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CAPITULO 3

Después de la experiencia surrealista de encontrar a Soobin y HueningKai besándose en el cuarto de limpieza, Jungkook no pudo evitar que una especie de nube de incredulidad lo siguiera durante el resto de la mañana. Mientras intentaba concentrarse en su trabajo, no podía dejar de recordar la expresión traviesa de Soobin, la timidez adorable de Kai, y, por supuesto, lo fuera de lugar que se había sentido en ese pequeño cuarto lleno de romance. ¿Cuánto tiempo llevaban esos dos saliendo?

Por suerte, el trabajo en la empresa siempre era lo suficientemente agitado como para distraerlo.

Después del incidente del café (qué ya había quedado limpio), Jungkook regresó a su escritorio solo para encontrarse con un mensaje en su bandeja de entrada que hizo que se le detuviera el corazón.

Reunión urgente con el Sr. Kim — Sala de conferencias C, 11:00 a.m.

El mensaje era breve y sin florituras, pero la mera idea de estar a solas con Taehyung en una reunión, aunque fuera por cuestiones laborales, ya era suficiente para que su imaginación se desbordara. Se miró al espejo del baño antes de la reunión, alisándose el cabello, intentando que su camisa se viera presentable. Entró en la sala de conferencias exactamente a las 11:00, puntual como siempre, ni un minuto más ni un minuto menos. El espacio era sobrio y elegante, con una gran mesa de cristal en el centro y ventanales que dejaban entrar la luz natural de la mañana a raudales. Pero lo que realmente dominaba la habitación era la presencia de Taehyung. Estaba sentado en el extremo de la mesa, con una carpeta abierta y su característica expresión de concentración absoluta. Al escuchar la puerta abrirse, levantó la mirada.

¡Diablos, sus cejas eran perfectas!

—Buenos días, Jeon. Puedes tomar asiento —dijo sin delatar ninguna emoción especial. Respetuoso, sí, como siempre, pero frio.

Jungkook tragó saliva y se acomodó en la silla al otro extremo de la mesa, intentando no parecer demasiado nervioso. Era difícil concentrarse con Taehyung ahí, tan cerca, pero tan lejano al mismo tiempo. Su traje perfectamente ajustado, el cabello peinado hacia atrás, la maldita corbata de la que Jungkook quería tironear para acercarlo y besarlo... Todo en él irradiaba perfección, y eso solo hacía que Jungkook se sintiera más pequeño en comparación. Solamente era atrevido en sus fantasías. La realidad era muy distinta. De hecho, a veces le gustaba más el Taehyung que su cerebro había armado para él. El Taehyung con el que se acostaba en sus mejores sueños, el Taehyung que le regalaba flores y chocolates para su aniversario...

El Taehyung ficticio llevaba mucho tiempo casado con Jungkook en la mente de este pobre empleado con aires de grandeza.

—Quería hablar contigo sobre el informe de ventas del último trimestre —comenzó Taehyung, abriendo la carpeta para repasar las hojas (por millonésima vez en aquel día) —. He notado algunas inconsistencias en las cifras. Me gustaría que me explicaras el porqué de estos errores.

El corazón de Jungkook dio un vuelco. ¡¿Errores?! ¿Cómo no había notado ningún fallo? Siempre revisaba todo al milímetro, pero algo debió habérsele pasado. Revisó mentalmente lo que había hecho las últimas semanas. No encontró nada en su mente además de las fantasías almacenadas en un lugar recóndito de su cabecita. Cabezota esta vez.

—P-perdone, señor Kim. No me di cuenta de esos errores, pero le prometo que revisaré cada detalle para solucionarlo —dijo, tratando de sonar confiado, aunque por dentro sentía que se derretía bajo la mirada escrutadora de su jefe. Si lo seguía mirando así, probablemente se arrodillase por voluntad.

Para pedirle perdón, claramente.

Taehyung no dijo nada durante unos segundos, solo se dispuso a mirarlo fijamente con esa clase de mirada que podía hacer que cualquiera se desmoronara, pero que en el caso de Jungkook, lo hacía sentir un extraño torbellino de emociones. Era el tipo de tensión que solo había experimentado en sus sueños más privados.

—Bien. Espero que no vuelva a ocurrir —respondió Taehyung en tono profesional, pero con una pizca de algo más. Algo que hizo que el estómago de Jungkook se contrajera. ¿Acaso lo despediría? ¿Ya lo estaba planeado?

Ash... ese maldito diablo.

Mientras Taehyung seguía revisando el informe, el silencio entre ellos se volvía cada vez más pesado. Jungkook intentaba mantenerse enfocado, pero la atmósfera en la sala era irrespirable. Podía escuchar su propio corazón latir en sus oídos.

Taehyung cerró la carpeta de golpe y se recostó en la silla, cruzando las piernas mientras miraba a Jeon directamente a los ojos. El ambiente cambió de repente.

—Jungkook —dijo Taehyung, con tono suave. Jungkook no sabía que le gustaría tanto la voz grave de su jefe, así, entre susurros—. He notado algo que no tiene que ver con el trabajo. No te cité aquí para hablar de los errores, son muy pocos en realidad.

Jungkook lo miró, completamente confundido. ¿A qué se refería? ¿Había hecho algo mal que no sabía? Su mente comenzó a correr en círculos, pero antes de que pudiera decir algo, Taehyung continuó hablando.

—He visto cómo me miras desde hace un tiempo... — apareció una sonrisa enigmática en la esquina de sus labios, perfectos y sonrosados—. Sé que muchos de mis empleados me admiran, profesionalmente hablando. Pero contigo es diferente. ¿Acaso estoy equivocado?

Mierda, lo iba a despedir.

El mundo de Jungkook se detuvo de golpe. Sus ojos se agrandaron, y su boca se abrió ligeramente, pero ninguna palabra salió. No podía creer lo que estaba escuchando. Taehyung lo sabía. ¡Lo sabía!

— ¿Estoy equivocado? —repitió Taehyung.

Al pobre Jungkook se le atoraron las palabras en la garganta. Era como si todas sus fantasías más secretas estuvieran siendo expuestas. Intentó decir algo, lo que fuera, pero todo lo que logró hacer fue abrir y cerrar la boca sin emitir ningún sonido. Ah, parecía tonto.

Taehyung sonrió, satisfecho con la reacción de Jungkook. Se levantó de su silla y caminó alrededor de la mesa, acercándose cada vez más a su empleado favorito, quien seguía paralizado en su lugar. Cuando Taehyung llegó a su lado, se inclinó lo suficiente como para que su rostro estuviera a pocos centímetros del de Jungkook.

—No tienes que decir nada —murmuró Tae, rozando la piel de Jungkook con su cálido aliento—. Ya lo sé.

Jungkook se tensó por el escalofrío que trepó por su espalda. La proximidad de su jefe el tono en su voz hacía que su mente se tornara lejana, neblinosa como las tardes en Londres. Quería moverse, decir algo, hacer algo, pero estaba quieto, calladito y sumiso.

Taehyung se enderezó y se quedó de pie frente a él, observándolo con una expresión que Jungkook no podría descifrar ni en un millón de años. No era exactamente un gesto de superioridad, ni de burla, pero había algo en sus ojos que sugería que disfrutaba teniendo a Jungkook en esa posición vulnerable.

—Vamos a olvidarnos de los errores del informe por ahora. Creo que podemos resolverlos más tarde.

Jungkook asintió con la cabeza, aunque no estaba seguro de lo que acababa de pasar. Cuando Taehyung volvió a su asiento y retomó su compostura habitual, Jungkook sintió como si todo lo que había sucedido en esos minutos hubiera sido parte de un sueño, o más bien, de una pesadilla y fantasía combinadas.

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