Capitulo 14
―Dame un tiempo para ser ideal para ti y, si no lo consigo, te dejaré en paz.
―Sasha, es imposible que estemos destinadas a estar juntas: siempre estamos discutiendo, no sabemos hacer otra cosa que no sea pelearnos como dos crías.
―No te pido una relación ahora, sólo que no te enamores de nadie en el tiempo que estés fuera. Cuando vuelvas después de la universidad, yo te demostraré que soy esa persona.
―Y tú mientras tanto te enamorarás y tendrás una familia, ¿no? ―preguntó irritada.
―Prometo no tener ninguna relación seria hasta que vuelvas. ¡Joder, Anne! ¿Tienes miedo a darme una oportunidad, a descubrir que yo puedo ser esa persona a pesar de mis imperfecciones?―gritó Sasha frustrada.
―Si en algún momento a lo largo de estos años encuentro a ese hombre que es perfecto para mí, que cumple todas y cada una de las cualidades de mi lista y no eres tú la afortunada, no lo podrás asustar, ni espantar, ni hacer nada que pueda alejarlo de mi lado.
―Juro que si encuentras a Míster Perfecto lo dejaré en paz. Entonces, ¿tenemos un trato? ¿Me dejarás demostrarte lo perfecta que puedo llegar a ser?
―Debo de estar loca, pero como siento hambre, estoy medio dormida y tengo ganas de llegar a casa, acepto. Tenemos un trato. Te doy cuatro años, que son los que tardaré en terminar mi carrera de Bellas Artes. Cuatro años para demostrarme lo equivocada que estoy. Y cuando cada año que pase nos veamos en vacaciones te preguntaré si quieres seguir con esta ridícula idea, que puedes abandonar en cualquier momento y dejarme en paz.
―Cada año te responderé lo mismo.
―¿Y qué es lo que me dirás?
―Pregúntamelo el año que viene y te contestaré―comentó Sasha felizmente mientras arrancaba la furgoneta.
¡Jodida lista de los cojones! No había por dónde cogerla.
A la mañana siguiente de nuestra escapada al lago había incordiado a Anne hasta que me había arrojado la lista por la ventana de su habitación dentro de un zapato que me había dado en la cabeza. ¡Qué puntería tenía cuando quería la muy condenada!9
Como suponía que Doña Perfecta querría llevar todo lo referente a su lista en secreto, esperé a que no hubiera nadie en casa agobiándome con sus sermones para subir a mi habitación y desenrollar la fotocopia que Anne me había tirado.
Al principio estaba escrita con letras muy infantiles. Pero a cada punto de su lista iba notándose como la letra se mostraba más femenina, más de mujer en vez de niña pequeña. Por lo visto había tardado años en hacerla.
Recordé entonces haber visto esa lista de pequeña, pero no podía ser la misma, era imposible, pensé mientras buscaba el feo dibujo de un sapo que yo había hecho con rotulador, y sin escudriñar mucho ahí estaba el bicho, mirándome y burlándose de mí como diciéndome «tú eres el sapo».
Me senté en la cama preocupada y comencé a leer lo que Anne había escrito a lo largo de estos años:
❝Mi perfecto príncipe azul ❞
1.Tiene que ser el más guapo.
2.Que no sea un salvaje.
3.Que sepa dibujar.
4.Que sea educado en todo momento.
(No parecerse a la cerda de la vecina.)
5.Que me defienda de todos los matones del mundo (incluida mi vecina.)
6. Que no lo busque la policía.
7. Que cante como los ángeles.
8. Que siempre sepa cuál es el regalo perfecto y cuándo debe dármelo.
9. Que sus besos sean especiales.
10. Que sea el mejor amante del mundo.
Al final de la lista había una nota escrita en rotulador rojo que me retaba: «No tienes ni una de estas cualidades. Además, espero que mi hombre perfecto me sea fiel (sin gruppies)», añadía la muy pilla riéndose de mí.
―Bien―me dije en voz alta, decidida.
—Repasaré la lista punto por punto. En lo referente a ser el más guapo, ya soy muy guapa. Sólo me tengo que encargar de que no encuentre chicos más guapos que yo.
Nota mental: rodearme siempre de troles para parecer la mejor de las opciones.
Segundo, lo de ser salvaje. Yo no era ningúna salvaje, aunque me apodaran así en el pueblo.
En ocasiones tenía demasiado carácter, pero eso era todo. ¿Cómo solucionar el problema? Pues evitando que me llamasen así en el pueblo. ¿Cómo hacerlo? Amenazando a todo aquel que me llamara, eso sí, con discreción y sin salvajismo.
Tercero, lo de dibujar no se me daba tan mal.
Además, mi sapo era perfecto. No obstante, tomaría clases de dibujo en la universidad. Sin embargo, ahora que lo veía con atención, mi batracio podía confundirse con una vaca, ¡joder, realmente dibujaba como el culo!
Cuarto, educada. Yo soy muy educada, casi nunca digo tacos, solamente cuando me irrito si algo me saca de mis casillas, y respecto a lo del «cerda de la vecina», yo no tengo ningún cerdo. Mejor ignoro este punto y no me doy por aludida, esta jodida lista me está tocando los huevos...
Quinto, defensa antimatones. ¿Cómo narices voy a defenderla de todos los matones del mundo? Ésta quiere que sea Chuck Norris... ¿Estará libre para poder contratarlo como guardaespaldas? Bueno, mejor paso al siguiente punto.
Sexto, no ser buscado por la policía. La policía no me busca, eso seguro, aunque las multas sin pagar se van acumulando y... será mejor que ahorre y pague todas las malditas multas de una vez.
El punto siete definitivamente me tiene mosqueada, la pregunta clave es: ¿cómo coño canta un ángel? Tan mal no canto, ¿verdad?
Aunque el profesor de música del instituto amenazó con saltar de la azotea si me apuntaba a su clase... Bueno, pues a tomar clases de canto.
Octavo, regalos perfectos. ¿Cómo demonios sabes cuándo y qué regalar? Con las mujeres nunca se acierta: si les regalas bombones, están a dieta; si les regalas ropa interior, eres un pervertido, y si les dices que se compren algo, que tú lo pagas, no lo quieres porque no te molestas en elegirlo tú, blablablá... En fin, sobornaré a sus hermanos para saber cuándo y qué regalarle.
Noveno, el beso especial. Vale, abandono. ¿Cómo leches sé si mis besos son especiales? ¿Qué quiere decir eso? ¿Y qué parte es la que tengo que besar para que sea especial? En fin, besaré todo su cuerpo, seguro que de casualidad acierto.
Décimo, mejor amante del mundo. Que soy una buena amante, lo soy, pero ¿cómo soy la mejor del mundo? ¿Me tengo que cepillar a medio mundo para averiguarlo?, ¿me bastará con un cuarto de la población?
Compraré el Kamasutra a ver las ideas que puedo sacar de ahí.
Leer esa mierda de lista me deprimió más que animarme, pero aún tenía la esperanza de convertirme en su "hombre" perfecto. «¿Por qué tiene que ser tan complicada?», grité frustrada; luego me calmé al pensar que tenía ante mí cuatro largos años por delante para demostrarle todas mis cualidades. Empezaría por revelarle que, sin duda, los puntos nueve y diez los cumplía.
Además, eran los más entretenidos de la lista.
────────────
―¡Esto ha sido un error!―grité una vez más histérica al cuerpo desnudo de Sasha que me sonreía con mofa sabiendo que sin duda ese error se volvería a repetir, ya que llevaba todo el verano diciéndole lo mismo cada vez que hacíamos el amor.
Al principio había sido fácil resistirse a sus avances, sólo tenía que pensar que pronto se marcharía y estaría rodeada de chicas.
Me dediqué a centrarme en mis futuros estudios y en la nueva vida que me esperaba. Intenté ignorarla y olvidar la noche que había pasado con Sasha en el lago, pero por las noches soñaba con ella y con el momento vivido entre sus brazos, así que a la mañana siguiente me levantaba húmeda y excitada, con ganas de tenerla una vez más dentro de mí. Así fue como empecé a hacer footing para desfogar mi cuerpo del acaloramiento matutino.
Por desgracia, ella también comenzó a correr por las mañanas, y ver su cuerpo fuerte y sudoroso no me venía nada bien para bajar mi libido.
Sasha comenzó a seguirme a todos lados, discutiendo todos los temas de la lista como si fueran negociables, y a rebatir cada uno de los puntos con sus estúpidos argumentos: que si cómo cantan los ángeles, que si cómo sabes lo que tienes que regalar, etc,etc,etc.
En algunos momentos llegué a desear no haberle hablado nunca de esa lista; en otros deseé hacérsela tragar a ver si así conseguía que se callara y me dejara en paz. Pero fue en uno de esos días en los que ya no puedes más cuando reaccioné haciendo algo que estaba fuera de lugar en la señorita que hay en mí.
Nos hallábamos nuevamente en una fiesta que ofrecía mi amiga Skara, apartados de todos porque quería hablarme una vez más de la lista de las narices.
Tras escuchar su cháchara durante un buen rato, ya no pude más y, después de ver que no había nadie que nos observara, para que se callara de una vez, me levanté la camiseta y le enseñé las tetas, ya que ese día no me había puesto sujetador. Algo básico y sin sentido, pero que funcionó a la perfección: por fin se calló.
Pero su silencio tuvo consecuencias, y antes de atraerme fuertemente junto a su cuerpo me susurró al oído:
―Eso me recuerda los puntos nueve y diez de tu lista.
Esa noche fue algo rápido pero maravilloso: me alzó la camiseta y cogió mis pezones erectos y excitados entre sus labios dando pequeños tirones, haciéndome gemir de placer. Luego los succionó y mordisqueó deleitándose en lo que hacía; me cogió entre sus brazos sin dejar de devorarme los senos, conduciéndome a la parte más oscura y solitaria del jardín.
Allí me apoyó en un árbol, metió una de sus manos bajo mi falda, entre mis muslos, y la deslizó hasta tocar lo húmeda que estaba.
Después apartó el tanga hacia un lado mientras me introducía uno de sus dedos y con el pulgar acariciaba mi clítoris. Yo eché la cabeza hacia atrás extasiada; estaba a punto de gritar llena de placer cuando ella pareció sospecharlo, porque tapó mi boca con su otra mano dándome la libertad de gritar contra ella, ya que ahogaba el sonido de mi pasión.
Cuando estuve a punto de llegar al orgasmo sólo con sus caricias, se apartó de mí, por lo que le mordí la mano como protesta. Segundos después me penetró fuertemente mientras alzaba mi cuerpo y yo le rodeaba la cintura. Ella continuó jugando con mis senos, y una de sus manos, que agarraba fuertemente mi trasero, movía mi tanga haciéndolo rozar con mi clítoris a la vez que me embestía sin piedad.
Fue entonces cuando grité como una loca, convulsionándome de placer sobre su miembro mientras ella se endurecía más aumentando el ritmo de sus acometidas, explotando finalmente dentro de mi cuerpo.
Cuando se retiró de mi interior me percaté de que se había puesto un preservativo y respiré aliviada porque una de las dos había conseguido pensar en algo antes de aparearnos como animales.
Luego me enfadé conmigo misma y le dije, mientras intentaba sin éxito arreglar mi aspecto:
―Esto ha sido un error.
Y caía en ese error todo el verano, porque, cuando discutíamos, nos quedábamos solas, o volvíamos a acordarnos de esa estúpida lista, una de las dos hacía algo que encendía a la otra y adiós cordura.
―¡Lo digo en serio!―le grité a Sasha dejando de pensar en el pasado mientras le señalaba con el dedo.
Luego me agaché desnuda para buscar las malditas bragas debajo de su cama y cuando su erección acarició mis nalgas, mi sexo se humedeció y me olvidé de todo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro