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Narrador Omnisciente.

-Obviamente esa chica te gusta, Giyū -hablo su maestro, luego de escuchar cada palabra.

-No.

-¿No qué? -cuestionó frunciendo el entrecejo bajo la máscara-, es normal que te guste alguien, ya estas en edad de...

-A Sabito también le gusta. -soltó dejándolo callado.

-Uh, ¿y él lo sabe? -intrigado esperaba la respuesta, sus dos pequeños, disputando por el amor de la misma chica, quién lo hubiera dicho.

-No, ni yo lo sabia. -dijo el azabache, Urokodaki quiso caer de espaldas, cómo era posible eso-, al parecer acabo de enterarme de que ella me gusta.

-Oh Giyu, creo que tu debe-

-Ella le corresponde -interrumpió, causando un leve revoltijo en el interior del mayor-, según me dijo Sabito, solo esperan a que él se convierta en Pilar.

Susurro más para el aire que para si mismo, y eso era lo único que le quedaba, hasta que Sabito no fuera Pilar, él podría seguir enamorado de ella, pero cuando su amigo alcanzará su meta, la cual le faltaba muy poco para llegar, Tomioka debería dejar cualquier sentimiento hacia la rubia, eso se había prometido, y rezaba internamente el poder cumplirlo.

●●●

-... esperaré hasta que seas Pilar.

El tiempo pasó y aquella promesa parecía desvanecerse lentamente.
Tal y como lo había dicho; Sabito cumplió dieciséis y no se tardó en informar que al poco tiempo se había convertido en el Pilar del agua.

Sin embargo aquella promesa de hace un año atrás parecía ser llevada por el viento, lejos de ellos y sus memorias, o quizá no querían sacar el tema porque era algo que los avergonzaba.
Aún mantenían contacto y se trataban de forma cariñosa, y al parecer así se quedaría, pues él no había sacado el tema y ella no quería sacarlo; había decidido concentrarse más y también llegar a tomar el lugar de Pilar de vida, no quería quedarse atrás.

"Hace un mes no pude pasar mi cumpleaños con mi maestro, ahora que tengo tiempo libre iré a verlo, lo he extrañado mucho"

Y esa fue la última nota que le llegó a Sabito.
Asa caminaba con lentitud y paciencia hacia el hogar de Himura, el sol había desaparecido hacia tiempo y la luna empezaba a tomar su lugar, no se preocupó, pues faltaba solo un poco, quizá cinco minutos, le daría una gran sorpresa.

Sin embargo la única que recibió una sorpresa fue la rubia, no pudo evitar quedarse helada al ver todo el lugar hecho trizas, sangre por doquier, ¿qué había pasado?

-¡Maestro! ¡maestro! -gritó, deseando que le respondieran.
Soltó un gemido ahogado cuando notó aquellas marcas en la puerta, aquellas gotas de sangre, un demonio había llegado, recientemente, pues el sol apenas había desaparecido hace hora y media.

Empuñó su espada, aún llamando a su maestro entre gritos, empezando a caminar alrededor del lugar, intentando buscar señales de algo.
Se negaba a creer que su maestro había muerto, se negaba a dejarlo ir.

Quince minutos más bastaron.
El sonido de su espada golpeando el suelo retumbó el silencio de aquella fria noche, lágrimas amenazaban por salir de sus ojos, su cuerpo empezó a temblar y estuvo a nada de caer al suelo.
A unos metros se hallaba su maestro inconsciente, o eso deseaba, rodeado de sangre.

-Cumplí con la misión... no deje que su sangre fuera en vano -comentaba aquel castaño, que se hallaba junto al cuerpo de Himura.

Quiso correr a atacarlo, pero su cuerpo no reaccionaba, solo miraba atónita aquella escena, ¿cómo era posible que pudieran haber dañado a su maestro?

El demonio volteó y la observó fijamente, parecía penetrarla con sus amarillos ojos, aquella piel grisácea, parecía que sus venas saltaran de su rostro, Asa no hacía más que temblar, hasta que todo sentimiento de temor desapareció cuando notó aquel kanji en su ojo izquierdo.

》Luna inferior dos...

Sus pensamientos empezaron a presionarla, su mirada solo se movía del cuerpo de su maestro a su espada.
Y cuando estuvo a punto de atacar lo escuchó.

-No deje que su sangre se desperdicie... aunque me dijo que no te toque -La rubia sintió escalofríos.

-Te voy a destruir -sollozó sujetando con fuerza su espada, aliviandose cuando vio como el cuerpo de Himura se movía levemente.

-Se metió, yo no quería dañarlo, él me había encargado que te vigilara, que matara a todo aquel que estuviera cerca tuyo -el demonio castaño sonrió orgulloso ante tales palabras-, y yo cumplí... su sangre no se desperdició.

Akihoshi hizo una mueca de asco, Kibutsuji estaba enfermo.

-Él no quiere que nadie se acerque a ti.

-Muzan Kibutsuji esta enfermo, es un maldito demente. -habló empezando a colocarse en posición, debía acabar con ese demonio rápidamente si quería ayudar a su maestro.

-¡No te atrevas a hablar así de él! -gritó colocándose en guardia-, te entregaré ante él, y entonces verás lo benevolente que es, finalmente él te tendrá.

-Segunda postura; -Asa no espero más y se lanzo a atacarlo-, flores de perlas iluminadas por la luna.

La rubia se sorprendió al ver cómo esquivaba la mayoría de sus ataques, sería una larga noche y tendría que dar lo mejor de sí misma.

●●●

Cayo al suelo, escupió sangre y sintió su mirada borrosa.
No sabía cuánto había pasado, solo deseaba que el sol saliera lo más pronto posible, quizá cuatro, cinco o hasta seis horas.
Su cuerpo dolía, se sentía débil e inútil.

-Tu puedes -aquel susurro causo que levantara la cabeza, su maestro estaba ahí, la miraba con una sonrisa, desapareciendo de un momento a otro, no le tomó importancia y se puso de pie, un poco más, solo un poco más.

-Caerás y te llevaré... ante él. -susurró aquel demonio.

-Octava postura -debía de acabarlo, correr a ver a su maestro-, cola giratoria... del dragón lunar. -Un salto y movimiento con su katana, quiso reír cuando vio como la cabeza de aquel hombre se separaba de su cuerpo.

Empezó a sentir calidez, el sol pronto estaría por hacer aparición.
El recuerdo de Himura Kurohiko cruzó su mente, debía buscarlo.
Velozmente se puso de pie, y arrastrando su cuerpo empezó a caminar, buscando a su maestro.

-¡Maestro! ¡ma... estro! -gritaba con la poca voz que le quedaba.
Soltó lágrimas de felicidad cuando lo vio frente suyo, a nada de acercarse él volteó.
Asa quiso gritar, pero ya se había quedado sin energía para eso.

Sus hebras castañas ahora eran blancas, sus ojos color chocolate ahora eran negros, y aquella hermosa sonrisa que la había tranquilizado de pequeña ahora tenia colmillos.
Ese no era su maestro, ese no era Kurohiko Himura, ese era un demonio.

-Mátame... mátame. -pidió este, mordiéndose las manos, empezando a sangrar.

-Hermano. -gimió cayendo al suelo junto al albino.

-Mátame... mátame Asa -seguía rogando.

La rubia negó y lo abrazó, parecía importarle poco el que él pudiera hacerle algo, solo lloraba mientras se negaba a las peticiones de su maestro, ahora demonio, ella no podía dañarlo, ella no quería dañarlo.

Himura parecía estar consciente de todo, se separó de ella y a lo lejos vio el sol, sería su fin, y obviamente su pequeña niña se negaba a hacerle algo.

-Vive con amor, no odies a nadie. -empezó hablar, aceptando su destino-, viví de manera dichosa gracias a tu compañía, te visitaré en tus sueños...

Asa miro a su alrededor, intentando hallar algo con que cubrir del sol a su maestro.

-Siempre seras mi pequeño sol...

Sintió el como él la habia soltado, miró al albino, sus manos había empezado a desaparecer, Himura aún mantenía una sonrisa.
Entonces la rubia cayó en cuenta de algo,
》respiración solar,
Ella podía salvarlo.

Sujeto su katana, dejándola caer nuevamente, ya era tarde.
Lloro aún más y observo al los, ahora, ojos negros de Kurohiko.

-Hermano... -acercó su pálida y delgada mano a la mejilla de aquel hombre-, te quiero... -Y cómo si ella fuera la personificación del sol, cuando lo tocó, aquel rostro que tanto la había acompañado empezó a desaparecer, dispersando pequeños rastro de polvo por todo el lugar.

-Yo también. -Fue lo último que se escuchó, antes de que todo aquel lugar se llenara de gritos y llanto, provenientes de la fémina.

Ahora Akihoshi sabía, sabía lo que pasaría y lo que había hecho.

》Himura Kurohiko, ex Pilar de vida, acababa de fallecer.
》Su alumna Asa Akihoshi, lo había matado, pues se había negado a salvarlo.

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