ᴄᵃᵖⁱ́ᵗᵘˡᵒ ③
La brisa fría rozaba su suéter vinotinto, aleteando como si fuera la capa de un héroe. Sus manos estaban dentro de sus bolsillos, su mochila colgaba detrás de su espalda y un par de auriculares en cada uno de sus oídos, le desconectaba del mundo donde se encontraba.
Su cabello castaño caía por su frente, tapando sus ojos que mostraban un alto desinterés, habían perdido ese brillo tan cautivador. Las ojeras adornaban sus joyas tristes, su tez era pálida y su contextura delgada, aun así, se esforzaba por mantenerse atlético y en buena forma.
Faltaban un par de días para su graduación, era su último año de escuela, por lo que también sería su último año en los clubes de básquet y fútbol.
Aspiraba algún día ser profesional y desligarse de su casa, independizarse y poder encontrar el oxígeno a sus pulmones, luego de estar mucho tiempo bajo el agua.
No quería estar ahí.
Llegó a la entrada de su casa y vio las luces encendidas. Suspiró al darse cuenta de las sombras a través de las ventanas.
Podía sentir de nuevo la incomodidad y desespero invadir su cuerpo.
Se llenó de valentía y abrió la puerta de su casa, quitó sus audífonos y el sollozo de su madre, fue la intro de la melodía violenta que sonaba en la casa.
Ella estaba recostada al marco de la puerta, sus manos acallaban su boca y él estaba frente a ella con la mano alzada.
Era como si la escena se hubiera congelado.
Jungkook sintió su sangre hervir y mirándolo con asco, con mucha ira y sus manos temblando cerradas en un puño, le preguntó.
—– ¿Qué demonios estás haciendo? —– escupió.
Woosung bajó su mano lentamente, y con una mirada amenazante que Jungkook se obligó a mantener, se dio la vuelta, pasó por su lado casi llevándoselo consigo y salió de la casa, propinándole un gran portazo y dolor a la inocente puerta.
Su corazón no se calmaba y el temblor en sus manos continuaba, aun así, mantuvo su postura erguida y en guardia.
Se acercó a su madre quien lo abrazó y lloró muy fuerte, provocando que Jungkook apretara aún más sus puños y aguantara las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, también intentaba a duras penas quitar el estorbo en su faringe.
Con quince años de edad, Jungkook ya sabía qué era ese algo que no le gustaba desde que conoció a Woosung cuando tenía cuatro años.
Lo descubrió de la forma más repentina y cruel, cuando apenas su cerebro lograba leer dos páginas de un libro de caligrafía, en diez minutos.
Claro que ya lo sabía, y le había quedado más que aclarado cuando los maltratos, peleas y discusiones comenzaron en su hogar de forma “discreta”; primero fue por llegar tarde a casa, por el descuido de su relación, por la limitación económica y simplemente se volvió sin sentido, nada más por respirar en el mismo lugar.
Esos “pequeños” incidentes surgieron dos años después de que iniciaran las salidas de “amigos y compañeros de trabajo” que tenían. Dichas salidas terminaron en un matrimonio cuando Jungkook sólo tenía siete años.
Sin embargo, el descontento de Jungkook hacia Woosung siempre fue nítido y palpable. Su desconfianza y rabia que cargaba hacia él aun siendo niño, podía sentirse en su mirada.
Estaba completamente incómodo.
Muy a su pesar, Jungkook tuvo que irse a vivir con ellos, aunque él se negó muchas veces, pero su abuela, debido a su edad no podía cuidarlo y mucho menos mantenerlo.
Tristemente, aceptó irse a vivir con ellos siempre y cuando, visitaran a la abuela continuamente.
Fue un trato que lo mantuvo un tiempo seguro, aunque después de un par de meses, las visitas las hacía él solo cuando salía de la escuela, porque ellos sólo discutían, peleaban, y siempre colocaban excusas.
Su abuela era la única que sabía la verdad y aunque intentó de todas las maneras posibles ayudar, lastimosamente había llegado la cuenta regresiva de su día.
Con noventa años, la abuela Jiyu falleció, muriendo también la esperanza que había nacido de poder ayudar a su madre de Woosung.
Como consuelo, aún quedaba para él su querida maestra, MiSuk.
Con el tiempo se fue haciendo más cercana a ella, llevándole galletas y dulces que preparaba con su abuela; incluso, en dos oportunidades ella les visitó e hizo galletas con ellos.
No sé había dado cuenta el gran cariño que le tenía a MiSuk, hasta que cambió de parvulario a colegio y entró en una desesperación cuando se enteró, que MiSuk no sería su maestra.
Claro que la castaña prometió llevarlo a casa y jugar en los recursos, que era el tiempo común que tenían, más si se encontraban en la misma infraestructura.
Así, siguieron manteniendo esas salidas donde dibujaban a los héroes y villanos, pues su maestra se convirtió en un gran soporte, incluso para elegir los colores en sus dibujos.
Por ello, cuando falleció su abuela, lo único que le quedó fue MiSuk.
Siendo un niño, optó por lograr metas académicamente que le abrieran paso a una beca y a un futuro mejor, donde tuviera las posibilidades de ayudar a su madre.
Aunque su primer golpe emocional y caída, fue cuando en su graduación, su madre salió corriendo a mitad de la ceremonia debido a una llamada que Woosung le hizo.
En ese momento, Jungkook se sintió despreciado y prácticamente sustituido por lo que más amaba.
Por suerte tenía a su abuela Jiyu, quien lo abrazó e intentó animarlo en su día especial, en su primer logro. Cosa que a duras penas logró con la ayuda de MiSuk, aunque Jungkook tuvo que seguir adelante de igual forma.
En la actualidad cursaba su último año de la secundaria, haría extras para ingresar oficialmente a los clubs de deporte, iría a la preparatoria y luego a la universidad, aunque sus aspiraciones rondaban en ser el mejor atleta, para ello debía esforzarse y tener buenas calificaciones.
Sin embargo, su situación económica no ayudaba mucho a tener las mejores condiciones físicas para ello, al igual que para tener lo necesario para sus estudios, por lo que Jungkook decidió trabajar haciendo recados, podando el césped de los vecinos, ayudando en los huertos, cuidando mascotas, niños, dando tareas dirigidas con MiSuk, entre otras cosas.
Así iba reuniendo y comprando su comida, sus útiles escolares y ahorraba dinero para cuando tuviera edad requerida, depositarlo en el banco y tener ingresos para estabilizarse y todos esos planes que tenía en su cabeza.
Todo esto, mientras lidiaba con el insomnio, el agotamiento, el dolor intenso en su pecho y la falta de respiración que por las noches se apoderaba de él sin piedad.
Ocasionado por la gran carga que llevaba en silencio, aunque su cuerpo, expresaba y demostraba el dolor en su interior.
Eran bastante comunes, Jungkook ya no se asombraba, más bien se extrañaba cuando no pasaba y dormía relativamente bien.
Esa situación y malestar, como le gustaba llamarle a Jungkook para quitarle importancia, era tan molesta, agobiante, pero también, le había sentir algo más emotivo a la indiferencia que vivía todos los días, al dolor y tristeza profunda.
Jungkook pensó varias veces en sencillamente desaparecer, no sabía de qué forma, pero quería desaparecer.
Tal vez de su casa.
Tal vez del mundo.
No lo sabía, pero su cerebro acariciaba la idea.
Lo mantenía vivo la adrenalina que sentía al jugar en los clubes, pero cuando escuchaba a su madre llorar, los gritos, y ver que las posibilidades de cambiar para mejor son tan pequeñas, volvía la penumbra y el deseo de desconectar de la vida.
Hasta que el malestar causaba el impulso de aferrarse al fino hilo de la vitalidad, cuando se despertaba ahogado e intentando salir de esas turbias aguas.
Así como esa noche.
Luego del incidente con Woosung, se dispuso a acomodar su casa desordenada, ayudar a su madre y “relajarse” en lo que podía, Jungkook decidió ir a su habitación y ducharse para acostarse a descansar.
Por lo menos una hora demoró allí, cuando salió del baño, su madre le esperaba en la cama para dormir allí. No quería dormir con Woosung y como se había vuelto costumbre, Jungkook aceptó.
No sin antes escuchar a su madre decirle.
—– Jungkook, te prometo que me divorciaré de él —– Él castaño no pudo mirarla y solo asintió.
Había perdido la cuenta de cuantas veces le había dicho eso, pero si hablaba de tiempo, desde hacía cuatro años le decía lo mismo luego de una discusión, hasta que la alegraba de alguna manera y volvían a una paz temporal, para días después caer de nuevo en el bucle.
Acomodando todo, guardó lo que había ganado ese día, la comida que había comprado y sobre todo, tomó las píldoras para su sueño.
El señor de la farmacia se las había dado cuando supo sobre su insomnio.
Las primeras horas de la noche las pasaba relativamente bien, hasta que algún punto, no podía respirar.
Se sentía en el fondo de un pozo y aunque trataba de mover su cuerpo, éste no le respondía.
Desesperado, buscó la manera de respirar, levantándose de un tirón de la cama y sintiendo un dolor muy fuerte en su pecho que provocaba una tos incesante.
Allí le temía a la muerte.
Las paredes de su habitación le atosigaban, le encerraban y no soportaba estar dentro, por lo que se levantó rápidamente y fue hasta el baño de su habitación.
No prestó atención si su madre estaba despierta, sólo quería quitarse esa sensación tan horrible que se apoderaba de él.
Era peor que escuchar las discusiones, las peleas y demás.
Era peor que el dolor en su estómago cuando pasaba días sin comer.
Era peor que el dolor de cabeza al despertar, luego de haber llorado toda la noche junto a su madre.
Sí, era mucho peor.
Cerró la puerta del baño y se tiró en el suelo, apoyando su espalda contra las baldosas blancas, sintiendo el frío de ellas atravesar su delgada franela empapada del sudor de la desesperación.
Aunque algo curioso, esas baldosas blancas lograban relajarlo.
Ese frío atravesarle violentamente, lograba calmarlo.
Respiró profundamente, sintiendo como el aire entraba frío en sus pulmones y expandía sus vías aéreas. Cerró sus ojos y se dio cuenta que el dolor en su pecho se hacía más tenue, más ligero y llevadero.
Lo había logrado de nuevo, había salido de ese pozo.
Había escapado por su vida, nuevamente, pero sabía que en algún momento, no lo lograría.
Con el agotamiento calando sus párpados, luego de beber un vaso de agua, cayó rendido cediendo al sueño.
Logrando dormir por lo menos dos horas, hasta que escuchó el movimiento en la sala de su casa y reproches que aunque no entendía con exactitud, no hacía falta estar tan despierto para saber que a la cuenta de tres, iniciaría una discusión.
Como todos sus días, se levantó de su cama directamente al baño para ducharse, buscó su uniforme y dos pares de franelas para el trabajo, los zapatos y metió los libros necesarios para ir a la biblioteca luego de las clases.
Todo el dinero que tenía en el sobre lo metió en su bolso por prevención, y sin decir buenos días o interrumpir la muy fluida discusión de los dos adultos, salió de casa y emprendió su día desde muy temprano.
"Otro día dónde desayunaré con la señorita MiSuk" pensó, apretando el agarre de su bolso y dirigiéndose hacia las calles donde vivía MiSuk con su esposo, quién también lo ayudaba y jugaba con él.
Así se había convertido la vida de Jungkook.
Cuando se encerraba en el baño, mordía sus uñas, temblaba su cuerpo y sus mejillas eran humedecidas por las tortuosas lágrimas, se preguntaba ¿En qué momento todo había cambiado?
“¿Desde cuando dejé de ser feliz, para ser miserable?” pensaba en esos momentos.
Aun podía imaginarse cocinando galletas en la casa de su abuela, sonriendo y recibiendo a su madre que, en ese entonces, sonreía genuinamente y era feliz junto a ellos.
Entonces… ¿Por qué tuvo que llegar él a arruinar todo?
No lo sabía, pero, lo que sí sabía era que la rabia e ira que sentía, burbujeaba en su cuerpo revelando los síntomas de lo que inició como una depresión infantil.
Y que al no ser consciente de ello, se reveló como una ansiedad “leve”, que aún no podía con él.
Todo gracias a ese hombre que un día llegó a su casa y robó la felicidad de su vida, la de su madre y de su familia.
Muchas cosas ocasionaban que Jungkook odiara a ese hombre, no había algo que justificara su comportamiento y mucho menos que lo redimiera.
Por eso, no se sorprendió que su madre otra vez, faltara a su graduación por una emergencia.
En el fondo, sentía que lo esperaba.
Nuevamente, estuvo MiSuk sonriéndole y abrazándolo como una madre orgullosa de su hijo.
Él le devolvió la sonrisa, muy agradecido de que ella estuviera allí. Porque muy en el fondo sospechaba, que si no fuera así, él hubiera colapsado por completo.
Mientras salían del auditorio, Jungkook vio la intención de MiSuk en hablar de su madre, pero antes de que lo hiciera se le adelantó.
—– Quiero ir a una parte, maestra.
Curiosa tomó la mano de Jungkook y asintió.
—– Claro, te acompaño —– y le sonrió.
Lo único que le faltaba para sentirse valiente.
Con su título en mano fue hasta la parada, tomó un bus y fueron hasta la tumba de Juyi, su amada abuela.
—– Si quieres, espero aquí afuera —– comentó MiSuk, evitando incomodarlo en su momento íntimo y sobretodo familiar.
Él le sonrió —– Gracias —– y entró al cercado.
Recordaba el número de ubicación de la tumba de su abuela, cuando llegó allí se sentó en el suelo y sin poder retenerlo, dejó salir sus lágrimas, juntó sus manos y lloró en silencio.
Allí, en la soledad que acompañaba los cuerpos sin vida pidió un deseo desde la penumbra y oscuridad que embriagaba su corazón, que estaba enfermando su mente y sus emociones.
—– Por favor, abuela —– susurró con los ojos cerrados —– Tengo que molestarte aun cuando debes estar descansando, perdóname —– hizo reverencia —– Pero por favor, te pido ayúdame a ser fuerte, a lidiar con esto, a cumplir mis metas para poder ganar dinero y sacar a mamá de esto. Por favor, te lo pido.
Y con esas palabras sacadas desde lo más profundo de su corazón, Jungkook hizo una promesa consigo mismo y era: nunca revelarle a nadie su condición.
Crearía una barrera que nadie traspasaría, una coraza que lo protegiera de todos.
Porque su única misión era: salvar a su madre.
END
ᴍᴜᴄʜᴀs ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ ʟᴇᴇʀ, ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ ᴠᴏᴛᴀʀ ʏ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀ.
ᴇsᴘᴇʀᴏ ʟᴇs ʜᴀʏᴀ ɢᴜsᴛᴀᴅᴏ ʏ ʜᴀʏᴀɴ ᴅɪsғʀᴜᴛᴀᴅᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴇᴄᴛᴜʀᴀ.
ᴄᴜɪ́ᴅᴇɴsᴇ ᴍᴜᴄʜᴏ. ♡
ɴᴏs ʟᴇᴇᴍᴏs ᴘʀᴏɴᴛᴏ 🌻
ⁿᵘⁿ 🌻
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