☆Capítulo Siete☆
Tarde radiante, clima fresco y el sonido de un arroyo a lo lejos. Ese era el ambiente del día. Mangle no había vuelto a ir al pueblo desde aquel encuentro desagradable con el castaño. En este momento, estaba sentada junto al piano practicando una pieza fácil y sencilla, cuando escuchó unos pasos acercarse apresuradamente. Pudo adivinar quien era.
—¡Mangle!
Foxy respiraba agitado y tenía una mirada angustiada, asustando a Mangle; a ella le preocupó pensar que su salud había decaído nuevamente y que ese sería el motivo de su agitación, pero Foxy se sentó junto a ella y quitó sus manos de las teclas y comenzó a besarlas amorosamente. Mangle se sorprendió.
—¿Foxy? ¿Qué pasa?
—Dime que es mentira —decía Foxy sin dejar de besarle las manos—. Dime que no es cierto que te vas a casar. Por favor.
Mangle se enterneció y rió con dulzura.
—Foxy, no te preocupes. No voy a casarme, ¿cómo sabes de eso?
—Llegó una carta... —dejó de besarle las manos, pero no las alejó de él ni las soltó—... ¿Entonces no te vas a casar?
Mangle negó con la cabeza.
—Fue sólo una propuesta, Foxy. Además no me casaría con él a menos que estuviera obligada.
Aunque esto tranquilizó a Foxy, no se convenció totalmente. Suspiró.
—Me gustaría verte esta noche, pero en el jardín. ¿Puedes?
—¿Bien? Estaré allí.
Ahora, Foxy si se levantó convencido y volvió a salir del salón. Todo había pasado tan rápido que Mangle tuvo que recapitular lo que acababa de suceder.
Las horas pasaron, y justo como habían acordado, al llegar la noche Mangle salió en completo silencio de la casa para no despertar a nadie y se dirigió al gran jardín que tenían. Todo estaba muy oscuro y apenas se podían distinguir algunas plantas y edificaciones. Lo único que podía escucharse era el pequeño cantar de los grillos en la noche y uno que otro búho. Mangle se adentró al jardín caminando con el debido cuidado para no dar un paso en falso. Llegó a un punto dónde miró a los alrededores; no veía a Foxy por ninguna parte. ¿Habría sido un engaño? No, Foxy no le haría eso, no a ella. Fueron tan solo breves instantes y Foxy llegó encontrando a Mangle.
—¿Dónde estabas? —preguntó Mangle hablando en voz baja.
Ambos apenas podían distinguir al otro en la oscuridad de la noche.
—Debía arreglar algunas cosas.
—Bien, ¿y a qué se debe esta salida?
Foxy suspiró y levantó sus manos a la altura de su pecho, traía las manos cerradas como si guardase algo dentro de ellas. Mangle sintió curiosidad y miró cada acción que hacía el pelirrojo. Cuando Foxy estuvo convencido, abrió con cuidado las manos y de ellas salieron volando pacíficamente algunas luciérnagas, su tenue brillo iluminó suavemente el rostro de ambos.
—Mangle, quiero casarme contigo.
Cuando Foxy dijo esto las luciérnagas aún volaban cerca de ellos, produciendo un encuentro realmente romántico para ambos.
—Quiero que seas tú con quien yo pase el resto de mi vida.
Mangle, aún asombrada por lo ocurrido, miró a Foxy mostrando una hermosa sonrisa. Su respiración se aceleró y sintió una emoción inexplicable.
—Sí, Foxy, quiero casarme contigo.
Mangle se entregó a los brazos de Foxy y ambos se unieron en un tierno y sincero abrazo envueltos por el frío de la noche y la luz de la luna.
A la mañana siguiente, Foxy, realmente contento con lo sucedido la noche anterior, decidió salir a escribir al jardín. Comenzó a caminar con su libreta en mano buscando un lugar apropiado, hasta que miró el pie de un enorme árbol que producía mucha sombra, era el lugar perfecto. Encaminó sus pasos hasta allí, pero cada vez se sentía más y más débil, no alcanzó a llegar al árbol, se desmayó a pocos metros. Afortunadamente Melisa lo encontró y llamó a los mayores para brindarle ayuda a Foxy. Cuando despertó, estaba acostado en uno de los sillones de la sala. Sentía algo de dolor de cabeza y le ardía la boca. En ese momento tomó una decisión que por más que le desagradara, tuvo que hacerlo. Aprovechó el momento en el que todos estaban haciéndole compañía en la sala, y ahí comenzó a explicar.
—He decidido que lo mejor será regresar a mi ciudad, al menos, hasta que mejore.
La expresión preocupada de Mangle ahora era una expresión de espanto, si Foxy se iba, no sabría cuando volvería a verlo.
—No… por favor, Foxy —dijo acercándose a él y sentándose a un lado suyo.
—Mangle —habló la señora Fritz—. Si con eso el joven Foxy se sentirá mejor, lo mejor es dejarlo cumplir su petición —dijo con melancolía, claro que tampoco quería que Foxy las dejara.
Mangle asintió y comprendió la situación, tomó una mano de Foxy e hizo que acariciara su rostro.
Ese día, Foxy se levantó y fue a su habitación para descansar. Mangle ayudaba a su tía en la cocina.
—Tengo una deliciosa receta para nuestra última comida con Foxy —dijo la señora Fritz.
A Mangle le desagradó por completo la forma en que lo dijo.
—Por favor, no lo digas así —dijo con algo de dolor y salió de la cocina.
El plan inicial de Mangle era irse a su alcoba, pero al pasar frente a la puerta de la habitación de Foxy, no se resistió en hacerle una pequeña visita, así que tocó la puerta, y cuando hubo recibido el permiso de entrada, abrió y entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí. Se acercó a Foxy, quien estaba en su escritorio.
—¿No puedo acompañarte?
—Por más que me guste la idea, me temo que no, Manguito.
Mangle sintió las lágrimas correr nuevamente por sus mejillas, Foxy se levantó del escritorio y se acercó a ella para limpiar sus lágrimas.
—Ey, no estés triste. Volveré, aún estamos comprometidos, ¿No?
Mangle emitió una pequeña risa.
—Sí… o algo así, jeje.
—¿Ya ves? Te ves mucho mejor sonriendo.
Foxy fue a la cama y se sentó, Mangle lo siguió y se sentó a su lado.
—¿Por cuánto tiempo te irás?
—No lo sé, hasta que sea seguro volver —Foxy suspiró y miró a Mangle a los ojos—. Me iré agradecido de haberte conocido.
—Por favor, no hables así. Suena como una despedida, y no nos estamos despidiendo, ¿verdad? Debes volver.
—Sí, volveré. Tenemos un asunto pendiente y haré todo porque podamos casarnos.
Mangle suspiró algo aliviada.
—Quisiera que me recuerdes cuando te vayas.
—Mangle, siempre voy a recordarte.
Foxy acarició el mentón de Mangle y se unieron en un delicado y apasionado beso. Esta sería la segunda vez que se besaban después del encuentro junto al piano.
Mangle posó sus manos sobre el pecho de Foxy correspondiendo el beso, en ese momento no deseaba apartarse de él, no ahora. En cuestión de segundos ya se encontraba en la cama y Foxy sobre ella. El pelirrojo acariciaba la cintura de Mangle y procedió a besarle delicadamente el cuello, depositaba suaves besos y seguía besando pasando por sus blancos hombros y por su pecho. Mangle no dejaba de suspirar el nombre de su amado, se dejaba llevar por las manos de Foxy que acariciaban suavemente todo su cuerpo y por primera vez en su relación, no dejaba de decirle «te amo» entre suspiros. Tal vez en otras circunstancias les habría gustado llegar a más y llevar aquello más lejos, pero no hicieron más que eso. Foxy se limitó a recostarse al lado de Mangle y esa noche durmieron juntos, disfrutando del calor que emanaba el otro.
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