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Capitulo 28

―¡Joder, no me lo puedo creer!―exclamó Sprig haciendo revolverse inquieta a Sasha en su asiento, con ganas de darse la vuelta y ver lo que estaba ocurriendo con sus propios ojos, ya que, a pesar de estar en un mesa cercana, sus dos amigos la habían obligado a ponerse de espaldas a ellos por si Anne la reconocía y acababa reprendiéndoles.

―¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Qué ha hecho?―preguntó Sasha nerviosa.

―Ha pedido uno de los vinos más caros de este lugar, ¿por qué no nos invitas a uno de esos?―se quejó Sprig a su amiga.

―Porque vosotros no sois mi tipo―alegó Sasha enfadada―. ¿Qué más hacen?

―Están conversando y ella se ríe mucho―relató Polly, atento.

―¡Yo sé leer los labios!―indicó Sprig emocionado.

―¿Y qué dicen?―pidió Sasha a su amigo.

―En estos momentos él le pregunta si le agrada el vino, Anne contesta que está delicioso y que nunca ha probado nada igual. Entonces él se ríe diciéndole que se puede gastar todo el dinero que pueda y más, y que nunca será tan tacaño como Sasha Waybrith, que no es capaz de invitar a sus amigos a una copita.

―¡Alégrate de que no te dejara encerrado en el coche con las ventanillas medio bajadas!―señaló Sasha, furiosa―. Polly, ¿puedes oír lo que dicen?

Sí, espérate que conecto mis poderes arácnidos y saco mi superoído―ironizó Polly.

―Tal vez si me acercara...―comentó la oji escarlata intentando incorporarse.

―¡Ah no, eso sí que no!―exclamaron ambos hermanos volviéndola a sentar― Como Anne descubra que estás aquí, nos matará lentamente..―explicó Polly.

―Y luego enterrará nuestros cuerpos en el jardín―continuó Sprig.

Un camarero bastante pedante se acercó a su mesa, los miró de arriba abajo observando que sus atuendos, a pesar de ser de etiqueta, no eran tan caros y elegantes como los de los clientes a los que estaba habituado ese establecimiento. A pesar de ello, se acercó con educación y se dirigió a ellos:

Buenas noches, disponemos de una espléndida carta de vinos, y nuestra especialidad de esta noche es el filet mignon acompañado de setas rústicas adornado con un toque de esencia de perejil fresco.

―¡Joder, qué rico! ¡Yo quiero uno de esos!―exclamó un emocionado Sprig.

―Yo otro, por favor―confirmó Polly dispuesto a sacarle el dinero a su amiga.

―¿Y usted, señora?―preguntó el camarero a Sasha, que no dejaba de mirar a sus amigos con reproche.

―Yo sólo quiero un Whisky, se me ha quitado el apetito, y para ellos, dos vasos de agua ―comentó antes de que eligieran un vino selecto que dejara su cartera vacía.

El camarero se marchó extrañado por el comportamiento de los clientes de esa mesa y no tardó mucho en traer la copa de Sasha y las botellas de agua para acompañar la comida. Según el cocinero, era un sacrilegio no beber un buen vino mientras se deleitaban con el sabor de sus platos; el camarero estuvo a punto de comentarles este hecho a sus clientes, pero, tras ver el rostro irascible de la oji escarlata, desistió de hacer comentario alguno.

―¿Qué narices está pasando ahora?―gruñó Sasha, enfurecida, a sus amigos, que en esos momentos habían parado de espiar a su hermana y se deleitaban con el sabor de su cara cena.

―Creo que se está poniendo de rodillas...―masticó Sprig con la boca abierta.

―Y un violinista está tocando para ellos―relató Polly pacientemente.

―¡Joder tía, lo llevas crudo!―sentenció Sprig a la vez que terminaba su plato.

―¿Por qué? ¿Qué pasa?―instigó a su amigo Polly, quien guardó silencio.

―Acaba de ofrecerle el pedrolo más grande que he visto en mi vida; si ella no se casa con él, me lo pido yo―respondió Sprig.

Tú no eres tan guapo como Anne―intentó bromear Polly.

―¿Y ella qué dice? ¿Qué le ha contestado? ¿Qué hace?―solicitó Sasha a sus amigos, llena de impotencia.

―Lo siento Sasha―consoló Polly a su amiga―. Ella ha respondido que sí.

Sasha, repleta de ira y resentimiento hacia el hombre que le había arrebatado a su único amor, clavó el cuchillo con el que había estado jugando todo el tiempo en el panecillo más cercano, imaginándose que éste era el cuello de míster perfecto. Dejó allí el cuchillo mientras sacaba de sus pantalones la sencilla alianza de oro que tenía grabado sus nombres; los leyó una y otra vez, y la agarró fuertemente en su puño. Después, simplemente la devolvió a su bolsillo.

El camarero se acercó a la mesa una vez más, impaciente por deshacerse de esos clientes nada habituales. Se asustó al ver el amenazante cuchillo clavado en el pan y preguntó, algo atemorizado, pero insolente:

―¿Desea que le traiga otro panecillo para apuñalar?

―No gracias, tráigame la cuenta―pidió Sasha tendiéndole una tarjeta de oro que sólo los clientes VIP llegaban a conseguir―. Y dígale a Vicente que el viernes próximo vendré a traerle esos muebles especiales que me pidió para el bar.

El camarero entregó el mensaje y fue seriamente reprendido por el dueño por intentar cobrarle a quien que había convertido ese restaurante poco antes ruinoso en el lujoso y elegante establecimiento que era en ese momento.

Sasha fue invitada por el propietario a la zona del bar, donde se le ofreció barra libre para ella y sus amigos; Vicente no tuvo que insistir demasiado para que aceptara: en esos instantes lo que más necesitaba era una copa.

Dos horas después, lo que menos necesitaban los tres amigos era probar una gota más de alcohol.

―He estado a esto―dijo Sasha señalado entre sus dedos un espacio muy pequeño― de conseguir casarme con tu hermana.

―No me lo creo, esa lista parecía imposible―balbuceó Polly dando otro trago a su copa.

―Ya tenía logrados cuatro puntos, casi seis si le hacía admitir que soy buena en la cama, y de repente aparece Don Perfecto salido de la nada y, ¡pum!, todo se va a la mierda―gesticuló una tambaleante Sasha.

―¿Sabes lo que tienes que hacer?―intervino Sprig cogiendo una servilleta de papel.

―No voy a permitir que ese estúpido niño mimado se quede con ella, yo sé que la puedo hacer mucho más feliz de lo que podrá hacerla él con todos sus espléndidos encantos. Así que no voy a tirar la toalla―decidió Sasha poniéndose en pie y acabando su copa de un trago.

―¡No quiero que abandones, he apostado por ti! Lo que tienes que hacer es una lista con las cualidades de tu chica perfecta y restregársela por las narices para que esté igual de jodida que tú por su culpa―aconsejó Sprig.

―¿Qué es eso de que has apostado por mí?―preguntó Sasha tremendamente confusa.

En el bar de Wally hay una pizarra donde se admiten apuestas sobre quién se casará con Anne, y tía, ¡casi nadie apuesta por ti! Y eso que todo el pueblo participa―confesó Sprig tambaleándose en la silla.

―¡Dame, yo empiezo con la lista!―gritó Polly mientras le arrancaba la servilleta a su hermano y sacaba un bolígrafo de su chaqueta―. La mujer perfecta―recitó mientras escribía torcido―. A ver, primero: tiene que ser lista ―apuntó.

―¡Qué dices!―exclamó Sprig arrebatándole el papel y tachando el primer punto―. Lo de ser lista está sobrevalorado. Lo que ha de tener son unas buenas tetas―decretó Sprig

―Pero mi mujer perfecta ya sé como es: mi mujer perfecta es Anne. Es lista, guapa, una gran artista, cabezota, apasionada... ―dictaminó la enamorada Sasha.

―¡Calla, calla! No sabéis hacer la lista, sois un par de nenazas―señaló Sprig a su amiga y a su hermano― Tiene que tener muchas tetas―escribió Sprig.

Sí, ¡por lo menos dos!―especificó Polly riéndose a carcajadas.

―¡Tíos, estáis borrachos!―informó Sasha.

―¡Sí! ¡Como una puta cuba, pero esta lista la terminamos!―pronunció Sprig decidido.

Y la lista de la mujer perfecta de Sasha se realizó en un bar a las dos de la madrugada por tres amigos borrachos que apenas podían escribir.

Cuando la lista estuvo acabada, los Boonchuy mandaron a Sasha en un taxi a casa de sus padres para que le recitara a su hermana cada uno de los puntos que ella nunca podría llegar a cumplir, porque no era perfecta.

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