Capitulo 29
A las tres de la madrugada, una oji escarlata totalmente ebria gritó bajo la ventana de su amada dispuesta a llamar su atención. Al ver que ésta no mostraba señal alguna de interesarse por sus tonterías de borracha, trepó torpemente por el árbol cercano a su ventana dispuesta a hacerse escuchar.
Se coló en la habitación de Anne tan sigilosamente como un elefante en una cacharrería, y cayó al suelo al tropezar con una silla, desplomándose sin saber cómo volver a ponerse en pie. Una mujer furiosa encendió la luz de su habitación y, mirándola irritada, le increpó:
―¿Se puede saber qué haces aquí, Sasha?
Sasha se dispuso a pedir perdón cuando recordó por qué motivo estaba allí. Decidida, se puso torpemente en pie y, cuando el suelo dejó de moverse, se dirigió hacia ella sacando la lista del bolsillo de sus pantalones y comenzó a recitar cada uno de sus puntos.
―Quiero que sepas que yo también he hecho una lista sobre mi mujer perfecta.
―¿Y no podías esperar a mañana para comentármela?―inquirió molesta, sentándose en la cama a la espera de que Sasha comenzara con sus desvaríos.
―No, por una vez te vas a sentar y me vas a escuchar―ordenó la oji escarlata con firmeza.
―Sasha estoy sentada.
―Mejor, pero no te muevas tanto que me distraes―añadió tambaleándose, mientras exponía su primer punto―. Uno. Que tenga muchas tetas (por lo menos dos)―comentó entre risas.
―Por ahora tu mujer ideal se parece más a una vaca que a una persona―ironizó Anne―, como el siguiente punto sea que tenga cuernos y rabo, comenzaré a pensar que tienes un tremendo problema.
―¡Calla y escúchame con atención! Dos. Que tenga un buen culo para poder apoyar la cerveza.
―Estoy confusa, ¿quieres una mujer o un aparador con tetas?
―Tres. Que hable poco, tan sólo lo necesario (para decir «sí» a todo lo que yo diga).
―Decididamente Sasha, lo que me estás describiendo es una muñeca inflable, seguro que ella no te negaría nada, aunque tampoco podría mantener una conversación contigo.
―Cuatro. Que no me interrumpa con sus cotorreos cuando esté viendo los deportes.
―Sí, la muñeca inflable es tu mejor opción hasta ahora―concluyó Anne, quien, irritada por la falta de sueño, añadió―: te regalo una por tu cumpleaños si me dejas dormir de una maldita vez, Sasha.
―Cinco. Que nunca me diga «ya te lo dije». Ésta es la última y más importante de todas―finalizó Sasha orgullosa mientras le tendía la lista a Anne.
―¿Y se puede saber por qué estúpida razón has subido hasta mi cuarto a estas horas de la noche para relatarme una lista de lo más majadera?
―Para demostrarte que yo también podía hacer una lista y que tú tampoco eres perfecta. ¿O es que acaso cumples con alguno de estos puntos?
―No, ni quiero hacerlo, porque hay algunos hombres a los que les gusto tal y como soy ―señaló acercándose a ella mientras la golpeaba en el pecho con el arrugado trozo de papel que le había dado.
―Pero yo nunca te pediría que fueras así―intervino Sasha―, porque tú me gustas con tus defectos y virtudes, sin ellos no serías tú. Pero tú..., tú buscas una perfección que no existe.
―¡Sí existe! He encontrado un hombre que cumple cada uno de mis requisitos y me voy a casar con él―sentenció Anne empujando su pecho intentando apartarla de su lado.
―No, no cumple todos tus requisitos―declaró abrazándola fuertemente para evitar que se alejara mientras la miraba codiciando sus besos.
―¿A qué te refieres?―suspiró Anne, con su boca no muy lejos de sus labios.
―A que sus besos nunca serán especiales y tampoco será el mejor amante del mundo para ti―alegó avasallándola con sus labios, devorando su boca con ardor y haciéndola responder a su lengua que buscaba hambriento su sabor.
Anne gimió, atrayéndola, agarrándola del cuello a la vez que la oji escarlata la izaba contra su cuerpo. Anne se agarró con las piernas a su cintura y comenzó a restregarse contra su erección. Mientras caminaba, Sasha decidia ir hacia la cama, eliminando el estorbo de su ridículo pijama por el camino.
La camisa de rayas voló por los aires, y cuando al fin la depositó en su lecho, le arrancó bruscamente los minúsculos pantalones, arrastrando con ellos sus escuetas braguitas.
La oji escarlata devoró con sus ojos el hermoso cuerpo de Anne permaneciendo vestida mientras decidía cómo torturarla como castigo a su larga espera.
Comenzó besando sus pechos, metiéndolos en su boca, lamiendo y succionando sus pezones, para luego mordisquearlos produciéndole pequeñas punzadas de dolor que no tardaron en convertirse en un placer sublime. La morena se retorcía arqueando su espalda, ofreciéndose a ella.
Sasha alzó su cuerpo para deleitarse aún más con sus jugosos senos.
Sus manos acariciaron lentamente sus muslos haciendo que los separase para poder acceder a su húmedo interior.
Introdujo uno de sus dedos, arrancando de su cuerpo gritos de placer.
Añadió un dedo más, y acarició con su pulgar el clítoris haciéndola convulsionarse desesperada contra su mano en busca de un placer que no terminaba de culminar.
La juguetona lengua de la oji escarlata se deslizó despacio por su cuerpo dejando tras de sí sus enrojecidos y erguidos pezones; lamió y besó su cintura, descendió hacia su delicado ombligo y continuó besándola más allá de éste.
Arrastró el cuerpo de Anne hasta el filo de la cama y se puso de rodillas ante su sexo húmedo y dispuesto. Besó sus húmedos rizos y alzó sus piernas sobre sus hombros. Su lengua no tardó en iniciar una tortura llena de pasión, haciéndola gritar su nombre una y otra vez; sus lametones eran lentos y largos, recorriendo todo su interior, haciéndola estremecerse y contonear sus caderas buscándola.
Cuando ella intentaba moverse más rápido contra su boca, la oji escarlata la obligaba a detenerse, llenando de frustración su cuerpo necesitado. Tras lo que a Anne le parecieron horas de tormento en las que gimió, protestó y se quejó porque se le negara el orgasmo, la oji escarlata sonrió satisfecha contra su feminidad y hundió lentamente la lengua acariciando su clítoris, a la vez que sus dedos volvían a penetrarla profundamente con movimientos rápidos y certeros que la hicieron gritar su nombre al convulsionarse ante su lengua y contraerse contra sus dedos, llegando al fin al orgasmo tan ansiado.
Saciada e irritada por los juegos de su ávida boca, Anne permaneció tumbada en la cama, en la misma postura, sin mover un solo músculo.
Sasha se apresuró a incorporarse y a deshacerse con celeridad de su ropa.
―¿Qué haces?―preguntó un poco aturdida aún por su orgasmo.
―Según tú, cometer un error―susurró la oji escarlata mientras se situaba sobre su cuerpo colocando las largas y perfectas piernas sobre sus hombros y la penetraba fuertemente de una sola embestida llegando a lo más profundo de su ser, haciéndola chillar―Pero para mí esto es el paraíso―expresó entrecortadamente, moviéndose cada vez con más fuerza y más rapidez en su interior. Sasha acarició de nuevo su clítoris con una de sus manos, volviéndola a excitar y humedeciendo más su interior, provocando que sus estocadas pudieran ser más placenteras.
Cuando su cuerpo no pudo más, se contrajo sobre el duro miembro de Sasha, y Anne gritó llegando a su segundo orgasmo mientras arrugaba fuertemente entre sus manos las blancas sábanas de su cama. La oji escarlata aumentó el ritmo cogiéndola con fuerza de las caderas, arremetiendo con violencia en su húmedo interior, llegando a la culminación del placer y derramándose en ella.
Sasha se desmayó exhausta encima de Anne a la vez que ésta intentaba ordenar sus confusos pensamientos.
―Sasha estoy confundida..., puede que tú no seas tan imperfecta para mí después de todo―dijo la morena mientras acariciaba la espalda de Sasha, que permanecía sobre ella llenando todavía su lánguido cuerpo con su miembro―Puede que tenga que replantearme la lista, ¿por qué nunca puedo resistirme a ti?―murmuró aturdida.
La repuesta de Sasha fue un sonoro ronquido cerca de su oído que por poco la deja sorda.
―¡No! ¡No te puedes haber quedado dormida después de lo que hemos compartido!―protestó furiosa mientras forcejeaba para quitársela de encima.
Cuando por fin pudo apartarla de sí, comprobó airada el poderoso cuerpo desnudo que tenía junto a ella.
Dirigió una lenta mirada hacia su miembro, que pese a permanecer en reposo seguía teniendo un buen tamaño, y fue entonces cuando se encolerizó, ya que se dio cuenta de que no habían utilizado precaución alguna y ella no tomaba la píldora anticonceptiva.
¿Lo habría hecho adrede para no dejarle opción alguna, para que tuviera que elegirla a ella de entre todos los demás, para obligarla a casarse con ella?
Acalorada por el momento de ira, Anne intentó despertarla varias veces para exigirle explicaciones, pero era una masa inmovible que roncaba como un camionero. Cansada por todo lo ocurrido esa noche, le dio la espalda al cuerpo de Sasha que ocupaba prácticamente toda la cama y se tapó con la sábana, declarando indignada:
―No puedo resistirme a ti, pero lo intentaré.
Sasha abrió los ojos en medio de un infernal dolor de cabeza. Era como si un elefante le hubiera pateado los sesos. Los primeros rayos de sol la hicieron gemir; se incorporó con lentitud para comprobar finalmente que no estaba en su cama, y que un bonito cuerpo desnudo descansaba junto al suyo. Al intentar recordar lo ocurrido aquella noche le sobrevino una fuerte punzada de dolor, pero las pocas imágenes que acudieron a su memoria le hicieron sonreír satisfecha.
Su Anne se había rendido nuevamente entre sus brazos y las dos habían disfrutado de una magnífica noche de sexo desenfrenado.
Acarició despacio el hermoso rostro de su amada, apartando sus ahora lisos mechones de pelo y, emocionada, apartó con delicadeza la sábana que cubría su desnudez para deleitarse con su belleza: sus senos habían crecido un poco, haciéndolos perfectos para abarcarlos con sus manos, y su trasero era firme y perfecto para acoger su miembro entre sus duras nalgas. Las curvas de su cuerpo se habían moldeado, dándole un toque entre mujer adulta y sexy gatita que la hacía volverse loca. Sus piernas seguían siendo largas y torneadas. Su rostro era, sin duda, de inigualable belleza, con sus suaves cabellos castaños y sus preciosos e intensos ojos marrones que le hacían pensar en el majestuoso color del chocolate.
Sus rasgos constituían una mezcla entre la princesa perfecta y un duendecillo malvado. Eso era lo que más le gustaba de ella: su capacidad de pasar en unos segundos de ser Doña Perfecta a un travieso diablillo que intentaba parecer inocente.
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