☆Capítulo Tres☆
Era una tarde fresca y soleada. Mangle estaba en el jardín caminando por entre las rosas, le encantaban esas flores, en especial su aroma y forma. El suave brillo del sol resplandecía en la blanca piel de la albina, mientras que sus pálidas manos acariciaban el vivo rojo de las rosas.
«Las personas son como las rosas» se decía constantemente.
Cuando entonces, algo inesperado la sorprendió.
—¿Disfrutando de las flores, señorita?
Se dio la vuelta sobresaltada y ahí estaba Foxy, de pie detrás de ella. Tuvo que alzar la mirada para observarlo dado a la diferencia de altura, a pesar de que esta no era muy distinta. Ambos zorros eran altos.
Foxy vestía lindas ropas como un caballero, y en su mano, como siempre, estaba su libreta. Nunca dejaba su libreta de escritura. A Mangle le agradó el aspecto del pelirrojo, pero esto no pasaba por alto el hecho del ligero susto que se llevó dado a su repentina aparición.
—Me has asustado.
—Lo lamento, no pude evitar acercarme —se excusó Foxy.
Mangle suspiró.
—Ciertamente las rosas son hermosas —añadió Foxy acariciando los pétalos de una de ellas.
Foxy perdió su mirada en aquella suave flor, la suavidad de los pétalos casi le recordó a la misma suavidad que experimentó en las manos de Mangle con aquel roce de sus dedos aquella noche. Deseaba decirle algo a la contraria, pero no se sentía seguro, temía por la reacción de parte de ella. Mientras detallaba la flor, no pudo evitar pensar «son casi tan hermosas como ella». Claro que, parecía inquieto, como si tuviera un nudo en la garganta y tratase de distraerse. Mangle, conociendo los gestos corporales de algunas personas, no tardó en observar cierta inseguridad en el pelirrojo.
—¿Pasa algo?
—Sí. No, bueno… —vaciló el zorro.
Foxy tomó aire.
—Verá, quisiera que me acompañara hoy al pueblo.
Mangle dio unos pequeños pasos y se acercó un poco más a él. Ahora, la cercanía de la señorita sorprendió a Foxy, pero no dio un sólo paso atrás, no quería alejarse de ella. Mangle lo miró de reojo levantando la mirada y sonrió suavemente.
—¿A qué se debe?
—Podríamos dar un paseo.
—Mmm…
Ella deseaba ir, pero no estaba segura si debía aceptar la invitación. Al final, asintió con la cabeza.
—No podría negarme.
—¡Foxy!
Sorprendidos ante el llamado, miraron alrededor y vieron de donde provenía la voz, se trataba de Springtrap, quien ya se había acercado a ambos y parecía frustrado.
—¡Foxy! Te he estado buscando hace mucho… verás, necesito que vengas conmigo.
Foxy negó.
—Lo siento, amigo. Pero ya tengo planes —miró a Mangle, acto que imitó Springtrap.
Springtrap frunció el seño al mirarla.
—¿Con ella? Por favor, Foxy. Necesitas trabajar y no distraerte.
—No me estoy distrayendo.
—Foxy, es una mujer. Te estás distrayendo con una mujer.
Sin embargo, Foxy ignoró las palabras de Springtrap y tomó a Mangle del brazo para irse de allí. A Mangle le pareció descortés el comportamiento del compañero de Foxy, y no dudó en hablarle al respecto.
—Creo que a tu amigo no le gusta que hagas otras cosas aparte de escribir.
—Ignóralo —bufó—. Siempre se molesta por todo y no quiere que yo sea felíz —tomó a Mangle de las manos—. Yo ahora quiero estar con usted, señorita Manguito, y usted me haría muy felíz, así que no hay que hacerle caso.
Mangle se limitó a sonreír, pero cuando se hubo dado cuenta ya se estaban alejando de la casa.
—¡Oh, Foxy! Necesito cambiarme.
—¿Qué? —Foxy se detuvo y la acercó a él—. Pero si así como estás te ves muy hermosa.
La albina bajó la mirada y observó su vestido. Ciertamente no estaba mal, era un hermoso vestido de un color azul brillante que se ajustaba a ella y dado a su apariencia física, le sentaba bien el diseño y tono.
Así pues, ambos zorros se encaminaron al pueblo. Mangle llevaba ya mucho tiempo sin ir a ese lugar y observaba cada cosa nueva de la que no se había percatado. Habían comerciantes, mujeres elegantes y muchos carruajes. Todo tenía un aspecto tan agradable y las personas eran pintorescas y sonrientes, esto fue lo que más admiró, se fijó sobre todo en el comportamiento de las personas, quienes trabajaban duramente. Un fuerte viento soplaba y jugaba con los largos cabellos blancos de Mangle. Foxy siempre tenía bien sujeta su libreta.
Ambos llegaron a un lugar más tranquilo y un poco alejado del bullicio del gentío. A un costado, a sólo algunos metros, había una laguna y junto a ella algunos altos árboles. Aún pasaba uno que otro cochero por el camino.
—Mangle, ¿le gustaría contarme de usted? —preguntó Foxy con interés caminando lentamente, tratando de hacer que el momento dure.
—¿Qué le gustaría saber? Vivo con mi tía desde que tengo uso de razón.
—¿No está comprometida?
Mangle dejó de caminar extrañada por la pregunta.
—¿Por qué le gustaría saber eso?
Foxy se acercó a ella sólo unos pasos.
—No debe responder si no quiere, solo trato de conocer a una bella dama. Me sorprendería si no lo estuviera.
Mangle suspiró y retomó la caminata.
—No me hacen falta pretendientes… pero no estoy interesada en el matrimonio.
La respuesta inquietó un poco a Foxy por motivos que incluso él desconocía. ¿Estaría sintiendo algo por aquella señorita? No estaba seguro. Nunca había estado enamorado y la mayoría de mujeres que se cruzaban en su vida sólo lo hacían buscando algún poema de parte de él. Sin embargo, no podía negar que se sentía atraído por Mangle, ella poseía un encanto poco común, y esto despertaba su interés.
—No la juzgo —se limitó a responder.
—Me alegra que así sea —respondió Mangle—. ¿Y qué hay de usted? ¿Cómo es que llegó aquí?
—Vivo en una ciudad un poco lejos de aquí, suelo viajar mucho.
—¿Cómo es que le gusta escribir?
—Escribir es un arte —explicó—. Atrapar al lector usando nada más que palabras. Es curioso poder despertar sentimientos en las personas con nada más que eso.
—La escritura me parece hermosa —comentó Mangle y volvió a mirar la libreta del zorro—. ¿Tiene poemas en su libreta?
—Sólo futuros proyectos.
—¿Puedo ver?
Mangle se acercó a la mano de Foxy para ver la libreta, pero Foxy retrocedió repentinamente.
—¡No!
Mangle lo miró a los ojos unos segundos, y luego fue ella quien retrocedió. No dijo una sóla palabra, sólo siguió caminando.
—Lo lamento… —titubeó Foxy—. Hay algunas cosas personales ahí.
Mangle sonrió en respuesta, haciéndole saber que no importaba. Dirigió la vista al cielo y el día estaba despejado. Luego miró a la laguna, el reflejo del sol resplandecía en el agua y los árboles que habían en la orilla se reflejaban tal y como si se tratase de un espejo.
—Se ve muy hermoso —dijo Mangle.
Foxy se puso a su lado y la detalló.
—Yo veo otra belleza —dijo mirándola.
Mangle desvió la vista del paisaje y ahora miró a su compañero; las orbes ámbar detallaron el rostro de Foxy por unos segundos. Puso su mano en la mejilla de él. La distancia entre ambos era muy corta y el corazón les latía con fuerza. Mangle sólo suspiró antes de dar su respuesta.
—Hay belleza en todas partes.
Dicho esto, prosiguió caminando.
La tarde había terminado y ahora la brillante luna era la encargada de iluminar el cielo nocturno. Hace algunas horas que el maestro de música de Mangle se había marchado y ahora la albina se encontraba sentada frente al piano. Observó las teclas y las acarició con suavidad, un pequeño suspiro se escapó de sus labios. Sus dedos comenzaron a moverse sobre el piano y comenzó a tocar una hermosa y cautivadora melodía. Tomó algo de valor, y, aunque pocas veces lo hacía, comenzó a cantar.
¡Que hermosa voz tenía Mangle! ¿Por qué no cantaba más seguido? Su voz era aguda y frágil, pero en ocasiones tomaba fuerza y cantaba como una profesional. Tenía el encanto de un ruiseñor en su voz, eso sin dudarlo. Y ni hablar de su talento con el piano, no se equivocaba ni porque estuviera cantando y tocando a la vez.
La melodiosa tonada atrajo a Foxy, quien acababa de tener una plática con la señora Fritz. Ahora, Foxy estaba de pie junto a la puerta de entrada al salón con el piano donde estaba Mangle. Ella no se dio cuenta de su presencia, y sólo siguió tocando y cantando como si un ángel estuviera cantando en su garganta. Foxy estaba cautivado, no, no sólo cautivado: ¡estaba encantado! Trató de acercarse a ella lentamente, no podía estarla ignorando, no era capaz luego de saber el talento que tenía Mangle.
Desafortunadamente, cuando se hubo acercado lo suficiente Mangle se asustó y rápidamente dejó de cantar y tocar.
—No por favor, no te detengas… —Foxy se sentó a su lado—. Cantas muy hermoso.
—Foxy… ¿qué haces aquí?
—¿Cómo no iba a venir? Tienes una voz armoniosa, Manguito.
Mangle desvió la mirada nuevamente a las teclas del piano.
—¿Puedo acompañarte?
Foxy comenzó a tocar una melodía a dúo y Mangle que aunque al principio dudó, continuó tocando junto a él. Poco después, el salón ahora se llenó de la voz de ambos. Eran un dúo perfecto.
De vez en cuando Foxy apartaba la vista de las teclas para ver a Mangle y en ese instante viéndola sonreír con su encanto, ver la alegría que se notaba en su rostro y compartiendo un arte con ella, se dio cuenta de algo, y ahora estaba totalmente seguro de ello.
Estaba enamorado.
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