ꜰᴀꜱᴇ ɪ
Título: Bad Dream.
Personajes: Kuro/Sleepy Ash y Mahiru Shirota.
Manga/Anime: Servamp.
Cantidad de palabras: 1, 591.
Shipp: No.
Temática: Pesadilla.
Género: Angst, terror psicológico.
Nota: El caso de Kuro siempre me hace querer llorar. Esta es la primera vez que me atrevo a desarrollar a uno de mis personajes favoritos en un escrito y me hace sentir muy satisfecha el resultado final porque he sentido al personaje todo el tiempo. Aunque parece un KuroMahi en realidad he buscado mantener su relación como esa de total apoyo que hay entre ambos a través de todo el manga, porque sin duda su apoyo incondicional es mucho más fuerte que cualquier romance.
El corazón de Kuro latió con tanta fuerza que el vampiro de cabellos celestes se quedó sin aliento, aferrado a las sábanas de su cama. Un sonido de angustia logró escaparse de sus labios mientras enfocaba todas sus fuerzas en conseguir abrir sus ojos, los cuales pesaban más que la culpabilidad que sostenía en su espalda.
—Mahiru...
Un hilo de voz se escapó de sus labios, pero ni siquiera él logró escucharse más que en sus pensamientos. Todo parecía lejano e inclusive sentía que su cuerpo no era suyo al ser incapaz de controlarlo. ¿Cómo era posible que al perezoso Ash le sucediera eso? No podía encontrar explicación a ello ya que no era algo relacionado con su constante estado de apatía y pereza hacia todo lo que le rodeaba, lo que estaba experimentado era inclusive más fuerte que aquellos poderes sobrenaturales de los que había sido dotado al volverse inmortal.
—¿Hay algo a lo que le temes, Kuro?
No fue hasta el momento en que el muchacho escuchó aquella voz distorsionada que fue capaz de abrir sus ojos y clavar su mirada en el techo de la habitación que Mahiru le había permitido usar en la casa que compartía con su tío. El tapiz grisáceo del lugar se encontraba ennegrecido por aquella sustancia que él bien conocía brotaba de lo más profundo de su ser, contemplando así la manera en que aquella extraña brea iba desapareciendo todos los objetos con el avance de su paso, llenando la pequeña habitación de una oscuridad que amenazaba con tragarlo.
—¿Qué te da tanto miedo? ¿No es esto tu culpa?
Los rubíes del desesperado vampiro se posaron en aquella figurilla que parecía un muñeco de trapo mal cosido, que bien sabía que era la representación del poder que habitaba en lo más profundo de quién era ahora. Pocas veces había llegado a tener la oportunidad de verlo de forma tangible como en aquel momento que se paseaba sobre su torso. Las risas conseguían que él sintiera náuseas y quisiera gritar porque seguía sin ser capaz de mover ninguna parte de su cuerpo.
Kuro abrió su boca, estando dispuesto a contestarle a aquel ser y de paso llamar a Mahiru para que corriera lejos de él y aquella monstruosidad en la que se terminaría por convertir. Debía de salvarlo a costa de cualquier cosa que fuera necesaria. Sin embargo, ninguna palabra consiguió salir de sus labios y en cambio, se asfixió con el caliente y espeso líquido negruzco que borboteó fuera de su garganta. Las lágrimas bajaron por sus mejillas por la desesperación de seguir a merced de aquella criatura.
¿Que si tenía miedo? Claro que lo tenía. También culpabilidad, dolor, angustia, odio y asco hacia sí mismo.
¿Por qué era inmortal? ¿Por qué no podía morir de una vez y expiar de esa manera el pecado que había cometido? Había sido él quien dio el sí definitivo, quien se encargó de extinguir la vida del hombre que los había convertido en una familia por orden de una organización que lo único que buscaba era la destrucción de los seres como ellos.
Se había equivocado y era consciente de ello. Temía que el pequeño chico castaño de sonrisa tan brillante como el sol se enterara de su error y lo rechazara El pequeño, pero noble muchacho tenía un corazón de oro y era el brillo de esperanza que lograba salvarlo de su propio infierno. Pero ni toda esa bondad era suficiente para darle a Kuro la certeza de que cuando descubriera lo oscuro que era su alma se alejara de él, abandonándolo en un frío callejón como el gato solitario que era.
Kuro temía quedarse solo.
—Kuro, ¿eres un cobarde?
La figurilla trepó hasta su rostro, el cual tomó para que le prestara atención a él, teniendo un aspecto mucho más terrorífico del habitual al estar rasgado, dejando ver su relleno grisáceo, teniendo un aspecto descuidado y antiguo, pero lo que causó mayor desesperación en el vampiro fue encontrarlo lleno de una sangre espesa que lo hizo recordar de dónde provenía su mayor fuerza.
—¿Qué te pasa? ¿Has olvidado lo que has hecho? Tú lo mataste Kuro, todo es tu culpa.
Sin tener idea de cómo lo había conseguido, el de cabellera celeste se removió en su sitio, tratando de gritar a pesar de que todos sus sonidos eran acallados por la brea que no dejaba de brotar de su garganta, ahora estando mezclada con el carmín de sangre que desconocía si era suya o no. Logró hacer saltar a la criatura de encima suyo y le siguió con la mirada cuando se pudo incorporar sobre la cama en un esfuerzo que conllevó todas sus fuerzas. Al principio sufrió de un mareo, pero no permitió que eso lo detuviera al estirar su mano con angustia al querer alcanzar a su verdugo en un intento de parar con aquel sufrimiento que estaba experimentando.
Pero sus dedos no alcanzaron la tela del gato, sino que se empararon de un espeso y cálido fluido que se deslizó por su brazo, manchándole la ropa de carmesí cuando sin darse cuenta atravesó un cuerpo humano con sus garras. Temeroso, Kuro alzó su vista lentamente para hacer cara de a quién había dañado, pero se arrepentiría por mucho tiempo de aquella decisión cuando clavó su aterrada mirada en el rostro marcado por el dolor y horror que expresó Mahiru al mirarlo.
—Kuro... ¿Por qué...? ¿Por qué también yo?
Su rayo de sol se extinguió frente a sus ojos cuando el muchacho escupió sangre y más de aquella brea encima suyo, cayendo de bruces sobre la cama, siendo solo detenido de caer al suelo por las garras que seguían incrustadas en su vientre; mientras que su Servamp solo se limitaba a contemplar cómo la vida de aquel amable muchacho se escapaba entre sus manos llenas todavía de más pecados.
—¡Tú los has matado! ¡Deberás vivir con ello hasta que el mundo se acabe! ¡Nadie te amará jamás, Sleepy Ash! ¡Estarás solo hasta el fin de los tiempos!
Kuro gritó, gritó tanto que estaba seguro que su garganta se desagarraría a causa del esfuerzo que hacía en tratar de encontrar qué era real en aquel baño de sangre y terror del que era partícipe, pero parecía encontrarse sordo porque por más que se esforzara en gritar ningún sonido procedía de sus labios.
¿Qué había hecho? No, él no lo había querido, ni siquiera lo intentó, no comprendía lo que había sucedido. ¡Estaba seguro de no ser culpable de nada!
Las lágrimas le bañaban el rostro y su cuerpo temblaba por completo, siendo amenazado por las arcadas que anunciaban un vómito seguro. Quería desaparecer por completo de aquel lugar, soñar que todo estaba bien, aunque en el fondo él mismo supiera la verdad. Era un monstruo y estaba condenado a ser infeliz por el resto de su eterna existencia.
Su corazón latía desembocado y sentía una presión tal en el pecho que estaba seguro de haber dejado de respirar sin siquiera percatarse de ello. Necesitaba ayuda o aquel dolor lo convertiría en un cadáver con vida.
—Mahiru, lo siento...
—¡Kuro! ¡Kuro! ¡Despierta, Kuro!
El vampiro parpadeó con torpeza, no comprendiendo lo que sucedía a su alrededor y tardando demasiado en percatarse que el humano castaño lo tenía bien sujeto de los hombros mientras lo observaba con una expresión de preocupación y angustia en su máximo esplendor. Fue hasta ese momento en que Kuro fue consciente de que Mahiru no estaba muerto a causa de una apuñalada en su vientre, ni tampoco la habitación se encontraba llena de brea, simplemente se escuchaba una tormenta eléctrica golpear las ventanas de la casa, estando todo en penumbras, pero aun así consiguiendo ver el brillo en los ojos del chico que no había disminuido la presión de su agarre.
—La luz se ha cortado por la tormenta y te he escuchado llamarme, ¿te has asustado? ¿Tuviste un mal sueño?
Ahí estaba el Mahiru de siempre, quien se preocupaba mucho antes por el bienestar de los otros que por el suyo propio. Ese era al muchacho que le había tomado cariño y el mismo que deseaba tener el poder de ayudar en todos sus deseos por más que se negara aceptarlo.
—Oh, ¿te he llamado? Seguramente quería unas papitas fritas entre sueños... ¿Me las traerás?
Buscando disimular su actual estado, el vampiro tomó su forma animal, quedando así en brazos del humano, quien rio al negar, llevando al gatito negro a su habitación, metiéndose con él a la cama ya que notaba el temblor que dominaba el pequeño cuerpo.
—No seas tonto, es demasiado tarde para papas fritas. Además, te harán mal al estómago y mañana te sentirás mal, mejor durmamos juntos, parece que la calefacción de tu habitación no funciona, está helado. Revisaré eso cuando amanezca.
Aquel instinto maternal jamás abandonaba la figura del amable chico, razón por la que en sus adentros Kuro sonrió al acurrucarse en el costado del adolescente en busca de calor, siendo aquella su respuesta ante el comentario de Mahiru.
Todo estaba bien y aquel solo había sido una pesadilla, ¿qué no? El castaño lo había rescatado aquel día y le había dado algo más que un nombre y un objeto para formar un trato. Mahiru le había dado a Kuro un hogar y el deseo de curar las heridas de su triste corazón. Solamente debían de darle tiempo al tiempo y todo se solucionaría, Kuro estaba seguro de ello porque con su simple sonrisa Mahiru era capaz de ahuyentar cualquier mal sueño.
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