Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 30

Una fresca brisa penetró por la ventana y la morena se acurrucó más, en busca de calor, mientras mascullaba entre sueños.

―Idiota descerebrada.

―Seguro que se refería a mí ―suspiró Sasha resignada mientras cubría otra vez su desnudo cuerpo con la sábana.

Al parecer, lo ocurrido la noche anterior no había aclarado mucho las cosas entre ellas dos, pero ella había sacado una cosa en claro: Anne no amaba a Don Perfecto, porque, de lo contrario, no hubiera pasado la noche entre sus brazos gritando constantemente su nombre.

Sonrió decidida besando sus labios, para desearle los buenos días.

Tras arrancar un suspiro de su boca, Anne se despertó algo desorientada, y Sasha supo el momento preciso en el que rememoraba lo ocurrido, porque fue entonces cuando la miró furiosa, echándole toda la culpa y apartándose de ella mientras enrollaba la sábana en su cuerpo como si de una toga se tratase.

―¡Vete de aquí, Sasha! ―vociferó Anne, histérica.

―Pero preciosa, tenemos que hablar―repuso la oji escarlata sentándose en el lecho sin molestarse en vestirse―. Sé que cuando llegaste al principio del verano me comporté como una idiota, pero estaba celosa y... No tengo perdón, pero quiero que me perdones y que empecemos de nuevo.

―¡Tú y yo no tenemos nada, Sasha, y nuestro trato se rompió en el preciso instante en el que planeaste cómo echar a Marco del pueblo! Me prometiste que no lo harías, que me dejarías en paz ¡y me has mentido!

―¡Joder Anne, me he controlado! Ni siquiera le he tocado un pelo a ese señoritingo al que tengo ganas de asesinar. ¡Pero no me pidas que renuncie a ti porque eso no puedo hacerlo! Te quiero Anne y nunca dejaré de luchar por estar contigo.

―¡Me prometiste dejarme en paz cuando lo encontrara! ―insistió Anne― Cuando tú estás cerca no me dejas pensar, no puedo aclarar mis ideas y todo se confunde en mi mente ―explicó entre lágrimas descontroladas.

Sasha la abrazó fuertemente contra su pecho consolándola y limpiando con dulzura su rostro con el dorso de la sábana.

―Si no estás segura de que él sea tu príncipe perfecto, no te puedes casar con él aunque te lo haya pedido. Sobre todo después de que lo hayamos hecho sin protección, podrías estar embarazada de mí.

Anne la apartó de su lado llena de rabia y la encaró.

―¿Cómo sabías tú que Marco me pidió ayer la mano en matrimonio?

―Porque te estaba espiando, como en todas las citas que has tenido con ese estúpido niño mimado ―confesó sin arrepentimiento alguno al ser descubierta.

―¿Con qué intención viniste ayer a mi cuarto? ¿Querías relatarme una estúpida lista o querías acostarte conmigo para dejarme embarazada sin darme opción alguna a elegir?

―No lo sé Anne, estaba borracha y hablé de muchas cosas con tus hermanos...

―¿Con qué intención? ―exigió Anne, trastornada.

―¡Joder, Anne! No te voy a mentir diciéndote que no se me pasó por la cabeza dejarte embarazada, pero si lo hice te juro que fue inconscientemente y...

―¡Fuera! ―chilló tirándole la ropa―. ¡Vete antes de que coja la escopeta de mi padre y te pegue un tiro, que es lo que debí hacer ayer cuando entraste en mi habitación! ―señaló finalmente indicándole la ventana como única vía de escape para su retirada.

Sasha se vistió rápidamente antes de abrir la ventana y volverse con la determinación marcada en el rostro.

―Anne, esto no va a quedar así ―declaró la oji escarlata sin perderla de vista mientras se marchaba y ella cerraba con pestillo su ventana, recordándole con ello que nunca había sido invitada a su cama.

En el bar de Wally todos los asistentes estaban un poco decaídos al saber que sus apuestas sobre las chicas de las familias Boonchuy y Waybrith habían finalizado. Ya no podrían decidir quién sería la vencedora en una pelea, o quién fastidiaría más a la otra en alguno de los actos públicos de la comunidad.

Ya no habría más pizarras con anotaciones ridículas ni botes repletos a repartir entre algunos. Ninguna ronda correría por cuenta de la casa cuando hubiera empate y no podrían meterse con Jeff diciéndole que se dedicara a echar las cartas en la televisión cuando ganara varias veces seguidas.

Ya no habría tardes alocadas donde recordaran con cariño las viejas hazañas mientras intentaban averiguar cuáles serían las nuevas.

Esa mañana Sprig Boonchuy había entrado deprimido al local y, entre trago y trago de una infusión especial que hacía Wally para remediar la resaca, había relatado cómo fue la pedida de mano de su hermana y su respuesta: un rotundo sí que había dejado a Sasha destrozada y dándose a la bebida, lo cual explicaba la resaca del demonio que traía Sprig encima cuando cruzó la puerta del establecimiento.

Tras pagar las apuestas a los ganadores, Wally borró la pizarra algo deprimida, pues le gustaba pensar que Anne se casaría alguna vez con Sasha y que tendrían unos preciosos diablillos que darían tanta guerra como ellas.

«En fin -pensó aburrida mientras limpiaba las mesas-, la vida es así, cuando menos te lo esperas aparece al fin tu príncipe azul»; aunque éste, para su gusto, era un poco estirado.

¡Ay, cuánto se habría divertido todo el pueblo viendo el día a día en la vida de esas dos! Cuando Sasha olvidara un aniversario, o cuando Doña Perfecta colmara la paciencia de la Salvaje; o cuando se pusieran nerviosas como hacían todos al tener su primer hijo, o cuando a éste lo educaran con ideas tan distintas como tenían ambas...

Los niños podrían haberse parecido a la Salvaje y las niñas, a Anne, o al revés, y siempre los hubieran hecho reír como lo hacían sus madres.

Pero ahora Anne se casaría con Marco Regino Wu III y tendrían hijos perfectos e impecables que nunca darían una voz más alta que otra y que siempre guardarían la compostura.

Todos los parroquianos suspiraban aburridos esa tarde cuando la puerta del bar se abrió con violencia dando paso a una Sasha de lo más salvaje que nunca hubieran visto en la vida: sus pelos estaban revueltos y sus ropas, tremendamente arrugadas. Se sentó en la barra algo impaciente y, cuando Wally se dirigió a tomarle nota, preguntó:

―¿Y la pizarra y las apuestas? ¿Dónde están?

Wally la miró confundida, preguntándose quién sería el chivato que había soltado la lengua sobre las apuestas.

No sé de qué me hablas ―contestó Wally intentando aparentar inocencia. ―¡Vamos, Wally, enséñamela! Sprig me lo contó todo ayer en medio de nuestra borrachera.

―No sé para qué quieres que te la enseñe ahora. Está vacía ―comentó Wally despreocupadamente mientras sacaba la pizarra de la cocina ante la insistencia de la Salvaje.

―Es una pizarra muy grande ―señaló Sasha mientras la observaba. ―Es que apostaba todo el pueblo.

―Excepto Anne y yo, ¿verdad?

―Siempre hemos procurado mantenerlo en secreto, no queríamos que os sintierais ofendidas ante una sana diversión.

―Ya veréis la que va a formar Anne cuando se entere ―sonrió Sasha divertida a todos los clientes.

―Intentaremos que no se entere, ya sabes lo delicada que es...

―Sí, tanto como un puercoespín. Pero guarda la pizarra a buen recaudo porque esta vez Anne se va a enterar de las apuestas.

―¿Por qué? ¿Es que sospecha algo? ―quiso saber Wally, preocupada.

―No, se va a enterar porque esta vez yo voy a hacer una apuesta.

―Sasha, ¡tú no puedes hacer una apuesta si estás relacionada con ella!

―¡Qué te juegas! ―retó mientras se dirigía hacia la pizarra y apuntaba algo en ella. Luego puso un cheque en la barra y sin decir nada más se marchó dejando a todos intrigados y muy confusos con su comportamiento.

Los parroquianos que se hallaban en ese momento en el bar corrieron entre empujones hacia la pizarra. Jeff, que como siempre fue el primero en llegar, leyó en voz alta para que todos oyeran lo que Sasha había escrito en ella.

«¿Se celebrará la boda de Anne Boonchuy con Don Perfecto?», era la frase principal que daba paso a la apuesta, donde la pizarra había sido dividida en dos mitades: en una se leía claramente «Sí» y, en el otro lado, «No».― Sasha apuesta que no ―confirmó Jeff a todos los presentes.

―¿Y cuánto dinero apuesta, Wally? ―preguntó un jugador, curioso. Wally levantó el cheque de la barra del bar, lo abrió despacio y lo observó asombrada mientras contestaba a sus amigos y vecinos:

―¡Apuesta veinte mil dólares!

Todo el bar guardó silencio sorprendido durante unos segundos.

Después se abrieron las apuestas y esta vez no favorecían para nada a Don Perfecto, porque, si la Salvaje se atrevía a jugar tanto dinero a una simple apuesta, era más que seguro que planeaba algo. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro