Capitulo 38
Todo Amphibia esperaba con nerviosismo el momento en el que la novia entrara en el templo. A pesar de que la boda hasta ahora parecía marchar sin contratiempo alguno, los vecinos del pueblo aún hacían apuestas sobre si Anne terminaría por casarse con Don Perfecto o si huiría antes de llegar a pronunciar el «sí, quiero».
La iglesia estaba llena a rebosar; no sólo habían asistido al evento los familiares de ambos contrayentes, sino que todos y cada uno de los habitantes del pequeño pueblo esperaban con impaciencia presenciar el rito del matrimonio, ya fuera dentro o fuera del recinto.
La mitad de los presentes opinaba que Anne sería raptada por Sasha en mitad de la ceremonia, la otra mitad, que Anne no llegaría a entrar en la iglesia. Solamente unos pocos osaban comentar que Anne finalizaría la boda, casándose con el perfecto Marco.
Todo estaba listo: la iglesia estaba esplendorosa por los adornos florales de delicadas rosas blancas. Lazos de seda de color nieve engalanaban los asientos de los invitados y una gran alfombra roja indicaba a los novios el camino hasta el altar.
El novio aguardaba pacientemente junto al altar; las damas de honor y sus acompañantes ya habían sido colocados en su lugar; la madrina permanecía al lado del novio y únicamente faltaba la imprescindible presencia de Anne Boonchuy y su padre.
La pequeña orquesta de música clásica comenzó a tocar y los niños del coro entonaron una hermosa canción. Las puertas se abrieron y Anne irrumpió de una forma atolondrada y desorientada.
Antes de que la novia comenzara a caminar hacia su futuro, una niña de unos cuatro años esparció pétalos de rosas lentamente por el camino.
Anne agarraba con fuerza el brazo de su padre mientras, absorta en sus pensamientos, continuaba preguntando por Sasha sin prestar ningún atención a lo que ocurría a su alrededor.
―¿Por qué se va, papá?―quiso saber Anne, confusa.
―Porque no quiere ver como haces tu vida con otra persona que no sea ella―contestó murmurando el señor Boonchuy.
―Pero el pueblo es lo suficientemente grande para las dos...
―Cielo, si tu madre me dejara por otro y yo tuviera que ver día a día cómo rehace su vida junto a él, no podría soportarlo. Creo que Sasha es muy fuerte, pero todos tenemos un límite, y ese límite para Sasha eres tú.
―Pero no puede irse...―manifestó Anne.
―Bueno, cariño, ahora lo que tienes que pensar es en tu futuro―indicó Brian ayudándola a caminar despacio hacia Marco Regino Wu III.
Mientras Anne se acercaba cada vez más a su novio, el dinero iba cambiando de manos a lo largo del enorme pasillo, pero alguna que otra persona se negó a pagar hasta presenciar el final de la hermosa ceremonia.
...
POV ANNE
El pasillo se me hacía larguísimo.
Con cada paso que daba parecía alejarme más de mi destino en lugar de acercarme a él, y eso no me asustaba: no estaba impaciente por llegar junto a Marco ni por decir el consabido «sí, quiero» ni por comenzar una vida junto a él.
No estaba deseosa de que terminara mi boda para que todos me comenzaran a llamar señora Wu. No sentía esos nervios previos a un casamiento que hacen imposible mantenerse serenas a las futuras esposas, pero sí que tenía todas las dudas del mundo cuando miraba a mi futuro marido.
Eso me hizo reflexionar sobre si verdaderamente él era el adecuado.
¿Por qué ahora, justo antes de que mi precioso sueño de la infancia se llevara a cabo, me daba cuenta de que eso no era en el fondo lo que yo deseaba? Miré a Marco y lo vi perfecto: sin una arruga en su elegante traje, ninguna duda en su hermoso rostro... Era como siempre: la perfección personificada, y fue entonces cuando mi revoltosa mente comenzó a compararlo con Sasha,la siempre desordenada y salvaje Sasha.
Recordé cada una de sus trastadas de cuando éramos niñas, rememoré mi primer beso, la primera vez que hice el amor, y todos y cada uno de los veranos que habíamos pasado juntas.
Comparé sus apasionados besos con los de Marco, que no me hacían arder como lo hacían los suyos. Me pregunté una vez más por qué aún no me había acostado con mi futuro esposo mientras que no podía evitar lanzarme a los brazos de Sasha ante la menor de sus caricias. ¿Por qué no podía resistirme a ella y sí al hombre que había decidido que era perfecto para mí? ¿Por qué podía hablar con Sasha de todo y con Marco sólo de arte o de temas serios? ¿Por qué reía con ella todo el rato ante bromas estúpidas y Marco nunca bromeaba? ¿Por qué era yo misma entre los brazos de Sasha y simplemente Doña Perfecta en los de Marco?
Ante mí se planteó la pregunta definitiva y trascendental que marcaría mi futuro: ¿quién quería ser yo en realidad: la impredecible y alocada Anne Boonchuy o la impecable y previsible Doña Perfecta?
Miré a todos mis vecinos y parientes. Los observé durante unos momentos sin dejar de caminar y noté cómo Wally y Percy discutían sobre una nueva apuesta, vi como mis hermanos intentaban coquetear con mis damas de honor con descarados gestos, como mi madre apuñalaba con la mirada, cuando creía que nadie la veía, a Malee Wu. Me percaté de que el señor Philips, el jefe de policía, revisaba todas las entradas a la espera de alguna fechoría por parte de Sasha y observé como mi futura cuñada me miraba con envidia y recelo.
Los miré a todos y decidí que, si ninguno de ellos era perfecto, yo tampoco tenía por qué ser Doña Perfecta. El diablillo rebelde que había en mí, ése que únicamente osaba salir en presencia de Sasha, preguntó una vez más por qué ella no estaba allí para raptarme o algo parecido. Fue entonces cuando comprendí que hasta el último momento había tenido la esperanza de que ella aparecería en la iglesia para impedirme, como siempre, que cometiera un estúpido error.
Pero esta vez Sasha había decidido concederme lo que tantas veces le había rogado: la libertad de elegir.
A pesar de que el hombre perfecto existía, él no era para mí.
Yo nunca podría ser feliz a su lado porque él no me enfurecería hasta el punto de desear tirarle un zapato, porque él no me haría ridículos regalos que me harían llorar, porque él no me exigiría que cumpliera mis apuestas con escandalosas proposiciones, o nunca me dedicaría la serenata más espantosa de mi vida. Ni me dibujaría un sapo que parecía una vaca, ni tampoco me diría mil veces al día que me quería sin dejar de insistir en ello porque dejar de hacerlo era sinónimo de abandonar, y él nunca abandonaba... «Hasta ahora», pensé, y las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de mis ojos.
No, no podía convertirme en Doña Perfecta si eso significaba no ver a Sasha nunca más.
Sequé mis lágrimas, molesta con ella por no haberse presentado y por hacerme ir tras ella con ese estúpido vestido, así que me dirigí rápidamente hacia ese novio que no era para mí mientras la orquesta aumentaba el ritmo de la música siguiendo mis pasos.
―Lo siento, Marco, eres el hombre perfecto, pero no eres para mí―declaré decididamente por primera vez en mi vida.
―Ella me lo advirtió, pero yo no quise creerlo―comentó Marco, molesto.
―¿Quién te advirtió qué?―pregunté confusa.
―Sasha me dijo que no te casarías conmigo, que la amabas a ella. Como le gustan tanto las apuestas, le propuse que, si tú y yo nos casábamos, lo mejor sería que desapareciera del pueblo; por el contrario, si ella se casaba contigo, desaparecería yo.
―¡No tenías ningún derecho a echar a Sasha de este pueblo!―grité furiosa mientras apretaba uno de mis puños con fuerza y, sin saber cómo, me encontré golpeando a Don Perfecto en la cara hasta tumbarlo en el suelo, donde lo increpé con muy malos modos―. ¡La única que tiene derecho a echar a Sasha de este pueblo soy yo!
Luego me marché apresuradamente de la iglesia entre las risas de algunos, la indignación de otros y los intercambios de dinero por parte de casi todos.
Me detuve a las puertas de la iglesia sin saber qué hacer. ¿Cómo podía localizar a Sasha? Le arranqué el teléfono móvil a uno de mis hermanos, que se había acercado nervioso, y después de varias llamadas sin respuesta a Sasha descubrí que la muy cabezota no le había dicho a nadie adónde narices iba.
Miré con desesperación a todos lados en busca de una señal divina que me permitiera saber cómo podía volver a recuperar a mi chica imperfecta y allí, delante de mí, encontré la respuesta.
Ignorando los gritos de advertencia de mis hermanos, desgarré la parte inferior de mi vestido y lo arrojé a la enfurecida Boscha, quien pasaba por allí justo en ese instante, y me metí en el coche de policía del señor Grime.
Por suerte tenía las llaves puestas y, cogiendo desesperada la radio entre mis manos, supliqué a Albus, uno de los policías más jóvenes del cuerpo, que detuviera a una mujer sospechosa de robo de vehículo. Le di la descripción y la matrícula de Sasha, luego puse el coche en marcha y me dirigí hacia las afueras del pueblo con la esperanza de que Sasha me perdonara una más de mis trastadas después de confesarle mi amor.
...
A unos cinco kilómetros a las afueras de Amphibia había sido detenida Sasha mientras conducía tranquilamente hacia la casa de una de sus antiguas amigas de la universidad.
Tras abandonar todo lo que tenía, y estando segura de que no deseaba ver como Anne se casaba con su príncipe azul y ambos vivían felices para siempre, a primera hora de la mañana había llamado su amiga Marcy, una de las pocas con las que aún mantenía contacto después de tantos años, comentándole lo deseosa que estaba de cambiar de aires.
La ahora jugadora profesional de fútbol no había tardado mucho en invitarla a su lujoso hogar para que se divirtieran rememorando viejos tiempos.
Marcy, como buena amiga y compañera, le había ofrecido su casa para que descansara plácidamente mientras pensaba qué hacer con su vida, y en el momento en el que Sasha decidía finalmente rendirse y dejarlo todo atrás conduciendo abstraída, aparecía Albus, un policía novato del pueblo, y la detenía por un supuesto robo de vehículo. ¡Cómo si todo el pueblo no supiera que esa furgoneta era suya desde hacía años!
Tras intentar hacer entrar en razón al policía mostrándole los documentos del coche, frustrada e irritada por todo lo que ocurriría aquel día, le arrojó furiosamente los papeles a la cara, tachándolo de idiota.
Por ese motivo Sasha permanecía ahora esposada y tumbada encima del capó de su coche, a la espera de que confirmaran su versión de los hechos.
Mientras intentaba una vez más convencer al necio novato de su error, el coche de policía del señor Philips aparcó junto al arcén; Sasha respiró aliviada pensando que al fin se solucionaría todo cuando la puerta del coche se abrió y de el salió Anne con un vestido de novia destrozado pero luciendo de lo más bonita.
De cintura para arriba Anne podría protagonizar la portada de una revista de novias, de cintura para abajo lo único que la tapaba era una fina gasa de seda que le llegaba hasta las rodillas, dejando entrever con cada paso que daba un poco de su insinuante liguero blanco.
Definitivamente, era la novia más sexy e irresistible que había visto en su vida, y lo que más le dolía era que no era para ella.
―Por última vez, señor policía, ¡hace años que soy la propietaria de esa furgoneta!―intentó explicarse de nuevo Sasha, ignorando deliberadamente la figura de la mujer que se dirigía hacia ella.
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