06
6 de Julio, 1848
En medio del caluroso clima del pueblo y los incesantes rayos de sol que golpeaban contra los techos improvisados que cubrían las casetas de mercado, unas botas lustradas se desplazaban por el sendero de gravilla.
Cabeza en alto, al igual que su sombrero, Jungkook escaneaba cada puesto de los tenderos, a los cuales les regalaba una cortés sonrisa de labios cerrados, cada que se encontraba con las miradas incrédulas de estos.
Jeon aflojó el pañuelo en su garganta, y las gotas de sudor deslizándose por sus mejillas lo tenían al borde de querer lanzar por los aires ese ridículo sombrero de copa, junto con su larga chaqueta. La temperatura era de más de 28 grados, razón que le estaba haciendo considerar lo absurdo que resultaba el vestir de aquellas prendas.
Una camisa holgada blanca y unos pantalones clásicos es lo que deseaba utilizar en un principio; sin embargo, eso le habría provocado problemas en la presión arterial a su padre, seguramente. Además del hecho de que la razón por la cual se encontraba en ese mismo instante en dicha villa pasando por alto su clase de críquet de los lunes, era únicamente porque su padre seguía insistiendo en que debía familiarizarse con los "pueblerinos", y para ello su presencia debía ser más que evidente para que todos se percataran de ella.
—¿No deberíamos hacer algo más que solo caminar entre todos como si esto fuese una alfombra real?
—¿A qué se refiere, joven? —cuestionó su guardia real.
—Ya sabe… Algo como ofrecer ayuda en sus negocios o escuchar sus inquietudes y así brindar mejoras, no lo sé.
—Príncipe Jeon, su padre específico que solo debe saludar a los aldeanos, no debe extralimitarse más allá de lo que le ordenaron.
—Lo sé, pero-
—Evítese un llamado de atención y a mí un posible despido, por favor.
Jungkook apretó los labios en una línea recta y llevó ambos puños al interior de los bolsillos de su casaca. Sabía que el pálido de voz atona tenía razón, no debería tentar a su suerte y menos si esa suerte tenía el humor de su padre.
Una sutil sonrisa se bamboleó en los labios del pelinegro al leer el letrero de uno de los emprendimientos del sector, tratándose de una caseta simple con fachada de madera y ventanales lo suficientemente amplios para lograr divisar el interior del lugar.
Sus pies, que se movieron por sí solos en la dirección anteriormente mencionada, fueron detenidos ante la voz de su guardia real:
—¿A dónde se dirige, príncipe?
—Echaré un vistazo a este negocio, se ve interesante —se cruzó de brazos al ver como el rostro del aludido se contraía en una mueca—. ¿O es que acaso lo tengo también prohibido?
—No, en absoluto.
—Bien, no se quede ahí. Entremos.
De manera obediente, Min le siguió hasta el interior del negocio, donde el tintineo de una campanilla se dejó escuchar en cuanto cruzó la puerta.
Tan solo fue necesario su primer pie puesto dentro del recinto como para escuchar la voz de Min sobre el ruido de los murmullos de las voces ajenas.
—¡Su atención y permiso hacia su alteza real, el príncipe Jeon Jungkook!
El mencionado miró de soslayo hacia el más pálido, quien se mantenía con la espalda erguida y manos entrelazadas.
Sabía que ese era el protocolo, pero por favor, ¿cuál era la necesidad de ser tan estrafalario en un sitio donde escasamente solo había 10 personas del común?
Los individuos que permanecían inmersos en sus compras, tan pronto escucharon la voz resonar, giraron sobre sus tobillos, con las puntas de sus pies alineadas hacia Jungkook, al tiempo en que se inclinaban en una venia.
Estuvo a escasos segundos de responder la reverencia de igual manera; no obstante, el carraspeo de una garganta a su lado le hizo detenerse.
—Un placer conocerles y permitirles conocerme. Me excuso por el tiempo que no he dedicado en presentarme a ustedes; sin embargo, estaré deambulando regularmente por esta preciosa villa estos meses y así lograremos convivir de manera más cercana. Más allá de eso, no hay de qué preocuparse, no les causaré molestias. Por favor, sigan realizando sus compras.
La única respuesta fue las expresiones estoicas de los clientes en el bazar, los cuales al terminar la reverencia, volvieron a sus asuntos.
Oh, eso no fue precisamente una sonrisa.
No dándole demasiada importancia, Jungkook se acercó al mercader detrás del escritorio. Dedujo que se trataba del dueño del negocio.
El hombre robusto, de poco cabello y espesa barba, soltó el grafito y apartó su libreta de apuntes, para prestarle atención al muchacho de hebras oscuras que se acercaba a él.
—Su alteza, es un honor tenerle aquí —su voz fue fuerte, pero un tanto titubeante—. ¿A qué se debe su presencia en este pequeño lugar lleno de cachivaches?
Mostrando su blanca dentadura, el príncipe se cruzó de brazos, a la vez que su vista escaneaba su alrededor.
—Me llamó bastante la atención las artesanías expuestas en los escaparates —admitió—. ¿Todas estas artesanías son hechas por usted?
—Oh, por supuesto que no. La mayoría son donaciones por parte de mi familia. Son artilugios antiguos que ya no les resultaban de interés —explicó—. Aun así, estos últimos meses hemos estado implementando algunas artesanías, esperando que con un poco de suerte se vendan.
Curiosamente, Min se hallaba bastante entretenido en los aparadores, así que Jungkook no tuvo inconveniente en continuar la conversación.
—Debe irle muy bien. Puedo notar que los artículos exhibidos son de muy buena calidad.
Una mueca se instaló en la expresión del hombre detrás del escritorio.
—En realidad las ventas son buenas, pero las ganancias son bastante bajas. Las personas del pueblo no tenemos el lujo de tener lo suficiente para invertir en artilugios muy costosos, así que siempre reducimos el precio real.
—Eso no parece muy justo para ustedes…
—La verdad es que no, pero todos aquí estamos ya acostumbrados a este estilo de vida.
Las palabras que estuvo a punto de emitir Jeon se ahogaron en su garganta y presionó los labios en una línea recta, al tiempo en que notó de nuevo la atención de Min puesta en él, junto a una expresión seria y el entrecejo arrugado.
—Min, ¿qué sostiene en la mano? —cuestionó en un tono afable, ignorando la palpable desazón del más pálido. Se concentró en aquel objeto que colgaba de su mano.
Dando un perceptible respingo en su sitio, el mayor quiso dejar aquel objeto en su lugar.
—No es nada, príncipe.
—No, no. Quiero ver qué es. Acérquese.
Sin titubeo, su guardia real se acercó y le entregó el reloj de bolsillo que sujetaba.
—¿Le agrada? —inquirió con auténtico interés—. Ahora que recuerdo, le prometí un reloj antes. Lamento haberlo pasado por alto, lo olvidé.
—No se preocu- —no terminó de completar la frase, cuando la voz del príncipe se escuchó por encima de la suya.
—¿Cuál es el precio?
—20 florines. Es totalmente funcional, a pesar de su antigüedad —explicó el vendedor—. Tuvimos que renovar algunas piezas, pero nada que cambie el valor del artículo.
—Lo llevaré —respondió, a la vez que sobre el escritorio dejaba una considerable cantidad de monedas de oro.
—S-su alteza, eso es mucho más que 20 florines. No puedo recibir-
—Estoy seguro de que el precio real es bastante alto —esbozó en una tenue sonrisa—. Por favor, permítame pagarle el valor justo.
Minutos después de que el príncipe y el mercader intentaran llegar a un acuerdo, Jungkook se retiró con el compromiso de regresar la próxima semana por un supuesto obsequio que el hombre le prometió como agradecimiento.
La posibilidad de que Jungkook regresara a ese sector eran casi nulas, no por voluntad propia, sino por su agenda que permanecía casi siempre ocupada por clases o trabajos que le asignaba el rey. Sin embargo, aquella promesa era lo único que había logrado convencer al vendedor de que aceptara tal cantidad de dinero sin más objeciones; además, tampoco era como que pudiese recibir obsequios de personas ajenas a la corona real.
—Joven príncipe, en serio no era necesario que gastara su dinero en esto —comentó Min sin soltar la cajita en sus manos.
Sin detener sus pasos, Jungkook miró sobre su hombro a quien caminaba detrás de él y no paraba de protestar una y otra vez.
—Le dije que no es un gasto, es una inversión. Eres mi guardia real, así que no tengo que escatimar mi dinero con usted. Además, ya se lo había prometido hace unos días.
Al volver su vista al frente fue sorprendido al colisionar con otro cuerpo de golpe, haciéndole trastabillar. Por suerte recobró el equilibrio, gracias a las manos ágiles de su guardia real.
Sacudió la cabeza, agudizando su visión, para terminar percartandose de todo el desorden en el suelo, junto a la persona que se hallaba levantando los productos de su canasta a toda prisa.
—¡Oiga usted! ¡¿No ve por dónde camina?! —Min exclamó furioso. Sujetando del cuello de la camisa, puso de pie a quien se había atrevido a agredir a su alteza.
Al toparse con aquellos familiares ojos almendrados, los cuales se escondían detrás de varios mechones castaños, Jungkook sonrío.
Posó una mano sobre el hombro de Min, ordenándole con la mirada que por favor soltara al muchacho; por supuesto, este acató la orden de inmediato.
—No se preocupe, Sr. Min. Este es el pintor de la familia Kim, quien está encargado de realizar mi retrato.
Al escuchar tales palabras, su guardia real mantuvo la compostura, alejándose unos centímetros del joven.
—P-príncipe Jeon, lo lamento mucho. No fue mi intención, no vi por donde caminaba y-
El artista abrió los ojos de par en par al ver como Jungkook se ponía de cuclillas, mientras empezaba a recoger los productos dispersados en el suelo.
De manera apresurada, Taehyung se puso a la altura del pelinegro, levantando su canasta e introduciendo en ella todas las compras que estaban desperdigadas.
—Y-yo puedo hacerlo solo. No es necesario que-
—Por favor, permítame ayudarle. Yo también estaba distraído, así que tuve parte de la culpa —dijo Jungkook, interrumpiendo la voz temblorosa del aludido.
Una vez la canasta estuvo llena con los artículos de pintura, y las verduras dentro de la bolsa de papel, en los labios de Taehyung se dibujó un diminuto cuadrado al relucir su blanca dentadura, en sinónimo de agradecimiento.
—Gracias.
—No hay problema —el ceño del príncipe se frunció al ver la incomodidad del artista al sostener ambos paquetes entre los brazos—. Parece engorroso llevar tantas cosas a la vez.
—Estoy bien, no es tan pesado.
—Sí, de seguro fue por eso que tropezaste conmigo inicialmente —ironizó al ver las piernas del castaño temblar, al intentar guardar el equilibrio—. Podemos ayudarle con eso. ¿A qué lugar se dirige?
Las mejillas de Taehyung se ruborizaron a la vez en que el guardia real caminaba hacia él, retirando la canasta de su mano.
—No es necesario, de verdad. Debe tener una agenda muy ocupada y yo-
—La verdad es que hoy mi agenda está increíblemente libre.
Jungkook permaneció con la mirada firme sobre el pintor, en la espera de que este respondiera su pregunta.
—Iré al estudio —se rindió en un suspiro—. Queda a pocas calles de aquí.
—Muy bien. En ese caso, andando. Se hace tarde.
Sin decir palabra, los tres hombres caminaban en medio del mercado atestado de gente, esquivando las carretillas y quienes pasaban corriendo sin mirar a su alrededor.
Jungkook llevó las manos a los bolsillos de su casaca para evitar el ardor que empezaba a escocer en ellas debido a la intensidad del sol esa tarde. Él de verdad quería lanzar ese sombrero por los aires.
—Dígame, Kim. ¿Qué tal ha sido su semana de trabajo? —cuestionó Jeon, en busca de romper el silencio.
—La verdad es que no ha sido tan atareada, así que he tenido tiempo para retocar algunos pedidos que debo entregar la próxima semana.
—¿Significa que mi retrato ha tenido avances?
—Por supuesto que no, usted pidió específicamente estar presente en cada progreso de la pintura. ¿No es así?
—Lo es. Es reconfortante saber que aún lo recuerda.
—Es mi trabajo —contesta en el mismo tono.
—Pasaré por su estudio el jueves a la misma hora de siempre. Si no me equivoco, solo faltan dos sesiones para finalizar.
—En realidad hemos avanzado rápido, así que yo diría que podríamos terminar el retrato en una sesión.
—Esas son buenas noti-
La voz del príncipe quedó a media palabra al instante en que un pequeño niño pasó corriendo por su lado, haciéndole tambalear.
—¡Joven Jeon! ¿Está bien? —cuestionó el más pálido. Volvió su vista hacia donde el pequeño se había precipitado, viéndole molesto—. ¿Es que acaso hoy nadie ve por dónde camina?
—Ese niño parecía bastante apura-
Esta vez fue el castaño quien quedó con la palabra en la boca, cuando un cuerpo chocó contra él, que a diferencia del niño, este fue uno de complexión grande y robusta.
Confundidos por la algarabía de la carrera de ambos sujetos, y las palabras agresivas del mayor; los tenderos cercanos dejaron sus carretillas de lado para asomarse y poder fisgonear qué estaba sucediendo.
—¿Cuál es su nombre? —Jungkook preguntó en un bisbiseo, haciendo referencia al hombre de apariencia furiosa.
Taehyung le escuchó, respondiendo:
—Es el viejo Charles, uno de los panaderos de la plaza.
Sin vacilar, Jungkook al darse la vuelta caminó en frente de Min, y con un tono de voz alto y firme, esbozó:
—¡Señor Charles!
El nombrado se detuvo al oír aquella voz fuerte y clara. Se giró sobre sus pies mientras que con una de sus manos ahora sujetaba el hombro del niño que había logrado alcanzar.
—¡¿Qué quiere?! —era palpable el mal humor en el tono del panadero.
Su guardia real intentó detenerle, pero Jungkook había avanzado lo suficiente fuera de su alcance.
—Quisiera saber si existe algún problema entre ustedes dos.
—¿A usted qué le importa?
Los murmullos de los mercaderes se hicieron presentes, en donde contestaban la pregunta incial del panadero.
Aquel hombre robusto al oír el apellido "Jeon", irguió su espalda y relajó el entrecejo. Aclarándose la garganta, prosiguió antes de recibir alguna contestación por parte del príncipe:
—Disculpe, su alteza. Lo que sucede es que a este pequeño bribón de aquí tan solo le bastó con que me distrajera un minuto para que robara uno de mis deliciosos panes recién horneados.
Jungkook arqueó ambas cejas y de brazos cruzados se acercó hasta ambos. Una vez estuvo a una distancia considerable, se agachó para quedar a la altura del niño que sujetaba con fuerza la barra de pan en sus brazos.
—¿Tienes hambre, cierto? —musitó bajito, logrando que solo le escuchase el pequeño, el cual asintió con sus ojitos rojos por las lágrimas acumuladas.
Elevó las comisuras de sus labios y dejó unos golpecitos sobre la cabellera enmarañada.
Sacando una bolsita de su bolsillo, Jungkook se levantó y la tendió en dirección al panadero. A pesar del leve gesto de disconformidad en su rostro, el hombre la aceptó.
—Su alteza, no es necesario que se haga cargo de este pillo.
—Me atrevo a decir que en esa bolsa está la cantidad necesaria para pagar una barra de pan, así que la deuda del pequeño queda saldada.
—S-sí, pero-
—Me alegra que el problema haya quedado resuelto —dijo con voz estoica, sin darle tregua al aludido de seguir interviniendo.
Con un asentimiento y sin réplica alguna, el panadero asintió, farfullando una torpe despedida a lo que se alejaba, de camino otra vez a su negocio.
De nuevo aproximándose al de cabellera enmarañada y mejillas rosadas, Jungkook extendió su mano en busca de recibir la barra de pan de regreso. El menor estuvo un poco dubitativo, pero terminó entregándosela.
—Creo que él mintió —comentó en un susurro—. Dudo que estos sean los panes más deliciosos de la villa, hasta parecen hechos con yeso.
El niño rio a la vez que Jungkook dividía el pan seco en dos, y su expresión se deformaba en una mueca.
—¿Quieres hacer un intercambio? —prosiguió en voz baja—. Me regalas esta barra de pan y yo te doy unas monedas para que compres unos más frescos. ¿Te gusta ese trato?
El rostro del infante se iluminó.
—S-sí, señor.
Jungkook tendió otra bolsita de tela con monedas, depositandola en la mano del pequeño.
—Fue un placer hacer negocios con usted —le dio un apretón de manos, a quien ahora sonreía con sus ojitos.
—Gracias, príncipe —musitó tímido—. M-mi mamá y hermanitas estarán muy felices.
—Entonces será mejor que corras, seguro estarán esperando —animó.
El menor no dudó en obedecer, luego de abrazar efímeramente, a quien quedó helado por la repentina muestra de afecto.
Una vez le vio escabullirse mediante saltos entre la multitud, Jungkook se incorporó, alisando su pantalón con las manos.
Una expresión de confusión se dibujó en su rostro, tan pronto escuchó todos los aplausos a su alrededor.
Los aldeanos cuchicheaban entre ellos, sin detener los aplausos o apartar la mirada de Jeon.
Solo una corta reverencia fue la respuesta de Jungkook, para darse vuelta rápidamente.
Al seguir de largo, el príncipe no se percató en los ojos avellanas de Taehyung, los cuales brillaron después de presenciar aquella escena que le dejó con un sentimiento de calidez en el pecho.
…
En el resto del trayecto de aproximadamente un cuarto de hora, la barra de pan desapareció de a poco, cada vez que un nuevo perro callejero se atravesaba en el camino.
Al detenerse luego de visualizar el cartel de "Vante Studio", Jungkook escuchó un suspiro detrás de él, uno más alto de lo que le hubiese gustado.
Entrecerró los ojos al observar sobre su hombro, la exagerada mueca de fatiga en la cara de su guardia real.
—Muchas gracias por acompañarme. Lamento haberles causado alguna molestia.
La voz del castaño hizo que el reproche de Jungkook hacía Min quedara en el aire. Redirigió su atención a Taehyung.
—No fue ninguna molestia.
Min colocó con cuidado la canasta sobre la alfombra de entrada, al tiempo en que Kim abría la puerta del estudio.
Pasaron segundos sin que ninguno de los presentes intercambiaran palabra alguna. Antes de que los dos hombres se despidieran, Taehyung habló primero
—¿Desean pasar por una taza de té? —casi al instante se arrepintió sino fuese por la tenue curva que se delineó en los labios de Jeon—. Compré algunas infusiones en el mercado, así que quería agradecerles al menos.
—Sería un placer —Jungkook desvió su atención ahora a su guardia real—. ¿Usted qué dice, Min?
—Le esperaré aquí, joven.
—Oh, vamos. No seas descortés, nos invitó a ambos.
A punto de hacer un drama, Jungkook al recordar que no se encontraban solos, guardó la compostura.
Con ojos cansados y suplicantes, el príncipe sobreentendió la negativa del más pálido, por lo cuál decidió no insistir más. Después de todo entendía que él no era una tarea fácil, y Min muchas veces terminó con dolores de cabeza después de compartir todo un día a su lado.
A petición de Jungkook, Taehyung se adelantó, dejando la puerta abierta.
—¿Sucede algo? No le obligaré a entrar, pero su cara no es precisamente de felicidad.
—Joven príncipe, usted sabe que le estimo y le debo mi respeto. Sin embargo, en ocasiones me surge la duda del porqué tiene la necesidad de querer meterse en problemas.
El acusado alzó las cejas en confusión.
—¿Disculpe? ¿A qué problemas se refiere?
—El rey solo le dio una tarea, pero usted se encargó de romper todos los protocolos existentes de la familia real.
Jungkook se abstuvo de poner los ojos en blanco.
—¿Habla del incidente con el niño y el panadero? Porque si es por eso-
—No es solo "por eso", joven. No podría enumerar los centenares de protocolos que se encarga de romper fuera del palacio —llevó una mano a su sien, masajeandola—. Esas personas no son sus amigas. Debe evitar ese comportamiento.
—Solo estoy siendo amable.
—Su amabilidad me cobrará el despido del rey —acotó—. Este mes he recibido dos llamados de atención. No creo que su padre gaste su tiempo en otro.
El de hebras oscuras tragó grueso, resguardando las manos en sus bolsillos, sintiéndose apenado.
—No quise causarle problemas, Sr. Min —soltó con cansancio el aire retenido en sus pulmones—. Le prometo que intentaré regular mi comportamiento… en público —murmuró esto último para sí mismo.
Definitivamente, Jungkook no podía concebir la idea de que quien había sido su guardia real por 5 años fuese apartado de su lado; le tenía una gran estima y la verdad es que los empleados anteriores a él no habían congeniado mucho con el carácter de su persona.
—Discúlpeme príncipe —esa vez la voz de Min fue baja y tenue—. No tengo derecho alguno de sermonearle. Estuve fuera de lugar.
—Está bien, entiendo su enfado —se encogió de hombros—. ¿Desea entrar al estudio o…?
—Prefiero tomar aire, si no es mucha molestia, claro.
—No lo es, despreocupese. Procuraré no tardar demasiado.
Una vez Jungkook entró a "Vante Studio", Min se encaminó nuevamente a la plaza principal en donde se hallaba el carruaje y así traerlo de regreso, tal y como se lo informó al príncipe con anterioridad.
Con una taza sobre un pequeño plato de porcelana, el pintor recibió al príncipe tan pronto como le vio ingresar a la sala principal.
Antes de recibir el té, educadamente el castaño le indicó a Jeon que le siguiera.
Sin replicar, Jungkook atravesó la puerta escondida detrás del pasillo, sus ojos encontrándose con un modesto jardín adornado por coloridas florecillas esparcidas en el césped, de las cuales resaltaba su llamativo color gracias a la iluminación del sol en su punto más alto.
Taehyung puso con cuidado ambas tazas sobre una pequeña mesita de caoba contigua al cercado de madera no tan alto. Vertió una moderada cantidad de la infusión en cada taza, y le tendió una de ellas al pelinegro.
—Muchas gracias —olisqueó un poco, antes de darle un sorbo que le hizo exhalar a gusto—. Sabe bien.
—Compré algunas infusiones en el mercado. Es flor de tilo, espero le guste.
Jungkook apoyó sus antebrazos en el cercado mientras bebía la infusión. Taehyung imitó su accionar.
El artista se sentía algo cohibido, pero a pesar de su vacilación, terminó hablando:
—Me sorprendí esta tarde.
—¿Sobre qué? —quiso saber, sin apartar la vista del panorama anaranjado frente a él.
—Sobre usted… No creí que fuese a reaccionar de esa manera. Fue muy amable.
—¿Está diciendo que no suelo ser una persona amable? —dijo en cierto tono de burla, pero Taehyung no lo percibió así.
—N-no me refería a eso. Es decir, la realeza muy rara vez actúa de esa forma —tragó saliva. Se sintió ansioso al pensar que había metido la pata—. Los aristócratas no se atreven a realizar contacto visual con los aldeanos.
Jeon torció los labios, ahogando un suspiro al darle otro sorbo al té. Sabía que Taehyung tenía razón y eso hizo que un ligero malestar se instalara en su estómago.
—Que irónico que a las personas de la nobleza les cueste ser nobles. ¿No lo cree?
Con sus ojos bien abiertos Taehyung le miró asombrado. No creyó recibir tal respuesta.
—Nunca había pensado en ese juego de palabras, príncipe. Aunque, hay bastante razón en ellas —corroboró—. Disculpe la pregunta, pero ¿su guardia real está enfadado conmigo o algo por estilo? Es decir… No hizo muy buena cara cuando les invité a pasar.
—Claro que no —negó—. Créame cuando le digo que soy yo la única persona con la que él está enfadado, al menos por hoy.
—¿Con usted? ¿Por qué lo estaría?
—Por la misma razón por la que usted me elogio… o me insultó, no estoy seguro.
—¡Fue un elogio! —exclamó muy alto para su gusto, provocando que sus orejas enrojecieran. Cosa que no pasó por alto Jungkook, al cual le sacó una pequeña risa—. L-lo lamento.
Es la segunda vez que Taehyung escuchaba a Jungkook reír. Quizá empezaba a creer que la risa del pelinegro era agradable.
—¿Dónde está el Sr. Pierre? —cuestionó al aire, sacando a Taehyung de su ensoñación.
—¿Disculpe?
—Usted me comentó que su mascota solía esconderse en el jardín toda la tarde. Aún hay sol y no lo veo por aquí.
—Oh. Es porque hoy no abrí el estudio. Me dediqué todo el día a las compras. El Sr. Pierre está en casa… —explicó—. Es raro, ¿sabe? El hecho de que no le haya incomodado la presencia de mi mascota.
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Bueno, la mayoría de personas ven a los gatos como alimañas sucias que se alimentan de ratas durante la noche.
—Si lo vemos desde ese punto de vista, entonces desconozco cual es el problema. Actúan como cazadores de una plaga que es verdaderamente desagradable —Jungkook se acarició la barbilla como si estuviese pensando—. Además, dudo que su base de alimentación sean los roedores.
—Casi siempre le compro pescado. A él no le gustan los ratones… Tan solo los caza cuando ve uno, pero jamás se los come.
—Entonces es una compañía y un cazador personal. Dos en uno.
Taehyung no pudo impedir esbozar una suave sonrisa ante la acotación del príncipe.
—El Sr. Pierre es mi mejor amigo…
Permanecieron algunos minutos en silencio, hasta que el príncipe bajó su taza y la colocó en la mesita.
—Creo que ya es hora de irme —añadió—. Gracias por la invitación.
—No fue nada —su voz fue tan baja qué pasó desapercibida.
Al dar una corta venia, Jungkook giró sobre sus talones, pero la voz del castaño lo detuvo antes de realizar cualquier otro movimiento.
—¡Su alteza!
Sus oscuros orbes se posaron en el muchacho que lucía algo inquieto.
—Dígame.
—Usted… Creo que usted es un buen hombre.
Elevando las comisuras de sus labios, escondió las manos en los bolsillos de su casaca, y con una arrolladora sinceridad declaró:
—Yo también creo que es usted un buen hombre, Kim.
El artista observó como Jeon desaparecía detrás de la puerta, mientras un temblor en sus manos y un extraño repiqueteo en su corazón se asentaba.
Dato curioso: En la época victoriana el pan llegaba a ser adulterado, al ser sustituido sus ingredientes por yeso, tiza o alumbre, para así lograr aumentar su peso y volumen. Todo esto sucedió debido a la alta producción y bajos costos de alimentos básicos como el pan.
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