𝟎𝟐𝟔 ┊ 𝓝𝓪𝓿𝓲𝓭𝓪𝓭 𝓳𝓾𝓷𝓽𝓸𝓼
Solo Jake siendo algo hormonal, nada fuera de lo común
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Estaba tranquila en casa de papá horneando galletas de chispas de chocolate y hombres de jengibre, lo habíamos convertido en una competencia, como de costumbre. Y ahora estábamos por sacar las tandas del horno de las galletas y decorando a los muñecos.
Sonó el timbre y mire mal a papá.
—Si esto es un truco para que pierda...
—¡No! Te juro que no se quien este del otro lado de la puerta, lo juro por Lady Gaga.
—Papá, ya estás grande para escuchar a Lady Gaga.–Me pare y camine hacia la puerta.
—¡Ella canta como me siento!
—¡Ajá!–Abrí la puerta, ahí estaban tanto Jake como Renesmee, la niña tenía una cajita adornada de navidad en sus manos.
—¡Tía Taylor!–Se lanzó a abrazarme y yo correspondí.
—Hola, ¿qué hacen aquí? No los esperaba...
—Bella nos abandonó en casa de Charlie y queríamos pasar a saludar–Explicó el lobo mientras se inclinaba para recostarse sobre el marco de mi puerta, tenía algo raro en la mirada, como si me quisiera comer.
Le guiñe un ojo para molestarlo y deje de abrazar a Renesmee.
—Esto es para ti–Me paso la caja–Es del tío Jake. Mamá dice que te dará el tuyo mañana.
—Gracias cariño–Tomé la caja–¿Quieren pasar? Papá y yo estábamos haciendo galletas.
—¡Si!–Renesmee corrió hacia la cocina y yo me quedé con Jake.
—Así que... ¿Me compraste algo?
—¿Tú no a mi? Digo, ya llevamos un tiempo saliendo, podrías haberme comprado algo.–Dijo sarcástico.
—Claro que te traje algo, está en el árbol.
—Bien, ese lo veré después, quiero que abras tu regalo y me lo agradezcas después.–Reí.
Abrí la caja, esperando muchas cosas, encontré una pulsera hecha a mano, sabía lo mucho que le gustaba hacer manualidades, era muy linda, y tenía un olor diferente; olía a su perfume de alguna manera, sería como llevarlo siempre conmigo.
No era tan combinable, pero poco importaba cuando lo había hecho el mismo. Sueno como una tonta enamorada, yo no era así.
Lo mire y sonreí.
—¿Te gusta?
—Claro que me gusta, Ceniciento.
—Hace mucho que no me decías así–Se acercó más a mi.
—¿Te molesta?
—Para nada–Pasó dos dedos debajo de mi mentón para elevarlo y besarme, pero se escuchó un carraspeo, ambos volteamos. Ahí estaba papá con los brazos cruzados, en el fondo se podía ver a Renesmee arruinando mis galletas de jengibre, al menos para la competencia, porque estaba segura de que papá lo había hecho excelente.
—¿Deseas pasar, Jacob?–Le dijo con voz firme.
—Sería un placer señor.–Trate de no burlarme, tomé su mano y nos conduje a ambos hacia la cocina para tratar de rescatar algo para la competencia.
[...]
Estaba nevando.
Todos los vampiros, Jake y yo estábamos juntos afuera, me sentía con algo de frío, Jake me había dado su chaqueta, y aún así no era suficiente, trate de concentrarme en otra cosa mientras le hacía una trenza a Magnolia, ella me contaba el cómo una extraña chica lobo había estado merodeando.
Vi que Jacob se acercaba con leña, y después vi a después vi a Benjamín, quien, después de que Jacob pusiera la leña en el piso, encendió un fuego. Jacob lo miró algo asombrado, aunque todos aquí sabíamos que la relación entre ellos dos no era la mejor.
—Esto si me gusta. Una hoguera antes de la batalla –dijo el lobo y se sentó junto a mí. Noté la mirada de Benjamín sobre los dos, pero no le tomé importancia, al mismo tiempo escuche una pequeña risita saliendo de la boca de Edward. El sabía mucho para mi gusto.–Contando historias de la guerra, o simplemente parados como estatuas–Vio a los demás vampiros.
Garreth se acercó a nosotros corriendo.
—Nombren cualquier batalla, yo estuve ahí.
—Lo sabemos hermano, ahora siéntate que me avergüenzas–Pidió Magnolia y tomó su brazo para que se sentara.
—Pequeño gran cuerno–Preguntó Jake.
—Estuve a punto de morder a Custer. Pero los indios llegaron primero–Aceptó con recelo. Kate llegó con su velocidad y se sentó en el regazo del vampiro.
—El asalto de Oleg a Constantinopla. El no lo ganó solo.
—Si hablamos de batallas, hablemos de la guerra de los 11 años–Pidió el hombre del clan de Irlanda, del cual no me acordaba de su nombre.–Nadie hace rebeliones como los Irlandeses.
—Pero perdieron la guerra de los 11 años–Aseguró Garreth.
—Si, pero fue una tremenda rebelión.
—¿Y tú?–Me miró Garreth–¿De donde eres?
—Corea del Sur, mi padre me adoptó cuando era pequeña, he vivido aquí desde entonces.
—¿No extrañas tu hogar?–Preguntó Tanya cuando se acercó.
—No era un hogar, mi familia es mi hogar, no un lugar.
[...]
Jake y yo compartíamos una casa de campaña, si papá se enteraba me hubiera matado, pero a los demás de aquí no les había importado.
Me estaba terminando de cambiar cuando Jake entró, termine de ponerme la camisa y voltee a verlo, estaba más cerca de lo que pensaba que estaría.
—Te ves tan linda hoy...
—Jake, calma, solo son tus hormonas lobunas hablando–Me burle.
—No, no lo creo. Porque si fuera por eso ya estarías tú en el suelo, sin ropa y yo...
—¿Ah si?
—Si.
—Jake, aunque quisiera hacer... pues ya sabes, aquí hay un montón de vampiros con súper oído que me daría vergüenza que me escucharan.
—No escucharán nada...–Me tomó de la cintura.
—Prefiero no arriesgarme.
—...Bien, pero me debes una porque en serio te necesitaba en este momento.–Sonreí.
—Claro, pero alguna vez que estemos más seguros, sin estar rodeados de tantos vampiros y de preferencia en una cama.
—Como tú lo ordenes.–El empezó a quitarse la camisa para ir a dormir, trate de no mirar demasiado, a pesar de que estábamos saliendo, y no es como que no lo hubiera visto así antes, pero igualmente.
Mire hacia el techo de la casa de campaña y el se burló.
—¿Vergüenza?
—No. Solo trato de darte tu privacidad–Mentí.
—¿Sabes que escuchó tus latidos, verdad? El cómo laten cada vez que me ves así de cerca, cada vez que tomo tu cintura... cada vez que te beso... tú corazón te delata bastante.
—¿Podrías no involucrar mi corazón? Gracias.
—Como tú quieras. Pero tú sabes que me deseas–Me hizo voltear para quedar frente a él, nuestros cuerpos juntos. Me quedé mirando sus ojos, estaba segura de que mi corazón latía como loco en este momento, el debía de disfrutarlo, lo sabía por su pequeña sonrisa presumida–Dime que me deseas, hazlo.
—No lo dire, no me humillare así.
—¿Y si yo te digo que te deseo?
—No creo que te atreverías a hacerlo.–Lo desafié, bajando la mirada a sus labios por un microsegundo.
—¿Quieres apostar?
—No me gusta perder.
—Lo sé–Se inclinó a besarme, tomando mi cara entre sus manos, acariciando cada centímetro de mi rostro con sus enormes manos.–Te deseo...–Dijo entre el beso.
El calor subió a mis mejillas, sabía que lo decía de verdad, no podía mentirme cuando me tenía así, creo que incluso ya no era capaz de mentirme.
Y yo no podía mentirle.
Lo deseaba.
Pero no se lo diría.
Al menos no aún. Aunque él ya lo sabía.
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