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ᴅʀᴇᴀᴅꜰᴜʟ ᴍᴇᴍᴏʀɪᴇꜱ

Personajes: Chise Hatori, Ruth, Elias Ainsworth, Silky.

Manga/Anime: Mahō Tsukai no Yome.

Cantidad de palabras: 2, 768.

Ship: Elias x Chise.

Tema: Fobia.

Criatura: Cù Sìth.

Género: Angst, terror, horror, gore.

Advertencia: Contenido levemente explícito acerca de violencia, se recomienda discreción.

Nota: Les recomiendo leer el One Shot con esta música de fondo, fue mi inspiración total para redactar la idea que tenía en mente y creo que fue el apoyo ideal.

https://youtu.be/4-FFQwjmHPQ

La cabeza de Chise daba vueltas, consiguiendo que la chiquilla perdiera el equilibrio y, sin previo aviso, cayera al húmedo césped que crecía a sus pies. Su corazón latía con fuerza y el tercer aullido del Cù Sìth surcó los aires.

Ese día llegaría el fin de su vida, y no habría magia que pudiera oponerse al mensajero de la muerte y su feroz mandíbula.

Aunque la pelirroja intentó hacer uso de todas sus fuerzas, ni siquiera así consiguió incorporarse. Lo único que la cubría del helado clima celta era la fina capa blanca que Silky había tejido para ella, la que ahora se encontraba llena de lodo. Saladas lágrimas inundaban sus ojos, nublándole la visión. Pudo escuchar los gruñidos acercarse al lugar en donde se encontraba, haciendo que sus músculos se tensaran hasta acalambrarse de terror.

No podía moverse.

La Slay Beggy enterró sus uñas en la tierra que manchaba su cuerpo y, aunque trató de alzar su vista, solamente fue capaz de toparse con las patas de la criatura de grueso pelaje que poseía un tono verdoso, tan oscuro, que casi rozaba con lo negro.

Su estómago se revolvió cuando el fétido aliento de la criatura chocó contra su rostro al esta acercarse para olisquearle, viéndose obligada a reprimir una arcada de asco cuando unas calientes gotas de saliva cayeron de las fauces del canino y le empaparon las mejillas. Chise podía reconocer aquel olor en cualquier lugar: era sangre. La misma sangre que seguramente pertenecía a la última víctima del animal, y que pronto estaría mezclada con la suya.

Su garganta se encontraba cerrada y fue incapaz de llorar o emitir cualquier tipo de ruido, solamente podía expresar su desesperación por las lágrimas que le bañaban el rostro. Cerró sus ojos con fuerza, no logrando centrarse en ninguna cosa, más que en un ligero pensamiento que se alzaba entre los gritos a capela que inundaban su cabeza ante la inevitable muerte.

«Sálvame, Elias.»

Cuando un crujido aterrador cegó sus sentidos, Chise no tuvo de otra más que aceptar ser arrastrada en el mar de una obscura y cegadora tiniebla, la cual devoró su alma.

Bien pudieron haber pasado horas, o incluso años, pero —durante lo que a ella le pareció una eternidad— Chise no pudo hacer nada para evitar verse envuelta en una pesadilla que la llevaba una y otra vez a revivir aquel instante, del cual estaba segura que fue el último de su vida. Pero, para una criatura tan llena de magia como ella, era imposible que el final llegara tan pronto; sin embargo, ni aquella certeza evitó que, cuando sus orbes esmeraldas se abrieron con lentitud, la confusión se apoderara de ella.

En medio de un ataque de pánico, la chica que tenía cabellos como brasas ardientes no pudo evitar tirar todo lo que estaba a su alcance entre movimientos torpes y frenéticos. Un fuerte pinchazo en su columna la devolvió a su postura inicial, aunque el desastre ya estaba hecho y el ruido que había ocasionado la caída de la jarra de cristal al lado de su cama había sido suficiente para alertar a quienes se encontraban en la habitación de al lado y no tardaron en precipitarse a su encuentro.

El primero en entrar y quien eclipsó la mente de la muchacha fue una alta criatura de cráneo animal y proporciones humanas. En el brillo de su mirada había algo que la joven no fue capaz de descifrar, pero en lo que no se detuvo a pensar, sino que, haciendo uso de las fuerzas que obtenía por su confusión, estiró sus brazos en busca de consuelo por parte del mayor. Ni bien el varón estiró su mano en dirección a ella, ésta sujetó entre sus brazos la extremidad del mayor, quien por la sorpresa terminó casi encima suyo, permitiendo ser atraído en el desesperado abrazo que Chise buscó. Elias no era el mejor con el contacto físico, pero no negó nada que su temerosa aprendiz le exigió en silencio.

Pisándole los talones, el hada doméstica del mago había entrado, habiéndose ella concentrado en limpiar el desastre que la Slay Beggy había dejado en la habitación, teniendo especial cuidado con los pequeños trozos de vidrio ya que no deseaba que nadie resultara herido. No tardó en apartar al mago, quien no opuso resistencia para permitirle a Silky revisar a Chise.

La muchacha no tardó en hacer una rabieta, negándose a separarse del tacto de su protector, siendo Chise todavía incapaz de pronunciar cualquier tipo de sonido que no fueran meros balbuceos cargados de desesperación. Ante aquella escena Elias fue incapaz de oponerse, así que, a regañadientes de Silky, tomó lugar a la orilla de la cama para envolver entre sus frías manos una de las pequeñas y tibias manos de la pelirroja, quien solamente así le permitió al hada revisarla.

Muy a diferencia de otras ocasiones, Chise no opuso resistencia cuando la pálida criatura le abrió la fina tela del camisón que era la única ropa que la cubría. Mantuvo siempre fijos en los ropajes de Elias sus ojos que contenían una errática expresión, denotando sin problemas los terrores que estaban ahogando su alma. El mago sintió pena por aquella débil muchachita, quien jamás se había mostrado tan desesperanzada como en aquel momento.

—Elias, necesito tu ayuda. Debo revisar su espalda, pero deberemos de moverla.

Los dedos de la chica se asieron a la ropa del hombre, quien al mirarla notó cómo sus labios estaban apretados con tanta fuerza que habían perdido algo de dolor, por lo que no pudo evitar pensar en alguna frase para ayudarla a encontrar calma. Sabía perfectamente que Silky sabía lo que hacía cuando se trataba de cuidar de la humana, pero eso no evitaba que todos sus nervios se pusieran de punta al presenciar aquel sufrimiento presente en su mirada y que le empezaba a hacer perder los estribos.

—Te prometo que no dolerá Chise, solo será una leve punzada.

Chise negó, colocando una débil oposición a ser cambiada de posición y su predicción fue acertada ya que en el momento en el que Elias deslizó sus manos por debajo del delgado cuerpo de la muchachita, ésta soltó un alarido de dolor que fue suficiente como para despertar de su profundo sueño a quien llevaba todo ese tiempo dormido a los pies de la cama de la pelirroja. En un movimiento rápido y denotando estar aturdido, Ruth se trepó a la cama de Chise en su aspecto canino, acercándose preocupado a ella.

Los párpados de la Slay Beggy se abrieron más de lo normal cuando el negruzco hocico quedó tan cerca de su cara y un leve gruñido salió de las fauces del animal. El horror la hizo perder la razón y, haciendo caso omiso al dolor que la aquejaba en su columna vertebral, hizo un movimiento brusco con la intención de alejarse de la criatura frente a ella, consiguiendo solamente con ello que Elias le sujetara con más fuerza de la debida y la herida en su espalda se abriera, llenando la bata y las blancas sábanas de sangre.

—¡Elias! ¡Que no se mueva!

Ajeno a las palabras del hada, el brillo carmesí en los orbes de Elias acentuó su color, demostrando cómo el lado más instintivo de su ser salía a la luz al escuchar los gritos de horros y lamentos de dolor que salían de los labios de aquella con la que compartía morada. La criatura no se detuvo a pensar en sus actos y en un brutal movimiento golpeó en el vientre al animal con su antebrazo, consiguiendo lanzarlo lejos de la vista de Chise cuando Ruth se estrelló con rudeza contra la pared contraria a donde estaban. El mago exhalaba humo en cada agitada respiración que daba y, haciendo uso de su magia, envolvió el herido cuerpo del familiar de Chise entre espinas negruzcas que se le clavaron en el cuerpo al animal, el cual chilló horrorizado de estar siendo atacado así.

Ruth forcejeó, intentando librarse de aquella prisión mientras que en sus pensamientos llamaba desesperado a Chise, quien seguía perdida en el terror que la había llevado al punto de vomitarse encima. La fuerza vital de la Slay Beggy disminuyó a creces con aquel ataque al familiar con el que estaba unida y su sangre empapaba las manos de las otras dos criaturas, quienes entre el uso de conjuros y pociones curativas buscaban apaciguar el dolor de la chica y parar la hemorragia.

Aquel parecía un espectáculo digno de cualquier cuento de terror donde ellos eran los protagonistas que no podían hacer nada más que esperar a su muerte.

Los ojos carmesíes de Ruth no podían despegarse del cuerpo de la chica a la que le había jurado lealtad eterna. No conseguía contestar a las interrogantes que lo acosaban y eso solo lo hacían vivir una mayor desesperación. Él había sido testigo de la manera en que Chise lo observaba, había contemplado en carne propia la forma en que la muchacha lo observó como si fuera el mayor monstruo de la historia, ¿qué había hecho para merecer aquel trato?

Sí, sabía que había sido un inútil por no llegar a tiempo cuando escuchó los tres aullidos en aquel bosque escoces al que habían ido debido a un encargo del mago. Sin embargo, desde el momento en el que se encontró el convaleciente cuerpo de Chise tirado en el piso y con sus órganos al descubierto en la parte de su espalda, no había dudado en actuar con rapidez. Estaba dispuesto a dar su propia vida por la de ella, por eso dio la idea de ser dormido para que toda su energía fuera transmitida durante las semanas que duró en aquel extraño estado en el que ninguno sabía si seguía con vida. Pero en ningún momento estuvo preparado para ser recibido de esa forma por ella y, mucho menos, ser atacado por Elias.

Alguien había herido a su Chise, causando que le tuviese miedo y Ruth lo haría pagar por eso. El mago no había sido capaz de cumplir con su designio al todos haber abandonado con urgencia aquel bosque después del ataque que había recibido la Slay Beggy cuando fue separada del lado de ambos y llevada hasta las entrañas de aquel lugar hechizado por un feroz Cù Sìth.

A su punto de vista, Elias había sido incapaz de defender a Chise al igual que él, pero no dejaría que ese error marcara una brecha entre él y su ama. Por lo que, motivado por su amor a ella, rompió las raíces con espinas que lo rodeaban y corrió tan veloz como su naturaleza se lo permitió, dirigiéndose al último lugar que había visto a la chica cuerda.

Desde aquel momento ninguno volvió a ver a Ruth.

En ocasiones, Silky soltaba un comentario distraído haciendo referencia al familiar de Chise, pero lo único que obtenía de parte de ella era un nuevo ataque de pánico que volvía a colocar su crítica salud en peligro. Elias, cegado por su preocupación por ella, creó un conjuro que evitaba la mención de aquella criatura en su hogar durante la recuperación de la Slay Beggy.

Tanto Elias como Silky e inclusive Chise sabían que Ruth no era culpable de nada, pero la última no podía evitar tener aquella reacción cada que pensaba en la naturaleza del espíritu, el cual tenía demasiada semejanza con el monstruo que la había llevado a una experiencia cercana a la muerte.

Ninguno era experto en pensamiento humano, pero si tenían certeza de algo era que, lo mejor para el estado actual de Chise era simplemente pasar página y olvidar a Ruth si deseaban que las pesadillas dejaran de acosar a la pelirroja inclusive cuando mantenía sus ojos abiertos.

Las lunas pasaron una tras otra y gracias a los remedios de Silky y la magia de Elias, pronto Chise pudo andar de nuevo sobre sus pies. Tuvo que esperar demasiado para que el mago accediera a siquiera salir de su habitación, pero llegó el día que inclusive podía pasar las tardes en el jardín. Que su cuerpo fuera mejorando no era señal que su mente lo hacía ya que no había noche en la que la pelirroja no despertara llamando a gritos a Elias, alertándolo de un supuesto aullido espectral que solo ella era capaz de escuchar.

Una de esas tantas noches en las que era atormentada por sus tétricos recuerdos borrosos, Chise no despertó gritando y tomó la decisión de salir a tomar un poco de aire fresco bajo la luz de la luna llena. Sus pies descalzos amoldaron la tierra comprimida debajo de sus pies, permitiéndola pasar por un breve instante de paz. A veces extrañaba a Ruth, pero algo muy dentro suyo le alentaba al decirle que en algún momento podría tener la oportunidad de verlo de nuevo sin ser atacada por aquel miedo irracional que la sacaba de sus cabales.

Esa madrugada era especialmente silenciosa, por lo que no le costó percatarse de la pesada respiración extra que tenía lugar del otro lado del jardín. Con paso tímido, Chise se encaminó hacia allá, pensando que seguramente era Elias el que la estaba espiando ya que no era la primera vez en que el hombre perdía sus horas de sueño al lado suyo.

Sus pasos la guiaron hasta detrás de un gran rosal de capullos rojos como el charco carmín sobre el que estaba de pie. Su respiración comenzó a volverse errática y su cuerpo entero tembló cuando fue consciente de la escena que sus ojos estaban presenciando. Frente a ella, envuelto en sangre y un festín de vísceras, el cuerpo mutilado de Ruth en su aspecto animal.

Chise sabía que la respiración que había escuchado no podía ser de él y aunque estaba segura de conocer lo que venía a continuación, aún así no era capaz de hacer que sus pies se movieran del lugar en el que estaba o que su voz se alzara para pedir ayuda. No pudo hacer nada más que disculparse en un sollozo con su familiar, el más íntimo amigo que había tenido y al que le había dado la espalda debido al pánico que sentía por criaturas con aspecto semejante al de él. Sintió sus músculos contraerse por el miedo y sin darse cuenta comenzó a arañarse la piel, buscando de alguna forma normalizar su ritmo cardíaco que no hacía nada más que aumentar.

Entonces los escuchó.

Tres claros y potentes aullidos provinieron desde aquella criatura que respiraba tras su espalda.

La menuda chica trató de correr, de gritar o de al menos, encarar a su agresor, pero no fue capaz de hacer nada cuando el peso de aquella bestia se cernió sobre ella, tirándola sobre el césped manchado por la sangre de su mejor amigo, quien reposaba moribundo frente a sus ojos y que apenas fue capaz de entreabrir su ojo izquierdo para observarla con una infinita tristeza.

No habían sido capaces de escapar de las poderosas garras del mensajero de la muerte, el Cù Sìth, el cual los había perseguido a pesar de las fronteras territoriales.

Chise estiró su mano con debilidad hacia Ruth, consiguiendo alcanzar a tocarla peluda pata del muchacho, quien soltó un gemido de agonía cuando compartió el mismo dolor mental de su ama debido a su contacto. Un gruñido feroz precedió a una brutal mordedura que se trajo entre los colmillos de la criatura salvaje trozos completos de la piel de la muchacha, quien solo tuvo oportunidad de gritar antes de que el destino tocara a su puerta.

Había llegado su hora.

Elias despertó de su largo sueño por los sollozos frenéticos de Silky, a quien jamás había escuchado y visto tan alterada cuando se precipitó en medio de la noche a su habitación. El hada no había sido capaz de explicar con palabras su desesperación, por lo que el mago solo se dejó arrastrar por ella al jardín donde encontró la peor escena que cualquier criatura humana o mítica pudo haber apreciado jamás.

Rodeados de pétalos y charcos carmesí, los restos de la joven por la que había estado dispuesto a dar cualquier cosa con tal de verla feliz, descansaban al lado de los del fiel familiar de ella. Las marcas de la agresión eran evidentes y la verdad fue inevitable.

No había forma de rescatar el alma de ambos, pero eso jamás le impediría ser el vengador de ellas ahora a lo que no tenía a nada más que aferrarse además del dolor que consumía su sentir.

Elias no permitiría al Cù Sìth volver a lastimar a nadie nunca más.

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