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Aplausos y música armoniosa recibieron a Jisung al entrar al salón. Era esa su fiesta de bienvenida, aunque el joven la creía totalmente ridícula siendo que realmente no iba a quedarse, pero ya intentó explicárselo a sus padres. No funcionó. Volvió a sentirse como un muchacho de dieciséis cuando su madre organizó una ostentosa fiesta para presentarlo a la sociedad como un hombre. Había pasado mucho desde aquella vez y seguía sintiéndose nervioso de estar frente a esa superficial sociedad. Los ojos de los socios de su padre y de las amistades de su madre lo analizaban sin pudor alguno. Se dijo, para calmarse, que era muy semejante a sus presentaciones en el teatro de Berna o Roma cuando cada uno de sus movimientos eran analizados por la audiencia, aunque, claro, su público tendía a ser más amable y menos agresivo con sus miradas. Quizás por eso nunca le gustó la alta sociedad surcoreana, todos ellos eran seres sin escrúpulos totalmente indiferentes al resto, a menos que fuese para criticarlos.

Un brindis que produjo un falso sentimentalismo fue el inicio. Su padre habló de él y sobre los logros obtenidos en Europa, como si él lo supiera bien; mencionó que esperaba que su regreso fuese para empezar a administrar Industrias Han. Eso Jisung ya se lo esperaba. El hombre estaba poniendo cierta presión sobre él para que accediese a sus demandas, lamentablemente Jisung había superado ya el títere de su padre. Él se iría al cabo de mes y medio que durarían sus vacaciones, probablemente anunciaría su compromiso y volvería a Zúrich porque ahí estaba su vida.

Cuando el discurso acabó, Jisung se vio en el centro de atención, con todos mirándolo y murmurando sin ningún cuidado. Entonces, cuando la fiesta dio inicio y el alcohol y el baile fueron primordiales, sus padres se acercaron a él.

― Luces precioso.

Con un traje tan ceñido que casi no le dejaba respirar, seguro, aunque él mismo debía admitir que era un bonito diseño, si no fuera que su peso varió un poco estando fuera. Eso su madre no lo sabía, aparentemente, y fue quien escogió el traje.

― Mis abuelos están aquí ―informó, dejando el tema de su apariencia para más tarde.

Jiho y Hana entraron dados de la mano y se acercaron. Sungjae torció el gesto con disgusto. Sooyoung los saludó alegre, especialmente a Hana, agradeciéndoles por haber ayudado a su hijo durante tantos años.

― Hola, Sungjae ―le saludó Hana, temerosa.

― ... Buenas noches, Señora Kim.

Parco y hosco, pero siempre fue así. No podía ser de otra manera cuando Kim Hana fue la amante de su padre cuando estuvo casado con la madre de Sungjae, aquella que Han sí consideraba su madre, no la, y en palabras del hombre, vulgar prostituta que se ofreció a Jiho.

― ¿C-cómo has estado? ―insistió en preguntar.

― Antes estaba mucho mejor.

― Papá ―retó Jisung mirando a su padre con dureza.

― ¡Vaya, mira quién llegó! ―distrajo Sungjae, no soportando más ser el centro de atención de esa guerra declarada entre su hijo, él y sus padres.

Por la puerta entró Felix de mano de Changbin y junto a ellos estaba un hombre que Jisung creyó nunca frecuentaría los altos círculos sociales de Seúl. Lee Minho. El boxeador lucía extremadamente atractivo con un traje a la medida; en sus brazos se notaba cierta tensión por sus músculos y su pecho fornido causó varios descarados gemidos en las hijas de los empresarios más ricos del país.

― Si no es muy grosero, ¿qué hace él aquí? ―preguntó en voz baja mientras el trío se acercaba a ellos.

― Tu padre lo ha invitado.

Obviamente, pero Jisung quería saber porqué. Cuando se marchó a Suiza, su padre odiaba a Minho por todo lo que era y lo que hizo, y siempre creyó, Jisung, que eso nunca cambiaría, pero al parecer estuvo muy equivocado.

Minho se acercó con una sonrisa galante y saludó con un fuerte apretón de manos a Sungjae quien lo recibió con agrado y verdadera amabilidad.

― Es un gusto verte de nuevo, Minhi.

― Un placer para mí también.

― Jisung, recuerdas a Minho, ¿cierto?

La pregunta debía ser una broma o su padre muy estúpido como para preguntarla, pero al parecer lo decía en serio y Jisung se vio desconcertado por ello.

― Él es el campeón de boxeo actual, además es mi socio de negocios.

Jisung no pudo evitar mostrar su confusión. Su padre no estaba dándole respuestas sino más interrogantes.

― ¿Socio? ―increpó, cautelosamente.

― Él es el dueño de diversos gimnasios en Corea, además de ser entrenador para la fundación deportiva de la familia.

― Eso sí que es sorpresa. Siempre dijiste que no te interesaba ser parte de la bruta sociedad elitista y ahora eres parte de ella. Las personas sí cambian, supongo ―largó Jisung bajo un gusto de sarcasmo que lo notaron todos.

Minho sonrió levemente, avergonzado de sus propias palabras del pasado y que Jisung recordaba bien.

― Sung, no seas grosero.

― Oh, descuida, papá, a él no le importa mi opinión, ¿cierto, Minho?

Felix, desde la valla, veía a los toros enfrentarse en una pugna por la humillación. Sería realmente sangriento. Todos ahí podían darse cuenta que Jisung le hablaba con mucho rencor a Minho y el hombre estaba ahí simplemente recibiendo las balas. Felix se sintió avergonzado de Jisung. El joven se volvió mucho más maduro en otros temas; ya no era un muchacho caprichoso ni inútil; pero en lo referente a Minho seguía siendo una oveja en el matadero que optaba por la defensiva para no salir herido. Después de todo, la madurez no es la totalidad de algo, no es saber comportarse correctamente en toda situación porque era imposible. Simplemente se trataba de una actitud presente en ciertos temas, no en todos.

― Changbin y Hyunjin trabajan con Minho, Sung―señaló Felix, desviando la atención.

― Me alegro por ti, Changbin, lo haces bien.

Murmullos y jadeos se escucharon nuevamente al entrar por la puerta un apuesto hombre rubio, con tez blanca y ojos azules. Las mujeres se sintieron magnéticamente atraídas por él y muchas otras se preguntaron quién era el hombre.

Jisung sonrió y lo saludó. El hombre lo vio y se acercó.

― Me gustaría presentarles a alguien importante para mí. Él es Yeonjun, mi novio.

― Un placer conocerlos, Señores Han ―saludó el hombre.

― Mis padres, Han Sungjae y Park Sooyoung Y ellos son mis amigos, Felix y su novio Changbin, y un Viejo amigo, Minho. Ya conociste a mis abuelos, Jiho y Hana.

― Estoy feliz de conocerlos a todos.

― No sabíamos que tenías pareja, Sung, no nos lo dijiste.

De hecho, Jisung no les comentó mucho a sus padres sobre su vida en Suiza porque esta estaba llena de libertades dadas por sus abuelos, eso mismo que su padre quiso evitar al enviarlo tan lejos.

Minho, sorprendido, tensó los labios y apretó los puños. Su corazón latía fuerte, como aquellas veces que entrenaba sin descanso, pero esta vez era por una fuerte molestia. Jisung tenía a alguien en su vida, aunque él no creía que ellos se viesen bien juntos. Su perspectiva estaba inequívocamente entorpecida por sus propios deseos. Se dijo, entonces, que era muy tarde para lamentarse sus errores del pasado, aun cuando creyó que el regreso de Jisung podría significar un nuevo comienzo.

Yeonjun se quedó charlando con los padres de Jisung en compañía de sus abuelos, ellos le ayudaban a traducir ciertas cosas a coreano que en inglés eran muy difícil de decir. Felix y Changbin fueron a bailar. Ambos lucían encantadores en la pista, dando vueltas y moviéndose en un armónico compás. Jisung los envidió. El muchacho salió del salón y caminó lejos por el bien cuidado jardín hasta encontrar una banca donde sentarse.

La noche, a pesar de las fortísimas luces artificiales, se permitía mostrar unas cuantas estrellas en el cielo. El viento soplaba suave, muy común en el verano, y era refrescante. Jisung se sintió en paz por momentos luego de esa tormentosa contienda que ahora veía totalmente patética.

― ... Ha sido una batalla calurosa.

Jisung alzó el rostro y se encontró con Minho. El boxeador tenía las manos metidas en ellos bolsillos, despreocupado, pero su rostro lucía bastante serio como para las palabras que soltaba.

― Disculpa, ha sido muy tonto de mi parte.

― No lo fue. Es correcto confrontarme.

Quizás sí, quiso creer Jisung, pero trataba de actuar indiferente con el hombre y aparentemente era imposible.

― No me dijiste que tenías pareja.

Jisung soltó una sardónica carcajada.

― Minho, tú y yo no hablamos. No tenía porqué decírtelo. Además, no te importa, nunca te importó.

― ... Hice todo mal, ¿cierto?

― ¿Por qué me lo preguntas ahora?

― Porque cuando te vi quise enmendar mis errores.

― Ya es tarde, Minho. La verdad es que si hubieses querido enmendar tus errores lo hubieses hecho. Tuviste cinco años para buscarme, para hablarme..., y no lo hiciste. Hubo muchas oportunidades y nunca lo hiciste.

― Tú tampoco..., quisiste saber nada de mí.

― ¡Me sacaste de tu vida! ―chilló, molesto―. Esa noche me dijiste que me largara, que nada me quedaba aquí y tuviste razón. Tú no me querías y yo debía buscar hacer mi vida lejos de ti. No se suponía que yo regresara a humillarme ante ti otra vez. Tuve suficiente de ello hace años y no quiero eso nuevamente.

― ... Quizás..., solo fui un tonto.

― El hecho de que lo aceptes no significa que yo esté dispuesto a poner mi corazón en juego como aquella vez. No es justo para mí. Ahora tengo a alguien y no voy a perderlo porque tú quieres jugar a ser Romeo.

― Él no será nunca tu felicidad ―aseguró, gruñendo.

― ¿Qué pretensión te hace decirlo? ―masculló de regreso.

― Porque aún me amas..., y yo te quiero a ti. Yo puedo ser tu felicidad.

― No, Minho. Aún si te quisiera, tú no eres mi felicidad, sino un hombre que verdaderamente me respete y me quiera, y ese no puedes ser tú.

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Que le dirían a Minho? 🐦

🪴;; minnh-aye

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