⊹ ֶָ ¡ 𝚁𝙴𝙴𝙽𝙲𝚄𝙴𝙽𝚃𝚁𝙾 ! ♡
Si Jisung estuviera en todos su sentidos, solo buscaría a Minho para disculparse con él.
Se sentía tan culpable y a la vez tan enojado consigo mismo y el destino. Queria que Minho entendiera que no era su culpa, que no quiso que su lobo escogiera el suyo, ni mucho menos que sean predestinados, no cuando otro omega podía salir con el corazón partido.
Pero Jisung no podía controlar el destino y mucho menos sus sentimientos. Iba mucho más allá de él, de su alcance, de todo.
Ahora mismo no sabía que estaba pasando, ni a dónde iba. (Ni siquiera podía saber con precisión si seguía vivo, muerto, o en una especie de más allá)
Pero a lo lejos podía percibir y reconocer el aroma de Chan y de Felix, combinados. Frutos rojos con un leve toque de durazno (por el cachorro) de parte de Felix; y café recién molido con menta por parte de Chan.
Y Jisung tiró, tiró dentro de sí y se aferró a esa "manta" de protección que sus aromas le brindaban. Estaba aferrándose a ellos para no perderse en toda la oscuridad que lo rodeaba y trataba de llevarlo.
Estaba asustado, su lobo no hacía más que llorar y lamentarse por la huída de su alfa.
Estaba asustado porque lo sabía, estaba muriendo lentamente. Su lobo lo estaba destruyendo, consumido en el rechazo.
Tragó saliva con dificultad y trató de dar una gran bocanada de aire. Dolió como el infierno. Su lobo aulló y rasgó.
Quería llorar, quería poder tener, aunque sea, las fuerzas para disculparse y agradecerles a Felix y Chan por todo lo que están haciendo por él. Por jamás dejarlo solo.
Ellos siempre estuvieron para él y le daba impotencia fallarles de esa forma, rindiéndose fácil a la vida.
No vería al cachorro de Felix crecer, ni tampoco a los futuros cachorros que vendrían, porque él sabe que tendrán más. (Tranquilamente, si la pareja quería, podían procrear una manada completa).
Sintió la calida mano de Felix haciendo contacto con su frente y soltó un jadeo al sentir lo fría que estaba en contraste con su piel.
–Sigue igual –escuchó su voz preocupada y el aroma que lo rodeaba se tiñó con miedo y desesperación.
No, odiaba sentirlos así.
Debía hacer un pequeño esfuerzo, ser más fuerte. Felix estaba pasando por un montón de emociones que no harían nada bien al cachorro.
Intentó abrir los ojos, tratando de enfocar su vista entre todos esos manchones blancos hasta que distinguió él techo gris del auto de Chan.
Y simplemente, «oh, estamos en el auto». Ni siquiera se había dado cuenta de aquello. ¿En qué momento lo habían sacado de su habitación?
–Fe-Felix... –su voz salió pequeña y quebrada– Cha- Channie.
–¡Sung! –gritó Felix y luego sintió un sacudón–. ¡CHAN, CHAN CUIDADO! ¡CARRIL EQUIVOCADO!
Los sonidos lo aturdieron por unos segundos, una explosión de gritos, bocinazos, gruñidos y el chirrido de las ruedas contra el pavimento.
–¿Lixie, estas bien? –preguntó Chan totalmente preocupado mirando a su pareja de reojo. Si no fuera por él, hubiese pasado una catástrofe– ¿Sung está bien?. Mierda, mierda. ¿Estan bien?. Yo... Carajo, esto...
Felix se tocó el hombro y su aroma se intensificó, intentado calmarlo.
–Tranquilo, tranquilo. Estamos bien, los tres. -susurró despacito y miro hacia atrás, para confirmar si Jisung seguía despierto– Jisung. Jisung. Oh, Jisung. ¿Cómo te sientes?
Apuntó de morir.
Pero no podía decirle eso. En cambio trató de mirarlo y estirar su mano hacia él.
–Es-toy bien, estoy bien. –susurró en voz bronca y trató de sonreírle.
A Felix se le partió el corazón.
Y Jisung nuevamente se durmió.
Jisung podía describir su interior como un caos de lamentos, el azul fundiéndose con la oscuridad. Y a su lobo ahí, en medio de todo, con su cabeza hacia arriba y aullando, llorando.
Por eso no pasó desapercibido para él cuando dejó de cantar, cuando sus orejas se movieron de un lado a otro y todo dejó de ser tan... Tan pesado y triste.
Jisung frunció el ceño y sus fosas nasales se abrieron y cerraron con desesperación, olfateando. Notando que todo era distinto.
Esta vez había más aromas, y todos desconocidos. Pero, oh, ese aroma en particular que comenzó a abrirse paso por entre los demás, lo conocía muy bien.
Inhaló con fuerza. Sí. Ese aroma solo podía ser de una persona.
Alfa. Alfa. Alfa. Alfa. Aquí. Alfa.
Su lobo se levantó chillando, lloriqueando, ahora rasgando por salir y provocándole dolor a su parte humana.
Inhaló, mantuvo, y exhaló.
Inhaló, mantuvo, y exhaló.
Alfa. Alfa. Alfa. Alfa. Aquí. Alfa.
Cada segundo que pasaba era crucial para él. Su omega rasqueteaba, se movía, le exigía que se levante.
Se removió un poco, alguien lo estaba agarrando, pero no era su alfa. No era él. Sintió a su lobo, abriéndose pasó en su cuerpo, en su cabeza.
–Al-alfa. Alfa. Alfa –lloriqueó su lobo. Había tomado él control de su mente y solo lo llamaba a él. A su Alfa.
Porque lo necesitaba. Porque era él. Porque quería olfatearlo, porque quería que lo llene de su aroma.
Porque había llegado a casa.
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🪴;; minnh-aye
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