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05

30 de Junio, 1848

Jeon Jungkook poseía cientos de virtudes, entre esas estaba la cordialidad, la valentía, el compromiso, la responsabilidad, la perseverancia, entre muchas más de las cuales no terminaríamos de enumerar; pero a su pesar, la virtud de la paciencia brillaba por su ausencia. Esa era una de las razones por las cuales su puntualidad se vio un poco exagerada al haber llegado a su cita tres horas antes de lo acordado.

Una de las tantas clases de Jungkook, específicamente, esgrima, había sido cancelada ese día, razón por la cual decidió que la mejor manera de aprovechar el tiempo era arribando un par de horas más temprano al siguiente pendiente en su agenda, sí, era ir al estudio de arte en donde su retrato estaba siendo realizado.

Con sus dedos alisó el cuello de su camisa mientras sus pies tamborileaban sobre el suelo de madera. Suprimió un refunfuño de molestia al observar como aquella pareja junto al joven pintor, aún le mantenían retenido a unos cuantos metros de él.

“Tú llegaste temprano, para de refunfuñar”, es lo que se decía mentalmente, sin apartar la vista del techo ni su trasero del sofá.

Luego de varios largos minutos, en los cuales Jungkook consideró llevar la cuenta para evitar volverse loco, escuchó cerca a la salida, voces pronunciando palabras de despedida, y finalmente rechinido de una puerta cerrándose.

—Disculpe la tardanza, esos eran mis últimos clientes antes de usted.

Desviando la mirada del techo, se enfocó en la voz del muchacho de cabellera castaña.

—No hay de qué disculparse. Fui yo quien llegó temprano sin previo aviso, espero no haberle incomodado.

—¡En lo absoluto! Su presencia no es ningún inconveniente —declaró con un tono de voz, quizá algo elevado—. De hecho, estuve haciendo algunos retoques en el bosquejo.  Sería de utilidad que favor lo examinara para saber si es de su agrado, para así poder continuar.

Levantándose del sillón, Jungkook siguió al pintor qué caminaba hacia un lienzo ubicado en el suelo y con una fina tela cubriéndole.

—¿Así ocupa su tiempo fuera del horario laboral?

—En algunas ocasiones. Hay unos trabajos que son más complejos que otros y requieren horas extras si se necesitan  listos en un tiempo establecido.

—Supongo que yo he sido una de las razones de sus horas extras, ¿me equivoco?

—No supone un problema para mí, de todas maneras —esbozó una ligera sonrisa cuadrada—. No puedo quejarme del pago.

—Eso es un hecho —reafirmó, correspondiendo aquella efímera sonrisa.

Sin emitir otro comentario, Taehyung retiró la delgada tela, permitiendo que el príncipe observara el bosquejo de su retrato, el cual, a diferencia de la semana anterior, ahora este tenía más detalles.

—Le añadí un tipo distinto de sombreado en los sectores en donde podrían resaltarse mejor ciertos detalles. Claramente, funciona solo como una guía, antes de agregarle el color. ¿Le agrada?

Su mirada fija escaneó el trabajo en proceso plasmado en el lienzo. Cruzándose de brazos, curvó sus labios hacia arriba.

No por nada su padre lo había escogido como el artista idóneo para realizar tan importante tarea.

—Tienes manos de oro.

Esa simple afirmación hizo enrojecer suavemente las mejillas del castaño.

—Solo es el dibujo base, pero gracias —musitó ante el halago—. Si no es mucha molestia, me gustaría mostrarle algunas pruebas de los colores que utilizaré en el retrato.

Estando de acuerdo con aquella idea, el príncipe no dudó en seguir a Taehyung hasta una mesita esquinera, en donde se hallaba un pequeño tablero pintado por diferentes líneas horizontales, lográndose divisar los colores con claridad.

En medio de excusas baratas, Jungkook fingió estar aparentemente inconforme con la muestra de colores, logrando que Taehyung terminara por ingresar a una de las habitaciones del estudio.

A los pocos minutos, Taehyung se acercó con varias paletas de distintos colores de óleo, y un vasito con varios pinceles dentro.

El pintor tomó asiento en uno de los bancos de madera, situándose a un costado de la mesa de roble, donde ubicaba sus instrumentos de arte.

Taehyung señaló la silla contigua, indicándole al príncipe que por favor tomase asiento.

Acatando la sugerencia del castaño, Jungkook se posicionó a su lado.

—Haré algunas combinaciones para obtener colores más brillantes. Aclaro que lo haré teniendo en cuenta mi perspectiva, pero usted puede sentirse en la libertad de aportar alguna idea o crítica si desea tonalidades distintas.

El azabache tan solo asintió, vislumbrando con pasividad como el artista movía sus manos con delicadeza y agilidad, realizando diferentes mezclas de óleos con distintos pinceles.

Hasta ahora el joven príncipe no había objetado sobre las elecciones de Taehyung. Los colores estaban tomando un tono más brillante y llamativo.

Jungkook, reconociendo que el del conocimiento artístico era la persona frente a él, decidió no entorpecer su trabajo con los aportes poco sólidos que tenía para agregar.

Además, para ser sinceros, el de cabellera oscura solo sacó la excusa de mejorar los colores para lograr tener un poco más de tiempo con Taehyung, y así poder sacar el tema que le estaba carcomiendo la cabeza desde hace un par de días atrás.

Jungkook apresó entre sus manos la pequeña tarjeta arrugada dentro de uno de los bolsillos de sus pantalones. Fijó su mirada atenta hacia el castaño de cejas fruncidas.

—Joven Kim.

El aludido alzó la vista en dirección al llamado de su nombre, apartando la atención de su trabajo.

—Puede llamarme Taehyung, s-sí desea —completó un poco dubitativo.

Los ojos de Jungkook se mantuvieron serios ante la suave sonrisa de labios cerrados del castaño.

—Kim —repitió, buscando no ser interrumpido de nuevo—. ¿Recuerda la noche anterior en la que caminamos hasta su casa?

El artista se removió algo incómodo, ante la mención de aquella noche. La verdad es que aunque agradecía la intervención del príncipe en dicha situación, a veces pensaba en que prefería no habérselo topado.

—Lo recuerdo, sí.

Para Jungkook no pasó desapercibido el tono de voz aprensivo del contrario; sin embargo, eso no le impidió deslizar aquella tarjetita de color violeta sobre la mesa, bajo la mirada atenta de Kim.

El rostro de Taehyung perdió color. Estuvo buscando ese diminuto papel por dos días seguidos.

Evitando mostrarse afectado, se recompuso de manera rápida, aparentando demencia, y con total cinismo se atrevió a preguntar:

—¿Qué es eso?

—Usted y yo sabemos bien que es —respondió escuetamente. Sus ojos aún manteniéndose firmes y duros—. Lo encontré delante de su pórtico.

Los latidos del joven pintor se detuvieron por milisegundos. Sintió su saliva espesarse, haciéndole tragar con pesadez.

Una de sus manos húmedas por el sudor, se aferró con fuerza al cuerpo del pincel, sin temor a romperlo.

—E-en serio, nunca he visto ese papel. ¿Es algún bono de oferta de los que regala el pastelero del mercado?

—Tercera semana del mes de marzo, en la plaza capturaron a 6 hombres —recitó tal cual las palabras emitidas por Louisa—. Después del allanamiento en sus respectivos hogares, se les halló exactamente esta tarjeta en sus dormitorios. Creo que usted sabe de cuáles cargos se les imputaban.

—No entiendo de qué habla.

—La vi caer de su bolsillo antes de que cruzara la puerta.

—E-eso... eso no es mío —su voz fue poco convincente, Taehyung sabía que cualquier excusa sería poco creíble, pero estaba empezando a perder la calma—. Alguien debió, alguien debió meterla en mi bolsillo cuando yo no me di cuenta.

Jeon se cruzó de brazos y arqueó una ceja, incrédulo.

—Kim...

—Le juro que yo-

—Kim...

—¡Por favor, créame!

Los ojos del menor se abrieron con asombro, al ver a Taehyung apoyar la frente sobre la madera y con las palmas de sus manos juntas, como si le estuviese suplicando. Un pequeño piquete se instaló en su pecho, haciéndole sentir culpable de alguna forma.

—Oiga, levántese. No tiene que hacer eso —su timbre se volvió suave.

El de piel acaramelada levantó el rostro, revelando sus rojizos orbes y labios temblorosos.

—F-fui una sola vez por curiosidad —su voz sonaba ahogada—. No le diga a nadie, por favor. No… no le cobraré por el retrato. Puedo trabajar gratis para su familia o...

Era imposible que hubiese asistido una sola vez, puesto que dichas tarjetas habían sido repartidas antes del suceso de la horca.

—¿Piensa que mi familia o yo necesitamos de ese dinero extra?

Esa sola pregunta hizo que los almendrados ojos del artista se inundaran en lágrimas. Se sentía en el fondo de un calabozo sin salida.

Al ver la primera lágrima deslizarse, Jungkook se alarmó. Una de sus manos titubeó con acercarse al hombro del muchacho, pero se retuvo.

—Su alteza, sé que es mucho pedir, y sin la intención de faltarle al respeto... ¿hay algo que pueda hacer a cambio de su silencio?

—Kim, ¿no cree usted que si tuviese la intención de delatarle ya lo habría hecho, en lugar de venir hasta aquí y querer aclarar este tema?

—Yo...

Jungkook elevó las comisuras de sus labios y negó con la cabeza, casi sintiendo pena al percibir la angustia del castaño.

—No diré nada, y usted tampoco tiene que hacer nada para comprar mi silencio —suspiró cansado—. Sus decisiones o preferencias no son de mi incumbencia. Solo le sugiero ser un poco más cuidadoso la próxima vez, no es muy prudente de su parte recorrer esas zonas a tan altas horas de la madrugada.

Los ojos abriéndose de par en par, al igual que sus labios, Taehyung permaneció estoico ante las palabras del príncipe. ¿Acaso estaba soñando o se trataba de una broma?

—¿Está... hablando en serio?

Los ojos de Taehyung le miraban recelosos.

—¿Parece que estoy bromeando?

—No, no. Es solo que... ¿no piensa que estoy enfermo o algo así?

Malditos, depravados, enfermos, pecadores... Jungkook conocía la infinidad de calificativos que existían para las personas con “preferencias fuera de lo común”, y para ser sincero, le repugnaba escuchar palabras tan denigrantes hacia un ser humano que no estaba cometiendo delito alguno.

—¿Sabe qué es enfermo? Castigar a una persona de forma tan atroz solo por tener gustos distintos.

—Pero el rey es quien aprueba las leyes.

Una amarga y seca risa brotó de los delgados labios de Jeon.

—Lo sé.

El de orbes temerosos decidió no hacer más acotaciones sobre dicho tema. Secó con sus palmas el rastro de lágrimas traicioneras que se habían deslizado por sus mejillas.

—G-gracias, de verdad. No sé cómo pagárselo.

—No tiene que pagarme nada, ya se lo he dicho. Un poco de humanidad no le hace daño a nadie.

A pesar de que no se permitía confiarse del todo, Taehyung sintió cierta tranquilidad al ver el semblante sereno y la mirada sincera en el rostro del joven príncipe.

—¿Y bien? ¿Qué espera? Aún quiero los colores nuevos para mi retrato —señaló Jungkook interrumpiendo los pensamientos del castaño.

—Oh, sí claro. Lo siento.

Sacudiendo la cabeza, Taehyung reaccionó. Tomó devuelta sus instrumentos de arte para continuar con su trabajo.

En una imperceptible sonrisa ladina, Jungkook dejó su atención posada sobre el joven artista, en el cual todavía podía divisar su nariz enrojecida y manos tiritando; sin embargo, no titubeó en continuar con su tarea. 

Taehyung no lucía como una mala persona.

Acomodándose nuevamente su gabardina, Jungkook, al retirar el sombrero del perchero, dio un respingo al sentir cosquillas en su pierna.

Al bajar la vista se topó con el pelaje dorado de un pequeño felino frotando su cabecita contra su pantalón, a la vez que ronroneaba.

—Sr. Pierre, no sea mal educado —Taehyung casi brincó de su silla, corriendo hacia el minino para tomarlo, cargándolo entre sus brazos—. Discúlpeme, él usualmente no es así con los extraños.

El pintor mordió su labio inferior al ver como el azabache elevaba una ceja.

—N-no quise decir que usted es un extraño, es que el Sr. Pierre nunca le ha visto, así que… Él no es confianzudo.

Jungkook hizo caso omiso al tartamudeo del muchacho y tan solo acomodó el sombrero de copa en su cabeza, sin apartar la mirada de la bolita de pelo que se acurrucaba en el pecho del contrario.

—No le había visto antes.

—Por lo regular siempre se queda todo el día en el jardín trasero… prefiero evitar incomodar a los clientes, no quisiera ahuyentarlos.

Jungkook asintió impasible, dándose la vuelta de camino a la salida.

—¡Príncipe Jeon! —exclamó Taehyung acortando la distancia, a la vez que el mencionado giraba sobre sus tobillos, encarándolo. Por unos segundos olvidó el porqué le había llamado.

—Kim, evitaré volver a mencionar aquel tema si no es de su agrado —aclaró, como si leyese la mente del muchacho—. La relación que llevamos es estrictamente profesional, mientras sus acciones no afecten el trabajo que está realizando, debe resultar insignificante para nuestra convivencia. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —acató en voz baja.

Satisfecho con la respuesta, sintió la necesidad de brindarle cierta calma a quien aún sostenía su mascota en brazos, así que antes de abrir la puerta se despidió.

—Buena noche, joven Kim —luego sus ojos se posaron en los felinos. Hizo una corta venia con la cabeza—, Sr. Pierre.

Una exhalación profunda abandonó la garganta de Taehyung, al momento en que el sonido de la puerta cerrándose hizo eco.

Recargándose en el armazón de madera, el de nariz y dedos manchados de pintura, afianzó más el agarre del minino entre sus brazos. Hundiendo su rostro en ese pelaje suave y felpudo, dejó salir un sollozo.

Su corazón se apretó dentro de su pecho y dolió, vaya que dolió.

Taehyung estaba agotado de vivir siempre angustiado, de permanecer constantemente aterrado. No podía escapar de ese sentimiento porque el solo hecho de ser quien era, le hacía vivir en un estado de alerta.

Si hubiese sido cualquier otro individuo, tal vez el artista estaría más escéptico y a la defensiva. No obstante, y aunque no pondría las manos en el fuego por Jeon, de alguna forma este le transmitía un atisbo de confianza, al menos lo suficiente para brindarle la certeza de que no le delataría.

Luego de unos minutos el gatito paró de maullar y removerse, quedándose totalmente pasivo entre los brazos ajenos y permitiendo sin ningún recelo ser el pañuelo de lágrimas de su amo.


Dato curioso:

En 1563 se volvió definitiva la Ley que castigada la sodomia (relaciones sexuales entre hombres) con la pena de muerte por ahorcamiento y la incautación de sus bienes. Esta Ley estuvo vigente hasta el año de 1861.

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