★ : catorce
Kim TaeHyung acostumbraba a ser demasiado irritante con algunas personas que llamaban su atención. Quizás aquello sólo atraería la atención que él no necesitaba. Como el odio de una de las profesores de taller de lenguaje por serle insistente con conocer su vida privada. Cualquiera podría tomar esa insinuación como un coqueteo de un chico de 21 años con una anciana de 70 y pico de años.
Concentrándose en la ensalada que había traído de su casa, en una de las mesas del campo de la universidad, Taehyung analizaba cuantas probabilidades existían para que su vecino terminara odiándolo. Con sólo tocarlo parecía ser el fin del mundo para un chiquillo como él, tal vez no le gustaba el contacto físico, era una posibilidad que Taehyung no descartaba.
¿Por qué otra razón repudiaría su tacto así como así? El mayor estaba consciente de los miles de dramas donde uno de los protagonista tomaba del brazo al otro y luego venía la típica musica romantica, Stay with me de Goblin no estaría tan mal, pero ¿Por qué con él no?
—¿En qué piensas? —Jimin se sentaba a su lado mientras llevaba un pedazo de pollo a su boca y masticaba con ruido.
—Deberías considerar el volverte vegetariano.
—No me gusta la verdura y lo sabes, a todo esto no contestaste mi pregunta ¿O es que acaso sólo piensas en mí? La verdad me sentiría halagado, hyung.
Taehyung le sonrió al rubio australiano en broma otorgándole un golpe suave en el hombro, a lo cual el contrario respondió exagerando el dolor.
—¡Agsh! Eres un bruto, discúlpate —inquirió su amigo, mas el otro prefirió ignorarlo y concentrarse esta vez en el vago paisaje estropeado de su universidad.
En sí, era su mente quien no dejaba de revivirle el rostro inexpresivo del pequeño. Las ganas de verlo de nuevo se encargaban de ponerlo ansioso. Suspiró mientras apoyaba su cabeza en la palma de su mano, definitivamente debía encontrar la forma de atraer su atención.
Ni siquiera sabía el porqué de su tan desesperado deseo, pero allí estaba el castaño ideando una lista imaginaria con diferentes formas para acercarse a una persona.
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Una pila de anillados se repartían por la mesa mientras su madre se movilizaba por toda la sala con más libros. Taehyung sintetizaba los temas que suponía debían aparecer en la siguiente etapa de exámenes pero verla a ella ir de aquí para allá arruinaba toda su concentración.
—¿Qué haces? —preguntó dejando caer su bolígrafo en la tapa de un libro.
—Jungkookie está por venir y todo debe estar en su lugar correspondiente —respondió ella sin siquiera mirarlo. Taehyung alzó una ceja desinteresado, pues a pesar de estar encaprichado con el pequeño consideraba que no era necesario comportarse como un vil sumiso por un crío sin escrúpulos como Jeon JungKook.
—¿Y eso qué? Siempre se queda una hora, creo que le das demasiada importancia a cosas irrelevantes, mamá —dijo al cabo que volvía su vista a las letras de su anillado.
—Ya te lo dije, Taehyung. JungKook es un-
—Un niño especial, me lo dices cada que pregunto por él pero nunca me dice el porqué... —interrumpió.
La mujer mordió sus labios con una mueca que el castaño no pudo descifrar ¿Preocupación? No, más bien parecía ser tristeza.
—Arriba te dejé un regalo, la abuela me contó que en el campo aprendiste a tocar la guitarra y lo hacías muy bien —habló intentando desviar el tema de su conversación, pero Taehyung no era estúpido como para dejarlo todo allí. La fase de los "Por qué" se suponía que debía haberse dejado en el pasado de su niñez pero únicamente Taehyung podía repetir esas dos palabras.
—No tengo tiempo para desperdiciar en un instrumento —volvió al estudio ignorando la reacción de su madre mientras seguía recorriendo la casa a medida que movía algunas cosas de lugar, lugares que se repetían como un patrón a lo largo de los días donde él se había instalado en su antiguo hogar. Siempre y cuando el pequeño vecino se presentara en su casa, ¿Para qué? Para que ella le leyera libros que para su gusto eran inservibles.
La pelinegra llevaba consigo un florero con flores rosas hasta uno de sus tantos muebles. El comportamiento de su hijo le preocupaba pues no quedaba nada de aquel niño que había visto por última vez irse en el auto de su hermana para el campo. Ahora vestía con camisas y muy rara vez con remeras normalmente promedio para alguien de su edad, en su niñez siempre estaba lleno de colores, y no únicamente por los colores que el hombre de traje le había otorgado con violencia. «Se va a estresar» Eso si es que ya no se encontraba estresado, el regalo de la guitarra suponía que sería una especie de refugio por todo ese esfuerzo que llevaba convertirse en adulto.
El reloj colgado en su pared sobre el florero le hizo saber que en menos de dos minutos alguien tocaría a su puerta, tomaría lugar en el mismo lugar de su extenso sillón, cruzaría sus piernas como flor y esperaría con ansias el siguiente libro de su biblioteca.
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🪴;; minnh-aye
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