Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

☆Capítulo Uno☆

En algún pueblo de Italia, año 1849

El otoño había terminado y ahora los altos árboles del espeso bosque estaban teñidos de una escarcha blanca y suave. Los animales silvestres se ocultaban protegidos del frío penetrante del duro invierno; pese a todo esto, el gran bosque no dejaba de ser una visión hermosa y magnífica, y ésto era justo lo que pensaba la linda joven mitad zorro que paseaba por entre los árboles.

Se trataba de una doncella de piel y cabellos tan albinos como los mismos copos de nieve que caían delicadamente y se posaban sobre su esponjoso abrigo invernal. Aún siendo excesivamente blanca, poseía rojos labios que hacían contraste con su pálida piel y unos dulces ojos ámbar. Una joven inegablemente hermosa y atractiva de diecinueve años. Soltera, pero no le hacían falta pretendientes en los cuales de ninguno estaba interesada.

—¡Mabel, mira!

La albina nombrada se dio la vuelta para mirar a su pequeña hermana, recibiendo de su parte una helada bola de nieve en el rostro. La menor comenzó a reír, pero en poco tiempo sus risas fueron calladas:

—Melisa… —habló la mayor con seriedad en su voz.

Melisa era también una niña con rasgos de zorro en su aspecto pero no contaba con una piel tan blanca como la de su hermana, aún así, su tez era bastante clara.

Por un momento, la chiquilla se sintió asustada y preocupada ante el pensamiento de estar en problemas con su hermana mayor, recordó que a su hermana no le gustaba ser llamada por su nombre y, con el sentimiento de culpa bajó la mirada. Fue cosa de cuestión de segundos y la pequeña Melisa también había sido atacada por otra bola de nieve.

—No es justo atacar tomando desprevenida a tu adversaria —dijo Mangle mostrando una ancha sonrisa en cuanto tenía otra bola de nieve en sus manos.

Entre ambas hermanas comenzó una batalla de bolas nieve, y sus risas alegres y vivas resonaban y hacían eco en el bosque.

—¿No te parece absurdo? —preguntó Melisa entre risas sin dejar de arrojarle nieve a Mangle.

Mangle relajó un poco su sonrisa y se acercó a su hermana suspirando cansada sin soltar la bola de nieve que tenía en su mano.

—Ahora que lo mencionas… —pausó en tanto pensaba una respuesta—… No.

Dicho esto, estampó la bola de nieve sobre la cabeza de la niña y rió nuevamente.

—¡Oye, no es justo! —protestó Melisa y se cruzó de brazos haciendo un tierno puchero.

Mangle la miró enternecida.

A lo lejos, cerca de una colina en el bosque, había una mujer en la puerta de una inmensa casa con muchas comodidades: se trataba de su tía, que siempre las había cuidado y que para ellas era como su madre.

—Bueno hermanita, debemos irnos —anunció y acarició los cabellos de Melisa mientras le arreglaba los mismos y la ropa.

—Yo quería pasar más tiempo aquí.

—Vendremos mañana —sonrió tras terminar de arreglarla y ambas fueron a la casa.

Ambas jóvenes caminaron de regreso a su hogar por entre el camino de árboles que les abrían paso. Parecían estar en un portal de nieve y esto fue algo que notó Mangle. Mangle era muy observadora y amaba ver los pequeños detalles en todo, así como detalló a la distancia a una lechuza tan blanca como ella volar por entre los árboles. Sonrió.

Una vez llegaron a las puertas de la elegante casa en la colina, a Mangle le sorprendió ver a la señora con una sonrisa y no con expresión indiferente.

—Pasen, pasen —dijo haciéndoles paso—. Arreglense y vistanse, hoy recibiremos la visita de un amigo de la familia.

Dirigió la vista a Mangle.

—Sería encantador que los conocieras tú en especial, Mabel.

Mangle suspiró al escuchar su nombre no muy querido provenir de sus labios, pero sonrió en respuesta.

Se dio una buena ducha y se puso uno de sus mejores vestidos. Cepilló su cabello y lo arregló. Aún se le hacía muy temprano, por lo que se recostó en su cama y comenzó a leer uno de sus libros favoritos: Mangle acostumbraba leer poesía o romance, dos de sus géneros favoritos.

El bullicio en el piso de abajo fue lo que la hizo bajar para averiguar de que se trataba. Abajo se encontró con un alto hombre de púrpuras orejas de conejo. Le calculó unos veinticinco años. Parecía muy amable y carismático y le agradó su comportamiento gentil.

—¡Mangle! —la llamó su tía al ver a la albina a los pies de las escaleras.

Mangle comenzó a bajar paso a paso las escaleras.

—¿Mangle? —cuestionó confundido por el apodo el hombre mitad conejo.

—Oh, así prefiere que la llamen —explicó la mayor.

Una vez Mangle terminó de bajar las escaleras, su tía se acercó a ella y la tomó de la mano para acercarla.

—Mangle, quisiera presentarte al señor Bonnie.

Bonnie sonrió de manera amigable mirando a Mangle.

—Justo como dijo, señora Fritz, es una belleza —dijo y tomó la mano de Mangle depositando un beso sobre ésta.

—Es usted muy amable —respondió Mangle cortésmente.

—Debe estar comprometida ¿o me equivoco?

Mangle le dio una mirada fugaz al suelo y retrocedió un paso, suspiró y luego volvió a mirar sonriente a Bonnie.

—Pues realmente se equivoca.

—Oh, no me lo esperaba —se limitó a responder el conejo y luego se dirigió a la señora Fritz—. Mi amigo no tarda en venir, tuvo que resolver algunos asuntos en una casa cerca de por aquí.

—Podemos esperarlo —afirmó la señora Fritz y se dirigió a la sala de estar.

Era una noche fría y pesada, pero el ambiente era prometedor para realizar alguna actividad. La brillante luna resplandecía por entre las espesas nubes y una luz llegaba desde una de las ventanas de la casa. En la sala de estar, estaban la señora Fritz, Mangle, Melisa y Bonnie hablando alegremente. Las risas eran protagonistas del lugar y los chistes no faltaban. Hasta que alguien golpeó la puerta.

—¡Yo voy! —anunció Melisa poniéndose de pie y una vez que arregló su vestido fue a abrir la puerta.

Un silencio abrupto se adueñó de la sala y los presentes se miraban unos con otros en la espera de los invitados. Poco después, Melisa entró a la sala y dos sujetos la seguían detrás de ella.

Uno era un hombre alto y pelirrojo de orejas y colas de zorro, al igual que la familia dueña de la casa. Y el otro era de apariencia similar a la de Bonnie, parte conejo, pero de cabellos dorados.

—¿Ya es costumbre tuya llegar tarde, Foxy? —Bonnie se levantó sonriente saludando a su amigo.

—No bromees con eso, sabes que estaba ocupado.

Bonnie soltó una pequeña carcajada.

—Sí, lo sé.

La mirada de Foxy se detuvo momentáneamente en la albina que descansaba en uno de los muebles, y Mangle, al sentirse observada por tal joven, sintió ruborizar sus blancas mejillas. El sonrojo se hizo ver notablemente dado a la palidez de su piel. Esto fue algo que notó su madre y no tardó en decir algo al respecto.

—Joven Foxy, veo que ha notado a mi sobrina.

Foxy parpadeó un par de veces, y vaciló antes de responder.

—Algo así, o ella me notó a mí —se aventuró a responder tímidamente.

El sonrojo de Mangle se intensificó.

—Yo… lo lamento —dijo.

—No, no debes disculparte.

La señora Fritz negó lentamente con la cabeza con una sonrisa fraternal en su expresión, tal como aquella que piensa «estos jóvenes…», se levantó sin esperar mucho.

—Bueno, vamos a cenar —dijo.

Mangle se levantó igualmente y notó la mirada usurpadora del desconocido que acompañaba a Foxy.

—No nos ha presentado a su amigo, señor Foxy —recordó.

Foxy asintió.

—No me diga señor, no soy tan viejo, cuento con veintiún años —miró a su amigo—. Él es Springtrap, me acompaña para ayudarme a trabajar.

El habla de Foxy era suave y su voz era delgada y frágil, esto no indicaba que sintiera inseguridad, al contrario, hablaba muy seguro de lo que decía. Su forma de decir las cosas era parte de su forma de ser.

—Y bien que debo ayudarlo, no ha escrito nada en dos meses —dijo Springtrap con algo de burla mientras todos se dirigían a la mesa en el comedor.

Mangle se llenó de curiosidad y miró a Foxy.

—¿Escribe?

—Mmm… bueno, algo así.

—¿Algo así? —se escuchó la voz de la señora Fritz venir de la cocina con los platos una vez que la comida estaba en la mesa—. ¡Es un excelente poeta!

—Sí, como dice la señora. Es excelente escribiendo —aseguró Bonnie tras sentarse en la mesa.

Springtrap conservaba el rostro inexpresivo mientras se sentaba al lado de Foxy.

—Lástima que no ha querido volver a trabajar.

Mangle miró de reojo a Springtrap, desconocía el porqué tal comentario le molestó en cierta forma.

La señora Fritz terminó de arreglar la mesa y tomó asiento junto a Melisa. Estaban dispuestos de la siguiente manera: Mangle junto a Foxy, junto a Foxy Springtrap, luego le seguía Bonnie y por último Melisa y la señora.

Todos gustaron de su cena con el debido silencio y ahora bebían algo de vino.

—Foxy, ¿por qué no nos deleita con algún poema? —sugirió la señora Fritz.

Los demás apoyaron su idea.

—No creo que sea el momento... —dudó Foxy.

—Por favor —suplicó Mangle.

Mangle miraba a Foxy con ese encanto común en ella. Sus ojos brillaban y su sonrisa era sincera.

—Háganos el honor —añadió.

Foxy aclaró su garganta.

—Bueno…

Los presentes guardaron silencio y miraban a Foxy con mucha atención y cuidado. Todos lo miraban a él, pero su atención sólo estaba centrada en la encantadora albina que había a su lado. Era como si de ella fueran sus ojos, como si se hubiera adueñado de su mirada, tal como si fuera preso de ella. Suspiró y comenzó a recitar:

Cuando miró al cielo nocturno, veo cada una de las estrellas y la misma belleza en ellas las veo en a quien amo; sueño con sus encantos, pero al igual que como al sol le es imposible amar a la luna, a mi me es imposible poder amarla. Ella es mi anhelo, mi deseo y mi querer. Sueño con ella y la oigo entonar un hermoso canto digno de ruiseñores, ella canta, canta mi amada y la acompaño en su melodía, me decepciono cuando entro en cuenta de que todo es solo parte de mi mente por mi amor frustrado. Así pues, desdichado, sin ella, no me queda más que el dolor y… el pesar.

Se frotó el rostro.

—Lo siento, no tengo nada en mente en este momento.

—Pero fue hermoso —dijo Mangle.

—Está cansado —comentó la señora Fritz—. Tengo algo que mostrarles —le dijo sonriente a sus invitados.

Ella salió del comedor y rápidamente la siguieron los demás; todos excepto Foxy y Mangle.

Ambos zorros ahora estaban solos en el comedor, en silencio, meditando el momento. Foxy contemplaba a Mangle con encanto, y sin esperar mucho acarició la mano de ella con un suave roce de dedos. Mangle se sintió ruborizar.

—Tiene usted talento... por favor, venga mañana.

—Lo haré si usted me invita, señorita.

—Hábleme con confianza, llámeme Mangle.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro