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Estábamos juntos.

Nos encontrábamos en la reservación en su habitación.

No hablábamos, hasta siento que ambos conteniamos la respiración. Suspire, no iba a ser la primera en hablar esta vez.

—Fue una linda boda, tienes talento...–Murmuró.

—Te envié la invitación.

—No estaba... disponible.

—¿A dónde fuiste?

—Canadá, algo así, tenía que estar solo y pensar.

—¿Sobre Bella?–Me atreví a preguntar.

—Sobre ti.

Lo voltee a ver sin creerle del todo.

—¿Por qué no te creo?

—Tienes razones para no hacerlo, supongo... he sido pésimo, no sabes cuanto me duele que no estés conmigo, cuanto me duele saber que te irás lejos y no puedo hacer nada para detenerte.

Me quedé callada procesando esta nueva información, nunca creí que él me diría algo así.

—Solo... no me gustas, de esa manera, pero en serio quiero que estemos juntos, como amigos, volver a las salidas de antes, te prometo que ya no pensaré en Bella de ninguna manera, me alejaré de ella si es necesario.

—No quiero que te alejes de ella.

Fue su turno de mirarme confundido.

—Ella es tu amiga, cometiste un error... varios, pero no quiero que pierdas esa amistad por mi.

—No lo entiendo.

—Jacob... a pesar de lo mucho que también me duele físicamente no estar contigo, no puedo y no te lo dejaré fácil, quiero que entiendas eso, merezco algo mejor que como me trataste, me sentí de la mierda los últimos meses.

—Eso si puedo entenderlo.

—Que milagro...–Susurré y él rodó los ojos.

—Pero ahora quiero que tu entiendas–Caminó hacia mi y me acorralo contra la pared–Te necesito, y estoy dispuesto a hacer lo que sea para que me perdones, incluso si eso significa humillarme.

—¿Estás tan desesperado?–Murmuré viéndolo directamente a los ojos.

—Creo que ya sabes la respuesta.

Ambos nos miramos sin saber que decir o hacer, estaba siendo humillante para él hasta el hecho de admitir que estaba dispuesto a hacer lo que sea por estar aunque fuera un momento conmigo.

Nos interrumpió el sonido de la puerta abriéndose, ambos volteamos.

Era todo la manada de Jacob, incluso Emily, quien era la novia de Sam.

Nos separamos de inmediato, pero no fue lo suficiente rápido como para que los más jóvenes empezaran a hacer burlas de nosotros.

Trate de no sonrojarme demasiado, fallando en el intento.

—Bueno, eh... es un gusto, soy Emily–Me saludó la mayor.

—Taylor–Me acerqué y ella me abrazó. Se me hizo raro porque no nos conocíamos, pero necesitaba donde esconder mi cara para que no se siguieran burlando.

Nos separamos, y no pude evitar mirar su cicatriz, apartando mi mirada rápidamente para que ella no se sintiera incomoda.

—Estábamos por invitar a Jacob a la playa.

—Estoy ocupado Quil.

—Si, lo vemos...–Él me miró de arriba abajo, pero no juzgando, Jacob gruñó tras de mi.

—Fuera, ahora.

Unos salieron, solo Sam se quedó.

—Estaremos ahí todo el día, si quieren venir son más que aceptados...–Miró con orgullo a Jacob, como si fuera la mejor opción que hubiera tomado estar aquí conmigo y no con alguien más.

Entendía que los lobos debían respetar mucho a sus improntas, y que él hacerlo era lo mejor que podías hacer. Sam se fue, dejándonos solos otra vez.

—Emily, ella...

—Lo hizo Sam.

—¿Cómo pasó?

—Un ataque de ira.

—¿Tú podrías hacerme algo así?

—¿Recuerdas la vez que viniste y que Leah te dijo que te fueras?–Asentí–Si, me estaba dando uno de esos ataques, tuviste suerte de que Leah estuviera cerca.

—Creo que ella me odia.

—Ella odia a todos.

—No a Sam...–Él me volteó a ver.

—¿Cómo lo sabes?

—Siempre lo mira como si deseara más que nada estar con él.

—¿Y cómo es esa mirada?–Pasó un mechón de cabello detrás de mi oreja.–Me quedé perdida por unos momentos en sus ojos café.

—Si prestaras más atención, lo sabrías...

—¿Seguimos hablando de Leah y Sam?

—¿De quién más sino?–Pregunté en voz baja.

—Leah y Sam estaban juntos, Sam se imprimo de Emily, es un mal triángulo amoroso, por eso Leah siempre se ve tan deprimida y malvada.

—¿Sam aún quiere a Leah?

—Si, pero no de esa manera.

—¿Y Sam quiere a Emily?

—Más que nada en el mundo, respira por ella.

—¿Y Emily lo quiere a él?

—Eso esta por verse...

[...]

Fuimos juntos a una heladería antes de ir a mi casa para poder acompañar a la manada a la playa, a pesar del clima fresco, igual me metería al mar lo más que pudiera.

Comíamos el helado mientras caminábamos hacia la reservación, teníamos suerte de que no estuviera lloviendo.

—¿Cuál es tu color favorito?–Me preguntó y yo solté una risita.

—Rosa.–Él arrugó su nariz.

—No me gusta el rosa.

—¿Cuál es tu color favorito, Ceniciento?

—Café.

—Dios–Murmure y reí de nuevo.

—¿Qué? ¿Qué tiene?

—No, pero ese color esta muy fuera de moda.

Seguimos caminando.

—¿Eso es lo único que te preocupa? ¿La moda?

—Me preocupan muchas cosas, pero la moda es la más interesante.

—¿Por qué te gusta tanto la moda?

—No lo sé... siempre he sido buena en ello, mi abuela me enseñó a coser en cuanto me mude con papá, fue algo que me hizo sentir más bienvenida.

—Nunca me habías contado sobre tu familia.

—Bueno... soy de Corea del Sur, papá me adoptó cuando cumplí seis años y me trajo a estados unidos, conocí a Bella a los siete.

—¿Eres de Corea?–Preguntó asombrado. Asentí.

—Sip, nací ahí. Tu turno de contarme algo.

—Bueno, mamá murió cuando era pequeño, papá quedó en silla de ruedas poco después por complicaciones con la diabetes, tengo dos hermanas mayores; Rachel y Rebecca, pero no las veo mucho... y nací el 14 de Febrero.

—¿Naciste el día de San Valentin?

—De hecho, no es tan malo como parecería.

—Creo que es algo cool, de hecho.

—Taylor...

—¿Si, que pasa?

—¿Si te irás a la universidad, verdad? Al terminar el verano.

—Si Jacob, tengo que irme.

—¿Por qué no puedes quedarte?

—Porque es mi sueño, no me quedaré atada a nada.

—Viniste aquí por Bella, te desviaste.

—Es diferente, aquí también podía seguir con lo que quería, entrar a la universidad de modas.

—Admitelo, harías cualquier cosa por la gente que quieres, no lo podía ver antes, pero es obvio.

—Si, lo hice porque quería que ella estuviera mejor.

—Y eso no tiene nada de malo.

—No lo tiene, pero ella está mejor, y es mi turno de ver por mi misma.

—¿Nada de lo que te diga podrá detenerte, verdad?

—Absolutamente nada Ceniciento.

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