abrigarse en su olor, el que Jennie podía sentir a la perfección.
— Hoy es sábado, Jennie, no tendré clases en la universidad, regreso temprano, sólo iré a trabajar y vuelvo.
Jennie pareció no escuchar, ya que no la soltó, por el contrario, hundió un poco más el rostro en Roseanne, frotandolo un poco su nariz en este mientras inhalaba el olor de la mayor.
Finalmente, la omega alzó la vista, mirando a la rubia un momento antes de suspirar, soltando a la mayor y corriendo las sábanas para salir de la cama.
Roseanne sintió un poco de frío al despegarse de la cálida chica, pero salió de la cama, caminando hacia la cocina, puso a calentar el agua para su café y regresó al cuarto para tomar la ropa que se podría.
Cargando con unos pantalones negros, una remera oscura y un buzo gris, la rubia echó una mirada a la castaña, quien estaba mirando al suelo, sentada al borde de la cama, con un pequeño mohín.
— ¿Pasa algo? — preguntó Roseanne.
Jennie negó, mintiendo.
— Vamos, prepárate el desayuno que quieras, cuando regreso del trabajo voy a traerte chocolatada— dijo la mayor, provocando una sonrisa en la castaña.
— Esa cara de feliz cumpleaños, Park— comentó Dahyun ante la sonrisa con la que había entrado la más alta.
— ¿Cómo adivinaste?
Dahyun alzó las cejas.
— ¿Es tu cumpleaños?
— Nop— dijo Roseanne, para luego reír.
Dahyun la golpeó en el brazo mientras murmuraba un insulto.
— Y de nuevo con ese olor, Roseanne, veo que quien sea te pone de muy buen humor — comentó la chica, la más alta no contestó, pero sonrió.
Fue hacia la sala de empleados, dejando su abrigo allí, para luego colocarse el delantal.
Escuchó que alguien prendía la pequeña televisión sobre la mesa, Roseanne nunca la usaba ya que se había desacostumbrado, al igual que el uso de celulares, no tenía y ya no le interesaba tenerlo.
— Linda conejita musculosa — escuchó decir a Dahyun, Roseanne frunció el ceño ante aquel "halago".
La alta miró la televisión, frunciendo el ceño con algo de asco, la chica estaba exagerado, aquella peli negra no era musculosa, aunque no podía decir que la parte de "linda" era mentira.
Pero sus ojos se abrieron de golpe al ver el título de la noticia, en mayúsculas:
«Kim Jennie, desaparecida»
Su corazón se aceleró un poco (bastante), y comenzó a sudar frío.
— ... Luego de buscarlo de forma privada, discretamente, hemos decido aclarar el rumor de la desaparición de la omega Kim Jennie — hablaba aquella peli negra—, los rumores son ciertos, y...
— Linda, quítate algunos botones de la camisa— dijo Dahyun en tono seductor.
Roseanne no pudo evitar volver a fruncir el ceño ante aquel comentario, se suponía que era un tema serio, y ella estaba muy nerviosa, y algo asustada, pero esa chica no la dejaba preocuparse como debería.
—...pedimos su colaboración para que Kim Jennie regrese con su familia, si alguien ha visto, o sabe algo, incluso si parece un detalle no muy importante, puede ayudar a la causa...
— Ayudame con mi tanga, bebé— comentó nuevamente Dahyun, y una nueva de asco se instaló en el rostro de Park.
— ... Pueden ir a declarar a cualquier estación de policía, información que brinden que ayude a la búsqueda de Kim Jennie tendrá recompensa...
— Pegame y decime Marta —Ay Dahyun.
— ¿Puedes callarte un poco, mierda? — dijo Roseanne, aunque no sonó mucho como una pregunta.
— No molestes, Park —la más baja volvió a hablar en su tono enojado, pero Roseanne lo prefería muchísimo más antes de aquella forma melosa con al que había hablado antes—. Déjame ver a esta...— entrecerró los ojos para ver el nombre de la chica peli negra, a un costado de la televisión— Kim Jisoo.
Roseanne rodó los ojos, dispuesta a irse de aquella habitación.
— ... Pero antes de terminar, quisiera que escuchen unas palabras, para que entiendan la importancia de la desaparición de las personas. Con ustedes, Park Sooyoung.
Roseanne se detuvo en el umbral de la puerta al escuchar ese nombre, y no pudo evitar girar para ver el televisor de nuevo.
Ahora con el pelo rojo, totalmente diferente al negro de cuando había huido, vió la misma sonrisa en su rostro de hace tiempo atrás, una bastante hermosa y amplia.
Sintió nostalgia en su pecho, y algo de alegría también, la relación que había tenido con Sooyoung era de mejores amigas, eran hermanas y las personas más unidas que alguien podría haber conocido.
Y se sentía mal de como sólo había desaparecido, se sentía terrible.
Por más que una parte de ella quería escucharla, otra no la dejó, porque ya sabía que podía esperarse de aquel discurso, así que sólo bajó la vista al suelo y fue a reponer o acomodar cualquier producto que encontrara.
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